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Durante el mes de agosto del año 2019 supimos que se estaban acometiendo obras en el Viaje de agua de la Fuente del Berro para su restauración y acondicionamiento con el fin de hacerlo visitable.

Fuente del Berro, agosto 2019

En enero de 2020, finalizadas las obras, el alcalde visitó las galerías, noticia que conocimos gracias a las notas de prensa y a las cámaras que dejaron constancia del evento; en esos momentos parece que las visitas previstas en el proyecto inicial quedaron descartadas.

La noticia municipal anunciaba aquí la creación de «material audiovisual con el objetivo de difundir la historia de los viajes de agua y, especialmente, la rehabilitación del de Fuente del Berro; además de dos paneles explicativos en las zonas exteriores; un tríptico promocional; un recorrido de realidad virtual con código QR y un espacio web en la página del Ayuntamiento de Madrid.»

Los paneles explicativos en el exterior fueron instalados.

Fuente del Berro, enero 2020

Casi un año después, en diciembre, según indica la fecha en youtube, por fin se publicó el video Viaje de agua de la Fuente del Berro:

 

En la misma página del Ayuntamiento se puede descargar el anunciado tríptico, planos, información histórica, fotografías y todos los detalles de la rehabilitación, aquí.

Tríptico Viaje de agua Fuente del Berro

También se han publicado –buena noticia– las conclusiones del estudio arqueológico, llevado a cabo por Mónica Major, Áurea Izquierdo y Eduardo Penedo, «El Viaje de Agua de la Fuente del Berro: proyecto de rehabilitación de un bien patrimonial histórico», en Actas de la Reunión de Arqueología madrileña 2019. Madrid, 2021.

Foto: Ayuntamiento de Madrid.

Por: Mercedes Gómez

 

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Volvemos a hablar del Viaje de agua de la Fuente del Berro, aunque desgraciadamente no para anunciar su esperada apertura al público.

El pasado mes de agosto supimos que se estaban acometiendo obras en el Viaje de agua de la Fuente del Berro para su restauración y acondicionamiento para hacerlo visitable.

El primer tramo que iba a ser restaurado era el pozo y la cámara de acceso.

El acceso hasta entonces se realizaba a través de un pozo, que vemos en la foto anterior, con su antigua tapa, similar a los de la red de alcantarillado, junto al cual se excavó una cámara de entrada con el fin de instalar una escalera de pasos alternados de unos 49 grados de pendiente.

La nota de prensa municipal nos informaba de que la obra finalizaría a mediados de octubre, aunque no volvimos a tener noticias hasta hoy, si no estoy equivocada.

Las obras felizmente ya han terminado.

La antigua tapa ha sido sustituida por una entrada cubierta por varias trampillas por donde se debe acceder a las suponemos nuevas escaleras.

Hemos leído hoy en la página del Ayuntamiento de Madrid que el Alcalde lo ha visitado, y que aboga por la recuperación del patrimonio histórico de la ciudad para hacerlo accesible a los madrileños. Para ello, han diseñado visitas virtuales y hemos establecido paneles informativos con código QR para que la ciudadanía pueda conocer la historia de este tipo de canalizaciones…

Este material aún no he sido capaz de localizarlo, pero seguro que será interesante.

Por el momento han colocado el panel informativo en el exterior con el recorrido del viaje, algunos datos sobre la Fuente del Berro y los Viajes de Agua en general.

Lo de las visitas guiadas al interior lo están estudiando.

Uno de los textos del panel se refiere a los Viajes como “Patrimonio cultural olvidado”.

Estos últimos años, además del Viaje de la Fuente del Berro, el anterior Ayuntamiento restauró y habilitó un tramo del Viaje de Amaniel. A ver si se continúa con esta buena intención de no olvidar los Viajes de agua, singular patrimonio histórico madrileño.

Mientras tanto, una vez más os invito a visitar los varios artículos dedicados a este tema en Arte en Madrid, si os interesa este es el enlace: Viajes de agua

Por: Mercedes Gómez

 

 

Como contamos hace unos días, se están realizando obras de restauración y acondicionamiento del Viaje de agua de la Fuente del Berro para que una parte pueda ser visitable.

Algunos medios ya han publicado la noticia, tal como avanzamos. El propio Ayuntamiento ayer publicó la nota de prensa en su web.

Es interesante conocer que la obra tiene un coste de 320.778,85 euros, impuestos incluidos, a cargo de las Inversiones Financieramente Sostenibles, relativas a Medio Ambiente, de las cuales encontramos información también aquí.

La rehabilitación consistirá en la limpieza y reconstrucción de varios tramos del viaje de agua.

El primer tramo que se restaurará, obras que ya están en marcha, es el pozo y la cámara de acceso.

El acceso actual se realiza a través de un pozo, que vemos en la foto anterior, con su antigua tapa, similar a los de la red de alcantarillado, junto al cual se excava una cámara de entrada y se instalará una escalera de pasos alternados de unos 49 grados de pendiente.

Nos informa también la nota de que la obra finalizará a mediados de octubre.

Además se creará una página web específica para dar a conocer la historia de los viajes, un tríptico promocional y se instalarán paneles explicativos en el exterior.

Sea todo ello muy bienvenido.

Por Mercedes Gómez

Hoy el acceso al parque de la Fuente del Berro al final de la calle de los Peñascales estaba en obras. Y la puerta de entrada, junto a la fuente, estaba cerrada.

Detrás de un camión algunas personas estaban trabajando en torno a un gran agujero cuadrado excavado en el lugar donde se encuentra el acceso al viaje de agua Fuente del Berro, a espaldas de la fuente.

Fuente del Berro, 2013

Allí se conservaba la tapa de entrada al pozo del viaje, imagino que estará a buen recaudo, con la inscripción Viaje antiguo de agua Ayuntamiento de Madrid.

