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En los comienzos de este mes de marzo visitamos el Huerto del Retiro, situado en el extremo sur del parque, junto al Real Observatorio, dentro del conjunto originalmente formado por el Vivero, un Almacén y Talleres; construido a finales del siglo XIX, comienzos del XX, sobre una antiguo plantío de almendros que aparece representado en el Plano de Madrid de 1866, junto al Olivar de Atocha.
Fue creado como zona de servicios separada del parque, rodeada por una tapia de la que se conservan algunos tramos, como ya vimos.
Desde el Huerto se veían algunos de los invernaderos que desde entonces apetecía visitar… este mismo mes de marzo he tenido la suerte y el placer de asistir a las XI Jornadas Viejos Jardines, nuevos Parques, organizadas por La Casa Encendida, dedicadas al viverismo y la producción de plantas. Charlas, reflexiones, debate y visitas a los jardines históricos y los parques urbanos, esos espacios tan bellos como necesarios. Un lujo.
Este año ha sido el turno de El Retiro, el Parque de la Cuña Verde de La Latina, los Jardines del Templo de Debod y el Real Jardín Botánico Juan Carlos I en Alcalá de Henares.
El lunes 16 a las 19,00 h comenzaron las Jornadas. La primera conferencia fue sobre el Vivero de Estufas del Parque de El Retiro, a cargo de Javier Spalla, director de los Viveros municipales.
Conferencia
La conferencia fue una delicia. Para empezar asistimos a un breve recorrido por los viveros europeos y los viveristas más notables. Uno de los más importantes es el Jardín Serres d’Auteuil, en el Bois de Boulogne, París, cuyos invernaderos están en peligro debido a la intención de ampliar las pistas de tenis de Roland Garros a su costa. La prensa francesa se ha ocupado estos días del problema.
En Madrid los primeros promotores fueron en los siglos XVIII y XIX la Casa Real y el Ayuntamiento. Luego hubo personajes, en su mayoría nobles, que impulsaron el viverismo y fueron propietarios de invernaderos (el duque de Fernán Núñez, el marqués de Salamanca, el marqués de Bedmar –recordemos la Quinta de Torre Arias-, los duques de Alba, etc.), así como otros viveros privados, desaparecidos, entre ellos el de la familia Spalla, que estuvo situado en la calle de López de Hoyos.
Y por supuesto, el Real Jardín Botánico, que a lo largo de su historia fue, y sigue siendo, de vital importancia en este arte.
Es obligado mencionar otro de los invernaderos conservados en Madrid, en el propio Parque del Retiro, el Palacio de Cristal, obra maestra de la arquitectura del hierro.
Finalmente Javier Spalla nos habló de su familia, ilustre familia de viveristas. Desde su bisabuelo Alfonso Spalla que llegó a Madrid en 1875 procedente de Italia, luego su abuelo y su tío abuelo continuaron el oficio; su padre Gabriel, y sus tíos Alfonso y Julio Spalla Celemín, lamentablemente fallecidos los tres. Actualmente, además del propio Javier, sus dos hermanos y tres primos siguen dedicándose a la jardinería.
La visita al Vivero
Fue el lunes siguiente día 23, guiada por el mismo Javier Spalla. Hacía frío y llovía, pero todo lo que veíamos y escuchábamos era tan atrayente que, creo, todos disfrutamos mucho.
Son 23 invernaderos de hierro y cristal, la mayor parte de ellos de gran valor histórico y artístico, ubicados en unas instalaciones que ocupan más de 3,5 hectáreas.
Aprendimos muchas cosas sobre las plantas, las tareas que se desarrollan en el vivero, qué eran las orangeries, las estufas, las cajoneras, cómo funcionan hoy día los invernaderos… el objetivo siempre es conseguir el calor o nivel de luz necesario para que las plantas crezcan en un entorno favorable. Qué eran los zarzos, o esteras de paja que colocadas sobre los invernaderos protegían a las plantas del frío. Etc.
El primer invernadero que visitamos, la Estufa nº 1, data probablemente de los comienzos de siglo XX, hoy dedicado al Museo, el museíto, como lo llaman sus creadores, una encantadora y valiosa exposición permanente sobre la Jardinería Tradicional en Madrid.
