You are currently browsing the monthly archive for noviembre 2015.
La Casa de Campo es el gran parque de Madrid con más de mil setecientas hectáreas sobre todo de bosque; pinos, encinas, fresnos, robles, cedros… muchos de ellos centenarios y singulares. Doscientas ochenta y cuatro no son de libre acceso (Club de Campo, Zoo, etc.)
Hoy, aunque en un largo paseo, vamos a recorrer un pequeña parte, la zona de El Zarzón, que recibe este nombre por la abundancia de zarzas o zarzamoras que crecen en las orillas del arroyo Meaques, uno de los que surcan el Real Bosque y desembocan en el Manzanares.
La Casa de Campo está dividida en cuarteles, al suroeste está el Cuartel de Rodajos, en la zona baja del parque, que incluye el Zarzón.
La historia del Real Bosque, primer Real Sitio, es muy antigua. En las proximidades del arroyo Meaques, igual que del río Manzanares, hubo asentamientos humanos desde el Paleolítico.
Ya en la Edad Moderna, recordemos que aquí frente al Alcázar en el siglo XVI Felipe II, después de traer la Corte a la Villa, construyó su Jardín Reservado con sus Grutas renacentistas. En los terrenos que el rey había ordenado comprar, con huertas y arbolado se hallaba la finca de los Vargas, con su casa-palacio, que luego fueron ampliados con otras tierras.
En el siglo XVII, en época de Felipe IV la posesión fue en gran medida abandonada, pues casi todos los cuidados iban destinados al nuevo Palacio del Buen Retiro. Pero el siglo XVIII supuso la llegada de una época de esplendor. Tanto el primer monarca borbón Felipe V como su hijo Fernando VI aumentaron su superficie con adquisiciones de nuevos terrenos, y sobre todo Carlos III, que aunque no debió frecuentarla mucho en realidad, realizó diversas mejoras, siempre dirigidas por su arquitecto e ingeniero Francisco Sabatini, con la colaboración del arquitecto José de la Ballina.
Se reforzó su carácter de reservado real. Las edificaciones fueron escasas, solo las estrictamente necesarias, pues fue considerado un Real Bosque, no una residencia real, como sí lo fueron Aranjuez, el Pardo o el propio Palacio Real de Madrid. El carácter lúdico-recreativo que tuvo el Jardín para Felipe II se transformó en productivo (agrícola y ganadero), en línea con el pensamiento más racionalista de la Ilustración.
Como iremos viendo, se reconstruyó la tapia, se crearon puentes, rejas de los arroyos, etc. Y, entre otras cosas, se construyó un sistema de distribución del agua. En 1768 Sabatini acometió un proceso de canalización de las aguas del Real Sitio, un complejo sistema hidráulico para evitar los desbordamientos. En la Cerca instaló una serie de pasos con rejas que permitían el paso del agua pero no de las personas, y la protegían de las riadas.
Lo primero que realizó fueron las Rejas. Las riadas causaban mucho daño, incluso la Cerca estaba muy deteriorada debido a la fuerza de las aguas desbordadas. Sabatini la reconstruyó entre 1768-1779. Los materiales empleados fueron el ladrillo y el pedernal, cubierto el muro por una albardilla de piedra berroqueña.
Eran numerosos los arroyos que iban a desembocar en el río Manzanares, el Meaques era el más importante. Sobre el Meaques se construyeron varios Puentes.
En julio de 1782 Carlos III encargó a Sabatini la creación de cinco puentes con albardilla de piedra, pues los que ya existían eran todos de madera, por tanto muy frágiles. Constan en el expediente los de la Agachadiza, del Álamo Negro, del Batán y el Puente Estrecho o de la Culebra; el quinto o no lo nombran, o no se ejecutó.
Caminamos próximos a la ribera del arroyo Meaques. Primero vemos el puente de Hierro, moderno. El segundo puente con el que nos topamos es el del Álamo Negro. La calle de los Álamos Negros y el puente del Álamo Negro, próximo a uno de los árboles de esta especie, son citados ya en el siglo XVI al hablar del Real Bosque.
