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Desde el siglo XVI, los Paseos del Prado Viejo de San Jerónimo, de Recoletos y de Atocha han sido importantes en la vida de Madrid y de los madrileños. Lugar de reunión, convertido por Carlos III en el Salón del Prado, en la actualidad reciben el nombre de Paseo de Recoletos y del Prado, este último llamado también “Paseo del Arte”, quizá algo único en el mundo, desde hace años sometidos a una remodelación conocida como Plan Especial Recoletos Prado.
Después de un primer intento en que el concurso convocado por el Ayuntamiento quedó desierto, en junio de 2001 se presentaron ocho proyectos realizados por los arquitectos más reconocidos internacionalmente. En ellos hubo propuestas de todo tipo, excavar un túnel para el tráfico, talar árboles, plantar árboles, recuperar el tranvía…
En los comienzos de 2002 fue seleccionado por unanimidad el proyecto diseñado por el arquitecto portugués Alvaro Siza.
Desde entonces ya se han llevado a cabo algunas de las ideas aprobadas, como la creación de la Oficina de Turismo en la plaza de Colón y la peatonalización de la Cuesta de Moyano.
Este año 2009, a cuenta del Fondo de Inversión Local, conocido como Plan E o Plan Zapatero, se han acometido las reformas de la plaza de Colón, el paseo de Recoletos y la glorieta de Atocha.
El traslado de la estatua de Cristóbal Colón al centro de la plaza es quizá el cambio más llamativo del nuevo Eje Prado-Recoletos, pero no el único.
Ya se pueden ver algunos de los nuevos elementos de mobiliario urbano, diseñados por el propio Siza, o su estudio. Las marquesinas de autobús son transparentes, y los clásicos bancos de piedra han sido sustituídos por otros de forma cuadrada, haciendo juego con las nuevas losetas del pavimento.
El mobiliario urbano es, o debe ser, un elemento importantísimo de la ciudad, que cumple dos funciones: estética y práctica, y desde ambos criterios debe ser juzgado. En cuanto al primer aspecto, en mi opinión, Madrid está lleno de elementos que afean sus calles (marquesinas, chirimbolos, contenedores de basura…). No cabe duda de que en este caso los diseñadores han buscado una línea moderna, y parece buena idea que las marquesinas sean discretas. Pero…
En algunos casos se trata de elementos que además de útiles son ornamentales, al menos antes lo eran, como los bancos que sirven de asiento y ocasional reposo al paseante.
Los viejos bancos de piedra poco a poco van desapareciendo, y pronto solo va a ser posible verlos en algunos jardines históricos.
Queda pendiente el tramo más importante, el histórico Paseo del Prado, calificado en su conjunto como Bien de Interés Cultural, en cuyo desarrollo existen algunas discrepancias entre el Ayuntamiento y la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid.
Dice el Ayuntamiento en su Plan Especial que “las intervenciones a realizar se van a parecer más bien a un minucioso trabajo de restauración de una enorme obra de arte”.
A ver si es verdad.
¿Van a desaparecer también los bancos de piedra del Paseo del Prado?
Deseemos un feliz año al Paseo del Prado y a Madrid,
y a todos. ¡Feliz 2010!
Mercedes
Después de más de treinta años viviendo en uno de los extremos de los Jardines del Descubrimiento, y más de tres meses tapado por lonas de color verde, Cristóbal Colón ha vuelto al centro de la plaza a la que da nombre. Tras una necesaria restauración, durante una noche de mediados de diciembre, sin avisar, la estatua fue trasladada a su nueva ubicación, desde donde el Descubridor mira nuevamente hacia el Sur.
Dicen que fue apartada debido al intenso tráfico del Madrid de 1977, que podía dañar el mármol. Ignoro el efecto que ahora preven los expertos respecto al tráfico que rodeará a Colón en 2010, pero lo cierto es que la escultura ha vuelto a sus orígenes, al lugar en que fue instalada en 1885.
Aunque entonces estaba rodeada de una pequeña zona ajardinada, algo habitual en las plazas madrileñas del XIX, ahora ha sido instalada en una isleta rodeada de agua, piedra y cemento, habituales en las plazas madrileñas del XXI.