Las obras consisten, según me dicen, en su acondicionamiento para hacerlo visitable.

La persona que vigilaba y no permitía acercarse mucho me ha dicho que en breve se publicará una “nota de prensa”, y que pronto se podrá visitar.

Nosotros hace unos años ya contamos la historia del Viaje de Agua Fuente del Berro y tuvimos la suerte de saber cómo es su interior aquí.

Viaje de la Fuente del Berro, 2010 (Foto: Pedro Jareño)

Ahora parece que podremos entrar, recorrer una parte y conocerlo mejor. A veces, incluso en agosto, llegan buenas noticias.

Los viajes de agua son parte importantísima de la historia de Madrid, construcciones hidráulicas singulares características de nuestra ciudad. Es una alegría ver que estos últimos años el Ayuntamiento madrileño les ha dado un cierto valor. Antes que la Fuente del Berro se recuperó un tramo del Viaje de Amaniel, el primero visitable.

Esperemos que continúe esta política… y el próximo sea el posible viaje de la plaza de los Carros.

Son muchos los artículos dedicados a este tema en Arte en Madrid, si os interesa este es el enlace: Viajes de agua

Por: Mercedes Gómez

Origen de los viajes de agua madrileños

Como hemos visto en artículos anteriores, el emir Mohamed I fundó Mayrit hacia el año 865 en un lugar privilegiado, rodeado de agua y de defensas naturales, el arroyo de Leganitos (actual Cuesta de San Vicente), el arroyo de las Fuentes de San Pedro (calle de Segovia) y el río hoy llamado Manzanares.

El cerro de las Vistillas desde el cerro de Palacio separados por la calle Segovia, antiguo arroyo de San Pedro.

Probablemente por entonces ya vivían en la zona algunos grupos de población musulmana pero fue en la segunda mitad del siglo IX cuando los árabes se establecieron de forma organizada, primero con un objetivo meramente militar, y construyeron la primera muralla. Con el tiempo los mayritíes desarrollaron una rica vida cultural y científica, como demuestran, además de las fuentes escritas, los objetos de su vida cotidiana encontrados en diversas excavaciones.

Así, en este primer Madrid, el primitivo Mayrit de los siglos IX al XI, abundaba el agua. Además de los mencionados, otros arroyos surcaban sus terrenos. Y las aguas subterráneas eran captadas mediante pozos y norias.

Arcaduz de una noria sg. X-XI (Casa de San Isidro, plaza de San Andrés junto a la plaza de los Carros) (Museo Arqueológico Regional)

En lo que se refiere a los viajes de agua parece que hay acuerdo entre los historiadores e investigadores en cuanto al hecho de que fueron los musulmanes los que los trajeron a la Península Ibérica. Aunque hablando de Madrid, admitido el origen islámico de la técnica de los viajes, no tenemos pruebas documentales ni arqueológicas –al menos de forma unánime– definitivas.

En realidad no se sabe cuándo se construyó el primer viaje, en qué momento llegó a ser necesario. Se cree que la primera galería subterránea pudo ser la que discurría bajo la actual calle de Segovia, camino por el que bajaba el antiguo arroyo de las Fuentes de San Pedro desde Puerta Cerrada hacia el río. Esa galería existía en la Edad Media y ha sido identificada, primero por Jaime Oliver Asín, luego por otros autores, entre ellos Manuel Montero Vallejo, como la que se cita en el Fuero de 1202, en su Rúbrica LXXXII, pero no hay certeza sobre la fecha de su construcción.

“Quien lavara tripas desde la alcantarilla de San Pedro hacia arriba pague una ochava de maravedí a los fiadores.”

Algunas galerías que se conservan bajo la calle de Segovia son construcciones muy antiguas, alguna de ellas sin servicio en la actualidad. Aún su investigación podría deparar muchas sorpresas.

 

Plaza de los Carros

En 1983 durante las obras de remodelación de la plaza de los Carros se realizaron una serie de excavaciones arqueológicas en las que uno de los hallazgos más notables fue lo que se consideró un viaje de agua de época islámica.

Manuel Retuerce, uno de los prestigiosos arqueólogos participantes, explicó que solo se pudo estudiar un tramo de unos diez metros, que describió con todo detalle: el viaje es de sección rectangular, con andén lateral, piedras en su fondo sin cubierta aparente, o sea, a cielo abierto, y pequeñas presillas de piedra de trecho en trecho. La excavación permitió saber que la topografía original del terreno era la de un barranco con pendiente hacia el sur. Fue utilizado para verter escombros y, siempre según Retuerce, en la misma época islámica se abrió el viaje. En los escombros se halló material cerámico musulmán.

(Foto funci.org)

Retuerce y los demás arqueólogos directores de la excavación, Carmen Priego y Luis Caballero, opinan que se trata de un viaje de agua de época omeya, único en Madrid y en la Península. La datación se basó sobre todo en la cerámica hallada en su interior, decorada con la técnica “verde y manganeso”.

Actualmente no todos los autores están de acuerdo. Fernando Valdés aduce que la cerámica podría pertenecer a un amplio espacio de tiempo, desde la segunda mitad del siglo X hasta el siglo XII, lo cual, según él, no asegura que corresponda a la época musulmana.

Plaza de los Carros

Los restos se conservan bajo la plaza y son accesibles a través de una trampilla. El hallazgo arqueológico no volvió a ser rellenado por lo que se podría visitar, como dijo Manuel Retuerce, si las autoridades municipales así se lo propusieran.

 

Visita a las estructuras subterráneas de la Plaza de los Carros por la Fundación de Cultura Islámica

Hace pocos días, casualmente, durante una visita guiada por la Fundación de Cultura Islámica en el Parque del Emir Mohamed I junto a la muralla árabe, conocí la buena noticia.

