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(I) Pedro de Alcántara Téllez-Girón, príncipe de Anglona
El Palacio de Anglona –situado entre la Costanilla de San Pedro, la calle Segovia, la Costanilla de San Andrés y la calle Príncipe de Anglona– ha tenido varios propietarios a lo largo de su historia, pero hoy día tanto la calle como el palacio y su jardín conservan el nombre del ilustre príncipe que lo heredó en los comienzos del siglo XIX.
No se conoce la fecha exacta ni el autor de la construcción del edificio primitivo pero se sitúa entre los años 1675 y 1690, aunque sus orígenes se remontan al siglo XVI, época de la que ya se conocen algunos datos. Entonces se trataba de un conjunto de casas ubicadas junto a la iglesia de San Pedro que pertenecían a los Vargas, que como sabemos tenían diversas propiedades en la zona; en el inicio del siglo XVII estas pasaron a ser propiedad de los Benavides.
Posteriormente, en 1637, el XI conde – VIII duque de Benavente, Antonio Alonso Pimentel, obtuvo la propiedad al casarse con Francisca de Benavides, nieta de Álvaro Benavides e hija de los marqueses de Javalquinto y Villarreal.
Los Benavente utilizaron este palacio como residencia principal.
La Costanilla de San Pedro antes fue la calle de la Palma y la calle del Príncipe de Anglona era la calle Sin Puertas; ambas así figuran en la Planimetría General de Madrid del siglo XVIII. La calle del Príncipe de Anglona recibe este nombre desde 1889.
El jardín fue construido sobre un antiguo huerto de los Vargas, salvando el gran desnivel del terreno, por lo que en algunos lugares aparece con la denominación de jardín colgante. La entrada tiene lugar por la plaza de la Paja, y sus muros al norte se asoman a la calle Segovia, con una altura de seis metros. Tiene una superficie de aproximadamente 500 metros cuadrados.
El diseño de 1761 es de Nicolás Chalmandrier, que aparece representado en el plano de Madrid del mismo autor.
Se supone que el palacio fue reformado antes de 1771, «para su mejor y más cómoda habitación» cuando tuvo lugar la boda entre la Condesa de Benavente María Josefa Alonso Pimentel y Pedro de Alcántara de Téllez Girón. Se les destinó este palacio en la calle Segovia pero el matrimonio eligió el Palacio de los Osuna en los altos de Leganitos ‑que ya no existe‑. Don Pedro, tras la muerte de su hermano mayor, pasó a ser IX duque de Osuna.
Francisco de Goya los retrató en el gran lienzo de la familia, Los duques de Osuna y sus hijos, fechado hacia 1787, que se encuentra en el Museo del Prado.
Una gran reforma del edificio tuvo lugar en 1776 a cargo de Vicente Barcenilla. A finales de siglo, en 1793, Ángel María Tadey, contratado por la duquesa de Benavente, marquesa de Peñafiel, realizó mejoras de calidad en la decoración de su interior, y en el jardín, donde instaló un puente, un cenador, una casita para las gallinas… todo al gusto de la época.
Según Ramón Guerra de la Vega, en 1800 el interior fue decorado por el francés Jean-Démosthène Dugourc, que trabajó para el rey Carlos IV y, recordemos, también decoró el palacio de Manuel Godoy en la plaza de la Marina española.
En 1802, con motivo de la boda del primogénito de la Casa de Osuna, XI marqués de Peñafiel, Francisco Borja Téllez Girón con María Francisca Beaufort y Toledo, tuvo lugar la reforma más importante del palacio, a cargo del arquitecto Antonio López Aguado que lo convirtió en un edificio de planta rectangular, con dos patios interiores.
Al ser nombrado X duque de Osuna, el heredero Francisco Borja abandonó la casa, que pasó a su hermano Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Alonso Pimentel, príncipe de Anglona –título que heredó de su madre– y marqués de Javalquinto, hijo segundo de la Casa de Osuna.
Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Alonso-Pimentel, príncipe de Anglona (1786- 1851), hijo menor de Pedro de Alcántara Téllez-Girón, IX duque de Osuna, y de Josefa Alonso-Pimentel, condesa-duquesa de Benavente, es el niño que Goya representó sobre un cojín, a los pies de su madre, en el retrato familiar.
El otro niño, que está de pie, es su hermano, el tercero y el mayor de los varones, Francisco de Borja Bruno Téllez Girón, entonces futuro X duque de Osuna.
Agustín Esteve pintó al príncipe cuando tenía unos doce años. Se desconoce donde se encuentra el cuadro en la actualidad pero felizmente en el Archivo Ruiz Vernacci del IPCE se conserva una fotografía.

