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Gabriel García Márquez, el gran escritor, el mago de la escritura, ha muerto.
A pesar de su muerte anunciada, como la de su famosa Crónica del asesinato de Santiago Nasar, y de que hace tiempo no esperábamos nuevas historias nacidas de su imaginación… ¡qué pena!
Supongo que todos a los que nos ha gustado leer casi desde siempre, desde niños, recordamos los primeros libros que nos impresionaron y el descubrimiento de los auténticos artistas de la palabra escrita, aquellos que nos divertían no solo con la historia que nos contaban sino por cómo la contaban. Debía tratarse, aunque no nos diéramos cuenta entonces, de la magia del arte de escribir, esa que pocos alcanzan. En ese sentido creo que, en mi vida de lectora, García Márquez fue el primero.
He disfrutado mucho leyendo sus obras, desde la primera que llegó a mis manos, aún era la biblioteca de mis padres, la esplendorosa Cien años de soledad, que recuerdo algunos amigos leíamos a la vez y comentábamos al encontrarnos por las tardes, en lejanos tiempos de estudiantes, hasta la última que leí no hace mucho, sus Memorias, de las que desgraciadamente nunca pudo escribir un segundo tomo, de título tan significativo, Vivir para contarla. Pasando por sus cuentos, tan maravillosos como sus novelas, y sus talleres. Cómo se cuenta un cuento, o Me alquilo para soñar, dedicado al guión de cine. Del amor y otros demonios, esa historia de amor en los tiempos del cólera a lo largo de sesenta años, El coronel no tiene quien le escriba. Y tantas otras.
Hoy su figura y su obra está en todos los medios, dicen que ha dejado una novela inacabada… esperemos que todos los reportajes y crónicas sirvan, además de para decirle adiós con agradecimiento, para que alguien que nunca haya leído sus relatos sienta curiosidad y los descubra. Y para los que hace tanto tiempo que lo leímos que apenas recordamos muchas historias, volvamos a ellas.
Muchas gracias, Gabriel García Márquez, por habernos empujado a conocer y disfrutar de una de las más bellas artes, la Literatura.
Por Mercedes Gómez
Antonio Machado nació en 1875 en Sevilla y murió el 22 de febrero de 1939 en Colliure, Francia. El próximo sábado se cumplen 75 años de su muerte.
Estos días de homenajes y recuerdos nos invitan a volver a leer sus poemas, evocar su figura y su vida en nuestra ciudad, y pasear por los barrios que frecuentó. Antonio Machado vivió durante largo tiempo en Madrid, aquí creció, estudió, escribió, vivió su amor secreto… Tuvo numerosos domicilios aunque nunca llegó a tener una casa en propiedad. Las mudanzas estuvieron motivadas, además de por los cambios familiares y profesionales, en gran medida por razones económicas.
Su familia llegó a Madrid en 1883, Antonio tenía ocho años de edad. El primer barrio que conocieron fue el de Salamanca cuya construcción había comenzado pocos años antes; se instalaron en un piso interior de la calle Claudio Coello nº 13 (*), esquina con la calle Villanueva.
El domicilio fue elegido entre otras razones porque se encontraba cerca de la Institución Libre de Enseñanza, colegio al que los niños de la casa, los mayores Manuel, Antonio y José acudieron a estudiar, en la calle Infantas nº 42, próximo a la plaza del Rey. Caminando por la calle Villanueva hacia Recoletos, atravesando Serrano, no demasiados minutos después llegarían a la plaza del Rey, ¿quizá por la calle Almirante hasta la del Barquillo?
Precisamente al año siguiente se trasladaron al número 3 de Almirante, principal izquierda, un piso más grande y más cercano al colegio. Era un bonito –entonces nuevo– edificio construido por el Marqués de Cubas.
La Institución Libre de Enseñanza fue trasladada al paseo del General Martínez Campos 14 –sede que hoy acoge la Fundación Giner de los Ríos– y la familia en el verano de 1885 se mudó a un segundo piso de la calle Santa Engracia 52, una vez más muy cerca de la escuela.
Antonio Machado fue a este colegio durante seis cursos, hasta los 14 años. Entonces aprobó el examen de ingreso al Instituto de San Isidro de la calle Toledo, cuyo claustro quizá recorría todos los días antes de acudir a clase.
Al año siguiente le trasladaron al Instituto Cisneros, en la calle de los Reyes.