Cada detalle transmite sencillez, la de las cosas bien hechas, “a mano” y con mucho cariño.
A ambos lados del invernadero, una serie de paneles explican la historia de la jardinería y de los viveros madrileños.
En el centro, objetos que narran la historia de la jardinería y sus jardineros, muchos del propio Retiro, pero no únicamente. Vemos una máquina de los terrenos de labor que servía para triturar y una carretilla de madera, ambas llegadas desde la Quinta de Torre Arias.
Útiles donados por los jardineros o procedentes de otros jardines, como un viejo rastrillo de la Fuente del Berro.
Unas vitrinas de cálida madera guardan herramientas de todo tipo. Cada objeto está identificado por una etiqueta escrita a mano.
El pequeño museo es un canto a los trabajadores de las Estufas y a los jardineros municipales en general, a los que nosotros aquí en este blog ya quisimos rendir nuestro pequeño homenaje.
Ahora hay especialidades diversas, arquitectos paisajistas, jardineros, floristas, empresas de desinfección, viveristas, etc. Como escribe Carlos Sala, “el antiguo jardinero lo hacía todo, ponía sus esquejes, cuidaba los invernaderos, plantaba y cuidaba los jardines, se preparaba sus tierras, luchaba contra los caracoles y pulgones, hacía sus ramos de novia…”
Pero no solo este invernadero, todo el recinto en su conjunto es un Museo, felizmente vivo, de la jardinería tradicional madrileña. Se conservan muchos de los invernaderos más antiguos, algunas cajoneras, calderas, etc.
Aunque aún hay tareas que se siguen realizando a mano, como el laborioso repicado de semilleros; y una buena regadera o carretilla, y sobre todo el esforzado trabajo de los jardineros, siguen siendo necesarios, la verdad es que casi todo ha cambiado. El cristal ha sido sustituido por el plástico, el hierro por el aluminio, el riego a mano por el riego programado, las herramientas manuales por el ordenador… por eso da gusto contemplar todo lo que aquí, sorpresa tras sorpresa, vamos encontrando.
Los invernaderos más antiguos fueron construidos a un agua, dirección este-oeste, adosados al recio muro que los protege del frío del norte en invierno.
Una de las joyas es la Estufa nº 7, del siglo XIX, trasladada aquí en 1956 desde el Jardín trasero del Palacio de Liria, tal vez dañada durante la guerra.
Sus paredes y techo curvo, escaleritas, adornos en las bellas puertas de hierro forjado y caminitos repletos de plantas son encantadores. Y ¡qué bien huele ahí dentro!
Luego se construyeron a dos aguas, en dirección norte-sur, con el fin de que recibieran la luz del sol durante todo el día.
Hacia 1970 se construyeron los más modernos.
Las cajoneras de obra estaban destinadas a plantas pequeñas, situadas al sol. Aún existen. Alguno de los bastidores de cristal que las cubrían permanecen junto a una de ellas.
A finales del siglo XIX la calefacción tanto de los invernaderos como de las cajoneras estaba formada por una serie de tubos de cobre por donde circulaba el agua caliente debajo de los invernaderos comunicados con una caldera calentada con leña o carbón, siempre situada junto a las estufas en cuartitos hundidos.
Se conservan dos de esas calderas que funcionaban por el sistema de Termo-Sifón. Hoy la calefacción funciona gracias a un moderno sistema de gas.
El Vivero de Estufas del Retiro, además de conservar y contar la historia de la Jardinería madrileña, en la actualidad se ocupa de la decoración de dependencias municipales, adornos florales de las calles madrileñas en eventos especiales y otras tareas. Es la Brigada de Adornos.
Nos cuenta Javier Spalla que en las proximidades del Vivero hace unos años había un almacén del Ayuntamiento que alojaba estatuas, restos de fuentes, columnas, etc. Todo fue trasladado al de la Casa de Campo, excepto algunas piezas. Ese es el motivo de que a lo largo del paseo nos encontremos con elementos sorprendentes, rescatados, algunos de los cuales no se sabe a qué lugar o monumento pertenecieron.