Destapada la recuperada estatua el pasado día 22 y la nueva plaza inaugurada, las obras por fin, o de momento, han abandonado el Paseo de Recoletos. Queda bonita, pero desde luego la magnífica estatua con su artístico pedestal ahora está muy lejos del peatón o curioso observador.
Muy cerca, paseando por las nuevas aceras del paseo llegamos a las puertas de la Biblioteca Nacional a cuya sala de exposiciones ha vuelto Larra, escritor romántico, máximo ejemplo del espíritu del siglo XIX.
“Larra. Fígaro de vuelta 1809-2009” conmemora el bicentenario de su nacimiento. Un recorrido que comienza situándonos en el momento histórico en que nació Larra, en plena guerra de la Independencia, continúa con su biografía, el periodista político y el analista de la literatura y la sociedad.
Una serie de pinturas, la mayoría procedentes del Museo de Historia, que por si solas ya merecen una visita, ilustran las explicaciones situándonos en el Madrid de Larra, el Madrid del siglo XIX.
Texto y fotografías por: Mercedes Gómez
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Biblioteca Nacional
Paseo de Recoletos, 20
Larra. Fígaro de vuelta. 1809-2009
17 de diciembre 209 – 14 de febrero 2010
Al pasar frente al número 7 de la calle de Cedaceros un edificio llama poderosamente nuestra atención, por su decoración, pero también por su estado de abandono. Un letrero indica que se trata del Cine Bogart, pero la entrada está tapiada. Restos de cerámica de color azul alrededor de lo que fue la puerta del cine parecen testigos mudos de una larga y azarosa historia que comenzó hace más de un siglo.
Historia de un local que además de cine ha sido teatro, frontón, y aún antes salón de variedades. Usos diversos e infinidad de nombres. Salón Madrid, Teatro de los Polichinelas, Frontón Salón Madrid, Teatro Rey Alfonso, Cine Panorama, Teatro Arniches, Cine Cedaceros, y por fin Cine Bogart.
Durante casi cien años sus dueños se han visto obligados varias veces a cambiar el tipo de espectáculo que ofrecían y adaptarse a los nuevos tiempos para salir adelante. Vendido en subasta pública por orden judicial en más de una ocasión, sin embargo siempre mantuvo su carácter de lugar dedicado al ocio y al entretenimiento.
Igualmente, las reformas arquitectónicas han sido numerosas. Quizá una de sus peculiaridades, la planta en “L”, con fachadas a Cedaceros y Los Madrazo, haya supuesto una dificultad, ya que la esquina de ambas calles está ocupada por un edificio de viviendas.
El primitivo local fue construido en 1907 para albergar un pequeño salón-teatro, el Salón Madrid, que en aquellos primeros momentos tenía su entrada por la calle de Los Madrazo. Su arquitecto fue Luis López López, quien solo dos años después emprendería la primera reforma para convertirlo en cine, aunque en esos comienzos de siglo y del cinematógrafo, además de películas se ofrecían espectáculos de variedades, como por ejemplo las habilidades de perros amaestrados.
Francisco Reynals entre 1916 y 1918 lo transformó en un frontón femenino, el Frontón Salón Madrid para “señoritas raquetistas”.
Y dos años más tarde el arquitecto Luis Ferrero Tomás proyectó una nueva reforma para cine-teatro y frontón en la parte superior, local que recibió el nombre de Teatro Rey Alfonso. En este momento fue trasladada la entrada principal a Cedaceros, que entonces se llamaba calle Nicolás María Rivero. Y la entrada por la calle de los Madrazo quedó comunicada con el escenario y camerinos de los artistas.
Ferrero fue quien dio al edificio el estilo arquitectónico que conserva, construido con el “encanto de la originalidad”, como decía la prensa de la época. Estilo calificado como Regionalista, caracterizado por el uso y mezcla de elementos arquitectónicos tradicionales. El interior debía ser espléndido, con sus butacas tapizadas de cuero color oro viejo, sus catorce palcos, y los adornos de hierro repujado; el techo artesonado de madera policromada, los zócalos del patio de butacas cubiertos de azulejos de Talavera y la doble escalera de mármol.
