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El Museo Nacional de Pintura y Escultura, posteriormente llamado Museo Nacional del Prado, fue inaugurado en 1819 durante el reinado de Fernando VII, poco después de que muriera su segunda esposa María Isabel de Braganza, gran amante del arte, a quien recordemos se debió en gran medida la creación de la Pinacoteca.
En el extremo sur del edificio construido por Juan de Villanueva, al final del pasillo central, con vistas al Botánico, fue instalado el Gabinete de Descanso de Sus Majestades.
Incluía un Salón y un pequeño cuarto de aseo o Retrete, en el que había un mueble-tocador de madera de caoba con incrustaciones de bronce dorado. Medía 0,70 cm. de alto, 2,14 de ancho y 0,58 de fondo, en forma de sillón. Tanto el asiento como el respaldo estaban forrados de terciopelo, y a los lados dos mueblecitos guardaban todos los objetos y productos necesarios para la higiene. Un estuche de viaje contenía todos los útiles necesarios, un espejo, una palangana, cepillo de dientes con mango dorado, una cajita dorada para polvos dentífricos… También disponían de un juego de agua con todas sus piezas, bandeja dorada, botella y vasos de cristal tallado.
Tanto el Salón como el Retrete, al modo de los palacios borbónicos, fueron adornados con una serie de decoraciones pictóricas. La obra quizá iniciada en tiempos de Fernando VII, finalizó en 1835, dos años después de la muerte del rey.
En 1866 se trasladó al Prado el lienzo que Vicente López, primer Pintor de Cámara de Fernando VII, había pintado al temple para el Palacete del Casino de la Reina. Para instalarlo en el techo, en el Salón se construyó una escocia o moldura cóncava cuya sección estaba formada por dos arcos de circunferencias distintas, y más ancha en su parte inferior. Las pinturas de los muros se perdieron.
En 1967 se acometieron nuevas reformas, la escocia fue eliminada y aparecieron restos pictóricos de la decoración primitiva que consistía en un friso alto pintado en grisallas que representaba una alegoría de las artes con niños jugando con elementos relativos a la Escultura, la Pintura y la Arquitectura en los dos lados mayores y otros dibujos de guirnaldas vegetales en los dos lados menores.
El antiguo Gabinete de Descanso hoy es la Sala 39 del Museo, dedicada a los Retratos de Pintura francesa del siglo XVIII, entre ellos Felipe V y su familia, de Van Loo, Luis I de Houasse, Fernando VI y Carlos III niños, de Jean Ranc… En el techo continúa la esplendorosa Alegoría de la donación del Casino a la reina Isabel de Braganza por el Ayuntamiento de Madrid, de Vicente López.
El Prado está lleno de sorpresas. Discreto, un poco escondido, también sigue en su lugar el cuartito de aseo ahora vacío que sí conserva sus hermosas pinturas, una de las escasas decoraciones originales que se conservan en el Museo.
El antiguo retrete –2,70 x 2,45 metros-, que hoy comunica la Sala 39 con el pasillo en el extremo noreste del Edificio Villanueva, fue decorado exquisitamente. El suelo era de mármol y las paredes y el techo fueron cubiertos con pinturas al temple de estilo neoclásico, muy del gusto fernandino, a pesar de encontrarse ya en los comienzos del Romanticismo.
Gracias a Alfonso Pérez Sánchez se supo que las pinturas de ambas estancias fueron obra de Francisco Martínez, un casi desconocido pintor decorador que realizó sobre todo obras de carácter efímero. Apenas existen referencias a este artista y probablemente estas pinturas sean su única obra conservada.
Las pinturas del cuartito fueron restauradas en 1984 cuando estaban a punto de perderse debido a su mal estado.
Los muros están pintados al trampantojo simulando mármoles en tonos grises-verdosos en su parte inferior. En la superior, la pared frente al balcón que se asoma a la plaza de Murillo (hoy oculto tras una cortina blanca) muestra una extraordinaria hornacina fingida con tres estatuas de varones desnudos que sostienen un grutesco y un jarrón que refleja su sombra imaginada sobre el fondo.
La maestría del artista en esta técnica era indudable. Las molduras de las puertas también son falsas, como los jarrones y el cestito de flores.
Sobre la puerta que da a la Sala hay una inicial, la “I”, que muestra que la obra fue finalizada ya en tiempos de la regencia de Isabel II. La bóveda del techo con motivos florales, molduras fingidas y decoración en “ochos” es un bello ejemplo de pintura mural neoclásica.
También se conservan el mueble y los objetos del estuche de viaje de Fernando VII de los que hablábamos al principio, los podemos ver en el Museo del Romanticismo.
