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Hoy me gustaría invitaros a conocer una preciosa fuente.
Antes, tengo que dar las gracias a Lucrecia Enseñat Benlliure, directora del Archivo de la Fundación Mariano Benlliure, bisnieta del escultor, y autora del magnífico artículo que cito al final, que recoge su minuciosa investigacion sobre la Fuente de los Niños. Su ayuda me ha permitido descubrir la verdadera historia de una fuente que siempre me intrigó.
Gracias, Lucrecia.
Y a todos, espero que os guste,
Mercedes
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Mariano Benlliure es sin duda uno de los grandes escultores españoles de finales del siglo XIX y primera mitad del XX. Gran artista, incansable, tuvo éxito en su tiempo, ocupó cargos, recibió premios y se relacionó con los personajes más ilustres. La presencia de su obra en Madrid es muy importante.
Nació en Valencia el año 1862, en una familia de artistas que facilitó su interés temprano por el dibujo, la pintura y la escultura. Siendo un joven de apenas 19 años se trasladó a Roma, donde vivió hasta 1896 en que se instaló en Madrid. Tuvo su primer estudio en la Glorieta de Quevedo número 5.
El artista se había casado con Leopoldina Tuero con quien tuvo dos hijos, pero el matrimonio fracasó, y ya en Madrid conoció a la entonces famosa cantante de zarzuela Lucrecia Arana, con quien compartiría su vida hasta la muerte de ella, muy pronto, en 1927, de cuya unión nació otro hijo, José Luis Mariano.
A partir de 1908 Mariano Benlliure y Lucrecia Arana adquirieron un hotel y varios terrenos a su alrededor en la manzana situada entre la Castellana, la calle José Abascal, Zurbano y Bretón de los Herreros. En el centro de la manzana el escultor construyó su Estudio.
Benlliure decoró la fachada con elementos cerámicos, sobre todo relativos a la infancia, tema que utilizó en otras obras a lo largo de su vida, siempre de forma exquisita. Para ello contó con la colaboración de la Fábrica Nuestra Señora del Prado fundada por Juan Ruiz de Luna y Enrique Guijo en Talavera de la Reina.
Dicha fachada fue decorada con un friso, un zócalo y una fuente. El friso estaba formado por parejas de niños que portaban guirnaldas de flores, y el zócalo compuesto también de formas vegetales, todo ello modelado en cerámica policromada.
La fuente consistía en un luneto, o altorrelieve en forma de media luna, con delicadas figuras realizadas en cerámica. Siete niños jugando, empujaban a otro que caía al agua en una taza de mármol semicircular. A partir del modelo diseñado por Benlliure, su colaborador Vicente Camps formó el molde, y la fuente fue realizada en la fábrica de Talavera. Quedó instalada a finales del año 1912.
En 1914 el hotel fue reformado por el arquitecto Enrique Mª Repullés y Vargas, aunque se cree que los planos y los elementos decorativos fueron diseñados por el propio Benlliure. El hotelito, con entrada por José Abascal, era la vivienda de la familia.
Además del interior de la casa, la reforma incluyó la creación de una nueva fachada que daba al jardín, decorada también con cerámica realizada en la fabrica de Juan Ruiz de Luna. Más guirnaldas con frutas, niños, cisnes blancos…
…Y una segunda Fuente de los Niños, realizada a partir del modelo de la primera, con dos diferencias, en este caso las figuras eran de color blanco monocromo, y la taza era rectangular y revestida de azulejos.
La casa de José Abascal llegó a ser muy famosa, por las tertulias que allí tenían lugar y por las personalidades de todos los ámbitos que por allí pasaban.

Los infantes de España junto a la segunda Fuente de los Niños (Foto:semanasantacrevillent.com/benlliure)
La fuente era tan bella que los visitantes deseaban tener una igual en sus propios jardines. Benlliure encargó algunas a Juan Ruiz de Luna a cuenta de sus clientes.
Así fue cómo llegaron varias réplicas de la Fuente a Cádiz, Santander, y en Madrid, a la familia Bauer en la Alameda de Osuna –de la que no se conserva ninguna información- y otra al entonces Cónsul de Guatemala, Sr. Traumann, que vivía en una finca en Chamartín, encargada en 1923.
Hasta el propio ceramista Juan Ruiz de Luna tuvo el deseo y la tentación de tener su propia Fuente de los Niños en su casa de Talavera, aunque finalmente solo reprodujo dos de los niños.
Mariano Benlliure murió en Madrid, en su casa de la calle José Abascal, en 1947. Sus restos fueron trasladados a Valencia, como él deseaba, para ser enterrado junto a sus padres en el cementerio del Cabanyal. Tras su muerte la casa-estudio fue derribada, y los elementos decorativos, algunos se perdieron, y otros fueron a parar a museos o colecciones particulares.
La primera Fuente de los Niños se conserva completa, en una finca en Ciudad Real, adonde llegó procedente de un chalet del Viso madrileño.
La fuente del cónsul pasó por varios propietarios y finalmente fue localizada en los años 60 del siglo XX en un vivero del mismo Chamartín, con bastantes daños tras tantos cambios y traslados. Estaba a la venta.
Existen otras reproducciones realizadas después, copias por tanto, que no deberían ser anunciadas como obras originales de Mariano Benlliure.
En 2001 la Fundación del Canal de Isabel II adquirió una Fuente de los Niños para su nueva sede en la Plaza de Castilla, instalada en la antigua estación elevadora de agua, situada bajo el depósito elevado de la Plaza de Castilla.
En aquellos momentos se creía que se trataba de la segunda fuente que estuvo en el jardín de Benlliure, pero más adelante se descubrió que se trata de la que perteneció al antiguo Cónsul de Guatemala, Sr. Traumann.
Perfectamente restaurada quedó instalada en el vestíbulo de entrada a la Sala de Exposiciones, sobre una lámina de agua rectangular.
