You are currently browsing the monthly archive for julio 2013.
Hace cuatro años, a lo largo del mes de julio de 2009, recordábamos aquí la larga y azarosa Historia de la Iglesia y Hospital del Buen Suceso. A finales de junio se había inaugurado después de casi seis años de trabajos, conflictos y hallazgos arqueológicos, decíamos entonces, la Estación de Cercanías de Sol.
En una primera parte vimos la evolución desde sus orígenes en el siglo XV, su construcción en el siglo XVI a cargo de Francisco de Mora, sucesivas reformas y reconstrucción, hasta su derribo en el siglo XIX. Después, la construcción de una nueva iglesia en el barrio de Argüelles, obra de Agustín Ortiz de Villajos, que desgraciadamente también sería derribada en 1975. En una tercera parte visitamos la iglesia actual, construida en 1982. Y una cuarta y última en la que regresamos a la Puerta del Sol para contemplar los restos conservados en la Estación.
Comentábamos en la introducción que la exposición tras un cristal de parte de los restos de la antigua iglesia hallados durante las obras quizá representara el último capítulo del relato, al menos de momento. Sin embargo esta semana se ha abierto un nuevo y bonito capítulo.
El pasado martes el diario El País publicó la noticia de que las obras bajo el edificio del antiguo Hotel París destinado a albergar un centro comercial de una famosa marca tecnológica, cumpliendo con las obligadas excavaciones arqueológicas, han sacado a la luz los cimientos del antiguo hospital situado junto a la iglesia.
Según el director general de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid Jaime Ignacio Muñoz se consideró la posibilidad de “colocar paneles de cristal en el suelo para permitir la visión de los restos”, pero se descartó porque “carecen de excesivo interés desde el punto de vista visual, son pura cimentación, importa más la información que aportan sobre la forma de los muros”. Aun así, “permanecerán protegidos bajo el suelo de la tienda, aunque solo tengan interés como documentación histórica”.
Curiosamente, hace poco el alto cargo que decide sobre nuestro Patrimonio ha utilizado el mismo argumento para justificar que tampoco se van a mostrar los importantes descubrimientos realizados en Vicálvaro, donde además de una necrópolis visigoda se ha hallado un taller de sílex del Paleolítico inferior, de la Edad de Piedra.
En este caso, el director general afirmó que cubrir el yacimiento en lugar de abrir un museo “no es una cuestión de dinero”, “este lugar tiene un gran interés científico pero no visual”. “Es como una cantera, los antiguos habitantes venían a hacer las herramientas y se iban, por lo que un posible visitante solo vería piedras y arena, salvo que acuda con un arqueólogo que se lo explique” (la «negrita» es mía).
¿Que solo veríamos piedras…? La verdad, personalmente me parece un razonamiento extraño, incluso podría parecer que menosprecia un poquito a los posibles visitantes interesados. Aunque estaría bien si fuera posible, no parece necesario que cuando visitemos ruinas pertenecientes a cualquier resto histórico o artístico, no ya en Madrid sino en cualquier otro lugar del mundo, sea necesario llevar un Arqueólogo particular.
Volviendo a la Puerta del Sol, al día siguiente, ayer miércoles, el mismo periódico publicó una buena noticia: que los arqueólogos excavarán todo el subsuelo bajo el edificio del antiguo hotel con el fin de desenterrar los muros del hospital. El País incluyó un espléndido dibujo de la planta, marcando en rojo la zona excavada:
También publicó una preciosa fotografía mostrando parte de los restos hallados en el histórico sótano, ¿os parece que carecen de interés visual?.
El proyecto consiste en enterrar los muros bajo el suelo de la tienda, dibujar su trazado sobre el suelo y exponer algún panel con una “explicación didáctica”.
La explicación didáctica será muy bienvenida, pero también seguro que a muchos madrileños y visitantes nos encantaría poder contemplar ese sótano abovedado que esconde los restos del antiguo conjunto del Buen Suceso, pues pensamos que además de un indudable interés histórico y arquitectónico tiene un sugerente interés visual.
Por Mercedes Gomez
——–
Artículos anteriores:
Iglesia del Buen Suceso I (1590-1854).
Iglesia del Buen Suceso II (1854-1975).
Iglesia del Buen Suceso III (1975-2009).
Iglesia del Buen Suceso (y IV).
En el siglo XVIII la línea del cielo de Madrid estaba dibujada por las numerosas cúpulas de iglesias y conventos que se habían ido estableciendo en la Villa tras la llegada de la Corte en el XVI. En la preciosa Vista de la Villa y Corte desde el Camino de Alcalá conservada en la Biblioteca Nacional se contempla cómo era la ciudad en 1780 y su perfil de sur a norte, desde la Puerta de Atocha a la de Recoletos.
