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A propósito de la inauguración de la Galería de las Colecciones Reales, en cuyo interior se exponen importantes restos arqueológicos entre los que se encuentran vestigios de la muralla del primer recinto mayrití, levantada en el siglo IX, volvemos a recordar una vez más nuestros orígenes, el Madrid islámico.

Como vimos en nuestra visita a la Galería de las Colecciones Reales y la muralla los restos se encuentran en dos salas, aunque de momento solo se ha abierto una al público.

Galería CCRR, 2023

En su conferencia «El edificio de la Galería de las Colecciones Reales», dentro del ciclo Los martes en la Galería, de Patrimonio Nacional, el pasado martes día 19 de septiembre, que se puede ver aquí, el arquitecto Emilio Tuñón comentó que dentro de unos meses se abrirá la segunda sala en la que se podrá ver el lienzo de muralla de mayor altura y longitud hallado durante la excavación.

Conferencia E. Tuñón, Galería CCRR, 19 sept. 2023

No hace mucho, hace poco más de un año, recordábamos la importancia del estudio de la muralla del siglo IX, origen de Madrid, y animábamos a los posibles lectores a recorrer su camino, desde la plaza de Oriente hasta la Cuesta de la Vega, y evocar nuestro pasado.

Cuesta de la Vega

Esta primera muralla, como decíamos, fue construida por los musulmanes en el siglo IX. Fue levantada por orden del emir Mohamed I (en el poder entre los años 852 y 886). Además de los documentos históricos así lo acredita la técnica constructiva empleada, con sillares de sílex o pedernal en la parte inferior y piedra caliza blanca en la superior, colocados a soga y tizón, el llamado aparejo cordobés, por ser utilizado en época emiral y califal, entre los siglos VIII y X.

Cuesta de la Vega (detalle)

El emir Mohamed I fundó Mayrit hacia el año 865, en principio como torre de vigilancia, gracias a su situación estratégica, un lugar privilegiado, rodeado de defensas naturales, el arroyo de Leganitos –Cuesta de San Vicente–, el arroyo de las Fuentes de San Pedro –calle de Segovia– y el río hoy llamado Manzanares. La pequeña ciudad amurallada se convertiría en el origen de la villa de Madrid. Probablemente por entonces ya vivían en la zona algunos grupos de población musulmana pero fue en la segunda mitad del siglo IX cuando los árabes se establecieron de forma organizada, primero con un objetivo meramente militar, como dijimos.

Tan importante, o más, como conocer el recinto amurallado y sus límites, es conocer cómo era la vida en su interior, en la medina y sus arrabales.

Con el tiempo los mayritíes desarrollaron una rica vida cultural y científica, como demuestran, además de las fuentes escritas, los objetos de su vida cotidiana encontrados en las excavaciones de la plaza de Oriente, de la Cuesta de la Vega y en los arrabales islámicos, que podemos contemplar en nuestros museos.

En los museos de Madrid podemos acercarnos a comprender cómo era la vida de nuestros antepasados, cómo vivían los habitantes del Madrid islámico entre los siglos IX y XI.

Botella o redoma (sg. IX, plaza de Oriente). Museo de San Isidro.

Los museos no solo exponen cosas sino que nos explican, nos ayudan a imaginar, y así comprender: cómo vivían los primeros madrileños, dónde, cómo eran sus casas, en qué trabajaban, lo que comían, cómo cocinaban, el paisaje que les rodeaba… en definitiva, cómo eran Mayrit y los mayritíes.

Los objetos que vemos en nuestros museos (útiles domésticos, ollas, candiles, jarros… objetos que revelan una vida cultural y un progreso científico, como piezas de ajedrez, piezas para la enseñanza de la escritura…) nos permiten conocer la existencia de una vida cotidiana en la medina y saber cómo sería esa vida en las viviendas, organizadas en muchos casos probablemente alrededor de un patio y un pozo. En el Museo de San Isidro hay una maqueta de una casa islámica que nos ayuda a imaginar cómo podían ser las casas que seguramente existieron en la medina mayrití.

También el Museo Arqueológico Regional nos permite dar un paseo por el Madrid islámico de los siglos X y XI.

Cazuela, calle Noblejas, siglo X-XI. Museo Arqueológico Regional.

Os recomiendo visitar el Museo de San Isidro, el Arqueológico en Alcalá de Henares, leer los artículos y libros publicados por los especialistas (en los enlaces aquí incluidos y otras entradas del blog sobre estos temas tenéis completa bibliografía si os interesa) y, por supuesto, pasear por el antiguo Madrid en busca de las huellas de nuestros orígenes.

Volviendo a la conferencia de Emilio Tuñón, hay otro tema más que interesante que el arquitecto mencionó un par de veces: el agua, los arroyos que abundaban en Madrid.

Es sabido, pues ha sido estudiado ampliamente, que los terrenos madrileños estaban surcados por diversos arroyos, algunos subsisten bajo el Madrid actual; en la zona mayrití los más importantes eran los del Arenal, Leganitos y el de San Pedro, pero no los únicos. Todo el terreno que bajaba hacia el río estaba ocupado por barrancos, arroyos y torrenteras.

Vista de Madrid, A. Wyngaerde (1562)

Cuando el arquitecto habla de que la construcción de la Galería es un basamento, un muro de contención, que está conteniendo el empuje de Madrid, explica que todo el terreno sobre el que se ha levantado está lleno de agua que fluye hacia el Manzanares.

Tuñon describe cómo el muro de contención, el edificio de la Galería de CCRR, se ha forrado con un metro de hormigón, y  a continuación unos machones de cinco metros, por donde se drena todo el agua de Madrid, que se recoge en unas piezas de acero inoxidable; el agua va a unas bombas, que están todo el día bombeando, todo el día se está recogiendo agua que viene de Madrid. En una de las imágenes que muestra en su ponencia, fotos del diario El País, a la derecha vemos esa espectacular Sala de bombas.