La placa a los pies de la fuente continúa indicando que se trata de la fuente que estuvo en el jardín de Mariano Benlliure en su Casa-Estudio de la calle de José Abascal, lo cual pensamos debería ser corregido.
Expectación, sorpresa, risa, travesura, susto… cada niño manifiesta su reacción al juego de forma distinta… las figuras muestran una delicadeza y expresividad extraordinarias.
Aunque finalmente el propietario de esta fuente no haya sido el propio Benlliure, sí es su autor.
El que fuera tan famoso escultor, cuya obra podemos admirar por todo Madrid, y quizá recorramos otro día, también realizó pequeñas obras maestras en Cerámica, como esta Fuente de los Niños que podemos contemplar en la entrada de la Sala de Exposiciones de la Fundación Canal de Isabel II, en la calle Mateo Inurria nº 2.
por Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Lucrecia Enseñat Benlliure. “La Fuente de los Niños de Mariano Benlliure”. En Renacimientos: la cerámica española en tiempos de Ruiz de Luna, Actas del XIII Congreso de la Asociación de Ceramología celebrado en Talavera de la Reina en 2008, Ed. Universidad de Castilla-La Mancha, octubre 2010.
La Esfera. 7 febrero 1914 (BNE)
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ACTUALIZACIÓN 13 enero 2013
La Fuente de los Niños, réplica en bronce, ubicada en Santander:
Las Cabezas de Machado no son las únicas obras de Pablo Serrano que podemos admirar hoy día en Madrid. Su vida y su obra estuvo ligada a nuestra ciudad desde muy pronto.
Pablo Serrano nació en Crivillén (Teruel) en 1908. Se fue de España muy joven, vivió en Argentina y en Uruguay, y viajó por el mundo. Pero en 1955 regresó a su lugar de nacimiento, al poco tiempo se instaló en Madrid, aquí tuvo su taller y aquí murió, treinta años después.
En la interesante y emotiva introducción al Catálogo de la Exposición “Pablo Serrano 1908-1985. Las Huellas del Caminante”, la nieta del artista Valeria Serrano, dice que, viviendo en Madrid, es imposible no acordarse de su abuelo, el gran escultor. Y así es, la obra del artista ubicada en diferentes lugares de la ciudad nos invita a recorrer una ruta singular.
Iniciamos nuestro paseo a través de la escultura de Pablo Serrano en Madrid por el barrio de la Ventilla, en el distrito de Tetuán, que a finales de los años 60 del pasado siglo XX era una barriada de chabolas y ambiente marginal.
En 1969 se construyeron, en lugar de una antigua iglesia, las Escuelas de Formación Profesional Padre Piquer y la parroquia de San Francisco Javier. Pablo Serrano realizó dos esculturas para la iglesia, un monumento a San Francisco Javier en bronce sobre pedestal de cemento que se encuentra en el exterior del conjunto, y una Cruz procesional, que actualmente no está a la vista del público pues se halla en el despacho parroquial.
Hoy el ambiente del barrio es muy familiar; las infraviviendas han sido sustituidas por edificios modernos, y a espaldas del templo emergen las Cuatro Torres, los espectaculares rascacielos construidos en el Paseo de la Castellana.
Todo ha cambiado a su alrededor, pero allí sigue la parroquia, y la escultura de San Francisco, que por cierto no agrada a los feligreses, a los “sencillos vecinos del barrio”, quienes, como me cuenta el párroco, se refieren a la tan poco convencional imagen del santo como “el monstruo”.
El interior de la iglesia es bonito y acogedor, a lo que quizá contribuyen sus cálidas paredes de ladrillo, las vistosas vidrieras y la original estructura del techo iluminado. Alberga varias obras de arte moderno pero más tradicional, como la Virgen, de José Luis Vicent, esta vez sí, muy del agrado de sus fieles, y exhibida con orgullo por su párroco.
Desde La Ventilla nos dirigimos a la Ciudad Universitaria donde se encuentra el monumento al doctor don Gregorio Marañón (1969-70), realizado en bronce y piedra. La escultura, con dos metros y medio de alto, erigida por suscripción popular, está situada en una zona ajardinada frente a la Facultad de Medicina, en el lateral izquierdo del edificio.
Resulta divertida la descripción del día de la inauguración que tuvo lugar el 1 de junio de 1970, que hizo Juan H. Sampelayo ese mismo año al final de su conferencia sobre estatuas de escritores ilustres y refiriéndose a Pablo Serrano como el “escultor que ya es clásico”:
“Una marquesa y una condesa de muy buen ver se habían traído unas sillitas plegables para esperar la llegada de los señores importantes que iban a presidir el acto… “. Y mientras, “… Pablo Serrano, estaba allí cubriéndose con un sombrero de papel, en tanto que el bisnieto de don Gregorio jugaba con el agua del pequeño estanque del monumento ….”
Desde el principio al escultor le gustó trabajar conjuntamente con los arquitectos. Consideraba que una obra escultórica formaba parte de un todo. En el caso de la obra dedicada al doctor Marañón trabajó con Leandro Silva, uruguayo, conocido arquitecto-paisajista, que vivió en Madrid desde 1969. Silva colaboró con Serrano en la realización de tres monumentos importantes, uno de ellos fue éste. No se trataba de hacer una escultura simplemente sino de construir una plaza diseñada desde el primer momento para acoger un monumento.
La figura luce imponente, en pie, sin pedestal. Detrás de ella dos marcos o ventanas que hacen referencia a las dos disciplinas, la Medicina y el Humanismo que figuran inscritas en sendas piedras en el interior del estanque. En un lateral, una semilla abierta también de piedra, recuerda a la serie de las unidades-yunta en las que el escultor ya había comenzado a trabajar. Esta, como entonces, soleada mañana, únicamente se echa de menos el agua, hoy ausente entre los bloques de granito a los pies de la estatua de bronce.
