El primer jardín botánico madrileño fue el que Felipe II creó en Aranjuez cerca del Palacio Real, allá por el siglo XVI; y al parecer su hijo Felipe III dispuso de un jardín de plantas medicinales en la Huerta de la Priora, junto al Alcázar. Pero se puede considerar que el primer Real Jardín Botánico fue fundado por Fernando VI en la antigua Huerta de Migas Calientes, junto al río Manzanares, en 1755, trasladado unos años después bajo el reinado de Carlos III al entonces Viejo Prado de Atocha, zona de huertas y olivares en las afueras de Madrid.
El Real Jardín Botánico fue inaugurado en 1781. Transcurridos más de dos siglos, felizmente hoy día podemos seguir disfrutando de uno de los lugares más hermosos de la ciudad, un auténtico tesoro escondido en el centro de Madrid.
Nada más traspasar la entrada, sea cual sea la estación del año en que nos encontremos, percibes que estás en un lugar especial: en otoño con su gama de colores, durante el frío invierno, la esplendorosa primavera, o en verano, cuando el jardín se convierte en un refugio. Sea cual sea nuestro estado de ánimo sus bancos de piedra nos acogen y sus paseos entre maravillosas flores y árboles centenarios invitan a la serenidad. Esos paseos jalonados con treinta sencillos pilones o fontines labrados en granito son los que nos disponemos a recorrer ahora.
El jardín está dividido desde su origen en tres terrazas o planos, diseñados geométricamente al estilo neoclásico, en forma de escalera, con el objetivo de salvar la fuerte pendiente del terreno existente entre el Paseo del Prado y la antigua calle Granada, hoy Alfonso XII. Aunque recientemente, en 2005, se haya inaugurado una nueva pequeña terraza tras el pabellón de Villanueva, con dos estanques.
En 1942 fue declarado jardín artístico, pero al Botánico le esperaban años de dificultades; desde 1965 a 1974 vivió un periodo de gran penuria económica, a veces no se podía pagar ni el agua de riego ni encender la calefacción en sus instalaciones. La situación de abandono llegó a ser insostenible, y los fontines, que no habían sido objeto de ninguna reparación desde 1929, se encontraban en un estado lamentable.
En mayo de 1974, a causa de la caída de una gruesa rama de un olmo que sepultó el coche de un profesor de la Universidad, la dirección decidió cerrar el jardín al público. Ya no se volvería a abrir hasta 1981.
Entre los años 1974 y 1978 los recursos económicos de la institución aumentaron, emprendiéndose obras importantes. El problema fue que estas obras cambiaron la fisonomía del jardín, desvirtuando su estilo y el trazado original, las críticas fueron tan numerosas que provocaron un replanteamiento de la restauración desde un punto de vista histórico. La realidad era que el trazado neoclásico inicial de las tres terrazas estaba prácticamente desdibujado y oculto, tanto por el descuido de los años pasados como por las obras. Los fontines de la etapa fundacional estaban prácticamente enterrados en el suelo.
A lo largo de 1977 se elaboró un proyecto que en septiembre de 1978 fue aprobado por Bellas Artes y dos meses después comenzaron los trabajos. En algunos sitios fue necesario remover terrenos entre un metro y un metro veinte centímetros de espesor. Aparecieron escalones, muretes de granito… y las fuentes enterradas.
Este fue el comienzo de la recuperación del antiguo trazado del siglo XVIII, y con él, de sus Fontines, elementos importantes pero discretos, pues se saben accesorios y ceden todo el protagonismo a las plantas, las flores y los árboles que les rodean. Aunque son tan acogedores que invitan a sentarse en el borde a descansar y observar algunos peces que sorprenden y añaden encanto a una de las fuentes.
Los dos primeros Planos, que han recuperado el estilo neoclásico original, están divididos en espacios cuadrados con un fontín en el centro de cada uno de ellos.
En el primero, en la zona más baja y próxima al Paseo del Prado, se encuentra la Terraza de los Cuadros, formada por dieciséis espacios, cada uno con su pilón, alrededor de los cuales podemos admirar plantas ornamentales, aromáticas, medicinales, y de todo tipo.
El paseo central separa esta terraza de la Terraza de las Escuelas Botánicas, con todo el reino vegetal representado alrededor de otras dos series de fontines, siete en la primera y siete en la segunda.