Después de otros cambios de domicilio sobre los que hay datos más dudosos, los Machado se mudaron a la calle Fuencarral, que recorrerían casi entera empujados por los numerosos avatares que sufrieron. El primer edificio que habitaron fue en el número 46, junto al Humilladero de Nuestra Señora de la Soledad. Pero la muerte del padre les obligo a trasladarse al nº 98, cerca de la glorieta de Bilbao; y en 1896 la muerte del abuelo, que aportaba la mayor parte de los ingresos familiares, los problemas económicos los trasladaron a un piso aún más modesto en el nº 148 de la misma calle, poco antes de llegar a la glorieta de Quevedo.
En 1909, ya casado con la joven Leonor –que murió solo tres años después–, desde Soria el escritor volvió a Madrid. Entonces su madre, Ana Ruiz, y sus hermanos, tenían un nuevo domicilio, habían abandonado la calle Fuencarral y vivían en la Corredera Baja de San Pablo número 20.
En la primavera de 1917 la familia realizó el que fue su último cambio de vivienda en Madrid, alquilando una espaciosa casa de ocho habitaciones en la calle del General Arrando, 4, 1º dcha., cerca de la plaza de Chamberí.
En 1928 Antonio Machado conoció a Pilar de Valderrama, Guiomar, que también era escritora y al parecer le admiraba. Pilar fue a Segovia, donde entonces vivía el poeta, para verle, y él se enamoró de ella. Estaba casada, su marido la engañaba, su matrimonio no era feliz. Le quería, pero “por fidelidad a sus creencias –era católica– y a sus hijos no podía ofrecerle más que una amistad sincera”. Si no, no se volverían a ver.
Él cada semana llegaba en el tren desde Segovia hasta la Estación del Norte y subía atravesando el parque del Oeste hasta el paseo de Rosales donde ella vivía… a veces la veía asomarse, otras veces no.
Se encontraban secretamente. Durante el verano se refugiaron en los jardines de la Moncloa que por entonces eran propiedad, junto con el Palacio, del Ministerio de Instrucción Pública. Se sentaban en un banco de piedra, cerca de una fuente, por eso lo llamaban el Jardín de la Fuente, y Machado puso al banco el nombre de banco de los enamorados.
Hoy día, sede de la Presidencia del Gobierno, no se pueden visitar. A pesar de que tanto los jardines como el palacete fueron destruidos durante la guerra, luego reconstruidos, la fuente sobrevivió, así nos lo cuenta Ian Gibson en su biografía del escritor, Ligero de equipaje.
Cuando llegó el otoño comenzaron a verse en un café de Cuatro Caminos que ya no existe.
A pesar de lo que ella escribió en sus memorias Sí, soy Guiomar, no está claro que correspondiera a Machado, ¿cuáles eran sus motivaciones?, ¿buscaba beneficios para su propia obra literaria?… Lo único cierto es que vivieron un amor puramente platónico que hizo sufrir mucho al poeta. Leer las cartas que Antonio envió a su amada, las que la diosa conservó de su poeta, pues la mayor parte las destruyó o borró párrafos comprometidos, encoge el corazón.
Sevilla, Madrid, París, Soria, Baeza, Segovia…
Machado volvió a Madrid en 1932 tras conseguir una plaza de profesor titular en el Instituto Calderón de la Barca.
Durante esta última etapa de su vida tanto él como su hermano Manuel eran asiduos de las tertulias. Al parecer cambiaban a menudo de local, cuando era demasiado conocida su presencia en algún café y querían huir de compañías no deseadas.
Sus preferidos fueron: el Varela en la calle Preciados, esquina Santo Domingo; el Español en la calle Carlos III junto al Teatro Real; y el más famoso, el Café de las Salesas en la calle Bárbara de Braganza, por la foto que le hizo Alfonso a finales del año 1933, publicada en el diario La Libertad el 12 de enero de 1934, junto a la periodista Rosario del Olmo, que iniciaba con Machado una serie de entrevistas dedicadas a los “deberes del arte” en momentos difíciles.
Aunque la foto más reproducida y conocida es una copia recortada en que aparece solo el poeta.
No es el único recuerdo que Madrid guarda de Antonio Machado. Ninguna placa municipal pero sí una instalada por la Sociedad General de Autores en 1985 en este último domicilio conocido del poeta en Madrid, con motivo del homenaje nacional a Federico García Lorca, Miguel Hernández y el propio Machado.
En 1986 fue colocado un busto de bronce del poeta en los jardines del Centro Cultural que lleva su nombre, en el distrito de San Blas, calle San Román del Valle 8.
