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Hubo un tiempo en que las fábricas estaban en el interior de la ciudad, hasta que comenzó el llamado “vaciado” industrial, y fueron desapareciendo o instalando en el extrarradio.
En Madrid, por varios motivos, uno de ellos nuestra escasa afición a conservar el patrimonio histórico, quedan muy pocos restos de esta arquitectura industrial de mediados o finales del siglo XIX.
Unos de los más importantes son los restos de la antigua Fábrica de Cervezas Mahou, construida en 1894 por Francisco Andrés Octavio, en la calle Amaniel, frente al Convento de las Comendadoras de Santiago, con fachadas a la calle Montserrat y del Limón. Este complejo industrial llegó a ser muy importante, siendo ampliado en numerosas ocasiones. Desde muy pronto, apenas cinco años después de su nacimiento, comenzaron las obras de reforma que a lo largo de más de un siglo han ido transformando la construcción original.
La primera ampliación fue llevada a cabo por José López Sallaberry entre 1899 y 1900. El propio Andrés Octavio realizó la segunda, siendo reformado el edificio entre los años 1901-1907. Entre 1916 y 1930 Lorenzo Gallego Llausas se encargó de la tercera rehabilitación. Como vemos, las obras eran prácticamente eternas.
La construcción que se conserva, de ladrillo visto con adornos de inspiración neomudéjar, consta de cuatro plantas más tres sótanos. En la calle Amaniel existía un cuerpo bajo o galería con grandes ventanales y cornisa.
Con el traslado de la fábrica al Paseo Imperial, en el año 1962 llegó una época de abandono, incluso derribos, construyéndose varias viviendas en terrenos de la antigua fábrica.
En la década de los 90, el edificio fue nuevamente reformado por Salvador Pérez Arroyo para alojar el Archivo Regional madrileño, centro creado en 1993. La galería fue utilizada como taller de restauración y los sótanos fueron depósitos de documentos. El resto del edificio se dedicó a oficinas y otros servicios.
En la calle del Limón se construyeron viviendas, conservándose parte de la fachada de ladrillo.
En 2003 el Archivo fue trasladado a la nueva sede en la calle Ramírez de Prado, curiosamente otra antigua fábrica de cerveza, El Aguila. La antigua Fábrica de Cervezas El Aguila representa un magnífico ejemplo de arquitectura industrial de comienzos del siglo XX rehabilitada y ampliada por los arquitectos Luis Moreno García-Mansilla y Emilio Tuñón Álvarez que aloja además del Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, la Biblioteca Regional.
Finalmente, al menos de momento, la antigua fábrica de Mahou ha sido reformada por los arquitectos Mª José Aranguren y José González Gallegos para albergar el Nuevo Museo ABC de Dibujo e Ilustración, inaugurado hace pocos días.
La vieja galería ha desaparecido, en su lugar se ha construido una nueva a modo de mirador y lugar de descanso. Es una gran viga de vidrio translúcido, según los autores, que actúa como dintel del hueco de paso hacia el patio interior.
El patio se ha recuperado como lugar público, como “atrio” o vestíbulo del museo, con acceso por ambas calles, Amaniel y Limón.
Tanto el suelo, con zonas de vidrio que se iluminan, como la fachada del patio, se han construido en acero pavonado en tonos grises, con formas triangulares, obteniendo un resultado muy vistoso, moderno y acogedor.
De la fábrica va quedando poco, en cada reforma algo desaparece.
Pero ahí sigue, como testigo de otro tiempo, parece que vigilándolo todo, entre los tejados de las viviendas, la antigua chimenea de “la Mahou”.
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Actualizamos la historia de la chimenea con esta espléndida fotografía de Mario, autor de Mapa de Arte en Madrid @MapaArte en Twitter , a fecha 13 de abril de 2023.
por Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Carlos J. Pardo Abad. Vaciado industrial y nuevo paisaje urbano en Madrid. La Librería, Madrid 2004.
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Museo ABC de Dibujo e Ilustración
Calle Amaniel 29
En Madrid desde siempre existieron Posadas, Paradores, Fondas, Casas de huéspedes… Hoy día disponemos de Pensiones y Hoteles para todos los bolsillos, algunos de ellos espectaculares, por dentro y por fuera, pero en los comienzos del siglo XX aún no había muchos hoteles donde elegir.
