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JARDINES DEL PASEO DEL PRADO-RECOLETOS (II)

El histórico Paseo de Recoletos es uno de los lugares más bonitos de Madrid para pasear en cualquier época del año, pero es especialmente agradable en verano, estos días calurosos en que sus frondosos árboles te protegen y dan refugio.

El Paseo de Recoletos ya existía en el siglo XVII, era un paseo con doble arbolado como se aprecia en los planos antiguos, que transcurría junto al arroyo que lo surcaba, y que había sido creado como continuación del Paseo del Prado Viejo de San Jerónimo y del Paseo de Atocha, que hoy conforman el Paseo del Prado.

Plano de Mancelli, 1623.

Fue en el siglo XVIII, bajo el reinado de Carlos III, cuando esta antigua zona de huertas y conventos fue reformada y adornada con fuentes y puentecillos, y se convirtió en el principal lugar de encuentro y ocio de los madrileños, que perduraría en siglos posteriores.

A. González Velázquez. "El Paseo del Prado y el Paseo de Recoletos desde la Fuente de las Cuatro Estaciones", fin sg.XVIII.

Su nombre, Paseo del Prado de los Agustinos Recoletos, proviene del Convento que allí se hallaba, en el lugar donde luego se construyeron la Biblioteca Nacional y el Museo Arqueológico.

La mayor parte de los edificios que actualmente jalonan el paseo, palacios, viviendas, incluso alguna iglesia como la de San Pascual, fueron edificados en el siglo XIX.

En esa época, y en los comienzos del siglo XX, lo que entonces llamaban los «jardinillos» de Recoletos, eran uno de los lugares más concurridos de Madrid, sobre todo en verano, donde los madrileños paseaban y se reunían en busca de frescor y tertulia.

Hoy, como entonces, existen algunos quioscos, como el del Café Gijón o el del Restaurante El Espejo, que con su decoración mantienen el sabor y el recuerdo de aquel ambiente del pasado.

Interior de "El Espejo".

"El Espejo" antes de la reforma, con las farolas antiguas en el exterior.

Como zona arbolada y ajardinada, el de Recoletos fue uno de los pocos paseos incluidos en el Catálogo de Parques Históricos y Jardines de Interés del Ayuntamiento de Madrid, en el Plan General de Ordenación Urbana de 1997, por su interés histórico-artístico, ya que «conserva un trazado culto, representativo de una época determinada«, lo cual le concede el nivel máximo de protección.

Como sabemos, durante el invierno pasado hubo obras de reforma. La acera frente a la Biblioteca fue pavimentada con losetas de granito, y en el lado contrario, en el paseo arbolado, el antiguo pavimento fue sustituido por asfalto. Las antiguas farolas fueron eliminadas y se instalaron “modernos” bancos de granito en lugar de los tradicionales de madera, que más que bancos parecen mazacotes, y que se están instalando parece que indiscriminadamente en diversos lugares de la ciudad, al igual que las nuevas farolas, más propias de un paseo o carretera creados en el siglo XXI, que del elegante Paseo de Recoletos.

La semana pasada, Paco, en su estupendo blog Fotopaco, comentaba que el paseo estaba siendo levantado otra vez, ¿qué estaban haciendo?, nos preguntábamos.

26 de agosto 2010

Ignoro el motivo de las nuevas obras, pero parece que todo ha consistido en un nuevo asfaltado, esta vez en un tono marrón en lugar del gris anterior (si alguien conoce la diferencia, o el término técnico, su información será muy bienvenida). El color, que recuerda al de la tierra, ofrece un mejor aspecto.

Lo más destacable, extraño y esperanzador de la “nueva reforma” es que los bancos de granito han sido retirados y están amontonados en un rincón del paseo mostrando un aspecto un tanto siniestro. ¿Definitivamente?. Ojalá. Aunque seguramente es más una ilusión por mi parte que una realidad y volverán a ser colocados en breve.