Contaba con tres ojos, dos laterales con arcos rebajados y uno central con arco de medio punto. Dos tajamares curvos por un lado, y por el otro otros dos en ángulo. Su perímetro era de fábrica de ladrillo y las albardillas de piedra berroqueña. En la actualidad está cubierto por una capa de cemento y alguno de sus ojos está cegado.
Los demás puentes eran similares a este. Todos fueron terminados en marzo de 1783.
Llegamos a la laguna o charca de El Zarzón, con su puentecito de madera, que llega hasta el puente de la Culebra. El paisaje es precioso.
El puente de la Culebra, o puente estrecho, así figura en los documentos antiguos, es el de mayor valor artístico. Consta de cuatro ojos con arcos de medio punto y un pretil de piedra berroqueña con albardilla curva que le confiere su forma especial.
El pavimento está formado por losas de piedra. El sinuoso puente es muy bello.
Una banda de piedra separa esta zona superior de la inferior formada por los pilares, arcos, bóvedas y tajamares de ladrillo.
El pedernal está presente en todas las construcciones.
Tras cruzarlo, muy cerca, se halla la fuente del Zarzón, anterior a la época de la República en que el parque se abrió al público y se construyeron varias fuentes. Aparece mencionada en documentos al menos desde 1898.
Las fuentes, tanto ornamentales como utilitarias, fueron muy importantes en el Real Sitio desde muy antiguo. De las primeras, aunque no en su ubicación original, se conserva la Fuente del Águila.
Seguimos nuestro camino, ahora paralelo a la Cerca, que en algunos tramos conserva la construcción del siglo XVIII, espléndida, de ladrillo, granito y pedernal.
Casi oculta entre la vegetación se encuentra la reja del arroyo del Espinillo.
Bajo el camino observamos el cauce del arroyo que desemboca en el del Prado del Rey.
Igual que los puentes, las rejas en algunos casos constaban de tajamares situados frente a la corriente. La mayoría se conserva, las dos de Antequina, la de la Zorra, Meaques y la del arroyo de Prado del Rey, a su vez afluente del Meaques, con cinco arcos escarzanos.
Desde las rejas de Prado del Rey seguimos caminando, ahora junto a la ribera de este arroyo y escondida entre los árboles y arbustos hallamos la Fuente de Rodajos, también anterior a la República.
En la ribera del arroyo, cerca de la fuente, hay una alberca, ahora sin agua.
En el siglo XIX se realizaron nuevas obras de canalización, muchos metros de acequias de las que subsisten numerosos vestigios.
En 1845 a la entrada del arroyo Meaques, con el fin de aumentar el caudal se realizaron obras en la más pura tradición de los antiguos viajes de agua.
Es un placer pasear por la Casa de Campo, uno de los tesoros madrileños, privilegio de esta gran ciudad, e ir descubriendo admirados sus elementos históricos.
Por : Mercedes Gómez
Con todo mi agradecimiento a Armando Herrero que preparó el recorrido con esmero y me guió en este maravilloso paseo.
—–
Bibliografía:
TEJERO, Beatriz. Casa de Campo. Fund. Cajamadrid-Doce Calles, Madrid 2001.
VVAA. La Casa de Campo. Más de un millón de años de historia. Lundwerg- Ayuntamiento de Madrid, Madrid, 2003.
APARISI LAPORTA, Luis Miguel. La Casa de Campo. Historia documental. Lundwerg-Ayuntamiento de Madrid, Madrid, 2003.
Felipe Neri nació en Florencia el 21 de julio de 1515. En mayo de 1551, contaba 36 años, fue ordenado sacerdote; poco después fundó la Congregación del Oratorio, una sencilla comunidad de sacerdotes cuna de la futura Congregación canónica. Murió en Roma en 1595, el 26 de mayo, día en que se celebra su fiesta. Conocido como el Apóstol de Roma fue canonizado en 1622.
Bajo su advocación el Oratorio de Alcalá de Henares fue fundado por don Martín de Bonilla que consiguió la Licencia del Cardenal en 1694.