Por supuesto no existían hoteles de lujo que pudieran alojar a los cada día más numerosos visitantes adinerados que acudían a la capital. La llegada del tren y el poderoso nuevo Madrid “financiero” surgido alrededor del Banco de España, contribuyeron a ello. Se hacía necesario un establecimiento que cumpliera las expectativas de estos nuevos visitantes.
Era un Madrid con unas grandes diferencias sociales, el Madrid de los palacetes y el de los carros, de los banqueros y las lavanderas.
En 1908, sobre los terrenos de un antiguo jardín de recreo, se comenzó a construir el primer gran hotel, el Hotel Ritz, en la plaza que ya visitamos, la Plaza de la Lealtad, junto al Museo del Prado. Fue inaugurado dos años después. Poco después, el Hotel Palace. Y algunos otros.
El arquitecto elegido fue el francés Charles Mewes, que ya había diseñado los de París y Londres, de acuerdo con el gusto dominante por entonces, en que varios edificios notables -como el Casino de Madrid, en la calle de Alcalá, que fue inaugurado ese mismo año- fueron construidos en estilo afrancesado. Las obras fueron dirigidas por el arquitecto español Luis de Landecho.
El pasado 2 de octubre ha cumplido 100 años, y para celebrarlo ha organizado varios actos, exposiciones y visitas guiadas, en los que nos invitan a los madrileños a Descubrir el Hotel Ritz. Sobre las verjas que rodean el Jardín se han colocado varios paneles que explican su historia, pero lo más importante se encuentra en su interior.
Tras la puerta giratoria se halla un cálido y acogedor espacio, aunque de grandes dimensiones, cuya decoración te traslada al año 1910. Es el llamado Jardín de Invierno, originalmente cubierto por una estructura de hierro, oculta desde los años 50 debido a su deterioro tras la bóveda actual. En la reforma integral del edificio que se va a acometer en un próximo futuro, está prevista la recuperación de este techo primitivo.
El bar allí instalado está muy animado, las mesas observadas de reojo están llenas de productos apetitosos, frutas, pasteles, champagnes o cavas, dan ganas de ocupar uno de esos sillones y sentarse a charlar, descansar y permitirnos un capricho. Pero nosotros vamos a dejar eso para otro momento, la visita va a comenzar.
En el centro han colocado una vitrina con diversos documentos que ilustran los primeros años del Ritz. Allí nuestro guía y anfitrión comienza a contarnos la historia de este lugar casi legendario que ya forma parte de la historia de Madrid. Desde sus aristocráticos inicios, con la inauguración por el rey Alfonso XIII, el hotel ha sido escenario de todo tipo de acontecimientos, fue hospital de campaña durante la guerra, y por sus salones han pasado personajes de todo tipo.
En esta planta baja hay varias vitrinas llenas de recuerdos, y objetos repartidos por las zonas comunes del hotel, que nos sorprenden. Una curiosa y antiquísima báscula de baño, abanicos, antifaces de fiestas de Carnaval, fotografías, …
Los lujosos salones acogen celebraciones o eventos de empresas. El primero que visitamos, el Salón Alfonso XIII, guarda dos de las obras más valiosas que posee el Hotel, dos tapices del siglo XVII, la Historia de Diana, francés, manufactura de Saint Michel (París), y Apolo y las musas, flamenco. Recién restaurados, lucen en todo su esplendor.
Desde aquí salimos al delicioso Jardín del Ritz, en el cual existen árboles de diversas especies que consituyen un pequeño jardín botánico, igualmente centenario.
En los pasillos de acceso a los salones otras vitrinas muestran diversos objetos del Museo Ritz, delicadas cristalerías realizadas en la Real Fábrica de Cristales de La Granja, vajillas de plata…
El salón más grande, el llamado Salón Real, es el que acoge los famosos Desayunos del Ritz, en los que participan los más altos representantes del mundo de la empresa y de la política. El suelo tuvo que ser reconstruido.
Se conservan todos los elementos decorativos del año 1910. Las lámparas, alfombras, etc., cuando han necesitado ser renovadas siempre se ha hecho siguiendo fielmente el modelo original.
Otro de los salones conserva los diversos bureaux o escritorios que a principios del siglo XX estaban a disposición de los clientes para que pudieran contestar su correspondencia utilizando sus elegantes plumas estilográficas.