En el lado izquierdo, caminando hacia la Plaza de Colón, hay bancos de madera, mucho más cómodos.

29 agosto 2010

Quedan las nuevas farolas, que desentonan enormemente con el entorno, ese entorno culto y representativo de épocas pasadas.

¿Qué sentido de la historia y de la estética han llevado a nuestras autoridades y/o expertos a colocar esta iluminación tan poco acorde con un entorno tan armónico?.

29 agosto 2010

Que las quiten por favor.

Texto y fotografías por Mercedes Gómez

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Otros artículos:

Jardines del Paseo del Prado-Recoletos (I).- Jardín del Palacio de Linares

El Salón del Prado y sus bancos de piedra

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En el número 10 de la calle de Don Pedro, en pleno barrio de La Latina, se encuentra la flamante sede de la Real Academia de Ingeniería, instalada desde hace unos meses en el antiguo Palacio del Marqués de Villafranca, un lugar cargado de historia y lleno de tesoros, que he tenido la inmensa suerte de poder visitar el pasado mes de julio.

Doy gracias infinitas a las personas que integran esta Real Academia, que desde el primer momento se mostraron dispuestos a abrirme las puertas de su casa, especialmente a don Luis Alberto Petit, Director Gerente, que con gran amabilidad y buen humor me guió a través de las estancias del edificio mientas me contaba su historia y sus secretos. Hoy, si os apetece, os invito a conocerlo con calma, el paseo es largo, pero creo que merece la pena.

El Palacio, que ocupaba gran parte de la manzana, entre las calles de Don Pedro, Redondilla y Mancebos, fue construido en los comienzos del siglo XVII por orden de Don Pedro Álvarez de Toledo, Marqués de Villafranca, tras la adquisición de varias parcelas ubicadas en la calle antiguamente llamada de la Alcantarilla, próxima a la muralla que cercaba Madrid desde el siglo XII. Posteriormente la calle recibiría el nombre del propietario del gran palacio.

Vista de Madrid, Hoefnagel 1563 (detalle)

 

La muralla, en este tramo procedente de la Cuesta de la Vega hasta la Puerta de Moros, representada en la Vista de Madrid realizada por Hoefnagel que nos permite trasladarnos con la imaginación a la Edad Media madrileña, discurría entre las actuales calles de Don Pedro y la de los Mancebos, que en esos momentos era un simple y escarpado camino únicamente ocupado por algunas casitas que comenzaban a apoyarse en ella.

En la ronda exterior de la muralla estaba la mencionada Alcantarilla, que servía de foso. La zona era tan abrupta que estos tramos de muralla fueron los últimos en desaparecer, en el siglo XVII aún existían; en el plano de Texeira se aprecia perfectamente la construcción defensiva con sus torres entre las casas.

Texeira 1656

Al igual que en otras edificaciones, la muralla sirvió de muro maestro al Palacio del Marqués de Villafranca.

Debido a esto, y aunque parezca un milagro, en el interior aún se puede admirar el largo lienzo de la cerca medieval en el que se apoyó la construcción, un lienzo de unos 30 metros, siendo el más largo de los conservados en Madrid, con una altura media de 4,5 m., como veremos.

Como ya comprobamos durante nuestro paseo en busca de la muralla cristiana, pertenecientes al mismo tramo, también hay restos en el interior de un restaurante en la Plaza de los Carros, y en el exterior de la vivienda de la calle de los Mancebos nº 3.

Calle de los Mancebos nº 3

Desde el interior del jardincillo que hoy día la protege, podemos observar cómo la muralla se dirige hacia el interior del edificio contiguo, el antiguo Palacio de Villafranca, hoy sede de la Real Academia de Ingeniería, cuya entrada posterior está precisamente ahí, en el nº 5 de la calle, tras la cual se encuentra la continuación de la histórica cerca que por fin vamos a poder contemplar.

Calle de los Mancebos nº 5

Pero la entrada principal se encuentra en la calle de Don Pedro número 10, extramuros, cuya puerta traspasaremos dentro de unos minutos. Pero antes me gustaría recordar la historia del edificio y sus inquilinos.

