You are currently browsing the tag archive for the ‘Atocha’ tag.
Leemos en las crónicas que desde antiguo ha existido en Madrid una gran tradición de veneración a la Virgen María; son numerosas las advocaciones, de las que se conservan algunas imágenes de gran valor histórico y artístico.
La antiquísima Virgen de Atocha; la Madona de Madrid, del siglo XIV, que se encuentra en la clausura del Convento de Santo Domingo en la calle de Claudio Coello, procedente del antiguo Convento en la plaza del mismo nombre; la hermosa Virgen de Loreto y Nuestra Señora del Buen Suceso, de las que hemos hablado en este blog. Por supuesto la patrona de Madrid, la Virgen de la Almudena; sin olvidar a Nuestra Señora de la Soledad. Y Nuestra Señora de Madrid.
En 1923 Antonio Velasco Zazo escribió que la imagen de Nuestra Señora de Madrid era la más bonita de las vírgenes de la ciudad, pero poco visitada y desconocida para la mayoría de los madrileños. Casi cien años después, no se si la más bonita, pero desde luego muy desconocida, y una de las más antiguas. Como en todas las imágenes marianas la historia se mezcla con la leyenda, pero parece claro que su origen se remonta a finales del siglo XVI.
Instalada en la capilla del Hospital General, desde 1582 la imagen salía en procesión todos los años el día 2 de febrero, día de la Candelaria. Entonces el llamado Hospital General y de la Pasión estaba en la carrera de San Jerónimo, en el lugar en que luego se instalaría el Convento de Santa Catalina de Siena. Después se trasladó a Atocha.
La procesión quedó representada en una interesantísima pintura, de autor anónimo, de 1643, a la que también hacía referencia Velasco Zazo en su crónica de 1923.
En 2008 se publicó la noticia del hallazgo del cuadro, “arrumbado en el castillo de Manzanares el Real” y su restauración.
Su gran valor es que muestra el hospital de Atocha y alrededores tal como eran en el siglo XVI-XVII. El hospital anterior al Hospital General de San Carlos que se construiría en el siglo XVIII según proyectos de José de Hermosilla y de Francisco Sabatini.
Frente a la fachada transcurre la procesión. A la izquierda, en la parte superior, vemos la ermita en el Cerrillo de San Blas –donde hoy se encuentra el Observatorio Astronómico–. A la derecha está representada la imagen de la virgen.
A los pies del cuadro en la actualidad hay una cartela que cuenta la historia, probablemente ¿colocada en el siglo XIX tras su restauración? :
La procesión… tuvo principio en 1582… estando el Hospital donde está el convento de dominicas de Santa Catalina de Sena. Desde allí iba al convento de San Felipe hasta que se pasó el hospital a este sitio, y se mudó la procesión a Nuestra Señora de Atocha. Se hizo este cuadro en el año 1643… Restauró este cuadro don Vicente Mayoral y Serrano el mes de marzo de 1865.
El Hospital General tuvo su sede en Atocha hasta 1965 en que fue clausurado. Posteriormente, como sabemos, el edificio rehabilitado se convirtió en el Museo Reina Sofía.
En 1968 fue inaugurada la nueva Ciudad Sanitaria Francisco Franco, entre las calles de Doctor Esquerdo, Ibiza, Máiquez y Doctor Castelo. Hoy es el Hospital General Universitario Gregorio Marañón.
La iglesia del hospital es la Parroquia de San Vicente Ferrer. La Capilla formaba parte del conjunto hospitalario proyecto de Martín José Marcide Odriozola, construido entre 1966-1968.
Allí fue trasladada la imagen, donde continúa, junto al altar mayor.
Ricardo Valladares la describe así :
“Mide 1,30 m. de altura, aproximadamente. Es una especie de maniquí de madera hueca, con los pliegues de las vestiduras tallados en la madera y pintados, simulando ser de paño, con dibujos pequeños…
… Los brazos son de madera maciza y están articulados por encima de las muñecas, viniendo casi a unirse en el centro del cuerpo, un poco por encima de la cintura, para sostener con las dos manos a una imagen pequeña del Niño Jesús vestido con faldón blanco.
La Virgen está cubierta desde la cabeza con una mantilla de encaje blanca, sujeta por la corona y que cae hasta cerca de la rodilla. El rostro de la Virgen está enmarcado por un adorno de tela bordada, en la cabeza tiene una peluca de cabellos negros que caen por la espalda y, como la mantilla, esta sujeta por la corona con su halo, todo ello metálico niquelado”.
La histórica imagen se puede contemplar fácilmente, en la parroquia de San Vicente Ferrer, en la calle de Ibiza.
Pero no he conseguido saber dónde se encuentra el cuadro. ¿Habrá vuelto al Castillo de Manzanares el Real…?
Actualizo la entrada, hoy 5 de febrero, gracias al comentario de Ríozujar que podéis ver más abajo, que responde a mi pregunta:
La pintura efectivamente se encuentra en el interior del Castillo de Manzanares el Real presidiendo uno de sus salones (la Sala Santillana), así lo muestra una foto cuyo enlace se puede ver en dicho comentario.
Por: Mercedes Gómez
——-
Bibliografía:
VELASCO ZAZO, A. “Nuestra Señora de Madrid”, La Esfera, 24 marzo 1923.
HUARTE, A. Nuestra Señora de Madrid. Ayuntamiento de Madrid, 1925.
“Iglesia Ciudad Sanitaria Francisco Franco”, Informes de la Construcción, oct. 1971.
VALLADARES, R. Hospital Provincial de Madrid. Comunidad de Madrid, 1979.
