Los pasadizos volados son elementos arquitectónicos que unen dos edificios fronteros por su parte más alta, con el fin de facilitar la comunicación entre ambos. Su origen se remonta a las ciudades andalusíes de calles laberínticas, curvos trazados, arcos, recovecos y adarves o callejones sin salida. En la ciudad islámica, los pasadizos unían las diferentes partes de una vivienda o casas de un mismo propietario con un fin utilitario.
En 1530 se promulgó una ley que prohibía construir nuevos balcones, saledizos… y pasadizos, para evitar la falta de higiene o de luz que pudieran causar, y la fácil propagación de incendios entre dos viviendas en las estrechas calles medievales. Sin embargo, en el Madrid del siglo XVII se construyeron un gran número de ellos.
El Madrid de los Austrias, famoso por sus al parecer innumerables pasadizos subterráneos, que unían el Alcázar con palacios y conventos, fue también el Madrid de los pasadizos elevados, que llegaron a ser una de las construcciones más características del barroco madrileño, aunque con un nuevo significado. El pasadizo, conservando su función intimista y de secreto, se convirtió en un mirador privilegiado, al servicio del espíritu del Barroco, sus celebraciones religiosas y sus fiestas. Además de cumplir una función práctica, permitía observar y moverse libremente sin ser objeto de miradas indiscretas.
Virginia Tovar les dio el nombre de arquitecturas encubiertas por su función de ocultar, encubrir.
Los reyes implantaron su uso construyendo varios pasos elevados, permanentes o efímeros, desde el Alcázar Real hacia otras dependencias, como el Juego de la Pelota, junto a los Caños del Peral.
Esto motivó el deseo de la nobleza de imitar a los monarcas y disfrutar de sus propios pasos privados.
Así el Pasadizo se convirtió en elemento de diferenciación social, que permitía a los nobles no mezclarse con las clases bajas, no pisar las calles sucias… Los motivos para solicitar su construcción eran variados: la poca salud que no permitía asistir a misa, el deseo de unir casas entre miembros de una misma familia… La realidad fue que además de perseguir una comodidad, se convirtió en un elemento de clase y adquirió un significado religioso, pues en muchos casos suponía un acceso directo a la iglesia. En contrapartida, ésta recibía una cantidad de dinero por conceder ese privilegio. Era un buen negocio para todos.
Los alarifes de la villa visitaban el lugar para el que se solicitaba el corredor, analizaban, hacían un informe, y el Concejo decidía. El pasadizo debía no molestar a los vecinos, tener una altura suficiente que permitiera el paso de carruajes y las muy frecuentes procesiones, permitir el paso de la luz… debía ser proyectado por un alarife de la villa, incluso a veces por el Maestro Mayor, como veremos.
En teoría eran muchas las dificultades para conseguir la licencia de construcción, pero el Ayuntamiento siempre accedía, los solicitantes eran cortesanos o personajes muy influyentes.
Uno de los pasos más antiguos es el de la plaza de las Descalzas Reales, que como casi todos los que se construyeron en calles importantes, era una estructura en arco. Fue construido hacia 1582, entre la Casa de los Capellanes, junto a la iglesia del Convento, y la casa de María de Pisa, donde luego se levantaría el Monte de Piedad.
Conocemos este pasadizo situado frente a la iglesia de San Martín gracias a un grabado de Minguet, según dibujo de Diego de Villanueva, realizado en el siglo XVIII.
En los comienzos del siglo, de vuelta la Corte a Madrid, el poderoso Francisco Gómez de Sandoval Duque de Lerma levantó su casa de recreo en el Prado de San Jerónimo, según trazas de Juan Gómez de Mora. Junto a ella, en terrenos de su propiedad, construyó dos conventos, el de Santa Catalina de Sena de Dominicas, en la misma manzana en la que se hallaba su casa, y el de San Antonio de Capuchinos, al otro lado de la calle del Prado.
En 1615 sobre la calle del Prado, se construyó, según trazas del propio Gómez de Mora, un corredor igualmente en forma de arco desde la tribuna que el Duque tenía en el Convento de los Capuchinos, hasta la que poseía en el Convento de Santa Catalina de Sena, así consiguió que su palacio se comunicara con ambos monasterios.
El de Lerma debió ser uno de los pasadizos más monumentales de la época. Frente a él, al otro lado de la Carrera de San Jerónimo, la marquesa del Valle construyó el que comunicaba su Palacio con el Convento del Espíritu Santo de la orden de los Clérigos Menores sobre la actual calle de Fernanflor. En los terrenos del Convento en el siglo XIX se construyó el Congreso de los Diputados y se abrió la calle de Floridablanca.