Recordemos también las Cabezas obra del escultor Pablo Serrano, de las que tenemos tres ejemplos. Una en el Museo de Bellas Artes de San Fernando. El monumento-fuente dedicado por el Pueblo de Madrid al poeta Antonio Machado en la Ciudad de los Poetas, en terrenos de la antigua Dehesa de la Villa; tanto la calle en la que se ubica el monumento como la estación del metro que nos lleva hasta allí, se llaman Antonio Machado. Y la última, en los jardines de la Biblioteca Nacional.
En 1936 consiguió la Cátedra de Lengua y Literatura francesas del Instituto Cervantes de 2ª Enseñanza, entonces ubicado en la calle Prim, un barrio que él conocía bien. Pero comenzó la guerra y Machado se marchó a Valencia. Nunca volvería a Madrid.
Las últimas fotografías que se conservan del escritor muestran un hombre muy desmejorado y cansado.
Antonio Machado murió el 22 de febrero de 1939. Hacía poco más de un mes que había abandonado España con su madre, en un penoso viaje bajo la lluvia desde Barcelona hasta la frontera con Francia. Tenía 64 años. Su madre murió tres días después, con 88.
Fue un final muy triste. Machado guardaba varios poemas en el bolsillo de su abrigo, los encontró su hermano José, uno de ellos dedicado a Guiomar.
Por Mercedes Gómez
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Bibliografía:
GIBSON, Ian. La vida de Antonio Machado. Ligero de equipaje. Ed. Aguilar, Madrid 2006.
Nota (*) : Claudio Coello, 16 (según la web memoriademadrid )
En Madrid no quedan muchos ejemplos de arquitectura civil del siglo XVII, pero en algunos barrios sí perviven las huellas de lo que fue la vida en aquellos tiempos y el espíritu de sus moradores. Es el caso del barrio de las Letras y del barrio de la Corredera y aledaños. En algunos de sus rincones parece que se ha detenido el tiempo. En el barrio de las Letras se puede respirar el aire que sus antiguos habitantes compartieron. Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Luis de Góngora, Quevedo…
Francisco de Quevedo nació en Madrid en septiembre de 1580. Aunque nunca tuvo una vida estable ni domicilio fijo, en Madrid llegó a ser propietario de dos casas, lo cual no era fácil en aquellos tiempos. Ninguna de las dos se conserva.
La primera estaba situada en la calle del Niño, hoy llamada calle de Quevedo, que compró en 1620 en el barrio de los corrales de comedias, poblado por comediantes, escritores, pintores, escultores… un barrio lúdico y animado, con numerosas tabernas, fondas, casas de juego y mancebías que nuestro literato protagonista frecuentaba. Es obligado recordar que en esa casa vivió de alquiler Luis de Góngora varios años. Parece ser que Quevedo nunca la habitó, sin embargo una espléndida lápida le recuerda (no así a Góngora), en la esquina a la calle de Lope de Vega, antes Cantarranas.
La segunda casa estaba en la calle de la Madera que en aquel tiempo estaba dividida en dos tramos, la Madera Baja, que iba desde la calle de la Luna hasta la del Pez. Y la de la Madera Alta, que subía desde Pez hasta Espíritu Santo. En el siglo XX se convirtió en una única vía, aunque se conservan los bonitos letreros antiguos.
Su hermana Margarita, cinco años menor, se casó con Juan de Alderete, caballerizo del rey, y eligieron para vivir un barrio más tranquilo, el barrio de la Corredera, en el que habitaban otros servidores reales, así como tratantes y mercaderes. La casa propiedad de Margarita estaba en la calle de la Madera Alta y allí acudía Quevedo de vez en cuando. Ella murió en 1633.
En diversas fuentes se considera que esta «casa de Quevedo» estuvo situada en el lugar que hoy día corresponde a los números 24-26, una de las construcciones más antiguas del barrio, proyectada en 1792 por Juan Manuel Martín Vidal. Entre 1797 y 1803 allí vivió el músico Luigi Boccherini, tal como indica una placa en la fachada.
Según se ha publicado estos días el edificio es propiedad del Ayuntamiento y está dedicado a vivienda social, sin embargo al parecer está en venta junto a otros de similares características.
Aunque de finales del siglo XVIII estas casas nos recuerdan la arquitectura del siglo XVII, incluso en su interior, pues conserva el patio, bien cuidado, con los restos de una fuente de piedra y algunos arbolitos.
Era la casa nº 22 de la Manzana 459 que empezaba a numerarse por la calle del Escorial, bajaba por la del Molino de Viento, calle del Pez y subía por la de la madera Alta hasta la del Escorial nuevamente.
