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La oferta cultural madrileña es enorme, tenemos a nuestra disposición actividades de todo tipo. Hoy me gustaría recomendaros algo diferente a lo que es habitual en este blog, una obra de teatro, pero no de teatro convencional. El teatro gestual del grupo Tricicle.
La compañía nació en Barcelona, en 1979, año en que ingresó en el Instituto del Teatro. Pronto comenzaron a actuar en salas de su ciudad, festivales, etc. No mucho tiempo después actuaron por primera vez en Madrid, siempre y en todas partes con éxito.
La primera vez que que tuve ocasión de ver una de sus obras eran un soplo de aire fresco en la cartelera madrileña, tan divertidos como buenos actores. Conseguían la mayor expresividad sin emplear la palabra, solo el gesto, movimiento del cuerpo, ruidos y poco más.
Como tituló Eduardo Haro Tecglen en su crítica en el diario El País a una de las primeras representaciones del espectáculo Exit, estrenado en 1984 en el desaparecido Teatro Martín, son Gracia muda.
Hoy, tanto tiempo después, siguen siendo unos maestros en este género, apenas han cambiado.
La obra que acaban de estrenar en Madrid, Hits, –que dicen será la última…–, es una recopilación de sus espectáculos desde aquellos comienzos, con algunas escenas memorables, desternillantes, como la del control en el aeropuerto.
Hasta el 28 de enero del próximo 2018, en el Teatro de la Luz Philips Gran Vía, tenemos la oportunidad de reír y disfrutar.
¡Adelante! que la función va a empezar.
Hoy, como ayer, Tricicle son aire fresco. Diversión pura, con calidad y mucha creatividad.
Por: Mercedes Gómez
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Teatro Luz Philips Gran Vía
Gran Vía, 66
Madrid
Molière escribió su primera versión de El Tartufo, Le Tartuffe, ou l’Imposteur, en 1664. Desde el principio la obra sufrió prohibiciones y los problemas fueron numerosos; el entonces controvertido tema –la relación entre la religión y la hipocresía– le obligó a escribir distintas versiones y tardó cuatro años en poder estrenarla, hasta que obtuvo el permiso del rey. El protagonista era un hombre de gran devoción, pero solo en apariencia. Un falso devoto, hipócrita, embaucador… y ladrón.
El nombre del personaje creado en el siglo XVII, Tartufo, el protagonista de la comedia de Molière, alcanzó tanta fama que llegó a convertirse en un sustantivo que significa Hombre hipócrita y falso, así lo refleja el Diccionario de la RAE.
Desde el siglo XVII hasta hoy se ha representado en muchas ocasiones en Madrid, la obra forma parte de la memoria teatral madrileña. Una de las más recordadas es sin duda la versión de Enrique Llovet que dirigió Adolfo Marsillach estrenada en 1969 en el Teatro de la Comedia trescientos años después de su estreno en París. Cuentan las crónicas que fue un gran escándalo. El propio Marsillach con nueva adaptación de Llovet, ya en tiempos de democracia, la repuso diez años después, en 1979, interpretando él mismo en esta ocasión el papel de Tartufo.
El pasado año 2016 se presentó una nueva versión de Pedro Víllora bajo la dirección de José Gómez-Friha que ahora, hasta el próximo 1 de octubre volvemos a tener la oportunidad de disfrutar en el Teatro Infanta Isabel.
La obra, como la comedia que ideó Molière, utiliza el humor, pero adaptado a nuestros días, que divierte al público a lo largo de toda la representación, por supuesto gracias también al buen hacer de los actores.
Este Tartufo: ¿el Impostor? intenta trasladar el clásico a la actualidad y plantear situaciones que conocemos, para obligarnos a reflexionar.
Es muy interesante el uso del color en el vestuario para diferenciar los dos mundos, los tonos rojos y granate de Tartufo y el engañado Orgón, y los azules de los personajes que perciben la verdad pero no consiguen convencer.
La comedia original de Moliére, la versión estrenada en 1669 gracias al permiso de Luis XIV, terminaba con Tartufo preso tras la intervención del propio rey.
Este Tartufo moderno no tiene castigo.
Al final de la representación el falso devoto se deshace de sus ropajes, toma un micrófono y habla al público… entonces nosotros debemos sacar nuestras propias conclusiones.