A continuación nos dirigimos al corazón del hotel, la zona de servicio, donde se encuentran las Cocinas.
La cocina dedicada a eventos de grupo (bodas, etc.), otra más pequeña para las comidas a la carta, una exclusivamente dedicada a la Pastelería, y la Cocina Fría, donde se guardan y preparan las carnes, jamones, etc.
Diversas mesas y anaqueles muestran utensilios de todo tipo, vajillas con el escudo del Ritz, elementos de plata…
El Hotel cuenta con su propia floristería, servicios de costura, lavandería, plancha, etc. todo lo que los clientes puedan necesitar.
Este el único hotel de Madrid que continúa utilizando sábanas de suave lino, bordadas a mano.
Finalmente subimos a conocer dos de las suites, una más pequeña, de una habitación y saloncito, y otra mayor, formada por un salón y dos habitaciones.
Los clientes en todas las estancias son recibidos con frutas, champagne o cava, y la tarta especial “Centenario” elaborada por los reposteros del hotel, igual que todos los dulces que aquí se sirven.
En cada planta la alfombra es distinta, todas ellas realizadas en la Real Fábrica de Tapices.
En 1910 aún no había llegado el agua corriente a todo Madrid, pero como hotel de gran lujo, el Ritz tenía varios cuartos de baño en cada planta, con jofainas de la mejor porcelana.
Ahora por supuesto cada habitación tiene el suyo propio.
Y todas las comodidades, incluida la conexión a internet wi-fi, para que los clientes puedan contestar su correspendencia, hoy día mediante correo electrónico, naturalmente.
Texto y fotografías: Mercedes Gómez
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Descubra el Hotel Ritz
Plaza de la Lealtad nº 5
La Real Academia Nacional de Farmacia es una institución muy antigua, su origen se remonta al año 1589, cuando reinaba Felipe II, en que los Boticarios de la Villa de Madrid constituyeron la Congregación y Colegio de Boticarios del Sr. San Lucas y Nuestra Sra. de la Purificación, con sede en el desaparecido Convento de San Felipe el Real, que se encontraba en la Puerta del Sol, en el inicio de la calle Mayor. En la Edad Media las asociaciones gremiales estaban ligadas a las religiosas, siendo Felipe IV quien, en 1650, separó los gremios de lo religioso, declarando a la Farmacia Arte Científico.
A partir de 1700, Felipe V, impulsor de las Reales Academias, convirtió dicha congregación en Real Colegio de Farmacéuticos con el fin de que se dedicase al «cultivo y adelantamiento de la Farmacia, Química, Botánica e Historia Natural».
A lo largo del siglo XVIII el Colegio tuvo varias sedes. En un principio se instaló en la calle San Pedro, en el Barrio de las Letras. En 1745 se trasladó a la calle del Barquillo esquina Saúco –actual calle Prim-, donde, entre otras cosas, de acuerdo con el espíritu y fines de este Colegio, se creó un Jardín Botánico donde se cultivaban las plantas que servían para elaborar las sustancias medicinales.
En 1780 hubo un nuevo cambio, a la calle de Relatores esquina Urosas -hoy calle Luis Vélez de Guevara-, pero, debido al gran crecimiento de su Laboratorio, el Colegio se vio en la necesidad de comprar una casa, eligiendo una en la calle de Atocha.
En los comienzos del siglo XIX, se creó el Colegio o Escuela de Farmacia de San Fernando, que se instaló en esta sede de Atocha, hasta que en 1830 finalizó la construcción de su propio edificio en la entonces llamada calle de San Juan, entre las calles de Fuencarral y Hortaleza. Fue construido por suscripción entre todos los farmacéuticos de España, como se puede leer en la lápida colocada en el vestíbulo en 1930, cuando se cumplía el primer centenario. Desde ese año se utilizó como Colegio y luego como Facultad de Farmacia de San Fernando, hasta que se construyó la Ciudad Universitaria. Su arquitecto fue Pedro de Zengotita Vengoa.
El edificio de estilo neoclásico, es bonito, aunque debido a la estrechez de la calle no se puede apreciar muy bien y quizá sea bastante desconocido. La fachada fue construida en tramos adaptados a la forma curva de la vía.
En el pasado existió un gran jardín en la parte trasera, hoy día desaparecido.
Poco después, por acuerdo municipal de 11 de enero de 1835 la calle de San Juan pasó a llamarse calle de la Farmacia.