Calle Don Pedro nº 10

La primera reforma del palacio tuvo lugar en 1662, siendo ya su propietario Fadrique Álvarez de Toledo. En esta época se estaban realizando cambios urbanísticos en la zona, proyectándose nuevas calles y tratando de embellecer el entorno a iniciativa del poderoso y rico Duque del Infantado que también tenía aquí su gran Casa Palacio, la que fuera de los Lasso, unida a la iglesia de San Andrés por un pasadizo elevado -también representado por Texeira en su plano-. Fue su sucesor Antonio Álvarez de Toledo, hasta su muerte en 1773.

Su hijo José Álvarez de Toledo heredó la posesión y ese mismo año acometió la segunda gran reforma de la casa. Dos años después José se casó con María Teresa Cayetana, la Duquesa de Alba retratada por Goya. El matrimonio vivió en este palacio hasta su traslado al Palacio de Buenavista en la calle de Alcalá. Durante esta época el palacio vivió momentos de esplendor y lujo.

El gran pintor Francisco de Goya no solo retrató a la famosa Duquesa sino que inmortalizó a varios miembros de la familia, personajes de la nobleza cercana a la familia real y amantes de la cultura y de las artes. En el Museo del Prado se pueden contemplar algunas de las valiosas obras legadas por los descendientes.

Don Alonso Álvarez de Toledo, Conde de Niebla, en abril de 1926 donó tres retratos obra de Francisco de Goya.

El de José Álvarez de Toledo XI Marqués de Villafranca y Duque de Alba, quien entre otras cosas fue Músico, realizado en 1795. Hacia ese mismo año, Goya pintó a la Viuda de Villafranca, viuda de Antonio Álvarez de Toledo en 1773, X Marqués de Villafranca, y madre de José. Y en 1804 Goya pinto a Tomasa Palafox, marquesa de Villafranca –casada con Francisco de Borja Álvarez de Toledo, XII Marqués de Villafranca-. Doña Tomasa, que a su vez era pintora, llegó a ser Académica de Bellas Artes, y fue una mujer muy culta.

Entre 1777 y 1802 hubo nuevas obras en el edificio, se cree que quizá en este momento fue cuando se colocaron las dos portadas neoclásicas que hoy día adornan la fachada de los números 8 y 10 de la calle.

Manzana 126. Plano del General I. de Ibero h. 1875.

En el último cuarto del siglo XIX la propiedad pasó a manos de la familia Pérez-Seoane y Roca de Togores, Condes de Velle y luego Duques de Pinohermoso, de cuya época data gran parte de la decoración actual del palacio, en la que participó Arturo Mélida, arquitecto, escultor y pintor madrileño que trabajó en varios palacetes.

El palacio pasó a ser conocido como Palacio de Pinohermoso. La duquesa fue famosa por las reuniones que organizaba en su casa recibiendo a los literatos y artistas de la época, de la misma forma que lo habían hecho sus antepasados.

Pero los tiempos y la situación económica de la aristocracia fueron cambiando, poco a poco la propiedad se fue parcelando. En 1876 el Conde de Velle vendió la parte que correspondía al jardín y algún edificio accesorio, a la Compañía de las Hijas de la Caridad , que crearon el Colegio Sagrado Corazón. Reedificado en los comienzos del siglo XX en estilo neomudéjar continúa existiendo, en el actual nº 14 de la calle.

En 1946 habitaba el palacio otra Roca de Togores, descendiente de los propietarios anteriores, la Condesa viuda de Riudoms, igualmente amante del arte y de las letras.

Tras su venta, el Palacio se convirtió en el Restaurante La Puerta de Moros, inaugurado el 1 de noviembre de 1962. Los nobles salones fueron convertidos en comedores, según cuentan unos de los más lujosos del Madrid en aquella época, frecuentado por la élite política y social.