El mueble del retrete, de caoba, palma de caoba, bronce y terciopelo, construido hacia 1820 para el Gabinete de Descanso de Sus Majestades en el Museo del Prado…
… y sus útiles de aseo, un juego de aguamanil, cepillo de dientes, polvera, perfumador y dos vasos.
Por: Mercedes Gómez
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Bibliografía:
A.E. Pérez Sánchez. El autor de la decoración del retrete de Fernando VII en el Prado. Boletín del Museo del Prado, vol. VII, n.º XIX, Madrid, enero-abril de 1986, pp. 33-38.
En pleno centro de Madrid, en la calle de Fuencarral nº 44 esquina con la de Augusto Figueroa, entre edificios y modernos comercios subsiste un singular ejemplo de arquitectura religiosa del siglo XVIII. Se trata de una pequeña y modesta construcción de ladrillo que alberga una capilla con mucha historia, la Capilla de Nuestra Señora de la Soledad, más conocida como el Antiguo Humilladero de la calle Fuencarral.
Recordemos que en los comienzos del siglo XVI, antes de que Felipe II trajera la Corte a la Villa y de que la población creciera extramuros, el norte de Madrid estaba formado por bosques surcados por arroyos. Así debían ser estos terrenos al norte de la Puerta de la Red de San Luis, una de las puertas de la Cerca de Felipe II donde se originó el Camino de Fuencarral.
Posteriormente, en el XVII Madrid fue creciendo y la puerta de salida por el norte llegó hasta la actual Glorieta de Bilbao. Allí se ubicó la Puerta de la Cerca de Felipe IV llamada de los Pozos de la Nieve. Entre ambas surgió la calle de Fuencarral, alrededor de la cual se fueron levantando las edificaciones. Según la tradición desde tiempos muy antiguos en ese camino existió un humilladero donde se veneraba a la virgen, igual que en otros lugares de entrada o salida de la villa donde los caminantes se detenían a rezar.
Según cuentan los cronistas, estaba en la calle de Santa María del Arco, ya representada en el Plano de Texeira, que recibió ese nombre debido a que allí hubo un arco bajo el cual se hallaba la imagen.
En el siglo XVII, según el Diccionario de Covarrubias, un Humilladero era una capillita sobre pilares y cubierta con techo en cuyo interior solía haber una cruz con la imagen de Cristo, la virgen o algún santo. El nombre procede del hecho de que los fieles se inclinaban o arrodillaban en señal de humildad ante el devoto lugar.
Por entonces en el solar se levantaban dos casas, una propiedad de Alonso Rubio que años antes había sido de Sebastián de Cigales, que tenía dos puertas, una a la calle de Santa María y otra a la de Fuencarral. Y otra casa de Sebastián de Cigales. Pedro Texeira las representa tal como debían ser, muy sencillas.
En el siglo XVIII las casas habían pasado a un solo dueño, era el sitio nº 1 de la manzana 313, en la calle de Fuencarral esquina Santa María del Arco –actual Augusto Figueroa- que pertenecía a Don Francisco de Feloaga Ponce de León, Marqués de Navahermosa.
Cuenta Álvarez y Baena en su Compendio Histórico de las Grandezas de la Coronada Villa de Madrid, publicado en 1786, que “la Capilla de Nuestra Señora de la Soledad, calle de Fuencarral, esquina la de Santa María, la labró el Señor Don Francisco de Feloaga Ponce de León, Marqués de Navahermosa, Caballero de ejemplar virtud, y de la Orden de Santiago, por el año 1712, en su misma casa, en cuya pared, bajo un arco que formaba, había estado la Soberana Reyna, desde tiempo inmemorial. Este caballero murió en 24 de mayo de 1755 de edad de 75 años.”
Desde aquellos momentos hasta mediado el siglo XX como veremos, el solar y la capilla pertenecieron siempre a miembros de la nobleza que fueron trasmitiéndolos a sus herederos a lo largo de generaciones.
Existe un documento del año 1825 según el cual “la parte alta de las cocheras que se sitúan en la calle de Santa María del Arco en la Villa y Corte de Madrid” estaba entre los varios bienes pertenecientes al Mayorazgo del Marqués de Navahermosa, la Torrecilla y de Valdeolmos, las cuales estaban en muy mal estado y su dueño, con el permiso de su esposa María de los Dolores Salabert condesa de Ofalia, solicitaba su venta pues afirmaba no poder hacerse cargo de su reparación o reedificación.