Hasta el próximo 1 de octubre, en el Teatro Infanta Isabel.
Toda la información y compra de entradas: aquí.
Por : Mercedes Gómez
Con motivo del Centenario de su nacimiento, estos días recordamos al dramaturgo Antonio Buero Vallejo, su vida, su obra y una de sus facetas menos conocidas, la de dibujante. Hasta el próximo 6 de noviembre, podemos visitar la muestra Del dibujo a la palabra, organizada por la Biblioteca Nacional.
Antonio Buero Vallejo nació el 29 de septiembre de 1916 en Guadalajara. Él decía que su vida fue corriente y azarosa, como la de una familia de clase media. Azarosa, sí, pero corriente no creemos que fuera. Él mismo llegó a confesar: “No sé si por voluntad propia o por desgracia, he sido un luchador”.
Desde niño vivió la cultura gracias a la biblioteca de su padre, asistía al teatro con la familia y… dibujaba tumbado en cualquier rincón. Su primera vocación fue la del dibujo y la pintura, que en 1934 le llevó a Madrid, con apenas 18 años, a estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
Como es sabido, desgraciadamente, en 1936 estalló la guerra y todo se truncó. Él quiso alistarse, pero su padre no se lo permitió, aunque poco después fue llamado a filas. Sus dibujos llamaron la atención y le llevaron a trabajar como ilustrador para las revistas La Voz de la Sanidad de la XV División y La Voz de la Sanidad del Ejército de Levante.
Al terminar la guerra, tras el paso por un campo de concentración, volvió a Madrid donde fue detenido y condenado a muerte. La pena fue conmutada por varios años de prisión, pero da escalofríos pensar lo que tuvo que vivir hasta ese momento, encerrado, sabiendo que lo iban a matar. Lo mismo que le ocurrió a Miguel Hernández con quien coincidió en una de las cárceles por las que pasó, la de Torrijos (hoy calle Conde de Peñalver). Con la diferencia de que Miguel no sobrevivió a la cárcel, y Antonio sí.
Hace pocos años la misma BNE le dedicó una maravillosa exposición al poeta. Recordemos que la historia del dibujo es muy triste. Estando en la cárcel, no le dejaban ver a su hijo, y él temía que el niño no le conociera y se olvidara de su cara. Buero le hizo el dibujo para que pudiera enviarlo a su casa y que su hijo le viera.
Este se convirtió en uno de los retratos más famosos obra de Buero, aunque no fue el único que hizo pintando a sus compañeros de prisión.
Uno de los que vemos expuestos en la muestra es el Retrato de Narciso Julián, comandante del ejército republicano, con quien coincidió en la cárcel de El Dueso en Santoña y con quien tuvo una gran amistad. El dibujo fue donado a la BNE en 2014 y hoy aquí se expone.
El joven Antonio en 1946 salió de la cárcel y volvió a su casa, con su familia. Era la posguerra, su vida tuvo que cambiar. No volvió a la Escuela de Bellas Artes.
Su talento y creatividad le llevaron por el camino del Teatro, convirtiéndose en el gran dramaturgo y escritor que conocemos, creador de obras fundamentales, de gran influencia en el teatro de la segunda mitad del siglo XX. Una de sus primeras y emblemáticas piezas fue Historia de una escalera que escribió en 1949. Se estrenó al año siguiente y obtuvo el Premio Lope de Vega, tras el cual vendrían muchos otros a lo largo de toda su vida.
En 1959 se casó con la actriz Victoria Rodríguez.
Hasta 1963 no pudo salir de España. A partir de entonces viajó dando conferencias y clases magistrales en universidades de distintos países. La vida fue cambiando y en 1972 tomo posesión de su sillón en la Real Academia Española con un discurso sobre García Lorca ante el esperpento. En 1986 obtuvo el Premio Cervantes. El Libro de Estampas, con sus pinturas y dibujos sobre todo de su época juvenil, acompañados de textos propios se publicó en 1993.
Murió el 29 de abril de 2000, en Madrid.
Antonio Buero Vallejo es sin duda uno de los personajes más importantes del teatro y la cultura española, es muy bienvenido este merecido homenaje que se completa con otras actividades de la Biblioteca Nacional.
