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En la entrada anterior, Fuentes y templetes de la Red de San Luis, conocimos la historia de la plazuela de San Luis, desde el siglo XVII hasta la actualidad.
Nos quedamos en el momento de la inauguración oficial de la nueva estación de metro de Gran Vía, con el famoso templete. Al día siguiente se abrió a los viajeros. Ahora, además de poder volver a coger el metro en la estación después de casi tres años cerrada, podemos visitar una pequeña zona musealizada con hallazgos arqueológicos aparecidos durante las obras, así como algunos paneles informativos.
En el vestíbulo se ha restaurado el bonito mural cerámico, obra de Miguel Durán Loriga realizado en los años 70 del pasado siglo, y se ha recuperado el escudo de Madrid de cerámica vidriada, realizado en azulejos con reflejo metálico por el ceramista Ramos Rejano. En las vitrinas se exponen cerámicas de la decoración original de la estación.
Pero, sobre todo, es interesante que, además de los restos de la propia estación de metro construida en el siglo XX y explicaciones sobre su construcción, la Gran Vía, Antonio Palacios, etc., se exponen objetos que son testigos importantes de la antigüedad de la zona. La mayor parte son del siglo XIX, pero, según las cartelas, también de siglos anteriores. Objetos que nos llevan a preguntarnos cómo era la zona en sus orígenes. Propongo un viaje hacia atrás, al tiempo anterior al que nos mostraban Mancelli y Texeira en sus planos del siglo XVII.
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Recordemos que la Puerta del Sol en el siglo XV estaba situada en el lugar que entonces era el límite de Madrid por el este; era una de las puertas de la Cerca del Arrabal que rodeaba la Villa en aquellos momentos.
Ya vimos que durante unas obras, casualmente, en la Puerta del Sol se hallaron valiosas piezas cerámicas datadas en los siglos XIV-XV.
Como sabemos, en 1561 Felipe II trajo la Corte a Madrid. Poco después, en 1566, ante el aumento de población y crecimiento de la Villa, el rey mandó construir una nueva tapia, la llamada Cerca de Felipe II. De esta Cerca de Felipe II solo conocemos un posible resto, en la calle de Bailén, nunca aclarado del todo a qué época pertenece.
En la nueva Cerca, la Puerta del Sol conservó el nombre pero fue situada un poco más adelante, en la calle de Alcalá. Según Miguel Molina Campuzano, otra de las puertas pudo estar ubicada en la Red de San Luis. De allí, como siempre fue habitual en murallas y cercas, partían caminos, en este caso los Caminos a Hortaleza y Fuencarral. Y, como igualmente solía ocurrir, en la plazuela formada junto a la puerta, se instaló un red de mercado de alimentos que siguió existiendo durante mucho tiempo.
La ronda exterior de la cerca que desde San Luis conducía hasta la Puerta de Santo Domingo originó la calle de Jacometrezzo –hoy día en gran parte desaparecida tras la construcción de la Gran Vía–.
El Postigo de San Martín y la Puerta de Santo Domingo de la anterior Cerca del Arrabal se cree que coinciden en el trazado de la nueva Cerca de Felipe II.
Es muy interesante observar que algunos hallazgos, monedas, objetos de la vida cotidiana… corresponden a mediados y finales del siglo XVI, incluso anteriores.
En una de las vitrinas de la estación de Gran Vía se exponen monedas, entre ellas una blanca del siglo XV, época de los RRCC, y maravedíes de los siglos XVI y XVII, época de Felipe II, Felipe III y Felipe IV.
El siglo XVIII también se encuentra bajo la Red de San Luis actual. Han aparecido estructuras subterráneas, y diversos objetos, entre ellos botellas de todo tipo, bajo lo que fue Casa de Astrearena, construida en el siglo XVIII, en cuyo sótano pudo existir una taberna.
Antes de la construcción de la Gran Vía en el siglo XX, la zona estaba ocupada por calles estrechas en las que había comercios, casas de hospedaje, librerías, tabernas, una farmacia…
En la calle de la Montera, José Ortega compró una farmacia que se convirtió en una de las mejores y más modernas de Madrid. En la rebotica se reunían por las tardes médicos, farmacéuticos y otros científicos, tertulia que fue origen de la Tertulia Literario-médico-quirúrgica-pharmacéutica (1733), que se convertiría en precedente de la Real Academia de Medicina.
Del siglo XIX, además de jarros, platos, cántaros, etc. se han encontrado dedales de bronce, fichas de dominó, un tintero, un anillo, botones… ejemplos de actividades cotidianas, la costura, la escritura, el ocio…
Como siempre, estos hallazgos arqueológicos, recuerdos y testigos de la vida de nuestros antepasados en el Madrid más antiguo, me parecen muy emocionantes.
Por: Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Miguel Molina Campuzano. Planos de Madrid de los siglos XVII y XVIII. Cajamadrid, Madrid 2002 (Facsimil ed. 1960).
Los días anteriores al 14 de marzo pasado, día que seguro casi todos recordamos, visité varios museos en busca del Madrid islámico para un trabajo que, como tantas cosas, quedó interrumpido.
En realidad no es un tema nuevo en Arte en Madrid, hemos hablado muchas veces del origen de la Villa y el Madrid andalusí, pero no me gustaría que este resumen quedara guardado en el cajón para siempre, así que he decidido recuperarlo aquí. Os invito a repetir el recorrido que hice esos días, os propongo explorar el Mayrit de los siglos IX al XI con la ayuda de nuestros museos.
La primera visita fue al Museo Arqueológico Nacional. Aunque en el MAN no hay ninguna referencia a la medina de Mayrit, las salas dedicadas a Al Andalus y su presencia en la Península Ibérica sí nos dan una magnífica información sobre la vida social, cultural, la ciencia y las artes, y las técnicas y tipología de la cerámica andalusí del siglo X, todo ello aplicable a la actividad desarrollada en el primer recinto islámico mayrití y sus arrabales, como veremos.
