La fuente de la Fama, obra de Pedro de Ribera, fue originalmente conocida como la fuente de Antón Martín debido a que esta plazuela fue su primera ubicación.
Ribera, que por entonces era Arquitecto Mayor de Obras Reales y Maestro Mayor de las Obras de Madrid, recibió el encargo de Felipe V de crear una serie de fuentes para abastecer a Madrid que a la vez sirvieran de adorno de la ciudad. La destinada a Antón Martín fue proyectada en 1716, aunque las obras comenzaron en 1731 cuando Ribera ya había alcanzado el cargo de Maestro Mayor de Obras y Fuentes de la Villa y sus Viajes de Agua.
El maestro cantero fue Pedro de la Piedra y el encargado de las esculturas, Juan Bautista.
Se trata de una obra que explica perfectamente el arte del arquitecto Ribera, uno de los representantes del barroco tardío madrileño, llamado barroco castizo, junto con Ardemans y Churriguera, hoy felizmente valorado, pero no siempre fue así.
Como ya contamos a propósito de la historia del Hospicio de San Fernando hoy sede del Museo de Historia, son de sobra conocidas las críticas tan crueles a las que los cronistas madrileños del siglo XIX (Mesonero Romanos, Madoz, Monlau, Fernández de los Ríos…), defensores del neoclasicismo, sometieron a Pedro de Ribera y a la fuente.
Don Ramón de Mesonero Romanos en su paseos por El Antiguo Madrid, publicado en 1861, al hablar de la Fuente de Antón Martín se refirió a ella como caprichosa y una lastimosa aberración. Pascual Madoz por su parte calificó a los delfines grandotes, los niños que se cobijan en conchas y las hornacinas con floreros de trivialidades y ridiculeces que terminaban con la figura de una fama. No se quedó atrás Fernández de los Ríos, quien afirmó que Ribera parecía dibujar los monumentos apretando un borrón de tinta entre dos papeles. Aunque todos ellos estaban de acuerdo en que debía conservarse para la historia del arte, como ejemplo de mal gusto. Pensemos que eran cosas de la época…
En cualquier caso, aparte su probable mal estado y que debió convertirse en un estorbo para el tránsito en la plazuela, lo cierto es que en 1879 la fuente, tan denostada, fue desmontada y las piezas decorativas trasladadas a un almacén municipal hasta comienzos del siglo siguiente en que fueron recuperadas, cumpliendo los curiosos deseos de los decimonónicos cronistas, que no llegaron a verlo.
El 9 de septiembre de 1907 se presentó al Ayuntamiento una memoria de las obras de cantería precisas para montarla de nuevo. Eran necesarias sesenta y ocho piezas para lo cual se recurrió a la piedra resultante del derribo del cuartel de San Gil que se había iniciado el año anterior. Se hicieron cargo de la restauración y reconstrucción el arquitecto José Loute y el escultor Ángel García Díaz.
En 1911 la fuente fue instalada en el Parque del Oeste.
Durante la guerra volvió a desmontarse y guardarse. Después, en 1941 fue instalada en los jardines que recibieron el nombre de Jardines del Arquitecto Ribera, en honor de su autor, a espaldas del Museo Municipal, igualmente obra suya como sabemos, donde continúa.
La nueva base, al parecer diseño del arquitecto Luis Bellido, en tres de sus cuatro lados muestra un escudo con los años de creación y reubicación, 1731, 1911 y 1941. En el cuarto se encuentra el escudo de Madrid con el oso y el madroño.
En Marzo de 1995 concluyeron las obras de restauración durante las cuales se consolidó, reparó y limpió. Fue también por esa época cuando tuvo lugar el cerramiento de la histórica fuente, que se hallaba muy deteriorada por los actos de vandalismo que sufría, mediante una verja metálica sobre un poyete.
Cerrado al público durante años, este verano se ha abierto el acceso al jardín, desde el museo, de forma que después de tanto tiempo podemos volver a acercarnos al borde del pilón que es tetralobulado, dando singularidad al conjunto. En la base, cuatro delfines la custodian.
Los elementos decorativos son de piedra de Colmenar; en el segundo cuerpo hay unas hornacinas con jarrones y en cada esquina unos niños que sujetan grandes veneras.
El pilón y el resto de la fuente son de granito.
Todo el conjunto, a una altura de unos diez metros, se corona con la figura de la Fama.
Sin duda es un monumento muy bello que ha sufrido una vida azarosa, desmontajes y reformas, pero conserva la esencia del proyecto de Pedro de Ribera, una de las pocas fuentes del siglo XVIII que siguen existiendo en Madrid. El Jardín del Museo de Historia es un remanso de paz, merece la pena visitarlo, igual que por supuesto el propio museo.