A pesar de que muchas instituciones religiosas fueron desapareciendo debido a la desamortización y a los cambios urbanísticos, algunas se mantienen y guardan sus patios y jardines aunque no se pueden visitar al tratarse de conventos de clausura. Santa Isabel, las Descalzas, la Encarnación… Entre los desaparecidos hay dos casos singulares en los que se ha conservado el jardín o al menos su espacio ajardinado, recuerdo del pasado. Uno es el Huerto de las Monjas que ya hemos visitado, ubicado en el lugar donde estuvo el Convento del Sacramento.
El otro son los Jardines de la Plaza de la Villa de París en terrenos del antiguo Monasterio Real de la Visitación de Nuestra Señora, más conocido como las Salesas Reales, fundado en 1748 por la reina Bárbara de Braganza, esposa de Fernando VI. La plaza fue construida sobre el antiguo Jardín Real o Jardín de la Reina.
Como se aprecia en los planos, fue el convento que alcanzó una mayor superficie. Ocupó el sitio nº 1 de la manzana 280 junto a la Puerta de Recoletos (ubicada a la altura de la actual plaza de Colón), entre la Ronda de la Cerca (hoy calle Génova) al norte, el paseo de Recoletos al este, al sur la calle de San Joseph (actual Bárbara de Braganza).

A.Montes. Vista exterior de la Puerta de Recoletos (1768) y tapia del Convento de las Salesas. (BNE)
El proyecto original, obra de François Carlier (1750), hijo del escultor y jardinero René Carlier, fue realizado por Francisco Moradillo. El Monasterio de las Salesas fue inaugurado en 1757. Un año antes el propio Moradillo había construido la cercana nueva Puerta de Recoletos, seguramente según proyecto de Carlier.
El conjunto estaba formado por el edificio del monasterio, la iglesia y los jardines. De los más de 750.000 pies cuadrados que ocupaba, 600.000 eran espacios verdes: un huerto, la huerta del convento, el jardín de secano, una pradera y el Jardín de la Reina, además de los dos claustros.
Frente al Cuarto Real o habitaciones de Bárbara de Braganza se situó el Jardín de la Reina, creado al estilo francés, de trazado geométrico y formado por parterres adornados por bordados y dibujos con setos separados por caminos de grava o de piedra. En la zona más próxima a la fachada había una fuente, en el centro del paseo que dividía el jardín.
Al este del Convento y del Jardín estaba el Huerto de árboles frutales que se extendía desde la calle San Joseph –hoy Bárbara de Braganza– hasta la Cerca –actual calle Génova– y la Huerta dedicada al cultivo de vegetales. En esta zona había dos ermitas y otras construcciones como la casita del jardinero, varios estanques, una pradera y arboledas junto a la tapia que servían de adorno y facilitaban la intimidad. Los grandes desniveles del terreno se salvaban mediante escalinatas de piedra.
El Jardín de Secano estaba ubicado al norte de la plaza de las Salesas. En el Claustro mayor había cuatro parterres con una fuente de mármol en el centro. Allí estuvo también la estatua de Fernando VI que había sido realizada por Olivieri para la Fuente del Rey de Aranjuez donde fue instalada en 1752. Al patio conventual fue trasladada nueve años después, reinando Carlos III.
El lugar debía ser bellísimo. Los jardines estaban adornados con templetes, pérgolas, placitas, bosquecillos, fuentes, estanques y norias. El agua tan necesaria para poder mantener tan gran extensión de terreno además del convento y las estancias reales, era suministrada por dos Viajes de Agua, el de la Fuente Castellana en su zona norte, y el del Bajo Abroñigal en su zona sur.
Al parecer uno de los motivos para la construcción de las Salesas por parte de Bárbara de Braganza fue la de poder disponer de un lugar de retiro en caso de que el rey falleciera y así quedar protegida frente a Isabel de Farnesio, la Reina Madre. La realidad fue que ella murió antes, en 1758, solo un año después de inaugurado el Convento, a los 47 años. Al año siguiente, a los 45 murió el rey Fernando VI. Ambos fueron enterrados en su fundación sin apenas haber podido disfrutarla.
Las monjas pertenecientes a la orden de San Francisco de Sales continuaron dedicadas a la educación de niñas nobles, que fue el otro motivo para la creación del convento. En 1870 se produjo su exclaustración y la conversión del edificio en Palacio de Justicia. Las religiosas se establecieron durante unos años en el Monasterio de las Salesas Nuevas en la calle San Bernardo 72, hasta que pudieron trasladarse a su nuevo Convento en la calle de Santa Engracia, en el Barrio de Almagro, donde continúan.