Conferencia E.Tuñón. Maquinaria de refrigeración y sala de bombas (fotos de El País)

Poco a poco vamos conociendo mejor nuestro pasado, el de ese lugar privilegiado entre arroyos en que el emir mandó levantar su castillo, sus vestigios y cómo se ha transformado a lo largo de los siglos.

La Cornisa de Madrid, desde la Huerta de la Partida. 2018.

Por: Mercedes Gómez

Los días anteriores al 14 de marzo pasado, día que seguro casi todos recordamos, visité varios museos en busca del Madrid islámico para un trabajo que, como tantas cosas, quedó interrumpido.

En realidad no es un tema nuevo en Arte en Madrid, hemos hablado muchas veces del origen de la Villa y el Madrid andalusí, pero no me gustaría que este resumen quedara guardado en el cajón para siempre, así que he decidido recuperarlo aquí. Os invito a repetir el recorrido que hice esos días, os propongo explorar el Mayrit de los siglos IX al XI con la ayuda de nuestros museos.

 

La primera visita fue al Museo Arqueológico Nacional. Aunque en el MAN no hay ninguna referencia a la medina de Mayrit, las salas dedicadas a Al Andalus y su presencia en la Península Ibérica sí nos dan una magnífica información sobre la vida social, cultural, la ciencia y las artes, y las técnicas y tipología de la cerámica andalusí del siglo X, todo ello aplicable a la actividad desarrollada en el primer recinto islámico mayrití y sus arrabales, como veremos.

Museo Arqueológico Nacional

Después, como es obligado para conocer nuestra historia medieval, visité el Museo municipal de San Isidro o Museo de los Orígenes, en la plaza de San Andrés; y el Museo Arqueológico Regional, en Alcalá de Henares.

Y, esperemos, en un futuro, algún día… podamos visitar el Museo de Colecciones Reales. Durante su construcción se encontraron vestigios del Madrid más antiguo que completarán sin duda la información sobre nuestros orígenes.

Los museos no solo exponen cosas sino que nos explican, nos ayudan a imaginar, y así comprender: cómo vivían los primeros madrileños, dónde, cómo eran sus casas, en qué trabajaban, lo que comían, cómo cocinaban, el paisaje que les rodeaba… en definitiva, cómo eran Mayrit y los mayritíes.

Almacén visitable (Museo de San Isidro)

Los útiles domésticos nos proporcionan mucha información. La cerámica es un indicador cronológico, social y cultural, y su análisis nos ayuda a conocer mejor una época.

Botella o redoma. Cerámica a torno (sg. IX, plaza de Oriente). Museo de San Isidro.

Las ollas, jarros, candiles, etc. eran de una cerámica tan buena que, como sabemos, se hizo famosa. Recordemos que existe una descripción anónima de Al-Andalus en el siglo XI (luego repetida por cronistas posteriores) que dice algo así como:

«Hay en Madrid una tierra magnífica con la que se fabrican unas ollas que se emplean durante veinte años sin que se estropeen y que, además, protegen los alimentos contra cualquier alteración en los días de verano».

Esto es muy importante porque entre otras cosas, además de contarnos cómo era la vida entonces, demuestra que existía una actividad artesanal, creativa. Es cerámica realizada a torno, con decoraciones pintadas y algunas vidriadas; los musulmanes trajeron a nuestras tierras nuevas técnicas cerámicas como el vidriado, los esmaltes y la cuerda seca.

Ataifor. Cerámica a torno, decoración vidriada (sg. X-XI, plaza de Oriente). Museo de San Isidro.

Todos estos objetos, que vemos en nuestros museos, nos permiten conocer la existencia de una vida cotidiana en la medina y saber cómo sería la vida en las viviendas que seguro aquí existieron, organizadas en muchos casos probablemente alrededor de un patio y un pozo. En el Museo de San Isidro hay una maqueta de una casa islámica que nos ayuda a comprender cómo podían ser.

Además de útiles domésticos hay otros objetos muy interesantes que revelan una vida cultural y un progreso científico; piezas de ajedrez, objetos de prestigio personal, como anillos, de tocador, para la enseñanza de la escritura, útiles quirúrgicos…

Instrumentos quirúrgicos, sg. IX-XI, Cuesta de la Vega. Museo de San Isidro.

Estos materiales nos revelan que había dos grandes grupos sociales en la que podemos llamar población civil, al margen de la militar: los notables o sabios, médicos, maestros de la escritura… El astrónomo y matemático Maslama al-Maryrití, el madrileño, no fue el único científico importante nacido en el siglo X en Madrid, aunque sí el más famoso.

Y los trabajadores: comerciantes, artesanos, sobre todo los alfareros, los fabricantes de hilo, los agricultores y ganaderos

Pesas de hilar o torteras (siglos IX-XI, Cuesta de la Vega). Museo de San Isidro.

La arqueología también nos habla de la importancia que tuvieron en el mundo árabe los sistemas de captación de agua, viajes, pozos y norias, los arcaduces (de los cuales se han hallado bastantes ejemplos en Madrid) que demuestran la existencia de norias movidas por animales, que recogían el agua de los pozos, agua que se guardaba en tinajas o cántaros, y la población la consumía en las jarras de la buena cerámica mayrití.

Arcaduz de una noria, sg. X-XI hallado en la Casa de San Isidro, hoy en el MAR.

El agua era muy necesaria, no solo en el plano doméstico, también para la actividad agrícola y ganadera.