Encaminamos ahora nuestros pasos hacia el Barrio de Salamanca. El año 1972 se instaló una de las obras más representativas del escultor, de la serie Unidades Yunta, en el Museo de Escultura al Aire Libre del Paseo de la Castellana, que ahora, después del cambio de nombre de todos los museos municipales, se denomina Museo Arte Público.
Otra obra de la famosa serie, la Unidad Yunta Diada fue instalada en 1973 en el barrio de Retiro, a los pies de la Torre de Valencia, semioculta en el pequeño jardín a la entrada del edificio en la calle O’Donnell esquina Menéndez Pelayo, de forma que casi puede pasar inadvertida. Ningún cartel informa sobre quién es el autor o el título de la obra; el portero lo desconoce.
La Torre de Valencia, obra de Javier Carvajal (1970-73) es un edificio muy controvertido. Muy denostado desde su construcción por entre otras cosas romper la tradicional vista de la Puerta de Alcalá desde Cibeles, es indudable que tiene un valor arquitectónico.
Reanudando nuestro paseo por el barrio de Salamanca, en la calle de Serrano, esquina con Juan Bravo, contemplamos la espléndida fuente La Fuente y el Río, llamada también Poseidón, realizada ese mismo año 1973 por encargo del entonces Banco Hispano Americano, hoy Banco de Santander.
Caminando, llegamos a la sede de la Fundación Juan March en la calle de Castelló donde se encuentra el retrato de don Juan March que el escultor realizó en 1974. Desde que se inauguró el edificio en 1975 una extraordinaria colección de esculturas de artistas españoles adorna los jardines y el interior de la Fundación. La imagen del fundador se encuentra en el sótano, junto a la entrada al Auditorio.
De nuevo en el Paseo de la Castellana hallamos otro retrato, la rotunda escultura a Indalecio Prieto , el político socialista, que se encuentra en la plaza de San Juan de la Cruz, custodiando el edificio de los Nuevos Ministerios.
Y finalmente, entre 1984 y 1985 Pablo Serrano realizó la escultura de bronce S.M. el Rey D. Juan Carlos I. El Rey está representado a tamaño natural, inclinado sobre una mesa, firmando la Constitución de 1978.
El día 20 de noviembre de 1985 se publicó que el escultor estaba ultimando la estatua del Rey para el Congreso, y que esperaba la visita del monarca para que diera su aprobación final. Desgraciadamente, el mismo diario El País tuvo que publicar su repentina muerte solo una semana después. Aunque de forma inapreciable, se puede decir que se trata de una escultura inacabada. Fue instalada en diciembre, en el vestíbulo de entrada al nuevo edificio construido como ampliación del Congreso de los Diputados, en la Carrera de San Jerónimo.
Fue su última obra.
Texto y fotografías por : Mercedes Gómez
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NOTA.-
La Colección de la Fundación del Banco de Santander posee otra pequeña escultura de Pablo Serrano, de la serie “Hombre con Puerta”, realizada hacia 1965, pero actualmente no está expuesta.
También el Museo Reina Sofía posee varias obras de Pablo Serrano, pero incomprensiblemente todas ellas se encuentran en los almacenes.
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Bibliografía.-
VVAA. Pablo Serrano 1908-1985. Las huellas del Caminante. Catálogo exposición. Gobierno de Aragón/Ibercaja 2008.
ARA FERNANDEZ, Ana. Pablo Serrano: el anhelo de un arte unitario. Archivo Español de Arte, LXXX, 320. Oct-Dic.07.
Guía de Arquitectura. COAM. Madrid 2003
Eusebio Sempere es, como Eduardo Chillida, uno de los artistas españoles más importantes del siglo XX, presente en el Museo de Escultura al Aire Libre de la Castellana, y, en su caso, uno de los creadores e impulsores.
Cuando decidí escribir sobre este escultor y su obra en Madrid desconocía absolutamente todo sobre la persona. Buscando información leí algunas pinceladas sobre su vida que me han impresionado, dándome cuenta de que detrás de toda obra hay un artista, aunque parezca una obviedad no siempre somos conscientes.
Eusebio nació el 3 de abril de 1923, en Onil, Alicante. Debió ser un niño especial, decía que quería ser pintor, no de casas sino “de cuadros” a pesar de que muy pequeño perdió la visión de un ojo. Y fue un adulto especial, quizá por varias circunstancias que marcaron su vida, como la enfermedad que llegó muy pronto, pero sobre todo por su gran creatividad y talento. También, leyendo la prensa de la época, da la impresión que debió ser una persona sociable y emprendedora, que entabló buenas relaciones con sus compañeros artistas y otros profesionales.
En sus comienzos, como tantos otros artistas, pintó paisajes, pero le gustaba investigar y crear nuevas formas. En 1948 fue a París, gracias a una beca. Allí se relacionó con los grandes artistas de la vanguardia, abandonó la figuración, y avanzó hacia un estilo que sería clasificado como abstracción geométrica. Alguien le ha llamado “poeta de la geometría”. A Eusebio le gustaba jugar con las formas y colores, y mezclarlos con la luz, el movimiento, incluso la poesía y la música. También se le considera el introductor del arte cinético en España.
En París conoció a Abel Martín, quien se convertiría en su colaborador, amigo y compañero.
El 15 de enero de 1960 Eusebio Sempere, en compañía de Abel, volvió a España y se instaló en Madrid, donde entró en contacto con los artistas más destacados del momento y pronto se hizo un hueco entre ellos.
Unos años después intervino en el proyecto de construcción del puente que uniría el paseo de Eduardo Dato y la calle de Juan Bravo que en cierto modo podría calificarse como el Viaducto del siglo XX, una gran obra de ingeniería a cargo de José Antonio Fernández Ordóñez y Julio Martínez Calzón.