FRAGUAS, R. “La calle de Atocha en el siglo XVI”, El País, 5 marzo 2008.
La calle Murcia nace en el Paseo de Santa María de la Cabeza, cruza el Paseo de las Delicias y muere en la calle de Méndez Álvaro, frente a la Estación de Atocha. Es una calle breve, situada en el vértice norte del barrio que surgió en el triángulo creado en el siglo XVIII sobre las Delicias, surcado por los paseos que iban desde la Puerta de Atocha hasta el Río.
Hacia 1900 aún eran escasas las construcciones, casi nulas en el segundo tramo. El barrio había comenzado a crecer hacía pocos años, alrededor de las estaciones de Delicias y Mediodía (actual Atocha).
De aquellas primeras edificaciones no queda recuerdo.
Hoy es una de tantas calles arboladas y acogedoras de Madrid, secundaria y discreta, que quizá solo conocen bien los vecinos del barrio (oficialmente, barrio de Palos de Moguer), pero que como todas las calles aunque no sean famosas tiene su historia. El edificio más antiguo que se conserva precisamente en ese primer tramo, entonces aún un solar, es el nº 3, de 1909.
Hace diez años fue noticia por su estado ruinoso y falto de higiene. Actualmente la fachada centenaria se encuentra cubierta por una lona y las únicas ventanas que quedan a la vista están tapiadas, como en 2004. Enfrente un edificio de solo dos plantas, debe ser también de esa época.
En el nº 10 se encontraba el edificio de Transportes Fluiters, construido por Augusto Sanz Marcos entre 1927-1928 para guardamuebles, naves y oficinas de don Pedro Fluiters. Fue demolido en 1984, pero se conservó la fachada como ejemplo de construcción industrial.
Resulta un tanto extraña pues ha quedado aislada del moderno edificio de viviendas levantado tras ella, pero conserva algunos detalles del art-déco que la adornaba y es un testigo de los tiempos pasados en que la industria crecía en la zona.
En esta misma acera de los números pares, esquina al Paseo de las Delicias 26 (antiguo 28) el 12 de septiembre de 1959, tal como publicó la prensa de la época, se inauguró el Hotel Carlton, con “aire acondicionado, radio, cuartos de baño y teléfono en todas las habitaciones”, novedades propias de un local de primera categoría.
La fachada cóncava de la esquina fue decorada por el ceramista Santiago Padrós con un mosaico dedicado a las Ciudades españolas monumentales.
En la esquina contraria, donde ahora se encuentran las oficinas de una entidad bancaria, estaban las Bodegas Villa, cervecería muy frecuentada por los vecinos del barrio en los años 50-60.
Al otro lado del paseo, en el nº 14, esquina Paseo de las Delicias 19, un edificio de viviendas con sus rejas onduladas construido hacia 1930.
En la planta baja, en la esquina, había una tienda, entonces se llamaban de ultramarinos, la tienda de Peñalver, que algunos vecinos seguro recuerdan. Ahora hay una tienda de chinos.
Seguimos en la acera de los pares. En el nº 16, hay una casa sencilla y cuidada, con preciosos balcones de forja.
Enfrente estaba el Mercado Atocha, cuyo acceso principal estaba en el Pasaje Tortosa, un callejón sin salida que parte de la calle Tortosa; sin embargo entonces había una entrada por la calle Murcia. Tras una pérdida de clientela, desaparición de puestos y un grave deterioro, cerró definitivamente en 2006, siendo convertido en Escuela Municipal de Música.
Son muy bonitas las casas que se conservan anteriores a los años 70 del pasado siglo XX, en que muchas fueron derribadas.
A continuación, en el lugar del edificio moderno que hoy ocupa el solar del nº 20, había una Fábrica de Hielo, una de las que existían en Madrid (otra, recordemos, estaba en la calle de San Andrés). No sabemos en qué año exactamente sería derribada, pero en 1973 la prensa anunciaba los nuevos pisos y animaban a comprobar la calidad de su construcción.
En el nº 22 se hallan las viviendas para don Andrés Palomeque, proyecto de José María Rodríguez Gómez de 1930. En los impares, las viviendas del nº 17 muestra una sencilla y elegante decoración clásica, con dos pequeños torreones.
Y llegamos al final de la calle. Además de un mercado y la fábrica de hielo, otro servicio fundamental para el vecindario se instaló en la calle Murcia. En el nº 21 sigue en pie el Colegio Público Menéndez y Pelayo, una de las escuelas creadas por Antonio Flórez Urdapilleta, Jefe de la Oficina Técnica para Construcciones Escolares del Ministerio de Instrucción Pública, como ya comentamos aquí.
Esta escuela, frente al racionalismo dominante en construcciones posteriores, dentro de su sencillez y búsqueda de la funcionalidad, aún muestra ciertos elementos historicistas, sobre todo en las portadas.
El Grupo Escolar inicialmente llamado de Méndez Álvaro fue uno de los seis cuyo proyecto fue aprobado y publicado en la Gaceta de Madrid en 1923, gracias a la colaboración entre el Ayuntamiento y el Estado. En un principio los planos fueron obra del arquitecto municipal Pablo Aranda Sánchez, aunque fueron modificados por Flórez. El colegio fue construido entre los años 1923-1928. El edificio con su entrada principal en Méndez Álvaro 16, se asoma a la calle Rafael de Riego 1 y Murcia 21.
Construido en ladrillo y con aleros de madera, sus fachadas son muy armónicas.