Por : Mercedes Gómez
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Museo de Historia de Madrid
Calle de Fuencarral, 78
Horario: de martes a domingos de 10 a 20 horas
Acceso gratuito
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Bibliografía:
MARTÍNEZ CARBAJO, A.F. – GARCÍA GUTIERREZ, P.F. “Fuentes de Madrid”. La Librería, Madrid 2009.
RINCÓN, José. Historia de los monumentos de la Villa de Madrid. Madrid, 1909. Ed. Facsimil, Asoc. Libreros de Lance, 2011.
memoriademadrid.es
12 comentarios
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26 noviembre 2017 a 23:48
Mariarosa
Pues para los gustos están lo colores, dice un dicho popular…Y a mi me ha gustado siempre esta fuente y es un placer que nos podamos ahora acercar a ella. Gracias por traernosla…
27 noviembre 2017 a 20:05
Mercedes
Es que es una preciosidad, yo la recuerdo desde que era pequeña y me encanta. Gracias a ti por tu visita, María Rosa.
27 noviembre 2017 a 06:51
PEPA
Si, es preciosa. Ahora hacen conciertos en el jardín y se puede disfrutar de la fuente
27 noviembre 2017 a 20:21
Mercedes
Sí, se han celebrado algunos y ¡ha sido bonito!
27 noviembre 2017 a 07:58
ungatopormadrid
He estado 1 año pensando sobre esta fuente y quería dedicarle un artículo. Gracias por compartir esta maravilla, que es muy desconocida, y es de mis fuentes ornamentales favoritas de Madrid. Un saludo.
27 noviembre 2017 a 20:23
Mercedes
¡Pues no dejes de hacerlo! sí que es una maravilla. Esperamos leer tu visión, cada uno lo contamos diferente. Gracias por tu comentario!
28 noviembre 2017 a 22:16
davidguty77
Maravillosa entrada Mercedes, como siempre. Si me permites te voy a añadir algunas curiosidades de la fuente. No se donde leí, que para realizar la fuente el ayuntamiento tuvo que subir los impuestos y por ello el día de la inauguración aparecieron unos pasquines o una cartela en la fuente que decía: «Dios lo quiso, el rey lo sugirió y el pueblo lo pagó».
Curioso es el nombre que se le dio a la fuente y el motivo principal de la escultura, la Fama, una mujer alada en posición de caminar y tocando una especie de corneta o trompeta. Pudiera ser el anuncio al pueblo de Madrid de la fama que pretendía adquirir la fuente, la fama de la capital de Madrid o la fama del Rey Felipe V, pero cuidado pero la Fama, tan pronto como viene se va, es efímera por eso su posición de caminar y sus alas al viento ¿verdad, leyenda, engaño? No lo sabemos pero invita a la reflexión.
Un beso y a seguir con tu conocimiento por Madrid:
David Gutiérrez
28 noviembre 2017 a 23:25
Mercedes
¡Hola, David! muchas gracias, me alegra verte por aquí, bienvenidas las curiosidades, gracias por contarlas.
Muy interesante, desde luego motivo de reflexión, lo que apuntas sobre la Fama, una figura bonita, alegoría del triunfo, con distintas interpretaciones.
Un beso y que tú también sigas contándonos todo lo que sabes sobre la historia del arte, ¡¡que es mucho!!
30 noviembre 2017 a 12:46
Marcos
Queda apuntada la visita del Museo para marzo, no he podido nunca visitarlo! Gracias, Mercedes, por contarnos de una forma tan amena la historia de la más «madrileña» de las fuentes. La Cibeles es «La fuente», no tiene parangón (ni en Madrid ni fuera de Madrid), pero la de la Fama, con sus caprichosas curvas y formas, es la más genuina. Particularmente me ha sorprendido su altura, cercana a los diez metros, un dato muy singular.
Besos y abrazos!
Marcos
1 diciembre 2017 a 00:04
Mercedes
Querido Marcos: me alegra mucho saber que pronto ¡vas a volver a Madrid! claro que tienes que visitar el Museo, es una maravilla que tú, tan observador, sabrás disfrutar. Espero poder acompañarte, me encantaría.
Tu comentario me gusta mucho, por supuesto La Cibeles es única, pero tienes razón, esta es muy madrileña, y está más ligada a mi infancia que cualquier otra, por eso quizá le tengo mucho cariño.
Besos!
26 agosto 2019 a 09:20
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