Unas vitrina y paneles en el Museo Arqueológico Regional muestran la gran importancia que tenía la agricultura. La cebada y el trigo eran los cereales principales, también cultivaban legumbres. En la plaza de Oriente se encontraron semillas de muchas especies, de vid, melón, zarzamora…

Museo Arqueológico Regional

En el Museo de San Isidro podemos visitar un verdadero, delicioso Jardín arqueobotánico, con especies propias de los huertos del Madrid islámico. Un madroño, un manzano, olivo, etc.

La ganadería se basaba sobre todo en la explotación de ovejas y cabras, vacas, caballos… no solo para obtener alimentos sino productos secundarios como la leche o el cuero. Los mayrities también cazaban.

Además, no hay que olvidar el uso higiénico del agua; existían baños públicos, que solían estar situados cerca de la mezquita. Junto con el mercado o zoco, eran los lugares de encuentro, los tres centros de la vida social.

Una gran parte de materiales que vemos proceden de las excavaciones de la Cuesta de la Vega y la plaza de Oriente, zonas pertenecientes o próximas al primer recinto; aunque también se han producido hallazgos en otros lugares extramuros, en el exterior del primer recinto árabe, en los llamados arrabales.

El arrabal más antiguo era el situado en torno a la colina de las Vistillas. En las plazas de los Carros y de San Andrés se hallaron ollitas y cazuelas y diversos objetos utilizados en las casas y en las cocinas de los vecinos que habitaban este barrio hacia el siglo X.

Olla (plaza de la Morería, sg. X-XI), MAR.

La cocina era muy sencilla, basada en las legumbres y cereales que cultivaban, y la harina, leche a partir de la cual elaboraban el queso, y la carne. Todos estos alimentos se cocían (en una ollita como esta que vemos sobre el hornillo) y luego aderezaban con hierbas aromáticas.

Olla (sg. X) sobre hornillo o anafre (IX-XI, plaza de Oriente). Museo de San Isidro.

En la Casa de San Isidro –durante la construcción del Museo–, se hallaron importantes elementos, algunos muy significativos. Uno de ellos, la famosa maqueta de una puerta de recinto fortificado, realizada a mano en terracota; se cree pudo ser un juguete, o un pebetero. Otro, una pieza de ajedrez.

Modelo de puerta de recinto fortificado (sg. X) y torre de ajedrez (X-XI), Casa de San Isidro. MAR.

Ambos objetos pertenecen al MAR; en el Museo de San Isidro, en cuyos terrenos fue hallada, se expone una réplica de la puerta.

El arrabal más próximo al primer recinto ocupaba la actual plaza de Santiago, calles de Espejo, Escalinata… En las proximidades de la plaza de Ramales se hallaron restos islámicos de los siglos IX-XI.

Cazuela (calle Noblejas, siglo X-XI). MAR.

Entre los siglos X-XII la población musulmana también habitó zonas de la calle Mayor y del Sacramento, terrenos surcados por callejuelas que hoy conforman uno de los rincones madrileños que mejor conservan el trazado medieval. Las callejas, los solares, las construcciones… se debieron ir adaptando a la forma de los entonces seguramente tortuosos caminos de tierra, como vimos en algunas entradas anteriores; la Plazuela de San Javier, la calle del Conde, la calle del Rollo…

En primer término, gran contenedor (siglo XI, calle del Rollo, 7). MAR.

Bajo la llamada plaza del Rollo (árida plaza sobre el aparcamiento de la calle Sacramento) y alrededores se hallaron numerosos silos con restos que indican que pudo haber una gran ocupación en la zona:

Se hallaron cerámicas y restos de construcciones, piedras y tejas, de los siglos X y XI que, no se si se han expuesto alguna vez, pero creo que es un dato muy importante.

La población continuaba creciendo y surgió el arrabal de la Cava Baja, en las actuales calles del Almendro, Nuncio, hasta Puerta Cerrada. Durante la excavación en la calle del Nuncio 13 diferentes fases de la intervención proporcionaron información de diversas épocas, se constató que la ocupación más antigua correspondió a los siglos X-XII, es decir, la época medieval islámica, como en otros solares próximos.

Todas estas piezas que podemos ver en nuestros museos, tan interesantes y bonitas, que pertenecieron a nuestros antepasados hace más de diez siglos nos hacen pensar que hay mucha vida y mucha historia tras su apariencia modesta, y que al fin y al cabo son una pequeña parte de la historia que guardan y una mínima parte de lo hallado:

Objetos para preparación de alimentos (sg. X y XI, Calle Mancebos 3, plaza de la Morería, Cava Baja 30 y plaza de Oriente). MAR.

Para terminar mencionaremos el futuro Museo de Colecciones Reales, que comentaba al principio.

Museo CCRR (Foto: 2011)

El museo se ha construido en los terrenos en los que nació Mayrit, por lo que no es de extrañar que hayan aparecido valiosos restos arqueológicos de varias épocas, incluido un largo lienzo de la primera muralla. Ojalá pronto podamos disfrutar del museo y de los hallazgos.

Museo CCRR (Foto: 2011)

Visitemos nuestros museos, sin duda una de las mejores maneras de conocer nuestra historia.

Por: Mercedes Gómez

 

El primer recinto del Mayrit islámico tenía tres puertas. Desde la Puerta de la Vega, la más importante, en el suroeste, una vía principal atravesaba la medina hasta la puerta oriental, la puerta o Arco de la Almudena conocida también como Puerta de la Mezquita por su proximidad al templo. Sobre esta mezquita se levantó la iglesia cristiana que conservó el nombre antiguo, Santa María de la Almudena.

La primitiva iglesia de Santa María, una de las que figura en el Fuero de Madrid de 1202, otorgado por Alfonso VIII, se considera la más antigua de la Villa. Uno de los documentos en los que aparece, el más antiguo a su vez, una joya conservada en el Museo de la Catedral de la Almudena, es un privilegio del rey de Castilla, Enrique IV, confirmado por la reina Juana I, firmado el 2 de mayo de 1508.