Fotografía del retrato de Pedro de Alcántara Téllez-Girón, Príncipe de Anglona, pintado por Agustín Esteve. ¿José Lacoste? Albúmina, 1900-15. Archivo Ruiz Vernacci.
Otra imagen del príncipe de Anglona en la que aparece representado junto a su hermano, Francisco de Borja Téllez Girón, es la que pintó William Beeckey, «El X duque de Osuna y su hermano el principe de Anglona», de la que también se conoce una fotografía, incluida en 1925 en la exposición de Retratos de niños en España y publicada en «Retratos de la familia Téllez-Girón, novenos duques de Osuna», de Joaquín Esquerra del Bayo.

«El X duque de Osuna y su hermano el principe de Anglona», William Beeckey. Una copia de la fotografía se conserva en el Archivo del Centro de CC Humanas y Sociales del CSIC.
Se casó con María del Rosario Fernández de Santillán. Por herencia familiar el príncipe de Anglona fue militar desde niño, pero también fue amante de las letras, la historia y el arte, igualmente heredero de la ilustración de sus padres. Llegó a ser director de la Real Academia de San Fernando y desde 1820 a 1823 fue director del Museo del Prado, cuando aún se llamaba Real Museo de Pintura y Escultura.
El príncipe de Anglona murió en 1851, a la edad de 65 años.
En 1872 su hijo y heredero Pedro de Alcántara Téllez Girón y Fernández de Santillán vendió la casa al marqués de la Romana.

Palacio de Anglona (Foto: Madrid a 360º)
(II) El Palacio y el Jardín del príncipe de Anglona
La familia de los marqueses de la Romana, que fue su propietaria durante más de un siglo, hasta 1983, fue quien en 1920 encargó la reforma del jardín a Javier de Winthuysen.

Planta del Jardín del Palacio de Anglona. Javier de Winthuysen (1920). Archivo Real Jardín Botánico.
Winthuysen incluyó en su diseño elementos del jardín clásico andaluz, con fuentes y bancos con azulejos, parterres y pilastras a lo largo del muro.
Los nuevos dueños también fueron dignos inquilinos del palacio, amantes del arte, como demuestra la colección que atesoraron.
El 11 de abril de 1926 los socios de la Sociedad española de excursiones lo visitaron. En su crónica se describe el interior y las valiosas obras de arte que allí pudieron contemplar. Tras la escalera y el vestíbulo, una antesala decorada con un tapiz flamenco y otros objetos, el salón verde con pinturas notables…
… y una sala llamada de los Goyas, con nueve cuadritos del pintor, entre ellos La Maja y el Petimetre. El Salón de baile, el comedor, etc. todo ello descrito con admiración.
Posteriormente, entre los años 1942 y 1978 lo alquilaron al Ayuntamiento de Madrid, que instaló allí unas oficinas.
El Ayuntamiento abandonó el edificio en 1978, debido a su mal estado, pero inició los trámites de expropiación del jardín para convertirlo en zona verde.
Cuando en 1983 la empresa Anglona S.A. compró el palacio para su transformación en viviendas aún pertenecía a los marqueses de la Romana. La empresa se comprometió con el Ayuntamiento a reformar también el jardín, obra que inició la paisajista Lucía Serredi, quien dijo que «…bajo 40 centímetros de tierra y hojas secas, encontramos unos caminos de ladrillos bordeados por setos de boj ya totalmente secos, formando un parterre que muy bien podía corresponder al original del siglo XVIII».
En 1987 estas obras se interrumpieron por falta de presupuesto, según se publicó. Las viviendas de lujo ya estaban todas vendidas.
La rehabilitación del antiguo Palacio de Anglona para viviendas obtuvo uno de los doce Premios de Urbanismo y Arquitectura del Ayuntamiento de Madrid, que no se entregaban desde antes de la Guerra Civil y que se recuperaron en 1986.
La rehabilitación integral del edificio fue realizada por Ignacio Blanco Lecroisey y Jaime Martínez de Ubago y de Liñán; la obra se llevó a cabo en 1984-1986. Carlos Boyer Monsalve continuó la obra entre 1986-1987. Los autores de una segunda rehabilitación fueron José Ángel Rodrigo García y Jaime Castañón Fariña.