Después, como es obligado para conocer nuestra historia medieval, visité el Museo municipal de San Isidro o Museo de los Orígenes, en la plaza de San Andrés; y el Museo Arqueológico Regional, en Alcalá de Henares.
Y, esperemos, en un futuro, algún día… podamos visitar el Museo de Colecciones Reales. Durante su construcción se encontraron vestigios del Madrid más antiguo que completarán sin duda la información sobre nuestros orígenes.
Los museos no solo exponen cosas sino que nos explican, nos ayudan a imaginar, y así comprender: cómo vivían los primeros madrileños, dónde, cómo eran sus casas, en qué trabajaban, lo que comían, cómo cocinaban, el paisaje que les rodeaba… en definitiva, cómo eran Mayrit y los mayritíes.
Los útiles domésticos nos proporcionan mucha información. La cerámica es un indicador cronológico, social y cultural, y su análisis nos ayuda a conocer mejor una época.
Las ollas, jarros, candiles, etc. eran de una cerámica tan buena que, como sabemos, se hizo famosa. Recordemos que existe una descripción anónima de Al-Andalus en el siglo XI (luego repetida por cronistas posteriores) que dice algo así como:
«Hay en Madrid una tierra magnífica con la que se fabrican unas ollas que se emplean durante veinte años sin que se estropeen y que, además, protegen los alimentos contra cualquier alteración en los días de verano».
Esto es muy importante porque entre otras cosas, además de contarnos cómo era la vida entonces, demuestra que existía una actividad artesanal, creativa. Es cerámica realizada a torno, con decoraciones pintadas y algunas vidriadas; los musulmanes trajeron a nuestras tierras nuevas técnicas cerámicas como el vidriado, los esmaltes y la cuerda seca.
Todos estos objetos, que vemos en nuestros museos, nos permiten conocer la existencia de una vida cotidiana en la medina y saber cómo sería la vida en las viviendas que seguro aquí existieron, organizadas en muchos casos probablemente alrededor de un patio y un pozo. En el Museo de San Isidro hay una maqueta de una casa islámica que nos ayuda a comprender cómo podían ser.
Además de útiles domésticos hay otros objetos muy interesantes que revelan una vida cultural y un progreso científico; piezas de ajedrez, objetos de prestigio personal, como anillos, de tocador, para la enseñanza de la escritura, útiles quirúrgicos…
Estos materiales nos revelan que había dos grandes grupos sociales en la que podemos llamar población civil, al margen de la militar: los notables o sabios, médicos, maestros de la escritura… El astrónomo y matemático Maslama al-Maryrití, el madrileño, no fue el único científico importante nacido en el siglo X en Madrid, aunque sí el más famoso.
Y los trabajadores: comerciantes, artesanos, sobre todo los alfareros, los fabricantes de hilo, los agricultores y ganaderos…
La arqueología también nos habla de la importancia que tuvieron en el mundo árabe los sistemas de captación de agua, viajes, pozos y norias, los arcaduces (de los cuales se han hallado bastantes ejemplos en Madrid) que demuestran la existencia de norias movidas por animales, que recogían el agua de los pozos, agua que se guardaba en tinajas o cántaros, y la población la consumía en las jarras de la buena cerámica mayrití.
El agua era muy necesaria, no solo en el plano doméstico, también para la actividad agrícola y ganadera.
Unas vitrina y paneles en el Museo Arqueológico Regional muestran la gran importancia que tenía la agricultura. La cebada y el trigo eran los cereales principales, también cultivaban legumbres. En la plaza de Oriente se encontraron semillas de muchas especies, de vid, melón, zarzamora…
En el Museo de San Isidro podemos visitar un verdadero, delicioso Jardín arqueobotánico, con especies propias de los huertos del Madrid islámico. Un madroño, un manzano, olivo, etc.
La ganadería se basaba sobre todo en la explotación de ovejas y cabras, vacas, caballos… no solo para obtener alimentos sino productos secundarios como la leche o el cuero. Los mayrities también cazaban.
Además, no hay que olvidar el uso higiénico del agua; existían baños públicos, que solían estar situados cerca de la mezquita. Junto con el mercado o zoco, eran los lugares de encuentro, los tres centros de la vida social.
Una gran parte de materiales que vemos proceden de las excavaciones de la Cuesta de la Vega y la plaza de Oriente, zonas pertenecientes o próximas al primer recinto; aunque también se han producido hallazgos en otros lugares extramuros, en el exterior del primer recinto árabe, en los llamados arrabales.
El arrabal más antiguo era el situado en torno a la colina de las Vistillas. En las plazas de los Carros y de San Andrés se hallaron ollitas y cazuelas y diversos objetos utilizados en las casas y en las cocinas de los vecinos que habitaban este barrio hacia el siglo X.
La cocina era muy sencilla, basada en las legumbres y cereales que cultivaban, y la harina, leche a partir de la cual elaboraban el queso, y la carne. Todos estos alimentos se cocían (en una ollita como esta que vemos sobre el hornillo) y luego aderezaban con hierbas aromáticas.
En la Casa de San Isidro –durante la construcción del Museo–, se hallaron importantes elementos, algunos muy significativos. Uno de ellos, la famosa maqueta de una puerta de recinto fortificado, realizada a mano en terracota; se cree pudo ser un juguete, o un pebetero. Otro, una pieza de ajedrez.
Ambos objetos pertenecen al MAR; en el Museo de San Isidro, en cuyos terrenos fue hallada, se expone una réplica de la puerta.
El arrabal más próximo al primer recinto ocupaba la actual plaza de Santiago, calles de Espejo, Escalinata… En las proximidades de la plaza de Ramales se hallaron restos islámicos de los siglos IX-XI.
