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Hace ya algunos años que hablamos aquí sobre El Arte de Guillermo Pérez Villalta y su presencia en los museos de Madrid. Os invito a recordarlo.

Ahora tenemos la ocasión de conocer mejor la obra de este artista singular pues se acaba de inaugurar en la Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid, escenario perfecto una vez más, una exposición retrospectiva, «El arte como laberinto. Un artificio de Guillermo Pérez Villalta». La muestra es magnífica, un placer para los admiradores de su arte, y una invitación a descubrirlo a quienes no lo conozcan.

En el vestíbulo una maqueta reproduce el espacio que nos espera, proyectado por el propio artista.

Pérez Villalta lo ha diseñado a modo de laberinto, tal vez inspirado en algunos que él mismo ha pintado, lo cual convierte la visita en un divertido recorrido lleno de sorpresas y recovecos inesperados en los que bellas obras aparecen de pronto ante nuestros ojos, variando según decidamos ir hacia un lado u otro.

Dédalo y el minotauro (2017) Nueva Colección Pilar Citoler.

Un cartel junto a la maqueta nos recuerda que Guillermo Pérez Villalta nos susurra al oído: elige tu propio camino. No hay un itinerario marcado, ni cronológico ni temático, sino el que cada uno de nosotros decida. Podemos ir y venir, y volver sobre nuestros pasos si nos apetece.

Imaginar (2002). Colección particular.

Y hay que estar atentos, si no podemos pasar por alto algún rincón escondido que, aunque no lleva a ninguna parte, guarda alguna obra cuidadosamente colocada.

Depósito de agua dulce sobre el mar (1992). Galería Fernández-Braso.

Son casi cien obras –pinturas, objetos, muebles y algunas joyas– procedentes de diversos museos, colecciones particulares, la Galería Fernández-Braso y del propio autor, que cumplen los deseos del artista, que sean contempladas por todos nosotros y disfrutemos de su belleza.

De sus ciudades ideales, paisajes, plazas…

La plaza (2016). Colección particular.

Y de sus interiores, con tantas sugerencias…

El taller (1979). Colección Suñol Soler

Llama la atención la situación de las cartelas, no es fácil leerlas, situadas en el extremo inferior de los paneles, ¿solo por discreción, una forma de ceder todo el protagonismo a las obras…? ¿o es una gracia, una forma más de obligarnos a jugar? Tengo la impresión de que algo de esto hay, aunque es el autor quien tendría que explicarlo. Y los visitantes tener cuidado pues fácilmente te pueden pillar en postura incómoda.

En la galería superior del edificio de Alcalá 31, recordemos obra de Antonio Palacios, se han situado dos autorretratos (1983 y 2014), uno a cada lado, junto a sus reflexiones/confesiones que merece la pena leer.

Desde arriba se puede observar todo el laberinto.

Lo mejor, si es posible, es ir a recorrerlo y disfrutar.

Sala Alcalá 31
Calle Alcalá, 31
El arte como laberinto. Un artificio de Guillermo Pérez Villalta
Hasta el 25 de abril de 2021.

 

Por: Mercedes Gómez

 

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Hace ya casi cuatro años que escribí aquí sobre las lagunas del Madrid medieval. Explicaba entonces que la palabra laguna en el siglo XV parece que no significaba lo mismo que en la actualidad. Eran descampados situados normalmente frente a las cavas y las puertas de la muralla, donde los vecinos echaban las basuras, pues así lo mandaba el Concejo.

Como vimos, la basura solo se podía llevar a los muladares señalados por la Villa. El Concejo elegía para ello lagunas o descampados que se convertían en estercoleros. Muladar y laguna eran prácticamente lo mismo. También es verdad que el agua de lluvia y en algún caso las aguas procedentes de la cava de la muralla iban a parar allí y se estancaban, con lo cual el lugar se debía convertir en un paraje poco transitable, seguramente nada idílico.

Desde entonces he podido leer en varias ocasiones que la Plaza Mayor antes de ser una plaza fue una laguna, en general contado como algo bueno, incluso romántico. Sin duda la idea puede resultar sugerente. Lo he visto en breves tuits, entradas de blogs y en libros. Pero se cuenta como algo sabido, de pasada, sin muchas aclaraciones… no es fácil encontrar fuentes o bibliografía sobre el tema.

Hace pocos días incluso lo hemos podido ver en la televisión, en una sin duda bonita e imaginativa recreación, pero que creo puede llevar a error y dar una falsa idea de lo que el arrabal medieval pudo ser realmente.

Antes que nada, debo aclarar que no es una crítica al programa, del que se han emitido dos capítulos, Desmontando Madrid en Telemadrid, que me parece muy positivo, además de original en su idea de reconstruir el Madrid antiguo y divulgar nuestra historia; pero hay que ser cuidadoso con lo que se muestra, y creo que esa imagen tan idealizada de la Plaza Mayor que vimos no es nada probable que responda a la realidad.

En el programa se afirma que la laguna, situada extramuros en el siglo XI, desapareció en el XIII. No se si existen documentos que apoyen esta afirmación; ojalá sea así.

¿Dónde nace la idea de que la plaza Mayor era una laguna, tal como entendemos la palabra hoy día…? ¿cuál es el origen de esa interpretación? Es difícil saberlo.

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1

En el Fuero de Madrid, impagable documento de 1202, –reinando Alfonso VIII de Castilla, comienzos del siglo XIII– no se nombran las lagunas, pero sí hay referencia a los muladares o basureros, y a la Puerta de Guadalajara. Ya en aquellos momentos estaba prohibido tirar la basura en cualquier parte.

