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José Cano Martínez, descendiente de un constructor de carros, en los comienzos del siglo XX era proveedor de lienzos y bastidores para pintura; la madera era el material que mejor conocía.
Joaquín Sorolla era pintor y le gustaba elegir y a veces diseñar los marcos para sus obras.
A lo largo de su vida Sorolla tuvo relación con varios talleres en Sevilla y en Madrid. Quizá en búsqueda de alguien que conociera bien el oficio y diera forma a sus proyectos, entró en contacto con Cano con quien inició una fructífera colaboración.
Animado y apoyado por Sorolla, en 1907 Cano fundó en Madrid el Taller artesanal Cano. Entre otras cosas, juntos diseñaron un modelo de estilo clasicista con estrías que se puede ver en la Casa-Museo Sorolla.
Además, cuenta Fabiola Almarza en Los marcos tallados del Museo Sorolla, José también suministraba a Joaquín otros marcos sencillos sin ningún tipo de talla y otro modelo basado en el barroco sevillano.
Tras la muerte de José Cano en 1922 –Sorolla murió al año siguiente–, a lo largo de tres generaciones su familia continuó el trabajo artesanal, tallando la madera y aplicando los mismos cincelados, bruñidos, policromías… que antaño.
En la actualidad, en la calle Moreto nº 13 esquina Alberto Bosch, casi frente al Museo del Prado, se encuentra la tienda-museo Cano 1907, que alberga una parte de la Colección, formada por más de ochocientos modelos de los que aquí se exponen unos cien.
Su función es delimitar y resaltar las obras pero los marcos también reflejan la historia de la Pintura; las técnicas de enmarcación tienen su propio lugar en la historia del Arte. Esta visión historicista es la que aplica el Taller Cano para crear el marco más apropiado para cada cuadro.
Aquí podemos contemplar ejemplos de los diferentes estilos artísticos, desde los primeros marcos exentos medievales. Las exquisitas tallas románicas con sus dorados al agua con pan de oro; los tabernáculos góticos, arquitecturas perfectas con arquitos, pilastras y columnillas.
En el siglo XVI las grandes influencias fueron italiana y flamenca, sin embargo en el XVII, durante el reinado de los últimos Austrias, igual que en la pintura o la literatura, el marco de Estilo Español vivió un siglo de oro.
Destacados museos, algunos palacios como el de Liria, y dueños de importantes colecciones pictóricas son clientes de esta casa. Numerosas obras expuestas en el Museo del Prado han sido enmarcadas por Cano, una de ellas es la gran pintura de Velázquez, La Familia de Felipe IV o Las Meninas, enmarcada en ébano rizado. Una muestra se puede ver sobre una mesita en el centro de la estancia.
En el siglo XVIII con los Borbones llegó la influencia francesa, bajo la cual los marcos tanto de cuadros como de los espejos que adornaban los palacios reales adquirieron un gran barroquismo. Durante el reinado de Carlos III se introdujo en España la moldura italiana. Finalmente, la Corte de Carlos IV adoptó el neoclasicismo.
En el siglo XIX predominó un mayor eclecticismo, conviviendo los marcos más complicados de estilo isabelino con otros más sencillos. El marco, como la pintura, a lo largo de los siglos también ha reflejado la situación social de nuestro país. Ya no eran solo los nobles los clientes de este tipo de artesanía, la clase burguesa comenzó a decorar sus viviendas con pinturas y retratos.
En fin, igual que otras artes decorativas artesanales, las enmarcaciones de madera tallada y ornamentada reflejan la evolución de los estilos artísticos y de la sociedad, y son en sí mismas bellas obras de arte.
En el valioso y singular Museo Cano 1907 descubrimos no solo la importancia de la enmarcación, sino la complejidad del oficio, desde el boceto previo hasta la pátina final.
Saber cómo se consigue el dorado al agua, el bruñido con piedra de ágata… la cantidad de sustancias y útiles necesarios para conseguir el acabado deseado, la dificultad del ensamblado de las piezas…
Muchas gracias a Isabel Cantos-Figuerola y Paz Jusdado que de 11.00 de la mañana a 19.30 de la tarde atienden el local y con gran amabilidad y entusiasmo nos explican la historia del taller y muestran el pequeño museo ayudándonos a conocer un mundo nuevo y fascinante, el arte de la enmarcación.
