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Las Reales Fábricas se crearon en el siglo XVIII. Además de por motivos económicos, las de productos de lujo fueron establecidas en Madrid y sus proximidades debido al deseo de la monarquía borbónica, el Rey y su Corte, de decorar sus palacios a su gusto, como ya vimos aquí. La Real Fábrica de Tapices, la más antigua; de Paños; las de Porcelana, Naipes, luego de Tabaco; y la de Relojes. La de Cristales se ubicó en La Granja, Segovia. Algunos de sus tesoros ahora podemos verlos en el Museo de Historia, en la calle de Fuencarral 78.
La última fue la Real Fábrica de Papeles Pintados, creada en 1786 por iniciativa privada aunque con el apoyo de la Corona.
Durante la segunda mitad del siglo, bajo el reinado de Carlos III, el papel pintado se había puesto de moda. En España no existía ninguna fábrica de ese tipo y en Madrid solo existían algunos talleres. Hasta ese momento la demanda era cubierta mediante la importación sobre todo de Francia.
Los papeles pintados eran xilografías en color de impresión manual, no era un producto industrial sino artístico. Los dibujos de los motivos eran tallados por los grabadores en planchas de madera de peral. Intervenían pintores, grabadores, químicos, coloristas, impresores…
LA CASA DE LA ENCINA
Como nos cuenta la investigadora Isadora Rose-de Viejo en su magnífico libro que cito al final, la Fábrica de Papeles Pintados fue ubicada en las afueras de Madrid en la llamada Casa de la Enzina, en la plaza de San Juan la Nueva, hoy desaparecidas tanto la casa como la plaza como veremos, cerca de la Puerta del Conde Duque.
El 12 de junio de 1772 allí se instaló una casa para las Arrepentidas o Mujeres que salen de la Galera que ocuparon las Casas nº 5, la más pequeña, casita baja, y la nº 6, la más grande, de la manzana 541, situadas entre el Cuartel de los Reales Guardias de Corps y el Convento de las Comendadoras de Santiago.
La manzana comenzaba en la calle del Limón, continuaba por la calle del Cristo, calle de Amaniel y la plaza de San Juan la Nueva (hoy calle de Montserrat).
La llegada de las mujeres arrepentidas fue motivo de escándalo para las monjas, que con el permiso del rey compraron el edificio. Así consta en la Planimetría General de Madrid, que la casa nº 6 formada por tres solares, pertenecía a las santas Comendadoras de Santiago. La nº 5 pertenecía al Monasterio de monjas de San Pascual.
Después de ser ocupado por distintos inquilinos, Carlos III y sus ministros decidieron que este sería un buen emplazamiento para la Fábrica de Papeles Pintados.
Los fundadores que venían de Francia, tras una serie de vicisitudes, en enero de 1788 aquí se instalaron.
REAL FÁBRICA DE PAPELES PINTADOS
Jean Baptiste Francois Giroud de Villette ocupó una parte del edificio con su hermano Pierre y algunos artesanos franceses. Tras la muerte de Juan Bautista, en 1793 Pedro –ya españolizados los nombres de toda la familia– pasó a dirigir la Fábrica.
Se conocen muchos de los modelos porque se anunciaban en la prensa de la época y se describían con mucho detalle. Enrejados con enredaderas, nichos con estatuas, pilastras, figuras mitológicas… exquisitos diseños muy solicitados por los reyes, nobles y alta burguesía. Pedro importaba de Francia brochas, pinceles y barriles de colores, además del color blanco, de carmín líquido, azul de Prusia, amarillo color seda, naranja en polvo, verde inglés, azul imperial, azul real, bermellón…
Pedro Giroud de Villette solicitó el Honor de ser Adornista de Casa y Cámara de Carlos IV lo cual consiguió, desde 1800 a 1808. Aunque el cargo era honorario le daba la consideración de Criado del rey lo que facilitaba nuevos encargos.
A finales de 1801 Pedro de 34 años se casó con su sobrina Felicité, Feliciana, de 16. El primer hijo Santiago Carlos nació el 15 de marzo de 1803 en la Casa-Fábrica, pero murió siendo aún muy pequeño. El segundo, Segismundo, nació en 1805 en Lyon; viajó a Madrid cuando cumplió los 16 para incorporarse a la empresa familiar.
Tras la invasión francesa y la guerra, y con problemas de salud, Pedro se fue a Francia, hasta marzo de 1809. Asentado José I en el trono español, volvió. Entonces solicitó al nuevo rey que mantuviera las mismas concesiones que le habían otorgado Carlos III y Carlos IV, pero José I nunca aceptó.
Después de la guerra, el hecho de que José Bonaparte no le había apoyado y la excusa de su enfermedad le ayudaron a recuperar el cargo de Adornista de Casa y Cámara. Y gracias a Fernando VII que fue un gran aficionado al papel pintado e hizo grandes pedidos, la Fábrica casi recuperó su esplendor.
Años después informó al rey de su deseo de jubilarse y dejar a su hijo de 21 años al frente de la Fábrica, solicitando el mismo cargo honorífico para él. Segismundo nunca lo recibió.