Fue reformado y ampliado por el propio Flórez y Bernardo Giner de los Ríos en 1932.
Una segunda ampliación a cargo del arquitecto Joaquín Roldán tuvo lugar en 1970. Fue en 1932 cuando se construyó la caseta para servicios médicos y para el guarda en la esquina de Méndez Álvaro con la calle Murcia, donde finaliza nuestra calle y nuestro paseo por hoy.
Por : Mercedes Gómez
—–
Bibliografía:
Guía-Callejero de Madrid 1970.
Dº ABC, 31 octubre 1973
Dº ABC 2 marzo 2004, pág 41
Dº ABC 6 junio 2006, pág, 40
COAM. Guía de Arquitectura. Madrid 2003
F.J. Rodríguez. Plan de construcciones escolares de 1922 para Madrid. El caso del Grupo Menéndez Pelayo”. III Foro Ibérico de Museísmo Pedagógico – V Jornadas Científicas. Murcia 2012.
Y sobre todo, los recuerdos de Fernando, antiguo vecino de la calle, a quien dedico el artículo y envío muchos besos.
Como sabemos, la existencia de los baños públicos en Madrid se remonta a los orígenes de la Villa. Los musulmanes trajeron a Mayrit, como a todas las ciudades de Al Andalus, los baños o hammam.
Igual que sucedió con los viajes de agua, los baños fueron una herencia de la cultura romana. Las termas romanas eran edificios destinados al ocio, lugar de baño pero también de encuentro, lectura, ejercicio… Solían tener tres salas principales: la piscina fría (frigidarium), la tibia o templada (tepidarium) y la caliente (caldarium). De la misma forma, los baños árabes además de lugares para la higiene también lo eran para la relación social, a lo que se añadía la ablución o purificación religiosa. Heredaron esa filosofía del agua y los contrastes de la temperatura como elemento de limpieza del cuerpo y del alma. Inspirados en las termas romanas, normalmente estaban formados por tres salas abovedadas contiguas, el cuarto frío (bayt al-barid), templado (bayt al-bastani) y caliente (bayt as-sajun), además de otras estancias.
Hay constancia de los baños árabes madrileños en algunos documentos antiguos. Como ya vimos, Manuel Montero Vallejo habla en sus libros de los baños que se encontraban junto al Barranco por donde entonces fluía el Arroyo de San Pedro, hoy calle Segovia, y que continuaban existiendo en los siglos XIII y XIV. Estaban situados cerca de la iglesia de San Pedro, al norte del zoco, o azoche viejo, que visitamos hace unos días, situado en la Plaza de la Paja. Muy cerca, el profesor situó una mezquita que debía existir también aún en el siglo XV.
Recordemos que el zoco se solía improvisar en las calles, normalmente cerca de los dos centros de la vida social, la mezquita y los baños. Y que el primer zoco pudo existir en la plaza de San Salvador, hoy de la Villa, cerca de la mezquita principal, la de la Almudena, en la actual calle Mayor. Podemos imaginar que no demasiado lejos existieron unos baños. ¿Acaso algunas de las cuevas abovedadas que se conservan en las proximidades pudieron pertenecer a los baños islámicos del Mayrit más antiguo?.
Hoy día podemos revivir la experiencia de aquellos baños árabes en la calle de Atocha nº 14, en Hammam Al Andalus y, como promete su eslogan, bañarnos en la historia. Sus sótanos abovedados fueron rehabilitados en los comienzos del siglo XXI para recrear unos hammam, con toda su magia, donde descansar y aislarnos por un rato de la ajetreada vida diaria.
El edificio, uno de los más antiguos de Madrid, con trescientos años de historia, se ubica en la calle Atocha esquina Concepción Jerónima, en la antigua manzana 159 en la que se encontraba la Iglesia y Convento de Santo Tomás, derribados en 1875, sobre cuyos terrenos se levantó la actual Iglesia de Santa Cruz.
Hoy el nº 14 de la calle de Atocha corresponde a la Casa nº 3 que a mediados del siglo XVIII era propiedad del Convento, como casi toda la manzana.
Los aromas, la música suave, el agua tranquila… todo invita al descanso y a recordar el pasado madrileño nada más entrar en el recinto.
En la rehabilitación ejecutada entre 2002-2003 han cuidado hasta el último detalle conservando en la medida de lo posible los materiales originales, sobre todo el ladrillo de los muros y las bóvedas centenarias.
Según cuentan en el propio establecimiento, el Hammam se halla sobre la estructura de un antiguo aljibe con bóveda de cañón, del siglo XVIII.
Para conseguir el mejor ambiente, en los elementos de nueva construcción, combinados con los originales, se han utilizado materiales como el mármol, la pizarra, azulejos artesanales y estuco.
Son muchos los detalles evocadores de aquellos años alrededor de 1700 en que en esta esquina las Casas que llaman de la Torrecilla se surtían del viaje de agua de la Fuente Castellana. Como un precioso y antiquísimo pozo hoy convertido en fuente moderna gracias al grifo del que ahora mana agua fresca.
Además de las piscinas a diferentes temperaturas, como antaño, hay una sala de vapor y otra de reposo en la que se puede disfrutar de una Fuente de té y del Rincón de los Aromas, donde se elije la esencia para el masaje, rosa, lavanda, ámbar rojo… Dedicado a Madrid, se ofrece el aceite aromático de la violeta.
Y como curiosidad, todos los años organizan un torneo de ajedrez en el agua templada, ¿os animáis?.