Debe tratarse de la caballeriza que citan Peñasco y Cambronero en su libro Las calles de Madrid (1889) : «… en un arco que formaba la puerta de la caballeriza del marqués de la Torrecilla existía un cuadro de Ntra. Sra. de la Soledad, alumbrado por un farolillo; y fue tanta la devoción que los vecinos de aquellos contornos profesaban a la representación de la Virgen, y tantos los milagros que ésta hubo de obrar, que el Marqués le erigió una capilla en el sitio mismo de la caballeriza…”.
Estas menciones, de Álvarez y Baena en el siglo XVIII y de Peñasco y Cambronero en el XIX son dos de los pocas que existen sobre el origen de esta capilla.
La enajenación o venta no debió llegar a tener lugar pues unos años después la Capilla continuaba en poder de la Marquesa de la Torrecilla.
En los comienzos del siglo XX la propietaria era la Marquesa de Valdeolmos, heredera legitima de los derechos de los Sres. Marqueses de la Torrecilla. En 1904 la calle de Santa María del Arco (del Arco de Santa María desde 1835) tomó el nombre de Augusto Figueroa.
Por fin, en 1947 su propietaria era doña María Luisa Maldonado y Salabert, nacida en 1888, hija de don Mariano Maldonado, séptimo conde de Villagonzalo y de doña Fernanda Salabert y Artega, marquesa de Valdeolmos.
Ese año doña María Luisa Maldonado Marquesa viuda de Torneros (viuda de Fernando Roca de Togores y Caballero, hijo de los marqueses de Molins) decidió hacer testamento, que firmó el 27 de enero. Vecina de Madrid, con domicilio en la calle de Hortaleza 85. Este inmueble, en el que también estaba fijada la sede de su Administración, con fachada a la plaza de Santa Bárbara y calles de Mejía Lequerica y San Mateo era el llamado Palacio del Conde de Villagonzalo, su padre, notable edificio construido entre 1862 y 1866, que continúa en pie.
La marquesa murió el día 11 de mayo en Madrid a la edad de 59 años.
Quince días después, el 26 de mayo del mismo año 1947 el testamento fue abierto ante notario. Doña María Luisa expresaba su voluntad de que la Capilla-oratorio público situada en la calle de Fuencarral esquina a la de Augusto Figueroa pasase a la Parroquia de San Ildefonso, en cuya jurisdicción se hallaba enclavada, encomendándole su mantenimiento, y que las limosnas que se recaudaran en ella fuesen dedicadas a dicho mantenimiento, al culto y principalmente para los pobres.
Desde entonces la Parroquia de San Ildefonso se encarga de su cuidado.
Como se aprecia en un dibujo de la planta y alzado del conjunto firmado ese mismo año por el arquitecto Emilio Canosa el edificio de la capilla está formado por dos estancias, el propio oratorio y a la izquierda otra habitación pequeña y estrecha, un chiscón, como lo llamaban en tiempos de la marquesa.
El legado se refería exclusivamente a la capilla, no al edificio que corresponde al nº 1 de la calle Augusto Figueroa hoy ocupado por una tienda de ropa.
En 1952 tuvo lugar la entrega oficial por parte de los albaceas de la marquesa al párroco de San Ildefonso, hasta entonces la testamentaría se había encargado de su administración. En esos momentos se realizó un inventario de las imágenes, cuadros y objetos varios guardados en la Capilla. Las obras más valiosas eran un Cristo crucificado, el Cristo del Consuelo, y el cuadro de Nuestra Señora de la Soledad. Además había otros óleos, esculturas, pies de hierro para las velas, floreritos, sabanillas de encaje, bandejas para limosnas, etc.
En 1983 se acometió su restauración. Fotos anteriores a esta fecha muestran los muros del edificio enfoscados. La puerta de entrada bajo un arco de medio punto, a la izquierda una puerta pequeña, y sobre ella un balconcillo. En la fachada de Augusto Figueroa únicamente había una ventanita en la parte superior.
Durante las obras en dicho muro lateral se descubrió una puerta oculta y el arco que había sido tapiado.
Hoy día la edificación de poco más de 35 metros cuadrados conserva el ladrillo visto. El balconcillo sobre la puerta de entrada al chiscón fue sustituido por una ventana.
Un tradicional alero de madera cubre la modesta construcción bajo el tejado que está coronado por una cruz de hierro.
Actualmente en el Registro del Ayuntamiento figura con el nombre de Capilla de Santa María del Arco. Catalogada como elemento Singular por el Plan General de Urbanismo, tiene el más alto nivel de protección, el Nivel 1.
En su interior la modesta capilla aún guarda sus tesoros. En el centro del pequeño altar el cuadro de la Virgen de la Soledad, y la imagen de San Francisco de Paula en la esquina inferior izquierda, en un marco dorado de 1 x 1,40 m. Anónimo, no se sabe con certeza si es el cuadro primitivo, en cualquier caso se cree que se trata de una pintura del siglo XVII. Fue restaurada igualmente en 1983.