Con la construcción del Paso Elevado desapareció una calle que bajaba desde Serrano hasta la Castellana, la calle de Martínez de la Rosa, más conocida como calle de la «S» por su forma, y que estuvo jalonada por doce de los palacetes creados por el Marqués de Salamanca durante la construcción del Ensanche de Madrid, todos desaparecidos. Únicamente sobrevive uno de los diez construidos en la zona cercana a la Puerta de Alcalá, en la calle de Villanueva.
Inaugurado el 23 de septiembre de 1970, el Paso Elevado de la Castellana mide 320 metros de longitud y 16 metros de anchura. En septiembre de 1987, a la muerte del político Enrique de la Mata Gorostizaga, se dedicó el puente a su memoria poniéndole su nombre, pero todo el mundo lo conoce con el nombre de Puente de Eduardo Dato o de Juan Bravo.
Se trata de una obra de gran precisión, en cuanto a su planificación y ejecución, así como en el empleo de materiales, nuevos para la época, como el acero cortén. Los pilares de hormigón diseñados a la manera clásica, con fuste y capitel, pretendían armonizar con el entorno.
El objetivo desde el principio fue conjugar la técnica con la estética, de modo que ambos ingenieros propusieron a Sempere la creación de la barandilla, cuyos tubos de hierro exquisitamente diseñados contribuyeron a conseguir una sensación de transparencia que proporciona la elegancia y esbeltez perseguidas por sus autores.
A partir de entonces, entre los tres se propusieron la creación de un museo de escultura bajo el puente. El papel de Eusebio Sempere fue decisivo, pues gracias a su relación de amistad con los demás escultores, todos de primer orden, o sus familiares, consiguió la cesión de las obras que hoy día componen el llamado Museo Arte Público.
Además de las barandillas del puente y de la zona ajardinada, el escultor realizó otros elementos integrados en el Museo, como los dieciocho bancos de hormigón blanco, igualmente en forma de S. Aparte ser la inicial de su apellido, la forma de ambos recuerda la calle de la S quizá como homenaje a la desaparecida vía.
La obra que representa a Eusebio Sempere en el Museo es la escultura Móvil, formada por una serie de rejas cuadradas colgadas del puente realizadas con varillas de acero inoxidable que producen una serie de efectos ópticos según la posición desde la que la observamos o incluso según el movimiento ocasionado por el viento.
También es obra suya la Fuente-Cascada que nace bajo el puente al nivel de la calle de Serrano, formada por nueve rampas onduladas de hormigón blanco pulido, que se cruzan, por las que cae el agua hasta el estanque en forma de “T” en cuyo centro se encuentra la escultura de Martín Chirino de un rojo deslumbrante.
Además de su obra gráfica presente en galerías de arte y en el Museo Reina Sofía, en el jardín de la Fundación Juan March en la calle de Castelló, podemos contemplar otra escultura de Sempere, magnífica, titulada Órgano, y realizada con tubos de tres centímetros de diámetro en acero inoxidable sobre plataforma metálica.
En 1983 le fue concedido el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Ya no podía pintar ni construir. Murió en 1985 con tan solo 62 años de edad, a causa de una terrible enfermedad que le iba paralizando. Su amigo Abel Martín le cuidó hasta el último momento. Dramáticamente, el propio Abel moriría años después, asesinado en su casa en 1993, a la misma edad que su amigo, a los 62 años. El móvil pudo ser el robo pues desaparecieron varios cuadros de gran valor de las paredes de su chalet que habían pertenecido a Sempere.
Al año siguiente, en mayo de 1994, la Galería Rayuela de Madrid dedicó una exposición a los dos artistas, y el Suplemento Cultural del Diario ABC dedicó un emotivo reportaje a la muestra y a la obra y personalidad de ambos.
Sempere fue sin duda uno de los artistas más importantes de la vanguardia española, del arte rompedor en la España de los años 50 y 60, y de la historia del arte del siglo XX en general, presente su obra en diversos museos del mundo.
Existe una página web dedicada a Eusebio Sempere, pintor, grabador y escultor, creada por su familia “como un pequeño homenaje a su figura y su obra, en favor de la difusión y permanencia de una trayectoria artística de gran valor y en muchos aspectos, insuficientemente reconocida”.
Texto y fotografías: Mercedes Gómez
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Fuentes:
Ángel Urrutia. «Paso elevado y Museo de Escultura en la Castellana». Revista Villa de Madrid nº 62. Madrid 1979.
ABC Cultural (Madrid), 13 de mayo 1994.
Ángel García Díaz fue en su tiempo un artista reconocido y considerado por la prensa un «insigne” y laureado escultor, pero por varias razones cayó en el olvido y hoy día es prácticamente un desconocido.
Fue uno de los escultores más importantes del Madrid del siglo XX, responsable de la nueva imagen de la ciudad en los comienzos del siglo junto al arquitecto Antonio Palacios. Sus obras se encuentran en muchos y muy notables edificios del centro de Madrid, pues trabajó con los arquitectos más significativos, no únicamente para Palacios, aunque con él, además de lograr un buen entendimiento personal, llegó a formar el equipo más fructífero.
En el mes de abril de 1910 Ángel García Díaz y Antonio Palacios fueron fundadores, junto a los más destacados artistas del momento, de la Asociación de Pintores y Escultores, hecho que estos días se conmemora con una magnífica exposición en la Casa de la Moneda, Cien años de la Asociación Española de Pintores y Escultores. Un siglo de arte en España.
No hay muchos datos sobre su biografía por varios motivos. Al parecer firmó muy pocas obras, huía de la prensa, y fue más un bohemio que una persona ambiciosa. Por todo esto, merece ser dado a conocer, sirva este breve escrito como reconocimiento a su vida y a su obra.
Ángel García Díaz nació en Madrid el 19 de diciembre de 1873, en la calle de la Madera número 14. Muy joven, gracias a una beca, viajó a Roma y París. Su talento y creatividad fueron evidentes desde muy pronto.