La última de la primera serie, es la nueva escuela botánica dedicada a la familia de las Palmeras, convertida hace poco en la escuela nº 13. En ese lugar, antiguo vivero, nunca hubo fontín, hasta la reciente colocación del que se convirtió en el número ocho del paseo y el número treinta del Jardín, construido a imitación de los originales.
Y la tercera, en la parte más alta, la Terraza del Plano de la Flor, con maravillosos árboles y arbustos, fue reformada en la época de Isabel II, abandonando las dos series de cuadros primitivos, para convertirse en un jardín Romántico, con sus paseos curvos alrededor del estanque ovalado con la Fuente de granito en el centro, rematada por un busto de bronce del naturalista Carlos Linneo, y los dos fontines colocados a ambos lados, con pilón de ocho lóbulos y una verja de hierro en el borde, que probablemente sean los originales que aparecen en los planos conservados de la primera época del jardín.
Esta reforma, que tuvo lugar entre 1853 y 1859, fue respetada en la restauración posterior, de forma que actualmente podemos admirar los diferentes estilos que se han sucedido en el jardín, el neoclásico del XVIII y el paisajista del XIX. En la foto a continuación se aprecia cómo el nivel del terreno actual es superior al nivel en el que fueron construidas ambas fuentes, que la reforma respetó enmarcándolas en un “hueco” de piedra y que permite apreciar el nivel original de la terraza superior:
Finalmente, el día 2 de diciembre del año 1981 los reyes de España descubrieron una escultura dedicada a Carlos III, monarca impulsor de la creación del Jardín Botánico, durante el acto oficial de la reapertura del histórico recinto, después de siete años de clausura y al cumplirse el bicentenario de su fundación. El jardín quedó abierto al público.
Desde la reapertura, el agua de riego del Jardín Botánico es proporcionada gratuitamente por el Canal de Isabel II.
Los antiguos pilones son circulares con una moldura en el borde superior, aunque no todos son iguales; en el centro los pequeños surtidores están colocados sobre mojones de granito que muestran distintas formas, redondeada, octogonal o cuadrada. Inicialmente su misión fue proporcionar el riego de los espacios que los rodean y que forman los parterres del jardín, aunque también sin duda fueron construidos como adorno encantador.
Durante nuestro paseo, nos acercamos a otro de los fontines y contemplamos cómo las hojas de los árboles que caen en su interior se confunden con las hojas que se reflejan en el agua, que a su vez se confunde con el cielo azul.
Por Mercedes Gómez
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Real Jardín Botánico de Madrid
Plaza de Murillo nº 2
(Precio: 3 €.)
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Bibliografía
ARMADA, Juan y CASTROVIEJO, Santiago. “El Real Jardín Botánico, Madrid”. Cajamadrid, Madrid 1994. 2ª ed. revisada y ampliada, Madrid 2001.
MARTÍNEZ CARBAJO, A.F. – GARCÍA GUTIERREZ, P.F. “Fuentes de Madrid”. El Avapiés, Madrid 1994.
El País 24 jun 1979
Convenio CSIC-Canal Isabel II – ver El País 13 marzo 1981.
16 comentarios
Comments feed for this article
23 enero 2012 a 20:36
elena asins
magnífico y bello !!!!
como siempre, GRACIAS MERCEDES, todo un lujo es leerte.
elena asins
23 enero 2012 a 20:47
Mercedes
Hola Elena,
¡muchas gracias!
me parece que te gustan los jardines tanto como a mí.
Estos días el Botánico está precioso, no hay flores, pero se respira tranquilidad.
23 enero 2012 a 22:38
J. J. Guerra Esetena
Hola Mercedes:
Un artículo muy completo y documentado. Los fontines son preciosos y, como bien dices, hechos para ceder el protagonismo a la flora que los rodea. Quizá por ello son todavía más sugerentes.
Un abrazo, Jesús
23 enero 2012 a 23:17
Jesus Olivan
Precioso Mercedes!
24 enero 2012 a 00:02
ROMO XIII
¡Qué recuerdos me trae este jardín! Fue el primer sitio donde llevé a pasear a mi entonces novia y hoy amantísima esposa. Quizás algo influyó el Botánico ¿no?
Bonito no, precioso post. Un beso.