Por otra parte, en los años siguientes tuvo lugar un gran cambio urbanístico en toda la zona. Se abrieron las calles del General Castaños sobre el Jardín de Secano, y del Marqués de la Ensenada sobre el Huerto; la de Orellana se prolongó. Después, el Jardín de la Reina desapareció, y con él sus ermitas, fuentes, norias y estanques.
En 1884 se abrieron los Jardines de la Plaza –en aquellos momentos aún llamada Plaza del Palacio de Justicia–, instalándose la estatua de Fernando VI procedente del claustro. Entonces, con el fin de que su amada esposa Bárbara de Braganza le acompañara una vez más, se decidió la creación de otra estatua a ella dedicada, que realizó Mariano Benlliure.
La fuente del Patio fue trasladada al interior del edificio, siendo la actual una copia.
El 4 de mayo de 1915 un grave incendio destruyó casi todo el edificio, siendo su iglesia el único elemento original que se salvó.
El edificio, reconstruido, es actualmente la sede del Tribunal Supremo.
Los Jardines de la Plaza de la Villa de París reciben este nombre desde 1905 cuando se produjo la visita del Presidente de la República francesa Monsieur Émile Loubet.
De titularidad municipal, están formados por dos grandes espacios terrizos que ocupan 7.599 metros cuadrados. En el centro de cada uno de ellos se encuentran las mencionadas estatuas de Fernando VI y Bárbara de Braganza. Igual que antaño, unas escaleras sirven para salvar el gran desnivel que existe entre el parque y la calle Marqués de la Ensenada.
En 1976 se proyectó la construcción de un aparcamiento subterráneo, lo cual provocó bastante preocupación por el futuro de la plaza que reflejó la prensa de entonces. La plaza se conservó.
Rodeada por un paseo arbolado, aunque los dos espacios centrales apenas gocen de sombra, no deja de ser un oasis libre de granito entre las plazas actuales madrileñas, con sus bancos y su fuente de hierro que proporciona agua fresquita.
Según el Plan General de Ordenación Urbana, entre los Parques y Jardines de Interés los Jardines de la Plaza de la Villa de París tiene el máximo nivel de Protección, Nivel 1, al ser considerado un Elemento Urbano Singular, de Interés Histórico-Artístico.
Por su parte la Plaza de las Salesas se convirtió en otro bonito jardín, de Interés Histórico.
Además de hermosos árboles, una fuente para beber y bancos de piedra, en este parque hay dos monumentos, el busto de bronce del filósofo Rousseau, réplica moderna del original de Pradier del siglo XIX que se encuentra en Ginebra. Y un grupo escultórico sobre el césped con una inesperada inscripción en su pedestal que pide inculcar a los niños el amor a la Poesía.
Finalmente, a espaldas del antiguo Convento se encuentra la iglesia, actual Parroquia de Santa Bárbara, en cuya lonja frente a la fachada principal existe otro bello jardinillo.
Dos magnolios a cada lado del paseo central y otros árboles acompañan a las flores de varias especies, rosas, hortensias… que adornan la entrada al antiguo templo.
Recorriendo estas calles y rodeando los caminos que delimitaban el Monasterio hace más de doscientos cincuenta años comprobamos su gran extensión, evocamos sus espacios verdes e imaginamos cómo pudo ser la lujosa y exquisita posesión real. Y aunque hayan desaparecido los juegos de agua, los árboles frutales y los mármoles de los pilones, hoy podemos disfrutar de un agradable paseo por los jardines que actualmente adornan y refrescan este elegante barrio de las Salesas.
por Mercedes Gómez
—-
Bibliografía:
E. Rodríguez Romero. El Paisaje de la Clausura. CEU ed. Madrid 2012.
Teodoro Martín. El jardín de las salesas Reales. Real Centro Univ. Escorial-María Cristina, 2011.
Ayuntamiento de Madrid.
Planimetría de Madrid.
J. Gómez Renovales. Las Salesas Reales. La Esfera. 15 mayo 1915.
Hoja del Lunes. 26 julio 1976 y 24 octubre 1977
Cildo Meireles, nacido en 1948 en Río de Janeiro, está considerado uno de los más notables representantes del Arte Conceptual, en el que la idea es más importante que la forma, el concepto que el objeto. No importa tanto la belleza como lo mental. Su origen lo encontramos en los comienzos del siglo XX con el movimiento Dadaísta, Tristán Tzara, y por supuesto Marcel Duchamp, que pusieron en duda todo lo referente al arte tradicional afirmando que una idea era suficiente para convertir cualquier cosa en arte.