Entre 1889 y 1895 estudió Escultura en la Academia de San Fernando, a la par que acudía como aprendiz al taller del también escultor madrileño Ricardo Bellver, autor entre otras obras del famoso Ángel Caído en El Retiro, quien influiría bastante en sus primeros trabajos.
Igualmente desde muy joven obtuvo premios, el primero en 1888, con tan solo 15 años, en la Exposición Universal de Barcelona. Luego llegarían la Exposición Internacional de 1892, y las Nacionales de 1895 y 1897.
Por esta época realizó su primer gran trabajo en Madrid, en el Ministerio de Fomento, en Atocha, luego Ministerio de Agricultura, actualmente de Medio Ambiente, para el arquitecto Ricardo Velázquez Bosco.
Suyas son todas las piezas exteriores que el gran ceramista Daniel Zuloaga pasó a porcelana. En las fachadas laterales creó dos relieves, La Minería y La Industria.
También son obra de García Díaz las figuras en la bóveda de la escalera en el interior del edificio.
Fueron estos años muy importantes en la vida de Ángel García Díaz, pues poco después, hacia 1898, a la edad de 25 años, se casó con Julia Morales Atienza con quien tuvo ocho hijos.
Otros trabajos para Velázquez Bosco fueron el Escudo en la fachada de la Escuela del Ejército, en el Paseo de la Castellana 71, y los Mineros en los torreones de la Escuela de Minas en Ríos Rosas 21, que obtuvieron la 1ª Medalla en la Exposición Nacional de 1906.
Con el arquitecto Julio Martínez Zapata trabajó también en diversas ocasiones. En el Instituto del Pilar para la Educación de la Mujer, en el Paseo de las Delicias 67, inaugurado el 11 de septiembre de 1902 como escuela de niñas pobres huérfanas hijas de Madrid. García Díaz realizó las imágenes de mármol de la Capilla. Hoy día es el Colegio de Nuestra Señora de las Delicias.
También con Martínez Zapata trabajó en el Puente de la Reina Victoria, frente a la ermita de San Antonio de la Florida, inaugurado en 1909, realizando los osos de las farolas, símbolo de Madrid. Por la misma época y con el mismo arquitecto participó en la construcción de la Casa de Socorro Municipal del Distrito Centro, en la calle de las Navas de Tolosa 3 esquina Ternera nº 2. García Díaz realizó el relieve alegórico de la fachada en memoria de la promotora del centro, doña Josefa Claudia Artieda, terminado en 1913.
El artista también recibió otros encargos municipales, como la restauración de la Fuente de la Fama, de Pedro de Ribera, en 1911 cuando iba a ser trasladada al Parque del Oeste y que actualmente se encuentra en los Jardines del Arquitecto Ribera en la calle de Barceló.
Durante estos años de los comienzos del siglo XX, también trabajó para Fernando Arbós en la iglesia de San Manuel y San Benito, en la calle de Alcalá, frente al Retiro. Suyas son las estatuas del interior, incluido el Jesús Salvador del Altar Mayor.
En 1909 construyó su propia vivienda y taller, según proyecto de su amigo Palacios, en la esquina de Ríos Rosas con Alonso Cano, derribado después de la guerra. Este taller sería uno de los más grandes de un escultor en Madrid, junto con el de Mariano Benlliure.
Por esta época realizó una de sus obras más espectaculares, la escalera del Casino de Madrid, en Alcalá nº 15, para José López Sallaberry. Suyos son todos los relieves escultóricos realizados en escayola.
El primer proyecto para el Banco Río de la Plata, actualmente sede del Instituto Cervantes, con Antonio Palacios, data de 1910, edificio con una de las fachadas más impresionantes de Madrid, cuyas esculturas, las esplendorosas Cariátides, y los Capiteles son obra de este escultor, como ya vimos.
Angel García Díaz conoció a Palacios gracias a su maestro Velázquez Bosco, y su colaboración con el gran arquitecto fue donde su arte encontró la mejor expresión de la unión entre la escultura y la arquitectura. El edificio del Palacio de Comunicaciones en Cibeles, hoy sede del Ayuntamiento, que ambos construyeron, es casi una gran escultura modelada cuidadosamente pieza a pieza.
En el Patio de Carterías fue instalado, en un barracón, un gran taller de escultura donde se desarrollaron todas las ornamentaciones a partir de dibujos de Palacios y de Ángel García Díaz, que éste convertía en figuras de yeso. Al parecer llegó a haber ciento treinta operarios que transformaban la obra en piedra caliza de Colmenar y Petrel.
En 1927 realizó el Escudo en mármol para la sede del Colegio Notarial de Madrid, situada en la esquina de las calles Juan de Mena y Ruiz de Alarcón.
Otras obras de Ángel García Díaz son las del Colegio del Pilar, en la calle de Castelló (suyos son los ángeles de las fachadas laterales, las figuras del pabellón acceso y la fachada de la iglesia en la calle Príncipe de Vergara), y la ornamentación del Edificio Adriática, en Callao.
En 1929 llegaron malos tiempos para el artista. Murió su esposa, y los encargos escaseaban. Se dio una circunstancia especial en su vida, por una parte consiguió un gran prestigio entre los arquitectos, de hecho ya hemos visto que trabajó con los más notables, pero al parecer eso provocó una cierta desconsideración por parte de sus compañeros escultores.
Hasta que cuatro años después consiguió la cátedra de Escultura decorativa en la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado, en la que disfrutó orgulloso mostrando a sus alumnos lo que significaba la ornamentación escultórica en la arquitectura mediante las obras en las que había participado.
Pero la guerra llegó para trastocarlo todo. Se vio obligado a vender su gran taller en Ríos Rosas, perdiéndose desgraciadamente casi todas sus maquetas y documentos. Se trasladó a uno más pequeño, allí cerca, en la calle de Modesto Lafuente, pero poco después, en 1937, fue apartado de su puesto de profesor en la Escuela. Pasada la guerra pudo volver durante un año, pero ahí terminó casi todo.