Antes de continuar debo decir que tenía mucho interés en esa visita, desde que la pasada primavera visitamos la exposición El Jardín andalusí. Almunias, vergeles y patios en el Huerto del Retiro. La Fundación en colaboración con el Ayuntamiento de Madrid está trabajando en la creación de un jardín de inspiración andalusí, con la plantación de muchas de las especies botánicas cultivadas en la España musulmana del siglo VIII al XVI. Cada árbol y cada planta se explican gracias a los letreros que se han instalado junto a ellos. Es un proyecto muy bonito, merece la pena conocerlo.

Como decía, durante el paseo supimos que el pasado 25 de octubre algunos miembros del Centro de Estudios de Madrid Islámico (CEMI), de la Fundación, acompañados precisamente por el arqueólogo Manuel Retuerce, realizaron una inspección ocular de las estructuras patrimoniales andalusíes ocultas bajo la madrileña plaza de los Carros: un qanat, o canalización de agua, y una cueva excavada en la roca.

(Foto funci.org)

La visita fue posible, nos cuentan, gracias a la Dirección General del Agua y Zonas Verdes del Ayuntamiento, que ha autorizado y acompañado al CEMI en esta pequeña aventura.

(Foto funci.org)

Junto a algunas fotos la web de la Fundación nos muestra un video:

La buena noticia, además de haber sacado a la luz este tema tan importante en nuestra historia y nuestro patrimonio, olvidado durante años, es que la intención del CEMI es proponer un proyecto de recuperación y valorización de estos restos arqueológicos para disfrute de madrileños y visitantes.

Ojalá este proyecto se convierta en una realidad. Es una oportunidad única. De valorar y recuperar unos restos importantes, y también de explicarlos.

Aparte teorías, opiniones –no siempre aclarando en qué se basan–, dataciones más o menos exactas, etc. hay algunos hechos indiscutibles. La zona en la que se encuentra, la colina de las Vistillas o de San Andrés, fue el arrabal más antiguo del Madrid islámico. Nadie puede poner en duda que estos terrenos fueron habitados desde tiempos muy remotos, incluida la época de la fundación de Mayrit.

La conclusión del CEMI, de acuerdo con Manuel Retuerce, es que originalmente parece que se trata de una estructura hidráulica que discurría a cielo abierto y que pudo tener relación con el mencionado arroyo de las Fuentes de San Pedro, que nacía en la plaza de Puerta Cerrada. Su datación la sitúan entre los siglos IX y XI.

En la web de la Fundación de Cultura Islámica podéis ver todo el magnífico trabajo que realizan, proyectos, visitas guiadas, etc.

 

Por : Mercedes Gómez

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Bibliografía:

CABALLERO ZOREDA, Luis. “Madrid medieval y moderno. Excavaciones en la plaza de los Carros”. Revista de Arqueología, año V, nº 34, pp. 54-65.

RETUERCE VELASCO, Manuel. “Testimonios materiales del Madrid andalusí” en Testimonio del Madrid. Medieval. El Madrid Musulmán. Museo de San Isidro, Madrid 2004, pág. 103.

VALDÉS, Fernando. “El Madrid islámico. Notas para una discusión arqueológica”, en Mayrit. Estudios de arqueología medieval madrileña. Ed. Polifemo, Madrid 1992, pp. 158-159.

 

El General José Miaja, Jefe de las Fuerzas de Defensa de Madrid, el día 6 de enero de 1937 decidió ocupar la Alameda de Osuna e instalar en ella la brigada de carros de combate. Era un lugar perfecto por varios motivos, entre ellos su espeso arbolado, que servía de camuflaje natural, y su situación estratégica, fuera del frente pero cercana a Madrid y bien comunicada con la base de Alcalá de Henares.

Sin embargo los carros de combate solo estuvieron unos meses en la Alameda de Osuna. En la primavera de 1937 el Jefe del Estado Mayor del Ejército de Centro Vicente Rojo comunicó a Benito Crippa, Capitán Jefe de la Compañía Obrera, la orden de Miaja de realizar las obras necesarias para instalar en ella el Cuartel General del Ejército de Centro. El Jardín de El Capricho fue denominado desde entonces Posición Jaca.

El puesto de mando se ubicó en el Palacio de la Duquesa de Osuna, edificio principal de la Alameda. Existe una conocida imagen en la que el General Miaja aparece en la portada del diario ABC del día 7 de noviembre de ese año 37, en aquellos momentos diario republicano de izquierdas, junto a las columnas y verjas de entrada al Palacio.

Foto: Hemeroteca Dº ABC

Foto: Hemeroteca Dº ABC

Para la instalación del Cuartel General se llevaron a cabo una serie de obras que modificaron el jardín y su entorno. Se construyeron varios pabellones además de otras edificaciones varias. Benito Crippa proyectó y dirigió las obras, excepto las del Refugio antiaéreo subterráneo. Las obras del refugio fueron dirigidas por el Comandante Valero aunque el proyecto fue firmado por Gustavo Agudo.

Hoy, felizmente recuperado el Jardín, de todas las construcciones realizadas para el Cuartel las únicas que se conservan son las subterráneas: el Refugio antiaéreo, una Galería de escape que se creó bajo el Comedor del Palacio y el llamado Polvorín. Este último, aunque debió ser un refugio en origen, probablemente al no ser utilizado como tal se convirtió en un almacén y por eso se le conoce con ese nombre.