Aunque el artista brasileño, a pesar de que reconoce haber creado obras conceptuales y haber participado en exposiciones de este tipo, cree que no lo es en un sentido riguroso. Opina que llegó un momento en que esta expresión artística se volvió muy teórica y aburrida, y él tomó otros caminos. De todas formas continúa utilizando las cosas que le gustan del arte conceptual, lo intelectual, la limpieza… dice que con lo mínimo se puede hacer todo. Para crear a veces no hace falta casi nada.
En 2008 Meireles obtuvo el Premio Velázquez de Artes Plásticas, por ese motivo (cinco años después, tras las muestras que se le han dedicado en estos años en la Tate Modern de Londres y el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona entre otros lugares) se ha presentado una exposición retrospectiva de su obra en el precioso Palacio de Velázquez, en El Retiro.
Hemos comentado en otras ocasiones lo importante que es el espacio elegido para una exposición, muchas veces se convierte en un elemento más. El Palacio de Velázquez es tan amplio y tan luminoso que es un escenario perfecto para la obra de Meireles.
Nada más entrar nos encontramos con El murmullo del mar. Un muelle de madera sobre las olas formadas por las hojas azules de diecisiete mil libros con sus escaleritas invita a sentarse y pensar. Leemos en el folleto recogido en la entrada que “desde finales de los años 60 Cildo Meireles ha desarrollado en su trabajo nuevas posibilidades de redefinición del arte conceptual, partiendo de una relación con la experiencia sensorial del espectador…»
Desde muy joven tuvo la «preocupación por dejar que el arte se relacionara con el espectador y que éste lo complementara».
Una parte del público simplemente parece divertirse y se hacen fotos como si estuvieran visitando monumentos o estuvieran en la playa de verdad.
Entre sus creaciones más antiguas se exponen sus Inserciones en circuitos ideológicos, Proyecto Cocacola y Proyecto billete, realizadas en 1970. Botellas y billetes en los que ha escrito frases y luego vuelve a poner en circulación. Sobre todo los billetes fueron de mano en mano durante mucho tiempo.
La actividad de los visitantes genera escenas diversas que en cierto modo de pronto nos recuerdan una de las manifestaciones que surgieron del arte conceptual a partir de los años 50 del pasado siglo XX, el happening, street art, o teatro de guerrilla. Esta expresión artística implicaba una participación del público en las acciones provocadas por los artistas, participaciones improvisadas y por lo tanto efímeras. Acciones que no pretendían reflejar la realidad, según los propios protagonistas afirmaban, sino sustituirla.
Como ahora, cuando alguien, ingenioso y participativo, finge coger con las manos La esfera invisible que se supone está sobre un cubo de aluminio en medio de la sala, recogiendo a su modo la propuesta del artista.
Entreviendo (1970-1994) es quizá la obra que obtiene un mayor “éxito” entre el público, todo el mundo quiere entrar y ser fotografiado, aunque la propuesta del autor va más allá… La obra de Cildo Meireles invita a participar, a sentir.
Una de las creaciones quizá más explícitas de este artista al que muchos califican de comprometido con la realidad social, es Olvido, una tienda de campaña indígena hecha a base de aproximadamente 6.000 billetes de países americanos, situada sobre 3 toneladas de huesos de buey rodeados de 69.300 velas.
Otra de las más sugestivas es la dedicada a su hijo Pedro Ariel Meireles. Unos monitores emiten unas imágenes extrañas entre madera, tinta acrílica sobre tela y piedras.
Enfrente, Amerikkka (1991-2013), donde sobre 20.050 huevos de madera pintada con laca de poliuretano penden 76.150 impactantes balas.
Una sorprendente Ocasión (1974-2004) es la que encontramos en una sala de espejos que prolongan la imagen hasta el infinito: en el centro una palangana está llena de dinero, estamos solos, ¿qué significa esto?.
La solución está en la sala contigua…
En fin, son solo algunos ejemplos entre las muchas ideas y experiencias propuestas por Cildo Meireles que podemos encontrar en esta exposición instalada en el corazón de El Retiro.
Por Mercedes Gómez
—–
Palacio de Velázquez en El Retiro (Museo Reina Sofía)
Cildo Meireles
Hasta el 29 septiembre 2013
http://www.tendenciasdelarte.com/pdf/abril09/meireles.pdf
El Cultural 24 mayo 2013.
El País
Comentarios recientes