Después, a finales de los años 80, fue ocupado por un organismo público, la Agencia Estatal del Aceite de Oliva, hasta 2004 en que se trasladó a otro lugar.

Al año siguiente Patrimonio del Estado, dueño del inmueble, cedió el Palacio a la Real Academia de Ingeniería, a cambio de que ésta se encargara de su rehabilitación y restauración, en las que han empleado más de tres millones de euros -seiscientos millones de pesetas-.

La función más importante de esta Real Academia es “promover los trabajos y estudios que reflejen los avances científicos en el área de las ingenierías, sus aplicaciones tecnológicas y sus técnicas operativas”, la cual desempeñan en un marco incomparable.

Por fin, cruzamos el bonito zaguán por el que antes accedían carruajes y ahora modernos automóviles, dejando a un lado la entrada que lleva a la escalera principal del antiguo palacio, a la que volveremos después.

Antes, salimos al patio, uno de los tres con los que contaba el palacio en el siglo XVIII, ahora convertido en patio de vecindad. La Academia ocupa las plantas baja y primera del edificio, la parte que se conserva del antiguo palacio y que correspondía a los salones principales, que vamos a visitar; el resto se ha convertido en viviendas.

La Galería de hierro y cristal que adorna los lados sur y oeste es de creación posterior, fue construida en el siglo XIX, con todo el encanto de sus columnas de fundición.

En la actualidad su interior ha sido rehabilitado y modernizado, de sus paredes cuelgan los retratos de los dos Presidentes anteriores al actual, y sirve de acceso a las dependencias de la Academia, y antiguos salones, en los que se ha mezclado con sabiduría y cariño la comodidad necesaria para el trabajo diario, y el respeto al pasado y al gran patrimonio artístico que alojaba el Palacio, como vamos a comprobar.

Visitamos primero el modernísimo Salón de Plenos donde los Académicos se reúnen.

Uno de sus muros, la gran joya, es el largo lienzo de la muralla construida por los cristianos en el siglo XII sobre la que se apoyó el Palacio cuando se inició su construcción, y ha continuado haciéndolo a lo largo de los siglos.

La impresionante muralla que podemos contemplar, cara extramuros, fue construida en mampostería de sílex unida con argamasa de cal y arena por los cristianos conquistadores de la Villa de Madrid hace nueve siglos.

Continuamos nuestra visita y cada salón se nos muestra exquisitamente restaurado, las lámparas, chimeneas de caoba, los artesonados y techos pintados que habían sido cubiertos en la etapa anterior hoy recuperados, etc.

Algunos muebles, los suelos de madera y las paredes de seda han sido recreados imitando perfectamente los que adornaban el palacio en el siglo XIX. … Todo es precioso.

El llamado Salón de Baile, ahora utilizado para recepción de autoridades, es espectacular.

En el despacho del actual Secretario General de la Academia que fue igualmente Despacho en la época en que el Palacio estuvo ocupado por los condes de Pinohermoso, además de la chimenea y muebles de nogal firmados por Arturo Mélida, destaca el techo decorado con platos de cerámica que no se sabe muy bien cómo, sobrevivieron sin sufrir desperfectos durante la guerra.

Después de admirar las antiguas salas recuperadas en todo su esplendor, volvemos sobre nuestros pasos y llegamos a la que fuera escalera principal del palacio, adornada con espejos y un bello tapiz, y por un momento parece que va a volver a bajar por allí alguna de las ilustres damas que lo habitaron, como antaño.

Texto y fotografías por : Mercedes Gómez

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Bibliografía:

Real Academia de Ingeniería
África Martínez. Palacios madrileños del siglo XVIII. Ed. La Librería. Madrid 2003.
Manuel Montero Vallejo. Madrid musulmán, cristiano y bajo medieval. Ed. Avapiés. Madrid 1990.
El Palacio de Pinohermoso. Revista Por esos mundos. 1 junio 1909.
Museo del Prado

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El pasado domingo día 15 de agosto, Fiesta de la Virgen de la Paloma, un paseo por el Barrio de la Latina era obligado. Mientras esperaba que llegara la hora de mi cita decidí entrar un ratito en el Museo de San Isidro, hoy llamado de los Orígenes. Estaba completamente vacío, es una pena que este museo municipal, que contiene una parte tan importante de nuestra historia, sea bastante desconocido y no tan visitado como merecería.