Entre los siglos X-XII la población musulmana también habitó zonas de la calle Mayor y del Sacramento, terrenos surcados por callejuelas que hoy conforman uno de los rincones madrileños que mejor conservan el trazado medieval. Las callejas, los solares, las construcciones… se debieron ir adaptando a la forma de los entonces seguramente tortuosos caminos de tierra, como vimos en algunas entradas anteriores; la Plazuela de San Javier, la calle del Conde, la calle del Rollo…
Bajo la llamada plaza del Rollo (árida plaza sobre el aparcamiento de la calle Sacramento) y alrededores se hallaron numerosos silos con restos que indican que pudo haber una gran ocupación en la zona:
Se hallaron cerámicas y restos de construcciones, piedras y tejas, de los siglos X y XI que, no se si se han expuesto alguna vez, pero creo que es un dato muy importante.
La población continuaba creciendo y surgió el arrabal de la Cava Baja, en las actuales calles del Almendro, Nuncio, hasta Puerta Cerrada. Durante la excavación en la calle del Nuncio 13 diferentes fases de la intervención proporcionaron información de diversas épocas, se constató que la ocupación más antigua correspondió a los siglos X-XII, es decir, la época medieval islámica, como en otros solares próximos.
Todas estas piezas que podemos ver en nuestros museos, tan interesantes y bonitas, que pertenecieron a nuestros antepasados hace más de diez siglos nos hacen pensar que hay mucha vida y mucha historia tras su apariencia modesta, y que al fin y al cabo son una pequeña parte de la historia que guardan y una mínima parte de lo hallado:

Objetos para preparación de alimentos (sg. X y XI, Calle Mancebos 3, plaza de la Morería, Cava Baja 30 y plaza de Oriente). MAR.
Para terminar mencionaremos el futuro Museo de Colecciones Reales, que comentaba al principio.
El museo se ha construido en los terrenos en los que nació Mayrit, por lo que no es de extrañar que hayan aparecido valiosos restos arqueológicos de varias épocas, incluido un largo lienzo de la primera muralla. Ojalá pronto podamos disfrutar del museo y de los hallazgos.
Visitemos nuestros museos, sin duda una de las mejores maneras de conocer nuestra historia.
Por: Mercedes Gómez
Hace años, cuando vivía en la calle de San Andrés, mi estación de metro era la de Bilbao. Por entonces, y aun después, siempre que veía ese anuncio antiguo tan deteriorado con el que me topaba todos los días tras atravesar el vestíbulo, me preguntaba qué habría sido de ese taller de reparación de radio, dónde estaría, en qué época habría funcionado…
Las fotografías que muestro a continuación son del año 2005, las paredes de los pasillos de la estación aún eran de cerámica.
Las siguientes son de 2009. Aunque perdido en gran parte, se leía bastante bien el texto del anuncio pintado sobre los azulejos, …reparación de su radio garantizada por un año.
La empresa se llamaba Radioseguro Ibérica. Las oficinas estaban en la calle Alburquerque nº 7 y los talleres en Bernardo López nº 1, ambos emplazamientos cercanos a la glorieta de Bilbao. Además, por los anuncios de la época, parece que tenía una tienda, tampoco demasiado lejos, en la calle de Fuencarral nº 135.
Las emisiones de radio habían comenzado en los inicios del siglo XX; en España la primera emisora, Radio Ibérica, fue inaugurada en 1923. Aunque la primera en obtener la licencia fue Radio Barcelona, inaugurada al año siguiente, luego Radio Madrid, y otras que se fueron integrando en Unión Radio, futura Cadena SER.
Los periódicos comenzaron a hablar de la radiofonía, el nuevo paraíso artificial. Los más afortunados tenían ya sus primeros aparatos de radio. Al principio, los sencillos receptores de galena, marca Ericsson, los mejores, como aseguraba la publicidad. Luego llegarían los aparatos de válvulas, más caros y con mejor sonido.
El diario La Libertad creó una sección dedicada a la Radiotelefonía, a su regulación, programas –en un principio sobre todo conciertos de fonógrafos– e impulsó el nacimiento de una asociación de radioaficionados.
Ibérica Telecomunicación y Radio Española fueron las primeras empresas españolas que construyeron los aparatos; fusionadas, los vendían en exclusiva a la casa Marconi, que ese año 1924 tenía arrendados los servicios de Radiotelegrafía del Estado. La radiodifusión española iba a ser un servicio estatal, de utilidad pública. La radio se fue convirtiendo en un elemento importante en los hogares.
En los periódicos de los años 30 solía haber anuncios de Radiotelefonía, anuncios por palabras que ofrecían su servicio de reparación de aparatos de radio.
En enero de 1936 –aún no había empezado la guerra que lo trastocaría todo–, se celebraba el Día de Reyes; los anuncios en la prensa recomendaban regalar las mejores marcas de los aparatos que había por entonces: Castilla, fabricado totalmente en España; Askar, la gran marca española; y Philips.
Desgraciadamente llegó la guerra.
Como en la vida real, en la obra de teatro Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán-Gómez, la radio se convierte en un personaje más de la historia. Era la forma de enterarse de lo que estaba pasando. Como dice don Luis, uno de los protagonistas, «quien más, quien menos, quieren estar pegados a la radio». Los vecinos escuchaban Unión Radio, y alguno buscaba «la otra radio… la de la otra zona», la zona nacional, que se oía solo «en onda corta, y sólo por la noche», había que estar informado.
Cuenta la pintora Amalia Avia en sus memorias, De puertas adentro, que durante la guerra, cuando era una niña de poco más de seis años «los mayores oían mucho la radio, sobre todo lo que llamaban el Parte. Durante el Parte no se podía hablar ni jugar y casi ni respirar, sobre todo si estaba mi tío el cura…» Era el Parte de Radio Nacional de España, la otra radio, que había sido creada en 1937 por el ejército sublevado.
A esas alturas, Radioseguro ofrecía adaptar la radio para cualquier onda…
Entre los años 1938-39 aparece varias veces el anuncio por palabras de Radioseguro en el que afirma que adaptará su radio para cualquier onda, corriente, voltaje.
Si los aparatos fallaban, los talleres ofrecían reparaciones rápidas y serias.