Otros sí. Quizá volvamos sobre este tema en otra ocasión, alguno incluso merecería un artículo, pero mencionemos uno que personalmente me pareció emocionante. Allí, junto a un antiguo invernadero, se halla la que los trabajadores del vivero llaman cariñosamente la Plaza de Pompeya, por los restos o ruinas que guarda, en la que se encuentra, entre otras cosas, la antigua noria de la Fábrica de Porcelana. Estaba en tan mal estado que, como sabemos, se reconstruyó, y hoy la podemos ver cerca de la estatua del Ángel Caído. Pero los restos originales se guardaron y aquí reposan, muy cerquita del lugar donde cumplieron su función hace siglos.
El Vivero es un lugar de trabajo y está cerrado al público, pero se puede visitar dentro del programa de actividades organizadas por el Huerto del Retiro, que ya comentamos.
Más información en este folleto.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Carlos Sala, Javier Spalla y Luciano Labajos. El vivero tradicional. Viveros municipales, Ayuntamiento de Madrid.
Luciano Labajos y Luis Ramón-Laca. Jardinería tradicional en Madrid. Ed. La Librería 2007.
El Olmo, Ulmus minor, del Botánico, con sus más de doscientos años de edad, forma parte del Itinerario de Árboles Singulares del Real Jardín. Es uno de los más conocidos y apreciados por los visitantes, no solo por su antigüedad sino por sus curiosas características.
Pantalones, así llamado por la forma de sus dos ramas principales, que parecen un pantalón al revés, mide unos 34 metros y es uno de los pocos olmos viejos que quedan en la Península, la mayoría han desaparecido debido a la grafiosis, la gravísima enfermedad que puede llegar a obstruir los vasos por donde circula la savia, entonces las ramas se secan y el árbol muere.
Hace ya muchos años (más de veinte, según me cuenta uno de los jardineros del Botánico) el olmo cayó enfermo por primera vez y fue tratado.
En marzo 2006, en un cartel junto al árbol podíamos leer:
“Este magnífico olmo debe su nombre popular al aspecto de sus dos recios troncos, que surgen inclinados y se doblan a poca altura, semejando un pantalón invertido. Tenía en su origen seguramente un tercer brazo que perdió hace muchos años. De resultas de esa herida, sufrió una infección por hongos xilófagos, que han ahuecado el tronco principal y los dos brazos restantes en buena medida. Pese a ello y a su avanzada edad goza aún de buena salud, rebrotando con fuerza todos los años.”
El hongo, Ophiostoma ulmi, es un hongo maligno que cuando llega a la savia del árbol produce la gravísima enfermedad. Un escarabajo es el culpable de transmitirla de un árbol enfermo a otro sano, sobre todo a los más viejos, que encuentran más débiles y por tanto perforan más fácilmente la gruesa corteza con sus «púas». Por eso la lucha contra la enfermedad, además de la atención al árbol, requiere la eliminación del bicho, el Scolytus scolytus.
El año pasado saltó la alarma, algunas ramas estaban secas, la enfermedad volvió a aparecer… se aplicó un costoso tratamiento que el viejo y singular olmo recibirá de nuevo esta primavera.
Después del otoño y del largo invierno, en marzo las flores comienzan a aparecer en el Jardín Botánico. Unas de las primeras son las de los olmos, tan verdes que destacan a gran distancia entre los demás árboles aún desnudos.
Los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y los jardineros lo cuidan con mimo. Dicen los expertos que este año es vital, si consigue salvar el nuevo ataque del hongo quizá el peligro habrá pasado, aunque desgraciadamente nunca se sabe qué puede ocurrir.
Se va a repetir el tratamiento, un producto que se inyecta en las raíces del árbol, intentando que el mal no prospere. La enfermedad se puede controlar pero no desaparece, sus cuidadores están muy atentos y cualquier rama seca hay que podarla urgentemente.
Hoy el viejo olmo se encuentra bien, con mucha vida. En los inicios de esta primavera luce espléndido, majestuoso, y las flores tempranas están naciendo con fuerza.
A mediados de este mes de marzo, en el Botánico, hace unos días las flores de los olmos eran las únicas que podíamos contemplar entre los árboles de hoja caduca.