Por Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Cano 1907. Marcos de Museo
María Pía Timón. El marco español en la historia del arte. Madrid 1998.
F. Almarza. Los marcos tallados del Museo Sorolla. Pieza del mes. Septiembre 2012.
R. Fraguas. De paseo por las esquinas del Arte. El País 20 agosto 2013.
El sábado pasado volví a atravesar “el pasadizo”, desde la Corredera hasta Fuencarral, casi como cuando era pequeña, encontrando cosas sorprendentes.
Cuando en junio de 2009 lo visité después de bastantes años y escribí un breve artículo sobre este lugar, recuerdo de infancia, casi vacío y olvidado, el Pasaje Mutualidad, el “Pasadizo”, no pude imaginar que cuatro años después abriría sus puertas al arte.
Aquella otra mañana de sábado aún continuaban abiertas las tiendas de bolsos y maletas, al principio, y de ropa, al final, llegando a Fuencarral. Ambas cerraron poco después. En la actualidad solo subsiste la relojería. Pero ya entonces el aspecto del pasaje era triste, un poco fantasmal, con las paredes pintarrajeadas y sin apenas visitantes.
Hoy día el barrio continúa con su actividad habitual pero el Pasaje Mutualidad ha cambiado, aunque solo sea durante un mes ha recobrado la vida, la alegría de ver pasar, pasear, a los vecinos y curiosos en general. Hasta el próximo 20 de octubre acoge una muestra de arte contemporáneo, organizada entre otros organismos por la Embajada alemana en Madrid, se titula Espacio + Identidad.
El filósofo alemán Walter Benjamin está presente a lo largo de todo el recorrido, con sus pensamientos y frases de su Libro de los pasajes.
Los pasajes son cruceros no solo de transeúntes y cosas sino de pensamientos y voluntades… Y eso es lo que encontramos con sorpresa, personas paseando, pensando, escuchando, hablando de arte… observando obras de todo tipo, instalaciones, videos, fotografía, pintura… leyendo textos que invitan a la reflexión… y todo lo que uno quiera encontrar.
La desaparecida tienda de bolsos, de la que solo subsisten sus letreros dorados y azules, está ocupada por cerámicas, y sus antiguas vitrinas por diversas obras de arte conceptual y libros de artista.
Además, las actividades programadas (talleres, conferencias…) convierten al pasadizo en lugar de encuentro e intercambio.
La plaza central hoy muestra un aspecto mucho más alegre y limpio que hace cuatro años.
Cada local ofrece algo distinto. La Peluquería, la Óptica… En el antiguo Hogar Canario las fotografías de las cocinas de La Laboral de Gijón (orfanato minero hoy convertido en centro de arte, inaugurado en los años 50 igual que nuestro Pasadizo) crean un nuevo e inquietante espacio; la mezcla de las verdaderas paredes y escaleras con las fotografiadas convierten el lugar en un inmenso trampantojo por el que es posible deambular.
Los artistas no solo nos proponen atravesar el pasaje sino detenernos en cada recoveco, entrar en los locales, … el espacio, el edificio, juega un papel importante, se convierte en parte de las obras expuestas.
Las flechas nos invitan a continuar, entrar en lugares inesperados y no pasar de largo.
Así el edificio se convierte en otro protagonista, nos permite asomarnos a los patios y bajar a sus sótanos.
Otro de los textos más sugerentes es el elegido por la artista Antonia Valero para presentar su Cantata silenciosa:
“Es posible que el paseo sea la forma más pobre de viaje, el más modesto de los viajes. Y sin embargo, es uno de los que más decididamente implica las potencias de la atención y la memoria, así como las ensoñaciones de la imaginación …l”. (Miguel Morey, Kantspromenade. Una invitación a la lectura de Walter Benjamin).
Después de ver obras muy diferentes entre sí volvemos a la animación del pasaje central.