Privilegio de Enrique IV (Museo de la Almudena)

El sencillo templo, que se fue ampliando mediante capillas en siglos posteriores, estaba situado en la actual calle de la Almudena frente a la calle Mayor.

Iglesia de Santa María (plano de Texeira, 1656)

Como ya vimos en la entrada dedicada al origen de la Virgen de la Almudena, después de muchos intentos y avatares, con motivo de las obras de ampliación de las calles Mayor y Bailén, se tomó la decisión del derribo que comenzó el 27 de octubre de 1868 y finalizó el 4 de mayo de 1869.

Foto J.Laurent, archivo Ruiz Vernacci (Fototeca IPCE)

Esta remodelación urbanística hacía tiempo que se estaba intentando llevar a cabo por, entre otros, Ramón de Mesonero Romanos, quien –famoso por su defensa del patrimonio madrileño– lo había solicitado años antes desde su cargo de concejal del Ayuntamiento y su Proyecto de mejoras generales. Aunque admitía que era la más antigua de Madrid, la consideraba «pequeña y de ningún valor artístico»; había que «sacrificarla» para llevar a cabo su «grandioso proyecto».

Santa María fue una víctima más de las numerosas demoliciones de iglesias que se realizaron –por varios motivos– a lo largo del siglo XIX.

Ciento treinta años después, en 1998 nuevas obras de reforma de la calle Mayor y su correspondiente excavación arqueológica sacaron a la luz vestigios de varias épocas, de los siglos XII, XVII y XVIII. Hoy día se conservan bajo un cristal, entre ellos los restos de la cabecera del templo medieval.

Algunos elementos arquitectónicos de la primitiva iglesia del siglo XII, hallados durante esta excavación de la calle de la Almudena, se conservan en el Museo Arqueológico Regional en Alcalá de Henares. Medio capitel con motivos vegetales, un canecillo y un capitel esquinero.

Museo Arqueológico Regional

Según Jerónimo de la Quintana, uno de los cronistas del siglo XVII, el templo incluso antes que mezquita árabe fue iglesia cristiana. Es muy posible que existiera algún poblado visigodo antes de la llegada de los árabes, aunque la realidad es que sobre esto no hay pruebas arqueológicas ni documentales. Los autores del siglo de Oro –deseosos de encontrar orígenes remotos de la Villa– hablaron de una lápida encontrada en la iglesia que por la inscripción podría corresponder a una sepultura de la época de dominio visigodo aunque la investigadora Áurea de la Morena cree que seguramente lo que ocurrió es que, por su afán de antigüedad, hubo un error de transcripción en las fechas. La lápida no se conservó; pero es uno de los argumentos utilizados para hablar de la posible existencia de una ermita visigoda en este lugar.

En la iglesia de Santa María se veneraba a la Virgen de la Almudena. Nada se sabe sobre la que pudo ser la imagen primitiva; la tradición cuenta que desapareció en un incendio en el siglo XV. Sí se conoce y felizmente se conserva otra imagen que estuvo en la iglesia medieval, en este caso pintada, la de Nuestra Señora de la Flor de Lis, así llamada por la flor que tiene en su mano derecha.

Es considerada la primera imagen mariana venerada en la iglesia y probable precedente de la Virgen de la Almudena.

La pintura se encontró detrás del retablo en 1623, durante unas obras para colocar la imagen de la Almudena en el altar mayor. La reina doña Isabel de Borbón, esposa de Felipe IV, estando embarazada –nacería la princesa doña Margarita– quiso en los últimos días antes del parto ofrecer una novena a Nuestra Señora de la Almudena. Explica Quintana que la imagen se encontraba en una capilla muy pequeña por lo que se determinó trasladarla al altar mayor. Para su traslado fue necesario quitar algunos tableros de dicho altar y en ese momento se descubrió la imagen de la Virgen María con el Niño en sus brazos pintada sobre la pared, entre dos columnas.

Después Quintana describe la imagen, hoy conocida como de La Flor de Lis, y añade que es de tiempo del rey Alfonso VI, como indica la diadema. En realidad se trata de una pintura mural datada en el siglo XIII.  

En 1638 se arrancó el bloque de yeso de 10 cm. de espesor sobre el que estaba la pintura y se trasladó a otro lugar de la iglesia. En 1868, tras el derribo, pasó a la iglesia del Convento del Santísimo Sacramento, junto a la talla de la Virgen de la Almudena, y desde allí definitivamente a la Cripta de la Catedral, situada en uno de los brazos del crucero, donde hoy se encuentra.

Recientemente ha sido restaurada y estudiada. Su aspecto es muy distinto al que tenía antes de la intervención debido a que han sido eliminados numerosos repintes de diferentes épocas.

Procedente de la primitiva parroquia, en la Cripta se halla también un Cristo crucificado, el Santísimo Cristo del Buen Camino, una talla datada en 1540; muy dañada durante la guerra ha sido restaurada, las partes perdidas fueron repuestas con estuco y la policromía fue realizada de nuevo.

En la iglesia de Santa María había otras pinturas, dos de ellas anónimas, probablemente de autor distinto, pintadas hacia 1640, de interés más histórico que artístico, que describen los milagros de la virgen y la procesión celebrada en 1638. Se trata de la Intervención y milagros de Santa María de la Almudena y la Procesión de Santa María de la Almudena en 1638 (ambos, óleo sobre lienzo, 184 x 248 cm.). Actualmente se encuentran en el lado izquierdo del crucero de la Catedral, sobre las puertas de entrada y salida en la calle Bailén, frente al retablo de la Almudena. Estas pinturas representan a la perfección el espíritu y significado de la virgen de la Almudena en el siglo XVII.

