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En febrero de 2009, recién estrenado el blog, escribí uno de mis primeros artículos, un escrito muy breve titulado Música en el Retiro, dedicado a la Banda Municipal de Madrid que por entonces se preparaba para cumplir su centenario. La Banda pasaba momentos difíciles, como pudimos leer en una noticia publicada por entonces en la que se hablaba de los problemas que padecían y la falta de medios denunciada por los músicos.
Felizmente, al cabo de siete años, el pasado día 15, en un esplendoroso día de San Isidro en el Retiro, tuve la alegría de volver a escuchar a la Banda municipal, que inauguraba su temporada de primavera-verano en el maravilloso quiosco de música. Aquellos problemas del pasado se superaron hace mucho tiempo y la Banda Sinfónica Municipal de Madrid goza de excelente salud.
Hoy tengo el placer de anunciar la presentación de la asociación de Amigos de la Banda Sinfónica Municipal de Madrid que tendrá lugar el próximo jueves día 2 de junio a las 6 de la tarde en el Museo de San Isidro.
La fecha elegida, el 2 de junio, se debe a que ese día se conmemora la primera presentación en público de la Banda municipal, que tuvo lugar ese día de 1909 en el Teatro Español. Se van a cumplir ciento siete años. Y en el Museo de San Isidro, porque es difícil encontrar otro sitio más apropiado para celebrar y presentar todo lo relacionado con nuestra historia, un lugar acogedor, siempre dispuesto a recibir a los amantes de Madrid.
(Entrada libre hasta completar aforo)
La asociación, que está dando sus primeros pasos, nace con el fin de promover y difundir las manifestaciones artísticas de la BSMM, así como servirle de colaboración y apoyo, para potenciar el desarrollo artístico musical de los ciudadanos, tanto del público adulto como juvenil e infantil.
Os animo a visitar su web, amigosbsmm.es, que también está naciendo, aún está “en construcción”, como la asociación, pero poco a poco va a ofrecer contenidos bonitos e interesantes a todos los amantes de la Banda municipal, de la música, y de Madrid en general.
Espero que esta iniciativa sea de vuestro agrado.
Muchas gracias a todos.
Mercedes Gómez
El edificio de la Antigua Compañía Telefónica Nacional de España en la Gran Vía fue uno de los primeros rascacielos que se construyeron y durante un tiempo fue el más alto de Madrid, de España e incluso de Europa. Proyectado en 1925, las obras finalizaron oficialmente el 1 de enero de 1930.
El Espacio Fundación Telefónica ha inaugurado una pequeña exposición pero gran homenaje al autor del emblemático edificio, Ignacio de Cárdenas, un arquitecto pionero.
Varias pantallas con fotografías de esos años, colocadas entre las vigas de acero roblonado hoy a la vista, nos explican el desarrollo de la obra.
La exposición recorre, a la vez que el proceso del proyecto y construcción del edificio, la vida del arquitecto. Conocemos así el origen de la edificación pero sobre todo quién era Ignacio de Cárdenas.
Ignacio de Cárdenas Pastor nació en Madrid el 22 de diciembre de 1898. Penúltimo de dieciséis hermanos, las fotografías de la numerosa familia nos lo muestran cuando era un bebé en brazos de una de sus hermanas.
El joven creció en una época difícil. Mientras estudiaba en la Escuela de Arquitectura fue llamado a filas para luchar en la guerra que España mantenía contra Marruecos. Entre otros documentos expuestos en las vitrinas, vemos fotografías de su estancia en África.
En 1924, con su flamante título de arquitecto, fue contratado por la Telefónica, fundada ese mismo año, compañía a la que quedó vinculado profesionalmente hasta el fin de la guerra.
Cárdenas fue durante los años 20 y 30 Jefe de la Sección de Edificios de la Telefónica, departamento que construyó otras cuarenta y dos centrales telefónicas en Madrid. Firmó diecisiete de ellas. La primera, proyectada en 1926, fue la Central de Delicias en la calle Batalla del Salado, con vuelta a las calles de Delicias y de Pedro Unanúe.