A cada uno de nosotros unas propuestas nos pueden gustar, otras no, algunas nos pueden sugerir cosas, o no, todo es posible. Pero de lo que no cabe duda es que, como leemos en el folleto, no se trata de objetos decorativos sino que tratan de hacernos ver que “ocupar el espacio y la vida de otra manera es todavía posible”. Y que el pasadizo ha salido del olvido.
Por Mercedes Gómez
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Espacio + Identidad
Hasta el 20 de octubre
Horario: J-D 11-14 h. y 17,21 h.
El Parque de Bomberos de Vallecas se encuentra en la calle de Pío Felipe.
El Tío Pío o Tío Felipe al parecer vivía en Vallecas antes de que en 1950 el pueblo fuera anexionado a Madrid. Como sucedió con otros personajes habitantes de estos barrios, generalmente propietarios de terrenos en aquella época, dio nombre a una carretera. Allí tenía su corral donde acumulaba los objetos, las chatarras que iba recogiendo entre las basuras y que luego vendía. La calle, que ya figuraba en el callejero madrileño de 1958, actualmente está rodeada de alegres jardines.
Pío Felipe, el Tío Pío, dio nombre también a uno de los cerros de este barrio hoy convertido en un bonito parque. Desde allí se contempla todo Madrid.
Frente al Cerro del Tío Pío se encuentra el parque de bomberos.
Son tan bellas las vistas desde aquí que fue el lugar elegido por el pintor Antonio López para realizar su cuadro encargado por la Comunidad de Madrid destinado a adornar el edificio de la Asamblea o parlamento autonómico ubicado en tierras vallecanas. Desde 1990 a 2006 en que fue instalado, allí acudía muchos días el artista, a pintar Madrid desde la Torre de los Bomberos de Vallecas.
El cuadro que está en la Asamblea ha viajado en varias ocasiones a otras ciudades, y hace dos veranos pudimos contemplarlo en la exposición del Museo Thyssen.

A. López. Madrid desde la torre de bomberos de Vallecas, 1990-2006. Óleo sobre lienzo. 250 x 406 cm.
La extraordinaria pintura de Antonio López nos muestra Madrid bajo un sol abrasador, visto desde un lugar distinto al habitual, una imagen dura en cierto modo. Él mismo ha dicho que es “su versión más crítica de la ciudad”.
Ese Madrid afectado por los incendios desde los tiempos más antiguos, ya en la Edad Media eran frecuentes. Al principio el agua de los pilones de las fuentes era el único remedio que había para apagarlos; luego se instalaron aljibes en algunas zonas, los primeros en la Plaza Mayor. En el siglo XVI se intentó buscar una solución al grave problema creando el primer cuerpo de bomberos y adquiriendo materiales útiles, como cubetas de cuero, aguatochos o jeringas grandes, escaleras largas, etc. Las campanas de las iglesias avisaban a los carpinteros y alarifes para que acudieran cuando el incendio se producía.
A los pies de la Torre, con entrada por la calle Boada, se encuentra el pequeño y curioso Museo municipal de Bomberos, abierto al público en 1982.
Allí leemos el Acta de creación del Cuerpo de Bomberos del Ayuntamiento en 1577, y conocemos su historia en la lucha contra el fuego. Desde los primeros carpinteros nombrados Matafuegos en los comienzos del siglo XVII hasta la creación del cargo de Maestro bombero en el XVIII. Recordamos los incendios más antiguos y los más recientes, en los que algunos profesionales perdieron la vida intentando salvar la de los demás, como la tragedia de los Almacenes Arias en 1987 en la calle de la Montera.
Fotografías, medios de extinción de todas las épocas, comunicaciones, uniformes, cascos, hasta algunos juguetes… todos los aspectos del servicio de bomberos están presentes. Una de las secciones más vistosas, que gusta mucho a los niños, es la de Vehículos. El más antiguo es de finales del siglo XIX.
Gracias a las matrículas de los automóviles comprobamos la evolución de los «coches de bomberos».
Como indica el cartel de la entrada, el Museo de Bomberos –igual que la pintura de Antonio López–, nos cuenta Otra historia de Madrid que merece la pena conocer.
Por Mercedes Gómez
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Calle Boada, 4.
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