La pequeña exposición ubicada en la Sala Mínima del Museo muestra una serie de documentos personales, manuscritos y fotografías así como reproducción de algunos carteles de sus obras teatrales. También se puede consultar el Libro de Estampas.
Las fotografías expuestas, algunas recogidas en el magnífico folleto que se ha editado, y otras correspondientes a todas las obras estrenadas que se pueden ver en una pantalla, son de Juan Gyenes que llegó a España en 1940 y pronto se convirtió en el fotógrafo de artistas, famosos en general y clases adineradas, también en el cronista de la escena madrileña.
Además en la Antesala del Salón de Lectura se puede ver una selección bibliográfica del autor.
Todos los detalles e información aquí: Biblioteca Nacional de España
Por : Mercedes Gómez
La vida cultural madrileña es muy rica y viva, continuamente nos ofrece novedades a veces inesperadas. Como este microteatro, dos obras muy breves –duran unos quince minutos cada una–, cuyo escenario y a la vez protagonista es la institución que las inspira, la Fundación Fernando de Castro, Asociación para la Enseñanza de la Mujer.
Recordemos la visita a esta Fundación Fernando de Castro en octubre del año pasado, en la que tuvimos ocasión de conocer su historia y las bellas y cuidadas estancias de su sede en la calle de San Mateo.
Es un lugar habitualmente cerrado al público y por tanto de difícil acceso. Ahora tenemos la ocasión de conocerlo, además de disfrutar del Teatro pues en dos de sus salones se representan dos micro-obras. Forman parte del proyecto Si las paredes hablasen que ha sido llevado a cabo por la Fundación de Casas Históricas y Singulares en colaboración con Microteatro por dinero.
Su objetivo es acercar al público edificios históricos poco conocidos que al abrir sus puertas permitan que sus muros nos hablen y desvelen sus secretos. Se trata sin duda de una forma diferente de mostrar nuestro patrimonio histórico y artístico.
Tras una convocatoria pública a la que se presentaron numerosos autores y una difícil elección debido a la calidad de las piezas, se representan aquí dos de ellas.
En la Sala de Música, Paradoja atemporal, una tragicomedia de contenido social.
La obra transcurre en dos momentos de la Asociación para la enseñanza de la mujer, en 1904 y 1954, dos momentos de la vida en Madrid.
Y en el antiguo Comedor de alumnas o Salón rojo, Carta de amor: manual de elaboración, una comedia divertida y muy tierna.
La historia de Alfonso, enamorado en secreto de una señorita, y Adela, estricta profesora de mecanografía.
Podemos asistir a las representaciones los jueves y viernes de este mes de mayo. El precio de cada entrada es 5 euros. Todos los detalles y horarios los podéis consultar en el programa.
Las dos obras, diferentes pero ambas recomendables, convierten la visita a la Fundación Fernando de Castro en una bonita experiencia. No solo los actores, también ¡las paredes nos hablan!
Por : Mercedes Gómez
Hasta el próximo 30 de abril La Joven Compañía representa en el Teatro del Centro Cultural Conde Duque una nueva versión, realizada por el dramaturgo Juan Mayorga, de la famosa obra de Lope de Vega, Fuente Ovejuna.
La Joven Compañía, dirigida por José Luis Arellano, está formada por más de cuarenta jóvenes entre 18 y 25 años. Se trata de una experiencia que merece nuestro apoyo, por una parte abre un mundo de oportunidades a los actores que participan en ella, actuando como lugar de formación y a la vez plataforma laboral; y por otra, acerca al público joven una de las más Bellas Artes, el Teatro. Y por supuesto enriquece el panorama teatral madrileño.
Fuente Ovejuna, del gran Lope, representada innumerables veces, no pierde nunca su interés ni su vigencia. Además, demuestra hasta qué punto el teatro Clásico, en este caso la reacción de un pueblo ante el abuso de poder, puede interesar y servir de excusa para la reflexión y el debate.
Aunque Mayorga ha eliminado algunos fragmentos, el extraordinario verso de Lope se mantiene. El montaje sin embargo da prioridad a la espectacularidad frente al texto.