En 1924 se convirtió en cine, pero los problemas de subsistencia eran graves y al año siguiente tuvo lugar el primer cierre y la primera subasta, dedicándose entonces el local a representaciones de género ínfimo, como se llamó al cuplé «no apto para todos los públicos» a las que acudían solo hombres.
En 1927 el mismo Ferrero transformó el frontón de los dos pisos altos en salones para una empresa privada, mientras en el piso inferior el teatrito continuó representando piezas de cabaret, le llamaron primero Picadilly Club y luego Lido.
Durante la República volvió el cine, el Panorama, en esta ocasión sobrevivió durante más de 30 años, cine de barrio que más de una generación de madrileños guarda en su memoria. Hasta que en el mes septiembre de 1965 se inauguró el Teatro Arniches, que igualmente muchos aficionados recuerdan, así como algunas de las obras que allí se representaron.
Pero los problemas económicos volvieron a surgir, anunciándose el cierre en 1976.
La protección de Patrimonio Artístico evitó entonces su derribo, pero a partir de ese momento la situación fue empeorando. El entonces llamado Cine Cedaceros exhibía películas “S”, novedad de la época, pero que poco a poco también fue perdiendo espectadores.
En 1982 el edificio sufrió la sexta reforma, la última de momento, y pasó a ser el Cine Bogart, que proyectaba películas en versión original, pasando de sala “porno” a sala de culto.
Desde el año 2001 el edificio permanece cerrado.
En el verano del 2006 fue “ocupado” durante una semana por más de cien integrantes de un movimiento social como protesta por la especulación inmobiliaria. Durante unos días fue noticia en todos los periódicos. Fue en ese momento cuando la puerta que en sus orígenes estaba protegida por una bonita verja de hierro repujado fue cegada.
Las últimas imágenes, antes de que la entrada fuera tapiada y desapareciera la marquesina, se pueden ver en este video:
Han pasado tres años y medio.
¿Quedará en su interior algo de la magnífica decoración, del zócalo de azulejos de Talavera, de los faroles de hierro repujado…?
¿Cuál será el futuro del local? Entre sus paredes se guarda casi toda la Historia del Espectáculo en Madrid y se reflejan los cambios de los gustos del público motivados por los cambios sociales a lo largo de todo el siglo XX. Seguro que, según nuestra edad y forma de vida, todos recordamos alguna de la etapas por las que ha pasado.
Esperemos que el singular edificio no corra peligro, se mantenga su protección, y que pueda ser recuperado como sala de Cine o Teatro, o tal vez para acoger ¿alguna otra forma de espectáculo o centro cultural?.
Texto y fotografías por : Mercedes Gómez
(ACTUALIZACIÓN 4 de marzo 2010)
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Fuentes:
Arquitectura de Madrid. COAM 2003.
La Construcción Moderna, 15 oct. 1921 (BNE)
Revista de la Unión de Actores
El País, 7 dic. 1989
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La iglesia de San Nicolás fue una de las diez iglesias primitivas de Madrid, construidas dentro del recinto amurallado cristiano, que ya figuraban como parroquias en el Fuero del año 1202.
El templo, situado en la plaza del mismo nombre, ha sufrido numerosas transformaciones y rehabilitaciones casi desde sus orígenes, pero su torre del siglo XII, de estilo románico-mudéjar, es la construcción más antigua de Madrid. Solo la muralla árabe en la Cuesta de la Vega, del siglo IX -en este caso se trata de una construcción militar o defensiva- es anterior.
La iglesia es del siglo XV. La nave, las capillas y el chapitel de pizarra que corona la torre son del XVII, y la portada de piedra de la entrada es obra de comienzos del siglo XVIII. Pero, a pesar de las numerosas modificaciones sufridas a lo largo de los siglos, nos encontramos ante el templo que más elementos medievales conserva en su interior .
Antes de recorrerla, nos detenemos un rato en uno de sus rincones donde se muestra toda su historia mediante planos, textos y dibujos que merece la pena observar.
Después buscamos los elementos más antiguos. La magnífica techumbre de la nave central, construida en madera al estilo mudéjar, que estuvo oculta durante siglos, recuperada en la reforma de mediados del siglo XX.
Los arcos de herradura, ciegos, en el muro derecho de la capilla mayor, que probablemente en origen estaban abiertos.