Mientras continúan las obras de rehabilitación, en la primera planta han instalado una pequeña exposición temporal, los “Orígenes de Madrid”, en la que se muestra la evolución de la historia de Madrid desde la Prehistoria hasta la Edad Moderna. Allí podemos contemplar algunos de los hallazgos arqueológicos más importantes de los últimos años que normalmente forman parte de la Exposición permanente.

Una de las vitrinas, en la segunda sala, protegidos por la luz tenue, muestra unos restos de cerámica, tres Vasos y un Cuenco, creados a mano hace entre 1.500 y 1.200 años a.C., lo que corresponde a la Edad del Bronce, aparecidos en 1984 en un silo excavado en el solar de la calle Angosta de los Mancebos nº 3.

Se considera que la fundación de Madrid tuvo lugar en el siglo IX por los árabes, pero estos hallazgos permiten situar los orígenes más remotos de nuestra ciudad en un primer núcleo de población, en las Vistillas, allá por los siglos XIII-XV antes de Cristo.

Me parece emocionante saber que el poblado más antiguo localizado en el casco histórico de Madrid estaba en las Vistillas.

Colina de las Vistillas. Madrid, Edad del Bronce ( en «El Patrimonio arqueológico y paleontológico en las obras de ampliación del Metro. 2003-2007»)

Como cuenta el panel explicativo, hace 3.500 años los poblados se situaban en lugares altos, con el fin de poder vigilar los cultivos y el ganado, como ocurrió en el Cerro de las Vistillas, donde nuestros antepasados construyeron un grupo de cabañas con ramas revestidas de barro.

Se hallaron cerámicas, un molino y restos de huesos de animales. Se cree que debió pertenecer a un pequeño núcleo habitado en las laderas del cerro, que vivía de la ganadería menor (ovejas, cabras y cerdos) y del pequeño cultivo, en un entorno de bosque y monte bajo, parecido a los actuales Monte del Pardo o a la Casa de Campo.

También en el interior de las cabañas, o en los alrededores, excavaban hoyos donde guardaban los cereales, base de su alimentación junto a la caza y la ganadería.

Estos recipientes, discretamente guardados tras un cristal, de pronto me parece que tienen mucha importancia, revelan la existencia de vida en un Madrid muy remoto, en el que unos hombres y mujeres prehistóricos construían sus cabañas con los elementos que tenían a mano, ramas y barro, y fabricaban objetos de cerámica utilizando la arcilla para guardar sus alimentos y cocinarlos.

Después, por la calle de los Mancebos nos dirigimos hacia las Vistillas, intentando imaginar cómo sería la vida en sus laderas en tiempos tan lejanos.

Calle de los Mancebos, llegando a la calle de Bailén

Texto y fotografías por Mercedes Gómez

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Museo de los Orígenes. Casa de San isidro

Plaza de San Andrés, 2.
De martes a viernes de 9,30 a 20 horas.
Sábados, domingos y festivos de 10 a 14 horas.
Agosto: de 9,30 a 14,30 horas.

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El Patio renacentista de la Casa de San Isidro.

El Patio renacentista de la Casa de San Isidro, un año más.

Como contábamos al hablar de la Forja industrial madrileña, durante la época de esplendor de las Fundiciones en el siglo XIX, el hierro se convirtió en protagonista de la ciudad, material característico que daría una nueva imagen a Madrid. Material decorativo por excelencia, utilizado en la construcción de los elementos urbanos, rejas, bancos, farolas, quioscos,… también propició el nacimiento de una Arquitectura del Hierro.