En el proyecto del edificio de la Gran Vía empezó como colaborador de Juan Moya, primer elegido para la creación de la sede madrileña, para acabar recibiendo el encargo definitivo.
Él lo diseñó, lo construyó y, según aprendemos aquí, lo cuidó durante toda su vida, perdiendo incluso la salud en su empeño. Durante la guerra vivió en él, resistiendo a los cañonazos lanzados sobre la Gran Vía, que llegó a ser conocida como la Avenida de los Obuses, y sobre la propia sede de la Compañía Telefónica. El edificio más alto servía de referencia a los ataques que llegaban desde la Casa de Campo.
El arquitecto fue señalando sobre los planos del edificio los impactos de la artillería nacional que rodeaba la ciudad; uno de ellos, el de la fachada principal, podemos verlo en una de las vitrinas. Cárdenas permaneció a pie de obra dirigiendo las reparaciones.
Es conocida la historia de los corresponsales de guerra alojados en el cercano Hotel Florida, en la plaza de Callao –obra de Antonio Palacios, derribada desgraciadamente en los años 60 del pasado siglo XX para construir unos grandes almacenes–, desde donde acudían a la Telefónica para enviar sus crónicas.
El arquitecto cayó enfermo de tuberculosis antes de que acabara la guerra; con su mujer y sus cuatro hijos se trasladó a la alta Saboya con el fin de curarse. Finalizada la contienda tuvo que permanecer en Francia unos años.
Volvió a España en 1944 aunque debido a su fidelidad al gobierno de la República había sido sancionado con inhabilitación perpetua para cargos públicos y durante cinco años para ejercer la profesión de forma privada. Aún así, él mismo escribió que no le faltó la suerte, tuvo “días de alegría. Otros de preocupación. Tuve gran suerte”. A su vuelta participó, con su sobrino Gonzalo, en la construcción del edificio Bancaya (1947) en la Avenida de América, conocido como edificio Iberia por su famoso anuncio.
Pero su carrera como arquitecto innovador quedó truncada en cierto modo.
Murió el 18 de agosto de 1979 en El Espinar, Segovia.
Aún hoy, en la época de los grandes rascacielos, cuando muchas construcciones lo han superado en altura, su gran obra, el Edificio Telefónica, destaca desde muchos lugares, su singular perfil aparece cuando menos se espera, tanto a pie de calle, mientras paseamos por Madrid, como cuando nos subimos a esas azoteas que tanto nos gustan.
Uno de los valiosos planos del Edificio Telefónica que se exponen nos muestra las indicaciones de los diferentes tipos de piedra empleados, el granito, la piedra caliza y la arenisca; la sólida piedra de su fachada que forma parte de la bella y mágica fisonomía de la Gran Vía madrileña.
Y su torre inconfundible, que desde entonces forma parte de la línea del cielo de Madrid.
Por: Mercedes Gómez
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Más información, incluyendo un interesante video, en:
Ignacio de Cárdenas, un arquitecto pionero
Espacio Fundación Telefónica
Calle Fuencarral, 3
La vida cultural madrileña es muy rica y viva, continuamente nos ofrece novedades a veces inesperadas. Como este microteatro, dos obras muy breves –duran unos quince minutos cada una–, cuyo escenario y a la vez protagonista es la institución que las inspira, la Fundación Fernando de Castro, Asociación para la Enseñanza de la Mujer.
Recordemos la visita a esta Fundación Fernando de Castro en octubre del año pasado, en la que tuvimos ocasión de conocer su historia y las bellas y cuidadas estancias de su sede en la calle de San Mateo.
Es un lugar habitualmente cerrado al público y por tanto de difícil acceso. Ahora tenemos la ocasión de conocerlo, además de disfrutar del Teatro pues en dos de sus salones se representan dos micro-obras. Forman parte del proyecto Si las paredes hablasen que ha sido llevado a cabo por la Fundación de Casas Históricas y Singulares en colaboración con Microteatro por dinero.
Su objetivo es acercar al público edificios históricos poco conocidos que al abrir sus puertas permitan que sus muros nos hablen y desvelen sus secretos. Se trata sin duda de una forma diferente de mostrar nuestro patrimonio histórico y artístico.