La inscripción del primer cuadro cuenta cómo el rey Alfonso VI devolvió a Madrid la prodigiosa imagen de la Almudena que fue hallada, milagrosamente, en un cubo de sus murallas y colocada en la iglesia. Además narra los méritos del rey, que murió en Toledo en el año de 1109.

Anónimo. “Intervención y milagros de Santa María de la Almudena” (h. 1640). Catedral de la Almudena.

La del segundo cuadro describe la historia de cómo en el año 1636 estuvo lloviendo día y noche durante tres meses y el Ayuntamiento de esta nobilísima villa acordó se sacara la Milagrosísima y Antiquísima imagen de Nuestra Señora de la Almudena patrona de esta villa

Anónimo. “Procesión de Santa María de la Almudena en 1638” (h. 1640). Catedral de la Almudena.

El Museo de la Catedral de la Almudena también conserva otras piezas únicas, igualmente procedentes de la iglesia de Santa María.

Muy importante es una lámina de bronce realizada en 1616 que se encontraba en el pórtico del templo. Se trata de una placa con versos inscritos bajo cuatro arcos de medio punto separados por columnas con capiteles corintios que cuentan la historia y milagros de la virgen. En su parte inferior muestra la representación de la imagen vestida de la Almudena más antigua que se conoce y la inscripción: «Origen de la antigua y milagrosa imagen de Nuestra Señora de la Almudena hecha componer a instancia de Diego de Peñaranda, platero natural de Burgos, particularmente devoto de la Virgen Santísima. Año 1616».

Lámina de bronce (89 x 53 cm), Diego de Peñaranda, 1616. Museo de la Almudena.

El museo guarda también una valiosa lápida de granito con la inscripción que recuerda que en 1616 doña Isabel Alvarez, vecina de Madrid, dona 800 ducados… Estuvo en el pórtico de la iglesia desde 1616 hasta su derribo.

Lápida 1616. Museo de la Almudena.

En el Museo del Prado, desde 1941, se encuentra la pintura el Milagro de San Isidro de Alonso Cano, realizada para el altar mayor entre 1646-48.

Alonso Cano, «Milagro de San Isidro». Museo del Prado.

Gracias a la foto de Jean Laurent, y a la maqueta realizada en madera por José Monasterio hacia 1950, actualmente expuesta en el Museo de San Isidro, conocemos cómo era la iglesia antes de su derribo.

Santa Mª de la Almudena, maqueta J. Monasterio. Museo de San Isidro.

La parroquia de Santa María tenía un ajimez o ventana volada en la cabecera donde se encontraba el camarín de la Virgen de la Almudena, construido con el fin de darle luz. La maqueta de Monasterio lo reproduce perfectamente.

Ajimez tras el camarín de la Virgen. Santa Mª de la Almudena, maqueta J. Monasterio. Museo de San Isidro.

Finalmente, volviendo al lugar en el que comenzamos, mencionemos otra bonita maqueta de bronce, instalada junto a las ruinas de la propia iglesia, en la calle Mayor.

Calle Mayor

¡Feliz Día de la Almudena a todos!

Por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

QUINTANA, Jerónimo de. A la muy antigua, noble y coronada villa de Madrid: historia de su antigüedad, nobleza y grandeza. Madrid, 1629.
MONASTERIO, José. «La antigua iglesia de Santa María la Real de la Almudena», en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, Año LV, 1951, 2º trimestre, pág. 121-130.
MORENA, Áurea de la. La antigua iglesia parroquial de Santa María de la Almudena. Madrid, 1980.
TARRERO, María Cristina. La iglesia de Santa María de la Almudena y la Real Esclavitud. Cabildo Catedral de Madrid, 2015.
GÓMEZ, Mercedes, «La Virgen de la Almudena. Historia, leyendas y representaciones de la imagen venerada en la Catedral de Madrid» , El Mundo de las Catedrales, Colección del Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas, nº 62, San Lorenzo del Escorial, 2019.

 

 

Para Gonzalo Díe, que allá donde esté, desde algún rincón del cielo, seguro que continúa acompañándonos en estos paseos por “nuestro querido Madrid”.

Hoy una vez más volvemos al Madrid más antiguo, el de los siglos X y XI, posteriores al establecimiento de los árabes en la villa y anteriores a la llegada de los cristianos, largo periodo de tiempo durante el cual la población creció y con ella la actividad agrícola, alfarera y comercial. Regresamos a los orígenes de Madrid, hoy en busca de sus zocos, azoches, o lugares de mercado.

Como nos cuentan los especialistas, para que una mera fortaleza fuera considerada ciudad debía tener una muralla, un edificio residencia de la persona que ejerciera el poder, una mezquita y un zoco. Todo ello lo tenía Mayrit, al menos desde la segunda mitad del siglo X.

Comenzamos nuestro paseo en la plaza de San Salvador, hoy de la Villa, caminando hasta la plaza de la Paja, dos de los lugares con más encanto de nuestra ciudad, bordeando lo que fue el probable segundo recinto islámico habitado por pequeños núcleos de población que fueron creciendo poco a poco. Ambas plazas, extramuros de la posible medinilla, se convirtieron en lugar de mercado y con el tiempo centro de los arrabales islámicos.

Imagen Museo Arqueológico Regional

Imagen : Museo Arqueológico Regional

plaza de la villa

Plaza de la Villa

El Museo Arqueológico Regional en Alcalá de Henares, que visitamos hace casi dos años durante nuestro paseo por el Madrid de los siglos X-XI, vuelve a darnos información sobre esta etapa de nuestra historia. Las vitrinas y paneles explicativos sobre el Madrid medieval ofrecen nuevos datos, además se han instalado algunas pantallas con videos referentes a los primeros siglos mayritíes. Se recuerda lo que fue y significó la sociedad andalusí.

