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Don Buenaventura Rodríguez Tizón, conocido como Ventura Rodríguez, nació el 14 de julio de 1717 en Ciempozuelos, Madrid. Celebramos por tanto el tercer centenario de su nacimiento por cuyo motivo se han organizado dos exposiciones, una en Boadilla del Monte, Ventura Rodríguez en Palacio, hasta el 2 de julio. Y otra en el Centro Cultural Conde Duque, Ventura Rodríguez y Madrid en las colecciones municipales hasta el 23.
Es Ventura Rodríguez sin duda uno de los grandes arquitectos de Madrid, sin embargo no son muchos los recuerdos que le dedica la que fue su ciudad. Nació en Ciempozuelos pero llegó a la villa muy joven, aquí vivió, trabajó, ocupó cargos reales y municipales, y murió.
Una calle lleva su nombre, y una estación de metro. A él fue dedicado uno de los medallones que adornan la fachada del Museo del Prado. Y apenas una placa municipal mal ubicada, como veremos más adelante.
Pero sus huellas en la ciudad son numerosas e importantes. No se refieren únicamente a los edificios que construyó sino también al urbanismo en el que don Ventura jugó un gran papel desde su cargo de Maestro y Fontanero Mayor de las Obras de Madrid. Por eso no es fácil proponer una sola ruta para conocer sus pasos por Madrid pues se encuentran por toda la ciudad. Edificios proyectados no construidos, construidos pero desaparecidos, y los conservados; alineaciones de calles, reformas; y su gran legado, el Paseo del Prado y sus bellas fuentes. Todo ello se puede ver en las dos exposiciones mencionadas.
Como pequeño homenaje hoy propongo centrarnos en la historia más personal de Ventura Rodríguez, en el Madrid de sus inicios y de su final. Caminar por el entorno del Palacio Real y la iglesia de San Marcos hasta su casa de la calle de Leganitos donde murió.
El joven Ventura con apenas 18 años comenzó a trabajar como dibujante para Filippo Juvarra que había llegado a Madrid en 1735 para trabajar en el proyecto del futuro Palacio Real Nuevo. Juvarra se convirtió en su primer maestro pero murió inesperadamente al año siguiente con 57 años. Le sucedió su discípulo y colaborador en Turín Juan Bautista Sachetti quien mantuvo a Ventura Rodríguez en su puesto, y le fue concediendo cargos que le convirtieron en uno de los grandes arquitectos de la Corte. Sin duda ambos maestros valoraron el gran talento del madrileño.
Su primer gran encargo particular, cuando tenía poco más de 30 años, fue la construcción de la iglesia de San Marcos en la calle de San Leonardo.
Juvarra, Sachetti y el haber trabajado durante veinticinco años en la construcción del Palacio Real marcaron su vida artística y su futuro.
En 1760 Sachetti fue destituido –y con él Ventura Rodríguez– del servicio a la Corona por orden de Carlos III y sustituido por Francisco Sabatini, aunque siguió ocupando su cargo de Maestro Mayor de Obras de Madrid. Nuestro protagonista continuó trabajando con él en las obras madrileñas, y a su muerte le sucedió en el cargo de Maestro Mayor de Obras de Madrid y de sus Fuentes y Viajes de Agua que ocupó desde 1764, tenía 47 años, hasta el fin de sus días.
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Don Ventura se casó tres veces y las tres enviudó, curiosamente como su padre, aunque en su caso no tuvo hijos; fue su sobrino Manuel Martín Rodríguez quien se convirtió en su principal discípulo y finalizó las obras que quedaron inacabadas tras su muerte.
Tuvo varios domicilios. Con su primera esposa Josefa Flores vivió en la calle de Segovia; ella murió el 20 de agosto de 1749 y fue enterrada en la cripta de la Capilla de la Real Congregación de Arquitectos, en la iglesia de San Sebastián. Después se casó con Antonia Rojo, que murió muy pronto, el 10 de agosto de 1750, por lo que este segundo matrimonio fue muy breve. Vivieron en la calle de Santa María y ella fue enterrada en la iglesia de San Luis.