Hay otro olmo en el Jardín, felizmente sano. Y pequeños olmos, nuevos retoños que aseguran la pervivencia de la especie.
Si todo va bien, entre abril y mayo las flores darán paso a las hojas.
Esperamos poder volver pronto al maravilloso Jardín Botánico, visitar de nuevo a Pantalones y contemplar su esplendoroso porte, asomando las hojas en sus ramas, que nos darán sombra en verano, y colocar aquí otra foto que completará el ciclo anual del querido olmo.
ACTUALIZACIÓN 13 de junio 2015
Aún faltan ocho días para que llegue el verano, pero hoy he vuelto al Botánico a visitar a Pantalones. Como esperábamos, las flores del mes de marzo se han convertido en hojas.
A pesar de las ramas muertas y de su estado algo preocupante, el viejo olmo sigue resistiendo, es fuerte y está siendo cuidado con mucho mimo. Si se cumple el pronóstico de los científicos, superada la primavera, ha pasado lo peor. Ojalá. Da gusto ver el intenso color verde de las hojas nuevas.
Por : Mercedes Gómez
Caminando por la calle de Alcalá desde Cibeles en dirección a la Puerta del Sol, por un bellísimo y emblemático Madrid, estos días impresiona comprobar cómo los edificios de la llamada “Operación Canalejas” están siendo prácticamente demolidos. Los que corresponden a los números 6 a 14 de Alcalá, con vuelta a la calle de Sevilla, hasta la plaza de Canalejas, ejemplos de una arquitectura singular y testigos de toda una época.
Quedan solo las fachadas. Tras los huecos de las ventanas en los entristecidos muros contemplamos el vacío… como si hubiera ocurrido una catástrofe irremediable. Pero no, fueron las grúas y máquinas demoledoras de las que desconozco su nombre las que se apoderaron del interior de las construcciones hace ya meses.
La obra arquitectónica, el espacio ideado por sus autores y finalmente construido (también las reformas sufridas a lo largo de los años), todo está desapareciendo. Impunemente. Dicen los promotores que los elementos valiosos serán conservados, restaurados y restituidos…
Lo más grave, lo más preocupante, es que varios de estos edificios estaban protegidos, dos de ellos al máximo Nivel 1. La antigua sede del Banco Español de Crédito, antes Palacio de La Equitativa, calle Alcalá 14, incoado Bien de Interés Cultural desde 1977; y el Banco Hispano Americano, con fachada a la Plaza de Canalejas nº 1, declarado BIC. Ambos, catalogados como edificio Singular, con el rango de Monumento. Pero no ha servido de nada.
Los niveles de protección fueron rebajados para poder dar vía libre al proyecto de construir en la codiciada manzana un nuevo y único edificio que incluirá entre otras cosas un centro comercial y un hotel.
Hoy no vamos a contar la historia de los edificios, ni la vida de los arquitectos que los crearon. La Asociación Madrid Ciudadanía y Patrimonio elaboró con fecha febrero de 2014 un informe precioso y completísimo sobre los edificios amenazados, firmado por Amparo Berlinches, que podéis leer aquí. Y denunció la situación aportando toda la información necesaria.
Lamentablemente todos los esfuerzos por evitar la destrucción fueron inútiles. Ya no tiene remedio.
Algo que sinceramente nunca imaginé podría ocurrir. Hay lugares que creemos que están a salvo, son tan importantes que nadie podría derribarlos… pero ahora ya podría temer cualquier cosa.
¿Podríamos imaginar que en esta misma calle de Alcalá esplendorosos edificios como Las Cariátides, antiguo Banco de la Plata, luego Banco Central, actual y bien conservado Instituto Cervantes, o el mismísimo Banco de España, fueran vaciados por completo? Incluso el Palacio de Cibeles, actual sede del Ayuntamiento, antes de Correos… todos ellos edificios con interiores maravillosos. Si los vendieran… ¿qué pasaría? Es solo una desagradable suposición, pero tal como están las cosas, hoy todo parece posible.