Un primer Oratorio provisional se encontraba en el lugar donde hoy se sitúa la Sacristía. Cuatro años después se decidió construir una nueva iglesia que no fue terminada hasta 1714. Su fachada de ladrillo conserva rasgos del barroco madrileño. El maestro de obras fue Bartolomé Oñoro, que dirigió la construcción con la colaboración de Pedro Crespo, quien se encargó de acabarla tras la muerte de Oñoro. Precisamente en la Sacristía, donde se originó, se halla una bonita maqueta de madera del conjunto actual, obra de Pablo Barrio, vecino de Alcalá.
El Oratorio guarda en su interior valiosas obras de arte; hoy vamos a centrarnos en tres de ellas, tres pinturas que representan a San Felipe Neri.
Hasta 1811 el Oratorio conservó su decoración original. Se sabe que el retablo de la iglesia era obra de Tomás de Busto y que en él se encontraba una Apoteosis de San Felipe Neri, al parecer obra de Teodoro Ardemans; no se conserva, fue destruido por los franceses en la guerra de la Independencia.
El templo fue restaurado en 1854 durante el reinado de Isabel II. El retablo perdido fue sustituido por uno fingido, atribuido a Manuel Laredo, artista muy ligado a Alcalá, donde construyó su palacio, el Palacio de Laredo, incluso llegó a ser su Alcalde; fue gran coleccionista, restaurador y pintor. Otro espectacular trampantojo, también obra suya, es el de la Ermita de San Isidro.
A pesar de que este retablo de Laredo existió hasta hace relativamente poco tiempo (comienzos de los años 70 del siglo XX), solo tenemos una imagen, una postal del año 1920. Aunque no se aprecia el detalle de las pinturas ya que se trata de una vista general, se sabe que las esculturas que adornaban el altar eran San Felipe y Santa Teresa, donativos del fundador, que hoy continúan en el mismo lugar.
San Felipe, Anónimo del siglo XVII ; y Santa Teresa, una copia, también del siglo XVII, de la obra de Gregorio Fernández que se encuentra en el Museo Nacional de Valladolid.
El actual retablo es también fingido, un gran trampantojo, al parecer sin pretenderlo similar al anterior. Este es obra de Chordi Cortés.
En la actualidad en la parte superior de la calle central hay un Calvario de Salvador Maella. Debajo, desde 2005 en que fue restaurado, en el centro se encuentra la Apoteosis de San Felipe Neri de Juan Vicente de Ribera, custodiada por las dos esculturas ya mencionadas, San Felipe a su derecha, Santa Teresa a la izquierda, en la misma posición que antaño.
El retablo simula una construcción neoclásica, con columnas, sus capiteles y frontones.
La pintura de Ribera describe una escena situada en un jardín, en una terraza de baldosas rojas y blancas, en la que a la izquierda se adivina una balaustrada y una columna a la derecha. Es un escenario barroco en el que San Felipe se representa sobre una nube sostenida por ángeles. A la izquierda otros ángeles juegan con el bonete del santo en referencia a la dignidad cardenalicia que rechazó en varias ocasiones.
Obra firmada y fechada, de 1704, como comentábamos en el artículo aquí dedicado al artista, probablemente le fue encargada por los propios Padres Filipenses, dadas las relaciones que con esta Congregación parece que mantuvo el pintor, según se desprende de las cláusulas de su testamento.
Del mismo tema es otra Apoteosis de san Felipe Neri atribuida a Teodoro Ardemans, dada a conocer por Elías Tormo en 1931 en su Guía de Alcalá de Henares.
Es una de las obras que figura en el inventario de la Colección Oratorio de San Felipe Neri fotografiada por Moreno, hoy conservada en la Fototeca del Patrimonio Histórico. En la ficha de la foto, anterior a 1938, figura catalogada como obra del siglo XVII. Hoy día su autoría no está demostrada, en el propio Oratorio está catalogado como Anónimo del siglo XVIII, mide 80 x 60 cm.