Finalmente por tercera vez se casó con Micaela Cayón, que murió en enero de 1776 siendo enterrada en la iglesia que había proyectado su marido, San Marcos.

Francis de Blas, Retrato de Ventura Rodríguez realizado a partir del pintado por Francisco de Goya en 1784 y conservado en el Museo de Estocolmo, 2015 (Exposición Palacio de Boadilla)
Vivían en la calle de Leganitos, donde el arquitecto continuó hasta su propia muerte el 26 de agosto de 1785, solo un año después de que Goya le retratara.
Fue enterrado en San Marcos, tal como él deseaba, junto a su tercera esposa.
Aunque sus restos no permanecieron allí. En 1869 fueron trasladados a San Francisco el Grande donde se había proyectado la creación de un gran Panteón Nacional. En vista de que nunca llegó a realizarse, la Congregación de Arquitectos reclamó los cuerpos de Ventura Rodríguez y de Juan de Villanueva.
Allí –donde recordemos había sido enterrada su primera mujer– fueron trasladados ambos arquitectos y allí continúan sus féretros, compartiendo lápida.
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Creada sobre antiguas huertas en torno al arroyo y las fuentes de la zona, la calle de Leganitos nace en la plaza de Santo Domingo. Cercana al Palacio Real, fue un buen lugar para acoger el último domicilio de don Ventura. Muy próxima también a la iglesia de San Marcos.
El caserío y el urbanismo de la zona fueron modificándose, y a mediados del siglo XX en la plaza de España emergió la Torre de Madrid, pero la histórica calle siempre conservó su trazado en este primer tramo.
Hoy día varios de los edificios son modernos.
En 1991 el Ayuntamiento de Madrid instaló una placa en recuerdo de Ventura Rodríguez, en el actual nº 13 de la calle.
Efectivamente esta fue la calle en la que vivió y murió el arquitecto pero la placa no está situada en el lugar donde estuvo la casa en la que vivió.
Como nos desvelan los autores Francisco José Marín y Javier Ortega (*) su partida de defunción conservada en la parroquia de San Martín, de la que dependía San Marcos, indicaba que don Ventura vivió en la calle de Leganitos nº 13.
Sí, pero esto no se puede tomar al pie de la letra. Como ya vimos hace tiempo en un artículo sobre los rótulos de las calles de Madrid, en el siglo XVIII la numeración de las casas era muy diferente a la actual.
Recurriendo una vez más a la Planimetría General de Madrid, vemos que la calle de Leganitos a la izquierda, acera de los impares, corresponde a la antigua manzana 551; y la de la derecha, los pares, a la manzana 522. Cada una de ellas contaba con un nº 13. Ventura Rodríguez vivió en la segunda, en una casa que era propiedad del Monasterio de los Padres Mostenses. Así nos lo muestra un plano Huellas de Ventura Rodríguez en la ciudad de Madrid en la exposición en Conde Duque.
La casa que fue el nº 13 de la manzana 522 en el siglo XVIII cuando vivió en ella Ventura Rodríguez corresponde en la actualidad al nº 20 de la calle y parte del 18. La planimetría de la manzana, la distribución de los solares ha cambiado bastante en la actualidad respecto a la del siglo XVIII y por supuesto la numeración.
No sería muy costoso cambiar la placa de sitio, trasladarla al lugar donde realmente se encontraba la vivienda de nuestro arquitecto.
Y poder recordar así el camino por donde discurrieron los últimos pasos de don Ventura Rodríguez que tantas brillantes huellas ha dejado en nuestra ciudad, Madrid.
Por : Mercedes Gómez
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(*) MARÍN, J.F. y ORTEGA, J. Huellas de Ventura Rodríguez en la ciudad de Madrid (1735-1785), en:
Catálogo Ventura Rodríguez y Madrid en las colecciones municipales. Madrid, 2017.
canon
Del lat. canon, y este del gr. κανών kanṓn.
1. Regla o precepto.
2. Catálogo o lista.
3. Modelo de características perfectas.
4. En arte, regla de las proporciones de la figura humana, conforme al tipo ideal aceptado por los escultores egipcios y griegos.