Una sucesión de imágenes introduce el tema de la agricultura y el aprovechamiento del agua, entre ellas los restos de «un qanat andalusí muy cerca del pozo de San Isidro». Como explica el video, el agua de Madrid ahora viene desde la sierra pero entonces brotaba del subsuelo, en referencia a los Viajes de Agua que los musulmanes trajeron desde Oriente. Sus técnicas hidráulicas y agrícolas mejoraron la agricultura y por tanto la vida cotidiana. El único resto conocido de uno de estos viajes es el localizado en la plaza de los Carros durante las obras de reforma que tuvieron lugar en los años 80 del pasado siglo XX.

Museo Arqueológico Regional

Museo Arqueológico Regional

Plaza de los Carros

Plaza de los Carros

Una de las novedades es una vitrina que recrea los productos agrícolas cultivados en Al-Andalus.

También hay un recuerdo para el «torrente» que bajaba por la calle Segovia que regaba las huertas en sus laderas, y las del arrabal que existía al otro lado del arroyo, en el cerro de las Vistillas.

MAR

Museo Arqueológico Regional

Calle Segovia

Calle Segovia

No cabe duda de que el gran logro de los musulmanes instalados en Mayrit fue el desarrollo de la técnica de los viajes de agua que permitió el progreso de la agricultura que a su vez propició la mejora económica y una vida comercial.

Las abundantes huertas que existieron en el interior del recinto cristiano a partir del siglo XII muy probablemente se originaron en época árabe, en lo que quizá desde la segunda mitad del siglo X fueron los arrabales, de los que ya hemos hablado aquí repetidamente cuya existencia conocemos gracias a los hallazgos arqueológicos.

Teniendo en cuenta que era un ciudad pequeña, no un gran centro islámico, se puede suponer, como ocurrió en otros lugares, que existían pequeños zocos y tiendecitas junto a los accesos al recinto y en los recodos de las puertas. Aunque existió también el gran zoco, que se cree pudo situarse en lo que luego sería la plaza de San Salvador, a la salida del recinto amurallado por el camino que partía de la Puerta de la Almudena, hoy calle Mayor.

Como vimos durante nuestro paseo por la calle del Codo, la zona en aquella época entre las hoy calles Mayor y Sacramento estaba habitada. Por entonces la plaza de la Villa no existía; los gruesos muros aparecidos en la esquina con la calle Mayor indican que por allí pudo discurrir la hipotética segunda muralla árabe. Acaso ¿allí pudo estar la puerta de salida del segundo recinto islámico?

Mucho después, en el siglo XV, cuando Madrid ya era una ciudad cristiana, la plaza de San Salvador se convirtió en lugar principal, lugar de reunión del Concejo y de mercado, probable herencia del pasado.

El zoco (suq) era el lugar donde se concentraba la intensa vida del mercado agrícola y artesanal. Como nos cuenta la lámina explicativa en el museo, hay documentos que dan noticia de que en Madrid había un mercado organizado con periodicidad situado extramuros. En las ciudades grandes el mercado tenía un lugar definido, pero en las medinas pequeñas, como Talamanca o Madrid, se solía improvisar en las calles, normalmente cerca de los dos centros de la vida social, la mezquita y los baños.

Su funcionamiento estaba regulado por la hisba (normas municipales), y los zabazoques (Sahib as suq) o almotacenes (al-muthtasib) eran los encargados de que se cumplieran, además cobraban las tasas y vigilaban los fraudes y la higiene.

Sí hay constancia de que existió otro gran zoco ubicado en lo que hoy es la plaza de la Paja, destinado al comercio al por mayor, forraje para los animales, etc.

Otros núcleos de población surgieron en las afueras de las Puertas (de la Sagra, de la Almudena) y se fueron extendiendo, pero el hábitat de las Vistillas, en los terrenos de la colina donde luego se levantarían la Capilla del Obispo, la Casa de San Isidro y la iglesia de San Andrés, estaban bastante alejados de la muralla, al otro lado del arroyo de San Pedro. Era el más antiguo y también más importante a juzgar por la cantidad de hallazgos arqueológicos. Algunos autores creen que pudo nacer al mismo tiempo que el primer recinto amurallado, a finales del siglo IX, o incluso antes; otros apuntan que allí vivieron los mozárabes, cristianos que continuaron en la zona durante la ocupación islámica.

Como sabemos, en estos terrenos se hallaron numerosos recuerdos de la vida doméstica a lo largo de los siglos X y XI.

Taza, sg. XI (Capilla del Obispo, en la plaza de la Paja)

Taza sg. XI (Capilla del Obispo, en la plaza de la Paja)

Plaza de la Paja

Plaza de la Paja

Lo cierto es que la historia de la Plaza de la Paja y sus alrededores es muy rica y remota. Recordemos que la colina de San Andrés ya estuvo habitada hace alrededor de quince siglos antes de Cristo, en la Edad del Bronce. En sus proximidades se localizaron restos del primer poblado madrileño, no es de extrañar que aquí hayan continuado viviendo nuestros antepasados a lo largo del tiempo, y los árabes establecieran su mercado por donde entraban y salían los animales cargados, en el extremo sur de lo que en aquellos siglos X y XI era la pequeña ciudad de Mayrit.

por Mercedes Gómez

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Fuentes:

Museo Arqueológico Regional
Montero Vallejo, Manuel. El Madrid medieval. Ed. La Librería. Madrid 2003.
Mazzoli-Guintard, Christine. Madrid, pequeña ciudad de Al-Andalus (siglos IX al XXI). Ed. Almudayna. Madrid 2011.