 

El Refugio antiaéreo

El Refugio antiaéreo, conocido como Búnker de El Capricho, fue realizado para que en el caso de que se produjera un bombardeo sobre el Cuartel –que nunca llegó a producirse–, pudiera servir de protección al personal que estaba acuartelado, aunque como hemos visto en realidad tenía su sede en el Palacio. De forma que el refugio como tal se cree que nunca llegó a ser utilizado. Estaba previsto que pudiera alojar unas doscientas personas.

Los planos conservados en el Archivo Militar de Ávila proporcionan muchos datos sobre este refugio, proyecto firmado el 5 de septiembre de 1937, tal como nos informa Mª Isabel Pérez Hernández. Era uno de los cincuenta y seis que entonces se estaban construyendo o proyectando en Madrid a cargo de la Sección de Refugios, de la Comandancia de Fortificaciones.

Dentro de la compleja organización del Ejército, existía una Unidad de vaciado de tierras, en el Estado de mediciones, por la que se sabe que fueron 442,324 metros cúbicos las tierras extraídas del subsuelo para la construcción del refugio, que se extendieron por el jardín, entre otras cosas por la dificultad de trasladarlas a otro lugar pero también porque se pensó servirían como mayor protección ante posibles bombardeos.

refugio 2005

El Refugio o Búnker de El Capricho, tras varios años de demanda y lucha por parte de los vecinos del barrio y de los madrileños en general, y varios intentos por parte del municipio, por fin acaba de abrir sus puertas al público. Se puede visitar, previa inscripción, los fines de semana.

refugio 2016

Su superficie, sin contar las escaleras, es de aproximadamente 330 metros cuadrados. Entramos por el acceso principal –uno de los cuatro existentes–, situado frente a la fachada norte del Palacio. Traspasada la puerta, bajamos dos tramos de escaleras de ladrillo, unos 15 metros.

refugio escaleras

Para llegar a un descansillo al que también va a parar la escalera de otra entrada paralela.

refugio bajada

Una puerta de hierro separa esta zona del pasillo central, abovedado, de unos 34 metros de longitud, con espacios separados por otras puertas metálicas estancas.

refugio puerta cierre

El pasillo tiene una altura de 2,50 m. y una anchura de unos 2 m. Las once estancias se dispusieron a ambos lados del pasillo en zigzag con el fin de evitar las consecuencias de las posibles explosiones.

(Plano expuesto en la entrada al Refugio)

(Plano expuesto en la entrada al Refugio)

La primera que encontramos a la izquierda es un cuarto en el que estaba el depósito y una bomba que regulaba el agua, que ya no existe.

deposito agua

La segunda es en la que estaban los aseos, con duchas y otros elementos sanitarios de los que se aprecian las huellas.

refugio duchas

Una segunda puerta de hierro separa esta zona del centro del refugio donde estaban la mayor parte de las dependencias.

refugio entrada

La mayoría estaban separadas por puertas con marcos de madera, muchos de los cuales se conservan. El suelo es de hormigón, cubierto por baldosas de varios tipos, algunas de gran calidad, formando dibujos, diferentes según las zonas.

refugio suelo y puerta

Y los muros están alicatados. Los azulejos son blancos, con unas molduras rojizas en una parte de los pasillos y estancias.

Algunas de ellas a su vez se comunican por un pasillo trasero de 1 m. de anchura, al que solo podemos asomarnos.

refugio pasillo trasero

Todos los cuartos tenían sus salidas de ventilación.

refugio ventilacion

En el cuarto de maquinaria se supone había un motor que facilitaba la ventilación de todo el refugio.

refugio sala maquinas

Sin duda, debido a sus importantes destinatarios, los militares del Cuartel General, la construcción fue muy cuidada, incluso en la medida de lo posible se tuvo en cuenta la estética, perceptible en los suelos y muros, algo totalmente impensable en los refugios construidos para la población civil, obviamente funcionales.

refugio pasillo

Tras la breve visita, de unos quince minutos, salimos nuevamente al exterior.

Junto a la entrada principal del Refugio hay una fuente, fin de uno de los cuatro viajes de agua que abastecían a la antigua posesión.

remate fuente

Curiosamente, una las galerías de este viaje discurre sobre el refugio, a unos 7 metros de profundidad. Por debajo, el refugio fue construido a unos 14 metros. Este hecho es el que según sus estudiosos prueba el hecho de que el refugio fue construido en mina, no desde el exterior.

 

Galería de escape

Se construyó también una galería de escape desde el Palacio, una salida rápida de seguridad al jardín para caso de necesidad, que igualmente sigue existiendo.

Tras la visita al Refugio continuamos paseando por el bellísimo jardín, que nos depara alguna sorpresa.

 

El Polvorín

Frente a la Casa de la Vieja llama nuestra atención una pequeña edificación cubierta por la vegetación que desde fuera parece una casa encantada.

polvorin

Lo que vemos a través de la mirilla, similar a las de las puertas del refugio, nos parece la galería de un viaje de agua… pero tampoco es eso…

Resulta ser el llamado Polvorín, edificación posterior pues fue realizada en los comienzos de 1938, en origen otro refugio subterráneo.

polvorin entrada

Seguramente fue construido debido a la gran extensión del jardín, entonces Cuartel. Algunas de las instalaciones estaban demasiado alejadas del refugio principal, así, ante un posible bombardeo se creó este más sencillo, más próximo a la entrada. Su construcción es similar aunque a menor escala, y en este caso sin ningún tipo de ornamentación.

Los pasillos son galerías con bóvedas de ladrillo, sin estancias secundarias, y sin revocos ni enfoscados.

polvorin boveda

Los muros, igualmente de ladrillo, sin alicatar.

polvorin muro

Según leemos en la bibliografía citada al final, únicamente existen bancos corridos en algunos de los tramos.

