Una vez más, volvemos al Madrid más remoto y emocionante, el que nació cerca del agua, en las laderas de los cerros a ambos lados del antiguo Arroyo de las Fuentes de San Pedro, el arroyo-matriz, Matrice, según la teoría de Oliver Asín, como ya hemos comentado en alguna ocasión, que pudo ser el origen del nombre de Madrid. El arroyo que con el tiempo se convirtió en la calle de Segovia.
Recorremos hoy los escarpados terrenos entre la calle del Sacramento y el gran Barranco, surcado por callejuelas y antaño, seguramente, callejones sin salida, conformando uno de los rincones madrileños que mejor conservan el trazado medieval.
Desde la Plaza de San Salvador –hoy de la Villa– dejando atrás el primer tramo de la calle del Cordón caminamos hacia la plaza del mismo nombre y bajamos las escaleras que hoy suavizan el descenso y muestran el enorme desnivel, sin duda más acusado en el pasado. Al parecer por aquí pasaban los presos de la Cárcel de Villa que existió al menos desde finales del siglo XV en la cercana plaza, para recibir su castigo. En el siglo XVIII era conocida como calle de los Azotados.
Las callejas, los solares, los edificios… se fueron adaptando a la forma de los tortuosos caminos de tierra, hoy convertidos en recoletos rincones.
Abandonamos la calle del Cordón que continúa estrecha hacia la de Segovia y tomamos la calle del Conde para dirigirnos a nuestro destino: la plaza de San Javier.
Más que una plaza es un descanso en el camino de la a su vez diminuta calle del Conde, un entrante de la manzana 181 frente a la 179, señalado en la Planimetría en el siglo XVIII ya como Plazuela de San Javier.
Recibe este nombre, cuenta Pedro de Répide, debido a que allí existía una casa propiedad de la Compañía de Jesús que en su fachada tenía una imagen de San Francisco Javier, el jesuita apóstol de las Indias. Pero la plaza es muy antigua pues, aunque sin denominación, aparece en el plano de Texeira.
Es tan pequeña que solo tiene dos números.
El nº 1, no señalado, es la fachada trasera del edificio construido en el lugar donde estuvo el palacio de Revillagigedo, ocupado por dependencias municipales, que tiene su entrada principal por la calle del Sacramento. Una lápida del Ayuntamiento recuerda que allí vivió durante diez años el escritor Eugenio D’Ors.
Los otros dos lados son el nº 2, uno de los edificios de viviendas más antiguos de la villa, con bellos dinteles de piedra y ecos del siglo XVII en sus fachadas.
El inmueble tiene entrada también por la calle del Rollo nº 7 en cuyo umbral figura la inscripción 1724, aunque el origen y algunos elementos son más antiguos. Fue una casa palacio construida entre 1610 y 1625, convertida en casa de corredor un siglo después, cuando se acometió su primera gran reforma, dicho año de 1724.
Corresponde a la Casa nº 2 de la Manzana 181 que, efectivamente como cuentan los cronistas, pertenecía al Colegio Imperial de la Compañía de Jesús.
La última gran reforma se llevó a cabo entre los años 1991-1995, una de las varias realizadas en esa época en el casco histórico por la Empresa Municipal de la Vivienda de Madrid, a cargo del arquitecto Juan López Jaén.
Según la Guía del Colegio de Arquitectos, el edificio estaba muy deteriorado debido entre otras cosas a la existencia de galerías subterráneas que fueron utilizadas en la Guerra Civil y a las humedades. El espacio interior fue modificado, hoy ocupado por veinticuatro viviendas y tres locales distribuidos en torno a un patio central con corredor. Se respetaron la estructura y los materiales.
Aún más antigua es la historia del solar. Durante las excavaciones arqueológicas correspondientes, nos cuenta Daniel Pérez Vicente, aparecieron restos islámicos en un silo reutilizado como basurero antiguo. El relleno que colmataba el silo se caracterizaba por la presencia de materiales cerámicos y óseos. Se ha conseguido fechar este conjunto por su tipología y se podría encuadrar entre los siglos XI y XII.