Parece que lo de Presencie reparación de su radio era algo habitual. Así se anunciaba Sanarradio, en la calle Hortaleza 23, como haría Radioseguro en el metro.
Por fin, recientemente el viejo anuncio de cerámica en la estación de Bilbao ha sido restaurado, complementado con algunas imágenes históricas del metro de Madrid.
«Radioseguro. Presencie la reparación de su radio garantizada por un año».
La Línea 1 del metro, a la que pertenece la estación de Bilbao, fue inaugurada en 1919. El anuncio de Radioseguro debió de ser pintado unos años después, entre otras cosas porque la radio aún no había llegado. Además por entonces los teléfonos en Madrid todavía tenían cuatro cifras. Según se puede ver en otros anuncios de la época, los teléfonos de cinco cifras comenzaron a aparecer en la segunda mitad de los años 20 del siglo pasado.
Por: Mercedes Gómez
NOTA: La información y los anuncios proceden de las publicaciones y fechas indicadas, disponibles en las Hemerotecas de la Biblioteca Nacional y del Ministerio de Cultura.
Después de más de un año cerrada por obras de reforma y por problemas añadidos, causados por las obras del complejo Canalejas, el pasado mes de mayo de 2019 la Comunidad de Madrid volvió a abrir la estación de metro de Sevilla, una de las más antiguas.
Por entonces se publicó en la prensa que durante los trabajos habían aparecido los restos de un antiguo mural publicitario de cerámica, un anuncio de Jabón y Sales de Carabaña.
Lo cierto es que su existencia se conocía desde hace años, gracias al investigador ceramólogo Antonio Perla. En 2002 ya habló de la “joven guapa y morena que pregona que el jabón de Carabaña es insuperable para la piel». En su trabajo sobre la azulejería del metro de Madrid contaba que ahí estaba, desde los años 20, época en la que se construyó la estación.
En los años sesenta, con la primera reforma del metro, se cegaron muchos vestíbulos y pasillos de las primeras estaciones, las que se habían construido desde 1919 a 1936. Los murales publicitarios quedaron tapados.
Contaba Perla que solo en la estación de Sevilla había veinticuatro anuncios de cerámica de distintas dimensiones. Solo se ha conservado uno.
El mural restaurado ha sido colocado en la ahora única entrada a la estación, antes de llegar al acceso a los andenes.
Como nos informa metro de Madrid, “ocupa una superficie de cerca de 8 metros cuadrados y consta de un rectángulo con azulejos blancos de 15 centímetros de ancho por 15 centímetros de largo. En él aparece una mujer ataviada con ropa de los años 20 junto al lema ‘Jabón sales de Carabaña insuperable para la piel’, enmarcado por una cenefa negra y rodeado por un panel de azulejos mayores, de 20 por 20 centímetros”.
En el extremo inferior a la derecha figura el nombre del dibujante y quizá el año: “Baldrich. 24”.
Roberto Martínez Baldrich (1895-1959) fue un ilustrador conocido por sus dibujos de figuras femeninas, las consideradas modernas en los años 20, la silueta de la mujer en boga.
Baldrich trabajó en el diario ABC y la revista Blanco y Negro entre otras publicaciones. El Museo ABC guarda algunas de sus obras.
En el extremo izquierdo del mural, bajo la orla, parcialmente, se conserva otro letrero muy interesante:
En la primera línea, parece que pone:
“Publicidad en el Metro(politano) J. Roc cl. Sagasta 1 ”
En la segunda, figura el taller donde se realizó el mural:
“Ce ica ome o o..o 9”,
Aunque las palabras no están completas, creo que se trata del taller de Cerámica de Alfonso Romero, que estuvo situado en la calle del Rollo, 9, donde vivió el ceramista.
Recordemos que Alfonso Romero se trasladó a Madrid en 1906. Primero trabajó en la fábrica de Carabanchel de Enrique Guijo, a quien ya había conocido en Sevilla, y en 1915 entró en su famoso taller de la calle Mayor. Luego tuvo su propio horno en la calle del Rollo. De ambos ceramistas, andaluces, son muchas de las maravillosas obras de arte que aún hoy día adornan algunas tabernas y tiendas madrileñas, también el metro, aunque la mayoría desgraciadamente se han perdido.
Por: Mercedes Gómez
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Bibliografía:
MUÑOZ-ROJAS, Ritama. “Los tesoros secretos del metro”, El País, Madrid 10 dic. 2002.
DE GALINSOGA, Luis. “La línea femenina moderna perpetuada por Ribas y Baldrich”, Blanco y Negro. Madrid, 13 junio 1926.
DE LA MILLA, Fernando. “Nuestros dibujantes. Roberto Martínez Baldrich”. La Esfera, Madrid, 16 octubre, 1926.
Hace tiempo visitamos la Casa Palacio del conde de Guaqui, que actualmente forma parte de las dependencias del Museo Thyssen. Recordemos que su autor fue el arquitecto Cesáreo Iradier que en 1917 la construyó inspirándose en el estilo antiguo del renacimiento español, utilizando elementos que se convertirían en característicos de la arquitectura de comienzos del siglo XX, historicistas y regionalistas. Como hemos visto en otras ocasiones, en aquellos tiempos destacaba el uso que hicieron los arquitectos de las artes decorativas, como la escultura, la vidriera, el hierro forjado y la cerámica, en la construcción de casas palacio para la aristocracia y edificaciones para instituciones.
Antes que el palacio para el conde de Guaqui, en 1909 Iradier ya había construido un edificio de Viviendas para el conde de Artaza, en la calle Marqués de Villamejor nº 6.
Se observan algunos detalles decorativos modernistas en los balcones y las rejerías.
También en el sencillo interior del portal.
Como curiosidad diremos que en esta casa vivió otro arquitecto singular, Fernando García Mercadal, como recuerda la placa municipal instalada en 1991 en la fachada.
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Para el mismo conde de Artaza, Iradier proyectó en 1915 el edificio que se considera fue su obra maestra.