El frontón triangular con el escudo en el tramo central fue añadido posteriormente.
En 1932 el Real Colegio de Farmacéuticos pasó a llamarse Academia Nacional de Farmacia, a la que después de la guerra se le añadió la denominación de Real, siendo trasladada a la calle Campoamor número 18, en espera de edificio propio.
En 1967 el edificio de la antigua Facultad de Farmacia fue reformado y allí fue trasladada la Real Academia, donde continúa.
Fue declarado Monumento Bien de Interés Cultural en 1997.
Tras la puerta principal, en el número 11 de la calle, como decíamos, se encuentra un amplio vestíbulo en el que una lápida a la izquierda, colocada en 1930, en su centenario, recuerda la inauguración del edificio en el mes de noviembre de 1830. Enfrente a la derecha, otra lápida rememora la recuperación del inmueble en 1967 para sede de esta Real Academia, y su reforma veinte años después.
Los fines de esta institución son “fomentar la investigación y el estudio de las Ciencias Farmacéuticas y sus afines; asesorar al Gobierno de la Nación, Administraciones públicas, Organismos públicos, Agencia Española del Medicamento, agencias científicas y tecnológicas y a cuantas instituciones públicas o privadas lo soliciten, en todo lo que se refiera a las Ciencias Farmacéuticas y al Medicamento, y cuanto se relacione con ellas y con la promoción de la Salud; y elaborar informes o dictámenes sobre las materias que le son propias.”
Por una bella escalera adornada con algunas de las obras de arte propiedad de la Academia, subimos a la primera planta.
Allí se encuentra el Salón de Sesiones solemnes.
Salón presidido por el retrato del rey Felipe V.
Preciosos pasillos distribuyen las estancias, acogedoras salas de espera, salones…
Y la Biblioteca, con sus vitrinas y estanterias llenas de libros de todas las épocas y disciplinas relacionadas con la Farmacia, que ocupa varias salas.
También se encuentran en esta planta el Salón Rojo o de los espejos, utilizado para la celebración de sesiones privadas, y la Galería de Presidentes y Directores de la Academia.
Además, la Real Academia ofrece a los madrileños su Museo de la Farmacia.
El Museo fue creado en el siglo XIX y desde 1994 se encuentra aquí instalado, tras obras de reforma y mejora en las que se adaptó para museo la zona del edificio que tiene entrada por el nº 9 de la calle. Sus colecciones proceden fundamentalmente de la propia Academia, o de donaciones.
Una de las joyas del Museo es la Farmacia abierta en 1876 en la calle del Príncipe número 13, de estilo neogótico, que estaba de moda en aquellos últimos años del siglo XIX. En 1925 fue adquirida por otro farmacéutico que trasladó todo su contenido, los bellos anaqueles y el botamen a El Tiemblo, en Ávila. Cerrada al público en 1948, poco a poco se fue deteriorando y estuvo a punto de ser derribada, por suerte en 1994 la Real Academia decidió su adquisición y restauración, gracias a lo cual hoy día podemos disfrutarla.
Está formada por la Botica y la Rebotica, ambas construidas en madera de pino, con sus anaqueles repletos de botes de porcelana blanca y de delicado cristal tallado de todos los tamaños, en los que se iban reponiendo los diferentes medicamentos que se despachaban por entonces.
También se conserva la mesa que servía como mostrador, de madera de limoncillo y tablero de mármol.
La rebotica se encuentra en la planta baja:
El Museo está formado además por varias colecciones, objetos y documentos de la propia Academia, y todo tipo de material relacionado con la Historia de la Farmacia en España.
Instrumental científico, recipientes de muchos tipos, siendo especialmente valiosos los de cerámica de Talavera del siglo XVIII, botellas de cristal, una gran colección de minerales. Uniformes y trajes de los Académicos. Medallas, títulos, diplomas…
En fin, en una gran sala, varias vitrinas muestran una infinidad de objetos inimaginables relacionados con la Farmacopea, su historia, y sus protagonistas.
El Museo de la Real Academia Nacional de Farmacia, según la información que facilitan en su web, es visitable, previa petición por correo-e.
Texto y fotografías por : Mercedes Gómez
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Fuentes:
Real Academia de Farmacia
Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid
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Otras Reales Academias:
Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Real Academia de Ingeniería.
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