Estas imágenes del inicio de la bajada, aunque apenas nos permiten imaginar cómo serán los siete tramos de galería de este refugio, cada uno de entre tres-siete metros, nos recuerdan el Refugio de Cuatro Caminos excavado frente al antiguo Hospital de Jornaleros cuando este fue ocupado por las Milicias Populares y utilizado como hospital de sangre con el nombre de Sanatorio de Milicias Populares. Acaso otro de esos cincuenta y seis proyectados por la Sección de Refugios.

banco

 

Por : Mercedes Gómez

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Bibliografía:

CASTELLLANO, Ricardo. “El Parque de El Capricho en la Alameda de Osuna: de jardín romántico a Cuartel General.” Revista Madrid Histórico, nº 6, Madrid 2006, pp. 30-36
PÉREZ HERNÁNDEZ, Mª Isabel. “El jardín histórico El Capricho de la Alameda de Osuna en la Guerra Civil española”. Revista Frente de Madrid, nº 27. Gefrema, Madrid, julio 2015, pp. 5-30.
MORCILLO LÓPEZ, Antonio. Artículos en el número monográfico “La Guerra Civil en la Alameda de Osuna. Los Refugios Subterráneos”. Revista Frente de Madrid, nº 27. Gefrema, Madrid, julio 2015, pp. 31-41

Visitas Guiadas Búnker El Capricho. Información y reservas.

Aunque no se conoce su origen con certeza, la historia del vino de Madrid es muy antigua. Uno de los pocos oficios mencionados en el Fuero de 1202, documento impagable que nos informa sobre la vida en el Madrid de los siglos XII y XIII, es el de vinateros o vinateras, taberneros o taberneras, dejando claro que era desempeñado tanto por hombres como por mujeres. Una de las rúbricas de esta ley medieval estaba dirigida a Quien comprare cubas. Los precios eran fijos, marcados por el Concejo, y el vender vino adulterado era objeto de multa.

A lo largo de la Edad Media creció el cultivo del viñedo y el vino se convirtió en un elemento importante dentro de la alimentación de los madrileños. Además era utilizado con fines sanitarios como medio para desinfectar y curar heridas. Y finalmente, no hay que olvidar su importancia fiscal, la alcabala o impuesto del vino fue uno de los más importantes debido a que su consumo era muy elevado. En definitiva, poco a poco aumentó su producción y comercio llegando a cumplir un papel esencial en la vida económica medieval madrileña.

Los dueños de los viñedos podían ser particulares; casi todos los vecinos tenían su viña que en su mayor parte trabajaban ellos mismos y solían cubrir sus propias necesidades. También el Concejo y la Iglesia; las iglesias y sobre todo los conventos era propietarios en muchos casos.

La buena conservación del vino era esencial, para ello se construían bodegas subterráneas, algunas con su propio lagar, donde se almacenaba en cubas de madera o tinajas de barro. Esto ocurría en los pueblos y también en la Villa, a lo largo de la Edad Media, y en siglos posteriores. A finales del XVI, con la llegada de la Corte y el aumento de la población y por tanto del consumo prosperaron los oficios relacionados con la elaboración y venta de vino, bodegueros, taberneros, tinajeros…

BODEGAS SAN BLAS_10

En la calle de San Blas nº 4, a espaldas de la calle Atocha 111, existe una antigua bodega convertida en restaurante, quizá la única de estas características que se conserva en el centro de Madrid. Es uno de esos tesoros ocultos y abandonados, llamados a desaparecer, que a veces se salvan y salen a la luz gracias a particulares que reconocen su valor histórico y ponen todo su empeño en su conservación y rehabilitación.

El edificio bajo el que se cobija y el solar también esconden su historia.

La Bodega de los Secretos se encuentra en la manzana 255 que comenzaba a numerarse por la calle de Atocha, seguía por San Pedro, San Blas y Alameda para volver a Atocha, denominaciones que ya aparecen en el plano de Pedro Texeira.

Texeira, 1656 (detalle)

Texeira, 1656 (detalle)

El solar de la calle Atocha, esquina San Pedro y vuelta a San Blas, que un siglo después sería la Casa nº 6 de la manzana 255, a mediados del siglo XVII estaba ocupado por cinco casas. Una de ellas pertenecía a Pedro Martínez de la Membrilla, tabernero. Parece que en este lugar de la calle de Atocha ya se vendía vino hace más de trescientos cincuenta años.

Sabemos por la Planimetría General de Madrid que a mediados del siglo XVIII la Casa nº 6 era propiedad de la Congregación de San Felipe Neri de seglares siervos de los pobres-enfermos del Real Hospital General, situado al otro lado de la calle, hoy sede del Museo Reina Sofía. Era una asociación religiosa de beneficencia constituida por seglares.

Manzana 255. (Espinosa, 1769)

Manzana 255. (Espinosa, 1769)

Es posible que entonces fuera construida la bodega, quién sabe si sobre alguna construcción anterior, como veremos.

Sobre este solar –actuales números 109 y 111 de la calle Atocha–, en distintas épocas fueron construidos otros edificios. En 1874 las casas correspondían a los números 137, 139 y 141.

Plano Gral. Ibáñez Ibero (h. 1875)

Plano Gral. Ibáñez Ibero (h. 1875)

Sabemos que en 1897 Melchor Vega era el dueño de una tienda de vinos en el nº 139 de la calle Atocha, establecimiento que estaba abierto desde 1875. Ese año don Melchor solicitó al Ayuntamiento una licencia para continuar, que le fue concedida. A las puertas del siglo XX, allí se vendía vino, como a mediados del XVII.

La bodega contaba con todas las oficinas necesarias para la elaboración de vinos y una gran cueva de cañones seguidos con sus útiles para la colocación de las tinajas que sirven para la conservación de los vinos, cuyos calados y bodega se introducen en los perímetros de las tres casas.  Así consta en la escritura firmada en 1921 por un representante de la Congregación de San Felipe Neri conservada en el Archivo General de Protocolos.