Se considera un boceto de la pintura que se encontraba en el retablo mayor, del mismo tema, destruido durante la Guerra de la Independencia como ya comentamos.
Representa al santo vestido de sacerdote contemplando a Cristo y la Virgen, sentados entre las nubes, sostenido por ángeles. Otro grupo de angelitos juegan en primer plano a la izquierda. Básicamente, es la misma representación del cuadro de Ribera.
Se encuentra en una capilla nueva, antiguo pasillo a la derecha del altar, hoy dedicada a San Felipe Neri. En este mismo lugar podemos admirar la tercera obra.
Anónimo de finales del siglo XVII, copia de la famosa pintura de Guido Reni, San Felipe Neri y la Virgen con el Niño, que está en Roma, en la iglesia de Santa María en Vallicella.
Desde el pasado mes de mayo 2015 hasta el próximo de 2016 se celebra el V Centenario del nacimiento de San Felipe Neri. Una ocasión excelente para visitar el Oratorio y la bella Alcalá de Henares.
Por : Mercedes Gómez
———
Bibliografía
Jakubczyk, Bolek P. El Oratorio de San Felipe Neri de Alcalá de Henares. Madrid 2008.
Mujeres de Roma, seductoras, maternales, excesivas, es sin duda una de las exposiciones imprescindibles de la temporada. Piezas procedentes de las Colecciones del Museo del Louvre, expuestas hasta el próximo 14 de febrero de 2016 en CaixaForum Madrid, conforman una bella e interesante muestra. Una mirada al mundo femenino en la antigua Roma.
Una mirada al mundo femenino desde todos los puntos de vista, la vida doméstica o mítica, personajes históricos o imaginados. Emperatrices, madres, sacerdotisas o prostitutas, todas ellas formaban parte del mundo de la mujer romana representado en esculturas, pinturas, joyas, etc.
La mujer en la civilización romana era considerada un ser inferior, dependía del padre, luego del esposo, si se casaba. Pero a pesar de la limitación en su papel legal en la sociedad, las mujeres en la vida cotidiana adquirieron un gran protagonismo en ciertas esferas y fueron representadas en multitud de obras, muchas veces de contenido mitológico, pero no únicamente.
Comienza la exposición con los Retratos de mujeres. Curiosamente, el peinado es el principal criterio de datación pues muestra las modas que imperaron en cada época.
También admiramos retratos en miniatura y retratos pintados sobre madera aparecidos sobre todo en necrópolis.
Junto a imágenes de la mujer ideal, esposa y madre, la representación de las fuerzas naturales (las estaciones, los vientos…) adquieren formas femeninas.
La seducción del espíritu, representada por las Musas, y la seducción física, representada por las Diosas.
Los rostros de la sensual Venus frente a las divinidades castas y feroces de Juno, Minerva y Diana. El mundo dionisiaco, mujeres y monstruos, como el inquietante Hermafrodito… todas las representaciones están presentes en la extraordinaria exposición.
En la última sala la escultura de Polimnia, Musa de los mitos, resume la hermosa historia de la mujer romana.
Copia de un original griego, la parte inferior representa el mundo antiguo, la superior fue realizada en el siglo XVIII por el escultor italiano Agostino Penna al gusto neoclásico. Es en cierto modo un resumen de la fascinante historia de la Mujer en Roma.
Por : Mercedes Gómez
Eduardo Torroja fue un gran ingeniero, reconocido internacionalmente por su obra innovadora como proyectista, investigador y profesor. Madrileño de nacimiento, en su ciudad trabajó en numerosas obras, entre ellas la de los Nuevos Ministerios.
Una de las últimas fue la construcción del Instituto que hoy lleva su nombre, un conjunto de edificios que, como afirma la Guía del Colegio de Arquitectos es “uno de los hitos -tan singular como poco conocido- de la arquitectura española contemporánea”.
Eduardo Torroja
Eduardo Torroja nació en Madrid el 27 de agosto de 1899. Su padre fue arquitecto y matemático, así que de forma natural, igual que sus hermanos, se preparó para formar parte del mundo de la Ciencia. Se licenció como Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos en 1923. Tres años después se casó con Carmen Cavanillas; tuvieron cuatro hijos.