Antonio Palacios murió en 1945, lo que contribuyó a su tristeza. En sus últimos años no tuvo apenas trabajo y sí muchos problemas económicos.
La nueva arquitectura ya no necesitaba de su escultura, los tiempos estaban cambiando.
Murió en 1954, en su último taller del número 47 de la calle de Lope de Vega.
Texto y fotografías: Mercedes Gómez
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Fuentes:
Diario ABC, 4 oct. 1917
Juan Manuel Arévalo. Un escultor para arquitectos. La obra de Angel García. Revista Goya. Nº 301-302, Museo Lázaro Galdiano, Jul.-Oct. 2004.
VVAA. Antonio Palacios. Constructor de Madrid. Catálogo Exposición Círculo de Bellas Artes, nov.2001-ene.2002.
Hoy vuelve Celia, conocida de todos por sus anteriores colaboraciones dedicadas al Claustro de los Jerónimos y a la Ampliación del Museo Arqueológico Regional, para descubrirnos todos los secretos de uno de los panteones más espectaculares de la Sacramental de San Isidro, el Panteón Guirao, obra del escultor Agustín Querol.
En estos días próximos al 2 de noviembre, nuestro tradicional Día de Difuntos, nos regala un interesante texto y un espléndido reportaje fotográfico sobre una obra de arte prácticamente desconocida.
Mercedes
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El Panteón Guirao en el patio de la Concepción de la Sacramental de San Isidro, obra póstuma de Agustín Querol, es para muchos una obra cumbre del modernismo español -con el permiso del historiador del arte Gaya Nuño, no especialmente devoto de la obra de Querol-. Para su correcta ubicación espacial y cronológica merece la pena detenerse en una breve explicación histórica de la Sacramental, cuyo nombre completo es en la actualidad de San Isidro, San Pedro y San Andrés.
La Sacramental de San Pedro y San Andrés fue el segundo cementerio -primero fuera del casco urbano- que se construyó en Madrid a partir de 1.811 ante la prohibición del rey José Bonaparte de enterrar a los difuntos en el interior de las iglesias, tras el Cementerio General del Norte, llamado vulgarmente de la Puerta de Fuencarral, cuyo lugar hoy ocupa un conocido centro comercial de Arapiles.
El primer patio llamado de San Pedro está junto a la parte trasera de la Ermita, hacia el oeste. Sobre la puerta de entrada en el lado sur una placa nos recuerda:
“SE CONSTRUYÓ ESTE CEMENTERIO
A ESPENSAS DE LOS YNDIVIDUOS
DE LA Rª ARCHICOFRADIA SACRAMENTAL
DE S. PEDRO Y S. ANDRES EN EL AÑO DE 1811.”
Al norte del patio de San Pedro se encuentra el Patio de San Andrés, fechado en 1.829, obra de José Llorente, y al oeste de ambos, construido en 1.842, el de San Isidro, de José Alejandro Álvarez.
Los tres presentan una cierta unidad tipológica, con planta rectangular, estructura claustral con galerías porticadas y sepultura predominante de nichos, si bien el de San Isidro, de mayores proporciones y con templete central, en el más noble de los tres.
A mediados del siglo XIX se hace necesaria una nueva ampliación, por lo que Francisco Enríquez Ferrer, arquitecto de la cofradía, inicia en 1.850 el proyecto del patio de la Concepción, cuya construcción terminaría, tras radicales modificaciones del trazado original, José Núñez Cortés en 1.890.
El patio de la Concepción se encuentra al oeste de los primitivos en una terraza superior, por lo que está separado de ellos mediante una escalinata para salvar el desnivel: no hay que olvidar que nos encontramos en las prehistóricas terrazas del Manzanares, que descienden con fuerte pendiente hacia el río.

Plano de la Sacramental en el siglo XIX. Al norte la Sacramental de San Justo. (www.madridhistorico.com)
De estructura neoclásica y columnata porticada, su perímetro tiene forma de teatro clásico, unión de semicírculo y rectángulo. Encierra un formidable conjunto de panteones con todos los estilos del siglo XIX, y ya Mesonero Romanos lo comparó con el cementerio Père-Lachaise de París. La columnata se interrumpe rítmicamente con dieciséis pabellones, dotados de grandes huecos de acceso en forma de arcos de medio punto. Las pilastras que enmarcan los huecos de los pabellones, así como las columnas de la galería presentan capiteles decorados con motivos vegetales entre los que destacan la presencia del animal que es a la vez símbolo de la sabiduría y la muerte, el búho.
Se accede al patio de la Concepción, cuyo eje de simetría no está alienado con el de la ermita sino con el del patio de San Isidro, mediante un bello paseo ascendente que se inicia junto a la puerta situada a la izquierda de la ermita y termina en uno de los pabellones, que hace función de vestíbulo o antesala del patio.

Paseo de acceso al patio de la Concepción, y detalle del pabellón de acceso desde la terraza inferior de los patios primitivos
En origen el patio debió tener una estructura de calles y plazuelas bien marcadas dónde se situaban los panteones, como si se tratara de una ciudad ideal a una escala reducida, prolongación de la ciudad de los vivos, dónde han de estar presentes todas las familias que en algún momento fueron importantes para la ciudad. Con el tiempo esta estructura se ha ido perdiendo, pues la vegetación que marcaba las calles se ha expandido, y panteones más modernos han ido ocupando los espacios residuales.
El Panteón Guirao tiene, sin embargo, una posición privilegiada no solo en el patio de la Concepción sino en el conjunto de la Sacramental.