Y la gran bóveda gótica estrellada de la cabecera, obra del siglo XV.
Para los aficionados al arte y curiosos en general, este templo ofrece una singularidad más:
desde hace unos meses en uno de sus muros luce una pintura abstracta, obra realizada en 2007 por Rafael Aleman. La pintura se titula Sepulcro vacío, y es una representación conceptual de la resurrección de Jesús.
Instalado junto a extraordinarias pinturas y esculturas de los siglos XVII y XVIII, este cuadro es una de las escasas muestras de arte contemporáneo que se puede admirar en el interior de una iglesia madrileña. Precisamente en la más antigua.
No hay otra iglesia en Madrid donde podamos ver representada casi toda la Historia del Arte, desde el mudéjar del siglo XII al abstracto del siglo XXI. Una maravilla.
por Mercedes Gómez
Dicen que no es un oso sino una osa, y que no es un madroño sino un madroñero. Pero, durante siglos, nos hemos referido a ellos, el Oso y el Madroño, como parte del escudo de nuestra ciudad. El oso, y el madroño, “mudruny” en la lengua de los mozárabes, símbolos de la Villa.
Hoy día en Madrid no abundan los madroños, quizá este arbusto tan cargado de historia eche de menos el ambiente y el aire medievales. Pero sí hay algunos. Podemos contemplarlos si vamos al Retiro, a lo largo del Paseo de Coches, o a la Casa de Campo, por supuesto en el Jardín Botánico o el Parque de la Fuente del Berro. Más pequeños, también repartidos por la ciudad, por ejemplo en el Paseo del Prado. Incluso algunos en grandes maceteros, como en la plaza del Conde de Miranda o la calle Mayor. O en pequeños maceteros, como en mi balcón.
Y sobre todo podemos seguir admirando el majestuoso madroño centenario que se encuentra en la Plaza de la Lealtad, frente al Hotel Ritz. Hace unos años estuvo en peligro pues el peso de sus enormes ramas amenazaba con derribarlo, pero hoy día unas grandes horcas de hierro a modo de “muletas” sujetan el magnífico árbol, uno de los más singulares de Madrid.
Estos días, como siempre en otoño, comienzan a verse sus frutos rojos, comestibles, junto a las florecillas blancas.
De ellos nace el Licor de Madroño que, según cuentan, Felipe IV tomaba después de las comidas, preparado por su cocinero según la receta que inventaron los frailes benedictinos: machacando el madroño con alcohol de vino.
Está muy rico el licor de madroño, bien frío, sobre todo en esos diminutos y castizos vasitos de barquillo en que a veces lo sirven en la Taberna El Madroño, en la Plaza de Puerta Cerrada. Una delicia.
Otra curiosidad sobre nuestro emblema: el madroño, con su color rojo intenso, en el famoso y maravilloso cuadro de El Bosco “El Jardín de las Delicias” es el símbolo de la lujuria.
Lo que quizá no todo el mundo sabe es que la espléndida pintura flamenca de los comienzos del siglo XVI se titula «El Jardín de las Delicias o la Pintura del Madroño».
La podemos admirar en el Museo del Prado, después de un paseo por los alrededores contemplando los madroños al natural.
por Mercedes Gómez
Pedro Texeira nació en Lisboa en 1595, cuando aún reinaba Felipe II, y en su ciudad creció en el seno de una familia de cartógrafos, por lo que tanto él mismo como su hermano mayor, Joao, aprendieron su oficio desde pequeños. Su padre, Luis Texeira Albernas, fue Cosmógrafo Mayor de Portugal.
Pedro pronto aprendió también a hacer la guerra. Muy joven, se embarcó como corsario, participando en varias batallas y en el saqueo de navíos enemigos, convirtiéndose en un pirata.
El oficio que aprendió Texeira no era fácil, para desempeñarlo era necesario poseer aptitudes tanto artísticas como científicas o militares. Personaje desconocido hasta hace poco, gracias a algunos investigadores, ya no hay ninguna duda de que fue un hombre culto, aficionado a las matemáticas y a la lectura de libros de historia, que también fue soldado, luchó y manejó las armas de fuego. Hombre inteligente, fuerte y ambicioso. Y aventurero.