Como ellos mismos explican, lógicamente ahora el Hammam no tiene funciones higiénicas ni religiosas, pero sí aporta beneficios al cuerpo y a la mente, momentos de descanso, de relajación… tan necesarios, en un espacio que nos traslada a otra época, que nos hace recordar el Madrid más antiguo.
Por : Mercedes Gómez
——–
Bibliografía:
Montero Vallejo, M. Origen de las calles de Madrid. Ed. Lavapiés. Madrid 1995.
Planimetría General de Madrid.
Aznar de Polanco, J.C. Tratado de los Cuatro elementos. Origen y nacimiento de las aguas y fuentes de Madrid. Madrid 1717. (Ed. facsimil E. y P. Libros antiguos, Madrid 1992).
Hace casi cuatro años que hablamos aquí por primera vez del edificio de las antiguas Serrerías Belgas, situado entre las calles de Cenicero y Alameda. Como decíamos entonces, se trata de uno de los pocos ejemplos de arquitectura industrial que subsisten en Madrid, una vieja fábrica maderera hoy destinada a albergar cultura contemporánea. Las noticias recientes sobre el fin de las obras y su posible apertura animan a actualizar el artículo.
El solar sobre el que se construyó la fábrica, al final de la calle de Atocha cerca del paseo del Prado, en el siglo XVIII había estado ocupado por el Convento de Padres Agonizantes y su iglesia, tras cuyo derribo pasó a ser propiedad de particulares. Cuenta Mesonero Romanos que fue fundado en 1720 por el Marqués de Santiago bajo la advocación de Santa Rosalía. La iglesia, que aparece representada en los planos de finales de siglo, estaba situada en la esquina de Atocha con Alameda. Era la manzana nº 263, ubicada frente al Hospital General, que ocupaba la manzana nº 1 (curiosamente, en el siglo XVIII Madrid comenzaba a numerarse junto a la Puerta de Atocha).
El año 1840 se fundó la Sociedad Belga de Fincas Españolas instalándose en dicho solar. En 1863 se ampliaron las construcciones iniciales, que sufrieron numerosas reformas y cambios durante los primeros años del siglo XX, hasta llegar al edificio actual.
Esta Sociedad fue el antecedente de la actual propietaria del “Pinar de los Belgas” en Rascafría: la Sociedad Anónima Belga de los Pinares del Paular, que en su web conserva recuerdos de aquellos tiempos lejanos en que la industria maderera se encontraba en la madrileña calle de Atocha.
En Rascafría la Sociedad continúa su actividad.
Después de la guerra se fueron ampliando las instalaciones con la compra de nuevos terrenos. La idea fue rentabilizar la propiedad con la construcción de algunos comercios y viviendas, al final lo que se construyó fue un hotel, el Hotel Mercator, finalizado en 1954.
Esta fue la sede de la fábrica hasta los años 70 del siglo XX, la actividad se fue reduciendo poco a poco hasta quedar las naves casi abandonadas y, en el año 2000, se vendió el hotel. En su lugar se construyó el moderno Hotel Paseo del Arte, que fue inaugurado en 2002 en el actualmente nº 123 de la calle de Atocha.
Las naves de las antiguas serrerías fueron adquiridas por el Ayuntamiento y poco después nació el proyecto de rehabilitación para convertirlas en una de las sedes de la INTERMEDIAE, centro de arte dedicado a la Creación contemporánea y a las últimas técnicas de expresión artística. La otra sede, ya en funcionamiento, es el antiguo Matadero de Legazpi.
Tras el grave incendio de una Subestación Eléctrica de Unión Fenosa en el mes de julio de 2004, que estaba situada entre las serrerías y la antigua Central Eléctrica de Mediodía -hoy convertida en el Caixa-Forum- , lo único que quedó fue un gran solar.
Poco después del incendio, la medianería que se asomaba a dicho solar fue cubierta con un enorme mural de lona que invitaba a leer el capítulo XXXIX del Quijote como antesala protectora de las naves de las antiguas serrerías.
A continuación, caminando por la calle Alameda, se leía perfectamente el rótulo que informaba que ahí estuvieron los viejos ALMACENES Y TALLERES MECÁNICOS. Una verja y un pequeño patio-jardincillo donde desde siempre hubo un árbol, separaban las naves del hotel. Al fondo, la calle Atocha.
Por la calle Atocha se llega a la de Cenicero donde se encuentra la fachada que anuncia MADERAS DEL PAÍS Y EXÓTICAS. La antigua entrada a la fábrica por la Calle Cenicero nº 8 anuncia TALLERES Y PINARES PROPIOS.
Unión Fenosa cedió el solar al Ayuntamiento, para zona verde. La subestación fue trasladada y reconstruida bajo la Cuesta de Moyano; el solar se convirtió en la nueva Plaza de las Letras, inaugurada en abril de 2007; la medianería, que ha ido cambiando su decoración, entonces lucía unos paneles ondulados de metal, quizá acordes con el pasado industrial de la zona.
El mismo año 2007 se falló el concurso de ideas para la “adecuación de la antigua serrería belga” y convertirlo en el centro Intermediae-Prado, resultando ganador el proyecto “Street Fighter”, de los arquitectos María Langarita Sánchez y Víctor Navarro Ríos, quienes afirmaban querer buscar un equilibrio entre lo que el edificio ha sido y lo que será: el viejo edificio conservará su estructura y “la memoria del pasado se mantendrá como un punto y seguido…
… El carácter que el uso de la serrería dio al edificio, su maquinaria específica, todo será recubierto con una pátina de resinas que congelará en el tiempo lo que la serrería fue hasta esa fecha para poder reescribir encima lo que el edificio puede llegar a ser”.