Yo no recuerdo cómo pudo ser la sede del histórico edificio de Banesto, sí recuerdo vagamente, por haber entrado con mi padre alguna vez cuando era pequeña, la oficina del Banco Hispano Americano. La belleza de la Sala central de Operaciones, el lujo de sus mármoles, escaleras… el aspecto de las entidades bancarias construidas a finales del siglo XIX, comienzos del siglo XX. Muestras de Arquitectura, con mayúsculas, no solo fachadas. Bienes de interés cultural, histórico y artístico, máximos ejemplos de utilización de las artes decorativas, que alcanzaron su esplendor en esta etapa y en estos edificios singulares, hoy desprotegidos.
Por : Mercedes Gómez
La Visita General realizada a partir de 1750 fue el primer Catastro realmente importante, llevado a cabo para cumplir con las Ordenanzas promulgadas el año anterior para la administración, cobranza y distribución del Aposentamiento de Corte. Su objetivo fue numerar las manzanas y las casas de Madrid, ambicioso trabajo que dio origen a la Planimetría General, a la que nos hemos referido aquí en muchas ocasiones y nos ha servido de gran ayuda.
Pero anteriormente, en el siglo XVII, se realizaron otras Visitas a las Casas, durante los reinados de Felipe III y Felipe IV; una en 1606, otra comenzó el 11 de diciembre de 1625, y tuvo lugar entre los años 1626-1632.
Originalmente, la Regalía de Aposento fue creada debido al aumento de población y la escasez de vivienda que ocasionó la llegada de la Corte a Madrid en 1561 con Felipe II. Los propietarios debían ceder la mitad de su casa para alojar a alguno de los muchos cortesanos o funcionarios que fueron llegando a la Villa. Como esto no siempre era posible debido al tamaño o mala distribución de las estancias, la carga de aposento adoptó diversas formas, como veremos. La situación llegó a ser muy compleja, alejándose del propósito inicial, y los intentos de fraude muy numerosos.
Desde 1618 el cargo de Visitador de Aposento lo ocupó el Licenciado don Diego del Corral y Arellano, Consejero de Cámara de su Majestad, que quedó inmortalizado por el gran Diego Velázquez.

Velázquez. «Don Diego del Corral y Arellano» (h. 1632) óleo 215 cm x 110 cm. Museo del Prado (sala 11)
Hacia los comienzos de 1621, Diego del Corral planteó una serie de reformas en el sistema de la Visita de Aposento que ocasionaron unas nuevas Ordenanzas promulgadas el 18 de junio de ese año. La institución encargada se denominó Junta de Aposento.
Como decíamos, la carga de aposento dependía del tipo de casas, que fueran materiales o no materiales.
Las casas materiales eran las que rendían el tributo original, o sea, cedían la mitad de la edificación útil y alojaban un huésped.
Y las casas no materiales cuya carga consistía en un canon monetario anual, variable en función de un porcentaje aplicado sobre la tasación de la vivienda. Muchas de ellas fueron las casas de tercia, o tercera parte, de incómoda repartición o a la malicia.
Se habla a menudo de la picaresca, la malicia… de los madrileños, pues algunas de las viviendas se construían con ese objetivo, resultar de incómoda repartición. De esa forma los dueños eludían tener que hospedar a un miembro de la Corte, aunque a cambio, en principio, había que pagar por ello.
Tradicionalmente se entiende que una casa a la malicia era la que tenía dos plantas, pero la fachada a la calle solo mostraba una y así los propietarios “engañaban” a los visitadores. El ejemplo más recordado, de los pocos que quedan, si es que realmente fue una casa construida con esa intención, es el de la casa de la calle de la Redondilla nº 10, esquina calle de los Mancebos. Sin duda había casos de este tipo, pero no todas eran así.
De lo que se trataba era de comprobar si realmente eran de incómoda repartición, o sea, si no era posible dividirla en dos partes independientes para el dueño y el huésped. Las casas debían ser visitadas, inspeccionadas y medidas. Al menos esa era la teoría, pero el control resultaba muy difícil. Además, seguro que había componendas y tratos de favor.
La Visita General se debería realizar cada seis años, pero tras la muerte de don Diego del Corral en 1632 quedaron interrumpidas, entre otras cosas por motivos económicos, la Hacienda Real no pasaba por sus mejores momentos.