Junto a ella a la izquierda, allí continúa el Santísimo Cristo del Consuelo. Benito Pérez Galdós se refiere a él en La Fontana de Oro como el Cristo de las Llagas:
“Vamos al balcón de una amiga nuestra, desde donde se ve todo perfectamente. Estará muy vistoso. De San Antón salen tres imágenes, y dicen que es también muy probable que salga el Cristo de las Llagas de la capilla de Santa María del Arco…”
La imagen del Santísimo Cristo del Consuelo fue restaurada en 1986.
Es una talla en madera policromada de tamaño natural, de 1,70 metros de altura, anónimo, del siglo XVI o probablemente del XVII. El historiador Elías Tormo dijo que “parece escultura del siglo XVI” y se preguntaba «¿será el del hermano Domingo Beltrán, de los Abogados?”.
Según el informe de restauración, es una “escultura de líneas clásicas de estilo renacentista, aunque el paño presenta formas barrocas”. La cruz está formada por dos maderas lisas de color negro.
Estaba en muy mal estado, con grandes grietas y desconchones, el paño tenía un gran trozo desprendido, y a una mano le faltaba el dedo índice que fue reconstruido. Sobre la policromía había una tosca capa de pintura que fue cuidadosamente eliminada. Bajo esta policromía barroca -la que se conserva actualmente- apareció una preparación blanca bajo la cual esté probablemente la policromía primitiva. No fue eliminada porque no había garantías de obtener un buen resultado, dejando solo alguna zona al descubierto. También fueron eliminados los repintes del paño.
Tanto en la foto general como en la de detalle realizadas tras la restauración se aprecia la espectacularidad de la talla.
El año pasado al parecer la Capilla se abrió durante unos meses, aunque normalmente se encuentra cerrada. Ojalá se abra más a menudo y podamos acercarnos a conocer el antiguo Humilladero, de momento aunque con un poco de dificultad, se puede contemplar su interior a través de las rejas y los cristales de la puerta de entrada.
Merece la pena ir a ver la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, o de la Paloma, el magnífico Cristo Crucificado, y el diminuto oratorio, una joya en el corazón de Madrid.
No es raro encontrar a vecinos o paseantes que se paran unos momentos, se asoman y se santiguan, como en el pasado hicieran las personas que pasaban junto al Arco de Santa María y se detenían un rato antes de continuar su camino.
por Mercedes Gómez
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NOTA:
Mi más sincero agradecimiento a la Parroquia de San Ildefonso por su gran ayuda al permitirme consultar los valiosos documentos que conserva en su archivo relativos a la Capilla de Nuestra Señora de la Soledad sin la cual no hubiera sido posible completar este artículo.
Gracias también a mi querido amigo Churri que ha conseguido hacer unas fotos estupendas de la Capilla (y era muy difícil).
Queridos amigos:
Tenemos una buena noticia. Acaba de inaugurarse la nueva página web del Instituto de Estudios Madrileños, un proyecto magnífico que será un placer y una suerte poder ir conociendo.
Os copio la información que amablemente nos envía José Miguel Muñoz de la Nava Chacón, su Secretario General y prestigioso Historiador del Arte:
“Acaba de hacerse accesible al público la nueva página web del Instituto de Estudios Madrileños. A partir de estos momentos continuará desarrollándose, mejorando y ampliándose. Entre los contenidos a los que ya es posible tener acceso se encuentra el apartado “Publicaciones”, en el que ya hay colgados varios trabajos editados por el IEM, así como, en el subapartado “Anales”, los índices de todos los ejemplares aparecidos de Anales del Instituto de Estudios Madrileños y, de momento, el primer volumen completo (1966) y el último que acaba de aparecer, el LI (2011), por primera vez disponible en formato digital (y por primera vez en color).
También existe un apartado con las actividades del IEM (“Actividades y agenda”), otro (“Contacto”) por medio del cual quien lo desee puede contactar con el IEM y plantear sus dudas o sugerencias relacionadas con el Instituto o con temas madrileños y otro (“Suscripción”) en el que podéis consignar vuestros datos para que se os mantenga informados de las actividades del Instituto.”
Le damos las gracias a él y a todos los miembros del Instituto por su trabajo y por hacernos partícipes.
Podéis visitarla aquí: Instituto de Estudios Madrileños (*)
Saludos a todos.
Mercedes
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(*) Actualización 21 octubre 2019:
la nueva web del IEM es institutoestudiosmadrileños.es
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