Por otra parte, es curioso leer en la Constituciones de la Congregación de 1899, en su capítulo XIV, Que se repartan las cenas y el vino, cómo los Hermanos acabada la cena repartían a los enfermos del Hospital bizcochos y vino tinto, atendiendo con especialísimo cuidado a los que, por su total inapetencia, no hubiesen cenado, supuesto se sabe por experiencia que este socorro les sirve de alimento y medicina respecto a su achaque.

Derribadas las casas antiguas que tenían un máximo de dos plantas, se construyeron los edificios actuales. El de la calle de Atocha 111, y fachada posterior a la de San Blas fue obra del arquitecto Emilio Antón Hernández.

ext manzana 255

La cornisa del nuevo edificio fue adornada con la imagen de San Felipe Neri, patrón de la Congregación.

Calle Atocha 111

Calle Atocha 111

La entrada y bajada a la bodega está en la calle de San Blas nº 4.

BODEGAS SAN BLAScalle

Como hemos visto, las construcciones se han ido sucediendo, desde las modestas casitas del XVII hasta estos edificios de seis plantas obra del siglo XX. Lo más sorprendente es que el sótano continúa ocupando todo el solar de la antigua Casa nº 6 propiedad de la congregación religiosa en el siglo XVIII, más de 300 metros cuadrados bajo las viviendas de Atocha nº 109 y 111 con vuelta a San Pedro y San Blas 2 y 4.

A pesar de los derribos y nuevas edificaciones, el sótano de galerías y bellas bóvedas de ladrillo se ha mantenido casi inalterable a lo largo del tiempo. Aunque llegó a estar en un estado lamentable, hace algo más de diez años comenzó su recuperación.

La Bodega en efecto está llena de secretos. Está formada por cuatro galerías que en cierto modo recuerdan la forma de un claustro irregular. Cuatro lados, diferentes, de un espacio algo laberíntico. De la galería mayor, espaciosa y altos techos, paralela a la calle San Blas, a la que llegamos tras bajar unas modernas escaleras de hormigón, parten otras dos que al final se unen por un pequeño túnel abovedado.

BODEGAS SAN BLASgaleria1alta

Ambas galerías están jalonadas por una serie de grandes hornacinas donde se debían situar las tinajas que contenían el vino.

BODEGAS SAN BLASrincon

Algunas diferencias entre ambas galerías sugieren la posibilidad de que fueran construidas en épocas distintas. La primera, podría ser más antigua, es muy sencilla, estrecha, poco más de dos metros de alto. La construcción es de ladrillo excepto el centro, el corazón de los pilares, de los gruesos muros que soportan los arcos, que tienen un refuerzo de sílex.

 galeria 1 silex

silex

Después de atravesar el breve túnel que une ambas…

BODEGAS SAN BLAStunel abovedado

… llegamos a la otra galería, mayor en todos los sentidos. Por sus dimensiones, mayor anchura, altura y longitud, y por sus detalles decorativos y arquitectónicos más complejos.

BODEGAS SAN BLASarcos

Las bóvedas rebajadas son espléndidas, cuidadas construcciones  llenas de detalles.

 BODEGAS SAN BLASboveda2

BODEGAS SAN BLASboveda1

Algunas de las bóvedas de esta galería muestran unas decoraciones que nos recuerdan las elaboradas construcciones de las pechinas de algunas iglesias.

BODEGAS SAN BLASpechina

Hay que resaltar la magnífica restauración y rehabilitación del espacio realizada por su propietario Raúl Muñoz. Gracias a su tesón y esfuerzo se han conservado todos los elementos constructivos y los materiales en la medida de lo posible. Tanto los más antiguos como los de épocas más recientes, todos testigos de las diferentes etapas en la historia de esta singular construcción.

En las zonas en que el deterioro era tan grande que no se podían recuperar, los ladrillos fueron sustituidos por otros realizados a la antigua usanza en una fábrica artesanal en Arévalo en la que milagrosamente se continúan haciendo a mano, como hace siglos.

Tras uno de los muros apareció un largo y misterioso pasadizo cuyo comienzo se puede contemplar gracias a un espejo colocado con acierto. Su probable destino era el Hospital General con el cual seguro se comunicaba la bodega.

pasadizo

Durante las obras también aparecieron restos de las antiguas tinajas y su soporte. Alguna de las bóvedas muestra parte de estos recuerdos.

tinaja

Otras guardan vino, como en el pasado. Las demás se han convertido en acogedores rincones.

BODEGAS SAN BLAS_06

La Bodega de los Secretos, un restaurante que hace honor a su nombre, en la calle de San Blas nº 4, a un paso de las Serrerías Belgas, Caixaforum, el Jardín Botánico…. Además de un lugar donde comer bien y estar a gusto, un precioso ejemplo de arquitectura del Madrid subterráneo, un retorno al pasado y una lección de historia.

Texto : Mercedes Gómez
Fotografías : Carlos Rodríguez Zapata

Nota:
Esta entrada ha visto la luz gracias a la ayuda de varias personas.
Gracias a Raúl Muñoz, por rehabilitar la antigua bodega con tanto cariño y cuidado, haber investigado su pasado acudiendo a los Archivos y facilitarnos toda la información.
Gracias a Alberto Villar por mostrarnos y contarnos todos los “secretos” de este restaurante que dirige y conoce tan bien.
Y por supuesto gracias a Carlos R. Zapata que “descubrió” el lugar, me llevó a conocerlo y realizó unas fotografías preciosas, como suele hacer siempre y podéis comprobar en su web.