Hace dos años el edificio mostraba este aspecto:
Por fin, en este final del año 2012, las obras de rehabilitación han terminado.
El pasado fin de semana abrieron sus puertas con motivo de la celebración de un mercadillo.
Únicamente falta rematar algunos detalles, anteayer los empleados colocaban unos ladrillos del suelo en la entrada. Desde fuera, a través de las grandes cristaleras se ven grandes espacios diáfanos destinados a albergar talleres y salas de conferencias.
Las lonas han desaparecido dejando a la vista los muros con sus antiguos rótulos restaurados.
Y allí continúa, en el patio entre el hotel y la antigua serrería, el viejo árbol, observándolo todo y, como nosotros, esperando la apertura definitiva del centro.
Al parecer no hay fecha oficial, pero podría ser el próximo mes de enero.
Por : Mercedes Gómez
——–
Más información:
El nuevo Medialab. Blog Reflexiones a la carrera.
El edificio contra «La Cosa». Diario El País 5 dic. 2012
El edificio Ampliación del Museo Reina Sofía fue inaugurado a finales del año 2005. Es obra de Jean Nouvel, quien a finales de 1999 ganó el concurso internacional al que se habían presentado los arquitectos más renombrados, ofreciendo un logrado y bello contraste entre lo antiguo, el Edificio Sabatini del siglo XVIII, antiguo Hospital General que alberga el museo desde 1990, y lo moderno, este Edificio Nouvel del siglo XXI. Son distintos, pero son lo que parecen: hechos el uno para el otro.
El nuevo, levantado a espaldas del antiguo hospital sobre el solar junto a la fachada suroeste, entre las calles de Hospital, Argumosa y Ronda de Atocha, consta de tres elementos : el Auditorio, la Biblioteca y la sala de Exposiciones Temporales, que unidos al edificio primitivo se ordenan alrededor de un patio, en cierto modo un patio de manzana concebido casi como una plaza, un lugar de encuentro y estancia.
Una de las singularidades de esta construcción vanguardista fue el empleo de materiales innovadores. Dos cajas de acero laminado y cristal contienen la Biblioteca y las salas de Exposiciones Temporales, y entre ambos elementos transparentes, se ubica el Auditorio revestido de fibra de vidrio y poliéster (composite) en color rojo a modo de gran bola brillante y opaca. Las lamas de protección de las fachadas son de aluminio extruído, y sin duda, el elemento más poderoso es la gran cubierta de zinc, rojiza como los tejados madrileños, que sobresale en voladizo sobre todos los volúmenes.
La entrada tiene lugar por la Ronda de Atocha, esquina a la plaza del Emperador Carlos V (Atocha para la mayoría de los madrileños). Por ella accedemos a la Plaza con lucernarios o aberturas que según la hora o el clima producen efectos distintos sobre nosotros. En ella se instaló la obra del artista norteamericano Roy Lichtenstein, Brushstroke, Pincelada o brochazo, escultura monumental que hace referencia al oficio y al arte de la pintura.
Dos ascensores transparentes llevan a la Terraza, desde la cual surgen infinidad de puntos de vista nuevos y sorprendentes. Ir descubriéndolos es un juego.
Las vistas desde la Terraza del Edificio Nouvel no son desde luego las más espectaculares de Madrid, entre otras cosas porque su altura no es mucha, pero sí tienen un gran encanto. Quizá lo importante no es tanto lo que vemos sino cómo lo vemos, qué nos sugieren los edificios reales y los reflejados, la luz del día y los rayos del sol que se cuelan entre las pasarelas. En los cristales y en la gran cubierta se refleja no solo el exterior, las calles próximas, sino el interior, la plaza, la terraza, nosotros mismos…
Con atención y cuidado, como nos ruegan los letreros en los paneles de vidrio, por motivos de seguridad, pero también por curiosidad, nuestras miradas juegan, buscando elementos reconocibles entre las estructuras de acero y cristal. Asomándonos a la Ronda de Atocha, a la izquierda contemplamos la Estación. Tras ella, el Observatorio Astronómico, el Panteón de Hombres Ilustres…
A la derecha, el perfil del sur de la capital. En lugar preferente se ha instalado la obra de Antoni Miralda Tri-Uni-Corn (1981), realizada en vidrio y maíz sobre una base de madera.
Al otro lado, sobre la calle del Hospital, vemos a la izquierda el lateral de un edificio neomudéjar de finales del siglo XIX, con su entrada en la calle de Argumosa, a continuación una corrala de principios del XX, con la ropa tendida. Al fondo, el perfil del Madrid más antiguo, con las cúpulas de varias iglesias, que (otra vez jugamos) tratamos de identificar.
Tras los tejados de las casas cercanas también se vislumbran otras construcciones más modernas, como el Círculo de Bellas Artes. Poco a poco desde la terraza asistimos a la evolución de la arquitectura madrileña, vamos imaginando cómo la línea del cielo de Madrid debió ir cambiando desde el siglo XVIII hasta hoy. Todo un espectáculo.
La visita a la Plaza y a la Terraza es gratuita.
por : Mercedes Gómez
—–
Bibliografía:
E. Domínguez Uceta. La tercera piel del Reina Sofía. Revista Descubrir el Arte, nº 64, junio 2004.
El Paseo de las Delicias nace en la plaza del Emperador Carlos V, en el lugar donde estuvo la Puerta de Atocha, hasta el año 1851 en que fue derribada, y llega hasta la plaza de Legazpi. Su historia se remonta al siglo XVIII. Antes, en el siglo XVII, tras la puerta que en el plano de Pedro Texeira aparece con el nombre de Puerta de Vallecas únicamente existía un camino rodeado de sembrados.