En los alrededores de la actual plaza de Ramales, entonces plazuela de San Juan, existieron varios pasadizos. En 1625 don Diego de la Cerda marqués de la Laguna pidió construir uno desde su casa al coro de la iglesia de Santiago afirmando que lo construiría tan alto y en arco como el de la calle del Prado. Su autor fue Gómez de Mora una vez más.
Otro pasadizo volado comunicaba la casa de los Guzmanes (en el lugar donde hoy se encuentra la casa que fue palacio del marqués de Trespalacios en la plaza de Ramales nº 3), con la tribuna en la iglesia de San Juan. Otro corredor unía las casas del Conde de Lemos frente a la plazuela de Santiago. Fueron varios los pasadizos reflejados por Pedro Texeira.
En diciembre de 1616 doña Inés de Toledo, marquesa de Cerralbo, construyó otro desde su casa a la iglesia de San Norberto, de los religiosos Premostatenses. En 1632 vivía allí el duque de Alburquerque y unió con otro pasadizo la de su suegra, la duquesa de Rioseco, con el fin de que su mujer se pudiera comunicar fácilmente con su madre. El cartógrafo representa este pasadizo, frente a la iglesia y su tapia, sobre la entonces calle de la Cuadra, próxima a la fuente de Leganitos, desaparecida por la construcción de la Gran Vía. En la hoy Cava de San Miguel Texeira dibujó el Cobertizo de San Miguel, y un pasadizo que unía la vivienda del marqués de Estepa en la Cava con otra que tenía en la plaza Mayor.
En la esquina de la Costanilla de San Andrés con la calle de los Mancebos se encontraba el Palacio de los Lasso de Castilla, levantado en el siglo XV y derribado en el XIX.
Un pasadizo unía la torre del palacio, en el que se alojaron los Reyes Católicos, con la iglesia de San Andrés cuyo muro ha conservado desde entonces la huella de la antigua construcción.
Recientemente se ha colocado una lápida de cerámica recordando la existencia del antiguo paso.
Curiosamente uno de los escasos pasadizos existentes hoy día pertenece al Ayuntamiento, en el pasado tan reacio a ellos. Lo diseñó Luis Bellido en 1909 para unir la Casa de Cisneros que había sido adquirida para alojar dependencias municipales, a la Casa de la Villa. El corredor fue construido sobre la calle de Madrid.
El otro se encuentra sobre la hoy cerrada calle de Floridablanca, muy cerca del lugar donde hace cuatro siglos se encontraba el pasadizo que comunicaba el Convento del Espíritu Santo con el palacio de la marquesa del Valle.
Este pasadizo moderno fue edificado a finales de los años 70 del siglo XX para unir el Congreso de los Diputados con su ampliación.
Además, los edificios del Congreso se comunican a través de un pasadizo subterráneo. Como en el siglo XVII.
por Mercedes Gómez
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Bibliografía:
V. Tovar Martín. El pasadizo, forma arquitectónica encubierta en el Madrid de los siglos XVII y XVIII, Villa de Madrid nº 87. Madrid, 1986.
C. de Mora Lorenzo. El pasadizo en el Madrid de los Austrias (siglo XVII). Madrid, Revista de arte, geografía e historia nº 6. Madrid 2004.
J.M. Muñoz de la Nava Chacón. El COAATM: sus sedes y su historia. (en Un edificio en crecimiento. COAATM Madrid 2008).
24 comentarios
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5 septiembre 2012 a 10:30
Esther
Muy interesante, muchas gracias por tu trabajo.
5 septiembre 2012 a 10:46
J. J. Guerra Esetena
Hola Mercedes:
¡Qué tema tan interesante! He aprendido un montón de cosas, muchas gracias. No sólo eres una experta del subsuelo, sino también de los espacios aéreos. Así da gusto.
Un abrazo, Jesús
5 septiembre 2012 a 10:48
davidguty77
Muy buen artículo y muy interesante Mercedes. La tradición de los pasadizos volados es un recuerdo de las ciudades medievales y sobre todo del trazado de la ciudad hispano-musulmán en donde Toledo es un gran ejemplo para ello. Recordar que también existe un pasadizo volado junto a la iglesia de San Nicolás de los Servitas. Besos y enhorabuena!!!
5 septiembre 2012 a 11:52
antonioiraizoz
Hola Mercedes,
Ha sido un recorrido fascinante por ese Madrid casi desaparecido.
En Toledo existía una Ordenanza medieval que exigía que la altura de los pasadizos permitieran «el paso de un caballero sobre su cabalgadura portando su lanza en ristre».