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Bibliografía:

Puñal Fernández, Tomás. “La producción y el comercio de vino en el Madrid medieval”. En la España Medieval nº 17. Ed. Complutense. Madrid 1994.
Manuscrito Libro de las casas y calles de Madrid Corte de España. 1658. Transcripción de Roberto Castilla.
Planimetría General de Madrid

Además de los Viajes de Agua principales -Alcubilla, Abroñigal Alto, Bajo y Castellana-, que nacían al norte de la ciudad cercada y tras atravesar las Puertas de entrada llegaban hasta el centro mediante una intrincada red de galerías, existieron otros que surtían las fuentes y regaban las huertas de las afueras de la Villa. En el este, el Viaje de la Fuente del Berro. En el suroeste, en la salida de Madrid hacia Toledo, se construyeron dos Viajes, el de la Fuente de San Isidro y el de San Dámaso o Butarque.

Del Viaje de San Dámaso no tenemos datos precisos acerca de la fecha de su construcción, aunque algunas fuentes dicen que su origen se remonta al año 1407.

Nacía en el Cerro Negro, en Carabanchel Bajo, y discurría paralelo al Arroyo de San Dámaso o de Caño Roto. La mina tenía unos 2,5 kilómetros de longitud.

Al contrario que los demás Viajes de Agua de los que hemos hablado aquí, de los cuales se conservan tramos que ojalá algún día puedan ser restaurados y visitados, el Viaje de San Dámaso ha desaparecido. Aunque no completamente.

Es asombroso comprobar cómo, a pesar de que no podamos descifrarlo todo, el subsuelo refleja los cambios que se fueron produciendo en la zona a lo largo de los años.

El curso del antiguo arroyo, junto al cual fluía el Viaje, permanece enterrado, hoy día convertido en un colector del alcantarillado de Madrid, bajo la calle del Arroyo de Valdecelada.

Mediado el siglo XIX, en el lugar, al amparo del agua, abundaban los tejares y existía alguna fábrica de curtidos. A principios del XX, entre el cementerio de Santa María y la carretera de Carabanchel (hoy General Ricardos), se formaron algunas calles y surgieron construcciones.

La calle de los Comuneros de Castilla, Comandante Cirujeda (hoy de los Tejares), la desaparecida Perico el Gordo, que mereció una calle con su nombre por ser el propietario de varias casas…

… y la calle del Arroyo Seco… que no hemos podido localizar en los planos o callejeros, pero sí comprobar cómo pervive su recuerdo bajo tierra.

En algún momento, la inscripción manual dio paso a un letrero municipal.

El barrio, antes de que se levantaran las edificaciones actuales, estaba ocupado por chabolas, tal vez una de sus callejuelas recibiera ese nombre. El tramo de galería, que probablemente actuaba como alcantarillado, hoy día está condenado.

El Arroyo y el Viaje llegaban a las huertas de San Dámaso, a la salida del Puente de Toledo, donde nacía la Carretera de Toledo (hoy calle de Antonio Leyva).

El día 24 de agosto de 2006, durante las obras de construcción del subterráneo que comunica el túnel de la M‐30 con la carretera de Toledo apareció una galería de captación que posiblemente pertenezca al Viaje de San Dámaso.

La pena es que los muros de pantalla del túnel cerraron el acceso y la mina se perderá en el tiempo.

La mina de San Dámaso, que discurre por una zona arcillosa denominada arcilla de Peñuela, no está revestida en ninguno de los tramos que pudimos recorrer. Es una auténtica galería en lomo de caballo, tallada a mano.

Como se puede apreciar en las fotos realizadas en 2006, la galería seguía captando agua.

Algún día podría dar la cara por medio de filtraciones en el túnel.

Si así ocurriera, recordaremos que allí sigue escondido el Viaje de Agua de San Dámaso.

…..

Por : Pedro Jareño y Mercedes Gómez

Localización : Pedro Jareño

 

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Fuentes:
Aparisi Laporta, L.M. Toponimia Madrileña. Ayuntamiento de Madrid. 2001.
Mª Teresa Solesio de la Presa. “Los Viajes de Agua madrileños”. En: “Mayrit. Estudios de arqueología medieval madrileña.” Ed. Polifemo. Madrid 1992.
VVAA. Los Viajes de Agua. Revista Obras Públicas. Nov. 1999.

Junto con el de Cuatro Caminos, otro de los barrios más castigados durante la guerra fue el de las Ventas del Espíritu Santo, situado junto al Arroyo Abroñigal y al puente que lo cruzaba, allí donde terminaba la calle de Alcalá y comenzaba la carretera de Aragón. Los alrededores del Puente de Ventas en 1936 apenas estaban urbanizados. La Plaza de Toros había sido construida pocos años antes, cerca del arroyo, rodeada por barrancos y chabolas.

Hoy día el moderno Puente de Ventas, que cruza la M-30, construida en los años 70 sobre el cauce del arroyo, es una encrucijada de caminos, en la que se unen los barrios de la Guindalera, Fuente del Berro, Ventas y la Concepción. En cierto modo también debió serlo en aquellos años de guerra, cuando el modesto puente estaba situado en el límite de la ciudad, en la salida de Madrid hacia el noreste, próximo al aeropuerto de Barajas.

En aquel lugar importante por su situación, junto a la plaza de toros se construyó un refugio para uso militar.

No muy lejos, a poco más de seis kilómetros por la Carretera de Aragón, hoy calle de Alcalá, en dirección a La Alameda (donde recordemos sigue existiendo un nido de ametralladoras), en el parque de El Capricho, se excavó un búnker que se conserva, donde fue instalado el centro de mando del Ejército Republicano, a las órdenes del General Miaja.

También pervive, escondido bajo el asfalto, el refugio de las Ventas.