Según la Planimetría de Madrid se componía de dos sitios o inmuebles colindantes que ni en el siglo XVIII ni anteriormente habían pertenecido a Quevedo ni a ningún miembro de su familia.
Sin embargo, la casa contigua, la casa nº 23 (actual nº 28), una casa más pequeña y modesta, sobre un solar estrecho y alargado que actualmente también conserva sus antiguas dimensiones, nos revela la Planimetría, sí fue de Margarita de Quevedo.
Por tanto la “casa de Quevedo” estuvo en el lugar que hoy ocupa el número 28 de la calle de la Madera.
Probablemente el error tenga su origen en los cambios que ha sufrido la numeración de la calle a lo largo del siglo XX.
Escribió Mesonero Romanos antes de 1861 que “En la calle Alta de la Madera, al número 26 nuevo, existió hasta hace poco, que fue reedificada de planta, una casa que fue propiedad de D. Francisco Quevedo y Villegas, y luego de su descendiente D. José Bustamante y Quevedo… Esta casa ha sido derribada y construida de nuevo.”
En tiempos de Mesonero, y otros cronistas del siglo XIX, la casa de los Quevedo era la nº 26 de la calle, y este dato ha debido ser trasmitido hasta hoy día por diversos autores. Pero desde mediados del siglo XX la antigua casa que fue propiedad de Margarita, luego quizá de Francisco, y finalmente en el siglo XVIII de sus herederos, como nos indica la Planimetría, es la nº 28.
La casa actual fue levantada en el siglo XIX, como también nos cuenta Mesonero, conserva sus bonitas puertas de madera y la escalera de piedra de la entrada.
Continuamos camino por la empinada calle, que guarda muchos detalles evocadores de su pasado. Antiguos oficios, encuadernadores, broncistas… y bellas puertas adinteladas.
Quevedo murió en septiembre de 1645 cuando iba a cumplir 65 años, tras una vida muy agitada y azarosa, pero su recuerdo pervive en estos barrios madrileños por los que transitaba, igual que otros personajes del Siglo de Oro, incluso el mismísimo rey Felipe IV.
Por : Mercedes Gómez
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Fuentes:
Planimetría General de Madrid.
Fundación Francisco de Quevedo
COAM. Guía de Arquitectura de Madrid. 2002.
Ramón de Mesonero Romanos. El antiguo Madrid : paseos históricos-anecdóticos por las calles y casas de esta villa. Tomo segundo. 1861.
La historia de las Cabezas de Antonio Machado comenzó en 1966 cuando un grupo de ciudadanos quiso rendir un homenaje al escritor. El lugar elegido fue Baeza, el pueblo de Jaén donde el poeta había pasado varios años de su vida. Dentro de los actos previstos el más importante era la inauguración de un monumento diseñado por el arquitecto Fernando Ramón, en el que sería colocada la escultura realizada por Pablo Serrano, la Cabeza de Machado, fundida en bronce.
Intelectuales, artistas, estudiantes, destacados escritores, amantes de la poesía… se dirigieron a Baeza desde Madrid y desde muchos otros lugares de España, con la escultura, que según cuentan viajó bien protegida en un modesto automóvil “dos caballos” conducido por el arquitecto.
Pero el homenaje no tuvo lugar, la autoridad competente no lo permitió, al parecer de forma contundente. Según la prensa de la época, la excusa oficial fue que “el monumento no estaba terminado” pero, entre otras cosas, a las autoridades no les gustó “el descuido en el vestir” que mostraban los asistentes, quizá les pareció similar al del propio Machado, “ya conocéis mi torpe aliño indumentario”, como él mismo dijo al escribir su propio “Retrato”.
De forma que todos los integrantes de la comitiva, junto con la escultura, que habían viajado hasta Baeza volvieron a Madrid.
También se pudo leer en los periódicos que en 1970 cuando se fundó la librería Antonio Machado en la calle de Fernando VI, allí se trasladó, para al año siguiente volver a ser resguardada en casa de uno de los organizadores del fallido homenaje, donde pasó varios años, a la espera de poder llegar a su destino. Pero este hecho no he podido ratificarlo, nadie actualmente en la librería puede dar fe de ello.
Poco a poco los tiempos fueron cambiando.