Tras una convocatoria pública a la que se presentaron numerosos autores y una difícil elección debido a la calidad de las piezas, se representan aquí dos de ellas.
En la Sala de Música, Paradoja atemporal, una tragicomedia de contenido social.
La obra transcurre en dos momentos de la Asociación para la enseñanza de la mujer, en 1904 y 1954, dos momentos de la vida en Madrid.
Y en el antiguo Comedor de alumnas o Salón rojo, Carta de amor: manual de elaboración, una comedia divertida y muy tierna.
La historia de Alfonso, enamorado en secreto de una señorita, y Adela, estricta profesora de mecanografía.
Podemos asistir a las representaciones los jueves y viernes de este mes de mayo. El precio de cada entrada es 5 euros. Todos los detalles y horarios los podéis consultar en el programa.
Las dos obras, diferentes pero ambas recomendables, convierten la visita a la Fundación Fernando de Castro en una bonita experiencia. No solo los actores, también ¡las paredes nos hablan!
Por : Mercedes Gómez
Tras nuestro paseo por la calle del Espejo, preparando el nuevo recorrido, continuamos visitando lugares que guardan valiosos vestigios de la muralla que rodeaba Madrid en el siglo XII. Hoy nos detenemos en uno de los más interesantes, en el número 3 de la plaza de los Carros.
Los restos aquí conservados permiten apreciar el modo en que la cerca medieval madrileña fue utilizada en la construcción de viviendas e incluso habitada.
Tal como explica la investigadora Mercedes Agulló “… los habitantes madrileños de la muralla no sólo la habían utilizado como morada, sino que la habían adaptado a sus necesidades y caprichos abriendo puertas y ventanas, ocupando las torres y torreones, agregando a las casas que estaban arrimadas a ella parte de la propia muralla de Madrid o derribando y deshaciendo lo que les estorbaba.”
Como hemos repetido tantas veces, desde el siglo XV, y sobre todo en el siglo XVI, las manzanas se formaron alrededor de la muralla, utilizando lo que convenía, destruyendo o modificando lo que no. Así ocurrió con la entonces futura manzana 126 cuyas casas darían lugar a las calles de Don Pedro y de Los Mancebos. Pedro Texeira dibujó en su plano con mucho detalle las edificaciones que existían antes de 1656 y la antigua muralla identificada con el número 28.
Entre 1656 y 1657 fueron demolidas varias casas, y con ellas la muralla cuya piedra fue reutilizada, para la construccción de la Capilla de San Isidro. En parte de los terrenos resultantes hoy se encuentra ubicada la plaza de los Carros.
El lienzo que hoy contemplamos debió quedar a la vista durante las obras de construcción del edificio de viviendas actual, pues del anterior no quedó más que la fachada. Sin duda en aquellos momentos en ese solar se debió poder contemplar la muralla de Madrid.
El solar corresponde a la casa nº 1 de la manzana que en el siglo XVIII era propiedad de la duquesa del Infantado, como lo fueron otros inmuebles en este barrio.
Tuvimos noticias del lienzo a finales de 2003, con la apertura del primer local abierto, entonces llamado el Tabernáculo.
Mide unos 6 metros de largo por 2,80 de alto.
El local está separado del edificio colindante –nº 4 de la plaza con vuelta a la calle Mancebos–, antigua casa-palacio levantada a finales del siglo XVII, por la tapia de granito y pedernal.
Cerrado el primer restaurante, algún tiempo después el inmueble fue ocupado por otro bar. Desde el pasado mes de diciembre y tras una reforma ahora podemos contemplar los restos en el restaurante Dona Camila.
Nos cuentan que su objetivo, además de ofrecer buena comida –habrá que probarla– y un ambiente agradable, es dar un contenido cultural al local. De momento exponen algunas pinturas, que van cambiando. Y tienen intención de colocar un cartel explicativo sobre la muralla y su historia. Así lo esperamos, es una idea excelente, lo cierto es que eso debería ocurrir en todos los lugares donde se conservan restos de tanta importancia histórica. Darlos a conocer es valorarlos.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Planimetría General de Madrid
AGULLÓ, Mercedes. “Ataques” contra la muralla de Madrid en el siglo XVII. Madrid, 1968.