Es difícil acceder a él. Después de bajar unos doce metros, primero por un pozo muy estrecho con una serie de pates y luego por una vieja escalera oxidada, se llega a la galería principal, de grandes dimensiones.

Mide más de doscientos metros de largo, con una sección de cuatro metros de altura por tres de ancho. En origen su longitud debió ser aún mayor pues llegamos a un punto en que el camino se interrumpe y la galería aparece derrumbada.

A ambos lados del pasillo abovedado, a lo largo de todo su recorrido, hay una serie de habitaciones o salas, más de treinta, probablemente usadas como oficinas o cuartel por el ejército de la República.

Son todas iguales, rectangulares y simétricas.

En su interior encontramos algunos objetos que parecen muy antiguos, orinales de porcelana, jarras… restos de vida.

También las huellas de la actividad militar: en una parte de la galería sobreviven tramos de viejos raíles por los que seguramente se desplazaba una vagoneta con materiales, munición o quizá armamento, distribuyéndolos por el interior del cuartel.

Algunos de los objetos encontrados, como antiguas botellas de cerveza madrileña y más que raídos y sucios colchones, demuestran que hubo un tiempo, hace algunas décadas, en que el refugio tuvo otro tipo de inquilinos.

La dificultad de acceso y el peligroso descenso, así como la proximidad de la plaza de toros que impide nuevas construcciones, probablemente sean las causas de que el refugio siga existiendo después de más de setenta años.

Tanto este refugio de uso militar como el de Cuatro Caminos destinado a la protección de la población civil que visitamos hace unos días, ocultos en el subsuelo madrileño, no son los únicos que se conservan, algunos localizados y tal vez otros desconocidos.

En varias ciudades de España se han hallado refugios de la guerra civil, como el año pasado en Valencia. En algunos casos se han convertido en museos visitables: en Almería, y en Barcelona, donde el Refugio 307 se ha integrado en el Museo de Historia de la ciudad. También en Cartagena, en cuyo Refugio-Museo, tras el recorrido por las galerías que obligan a revivir la terrible época de los bombardeos, dedican un espacio a la antítesis de la guerra: la paz.

En Madrid, nuestros dos refugios, tan distintos, nos inspiran emociones diferentes, pero ambos son testigos de la historia, forman parte de nuestro patrimonio y merecen un lugar en nuestro de momento virtual Museo del Madrid Subterráneo.

Por : Pedro Jareño y Mercedes Gómez

Localización y fotografías : Pedro Jareño

 

 

En nuestros paseos por el Madrid subterráneo hemos visitado bellas galerías de antiguos viajes de agua, contemplado muros de pedernal escondidos y recorrido mágicos pasadizos, siempre con emoción y alegría. Nos hemos sentido aventureros y felices, imaginando cómo pudo ser la vida en el pasado más remoto, en nuestro querido y misterioso Matrice, en el Mayrit árabe, en ese Madrid medieval de escarpado suelo surcado por arroyos… nuestra fantasía ha volado hacia tiempos difíciles pero sugerentes.

Sin embargo existe un período de nuestra historia demasiado duro, demasiado reciente, que nos cuesta revivir, la guerra que asoló Madrid durante tres años, desde julio de 1936 hasta abril de 1939.

Desde ese primer y caluroso verano del año 36, cuando la vida de la ciudad se vio sorprendida y amenazada por la guerra y las incertidumbres, las calles de Madrid y los madrileños fueron bombardeados sin piedad, sobre todo los barrios más humildes, los barrios donde vivían los obreros. Sobre todo de noche.

Pocos días después del inicio de la guerra comenzaron los bombardeos, de madrugada. Los vecinos se cobijaban donde podían, en los sótanos de las casas, muchos bajaban a los andenes del metro, algunas noches se llevaban un colchón… terribles momentos, esperando el amanecer.

Pocos meses después la República comprendió que era necesario construir refugios que protegieran a la población más débil de los continuos y crueles bombardeos. Se abrieron galerías subterráneas por toda la ciudad.

Ya sabemos que la historia de Madrid se esconde en el subsuelo, también la de la guerra. Esconde restos de la actividad militar, búnkeres, refugios de campaña…. Y restos de los refugios en los que la población civil intentaba ponerse a salvo de las bombas.

Uno de los refugios que se conservan, hoy atravesado por un colector del alcantarillado, es el de Cuatro Caminos, frente al antiguo Hospital de Jornaleros.

El Hospital -actualmente rehabilitado y ocupado por oficinas de la Comunidad de Madrid-, construido por Antonio Palacios entre 1909 y 1916, establecimiento benéfico para obreros, fue incautado por las Milicias Populares y utilizado como hospital de sangre con el nombre de Sanatorio de Milicias Populares. Se cree que entonces  se abrió una puerta en el muro norte, que se asoma a la calle de Raimundo Fernández Villaverde, que permitía el acceso más rápido al refugio cercano.

El refugio antiaéreo construido para los habitantes del barrio de Cuatro Caminos y acaso para el Hospital tiene la belleza de la arquitectura sencilla con sus bóvedas de ladrillo, pero también nos transmite la desdicha allí sentida.

Es difícil mirar con frialdad los bancos tan pobres, sentarse en ellos y no pensar en las escenas que debieron ocurrir en aquellos años dramáticos. La espera y la lentitud del paso del tiempo, y la angustia. Familias, sobre todo mujeres y niños que lloran y se abrazan a ellas, también hombres temblorosos que no quieren demostrar su miedo.

El Madrid subterráneo a veces esconde tristeza, pero estas galerías, antiguo refugio de guerra en el barrio de Cuatro Caminos, y ese banco que nos inspira desconsuelo, forman parte de nuestro patrimonio histórico y personal.

Por : Pedro Jareño y Mercedes Gómez

Localización y fotografías : Pedro Jareño

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