El Museo Arqueológico Regional, en Alcalá de Henares, nos propone un viaje al pasado. Desde los tiempos más remotos, anteriores a la existencia de seres humanos, los primeros pobladores y el Madrid hispanorromano, nos traslada a la Edad Media para recorrer los tres periodos vividos en nuestra región, la época hispanovisigoda, el mundo andalusí y finalmente la sociedad feudal, hasta llegar a los siglos XVII y XVIII. En lo que se refiere a la ciudad de Madrid, las primeras referencias pertenecen a la segunda época medieval, al Madrid islámico.

La Colección es muy interesante, además ahora hay una exposición temporal muy bonita, dedicada a los Carpetanos, pero se echan algunas cosas de menos, sobre todo los importantes hallazgos de los últimos años, esperábamos más del museo dedicado a la arqueología madrileña, pero esa es otra historia…

Hoy, continuando con los artículos en torno al origen de Madrid, el Madrid árabe, y con nuestro empeño en conocer cómo era la vida de nuestros antepasados, tras la visita al Madrid islámico en el Museo de los Orígenes, visitamos este Museo Arqueológico con el fin de conocer su versión, y a la vez dar un paseo por la Villa medieval, una vez más.

Comienza la explicación con la llegada de los árabes a la península en el siglo VIII, con su nueva cultura, lengua, religión… y su impacto sobre Madrid, que vivió durante casi cuatro siglos bajo su influencia. Los objetos y restos expuestos en las vitrinas nos ayudan a imaginar, y nos guían en nuestro paseo por el Madrid de los siglos X y XI.

Tal como nos recuerda uno de los paneles, existen pocos vestigios arqueológicos del trazado que Madrid tenía cuando se fundó, en el siglo IX, pero suponemos que, tras su recia muralla, ”como la mayoría de las ciudades árabes, tendría un trazado urbano abigarrado y caótico”.

Muralla árabe (Cuesta de la Vega). Siglo IX.

En nuestra región, “solo Madrid y Talamanca aparecen en los textos árabes como medinas, lo que supone el reconocimiento oficial de su importancia administrativa. Ambas contaron con un recinto amurallado urbano y quizás otro más pequeño de carácter militar y administrativo: la alcazaba. En él se alojaba el gobernador de la ciudad (caíd)”.

Plaza de Oriente desde los Altos del Rebeque

La sociedad árabe, en todos sus aspectos, incluida la forma de gobierno, se regía por el islamismo. La palabra escrita tenía una fuerza simbólica, de forma que llegaba a todos los aspectos de la vida, incluidos los objetos domésticos. Hay varios ejemplos, como este Ataifor o plato hallado en la Plaza de Oriente con el epígrafe al-mulk (el poder) correspondiente al siglo XI.

Ataifor siglo XI (plaza de Oriente)

Hace pocas semanas, durante nuestro Paseo en busca de la segunda muralla árabe comentamos cómo gracias a la excavaciones arqueológicas se conoce la existencia de varios arrabales musulmanes, zonas extramuros que se fueron poblando entre los siglos IX al XI en torno a la primera medina.

A través de los objetos expuestos en este Museo podemos recorrerlos.

Como ya sabemos, en las excavaciones de la Plaza de Oriente, se encontraron importantes vestigios de la presencia árabe en estos terrenos cercanos al primer recinto amurallado.

Jarra, anafre y cazuela, siglos X-XI

Nuevamente ayudados de la imaginación, continuamos nuestro paseo hacia el arrabal considerado más antiguo, situado en torno a las Vistillas y las plazas de los Carros y de San Andrés.

En el interior del museo, contemplamos ollitas y cazuelas utilizadas hace siglos por los vecinos de las plazas de la Morería y del Alamillo, en las que conservaban y cocinaban sus alimentos, y aprendemos mucho acerca de sus costumbres. Como ya hemos mencionado en alguna ocasión, existe una descripción anónima de al-Andalus en el siglo XI que dice:

Hay en Madrid una tierra magnífica con la que se fabrican unas ollas que se emplean durante veinte años sin que se estropeen y que, además, protegen los alimentos contra cualquier alteración en los días de verano”.

La cocina mayrití era muy sencilla, basada en los cereales y la harina, legumbres, leche a partir de la cual elaboraban el queso, y la carne, que como estaba reservada para las fiestas se guardaba en grandes cacharros de cerámica. Tanto los cereales como las legumbres o la carne, sobre todo de gallina, pero también de oveja o de vaca, y caza, se cocían y luego aderezaban con hierbas aromáticas.

Podemos observar los recipientes que utilizaban para almacenar los alimentos, para presentarlos, y los que guardaban los líquidos.

Cantimplora siglo X-XI (Plaza de Oriente)

Pero no solo los utensilios culinarios nos explican cómo era la vida en el Madrid andalusí, también los que proporcionaban iluminación y calor. Durante las sucesivas excavaciones arqueológicas aparecieron numerosos Anafres u hornillos, y Candiles de cerámica.

En la Plaza de San Andrés, en la Casa de San Isidro (actual Museo de los Orígenes), se hallaron importantes elementos de carácter doméstico, algunos muy significativos. Uno de ellos, la famosa maqueta de una Puerta de recinto fortificado, realizada a mano en terracota. Se cree pudo ser un juguete, o un pebetero, como podrían indicar las quemaduras de las torres. En cualquier caso es un ejemplo de la importancia que tenía la representación de las fortificaciones en la sociedad islámica. Junto a ella, contemplamos una pieza hallada en el mismo solar, una Torre del juego de Ajedrez.

Mirando todos estos objetos y paseando por las calles construidas sobre los viejos arrabales mayritíes, fantaseamos, ¿cómo sería la vida en las viviendas que seguro allí existieron?. Nos preguntamos cómo sería la vida cotidiana de los primeros madrileños, en sus casas organizadas alrededor de un patio y un pozo.