24 enero 2012 a 08:58
Mariarosa
Hasta se respira mejor leyendo tu post…es verdad que el Botánico es como un oasis en medio del trajin de la zona y te olvidas de todo paseando tranquilamente por él…Lo de los fontines me ha sorprendido mucho, nada sabia de ellos y su historia, así que además de un paseo relajado he aprendido mucho…y eso es muy estimulante y digno de dar las mas agradecidas gracias
24 enero 2012 a 11:39
jose casado
Hola Mercedes. Precioso post y precioso lugar. Es cierto que los fontines ceden el protagonismo a las flores, plantas y arboles, pero si no estuvieran, habria que ponerlos.
Gracias por el post un saludo.
24 enero 2012 a 20:52
Mercedes
Gracias, Jesús,
he paseado mucho por el Botánico, y los fontines siempre me han encantado, tienes razón, son preciosos.
Un abrazo
¡Y gracias a ti Jesús Olivan!
¿El primer sitio, Romo XIII?
Algo influiría, no digo que no, pero que te lleven en la primera cita a pasear por el Botánico… es conquista casi segura, está claro que tu también tuviste algo que ver 😉
Gracias, Manuel!
Un beso
El Botánico nos hace sentir bien, María Rosa, es un lujo, ¡me alegro de que te hayan gustado los fontines! Gracias a ti.
Hola José, me ha encantado eso de que si no estuvieran habría que ponerlos, es precioso. Fíjate que hace poco decidieron poner uno nuevo (ahora ya está en su sitio, pero el proyecto me lo contaron hace tiempo los jardineros del Botánico, que además de cuidar el jardín para todos nosotros, son muy amables).
Saludos
25 enero 2012 a 23:29
MCarmen
Me encanta el Botánico. La próxima vez que lo visite no olvidaré fijarme más en los fontines. Gracias, Mercedes!
Un beso,
26 enero 2012 a 22:47
Mercedes
Es que es precioso, verdad M.Carmen ? 🙂
Gracias a tí
un beso
27 enero 2012 a 09:09
Isabel
Me encanta el Botánico en primavera y sobre todo en otoño y cuando llega el buen tiempo aprovecho para quedar con mis amigas, compramos un bocadillo en Atocha y nos lo comemos en cualquiera de los muchos recovecos que ofrece el jardín
La próxima vez además sabré que las fuentes son fontines y que les ha costado mucho volver a la luz. Gracias Isabel
27 enero 2012 a 22:29
Mercedes
Bonito plan el tuyo con tus amigas, Isabel, sabes disfrutar.
¡Gracias a tí por tu visita!
28 enero 2012 a 09:01
ensondeluz
Es una entrada estupenda para todos los madrileños que a menudo hemos encontrado en el Botánico ratos de paz y de disfrute de la obra bien hecha, armónica y reconciliada con la naturaleza. A veces, de regreso de la cuesta del Moyano, deseosos de abrir las páginas de un hallazgo, sentados en uno de los bancos del jardín, a la vera de una de sus fontines.
No es casual que en la época del franquismo, en la que no éramos ciudadanos, se descuidase tanto lo que era de todos y en definitiva una de las manifestaciones del espíritu de las Luces.
Me parece simbólico que cuando se comienza a vivir en democracia se encuentran por fin los recursos para recuperar ese magnífico jardín común.
Desde Suecia, la patria de Linneo, saludos a todos. Pronto, cuando a las puertas de la primavera me pueda dar un garbeo por Madrid, iré sin falta a respirar los aires del Botánico (me imagino que sus plantas, sus árboles y el agua de sus fontines crean un espacio mejor para los pulmones dentro de la “boina” del smog que cada vez -¡ay!- con más frecuencia afecta a la ciudad)
ensondeluz.com
28 enero 2012 a 22:44
Mercedes
Muchas gracias por tu comentario, ensondeluz, eres muy bienvenido.
Me ha gustado la relación que estableces entre el Botánico y la Cuesta de Moyano, el jardín y los libros, es un placer abrir un libro recién comprado sentados en uno de esos bancos de piedra…
Visitaré tu blog, que tiene ese nombre tan bonito.
Te enviamos saludos desde Madrid hacia Suecia, maravilloso país.
14 abril 2012 a 00:04
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16 noviembre 2012 a 20:58
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[…] el Jardín estaba prácticamente vacío. La entrada invitaba un poco a la melancolía, hasta los fontines, hace unas semanas alegres, hoy mostraban una cierta tristeza en su agua oscura. Había que darse […]