El escenario es un espacio único, en el que los diez actores que intervienen están siempre presentes, con gran fuerza plástica. Arena y agua, a veces manchada del color de la sangre, son los elementos naturales utilizados junto a la música, el ruido y la luz y, sobre todo, la expresión corporal de los actores. El dramatismo se expresa más con la agresividad escénica que con la palabra.
La obra se enmarca dentro del Proyecto Teatro Joven, cuyo principal objetivo es atraer al público más joven. Profesionales de la enseñanza y del teatro se han puesto de acuerdo para llevarlo a cabo. Pero no es solo un teatro para estudiantes, es universal, para todos, bajo una visión contemporánea que merece la pena conocer.
Fuente Ovejuna se representa para el público general los jueves, viernes y sábados a las 20 horas.
Las funciones matinales, para alumnos de Secundaria y Bachillerato de la Comunidad de Madrid, se representan de martes a viernes a las 10 y 12:30 h.
Más detalles: en la página de Conde Duque Madrid.
Por : Mercedes Gómez
Gracias a los pintores y grabadores, como hemos comentado en alguna ocasión, conocemos detalles de muchas calles, plazas, jardines, edificios y de la vida del antiguo Madrid. Félix Castello, Antonio Joli, Aureliano de Beruete, … Avrial, y su maestro Fernando Brambilla… Todos ellos, y algunos otros, a lo largo de los siglos nos han dejado muestras más o menos realistas del pasado madrileño.
José María Avrial y Flores nació en Madrid el 26 de febrero de 1807.
Estudió en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Fue pintor, paisajista, perspectivista, colaboró como dibujante en diversas publicaciones, y realizó escenografías y decoraciones efímeras para celebraciones de índole tanto civil como religiosa.
El Museo de Historia de Madrid, entre otras obras, guarda cuatro preciosos óleos sobre lienzo realizados por el pintor, tres de ellos en 1836. Una Vista de la fuente de Cibeles y el Palacio de Buenavista que nos muestra cómo la diosa estaba emplazada desde su creación a finales del siglo XVIII, a los pies del palacio y miraba hacia Neptuno. Fue a finales del XIX cuando fue trasladada al centro del Paseo del Prado, donde continúa, mirando hacia la calle de Alcalá.
No podía faltar una Vista del Palacio Real y la cornisa madrileña, con la ribera del río Manzanares en primer plano.
Finalmente, una curiosa Vista del Campo del Moro, que muestra el aspecto anterior a la reforma proyectada unos años después por Narciso Pascual y Colomer.
Cuatro años después pintó La Plazuela de la Paja, con la Capilla del Obispo y la iglesia de San Andrés al fondo, uno de los rincones más bonitos de Madrid.
Como escenógrafo, en los años 40 trabajó en Madrid para el Teatro Príncipe y el de la Cruz donde alcanzó una gran notoriedad.
El Museo Nacional del Teatro ha reconocido el valor de la obra de Avrial. En 2008, en el Festival de Almagro, organizó una exposición “La Escenografía Romántica: José María Avrial y Flores (1807-1891)”, mostrando su participación en obras que tuvieron gran éxito en su momento, Don Juan Tenorio, Los Misterios de Madrid, La Corte del Buen Retiro, etc. El Museo guarda más de ciento setenta dibujos realizados para estas y otras obras teatrales.
También nuestro Museo Municipal, hoy Museo de Historia, conserva algunos, como un dibujo a pluma y tinta china, proyecto para el Telón de embocadura del Teatro de la Cruz, levantado sobre el Antiguo Corral de Comedias.
Avrial lo diseñó, con una Vista del Palacio Real enmarcada con columnas, cortinas y las Musas de la Poesía y la Música, bajo el Escudo de la Villa.
Si cerramos los ojos no resulta difícil evocar el momento en que ese telón teatral se abría y daba paso a las escenas imaginadas por Zorrilla y otros dramaturgos del Romanticismo.
En 1853, con 46 años, se trasladó a Cádiz como profesor de Perspectiva en la Escuela de Bellas Artes. Veinte años después regresó a Madrid y desempeñó la misma tarea como Profesor decano en la Escuela Central de Artes y Oficios.
Ese mismo año, 1873, fue elegido miembro numerario de la Real Academia de San Fernando.