Antes de 1990 el profesor Montero Vallejo contaba que había tenido ocasión de ver un murallón que le parecía excesivo para tratarse de una mera cimentación, y se preguntaba si tendría relación con el recinto intermedio, la medinilla, rodeada de una hipotética segunda muralla árabe de la que ya hemos hablado aquí.
La plaza se abre frente al nº 3 de la calle del Conde.
Allí existió un famoso mesón, el Mesón de San Javier, visitado por Luis Candelas, dicen.
El origen de esta casa se remonta al siglo XVI siendo modificada la fachada en los siglos XVII y XVIII. Se cree que aquí vivió el Aposentador de Felipe II, y no sería de extrañar pues este barrio próximo al Alcázar Real desde muy pronto acogió personajes muy cercanos al monarca.
En 1949 el mesón fue reformado por el arquitecto Enrique Luchetti y convertido en restaurante. Algunas pinturas murales recreaban su historia y sus leyendas. Nuevamente según el Profesor Montero Vallejo, que estudió la zona y nos dejó sus hallazgos para siempre, la primera posada fue instalada donde antes estuvo el zaguán.
Otra anécdota mencionada por todos los autores al referirse a esta plazuela es que en ella se desarrollaba parte de la famosa zarzuela Luisa Fernanda.
En los siglos X y XI en aquel Mayrit extramuros los accesos al Barranco no debían ser muchos ni fáciles. La calle del Conde quizá fue abierta en algún momento siguiendo el abrupto terreno, en un intento de llegar al Arroyo de San Pedro.
Desde la plazuela de San Javier hoy continúa su camino ayudada por nuevos tramos de escaleras tras cruzar la enigmática calle del Rollo para llegar a la de Segovia.
En estas callejuelas no busquemos valiosos monumentos ni grandes edificios, pero en sus sencillas construcciones y misteriosos muros guardados en algunas de ellas hallaremos las huellas del Madrid más antiguo.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
M. Montero Vallejo. Madrid musulmán, cristiano y bajo medieval. Ed. Avapiés. Madrid 1990.
Daniel Pérez Vicente. Excavaciones arqueológicas en el Madrid islámico. En Testimonios del Madrid Medieval. El Madrid musulmán. Museo de San Isidro Madrid 2004.
G. Fernández-Shaw. El “mesón de San Javier”. Cortijos y Rascacielos. 1949, nº 53.
17 comentarios
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19 agosto 2013 a 21:39
Maríarosa
Es un precioso rincón de Madrid, para pasearlo una noche de verano y a la luz de las farolas creer ver a Luis Candelas entrar en el Mesón…mientras cantamos por lo bajines “¡Cuanto tiempo sin verte Luisa Fernanda!…” Gracias por la evocación y por traerme bonitos recuerdos.
19 agosto 2013 a 22:50
Mercedes
Sí que es precioso, Maríarosa, un paseo delicioso el que describes… gracias a tí por acompañarme en este caluroso y casi solitario agosto madrileño.
19 agosto 2013 a 23:55
Pablo Jauralde Pou
Excelente; hay que volver a recorrer esos lugares, ahora con mejor conocimiento, gracias a tus explicaciones, Mercedes.
20 agosto 2013 a 16:27
Mercedes
Gracias, Pablo. Es un paseo fascinante, espero que lo disfrutes, y quizá te inspire…
Un beso
20 agosto 2013 a 00:48
Antonio Iraizoz
Hola Mercedes,
Es un rincón absolutamente evocador que, quien no la haya pisado, creo que no conoce realmente Madrid. Me parece muy acertada la última frase acerca de misteriosos muros y la huellas del Madrid más antiguo. Resume perfectamente el alma que tiene toda esta zona.
Un abrazo.