A imitación de otros países europeos, se levantaron grandes construcciones, como el primer Viaducto -inaugurado en 1874- estaciones, mercados –todos desaparecidos excepto el de San Miguel-, invernaderos…, y pabellones para la celebración de exposiciones. En algunos edificios se utilizó para construir únicamente algunos de los elementos, como galerías, cubiertas de patios, bibliotecas, cúpulas, etc. Este es el caso del Palacio de Velázquez.

Obra del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, fue construido en el Parque del Retiro en 1883 para la Exposición Nacional de Minería, Artes Metalúrgicas, Cerámica, Cristalería y Aguas Minerales.

La Ilustración Española y Americana, 8 junio 1883

El exterior muestra una gran nave central con bóveda de cañón y cuatro torreones en las esquinas, unidos por galerías. Las fachadas de fábrica de ladrillo en dos colores están decoradas con figuras escultóricas y cerámica. La armadura, la cubierta y los marcos de los huecos son de hierro, cinc y cristal.

Igual que en otras ocasiones, como poco después para la construcción del maravilloso Palacio de Cristal, Vélazquez Bosco trabajó con el ingeniero Alberto de Palacio, quien calculó toda la estructura, y con el constructor del hierro Bernardo Asins, que la montó. La preciosa azulejería de cerámica es obra de Daniel Zuloaga.

Entre todos estos grandes artistas y profesionales crearon uno de los edificios más singulares de Madrid.

Tras la inauguración la prensa alababa el hecho de que todos los materiales empleados provenían de la industria española, el ladrillo de Zaragoza, los adornos realizados en barro cocido de la madrileña casa de Santigosa y Cia., los azulejos de la Real Fábrica de la Moncloa, el mármol de varias de las casas participantes en la Exposición, las columnas de la Fundición Sanford…

A los lados del pórtico de entrada existen dos discretos bajorrelieves, a la izquierda uno dedicado a las Bellas Artes y a la derecha otro dedicado a la Minería. Este último inspiraría la magnífica obra “La Minería” realizada diez años después por Ángel García Díaz para el Ministerio de Fomento en Atocha, obra del mismo arquitecto Velázquez Bosco, que se caracterizó por reutilizar en sus construcciones modelos escultóricos de edificios anteriores, este es un ejemplo.

En el centro una escalera de delicado mármol blanco de quince metros de longitud nos conduce hasta la entrada, a continuación un pórtico con tres arcos de medio punto sobre columnas jónicas.

Sin embargo el interior de planta rectangular es prácticamente un único espacio sin divisiones, sólo las que corresponden a los cuatro torreones.

En la galería central de dieciocho metros de altura, las cubiertas y las columnas de hierro son las únicas protagonistas.

Como el cercano Palacio de Cristal construido para la Exposición de Filipinas, el Palacio de Velázquez -así llamado en honor al arquitecto- acoge las exposiciones temporales del Museo Reina Sofía. Después de cinco años cerrado para su rehabilitación, el pasado 23 de junio reabrió sus puertas. Las obras han consistido en la sustitución de la cubierta y las bóvedas, utilizando juntas de cinc como las originales. Los adornos cerámicos han sido tratados con el fin de protegerlos y evitar el deterioro que produce el paso del tiempo.

Hasta el próximo 11 de octubre podemos visitar una interesante y curiosa exposición de Antoni Miralda, y disfrutar del bello edificio, que felizmente ha perdurado hasta nuestros días.

Texto y fotografías por: Mercedes Gómez


Miralda. De gustibus non disputandum

Palacio de Velázquez
Parque de El Retiro
Horario de abril a septiembre:
Todos los días de 11:00 – 20:00 h
Martes cerrado

Bibliografía:
Exposición de Minería. Pabellón Central. La Ilustración Española y Americana, 8 junio 1883, nº XXI, pp. 346-347.
COAM. Arquitectura de Madrid. Madrid 2003.
El País
, 24 junio 2010

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Estos días de verano los periódicos y los telediarios están llenos de noticias tristes, muertes en la carretera, muertes de jóvenes durante unas vacaciones exóticas… contadas con todo lujo de detalles. Sin embargo, a veces en estos días en que una gran mayoría estamos menos atentos a lo que sucede por el mundo, desaparece alguna persona importante en el más absoluto silencio. Ignoro si se ha publicado en algún medio, pero desconocía la noticia, hasta ayer en que recibí un correo de una lectora del blog: Manuel Montero Vallejo ha muerto.