Desde sus comienzos su trabajo destacó. Montó su propia empresa de proyectos en 1927 y ese mismo año le llamaron para formar parte del Gabinete Técnico creado para la construcción de la Ciudad Universitaria de Madrid, bajo la dirección de Modesto López Otero.
Junto al propio López Otero, que fue el primer presidente, y otros arquitectos e ingenieros en 1934 fundaron el Instituto Técnico de la Construcción y la Edificación, una entidad privada cuyo objetivo era el estudio y la investigación en el campo de la construcción y los materiales.
Ese mismo año participó en la fundación de la revista Hormigón y acero.
En 1941 al integrarse en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) fundado el año anterior, recibieron una cesión de locales en la sede de la calle Medinaceli nº 4. En 1946 pasó a formar parte del Patronato Juan de la Cierva, del propio CSIC; entonces se trasladaron a su sede en Ruiz de Alarcón 25. En 1949 se fusionó con el Instituto del Cemento y pasó a ser Instituto Técnico de la Construcción y del Cemento, dirigido por Torroja. Ante la ampliación de funciones se buscaron nuevos locales más amplios, en la calle Velázquez 47, pero ante la gran importancia que iba adquiriendo se hizo necesaria la construcción de una sede propia.
Instituto de Ciencias de la Construcción
A partir de un primer proyecto realizado en 1950 por el propio Torroja, que contó con los arquitectos Manuel Barbero y Gonzalo Echegaray, en terrenos del antiguo pueblo Chamartín de la Rosa que había sido anexionado a Madrid dos años antes, entre 1951 y 1953 se construyó el conjunto.
Ubicado junto al arroyo Abroñigal -hoy cubierto por la M30-, el jardín era más extenso que ahora. En origen la institución ocupaba unas 5 hectáreas en la finca llamada El Bosque.
Con motivo de su inauguración en 1958 se editó un folleto que hoy es un valioso documento que nos permite comprobar cómo se conserva casi todo tal como fue ideado. Paseando en la actualidad por sus instalaciones una de las cosas que llama poderosamente la atención, tanto en el exterior como en el interior, es el cuidado en todos los detalles y la excelente conservación.
Conjunto de edificios actual IETcc
El propio conjunto es un ejemplo de la extraordinaria y novedosa técnica constructiva de Torroja y su cálculo de las estructuras de hormigón armado.
En cierto modo el objetivo del ingeniero fue demostrar que con el hormigón era posible crear obras bellas. Para ello había que adelgazar las piezas, construirlas lo más finas posible. Lo consiguió aumentando la proporción del acero en las piezas de hormigón; lo difícil era saber hasta qué punto se podía aumentar el acero para que la pieza fuera resistente.
El cálculo perfecto fue su gran logro. Aunque él afirmó que «por encima de todo cálculo está la idea, moldeadora del material…»
Aquí se utilizaron sobre todo elementos de hormigón, con piezas prefabricadas junto a elementos metálicos; unidos a materiales tradicionales, el ladrillo, la piedra y la madera.
El IET consta de un edificio central con varios cuerpos. En el primer cuerpo de dos plantas se situaron la dirección, sala de conferencias, etc. El segundo cuerpo o ala sur es una nave de una planta donde se ubicaron los laboratorios, rematado por una gran torre cubierta de piedra que contenía el depósito elevado de agua.
Entre este ala sur y la situada al norte se encuentra la antigua alberca, hoy bonito estanque.
En un edificio anexo, actualmente sin uso, se fabricaba el cemento. Originalmente se concibió como un complejo industrial autosuficiente, se fabricaba todo lo necesario para los procesos y tareas. Disponían hasta de su propio invernadero, hoy convertido en lugar de reunión.
Hay varios elementos destacables y emblemáticos del Instituto. Uno de ellos es el comedor de empleados, circular, con una estructura en voladizo que cuando se abrían las puertas correderas de cristal el local quedaba integrado en el jardín como si fuera una terraza.