VILLAR, C. «Las murallas ocultas», El Mundo 7 oct. 2003, pág. 13
En el distrito de Carabanchel, barrio de San Isidro, junto a la Ermita del Santo, se encuentra el Cementerio Sacramental de San Isidro, San Pedro, San Andrés y las Ánimas Benditas. Su origen se remonta al año 1811 cuando, tras la prohibición decretada en 1809 por el rey José Bonaparte de enterrar a los difuntos en la iglesias, se decidió la creación de algunos cementerios. Este fue uno de los primeros (*) que se construyeron en las afueras de la ciudad, al otro lado del río Manzanares.
La Sacramental de San Isidro es sin duda uno de los lugares más interesantes, bellos –también inquietante– de Madrid, desde muchos puntos de vista, histórico, artístico, social…
Podemos recordar un breve apunte de su historia en el artículo dedicado al Panteón Guirao, sin duda uno de los más espectaculares de la Sacramental, obra de Agustín Querol. También es apasionante conocer la vida de algunos de los personajes que allí descansan. La historia del Doctor Velasco, el músico Cristóbal Oudrid y su esposa, Enrique de Borbón, Donoso Cortés, Moratín … allí estuvo Goya. Podríamos hablar de sus esculturas, algunas impresionantes como el Cristo realizado por Mariano Benlliure para los duques de Denia. Y por supuesto podemos contemplarlo desde el punto de vista arquitectónico.
En la creación del camposanto y posteriores reformas participaron varios arquitectos, así como en la construcción de algunos panteones. José Segundo de Lema, Arturo Mélida, Enrique Fort, Enrique Repullés, Juan Bautista Lázaro de Diego, etc. Los mejores arquitectos de la época trabajaron para las clases altas y la aristocracia que buscaron establecer aquí su última morada.
Antonio Palacios creó uno de los panteones más singulares. Está situado en el patio cuarto, manzana H duplicado, parcela única.
Fue encargado en 1923 por don Glorialdo Fernández Aguilera para su mujer Carmen de Villota. Hoy es propiedad de sus descendientes, la familia Fernández Villota.
Con detalles historicistas, el arquitecto se sirvió de los mismos materiales y recursos que en sus edificios. Utilizó el sólido granito que decoró con el hierro, vidrieras y cerámica, seguramente con la colaboración de grandes artistas, como solía.
De inspiración románica –el propio Palacios dijo que era de estilo «románico modernizado»–, la entrada está coronada por un gran arco de medio punto adornado por una arquería tallada en piedra en la que los pequeños capiteles de las columnas son todos ellos diferentes.
La rejería de la puerta es espléndida.
En el interior, las vidrieras en tonos fríos, verdes y azules, que sin embargo proporcionan un ambiente recogido y cálido, representan ángeles orando.
A ambos lados del ábside se sitúan las tumbas de la familia.
La cerámica cubre la bóveda y los muros.
Las pequeñas teselas presentan mínimos detalles de color, igualmente el azul.
Este es solo uno de los panteones que nos asombraron durante nuestro paseo.
Son muchas las historias posibles que os animo a conocer acudiendo a las magníficas visitas guiadas que ofrece el Cementerio de San Isidro.
Es necesario hacer una reserva previa enviando un email a info@cementeriodesanisidro.com o a través de un formulario, indicando el día que os gustaría ir y el número de personas. Podéis encontrar toda la información en su web, aquí.
Por : Mercedes Gómez
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(*) Actualizado 3 mayo 2016
Bibliografía:
SAGUAR QUER, Carlos. «Arquitectura del siglo XX en la Sacramental de San Isidro». Anales de Historia del Arte nº 4, 1993-94.
ARMERO, Gonzalo. Antonio Palacios. Constructor de Madrid. Ed. La Librería, 2001.
COAM. Arquitectura de Madrid. Madrid, 2003.
En internet:
Francisco Villota. https://pelotavascaenmadrid.wordpress.com/francisco-villota-baquiola/
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