Añado a la que apunta davidguty una variante de pasadizo con edificación encima detrás de San Ginés, junto a la chocolatería, y un pasadizo volado de los años treinta, donde vivió mi madre durante la Guerra civil en el pasaje del General Mola, con entrada por Espartinas.
Enhorabuena y un abrazo.
5 septiembre 2012 a 17:24
Carmen
Soy seguidora de tu blog desde hace tiempo, Mercedes, y quisiera felicitarte y darte las gracias por este tipo de cosas tan sumamente interesantes que nos cuentas sobre nuestra ciudad. Conocer Madrid es quererla (más).
Un abrazo y muchas, muchas gracias por compartir con todos tus conocimientos.
Carmen
5 septiembre 2012 a 19:18
Maríarosa
Es un tema poco conocido y muy atractivo y que documentas perfectamente, como siempre, aumentando nuestro conocimiento sobre Madrid, . En Toledo los llaman «cobertizos» y hay una zona muy conventual donde hay varios preciosos… EL Duque de Lerma debía ser aficionado a ellos pues en Lerma hay uno muy largo que ahora se ha convertido en espacio museístico sobre el tiempo del Duque,Gracias por compartir tantos conocimientos,
5 septiembre 2012 a 20:42
Mercedes
Muchas gracias a ti Esther por tu comentario.
¡Saludos!
Hola Jesús, sí que es interesante ¿verdad?, no soy experta, pero me alegra que te haya gustado, muchas gracias!
Un abrazo
¡Gracias David!
Se me ha escapado el de San Nicolás, qué buena aportación, procuraré actualizar el post.
Sería bonito ver un reportaje de pasadizos toledanos…
Besos
5 septiembre 2012 a 20:50
Mercedes
Hola Antonio, sois fantásticos, con vuestras aportaciones, como le digo a David voy a intentar actualizar el artículo.
Desconocía no solo la existencia del pasadizo sino del pasaje del General Mola, he ido a verlo esta tarde, me pillaba casi de camino, y es muy curioso, me ha encantado.
En cuanto al de San Ginés, estuve viéndolo y “requeteviéndolo” el sábado y al final decidí no incluirlo porque más que un “paso” es una parte de uno de los edificios, el de la calle de Bordadores, y porque me estaba complicando y el artículo me salía muy largo, pero si hacemos una segunda parte…
También estuve viendo los arcos de la plaza Mayor, que en un principio no existían, pero creo que tampoco son lugar de paso sino de “estancia”, ¿qué opinas?.
¡Muchas gracias por tus palabras y todo lo que me cuentas!!
Un abrazo.
5 septiembre 2012 a 20:57
Mercedes
Hola Carmen, te agradezco mucho tu comentario, alegra un montón «conocer» a los posibles lectores y saber que compartimos el interés y el cariño por nuestro Madrid.
Un beso
5 septiembre 2012 a 21:00
Mercedes
Gracias a tí María Rosa por todo lo que aportas, realmente es un tema interesante.
Además de en Toledo he leído que también se conserva alguno en Alcalá de Henares… ¿es así?
7 septiembre 2012 a 13:53
J. Casado
Hola Mercedes. Curioso tema para un post. No pensamos en ellos, pero como comentan eran muy representativos de las ciudades medievales.
Muy bonito, y seguro que da para una segunda parte.
Gracias y un saludo.
7 septiembre 2012 a 22:00
Mercedes
Hola José, ¡muchas gracias a tí!
7 septiembre 2012 a 23:27
romo13
Interesante tema, Mercedes.
¡La cantidad de detalles (de volumen) que nos pasan desapercibidos!
Menos mal que los ojos «madroñosferos» son muchos y variados.
Me ha gustado mucho. Gracias.
Buen finde.
7 septiembre 2012 a 23:43
Javier Galego
Hola Mercedes: como siempre, impresionante, inconmensurable, no tengo palabras. Enhorabuena
8 septiembre 2012 a 16:23
Mercedes
Gracias a tí romo13,
es verdad que tenemos unos compañeros «madroñosferos» estupendos, un lujo.
Besos y buen finde.
8 septiembre 2012 a 16:27
Mercedes
Hola Javier me alegro de verte de nuevo por aquí, ¡muchas gracias!. Aunque eres demasiado generoso, me alegra también que te haya gustado «el paseo».
Saludos
10 septiembre 2012 a 20:56
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23 septiembre 2012 a 20:15
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20 octubre 2020 a 11:14
Toñi
Tengo una duda sobre la casa junto a las descalzas hacia la que daba el pasadizo, he leído que eran del Juan José Borja y también de María de Pisa, ¿Sabes si fue de los dos? , Muchas gracias