Situado al final del eje central del patio, aparece en el recorrido como foco del paseo principal sin la proximidad avasalladora de otros panteones y siguiendo la tendencia romántica del siglo XIX la vegetación que rodea el monumento -cuatro cipreses de enorme tamaño- es tan importante en la composición como el Panteón en si mismo.
La galería columnada del patio está abierta en el punto medio del semicírculo. Esta apertura fue la entrada trasera al cementerio antes de la construcción de las últimas ampliaciones del siglo XX, y hasta entonces el Panteón Guirao era visible desde el exterior de la Sacramental, mientras que hoy en día lo es desde las terrazas superiores dónde están las mencionadas ampliaciones.
Una bellísima rejería de hierro Art Nouveau cierra el acceso a la cripta. Es probable que fuera diseñada por el propio escultor pues guarda analogías con la decoración vegetal del basamento, aunque fue ejecutada por el taller de Francisco Torras Codina, y representa unas estilizadas plantas de cardo. La rejería está coronada por un relieve en piedra de clara analogía funeraria.
Pero es desde las vistas laterales dónde se comprende mejor la estructura y composición general del Panteón. Un doble basamento escalonado y el sarcófago albergan la cripta en su interior y junto con la cruz sirven de soporte a un conjunto de relieves y figuras variadas que frente al común hieratismo de la escultura funeraria se caracterizan por la sensación de movimiento en contraposición con la naturaleza estática y sólida de la piedra.
Se pone el énfasis en el dolor y lo breve de la existencia humana más que en la quietud del descanso o en las virtudes de los difuntos, de quienes no hay ninguna representación, y tan sólo en la parte posterior del sarcófago encontramos la inscripción
“PANTEÓN DEDICADO A LA MEMORIA
DE LA SEÑORA
Dª LUISA SANCHO MATA”
Y un poco más abajo, sobre el basamento
“AQUÍ YACEN LOS RESTOS DE
Dª LUISA SANCHO MATA,
FALLLECIDA EL DÍA 8 DE JULIO
DE 1907
D. BALTASAR MATA GARCIA,
FALLECIDO EL 9 DE OCTUBE
DE 1879”
A pesar del nombre por el que es conocido el Panteón, no hay ni una sola referencia a la familia Guirao ni al esposo de Dª Luisa, Federico Guirao Girada, prototipo del burgués y aristócrata de su tiempo y uno de los fundadores de la Real Sociedad Fotográfica.
Tampoco la hay al autor, Agustín Querol. Da Rocha Aranda y Muñoz Fajardo (*) citan como coautores del monumento al ya mencionado Francisco Torras y al arquitecto Ignacio de Aldama Elorz -autor del Hospital Asilo de San Rafael, la Casa Pellico y el edificio de la Castellana 15 entre otras obras-. Gaya Nuño, en afirmaciones no exentas de crítica e ironía, subraya en ARS HISPANIE, Arte del siglo XIX, que Querol “modelaba en barro, ayudado por múltiples auxiliares, y los marmolistas de Carrara tallaban el grupo, figura o monumento”.

Fotograbado de fragmento del prototipo del monumento –probablemente de yeso- en el estudio de Querol en la calle del Cisne. Cuando en 1.910 se publicó esta imagen en “Querol, Monografías de Arte”, -Rodolfo Gil, Sáenz de Jubea Hermanos, Editores- hacia pocos meses que el escultor había fallecido.
Sea como fuere la gestación del proyecto y la realización de la obra no puede discutirse su singularidad y belleza y son muchas las críticas levantadas respecto al estado de conservación, no ya de este monumento en concreto, sino de toda la Sacramental a pesar de su declaración de Bien de Interés Cultural.

Algunos de los grupos escultóricos aparecen seriamente mutilados, sin que nadie parezca hacerse cargo de los restos desprendidos
Cabe preguntarse no obstante por qué el Panteón fue ejecutado con una piedra tan blanda en lugar de mármol, y reflexionar como el trabajo de tantos artistas que marcaron una época cae con frecuencia en el olvido junto con los anhelos humanos de pervivir y ser recordados.
Texto y fotografías por : Celia Vinuesa, arquitecto.
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BIBLIOGRAFÍA
(*) Madrid Modernista: guía de arquitectura. Óscar da Rocha Aranda y Ricardo Muñoz Fajardo. Editorial Tébar, 2007.
El panteón Guirao, de Agustín Querol, en la Sacramental de San Isidro. Carlos Saguar Quer. Anales del Instituto de Estudios Madrileños, tomo XIII, 1.986, pags. 79-86.
Querol, Monografías de Arte, de Rodolfo Gil, Sáenz de Jubea Hermanos, Editores, 1.910.
EN LA RED:
Los Cementerios Decimonónicos.
Las olvidadas arquitecturas de la sacramental de San Isidro. Javier Carcía-Guiérrez Mosteiro. El País 2 nov. 2004
Federico Guirao Girada. El Mundo 2 nov 1999.
Además de las dos obras al aire libre de la escultora Cristina Iglesias en Madrid, que ya tuvimos ocasión de conocer -la Puerta de la Ampliación del Museo del Prado, y la Celosía en los jardines del antiguo Palacio del Marqués de Salamanca en el Paseo de Recoletos, que hay que contemplar desde lejos-, hay al menos una más, que se encuentra en la Colección Permanente del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
La obra expuesta es otra celosía, Sin título (Celosía III), construida por la artista en 1998 con madera, resina y polvo de cobre.
La podemos contemplar en la sala 001, planta 0, junto a la Plaza Nouvel, en la entrada al nuevo edificio.
Y no solo eso, nos podemos acercar, entrar en ella, recorrerla, observar el exterior, imaginar… quizá como hizo la propia escultora, y así comprenderla mejor. Aunque también podemos abandonarnos a nuestra propia experiencia, seguro que a cada uno de nosotros nos sugiere algo distinto o nos lleva a pensar en algo que seguramente no tendrá nada que ver con la propia escultura. Probad.