…
Con motivo de su nueva exposición en la entrada a la Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid un panel con las diferentes acepciones de la palabra canon recibe a los visitantes. Un canon es una regla o precepto, un modelo de características perfectas, etc.
Pero es el único panel colocado en esta exposición. Una vez traspasado, las esculturas lucen imponentes –algunas también un poco inquietantes– en el espacio libre del edificio, el gran patio abovedado, sin divisiones artificiales.
Nada es gratuito en la nueva exposición que presenta Mateo Maté en Madrid. Ni el título, Canon, ni la disposición, ni el escenario. El artista madrileño ha creado esta muestra específicamente para este lugar, la hoy sala de arte Sala Alcalá 31, ubicada en un edificio que fue creado para ser la sede de un Banco, el Banco Mercantil e Industrial. Digamos solo como apunte a modo de paréntesis que el primer proyecto fue realizado por el arquitecto Antonio Palacios en 1933 pero no fue construido hasta los años 40.
Durante una visita guiada he tenido el privilegio de poder escuchar al propio artista explicar el proceso de su trabajo. El patio de operaciones del antiguo Banco tiene una planta en cierto modo eclesial, concebida como centro de poder, tal como nos recuerda Mateo Maté, y como tal él mismo la ha utilizado.
Son varias las propuestas, una de ellas, muy sugerente y siempre interesante, la relación arte-vida. Únicamente unas cintas separan las estatuas y marcan el camino laberíntico, que parece una metáfora de lo azaroso de la existencia humana. Siempre hay una norma que nos dice qué debemos hacer o por donde debemos ir.
Maté utiliza las reproducciones y moldes de esculturas clásicas que se conservan en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando desde que Velázquez las adquirió. Las ha retocado o modificado, en algún caso de forma mínima, otros de forma drástica, siempre respetuosa, con lo que cada obra toma un nuevo sentido.
El artista propone una visión distinta y en cierto modo una reflexión sobre lo que significa el canon de belleza. Nos cuenta cómo el arte ha sido siempre el que transmitía y marcaba el modelo, sin embargo hoy día la publicidad es la encargada de esa tarea, recordarnos que debemos ser jóvenes y bellos; la vejez, los defectos y la muerte no están bien vistos.
Pero Mateo Maté se aparta del canon, de la norma, nos marca otro camino… Adonis es obeso, la Venus de Medici es hermafrodita, una mezcla entre el Doríforo y la Venus de Milo, la propia Venus de Milo ha envejecido, el niño del Spinario se ha convertido en niña…

Niña de la espina (2016), elaborada a partir de la copia del Spinario (obra romana en bronce siglo I a.C., Museos Capitolinos, Roma)
También son bellos, ¿por qué no pueden serlo?, nos propone el artista.

Venus de Milo (vieja) (2016), elaborada a partir de una copia de la escultura griega “Venus de Milo” de mármol del siglo II a.C. (Museo del Louvre)
Son quince obras creadas a partir de moldes originales, reproducciones en escayola, bajo la supervisión del Taller de la Academia. Cada una de ellas lleva la inscripción, Real Academia de Bellas Artes, Taller de vaciados, Madrid.
Junto a estas piezas se exponen cinco esculturas procedentes del Museo Nacional de Escultura de Valladolid que dialogan con las obras de Maté.
Al final del laberinto, en la cabecera, el Cristo crucificado, sin brazos y sin el paño de pureza, copia de la obra en mármol de Benvenuto Cellini realizada en 1562 que se conserva en el Monasterio del Escorial.

Cristo crucificado (Taller de vaciados del Museo de Reproducciones Artísticas, 1921). Hoy en el Museo Escultura, Valladolid.
Mateo Maté. Canon. Hasta el 23 de julio en Alcalá 31.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Catálogo exposición Canon. Mateo Maté. Comunidad de Madrid, 2017.