El edificio originalmente de Viviendas, comercios y oficinas para el conde de Artaza está situado en la Gran Vía nº 11, con fachadas a la calle del Clavel y Caballero de Gracia. Las obras finalizaron en 1917.
Actualmente alberga el Hotel de las Letras.
Tras varias reformas a lo largo del tiempo, ha perdido algunos de los bellos elementos primitivos, como la crestería y pináculos que adornaban la parte superior de la fachada que se aprecian en la foto antigua.
La última reforma tuvo lugar en 2002, a cargo de Marta Torres y Virginia Figueras que proyectaron su rehabilitación para hotel, el Hotel de las Letras, que fue inaugurado en 2005.
Felizmente se conservan muchos elementos decorativos originales.
La cerrajería fue obra de García Nieto y de Bernardo Asins.
La puerta de hierro de la entrada es una obra de arte. Aún conserva el sello del taller de Gabriel Asins.
Cesáreo Iradier utilizó los materiales e instalaciones de mayor calidad, a cargo de la mejores empresas en aquellos momentos. No solo la cerrajería de Asins sino los mármoles de Nicoli y Franci, vidrieras de Maumejean, ascensores de Boetticher y Navarro…
Tanto en la fachada como en el interior se utilizó cerámica de Talavera.
Los diseños atribuidos a Francisco Arroyo, que era el director artístico, fueron realizados en la fábrica de Juan Ruiz de Luna.
Los bellos azulejos decoran el portal y la escalera de acceso.
El Hotel de las Letras es un hermoso edificio, uno de los que jalonan la Gran Vía madrileña, de los primeros levantados en la segunda década del pasado siglo XX, en el primer tramo de la entonces llamada Avenida del Conde de Peñalver, todos ellos muy lujosos, acordes con el gran proyecto, una maravilla que hoy podemos admirar.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
GALLEGO, Eduardo. “Casa de alquiler en la Gran Vía”. La Construcción moderna. Madrid, 30 marzo 1917. (BNE)
ROCHA ARANDA, Óscar da: El Modernismo en la arquitectura madrileña. Génesis y desarrollo de una opción ecléctica. Madrid, 2009.
monumentamadrid.es
Desde 1992 en que fue inaugurado, el Museo Thyssen ocupa el que fuera antiguo Palacio de Villahermosa. Como vimos, este inmueble, junto con otros cuatro colindantes, formaron el sitio nº 6 de la que sería la manzana nº 273, que hacia 1750 era propiedad de la condesa de Altri. En 1771 su dueño pasó a ser el duque de Villahermosa.
A finales del siglo XIX la heredera del título de Villahermosa, Carmen de Aragón, se casó con José Manuel Goyeneche, conde de Guaqui. El hermano de José Manuel, Juan Mariano, que heredó el título de conde de Guaqui, también pasó a poseer los terrenos aledaños al Palacio de Villahermosa, sobre los que en el siglo XX se construyeron las conocidas como Casa de la duquesa de Goyeneche y Casa del conde de Guaqui.
Un complicado entramado de títulos nobiliarios, matrimonios y herencias que se refleja en los solares de esta manzana y la construcción de sus casas-palacio.
La antigua Casa Palacio de la Duquesa de Goyeneche, en la calle Marqués de Cubas actual número 21, fue construida en 1915.
Y en el número 19, con vuelta a la calle de Zorrilla, se levantó la Casa del Conde de Guaqui. Esta se comenzó a construir en 1917 según proyecto del arquitecto Cesáreo Iradier.
En noviembre de ese año 1917 la revista La Construcción Moderna publicaba la noticia de que, sobre el solar del entonces nº 13 de la calle, propiedad del conde de Guaqui, el nuevo edificio se hallaba en construcción «inspirada la arquitectura de las fachadas en el estilo antiguo del renacimiento español».
Fue reformado en 1952 por Luis García de la Rasilla y en 1995 por Francisco Ramírez Montesinos.
El proyecto original de Iradier utilizó elementos característicos de la arquitectura de comienzos del siglo XX, destacando el uso de las artes decorativas como la escultura, el hierro forjado y la cerámica.
Ambos edificios, el de la duquesa de Goyeneche y el del conde de Guaqui, fueron reestructurados en 2002 para la ampliación del Museo Thyssen que desde entonces albergan.
En la actualidad, durante la visita al museo, tras una inesperada puerta, podemos comprobar que se conserva el portal del segundo, de la Casa-palacio de Guaqui en el que se ha instalado una maqueta del conjunto museístico.
Con sus espléndidas puertas de hierro forjado que ahora contemplamos desde el interior, su puerta de entrada a la vieja Portería…
… y su hermoso zócalo de cerámica.
Creo que es lo único que queda del interior de la casa-palacio del conde de Guaqui, por otra parte ahora sede de extraordinarias obras de arte propiedad del Museo Thyssen. Cuando vayáis la próxima vez al museo echadle un vistazo al antiguo portal, bonito recuerdo del pasado y de una arquitectura perdida. Y a la salida no olvidéis dar una vuelta a la manzana y contemplar las preciosas fachadas de las en otro tiempo casas palaciegas.
Por: Mercedes Gómez
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Fuentes y bibliografía:
Museo Thyssen
La edificación en Madrid. La Construcción Moderna, nº 21, Madrid, nov. 1917.
Monte-Cristo. «Un libro notable debido a la duquesa de Goyeneche», Blanco y Negro, 22 enero 1928, pp. 59-62.
COAM. Guía de Arquitectura de Madrid. 2003.
En el Parque del Retiro no solo encontramos árboles centenarios, flores, monumentos, fuentes históricas, notables edificios… también sencillas construcciones que en el pasado fueron sede de servicios auxiliares y hoy forman parte del conjunto del Jardín.
Una de ellas es una casita, un poco escondida entre la arboleda, que fue almacén de los aperos de los jardineros, cercana a la entrada principal de la Plaza de la Independencia, hace poco reformada y convertida en aseos públicos.