20 agosto 2013 a 16:35
Mercedes
Hola Antonio, muy bien expresado, esa zona tiene “alma”, se respira por los rincones.
Creo que esos muros se deberían estudiar seriamente, aunque ya se que no son buenos tiempos. En fin.
Gracias y abrazos
20 agosto 2013 a 09:28
Guerra Esetena
Hola Mercedes:
Nadie como tú sabe transmitirnos la esencia de aquel primitivo Madrid, donde nació nuestra ciudad. A pesar del enorme crecimiento urbano, lo sorprendente es que estos rincones aún mantengan su trazado medieval.
Un abrazo, Jesús
20 agosto 2013 a 16:42
Mercedes
¡Gracias Jesús!
Dice el profesor Montero Vallejo que la zona “se salvó” de las mejoras de finales del XVI, las que acometió Felipe II hacia 1570, gracias a eso quizá aún existen esos muros antiguos. Al mantener sus caminos tan tortuosos se fue construyendo sin alterar las manzanas… hasta hoy.
Un abrazo
21 agosto 2013 a 22:14
Kapa
Hola Mercedes. Gracias por le entrada, como siempre muy documentada e interesante. Conozco algo el edificio del nº1 ya que he colaborado con una empresa que tiene su oficina en el sótano. El local tiene forma de L y techo abovedado, además de pequeñas cavas laterales, abovedadas también que se usan como almacenes. En el ángulo de la L existe un paño de muralla de unos 4×3 metros que podría ser continuación de la que mencionas que apareció en el número 2 ya que discurre paralela a la fachada de ese inmueble. Gracias por compartir estos detalles del Madrid antiguo.
21 agosto 2013 a 23:02
Mercedes
Hola Kapa, muchas gracias a tí por tu comentario, es muy interesante lo que cuentas. Debe ser bonita esa oficina… ¿sabes si se puede ver?
Está claro que estas calles y estos edificios esconden más tesoros de los que imaginamos.
29 agosto 2013 a 16:56
Kapa
Hola Mercedes,
Acabo de ver tu comentario porque he estado unos días desconectado totalmente, algo muy necesario en vacaciones. Creo que no tendrás problema en ver la oficina si vas por alli un día. Te doy los datos a través del correo para que puedas ponerte en contacto con ellos.
Saludos.
29 agosto 2013 a 19:06
Mercedes
Muchas gracias, Kapa,
¡espero hayas disfrutado de tus vacaciones!
Saludos
22 agosto 2013 a 11:56
josamez
Hola Mercedes. Ya de vuelta, comprobare si me he perdido alguno de tus post anteriores. Toda esta zona es misteriosa en si, yo creo que debido a la estrechez de sus pasajes, no me extraña que Luis Candelas andase por allí.
Pasear por ese Madrid, es especial.
Un saludo.
22 agosto 2013 a 19:46
Mercedes
Hola José, bienvenido, me alegro de tu vuelta, espero que hayas tenido unas buenas vacaciones.
¡Saludos!
24 septiembre 2013 a 10:44
Pablo Jauralde Pou
Se me ha borrado –por incapacidad informática– un largo comentario anterior, pues ayer pasee toda la zona, desde Vistillas hasta Puerta Cerrada, recorriendo portales galdosianos y admirando cielos velazqueños… Pero el resumen era el mismo: el interés y la gracia de todo esa zona. Y sí, me inspiró, porque me senté un buen rato en la plaza de Gabriel Miró.
24 septiembre 2013 a 20:29
Mercedes
Pablo, ¡qué pena! perderme tu largo comentario sobre tan bello paseo, pero a veces la informática nos gasta esas bromas, qué rabia. Te agradezco que hayas insistido.
Espero que expreses esa inspiración en otra ocasión o artículo.
Un beso
14 diciembre 2020 a 22:33
El Madrid islámico (siglos IX-XI) en los museos madrileños | Arte en Madrid
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