Continuando con el ciclo Es Patrimonio Descúbrelo hace unos días hemos viajado al valle del Jarama para conocer el Pontón de la Oliva –para mí un antiguo deseo por fin cumplido– y la pequeña Central Hidroeléctrica de Torrelaguna. Arquitectura industrial, patrimonio hidráulico, historia, bellos paisajes…
La cita era en el Ayuntamiento de Torremocha de Jarama donde a modo de introducción la arquitecta Victoria Monserrat –como siempre, toda la jornada organizada por Dolores Muñoz– nos ofreció una interesante conferencia sobre Los orígenes del Canal de Isabel II. Un relato sin duda apasionante sobre cómo allá por el siglo XIX los Viajes de Agua fueron dejando paso al Canal, cómo el agua pudo por fin llegar a Madrid procedente del río Lozoya. Pero de todo esto hablaremos dentro de unos días… hoy me gustaría contar nuestra breve estancia en el delicioso pueblo Torremocha de Jarama.
Eran las 9,30 de la mañana, esperábamos que comenzara la charla y la llegada de todos los asistentes, la tranquilidad era absoluta, solo se oían nuestras conversaciones y el ruido del agua de la fuente en la plaza Mayor frente al Ayuntamiento. Mientras, pudimos dar un pequeño paseo.
Es un pueblo pequeño, muy limpio y cuidado que en su centro urbano aún conserva edificaciones del caserío tradicional. De los 268 habitantes a mediados del siglo XIX su población ha pasado a alrededor de 900 en la actualidad.
Una de esas construcciones muestra un cartel que explica cómo eran las casas en la Torremocha de la posguerra en el XX, el sistema socio-económico que dominaba, la alimentación y el modo de vida de los vecinos.
El ganado ovino era fundamental, todas las casas tenían olivar, cocedero donde se elaboraba el vino, etc.
Muy cerca de la plaza Mayor se encuentra la iglesia de San Pedro Apóstol.
La cabecera formaba parte de la ermita primitiva construida a finales del siglo XII comienzos del XIII en estilo románico, ampliada a mediados del siglo XV.
En los inicios del siglo XVI fue convertida en la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol y por iniciativa del Cardenal Cisneros nuevamente ampliada con una nave y un atrio porticado de estilo renacentista.
El atrio tiene cuatro arcos por cada lado apoyados en columnas sobre una basamento de piedra. Entre dos de dichos arcos se observa el escudo del Cardenal.
La portada del XVI está coronada por un frontón con una hornacina en el centro que guarda la estatua del patrón San Pedro.
El cerramiento del atrio es muy posterior, obra de 1865.
Tras la restauración finalizada en 1992 se han recuperado las pinturas de la primitiva ermita que habían sido descubiertas en 1986, en los muros y bóveda del presbiterio y ábside originales.
Se trata de uno de los ejemplos de pinturas murales restauradas por la Comunidad de Madrid a lo largo de los últimos años. Recordemos las de la Capilla del Espíritu Santo en la calle Serrano, las de la Basílica de Colmenar Viejo, Santo Domingo de Silos en Pinto y las de Santa María la Antigua en Carabanchel de las que esperamos noticias.
Las pinturas están realizadas con una técnica mixta al mezzo fresco, fresco con retoque en seco. Técnica muy delicada ante las filtraciones por lo que a lo largo del tiempo se fueron deteriorando y se conservan solo parcialmente.
Una inscripción en tardías letras góticas hispánicas indica que los frescos fueron creados en la primera mitad del siglo XV, dentro del estilo gótico internacional castellano.
“El conjunto pictórico mural de Torremocha constituye una de las escasas muestras murales conservadas del estilo internacional en Castilla y es un caso excepcional en la Comunidad de Madrid”.
Sin duda hay que volver a Torremocha para conocerlo un poco mejor y contemplar estas valiosas pinturas.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Pintura mural de la Comunidad de Madrid. Comunidad de Madrid, 2015.
Arquitectura y desarrollo urbano en la Comunidad de Madrid. Zona Norte. Tomo III. COAM, Fundación Cajamadrid y Comunidad de Madrid, 1991.
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Nota actualización 5 junio 17:
Por su fuera de vuestro interés: el próximo jueves día 8 de junio tendrá lugar la última visita del Programa Es Patrimonio Descúbrelo que hemos disfrutado a lo largo del curso 2016-17. La cita será en el Museo del Agua en El Berrueco para luego trasladarse a las presas de El Villar y El Atazar. Todos los detalles y correo para la inscripción, en el cartel a continuación:
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