En 1748, reinando Fernando VI, dentro de un amplio plan de reformas de la zona, se construyó una nueva Puerta. A la salida, extramuros, como continuación del Salón del Prado, se crearon unos hermosos paseos arbolados en dirección al Río Manzanares que recibieron el nombre de Las Delicias. El artista italiano Antonio Joli reflejó las novedades en uno de sus mágicos cuadros realizados durante su estancia en Madrid, la Vista de la Calle de Atocha. A la izquierda, tras la nueva puerta de la Cerca que rodeaba Madrid, Joli pintó el inicio de los paseos.
La imagen más ilustrativa es otra bella pintura creada hacia 1785 por Francisco Bayeu, pintor de cámara, El paseo de las Delicias, un pequeño óleo sobre lienzo de 37×56 cm. que podemos contemplar en el Museo del Prado.
En la segunda planta al sur del edificio, se encuentran las salas dedicadas al siglo XVIII español, entre ellas la Sala de Bocetos y Pintura de Gabinete. Una de las obras expuestas es este boceto para un cartón de tapiz realizado para el cuarto de los Príncipes de Asturias del Palacio del Pardo.
El Paseo de las Delicias se convertiría en uno de los más frecuentados de la ciudad. Su ambiente era más popular que el del Salón del Prado, que era visitado por los nobles y clases más altas, pero era igualmente lugar de alegre entretenimiento y relación social. En el cuadrito de Bayeu se puede apreciar muy bien cómo debía ser la vida allí y los personajes que lo animaban.
Según la descripción de Pascual Madoz, en el siglo XIX, a la salida de la puerta se veían dos malas fuentes (debían ser abrevaderos para el ganado), y tras un camino alargado se llegaba a una plazuela en la que había otras dos fuentes, de la cual partían tres caminos: el denominado paseo de las Delicias que llevaba al puente de Santa Isabel sobre el Canal del Manzanares, adornado con cuatro filas de árboles y dividido en tres calles, y el de Santa María de la Cabeza, de iguales características, que llevaba hasta el Embarcadero. Tanto uno como otro tenían de trecho en trecho sus plazuelas, algunas con bancos de piedra, y eran muy frecuentados por las personas que paseaban por conveniencia y sin otro objeto que respirar un aire libre. Finalmente, el último ramal que salía de dicha plazuela era la Ronda de la Cerca que rodeaba Madrid, que desde la Puerta de Atocha se dirigía a la Puerta de Toledo.
Cuando se creó el paseo de las Delicias de Isabel II, actual paseo de la Castellana, nuestro paseo recibió, para diferenciarlo, el nombre de Delicias del Río.
La construcción de la Estación de Delicias, proyectada en 1878, y la de Atocha pocos años después, en 1890, condicionaron la evolución del barrio. Por entonces ya habían comenzado a trazarse las calles hasta la línea que marcaba el paso del ferrocarril, que partía el barrio en dos (futura calle del Ferrocarril). En los comienzos del siglo XX la zona ya estaba urbanizada, desde Atocha hasta el Río. Al abrigo de la Estación de Delicias se instalaron varias fábricas y almacenes de tipo industrial. También surgieron nuevas formas de ocio, los cines, los bares… , el paseo continuaba siendo un lugar de esparcimiento y encuentro, como lo fuera en el siglo XVIII.
En los años 40 y 50 había varios cines de sesión continua a lo largo de la calle. Uno de ellos fue el Lusarreta, que con el tiempo se convertiría en el nuevo Teatro Cómico. En 1945 se inauguró el Pizarro, y al final de la década, el 6 de abril de 1958, se inauguró el Candilejas, en la plaza de Luca de Tena. Era un cine de los llamados de “reestreno” donde los vecinos podían ver las películas más recientes sin tener que acudir a las salas del centro. Desapareció, como tantos cines de barrio, pero aún perviven su recuerdo y los restos de la antigua entrada.
Por entonces, no es cosa de ahora, según leemos en la publicidad de la época, se puso de moda ver los partidos de fútbol en televisión en los bares por toda la ciudad, algunos de ellos en el Paseo de las Delicias, como por ejemplo en el entonces llamado Bar el 5, en el nº 5 del paseo.
Hoy día el paisaje es muy diferente, ya no existe una cerca ni puertas que cierren la ciudad, pero perviven huellas de la historia vivida.
Algunos de los edificios que jalonan el Paseo hoy día fueron construidos en los comienzos del siglo XX, como los primeros números, del 8 al 14, entre 1900 y 1910. En el nº 19, esquina a la calle Murcia, hay una bonita casa construida hacia 1925, con sus balcones de onduladas rejas.
Justo enfrente, en el número 28, el 12 de septiembre de 1959, fue inaugurado el Hotel Carlton, de 1ª categoría. Pocos pasos después, en el 27, se encuentra el callejón de entrada a la iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Angustias, que ya visitamos.
Entre las nuevas edificaciones de los años 40, en el nº 74-76 destaca un edificio de Secundino Zuazo y Vicente Eced.
En la plaza de Luca de Tena, como en las plazuelas dieciochescas, hay bancos y jardincillos, con árboles y arbustos, incluso un bonito madroño que el próximo otoño dará su fruto.
En 1970 se inauguró la nueva parroquia de las Delicias, actual nº 61. El barrio iba cambiando con los tiempos y de acuerdo a sus necesidades. A continuación pervive la verja de entrada a la antigua Estación de Delicias, donde en 1984 se instalaron el Museo del Ferrocarril y el Museo Nacional de la Ciencia y de la Técnica, este último quizá bastante desconocido. Ambos merecen una visita.