En 1981 Pablo Serrano fue nombrado Académico de Bellas Artes y el escultor regaló a la institución otra Cabeza de Machado. Allí podemos contemplarla hoy día, en la tercera planta del museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se encuentra la “Interpretación al retrato de Antonio Machado” que, como indica el cartel explicativo del museo, “esta poderosa cabeza… no es una recreación literal sino que interpreta el espíritu del poeta andaluz y su gesto serio, un tanto amargo…”
Al año siguiente el artista aragonés visitó Soria, donde Machado también fue profesor durante unos años, y donó a esta ciudad otra escultura de la serie, la cual fue instalada sobre un pedestal de piedra frente al instituto donde el escritor había impartido sus clases.
Por fin en 1983 se pudo realizar el homenaje que no había podido celebrarse diecisiete años antes. Casi con los mismos protagonistas de entonces, aunque algo más viejos, el busto fue colocado en Baeza.
En 1985 se celebró otro homenaje nacional, a Federico García Lorca, Miguel Hernández y al propio Machado. Con este motivo, el día 15 de octubre la Sociedad General de Autores instaló en el edificio de la calle del General Arrando nº 4, la que creo única placa que recuerda el paso del poeta por los numerosos domicilios que tuvo en Madrid a lo largo de su vida. Dos días antes se había inaugurado el monumento dedicado por “El Pueblo de Madrid al poeta Antonio Machado” en un barrio conocido más por el nombre de la empresa constructora Saconia, que por el bello nombre de la Ciudad de los Poetas, en terrenos de la antigua Dehesa de la Villa. Tanto la calle en la que se ubica el monumento como la estación del metro que nos lleva hasta allí, se llaman “Antonio Machado”.
Diseñado por el arquitecto Joaquín Roldán, acoge una nueva Cabeza, obra del mismo autor, de gran tamaño; fue inaugurado en presencia de los vecinos, artistas y del entonces alcalde Enrique Tierno Galván, como indica una de las dos lápidas; la otra parece que grita:
¡Madrid, Madrid!, ¡Qué bien tu nombre suena.
Rompeolas de todas las Españas!
La tierra se desgarra, el cielo truena.
Tú sonríes con el plomo en las entrañas.
(Antonio Machado. 7 de noviembre de 1936)
Poco después de la inauguración del monumento, el 26 de noviembre de ese mismo año 1985 en Madrid, murió Pablo Serrano, sin duda uno de los escultores españoles más importantes del siglo XX.
En 1994 se inauguró su museo, el Museo Pablo Serrano, en la ciudad de Zaragoza.
Como nos cuentan en esta institución, el propio escultor dejó instrucciones de que se hiciera más de un vaciado del molde original de la Cabeza de Antonio Machado. A Pablo Serrano le gustaba que sus obras llegaran a cuánto más público mejor, y sin duda a lo largo de su vida demostró ser un artista generoso.
Como hemos visto la primera fue la de Baeza, que realizó de forma gratuita. Existen ejemplares en tres tamaños. La mayor mide alrededor de un metro de altura, como la de la fuente de la Dehesa de la Villa. La mediana más de 60 centímetros, como la de Bellas Artes. Y existe un tamaño menor, de unos 18 cm.
En el propio museo hay varios ejemplares. Una de gran tamaño, una mediana y otra pequeña, además de un original de la pequeña, en escayola.

Interpretación al retrato de Antonio Machado (1966), exposición “Las Huellas del Caminante” (de la colección del Museo Pablo Serrano)
Existen tres Cabezas fuera de España, dos de ellas en dos de los museos más importantes del mundo. Una forma parte de la Colección del Museo de Arte Moderno de París, o Centre Pompidou realizada en 1962 y adquirida por el museo en 1971, otra se encuentra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el MoMA, según información del propio museo, esta obra, «Head of Antonio Machado» fue adquirida en 1967. Ambas son de tamaño mediano. Y la tercera, en la Universidad Brown, en Providence, Rhode Island (EEUU), de la que no he conseguido obtener ningún dato.
Existe además algún ejemplar en Colecciones particulares, pero estas no están catalogadas en el Archivo del Museo Pablo Serrano.
Y finalmente, el 19 de junio de 2007 fue colocada la última Cabeza, sobre un pedestal del diseñador Alberto Corazón, en los jardines de la Biblioteca Nacional en el Paseo de Recoletos. Homenaje al poeta, que nos recuerda que “se hace camino al andar”.
Texto y fotografias por : Mercedes Gómez
Madrid, agosto de 2008
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Fuentes:
Museo Pablo Serrano de Zaragoza.
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid.
The Museum of Modern Art. Department of Painting and Sculpture. New York.
VVAA. Pablo Serrano 1908-1985. Las huellas del Caminante. Catálogo exposición. Gobierno de Aragón/Ibercaja 2008.
Diario El País
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