Otra de sus facetas fue la de dibujante y litógrafo. El Museo de Historia guarda varios ejemplos.
Entre 1860 y 1864 realizó la Iglesia y Convento San Felipe el Real, uno de sus grabados más interesantes, incluido en la Historia de la Villa y Corte de Amador de los Ríos, publicada en 1861.
Entre sus obras más conocidas se encuentra la serie de doce vistas “tomadas de los puntos y edificios más notables” de Madrid, dibujadas y litografiadas por él, las cuales pertenecen al Museo Romántico.
Entre otras, forman parte de estas vistas los dibujos de las tres fachadas del Museo del Prado, entonces Museo de Pintura, en las cuales podemos comprobar el aspecto, tan distinto, del edificio cuando aún no se habían construido las escaleras de la entrada norte, que hoy día salvan el gran desnivel del suelo existente en aquellos momentos.
En 1888 fue retratado por otro pintor madrileño, Eduardo Balaca (1840-1914). El cuadro se encuentra en el Museo de la institución a la que pertenecía, la Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Murió en diciembre del año 1891, en su ciudad, Madrid.
Por Mercedes Gómez
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Fuentes:
Al pasar frente al número 7 de la calle de Cedaceros un edificio llama poderosamente nuestra atención, por su decoración, pero también por su estado de abandono. Un letrero indica que se trata del Cine Bogart, pero la entrada está tapiada. Restos de cerámica de color azul alrededor de lo que fue la puerta del cine parecen testigos mudos de una larga y azarosa historia que comenzó hace más de un siglo.
Historia de un local que además de cine ha sido teatro, frontón, y aún antes salón de variedades. Usos diversos e infinidad de nombres. Salón Madrid, Teatro de los Polichinelas, Frontón Salón Madrid, Teatro Rey Alfonso, Cine Panorama, Teatro Arniches, Cine Cedaceros, y por fin Cine Bogart.
Durante casi cien años sus dueños se han visto obligados varias veces a cambiar el tipo de espectáculo que ofrecían y adaptarse a los nuevos tiempos para salir adelante. Vendido en subasta pública por orden judicial en más de una ocasión, sin embargo siempre mantuvo su carácter de lugar dedicado al ocio y al entretenimiento.
Igualmente, las reformas arquitectónicas han sido numerosas. Quizá una de sus peculiaridades, la planta en “L”, con fachadas a Cedaceros y Los Madrazo, haya supuesto una dificultad, ya que la esquina de ambas calles está ocupada por un edificio de viviendas.
El primitivo local fue construido en 1907 para albergar un pequeño salón-teatro, el Salón Madrid, que en aquellos primeros momentos tenía su entrada por la calle de Los Madrazo. Su arquitecto fue Luis López López, quien solo dos años después emprendería la primera reforma para convertirlo en cine, aunque en esos comienzos de siglo y del cinematógrafo, además de películas se ofrecían espectáculos de variedades, como por ejemplo las habilidades de perros amaestrados.
Francisco Reynals entre 1916 y 1918 lo transformó en un frontón femenino, el Frontón Salón Madrid para “señoritas raquetistas”.
Y dos años más tarde el arquitecto Luis Ferrero Tomás proyectó una nueva reforma para cine-teatro y frontón en la parte superior, local que recibió el nombre de Teatro Rey Alfonso. En este momento fue trasladada la entrada principal a Cedaceros, que entonces se llamaba calle Nicolás María Rivero. Y la entrada por la calle de los Madrazo quedó comunicada con el escenario y camerinos de los artistas.
Ferrero fue quien dio al edificio el estilo arquitectónico que conserva, construido con el “encanto de la originalidad”, como decía la prensa de la época. Estilo calificado como Regionalista, caracterizado por el uso y mezcla de elementos arquitectónicos tradicionales. El interior debía ser espléndido, con sus butacas tapizadas de cuero color oro viejo, sus catorce palcos, y los adornos de hierro repujado; el techo artesonado de madera policromada, los zócalos del patio de butacas cubiertos de azulejos de Talavera y la doble escalera de mármol.