Las casas a la malicia eran casas privilegiadas, que se libraban de la carga material a cambio de un canon monetario anual y fijo, mientras durara el privilegio, que podía ser temporal o perpetuo y en cualquier caso podía ser de dos tipos: el mencionado, con carga monetaria, o sin ella. Estos últimos no pagaban ni un real, como «premio por los servicios prestados a la Corona».
Para completar y complicar el panorama, digamos que existían las casas no privilegiadas. En este caso obtenían la exención de aposento material a cambio de comprometerse en reformar la casa y aumentar su espacio construido, cosa que solo podían hacer los más adinerados. El objetivo era mejorar la calidad de las construcciones de la Villa.
En fin, la exención de la obligación de alojar un huésped era la llamada Composición de Aposento. Ante cada solicitud de Composición de la casa se abría un Expediente que obligaba a una serie de pasos, entre ellos la visita de un alarife y un escribano que inspeccionaban y medían la casa o solar. La tasación, que dependía de la calidad de la construcción y de la situación del inmueble, la efectuaba el Contador de Aposento.
Si la Composición era concedida se emitía una carta de pago (según la tasación) y de exención de Aposento. Las casas compuestas con carga pagaban lo estipulado y se libraban del huésped. Los que mejor librados salían eran los que obtenían la composición sin carga monetaria.
Así que, en definitiva, el tributo recaía básicamente sobre las casas materiales, que alojaban al huésped de turno, y las casas de tercia parte o a la malicia que pagaban su canon anual revisable.
Veamos solo un ejemplo, el de la Casa de Lope de Vega. Don Félix Lope de Vega Carpio nació en Madrid en 1562. Desde 1610 fue dueño de una casa, en la que murió en 1635, en la calle de Francos (actual calle de Cervantes, nº 11). Una buena casa, representativa del Madrid de la época, que aún hoy tenemos la suerte de poder visitar convertida en museo. Gracias a los valiosos documentos, sabemos que antes había pertenecido al Capitán Juan de Villegas y su mujer María de Ayala. Sus herederos la vendieron; fue un mercader de lanas, Juan Ambrosio Leva, quien se la vendió a Lope. Entonces debía tratarse de una casa material, con la servidumbre de alojar un huésped de aposento de corte.
Seguramente desde los primeros momentos el escritor intentó liberarse de esta obligatoriedad, cosa que logró en 1613. El día 14 de febrero de ese año privilegió la casa, con carga de “4.500 maravedíes de tercia parte en cada año”, con exención perpetua, por privilegio concedido por el rey don Felipe III. La casa, tasada en 36 ducados, en el Libro de la Visita de 1625 figura como compuesta.
A mediados del siglo XVIII la propietaria era doña Manuela de Alcázar y Zúñiga que continuaba pagando la carga de 4.500 maravedíes.
Estas casas de tercia parte, que pagaban un tercio de su valor de tasación, son las que se registraron durante la Visita de 1606. La Visita de 1625 se dedicó a todas las casas, aunque de momento el único documento que ha llegado hasta nosotros es el Índice de las Calles y Casas de Madrid, Corte de España, registro de casas de tercia parte elaborado a partir de dicha Visita.
Es el Libro de los nombres y calles de Madrid sobre que se paga incómodas y tercias partes, Manuscrito conservado en la Biblioteca Nacional con el nº 5918.
Aunque la Visita se realizó alrededor de 1630 como ya comentamos, no fue publicado hasta 1658.
El Libro se limita a un registro alfabético de calles, casas (solo las de incómoda partición, tercia parte o a la malicia) y sus propietarios, pero hoy día es de gran valor. Además de las calles de la época y sus casas nos permite conocer los propietarios en aquellos momentos, sus oficios en muchos casos, y los propietarios anteriores, todo lo cual, junto a la posterior Planimetría, nos proporciona una información impagable sobre nuestra ciudad desde el siglo XVI hasta mediados del XVIII.
Es el Madrid que había dibujado Antonio Mancelli en el primer plano de la Villa, y unos años después lo haría Pedro Texeira.