El edificio de ladrillo que ha sido restaurado conserva algunos de sus elementos originales, como su techumbre con vigas de madera.
Llaman la atención los dos escudos, situados sobre las dos entradas, realizados en cerámica. Se trata del escudo de Madrid utilizado desde mediados del siglo XIX hasta 1967.
Los azulejos están firmados por A. Caballero, Calle Mayor 80. Madrid.
Ángel Caballero trabajó en el taller de Enrique Guijo que recordemos estaba en la calle Mayor, originalmente perteneciente a Juan Ruiz de Luna.
Nos cuenta Antonio Perla en su extraordinaria obra sobre la cerámica madrileña que Caballero era el contable de Enrique Guijo quien perdió el taller de la calle Mayor debido a graves dificultades económicas. Caballero se quedó con el local del cual se fue apropiando al parecer no precisamente con buenas artes, aprovechándose de la situación de Guijo. El objetivo del contable, que además trabajaba en el Ayuntamiento, cuenta Ruiz de Luna en sus Memorias, –que cita Antonio Perla–, fue apropiarse del taller, lo cual consiguió.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
PERLA, Antonio. Cerámica aplicada en la arquitectura madrileña. Comunidad de Madrid 1988.
En el distrito de Carabanchel, barrio de San Isidro, junto a la Ermita del Santo, se encuentra el Cementerio Sacramental de San Isidro, San Pedro, San Andrés y las Ánimas Benditas. Su origen se remonta al año 1811 cuando, tras la prohibición decretada en 1809 por el rey José Bonaparte de enterrar a los difuntos en la iglesias, se decidió la creación de algunos cementerios. Este fue uno de los primeros (*) que se construyeron en las afueras de la ciudad, al otro lado del río Manzanares.
La Sacramental de San Isidro es sin duda uno de los lugares más interesantes, bellos –también inquietante– de Madrid, desde muchos puntos de vista, histórico, artístico, social…
Podemos recordar un breve apunte de su historia en el artículo dedicado al Panteón Guirao, sin duda uno de los más espectaculares de la Sacramental, obra de Agustín Querol. También es apasionante conocer la vida de algunos de los personajes que allí descansan. La historia del Doctor Velasco, el músico Cristóbal Oudrid y su esposa, Enrique de Borbón, Donoso Cortés, Moratín … allí estuvo Goya. Podríamos hablar de sus esculturas, algunas impresionantes como el Cristo realizado por Mariano Benlliure para los duques de Denia. Y por supuesto podemos contemplarlo desde el punto de vista arquitectónico.
En la creación del camposanto y posteriores reformas participaron varios arquitectos, así como en la construcción de algunos panteones. José Segundo de Lema, Arturo Mélida, Enrique Fort, Enrique Repullés, Juan Bautista Lázaro de Diego, etc. Los mejores arquitectos de la época trabajaron para las clases altas y la aristocracia que buscaron establecer aquí su última morada.
Antonio Palacios creó uno de los panteones más singulares. Está situado en el patio cuarto, manzana H duplicado, parcela única.
Fue encargado en 1923 por don Glorialdo Fernández Aguilera para su mujer Carmen de Villota. Hoy es propiedad de sus descendientes, la familia Fernández Villota.
Con detalles historicistas, el arquitecto se sirvió de los mismos materiales y recursos que en sus edificios. Utilizó el sólido granito que decoró con el hierro, vidrieras y cerámica, seguramente con la colaboración de grandes artistas, como solía.
De inspiración románica –el propio Palacios dijo que era de estilo «románico modernizado»–, la entrada está coronada por un gran arco de medio punto adornado por una arquería tallada en piedra en la que los pequeños capiteles de las columnas son todos ellos diferentes.
La rejería de la puerta es espléndida.
En el interior, las vidrieras en tonos fríos, verdes y azules, que sin embargo proporcionan un ambiente recogido y cálido, representan ángeles orando.
A ambos lados del ábside se sitúan las tumbas de la familia.
La cerámica cubre la bóveda y los muros.
Las pequeñas teselas presentan mínimos detalles de color, igualmente el azul.
Este es solo uno de los panteones que nos asombraron durante nuestro paseo.
Son muchas las historias posibles que os animo a conocer acudiendo a las magníficas visitas guiadas que ofrece el Cementerio de San Isidro.
Es necesario hacer una reserva previa enviando un email a info@cementeriodesanisidro.com o a través de un formulario, indicando el día que os gustaría ir y el número de personas. Podéis encontrar toda la información en su web, aquí.
Por : Mercedes Gómez
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(*) Actualizado 3 mayo 2016
Bibliografía:
SAGUAR QUER, Carlos. «Arquitectura del siglo XX en la Sacramental de San Isidro». Anales de Historia del Arte nº 4, 1993-94.
ARMERO, Gonzalo. Antonio Palacios. Constructor de Madrid. Ed. La Librería, 2001.
COAM. Arquitectura de Madrid. Madrid, 2003.
En internet:
Francisco Villota. https://pelotavascaenmadrid.wordpress.com/francisco-villota-baquiola/
Desde su creación en el siglo XVII en los jardines del Palacio del Buen Retiro hubo construcciones dedicadas a albergar colecciones de animales, una leonera y una pajarera. La leonera era una edificación semicircular, situada en el Patio llamado de la Leonera, adosada a uno de los muros del patio principal, que dibujó Texeira. Fue la primera casa de fieras del Retiro, en esos momentos solo para disfrute del rey, su familia y sus invitados; su emplazamiento junto a Palacio indica la importancia que tenía.
En la esquina sureste del Jardín Ochavado, que hemos visitado hace pocos días, se encontraba la pajarera o Jaula de las Aves. Era un elemento más del espacio de juego y diversión de aquel jardín barroco.
Siguiendo esa tradición, al parecer sobre una pequeña ya existente, en el siglo XIX en tiempos del rey Fernando VII, su Arquitecto Mayor Isidro González Velázquez construyó la Casa de Fieras en el Buen Retiro. Fue uno de los caprichos románticos creados para el Reservado del monarca. El edificio principal, de dos plantas, conocido una vez más como la Leonera, aún se conserva.