En 1924 se convirtió en cine, pero los problemas de subsistencia eran graves y al año siguiente tuvo lugar el primer cierre y la primera subasta, dedicándose entonces el local a representaciones de género ínfimo, como se llamó al cuplé «no apto para todos los públicos» a las que acudían solo hombres.
En 1927 el mismo Ferrero transformó el frontón de los dos pisos altos en salones para una empresa privada, mientras en el piso inferior el teatrito continuó representando piezas de cabaret, le llamaron primero Picadilly Club y luego Lido.
Durante la República volvió el cine, el Panorama, en esta ocasión sobrevivió durante más de 30 años, cine de barrio que más de una generación de madrileños guarda en su memoria. Hasta que en el mes septiembre de 1965 se inauguró el Teatro Arniches, que igualmente muchos aficionados recuerdan, así como algunas de las obras que allí se representaron.
Pero los problemas económicos volvieron a surgir, anunciándose el cierre en 1976.
La protección de Patrimonio Artístico evitó entonces su derribo, pero a partir de ese momento la situación fue empeorando. El entonces llamado Cine Cedaceros exhibía películas “S”, novedad de la época, pero que poco a poco también fue perdiendo espectadores.
En 1982 el edificio sufrió la sexta reforma, la última de momento, y pasó a ser el Cine Bogart, que proyectaba películas en versión original, pasando de sala “porno” a sala de culto.
Desde el año 2001 el edificio permanece cerrado.
En el verano del 2006 fue “ocupado” durante una semana por más de cien integrantes de un movimiento social como protesta por la especulación inmobiliaria. Durante unos días fue noticia en todos los periódicos. Fue en ese momento cuando la puerta que en sus orígenes estaba protegida por una bonita verja de hierro repujado fue cegada.
Las últimas imágenes, antes de que la entrada fuera tapiada y desapareciera la marquesina, se pueden ver en este video:
Han pasado tres años y medio.
¿Quedará en su interior algo de la magnífica decoración, del zócalo de azulejos de Talavera, de los faroles de hierro repujado…?
¿Cuál será el futuro del local? Entre sus paredes se guarda casi toda la Historia del Espectáculo en Madrid y se reflejan los cambios de los gustos del público motivados por los cambios sociales a lo largo de todo el siglo XX. Seguro que, según nuestra edad y forma de vida, todos recordamos alguna de la etapas por las que ha pasado.
Esperemos que el singular edificio no corra peligro, se mantenga su protección, y que pueda ser recuperado como sala de Cine o Teatro, o tal vez para acoger ¿alguna otra forma de espectáculo o centro cultural?.
Texto y fotografías por : Mercedes Gómez
(ACTUALIZACIÓN 4 de marzo 2010)
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Fuentes:
Arquitectura de Madrid. COAM 2003.
La Construcción Moderna, 15 oct. 1921 (BNE)
Revista de la Unión de Actores
El País, 7 dic. 1989
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En la Edad Media aún no existían los teatros; los cuentos, romances, etc. se divulgaban por calles, plazas, posadas, casas particulares, salones de palacios, incluso en los conventos. El teatro español no tuvo escenarios fijos hasta el siglo XVI en que nacieron los corrales de comedias, instalados en patios de vecindad, al aire libre. Por entonces el teatro tenía mucho éxito entre todas las capas sociales, aunque las representaciones teatrales también tenían sus detractores pues algunos sectores no veían el teatro con muy buenos ojos ya que consideraban que propiciaban las malas costumbres. Pero estaba muy arraigado en la vida cotidiana, siendo el único medio de distracción de mucha gente, y la excusa perfecta para salir de casa, lo cual facilitó que sobreviviera.
Pero además hubo otra razón muy importante: el origen de los corrales, que habían sido creados por las Cofradías de la Pasión y de la Soledad con el fin de que los ingresos sufragaran los gastos de los enfermos de sus hospitales. Así que, a pesar de las críticas moralistas, la propia Iglesia estaba en contra de un posible cierre de los corrales, además de ser público habitual de las representaciones.
Las Cofradías, para evitar el pago de alquileres, construyeron sus propios teatros, el uno en la calle de la Cruz, año de 1579, y el otro en la del Príncipe, en 1580 (82, según algún autor), desapareciendo todos los demás corrales de Madrid, que eran varios.