La sala forma parte de la Colección “reescrita” recientemente. El museo ha reorganizado sus fondos más de acuerdo a los conceptos que a la pura cronología. Las vanguardias históricas, el triunfo y el fracaso de la modernidad, el cambio en las décadas de los 60 y 70, y la contemporaneidad son los temas en torno a los cuales se han ordenado las obras.
Cristina Iglesias pertenece a la última, la contemporaneidad y sus distintas manifestaciones, en este caso la escultura del arte español actual.
«En Cristina Iglesias, la escultura se vuelve arquitectura, definiendo un espacio interior y otro exterior, permeables visualmente por la celosía. Una arquitectura abierta al tránsito real del espectador.»
Texto y fotografías: Mercedes Gómez
La primera vez que vi las esculturas de Cristina Iglesias fue por casualidad, hace mucho tiempo, en 1998, en el Palacio de Velázquez del Retiro. Fue una sorpresa, se trataba sin duda de un mundo diferente, nada que ver con la escultura tradicional, tanto figurativa como abstracta. Sus obras eran construcciones, muros, techos; arquitectura creada mediante formas escultóricas que parecían tomadas de la naturaleza. Recuerdo sobre todo las paredes formadas por infinidad de formas vegetales, espacios que podían ser visitados, habitaciones misteriosas, bosques… Para, como ella misma dice, “crear nuevas formas”, utiliza materiales muy distintos, como el hormigón, el hierro, la resina, el cristal, polvo de piedra…
(imágenes del folleto de la exposición
Palacio de Velázquez-Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía,
5 febrero a 20 de abril de 1998)
Luego supe que era su primera exposición individual en un museo español -procedente del Museo Guggenheim de Nueva York- y que no volvería a exponer en Madrid hasta muchos años después.
Pero para entonces ya era una escultora importante, reconocida internacionalmente, que había expuesto en museos y ciudades de buena parte del mundo. Al año siguiente recibiría el Premio Nacional de Artes Plásticas 99 junto al artista Pablo Palazuelo.
El gran pintor y escultor madrileño tenía 83 años, y ella 43. El siglo XX llegaba a su fin, y el jurado quiso premiar una “trayectoria reconocible” y un “valor renovador”. El pasado, el presente y el futuro del arte español.
Unos años después, el arquitecto Rafael Moneo, autor de la Ampliación del Museo del Prado, le encargó la creación de la puerta de entrada a su famoso Cubo, que acoge el antiguo Claustro de los Jerónimos.
Cristina Iglesias ideó una puerta-escultura maravillosa, en su más puro y personal estilo. Construida en bronce, consta de seis elementos, fijos los dos de los extremos, cuatro móviles, pesa 22 toneladas y mide 6 metros de altura. Como tantas obras suyas, recuerda elementos vegetales, raíces intrincadas que asombran desde su instalación en febrero de 2007.
Pudo ser contemplada abierta, recién inaugurada la ampliación del Museo en octubre del mismo año. A partir de entonces solo se abrirá en contadas ocasiones, para acontecimientos señalados o para dar paso a personalidades. La casualidad quiso que ese mismo mes, unos días antes, muriera Pablo Palazuelo.
No muy lejos del Prado, en el Paseo de Recoletos, tras la verja del Palacio del Marqués de Salamanca, actualmente propiedad del BBVA, se encuentra, inconfundible, una obra de Cristina Iglesias. En este palacio vivió el marqués, que también fue coleccionista de arte, en su época de gloria, antes de trasladarse a la Quinta de Vista Alegre, donde murió.
Instalada en marzo del mismo año en el jardín, junto a las antiguas fuentes y otras esculturas, se encuentra la obra “Sin título” (Celosía X), realizada en gres.
por Mercedes Gómez
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Cristina Iglesias, nacida en San Sebastián, se casó con el también escultor Juan Muñoz, madrileño, que obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas en 2000, un año después que ella.
Juan Muñoz murió inesperada y prematuramente en 2001.
Durante los últimos días la escultora ha asistido al montaje de la gran exposición dedicada al que fue su marido, en el Museo Reina Sofía, que podremos disfrutar hasta el próximo 31 de agosto.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Juan Muñoz. Retrospectiva
21 de abril – 31 de agosto de 2009
A finales de los años 90 del pasado siglo XX, durante el mandato del entonces alcalde José María Álvarez del Manzano, se inauguraron numerosas fuentes en Madrid, sobre todo en rotondas, la mayoría con una función más utilitaria que ornamental, ayudar a regular el tráfico, aunque según afirmó algún edil, estas nuevas instalaciones respondían «a la tradición madrileña».
La mayoría son fuentes muy sencillas, con poco interés artístico o monumental. Una excepción es la Fuente Homenaje a la Mujer inaugurada en el mes de febrero de 1999 en la Plaza de Alsacia, enorme rotonda creada en el lugar donde se unen las calles de los Hermanos García Noblejas, Fuente Carrantona, Aquitania y la avenida de Guadalajara.
Situada justo en el límite de los distritos de Ciudad Lineal y San Blas, la zona ahora está rodeada de agradables edificios de viviendas, un gran centro comercial a disposición de todos los vecinos, y un carril bici rodeado de arbolitos jóvenes.
La fuente está dedicada a la Mujer.
Tiene un pilón en forma de trébol de cuatro hojas, y un bonito conjunto escultórico de bronce. Una escultura sobre una copa central, y otra en cada una de las hojas. Las cinco estatuas están dedicadas a la mujer en distintas etapas o facetas de su vida, la mujer joven, la mujer junto al hombre, la mujer madre, la anciana. ¿Y la mujer trabajadora?, quizá todas ellas.
Su autor es Luis Sanguino. Escultor discípulo del maestro Federico Coullaut-Valera, cuya influencia se aprecia en estas delicadas figuras femeninas, su obra se encuentra en diversos lugares de Madrid.
Mercedes
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