En 1619, junto a su hermano, abandonó Lisboa y ambos llegaron a Madrid con su licencia de cosmógrafos, y se sumaron a la colonia de portugueses que ya habitaban en Madrid desde 1580 cuando Portugal se había unido a la Corona. Fue entonces cuando comenzaron a trabajar para Juan Bautista Lavanha, Cartógrafo Mayor de la Corona, importante personaje a quien en 1585 Felipe II había encargado la creación de la Academia de Matemáticas de El Escorial.
Al poco tiempo de llegar a Madrid, Pedro contrajo matrimonio con Eugenia de Salazar, en la iglesia de San Martín, una de las iglesias madrileñas más antiguas y que desgraciadamente fue derribada por los franceses hacia 1810. Pedro y Eugenia quedaron ya vinculados a esta iglesia y al barrio de San Martín durante toda su vida. Tuvieron dos hijos, Antonio y Francisca.

Vista de la iglesia de San Martín. Dibujo de Juan de Villanueva grabado por Juan Minguet, 1758 (Biblioteca Nacional)
A estas alturas Texeira tenía ya experiencia tanto en cartografía militar, como en piratería naval, y se convirtió en un auténtico espía al servicio de la Monarquía, reconociendo y midiendo fortificaciones de Francia o Italia, evaluando puertos, y estudiando castillos o torres. Peligrosamente, se infiltró en las filas enemigas en numerosas ocasiones, siempre con el objetivo de tramar líneas defensivas para su rey.

Descripción de los puertos y pasos que vienen de Francia a la Villa de Burguete, señalando los reductos y Cuerpos de Guardia para la defensa de ellos. (Simancas)
No olvidemos que desde 1618 a 1648 la Monarquía Hispánica vivió en guerra, la Guerra de los Treinta Años, por lo cual resultaban necesarios buenos y precisos instrumentos cartográficos que ayudaran a defenderse del enemigo.
En 1621 murió Felipe III, que reinaba desde 1598, sucediéndole Felipe IV con tan solo 16 años.
Al año siguiente Lavanha recibió un encargo cartográfico muy especial: la realización de un Atlas de la Península Ibérica, en el que deberían estar representados todos los pueblos.
Por esas fechas, Texeira obtuvo el título de Cosmógrafo Real, gracias a lo cual el 12 de septiembre de 1622, recién casado, inició su participación en este trabajo.
A los dos años murió Lavanha, el director del proyecto, y por unas razones o por otras, poco a poco, sus compañeros de tarea fueron abandonando la empresa. Así, el azar quiso que Texeira se fuera quedando solo para elaborar el que llegaría a ser conocido como el Atlas del rey Planeta, el Atlas creado para un único destinatario, el rey Felipe IV.
Empleó doce años de su vida en este trabajo, de los cuales ocho transcurrieron recorriendo la costa peninsular, pueblo a pueblo. Un trabajo duro, verdaderamente, y sin los medios materiales o científicos con los que hubiera podido contar hoy día desde luego, las mediciones tenía que llevarlas a cabo de forma muy elemental, probablemente desde una barca sencilla. La resistencia física era primordial.
El resultado de su trabajo y de su esfuerzo fue sin duda una obra de gran interés militar para la época. Actualmente podemos considerarla una maravillosa obra de arte.
La primera casa madrileña en la que residió Texeira fue una casa alquilada en la calle de Jácome Trenzo, hoy Jacometrezo (que en su propio plano por error aparece nombrada como calle Postigo de San Martín), muy cerca de la plazuela de Santo Domingo.
Era una pequeña casa de dos plantas, con jardincito en su interior.
En 1630 Texeira regresó a Madrid y cuentan sus biógrafos que durante cuatro años puso en limpio todos los apuntes y mediciones tomados durante su viaje y realizó tanto los mapas como los textos de la Descripción que los acompañan. Desde su nueva casa de Madrid, en la calle que aparece en su plano como calle del Pardo, cerca de lo que hoy es la plaza de España, dió forma y color al que sería el primer Atlas de la costa peninsular, “La descripción de España y de las costas y puertos de sus reinos”.