Al pasar el Retiro a manos municipales en 1868 la Casa de Fieras fue destinada a Departamento Zoológico y se abrió al público.

Casa de fieras. Tarjeta postal, foto de Jean Laurent (anterior a 1903) (Museo de Historia, memoriademadrid.es)
En 1918 el Jardinero Mayor Cecilio Rodríguez proyectó una gran reforma de las instalaciones. Se construyeron las jaulas de rejas convexas que sustituyeron las estrechas estancias que al parecer existían. También se creó entonces la plazoleta semicircular con tres escaleras, bancos y faroles de cerámica. La nueva Casa de Fieras fue inaugurada en 1921.

Tarjeta postal. Entrada a la Casa de Fieras, entre 1921-1933 (Museo de Historia, memoriademadrid.es)
Otras obras de ampliación, también diseñadas por Cecilio Rodríguez, tuvieron lugar en 1929. Clausurada en 1969, fue trasladada a su nuevo emplazamiento en la Casa de Campo. El nuevo Zoo fue inaugurado en 1972.
Las jaulas fueron desmontadas y el edificio pasó a ser ocupado en su totalidad, pues ya tenía sus oficinas en una parte, por el Departamento de Parques y Jardines del Ayuntamiento. En 1976 hubo una nueva reforma a cargo de Manuel Herrero Palacios. Los jardines de la Casa de Fieras llevan su nombre desde 1981, son los Jardines del Arquitecto Herrero Palacios, en agradecimiento a los servicios prestados al Ayuntamiento para la mejora y embellecimiento de la Villa, como recuerda una lápida instalada en la entrada.
En 1985 en el edificio de dos plantas se instaló la Junta Municipal de Retiro.
En los comienzos del año 2005 en la entrada, en el lado norte había un muro con doble escalera de acceso en el que existía una pila o fuente, entonces sin agua -ignoro en qué momento fue construido este acceso-. En la foto que conservo de aquellos días se aprecia que la pared de ladrillo de la antigua construcción estaba decorada por un cuadro de cerámica en honor a San Fiacre, patrón de los Jardineros.
Los arquitectos Jaime Nadal y Sebastián Araujo fueron los elegidos para realizar la restauración y rehabilitación del viejo edificio. En la primavera de 2008 habían comenzado las obras para la construcción de una Biblioteca pública, el muro y las escaleras habían desaparecido.
En su lugar, un gran muro de cristal, se convirtió en un espejo en el que se reflejan los jardines, y que envuelve la antigua leonera de Fernando VII.
El muro, que se integra en el jardín maravillosamente, es la fachada norte de la nueva biblioteca tras la cual permanece el edificio de ladrillo.
Y es una agradable sorpresa comprobar que continúan en su sitio -ahora haciendo compañía a los visitantes acomodados en la zona de acceso a internet gratuito, la zona wi-fi-, los azulejos dedicados al sorprendente San Fiacre, obra de la sevillana fábrica de cerámica Ramos Rejano.
En la más famosa fachada sur, pues es donde se ubicaban los animales, las jaulas han sido convertidas en cubículos de cristal destinados a la lectura, remansos de paz que se asoman a los jardines.
La Biblioteca del Retiro, que recibe el nombre del filósofo Eugenio Trías, la Biblioteca Eugenio Trías. Casa de Fieras, es luminosa, alegre… y muy acogedora.
Además de las salas de consulta o lectura, ofrece diversos espacios, todos muy solicitados, incluso en domingo. Una sala de juegos o bebeteca, biblioteca infantil, cuentacuentos, talleres para adultos, etc. Las sillas y cómodos silloncitos en la zona wi-fi o en la zona de lectura suelen estar ocupados, y es que aparte el servicio que ofrece la biblioteca, allí dentro se está muy a gusto. Por si todo esto fuera poco, si levantas la vista te das cuenta de que estás en el Retiro…
Junto a la entrada una mesa muestra una iniciativa preciosa: varios álbumes registran, Cuentan, el paso de escritores por la biblioteca, de vecinos que han dejado sus fotos y sus palabras, y dedicatorias de todo tipo de visitantes. Lo cierto es que el Retiro, el Reti, forma parte de la vida de muchos de nosotros.
Paseando por los Jardines, descubrimos que esta biblioteca no es el único punto de lectura de la antigua Casa de Fieras, que parece siempre estuvo ligada a los libros. Allí se encontraba una de las Bibliotecas Populares, unas pequeñas bibliotecas ubicadas en sencillas construcciones de ladrillo y cerámica que contaban solo con tres o cuatro estantes de libros, que se instalaron en algunos jardines madrileños entre 1919 y 1936.
Solo se conservan dos, ambas en el Retiro, restauradas en 1994 por la Feria del Libro de Madrid; una de ellas aquí, en los Jardines de Herrero Palacios, antes Casa de Fieras. La otra, la Biblioteca Popular Pérez Galdós, se encuentra cerca de la fuente del Ángel Caído.
A pesar de que a pocos pasos hay una Biblioteca municipal bien equipada, con libros, revistas, películas…, algunas personas prefieren elegir entre las revistas antiguas que alguien ha dejado en esta entrañable biblioteca popular y sentarse en los bancos cercanos a leerlas.
Por : Mercedes Gómez
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Fuentes:
Memoria de Madrid. Historias de la Casa de Fieras (I)
Memoria de Madrid. Historias de la Casa de Fieras (II)
La calle Murcia nace en el Paseo de Santa María de la Cabeza, cruza el Paseo de las Delicias y muere en la calle de Méndez Álvaro, frente a la Estación de Atocha. Es una calle breve, situada en el vértice norte del barrio que surgió en el triángulo creado en el siglo XVIII sobre las Delicias, surcado por los paseos que iban desde la Puerta de Atocha hasta el Río.