Vestíbulo de entrada al palacio de Anglona. Foto : Madrid a 360º

Foto : Madrid a 360º
Los jardines, que mantuvieron la propiedad municipal, y por tanto eran públicos, estaban cerrados, los vecinos de las dieciséis viviendas de lujo tenían la llave y no dejaban entrar a nadie, al parecer con el consentimiento del Ayuntamiento. No se abrieron hasta el año 2002.
Conservan algunos elementos, como es su tapia, con paños de tapial de adobe y albardillas de losetas cerámicas, uno de los elementos usualmente utilizados por la jardinería tradicional en Madrid, de las que quedan pocos ejemplos.
Aunque se mantiene el antiguo trazado y el solado original de ladrillo, otros elementos singulares han desaparecido. Se conserva el pavimento de los paseos y algunos dibujos de la plazoleta central formados por ladrillos colocados creando un dibujo de espina de pez.
Como elementos singulares, además de las fuentes destacan un cenador y dos pérgolas. Durante la reforma, en el centro se instaló una pequeña fuente de piedra.

Foto : Madrid a 360º
Su trazado, que originalmente fue neoclásico, presenta dos caminos geométricos de ladrillo aparejados a sardinel, y con un bordillo de granito. Dichos caminos se cruzan perpendicularmente, dando lugar a cuatro cuadrantes conformados por setos de boj.
Por: Mercedes Gómez
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Bibliografía:
PEÑUELAS, José. «Visita al palacio de los marqueses de la Romana» en Boletín de la Sociedad española de excursiones, dic. 1926.
Catálogo Javier de Winthuysen. Jardinero. Andalucía. Sevilla, Córdoba 1989-1990.
GUERRA DE LA VEGA, Ramón. Palacios de Madrid. Madrid, 1999.
COAM. Guía de Arquitectura, Madrid 2003.
MARTÍNEZ, África. Palacios madrileños del siglo XVIII, Ed, La Librería, Madrid 2003.
LABAJOS, Luciano y RAMON-LACA, Luis. Jardinería tradicional en Madrid. Ed. La Librería, Madrid, 2007.
El País, 28 mayo 1986, 20 jul 1987, 26 mayo 1992, 14 mayo 2005.
El Palacio de Fernán Núñez está situado en la calle de Santa Isabel nº 44, con vuelta a San Cosme y San Damián nº 1. Como ocurre en otros palacios decimonónicos, su exterior no permite imaginar el lujo y riqueza que alberga en su interior.
La entrada a la zona noble suele tener lugar por la escalera principal.
Pero hoy os invito a acceder por la bella escalera privada de sus antiguos inquilinos para conocer su jardín, gracias a las visitas organizadas por Open House Madrid el pasado sábado 30 de septiembre.
Antes conozcamos su historia.
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Los orígenes del palacio se remontan a finales del siglo XVIII cuando estos terrenos estaban ocupados por modestas casas de vecindad con huertas que pertenecían a diferentes propietarios. Era la manzana 18 que casi en su totalidad era propiedad del cercano Convento de Santa Isabel, aunque desde 1618 las monjas habían ido vendiendo solares. El monasterio ocupaba la gran casa nº 10, así aparece reflejado en la Planimetría General.
Blas Jover, Secretario de Consejos de Fernando VI, compró algunos solares, comenzando por el sitio nº 7 situado en la esquina entre Santa Isabel y la calle de San Cosme, hoy San Cosme y San Damián, y allí construyó su casa.
Dicha casa nº 7 en 1769 fue adquirida por Miguel José María de la Cueva Velasco, XIII duque de Alburquerque y conde de Fernán Núñez, quien contrató al arquitecto Antonio López Aguado para que la reformara y transformara en un palacio.
En esta época, entre 1796-1849, ya existía un patio-jardín del cual tenemos información gracias a la extraordinaria maqueta, el Modelo de Madrid (1830) de León Gil de Palacio, que se puede admirar en el Museo de Historia de Madrid.
Posteriormente, a mediados del siglo XIX, Felipe María Osorio y Castelví, duque de Fernán Núñez y conde de Cervellón, adquirió la casa nº 8 y la huerta colindante con el Colegio de Santa Isabel. El palacio primitivo fue reformado y ampliado, y su interior fue distribuido irregularmente en torno a varios patios; se construyó una nueva fachada, la que hoy día contemplamos, y el jardín modificó su aspecto y uso. La obra se atribuye a Martín López Aguado, hijo de Antonio.
Entre 1860 y 1870 junto al jardín se construyó la estufa o serre –así aparece nombrada en las revistas y diarios de la época–, un precioso invernadero que se convertiría en protagonista de la vida social del palacio como atestiguan las numerosas crónicas.
El Madrid de los años 70 del siglo XIX está representado en el plano de Ibáñez de Íbero en el que el palacio y sus patios están bien detallados. El invernadero aparece dibujado junto al jardín.
Era una galería abovedada de hierro y cristal, con tres puertas en una de sus fachadas que se comunicaban con el jardín.
Una vez más las fotografías de Jean Laurent conservadas en el Archivo Ruiz Vernacci, realizadas por esas mismas fechas, alrededor de 1875, nos muestran cómo era la galería, adornada con todo tipo de árboles y plantas. Palmeras, plátanos… hortensias… En su interior también había una fuente con una figura de mármol.