Esta estructura fue reconstruida.
El espectacular dodecaedro, que fue el depósito de carbón.
Junto a él, la chimenea.
Las formas geométricas, las rectas, las curvas se combinan a la perfección.
El conjunto es conocido como Costillares por las pérgolas de hormigón que rodean el escarpado terreno sobre el que se asienta.
Por donde bajaba el arroyo Abroñigal ahora discurre la ruidosa M-30 que ocupa parte del jardín original.
Pero el entorno de los trabajadores del centro continúa siendo acogedor y muy placentero. Pinos, madroños, moreras… protegen el jardín, piscina y la zona de deportes.
En el interior del edificio principal hay dos vestíbulos, de doble altura, el primero con una escalera curva, y el segundo con una rampa sobre la planta oval y una gran cristalera desde el suelo hasta el techo.
Los muebles adoptan las mismas formas curvas. El estilo pretendía ser funcional, pero buscando la belleza y los detalles decorativos.
El mobiliario, que se conserva en gran parte, fue diseñado por los propios autores, incluido Torroja.
La estantería que tenía en su despacho junto a la cual aparece en una fotografía está en uno de los vestíbulos.
La Capilla fue decorada por Fernando Cassinello.
Hay otra capilla en el exterior, conocida como el elefante, asombroso ejemplo de las formas creadas por Torroja con el fin de demostrar lo que pretendía, que era posible que una gran lámina de hormigón armado quedara suspendida en el aire.
El complejo hoy se encuentra en el barrio de Costillares, que debe tomar el nombre de la singular construcción, al norte del distrito de Ciudad Lineal.
Actividad
El Instituto de la Construcción continúa perteneciendo al CSIC, área de Ciencia y Tecnología de Materiales.
Su misión principal es científica, dentro de distintas áreas temáticas: materiales, su durabilidad y control de calidad, seguridad, procesos constructivos, análisis y diagnóstico del patrimonio construido, etc. Su objetivo es la investigación pero también el apoyo tecnológico al sector. La actividad es compleja y muy amplia, abarca campos diversos, desarrollados en varios departamentos. De ingeniería estructural y mecánica de los materiales compuestos, químico-física de los materiales, sistemas constructivos de la edificación, etc.
La visita a las naves para ensayos de varios tipos, mecánicos, de elementos estructurales, componentes (ventanas, canalizaciones…), nuevos materiales, etc. y escuchar las explicaciones que nos ofrecen es fascinante. Hay dos naves, la antigua y la nueva, construida en 1968.
El suelo de esta nave de ensayos es como una gran mesa construida para aguantar cargas sobre ella (tirar, girar, comprimir, retorcer) (*). Desde uno de sus extremos se aprecia muy bien como la mesa está sostenida por grandes patas de hormigón.
En fin, en El Torroja no falta una unidad de documentación, publicaciones, archivo y una espléndida biblioteca, de libre acceso, que forma parte de la red de Bibliotecas del CSIC. Ni la edición de prestigiosas revistas como Informes de la Construcción, a disposición de todos.
Torroja, don Eduardo, como le llamaban los empleados del Instituto, falleció el 15 de junio de 1961, mientras estaba trabajando, en su despacho.
Desde entonces el Instituto de Ciencias de la Construcción recibe su nombre, Instituto Eduardo Torroja.
Merece la pena conocerlo. Aunque este artículo es largo, no recoge todo lo que la institución y su sede ofrecen, todo lo que hemos podido ver y escuchar, era imposible. Este mes de noviembre habrá ocasión pues el IET participa en la Semana de la Ciencia y la Tecnología 2015, con visitas guiadas y otras actividades.
Texto : Mercedes Gómez
Con todo mi agradecimiento a Gabriel Rentero por su invitación, la extraordinaria visita que nos regaló y toda su ayuda.
Fotografías : Armando Herrero y Mercedes Gómez
———
Actualización 2 nov.2015.-
(*) Corrección: la nave está “pensada para aguantar cargas sobre ella (tirar, girar, comprimir, retorcer) no pesos”.
Comentarios recientes