Hacia 1900 aún eran escasas las construcciones, casi nulas en el segundo tramo. El barrio había comenzado a crecer hacía pocos años, alrededor de las estaciones de Delicias y Mediodía (actual Atocha).
De aquellas primeras edificaciones no queda recuerdo.
Hoy es una de tantas calles arboladas y acogedoras de Madrid, secundaria y discreta, que quizá solo conocen bien los vecinos del barrio (oficialmente, barrio de Palos de Moguer), pero que como todas las calles aunque no sean famosas tiene su historia. El edificio más antiguo que se conserva precisamente en ese primer tramo, entonces aún un solar, es el nº 3, de 1909.
Hace diez años fue noticia por su estado ruinoso y falto de higiene. Actualmente la fachada centenaria se encuentra cubierta por una lona y las únicas ventanas que quedan a la vista están tapiadas, como en 2004. Enfrente un edificio de solo dos plantas, debe ser también de esa época.
En el nº 10 se encontraba el edificio de Transportes Fluiters, construido por Augusto Sanz Marcos entre 1927-1928 para guardamuebles, naves y oficinas de don Pedro Fluiters. Fue demolido en 1984, pero se conservó la fachada como ejemplo de construcción industrial.
Resulta un tanto extraña pues ha quedado aislada del moderno edificio de viviendas levantado tras ella, pero conserva algunos detalles del art-déco que la adornaba y es un testigo de los tiempos pasados en que la industria crecía en la zona.
En esta misma acera de los números pares, esquina al Paseo de las Delicias 26 (antiguo 28) el 12 de septiembre de 1959, tal como publicó la prensa de la época, se inauguró el Hotel Carlton, con “aire acondicionado, radio, cuartos de baño y teléfono en todas las habitaciones”, novedades propias de un local de primera categoría.
La fachada cóncava de la esquina fue decorada por el ceramista Santiago Padrós con un mosaico dedicado a las Ciudades españolas monumentales.
En la esquina contraria, donde ahora se encuentran las oficinas de una entidad bancaria, estaban las Bodegas Villa, cervecería muy frecuentada por los vecinos del barrio en los años 50-60.
Al otro lado del paseo, en el nº 14, esquina Paseo de las Delicias 19, un edificio de viviendas con sus rejas onduladas construido hacia 1930.
En la planta baja, en la esquina, había una tienda, entonces se llamaban de ultramarinos, la tienda de Peñalver, que algunos vecinos seguro recuerdan. Ahora hay una tienda de chinos.
Seguimos en la acera de los pares. En el nº 16, hay una casa sencilla y cuidada, con preciosos balcones de forja.
Enfrente estaba el Mercado Atocha, cuyo acceso principal estaba en el Pasaje Tortosa, un callejón sin salida que parte de la calle Tortosa; sin embargo entonces había una entrada por la calle Murcia. Tras una pérdida de clientela, desaparición de puestos y un grave deterioro, cerró definitivamente en 2006, siendo convertido en Escuela Municipal de Música.
Son muy bonitas las casas que se conservan anteriores a los años 70 del pasado siglo XX, en que muchas fueron derribadas.
A continuación, en el lugar del edificio moderno que hoy ocupa el solar del nº 20, había una Fábrica de Hielo, una de las que existían en Madrid (otra, recordemos, estaba en la calle de San Andrés). No sabemos en qué año exactamente sería derribada, pero en 1973 la prensa anunciaba los nuevos pisos y animaban a comprobar la calidad de su construcción.
En el nº 22 se hallan las viviendas para don Andrés Palomeque, proyecto de José María Rodríguez Gómez de 1930. En los impares, las viviendas del nº 17 muestra una sencilla y elegante decoración clásica, con dos pequeños torreones.
Y llegamos al final de la calle. Además de un mercado y la fábrica de hielo, otro servicio fundamental para el vecindario se instaló en la calle Murcia. En el nº 21 sigue en pie el Colegio Público Menéndez y Pelayo, una de las escuelas creadas por Antonio Flórez Urdapilleta, Jefe de la Oficina Técnica para Construcciones Escolares del Ministerio de Instrucción Pública, como ya comentamos aquí.
Esta escuela, frente al racionalismo dominante en construcciones posteriores, dentro de su sencillez y búsqueda de la funcionalidad, aún muestra ciertos elementos historicistas, sobre todo en las portadas.
El Grupo Escolar inicialmente llamado de Méndez Álvaro fue uno de los seis cuyo proyecto fue aprobado y publicado en la Gaceta de Madrid en 1923, gracias a la colaboración entre el Ayuntamiento y el Estado. En un principio los planos fueron obra del arquitecto municipal Pablo Aranda Sánchez, aunque fueron modificados por Flórez. El colegio fue construido entre los años 1923-1928. El edificio con su entrada principal en Méndez Álvaro 16, se asoma a la calle Rafael de Riego 1 y Murcia 21.
Construido en ladrillo y con aleros de madera, sus fachadas son muy armónicas.
Fue reformado y ampliado por el propio Flórez y Bernardo Giner de los Ríos en 1932.
Una segunda ampliación a cargo del arquitecto Joaquín Roldán tuvo lugar en 1970. Fue en 1932 cuando se construyó la caseta para servicios médicos y para el guarda en la esquina de Méndez Álvaro con la calle Murcia, donde finaliza nuestra calle y nuestro paseo por hoy.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Guía-Callejero de Madrid 1970.
Dº ABC, 31 octubre 1973
Dº ABC 2 marzo 2004, pág 41
Dº ABC 6 junio 2006, pág, 40
COAM. Guía de Arquitectura. Madrid 2003
F.J. Rodríguez. Plan de construcciones escolares de 1922 para Madrid. El caso del Grupo Menéndez Pelayo”. III Foro Ibérico de Museísmo Pedagógico – V Jornadas Científicas. Murcia 2012.
Y sobre todo, los recuerdos de Fernando, antiguo vecino de la calle, a quien dedico el artículo y envío muchos besos.
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