En el nº 67 se encuentra otro de los edificios más antiguos, el Colegio de Nuestra Señora de las Delicias, originalmente Instituto del Pilar para la Educación de la Mujer, para huérfanas hijas de Madrid, construido entre 1902 y 1913 junto al campo de fútbol de La Ferroviaria, según proyecto de Julio Martínez-Zapata, uno de los arquitectos para los que trabajó el escultor Ángel García Díaz, autor de algunas de las esculturas de la Capilla.
La fachada neomudejar parece haber sido restaurada recientemente y luce alegre.
El paseo es muy largo. Al final, en una de las antiguas plazoletas, hoy gran plaza de la Beata María Ana de Jesús, se cruza con la calle de Embajadores antes de continuar su camino hasta las proximidades del Río.
En el siglo XXI las tiendas tradicionales han ido desapareciendo, también las fábricas y los cines, incluso la Estación, pero hoy día el Paseo de las Delicias continúa siendo un paseo arbolado. Aunque ahora destinado a los automóviles, a ambos lados, sus aceras, con bancos de madera, siguen siendo lugar de encuentro del barrio.
Por Mercedes Gómez
El Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto es una de las instituciones más antiguas de Madrid. Su origen se remonta al año 1585 cuando Felipe II fundó el Convento de Nuestra Señora de Loreto, para Amparo de las niñas huérfanas.
El Rey compró unas Casas que debían ser muy modestas, en la Plazuela de Antón Martín, actual calle de Atocha esquina a la plaza de Matute.
Resulta muy difícil imaginar cómo sería Madrid entonces. En aquellos momentos sus límites por el Sureste se encontraban precisamente en este lugar, donde se levantaba la Puerta de Antón Martín, una de las puertas de la Cerca que pocos años antes, 1566, el monarca que convirtió a Madrid en capital de España, había ordenado construir, la Cerca de Felipe II, de la que al parecer no quedan vestigios, aunque nuestro admirado Profesor Montero Vallejo creía que los restos de tapia junto al Senado pertenecían a esta Cerca del siglo XVI.
En fin, que en el momento de su fundación el Colegio estaba casi en las afueras de Madrid.
Al año siguiente, el rey mandó traer desde Roma la imagen que dio nombre al Colegio, la Milagrosísima Imagen de Nuestra Señora de Loreto, obra de Giovanni Battista Montano (1531-1621), arquitecto, escultor, grabador y entallador italiano.
El convento se fue ampliando con la adquisición de casas cercanas, y la Iglesia fue construida ya bajo el reinado de Felipe IV según proyecto de su arquitecto Juan Gómez de Mora. La obra fue finalizada por Pedro Lázaro Goiti en 1654.
Tenía dos torres rematadas con chapiteles, típicos del Madrid de los Austrias, y una sencilla portada con frontón triangular. En su interior la planta era de cruz latina con una sola nave y tres retablos barrocos. En la cabecera se encontraba el retablo mayor donde se hallaba el camarín de la Virgen de Loreto, y en el ático un cuadro de José Donoso, La Asunción de la Virgen. En uno de los dos retablos laterales había una pintura de Antonio de Pereda, San José con el Niño, firmado el mismo año en que se terminó de construir la iglesia, 1654.
Chalmandrier la dibuja en su plano:
Felipe V redactó nuevas normas y objetivos del Colegio, las Constituciones de 1738, que es el documento más antiguo que se conserva. Se establecía el número de niñas que podían ser admitidas, requisitos de entrada, vida diaria, comportamiento exigido… Las niñas no podían leer novelas, debían rezar dos veces al día… Leyendo dichas normas, hoy día la institución nos parecería más un Convento que un Colegio. En realidad nos dice mucho acerca de cómo era la educación femenina en aquellos tiempos.
Este patronazgo real se mantuvo durante todo el siglo XVIII, hasta la Guerra de la Independencia, en los comienzos del XIX. Existe un curioso documento en el que consta que José Bonaparte solicitó un informe de los bienes artísticos conservados en el Colegio. Se ignora si el informe fue enviado y, en cualquier caso, qué ocurrió después con las obras de arte del colegio.
En 1882 comenzó el derribo del antiguo Colegio y su iglesia barroca.
Sobre su solar, que corresponde al actual número 55 de la calle de Atocha, hoy se levanta un edificio de viviendas en el que hace unos años, el 24 de enero de 1977, en el segundo piso, tuvo lugar la matanza de varios abogados laboralistas que lamentablemente muchos recordaremos. Por entonces la prensa publicó que a raíz del suceso se descubrió un paso subterráneo bajo el edificio.
No es de extrañar, los pasadizos eran al parecer habituales bajo las iglesias, conventos y palacios, quizá el pasadizo hallado perteneció al desaparecido Convento de Loreto, aunque también pudiera pertenecer a alguna de las galerías por las que llegaba el agua desde el Viaje de la Fuente Castellana que el Ayuntamiento de Madrid les concedió en 1637.
Tras el derribo, el Colegio fue trasladado, como antaño, a las afueras de Madrid, en la calle de O’Donnell, que aún a principios del siglo XX era una zona en desarrollo, con escasas construcciones. La calle de O’Donnell, el Paseo de Ronda -actual Doctor Esquerdo- y la calle del Duque de Sexto delimitaban el Real Colegio.