El profesor Dr. Roberto Castilla transcribió el Manuscrito que ahora tenemos la suerte de poder consultar libremente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Es el autor de la edición literaria del manuscrito 5.918 de la Biblioteca Nacional de España sobre la visita realizada a las casas de Madrid en 1625. Se puede descargar aquí.
Muchas gracias a Roberto Castilla por su inapreciable trabajo y su ayuda.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía :
J. del Corral. Las composiciones de aposento y las casas a la malicia. Instituto de Estudios Madrileños 1982.
F.J. Marín Perellón. “Planimetría General de Madrid y Regalía de Aposento” en Planimetría General de Madrid. Ed. Tabapress. Madrid, 1988.
En los parques y jardines, Reales Sitios como la Casa de Campo o el Buen Retiro, siempre existieron además de palacios, estancias lujosas y caprichos, otro tipo de construcciones cuyo fin era utilitario. Las casitas de los guardas, almacenes, invernaderos, estufas, talleres… algunas de ellas se conservan.
En el extremo sur del Retiro, junto al Real Observatorio, a los pies del Cerrillo de San Blas, se encuentra un conjunto originalmente formado por el Vivero, un Almacén y Talleres, construido a finales del siglo XIX, comienzos del XX, creado como zona de servicios separada del parque, rodeada por una tapia de la que se conservan algunos tramos; son una muestra de cómo era la cerca que rodeaba el Retiro, que poco a poco fue sustituyéndose por la verja actual.
Esta antigua tapia de mampostería y ladrillo, uno de los pocos ejemplos que subsisten en los Jardines, y en todo Madrid, separa el llamado Huerto del Francés (donde se encuentra la reconstrucción de una de las norias de la antigua Fábrica de Porcelana) del Vivero.
El llamado Vivero de Estufas del Retiro es uno de los viveros municipales, junto con el de la Casa de Campo y el de Migas Calientes. Subiendo por el Paseo de Fernán Núñez, frente a la Cuesta de Moyano, antes de llegar a la plaza de la Fuente del Ángel Caído, un caminito empedrado a la derecha nos lleva hasta la entrada.
Hoy día el llamado Huerto del Retiro está separado de los invernaderos y las estufas del Vivero por una valla metálica pero en origen formaba parte del recinto.
El Huerto del Retiro, Centro de Información y Educación Ambiental, es un lugar encantador, que ofrece actividades diversas. Organizan itinerarios guiados, visitas al Vivero, cursos de jardinería, exposiciones, un taller educativo, un huerto ciudadano…
Frente al huerto, en el que un grupo de personas trabajan, un sugerente cartel con un plano que representa los distritos madrileños nos invita a descubrir las zonas verdes de la ciudad; y alegres macetas muestran el resultado del aprendizaje de los asistentes a los talleres.
Hay todo tipo de plantaciones, macetitas, hierbas, flores, hasta… un hotel de insectos (no tengo idea de qué puede ser esto).
Frente a los invernaderos se encuentra el antiguo edificio destinado a Talleres de oficios.
Actualmente alberga una Oficina de información y una Sala de exposiciones.
Del viejo taller se guarda un máquina que al parecer servía para cortar materiales.
Bajo un cristal se puede ver, gracias a una cuidadosa rehabilitación, el lugar por donde antaño circulaba el agua subterránea que proporcionaba la energía para poner en funcionamiento el artilugio.
Actualmente y durante todo el mes de marzo podemos visitar la exposición Madrid, ciudad saludable en bici.
Es una muestra de pintura magnífica, obras de María José Ayala, artista madrileña que nos ofrece un Madrid sugestivo, alegre, colorido… los lugares, calles, edificios emblemáticos, con un elemento común: la bicicleta, que aparece en todos los cuadros.
Aunque estas bellas pinturas no solo invitan a recorrer la ciudad en bici sino también a pasear tranquilamente o descansar; la plaza de la Villa, la Puerta de Alcalá, las Cuatro Torres… y por supuesto el propio Retiro, el Parque de Madrid.
Por : Mercedes Gómez
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El Huerto del Retiro
Horario: martes a viernes de 9 a 14 y de 15:30 a 18 horas. Sábados, domingos y festivos de 10 a 14 y de 15:30 a 18 horas.
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