En 1634, terminado el Atlas, Texeira sufrió un recorte en sus ingresos como empleado de la Artillería de España y solicitó un puesto de Ayuda de Cámara del Rey, pero Felipe IV no se lo concedió. Volvió a encomendarle empresas navales, en las que con casi 40 años de edad vivió nuevas peripecias en Aragón y Cataluña, el País Vasco y Navarra. Para entonces Texeira ya se había convertido en un auténtico espía, ostentaba el tratamiento de Capitán, y era miembro destacado de la orden de los Caballeros del Hábito de Cristo.
En 1640 Portugal recuperó su independencia, y la restauración de la Corona en la persona de Joao IV ocasionó conflictos de lealtad a muchos portugueses residentes en Madrid.
Texeira se mantuvo fiel a Felipe IV, pero probablemente más por un instinto de supervivencia que por patriotismo. Seguramente consideró dónde iba a ser mejor remunerado, su trabajo iba a ser más valorado y dónde podía conseguir ese ansiado cargo de ayuda de cámara que el rey ya le había prometido en los años 30, y que nunca consiguió. Se cree que Pedro Texeira decidió ser súbdito del rey Felipe IV por razones puramente familiares. Aunque su mujer murió de forma inesperada el 29 de diciembre de 1647, lo cierto es que sus dos hijos madrileños pudieron contribuir a su decisión de permanecer en la Villa.
A finales de los años 40, Texeira ya se había convertido en pieza importantísima de la política de defensa de la Corona española, y sus servicios como cartógrafo eran muy solicitados en la Corte. Sirva como ejemplo que dieciséis mapas de España, Flandes e Italia decoraban las paredes de la Torre Dorada del antiguo Alcázar Real de Madrid. Lamentablemente, cuando el Alcázar se incendió en 1734 estos mapas se perdieron para siempre.
Los años siguientes Pedro Texeira se dedicó a su último gran trabajo, la Topographia de la Villa de Madrid. Tenía ya más de 50 años cuando emprendió su obra más famosa y estudiada, el conocido Plano de Texeira.
Después de haber dedicado varios años a tomar las medidas de Madrid, calle por calle, edificio tras edificio, la terminó en 1651, aunque no apareció hasta 1656.
El 4 de marzo de 1658 Texeira concertó la boda de su hija Francisca con José Lendínez Ladrón de Guevara, entonces Secretario del Rey.
En Portugal asistió a la derrota de los ejércitos españoles. A partir de aquí, enfermo, se retiró de la vida activa. Los últimos cuatro años vivió con su hija y su yerno, que se habían instalado en la casa de la calle del Pardo.
En 1660 Texeira redactó su testamento.
Murió en Madrid en 1662, el 13 de abril, en su casa de dos plantas de la calle del Pardo. Fue enterrado en la iglesia de San Martín. La partición de sus bienes, en aplicación de sus últimas voluntades, tardó poco más de 5 meses, cuando regresó desde Italia su hijo, por entonces capitán de Infantería Española en Sicilia. Aparentemente no había que heredar más que deudas, las cuales fueron satisfechas por su yerno.
Su patrimonio era en apariencia escaso pero hay que tener en cuenta que en 1658 ya había sido partido para dotar a su hija. Tras su muerte únicamente quedó una mera declaración de bienes enseres.
En cualquier caso, muy pobre declaración para un personaje tan importante, aunque también tan desconocido, don Pedro Texeira, ingeniero militar, cosmógrafo real, pirata, espía al servicio del rey Felipe IV, inolvidable y mágico cartógrafo de Madrid.
Texto: Mercedes Gómez
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NOTA: Una primera versión de este artículo la escribí allá por el mes de mayo del año 2005. Hacía mucho tiempo que el Plano de Texeira era conocido y apreciado, pero poco se sabía sobre la vida de su autor, al menos yo la desconocía completamente. La visión de un documental sobre el personaje me resultó fascinante, y me llevó a leer y escribir sobre él. Este post es una revisión. Y un recuerdo.
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Bibliografía:
“16 documentos de Pedro Texeira Albernaz en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid”. Comunidad de Madrid 2002.
Felipe Pereda y Fernando Marías. “El Atlas del Rey Planeta de Pedro Texeira”. Ed. Nerea, 2003.
“Pedro Texeira”. Documental Canal de Historia, Assai Producciones. Año 2004.
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