La rúbrica LXXXIV, que trata Sobre el estiércol, advierte:

Todo hombre que arrojase estiércol dentro de la villa, por las calles o en otro lugar, a la puerta de Guadalajara o en otras puertas donde colocaron los hitos, pague una ochava a los fiadores siempre que medien testigos y si no preste juramento; a causa de ello los andadores tomen prendas y el que se resistiere al prendamiento pague una cuarta.

El estiércol debía echarse en los lugares señalados por el Concejo, generalmente mediante hitos de piedra, junto a las puertas de la muralla como dijimos; en el Fuero se menciona la puerta de Guadalajara junto a la cual se crearía la plaza del arrabal. Si no se cumplía la norma, llegaban las multas.

Como ya vimos, en los Libros de Acuerdos del Concejo, en varias sesiones a lo largo del siglo XV sí se citan las lagunas. De la laguna de Puerta Cerrada, ubicada en las afueras de la puerta hacia el sur, entre la muralla y la calle de Toledo hablamos también aquí.

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En el siglo XVII, Jerónimo de la Quintana, en su obra A la muy antigua, noble y coronada Villa de Madrid. Historia de su antigüedad, nobleza y grandeza (1629), al hablar del Apellido de Luxan, del que en Madrid existieron varias ramas, se refiere a uno de ellos, a Juan de Luxan, que «vivía en la plaza del arrabal de Madrid cerca de la iglesia de Santa Cruz junto a una laguna, que en aquel tiempo había en aquel lugar». El influyente cronista se refiere a la laguna, sin dar más explicaciones.

El único trabajo específico que conozco sobre Las lagunas y muladares medievales es el de Fernando Urgorri (1954). Este autor cita al decimonónico Carlos Cambronero quien –en su libro Las calles de Madrid (1889), junto a Hilario Peñasco–, al hablar de la plaza Mayor narra que, según la tradición, «en este sitio estaban las lagunas llamadas de Luján, hasta que don Juan II mandó formar la plaza».

Luego, seguro que tiene mucho que ver en la difusión de la tradición, el periodista y escritor Pedro de Répide. Escribió en su famoso libro que recopila sus artículos periodísticos publicados en La Libertad en la década de los años 20 del pasado siglo –por cierto de igual título que el de Cambronero, Las calles de Madrid–, que «aún después de algunos siglos de cegadas aquellas lagunas quedan subterráneamente abundantes manantiales…»

3

Fernando Urgorri, dejando aparte la tradición, estudia los Libros de Acuerdos y los documentos de la época.

El investigador dibuja y sitúa en un plano, que representa el Madrid de 1440, en tiempos de Juan II, las diferentes lagunas y muladares, descampados y basureros. La laguna de Santa Cruz debe de ser la misma que llamamos de Luján, en una época en la que ya existía mercado junto a la Puerta de Guadalajara.

F. Urgorri. Lagunas y muladares en el arrabal de Madrid (h. 1440)

Las lagunas además de basura solían recoger el agua de la lluvia, aunque la de Santa Cruz debido a su altura no podía servir para recoger el agua, según Urgorri.

F. Urgorri. La ocupación del arrabal de Madrid en tiempos de Enrique IV (lagunas marcadas en rojo)

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Ya en época más próxima, Manuel Montero Vallejo (1985-86), respecto a la plaza del arrabal, admite que durante toda la edad media «fue un descampado, una de esas lagunas…».

El profesor, que por supuesto estudió a Urgorri, estaba de acuerdo en general, pero discrepaba en lo que se refiere a la laguna de la plaza del arrabal, un descampado, pero no un simple descampado o muladar, como los de Puerta Cerrada o Puerta de Moros, en su opinión, sino que «el desnivel permitía un embolsamiento de las aguas llovedizas», a lo que se sumaba la procedente de cuatro corrientes que brotaban del subsuelo.

Por otra parte, Montero admite también que «no hay mención de la laguna hasta el siglo XV, cuando empieza a configurarse como espacio urbano».

Juan de Luján, afirma, fue uno de los pioneros en ocupar la zona más despoblada de la plaza. En 1464 este Luján, el Bastardo, vivía junto a la plaza «donde se vende la leña y la paja».

M. Montero Vallejo. «El Madrid Medieval»

Desgraciadamente ya no podemos preguntarle, pero tampoco creo que don Manuel, a pesar de su discrepancia con Urgorri en este caso, pensara que esa supuesta laguna era un lugar de recreo tal como sugiere la fantasiosa recreación televisiva. Es muy posible que, como él aprecia, las aguas de la lluvia se estancaran en una parte del terreno; y puede que incluso ocasionaran más problemas que la laguna de Puerta Cerrada, de los que hay constancia.

Cuesta trabajo imaginar que aquel descampado extramuros, a la salida de la Puerta de Guadalajara, ubicado junto a un mercado y construcciones, que él mismo detalla, que iban emergiendo en el arrabal de Santa Cruz, fuera un lugar casi idílico donde refrescarse. De hecho, las lluvias solían ser un problema porque atascaban el foso de la muralla que bajaba hacia Puerta Cerrada, al mezclarse con las basuras.

Aprox. ubicación de las antiguas «lagunas» de Puerta Cerrada y del Arrabal. Plano de Espinosa (1769)

Cualquier dato o fuente que aporte luz a este asunto y a los orígenes de la Plaza Mayor, la hermosa plaza del barroco madrileño, serán muy bienvenidos.

Por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

Fuero de Madrid.
Libros de Acuerdos. Ayuntamiento de Madrid.
URGORRI, Fernando. “El ensanche de Madrid en tiempos de Enrique IV y Juan II”, Revista de la biblioteca, archivo y museo, Ayuntamiento de Madrid, 1954.
MONTERO VALLEJO, Manuel. El Madrid Medieval. La Librería, 2003.

 

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