Los interesados en la Historia del Madrid Medieval le conoceréis, o habréis oído hablar de él. Era aún joven para abandonarnos, quizá se encontraba en la cincuentena, o quizá algo más, no lo se. Le llamaban, le llamábamos, el profesor Montero Vallejo. Además de Doctor en Historia, investigador, escritor, conferenciante, miembro del Instituto de Estudios Madrileños, y Académico correspondiente de Bellas Artes, esa era su profesión, don Manuel era profesor en un instituto de un sencillo barrio de Madrid.

Tuve la suerte y el placer de poder contactar con él hace unos años durante una época en la que tuve ocasión de organizar una serie de conferencias sobre la historia de Madrid. Había oído comentar que era una persona inaccesible, pero le admiraba tanto que decidí intentarlo y pedirle su participación. Desde luego la opinión de que el maestro era una persona inaccesible la pronunció alguien que no le conocía, pues nada más lejos de la realidad.

Pude hablar con él, qué nervios, me parecía mentira estar hablando con don Manuel Montero Vallejo. Se mostró dispuesto a colaborar desde el principio, por supuesto “por amor al arte”. Ante mis halagos, gastó alguna broma, con modestia y sentido del humor. Era accesible y nada presuntuoso.

La conferencia tuvo lugar, y tanto en ésta como en alguna otra charla a la que acudí a escucharle en el Museo de San Isidro, don Manuel siempre “llenaba” y generaba expectación.

6 de octubre de 2005

Sus libros no son de fácil lectura, su objetivo no era entretener sino descubrir cómo fue ese Madrid medieval tan desconocido y sugerente, del que tan pocas huellas quedan, y contarlo de forma rigurosa, sin concesiones. Sus investigaciones han sido la base para otros muchos estudiosos, escritores o meros aficionados.

El Origen de las Calles de Madrid, su Madrid musulmán, cristiano y bajo medieval, El Madrid Medieval, sus artículos, textos de conferencias… mi biblioteca está llena de los trabajos de Manuel Montero Vallejo, algunos llenos de viejos «post-it» testigos de la cantidad de párrafos interesantes que en algún momento encontré en sus libros. Estudios posteriores, en algunos casos realizados por él mismo, han ido descubriendo nuevos puntos de vista y nuevas certezas en algunos de los aspectos que él investigó, pero toda su obra me sigue pareciendo imprescindible.

He sentido mucho su muerte, tan inesperada, por eso he querido rendirle mi modesto homenaje, y recordar que siempre tendremos sus escritos.

Gracias, profesor.

por Mercedes Gómez

Quizá recordéis que a lo largo del año hemos hablado varias veces del viejo mojón de piedra de la antigua Vía Pecuaria que pasaba/pasa por la calle de Alcalá.

Primero, su desaparición, cuando comenzaron las obras en la plaza de la Independencia. Luego su vuelta, convertido en uno nuevo, reluciente y sospechosamente simétrico, a juego con el pavimento de granito recién instalado.

Por entonces, tras las dudas que surgieron en algunos de nuestros comentarios, me dirigí al Ayuntamiento de Madrid preguntando si se trataba del hito original o de una réplica.

Hoy he recibido la respuesta procedente de la Dirección General de Infraestructuras. Me informan de que «el mojón se retiró y se ha vuelto a instalar después de un proceso de restauración por parte de los canteros del Ayuntamiento de Madrid«.

Comparando el viejo mojón con el reinstalado cuesta trabajo creer que se trata del mismo, pero así es según el Ayuntamiento.

por Mercedes Gómez

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