Laurent “Palacio de Fernán Núñez. La galería”. (1860-1886). Archivo Ruiz Vernacci. Fototeca del Patrimonio Histórico (IPCE).
El invernadero recibía, además de la luz del sol, el calor que le proporcionaba un calorífero, el agua caliente que circulaba bajo el pavimento, bajo unas glorias o rejillas metálicas, que se aprecian perfectamente en las fotografías de Laurent y que se conservan, como veremos.
Recibía el nombre de Galería de Otelo porque entre otras cosas allí había una escultura de mármol que representaba este personaje.

Laurent “Palacio de Fernán Núñez. La galería de Otelo”. (1860-1886). Archivo Ruiz Vernacci. Fototeca del Patrimonio Histórico (IPCE).
Como decíamos, las revistas de la época dejaron constancia de los encuentros sociales y las fiestas que allí tuvieron lugar. En 1884 se celebró en el palacio un baile que la Ilustración Española y Americana describió e ilustró con uno de sus famosos grabados.

El baile en casa de los duques de Fernán Núñez. Aspecto de la “serre” donde se sirvió el “buffet”. La Ilustración Española y Americana 15 marzo 1884 (BNE)
A comienzos del siglo XX se produjo una nueva reforma, obra de Valentín Roca y Carbonell, nuevo arquitecto de la casa ducal.
El Jardín fue rediseñado y se añadió una terraza de mármol con escaleras, que sigue existiendo; nuevas losas cubrieron todos los elementos decorativos. El estanque de la fuente fue realizado con el mismo material.
Después de la guerra tras ser adquirido el edificio por la Compañía de Ferrocarriles, luego Renfe, fue restaurado. Nuevas reformas tuvieron lugar en 1973.
A estas últimas obras se cree que se debe la configuración actual del jardín.
El invernadero desapareció, aunque su estructura se mantuvo. Los muros de cristal fueron sustituidos por muros de fábrica con tres grandes ventanales.
Hoy es un moderno Salón de Actos.
En el suelo, como comentábamos, aún se conservan las glorias, las mismas que aparecen en las fotografías de Laurent.
La fuente que estaba en el interior también desapareció; la figura de mármol que la adornaba –que también vimos en la primera foto de Laurent– fue trasladada al jardín, donde continúa.
Las especies arbóreas que hoy existen, como el hermoso magnolio central, debieron ser plantadas en dicha reforma de los años 70.
La última restauración del jardín tuvo lugar en 2002 a cargo del arquitecto Javier Contreras.
El Palacio, propiedad de Adif y Renfe, desde 1985 es la sede de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles. Se puede solicitar la visita en grupos. En su web se encuentra toda la información.
Por: Mercedes Gómez
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Bibliografía:
MARTÍN BLANCO, Paulino. “El Jardín central del Palacio de Fernán Núñez”, Anales de Historia del Arte nº 13, 2003.
BUELGA LASTRA, Luz. «Casa-mansión de los Duques de Alburquerque y de los Duques de Fernán-Núñez: Historia y evolución». Espacio, Tiempo y Forma, Hist. del Arte, t. V, 1992.
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