Primitivo Corral de Comedias. Ilustración de Ramón Rodríguez (http://parnaseo.uv.es)
Al principio solo se concedió licencia para que se representase los domingos y fiestas, después se amplió a martes y jueves, y finalmente hubo representación diaria. Comenzaba a las dos o tres de la tarde en invierno, y a las tres o cuatro en verano, y las funciones tenían que concluir antes del anochecer, por razones de moralidad y de seguridad. Se llenaba bastante antes de la hora de comienzo y durante la función el público consumía frutos secos, dulces, aloja –bebida a base de agua y miel-, etc. La «alojería», que existía en todos los corrales, era algo parecido al bar o café de los teatros actuales.
Había varios tipos de localidades, y separación de sexos –las mujeres se apretaban en la famosa “Cazuela” frente al escenario-, aunque no en los aposentos o palcos, donde la localidad era más cara, y que se solían alquilar por años a los nobles o personas de buena posición económica; era signo de poder y riqueza el poseer «un aposento perpetuo».
El siglo XVII, el Siglo de Oro, fue el momento de esplendor de estos locales, y único lugar de representación teatral hasta que en 1640 se inauguró el Coliseo del Buen Retiro, y con él una nueva etapa en la Historia del Teatro.
En la ciudad de Madrid no quedan restos de ninguno de sus corrales, pero sí tenemos la inmensa suerte de que se haya recuperado, al menos en parte, el de Alcalá de Henares.
Aunque en España el más famoso sea el Corral de Comedias de Almagro, presumen en Alcalá de que el suyo es el más antiguo de Europa. Su origen se remonta al año 1601, cuando, siguiendo la moda de la época, a imitación de los corrales de Madrid, el teatro fue instalado en un patio de vecindad, extramuros, en la plaza del Mercado, que con el tiempo vendría a llamarse Plaza de Cervantes, nombre que también tomaría el teatro. Y desde su inauguración al año siguiente, con algún breve paréntesis, en este lugar no han dejado de ofrecerse representaciones de algún tipo.
De todas formas, hay que advertir al posible visitante que hoy día no espere encontrar un Corral del siglo XVII como en Almagro, encontrará algunos restos de aquel espacio, pero también de las sucesivas etapas de su historia hasta llegar a este precioso Teatro del siglo XXI. Corral de Comedias del siglo XVII, coliseo dieciochesco, teatro romántico en el XIX, escenario del primer cinematógrafo, cine de pantalla grande hasta su cierre en 1972… moderno y delicioso teatro en la actualidad.
Igual que el local, vamos a ir recorriendo las distintas épocas, es como si existieran varios teatros, uno dentro de otro, una caja dentro de otra. Desde la más grande, rectangular, que es la más antigua, a la más pequeña, elíptica, la más moderna.
La fachada no es la de un teatro lujoso sino la de una sencilla casa de vecinos que puede recordarnos aquellas en cuyo patio se instaló por vez primera el teatro.
Traspasado el moderno vestíbulo, rodeando los muros del antiguo corral cuyos restos han quedado a la vista, llegamos al foso, desde donde podemos ver perfectamente parte del empedrado de aquel patio del siglo XVII, y el brocal del antiguo pozo en el centro.
Desde el primer piso se observa el patio de butacas instalado sobre el suelo primitivo del Corral:
Después subimos hasta el segundo y último piso donde se conserva el techado de los antiguos aposentos; uno de ellos se conserva íntegramente.
Asomados a la platea, contemplamos de cerca el techo de madera instalado en 1769, así como las pinturas restauradas.
Finalmente visitamos el pequeño teatro en el que los palcos fueron distribuidos con la forma de elipse que adoptó en 1831 a la moda de los teatros románticos.
Texto y fotografías por Mercedes Gómez
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Corral de Comedias de Alcalá
Plaza Cervantes 15
Visitas guiadas
Precio: 2,50 €
Más información Tel.: 91 877 19 50
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Bibliografía:
Ramón de MESONERO ROMANOS . “El antiguo Madrid : paseos históricos-anecdóticos por las calles y casas de esta villa”.
Ricardo SEPÚLVEDA.»El Corral de la Pacheca. Madrid y su teatro«. Madrid 1888. Facsimil Asoc. Libreros de Lance, 1993.
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