Un inciso. No debemos confundir el Real Colegio fundado por Felipe II en Madrid en el siglo XVI, con el famoso Colegio de Nuestra Señora de Loreto, de Madres Ursulinas, ubicado en la calle del Príncipe de Vergara, cuya institución religiosa fue fundada en Francia en 1820 y no llegó a España hasta unos años después. En algunas publicaciones se puede leer que este colegio es el fundado por Felipe II, pero es una gran confusión, únicamente tienen en común el nombre de la virgen a la que veneran.
El nuevo conjunto del Real Colegio e Iglesia de Loreto en la calle de O’Donnell fue obra del Arquitecto Mayor de Palacio, José Segundo de Lema. Para la ejecución contó con su auxiliar Enrique Repullés Segarra.
En la sobria fachada de ladrillo aún puede leerse, en una lápida de piedra sobre la entrada, la inscripción «REAL COLEGIO».
Comenzó su construcción en 1894, año en que la reina regente María Cristina, madre de Alfonso XIII, confió por 25 años a la Comunidad de Religiosas Agustinas de la Asunción la dirección y cuidado de este establecimiento.
El antiguo Centro de beneficencia se convirtió en un colegio religioso más, reservando 20 plazas para las alumnas que llamaban de gracia, generalmente huérfanas, el resto eran externas de pago. Hoy día es un colegio concertado que atiende 806 alumnos.
Los enseres y obras de arte conservados del antiguo centro en la calle de Atocha debieron ser trasladados al nuevo en la calle de O’Donnell. Pero los avatares del siglo XX produjeron algunos cambios en la institución. Durante la República pasó a depender del Ministerio de Instrucción Pública, luego llegó la guerra… Algunos de los muebles u objetos se conservan, pero la mayor parte se perdió.
Junto al Colegio, con fachada a O’Donnell, existió la Casa de Capellanes y otras dependencias, derribadas después de la guerra. En su lugar se construyó un edificio de viviendas que hoy ocupa la esquina con la calle del Doctor Esquerdo.
A continuación, a espaldas del centro escolar, con fachada a la calle Duque de Sexto se encuentra la Iglesia, construida en ladrillo igual que el colegio, con adornos de estilo mudéjar.
La puerta de entrada está normalmente cerrada, pero accedemos a ella desde el Colegio, tras cruzar la Sacristía.
En su interior de tres naves separadas por arcos, hay una mezcla de elementos de distintos estilos que conforman un templo bello y acogedor.
Ecos medievales, artesonados mudéjares, rejerías…
Respecto a las obras de la iglesia anterior, se ignora donde se encuentra el cuadro de Donoso, pero, aunque no está expuesto, el Museo del Prado posee un dibujo con el mismo tema que se cree puede ser el dibujo preparatorio de dicha pintura.
Según leo, la obra de Pereda se encuentra en el Palacio Real.
La sorpresa más grata la hallamos en la actual iglesia, detrás del altar, subiendo por unas escaleras hacia el pequeño camarín donde se encuentra la Virgen de Loreto.
Al parecer, durante la guerra las hermanas la ocultaron en un piso y después la trasladaron a su nuevo colegio en la calle de Velázquez. En 1939 pasaron a hacerse cargo del colegio de Loreto las Esclavas del Divino Corazón, quienes reclamaron la vuelta de la estatua, la virgen que les había acompañado desde la fundación. Pero las hermanas de la Asunción, que se consideraban sus salvadoras, querían conservarla. No fue hasta 1942 o 1943 cuando la imagen donada por Felipe II pudo volver a su lugar, al Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto.
En la peana aún se puede leer la inscripción con el nombre del artista y la fecha, el año de 1586, bajo el manto azul de la valiosa y antiquísima figura policromada, MCCCCCLXXXVI.
por: Mercedes Gómez
—-
Fuentes:
COAM. Arquitectura de Madrid. 2003
J.M. Quesada. Hª del Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto.
Ayer fue inaugurada la segunda ampliación de la Estación Puerta de Atocha, proyectada, igual que la primera hace dieciocho años, por Rafael Moneo. Esta primera fase de las nuevas obras ha consistido en la separación de la zona de Salidas y las Llegadas, en previsión del gran tráfico que van a tener en el futuro las Líneas de Alta Velocidad, el AVE.
A pesar de la niebla de la mañana y el ambiente gris, una primera mirada al exterior de la nueva Terminal de Llegadas de Atocha sugiere luminosidad y amplitud. Construida en acero, aluminio y cristal, domina el color blanco y los espacios limpios.
Hace unos meses, en el artículo dedicado a las Esculturas de Antonio López en Atocha, visitamos las monumentales figuras, Día y Noche, que entonces se encontraban en el vestíbulo de llegadas. Tras la remodelación, han abandonado el interior de la estación y han salido a la calle.
Este mediodía aún trabajaban algunos encargados en la colocación de las obras, la estación no será inaugurada de verdad hasta el próximo domingo cuando entre en funcionamiento la nueva terminal y los viajeros comiencen a llegar y sean recibidos por estas magníficas esculturas.
Hoy aún no se podía acceder a la pequeña plaza donde se han instalado, creada a modo de sala de espera al aire libre, pero ya se pueden admirar perfectamente. Son esculturas de gran tamaño que necesitan espacio a su alrededor, y no cabe duda de que aquí lucen en todo su esplendor.
Desde ahora van a estar más cerca del público, y a la vista de todos, ya no será necesario entrar en la estación para contemplarlas, aunque también estarán más desprotegidas. Esperemos disfruten de una feliz nueva vida.
por Mercedes Gómez
Comentarios recientes