Los hallazgos arqueológicos también nos hablan de la importancia que tuvieron en el mundo árabe los sistemas de captación de agua, viajes, pozos y norias, destinados a usos domésticos, higiénicos (baños públicos) y artesanales. Además, el agua tenía un gran valor debido a la actividad agrícola y ganadera que desarrollaban.

Arcaduz de una noria sg. X-XI (Casa de San Isidro)

Junto a la Puerta de Moros surgió el arrabal de la Cava Baja, que llegaba hasta Puerta Cerrada. Durante las obras en el edificio de la Cava Baja nº 30, donde se conserva un largo lienzo de muralla muy antiguo, al parecer el único de construcción altomedieval, es decir, del siglo XI ó XII, aparecieron también objetos de época islámica.

Desde aquí nos dirigimos a la calle del Rollo, y sus alrededores.

Plaza del Rollo

Recordemos que en esta zona se hallaron numerosos silos con restos que indican que pudo haber una gran ocupación árabe en la zona: cerámicas y, lo que es más importante, restos de construcciones, piedras y tejas, de los siglos X y XI.

En primer término, gran contenedor del siglo XI (calle del Rollo 7)

Los objetos de prestigio, de tocador, o para la escritura, igualmente nos dicen mucho acerca de la sociedad islámica. En una de las estanterías de cristal hay un Anillo que debió adornar la mano de un hombre o una mujer en el siglo XI.

En la calle Requena, cerca de la plaza de Ramales también está demostrada la presencia de población.

Plaza de Ramales

Uno de los objetos expuestos es una bonita Limeta o vasija sin asas de las que utilizaban los árabes para guardar sus bebidas.

Calle Requena esq. plaza de Ramales (siglo XI)

Cada día sabemos un poquito más sobre cómo vivían los primeros madrileños, en qué trabajaban, cómo cocinaban, lo que comían, el paisaje que les rodeaba, la rica vegetación y hermosos árboles de distintas especies que crecían junto a los arroyos… aunque lo más emocionante es tener la certeza de que aún nos quedan muchas cosas por descubrir.

Por : Mercedes Gómez

Museo Arqueológico Regional
Plaza de las Bernardas s/n
Alcalá de Henares (Madrid)

El Museo Arqueológico Nacional, en la calle de Serrano nº 13, a espaldas de la Biblioteca Nacional, está cerrado por obras de remodelación integral. La Colección sufrirá también una completa reordenación, algunas piezas pasarán a otras instituciones y el Museo se llamará Museo Nacional de Arqueología, según publicó El País hace pocos días.

Mientras, se mantiene abierta una pequeña exposición con algunas de las obras más representativas, una pequeña selección de Tesoros del Museo Arqueológico Nacional. Piezas de la Prehistoria, del Antiguo Egipto, y obras de la importancia de la Dama de Elche, la escultura orante del rey don Pedro I y el sepulcro de doña Constanza.

Entre estos tesoros, la mayoría mucho más antiguos, vistosos y quizá valiosos, se encuentra un pequeño Centro de flores de porcelana.

La obra protegida por los cristales de una vitrina llama mi atención, es preciosa y muy delicada. Leo en el cartelito informativo que fue realizada en la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro entre los años 1760 y 1784.

centro flores

La ficha del museo indica que es obra de la Familia Bautista, mide 37 cm. de alto por 44 de largo. Cada flor, cada pétalo, cada hoja, fueron realizados a mano, uno a uno, luego cocidos y cuidadosamente barnizados.

No es la única pieza del Buen Retiro que se conserva en la Colección del Museo Arqueológico, pero quizá esta ha sido elegida para formar parte de esta selección de “tesoros” por su perfección y su belleza.

Además de las pertenecientes a las Colecciones Reales, el Museo de Historia y el Arqueológico Regional de Alcalá de Henares también poseen algunas porcelanas procedentes de esta Real Fábrica.

La Real Fábrica de Porcelana fue creada por Carlos III e instalada en los terrenos cercanos a los que aproximadamente hoy ocupa la estatua del Angel Caído en El Retiro, en la antigua ermita de San Antonio de los Portugueses, construida en el siglo XVII. La ermita, que había sufrido un gran incendio, fue transformada completamente en su interior para alojar la real factoría. Quizá fue elegido este edificio porque estaba rodeado de un gran foso y una sola zona de acceso que podía ser fácilmente vigilada. En aquellos tiempos la fórmula de la porcelana era secreta.

Ermita San Antonio de los Portugueses

Ermita San Antonio de los Portugueses

La conocida como Fábrica de La China, convertida en cuartel por los franceses en 1808, fue destruida por los ingleses durante la Guerra de la Independencia, dicen las malas lenguas que para evitar la competencia con su porcelana debido a la más alta calidad de la madrileña, considerada incluso mejor que la de Sévres.

Hasta 1996 en que tuvieron lugar unas excavaciones arqueológicas en la zona no se conocían muchos detalles sobre la Fábrica ni su emplazamiento exacto. Se encontraron restos de porcelanas y restos de la batalla por la toma del entonces Cuartel.

Plano

La Fábrica de la China en el plano del Conde de Floridablanca realizado para Carlos III (1785)

También fueron hallados restos del sistema hidráulico que proporcionaba agua a la fábrica, dos albercas y sus norias. Una de las norias y su alberca han sido reconstruidas y actualmente pueden contemplarse en los terrenos antaño conocidos como Huerto del Francés.

noria

Alberca

Alberca junto a la Noria

Existen 1.454 piezas de porcelana del Buen Retiro repartidas por el mundo, sobre todo en Gran Bretaña, EEUU y Francia, que pueden ser consideradas un “verdadero tesoro artístico madrileño”.

por Mercedes Gómez

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