En esta época del reinado fernandino lo cierto es que se produjo una gran evolución en las artes decorativas. Se conoce por las Memorias de las Exposiciones de la Industria Española organizadas en 1827, 1828 y 1831, los premios, piezas y creadores que participaron en ellas. Pedro Giroud de Villette, fabricante de papel pintado, obtuvo en 1827 una Medalla de oro.

Giroud de Villette. Sala de papeles pintados. Madrid, h. 1820. (Foto, en López Castán, «Exposiciones públicas…»)
Pedro se jubiló y volvió a Francia. Su hijo Segismundo siguió trabajando para el Palacio pero Fernando VII murió el 29 de septiembre de 1833. No mucho después debió morir Pedro. Estalló la primera guerra carlista y esta fábrica, y otras reales fábricas, tuvieron dificultades y acabaron desapareciendo. Además la desamortización de bienes de la Iglesia afectó a las Comendadoras cuyos inmuebles fueron embargados, entre ellos la casa que había ocupado la Fábrica durante casi 50 años.
Segismundo partió para Francia, abandonando todos los enseres, muebles, planchas de madera… lo cual podía hacer pensar que tenía intención de regresar, pero nunca lo hizo.
TRAS LA MARCHA DE SEGISMINDO EN 1836, ¿QUÉ OCURRIÓ?
Se sucedieron una serie de directores de la fábrica y de nuevos inquilinos del inmueble. En 1848 uno de estos inquilinos se llamaba Casimiro Mahou, que en un año se convirtió en el nuevo director de la Fábrica de Papeles Pintados. En aquellos momentos los medios ya debían estar muy anticuados, era necesario modernizarse. Mahou, nuevamente un empresario francés, se asoció con Santiago Ballesteros y ambos establecieron una nueva fábrica.
Casimiro había nacido en mayo de 1804, cuando llegó a la plaza del Limón con su hija Amalia de 4 años, tenía 43 y era viudo. En 1851 tres años después de su llegada, seguía siendo director de la fábrica, y tenía otro hijo recién nacido. Se llamaba Alfredo Mahou.
Después de casi siete décadas, 1856 fue el último en que la Fábrica de Papeles Pintados funcionó en la antigua plazuela de San Juan La Nueva, luego plazuela del Limón, que según nos cuenta Rose-De Viejo llegó a conocerse como “Plazuela del Papel Pintado”.
Ese mismo año Casimiro se casó con su segunda esposa Brígida Solana, madre de Alfredo. Después de la boda la fábrica se trasladó a unos terrenos que habían adquirido extramuros. Nació la nueva Fábrica de Las Maravillas y se produjo el cierre definitivo de la Fábrica de Pedro Giroud de Villete.
No se sabe porqué, en 1859 Ballesteros y Mahou decidieron rescindir su contrato de colaboración, quedando el primero como único propietario. Lo sorprendente es que Casimiro Mahou volvió a la plazuela del Limón y compró toda la finca. Creó una fábrica de pinturas y barnices en el mismo lugar, El Arco Iris, Gran Fábrica de Colores al Temple y al Óleo.
En la misma casa en 1870 Alfredo Mahou abrió un Estudio de Fotografía, ALMAYSO. En 2014 tuvimos ocasión de ver una pequeña y bonita exposición sobre ella, organizada por la marca de cerveza madrileña.
Casimiro murió el 19 de agosto de 1875. Su viuda y sus hijos siguieron fabricando colores y hielo artificial. El Archivo Histórico de Protocolos de Madrid guarda la escritura de constitución de la empresa Hijos de Casimiro Mahou, de 30 de octubre 1889.
Ese mismo año se derribó la antigua Fábrica de Papeles Pintados -la vieja Casa de la Encina-, y poco después comenzó la construcción del nuevo edificio de ladrillo, sede de la primera Fábrica de Cerveza Mahou.
Gracias al Ayuntamiento se incorporó a la finca parte de la plazuela, que desapareció, después de haber sido terreno público durante siglos. La entrada dejó de estar en la plaza, pasó a situarse en la calle de Amaniel, frente al Convento.
Hace tiempo recordamos aquí la historia de la antigua Fábrica de Cervezas Mahou y su edificio, hoy sede del Museo ABC. Recientemente ha sido colocada una placa en homenaje a Mahou.
Alfredo trabajó aquí hasta que murió en 1913.
PAPELES PINTADOS EN MADRID
Los papeles pintados de la Real Fábrica eran verdaderas obras de arte aunque no se conservan apenas ejemplos porque eran obras efímeras, decoraciones de las habitaciones que estaban destinadas a renovarse con cierta frecuencia o taparse.
La Real Fábrica debió tener muchos clientes a juzgar por la gran producción que se sabe tuvo, aunque exceptuando a la Corona (Aranjuez, La Granja de San Ildefonso) se conocen pocos. Los condes de Altamira y Aranda, los Regidores del Ayuntamiento de Madrid que encargaron varias piezas para el Coliseo de la Cruz y el Teatro de los Caños del Peral… Por supuesto, Manuel Godoy quiso tener ese tipo de exquisitez que disfrutaba el rey e hizo encargos para sus palacios; incluso nombra la Fábrica en sus Memorias, la real y suntuosa fábrica de papeles pintados, de don Pedro Giroud de Villette, sita al lado de las comendadoras de Santiago. En ella se formaron muchos artistas españoles de esta clase, escribió.
El primer encargo de Fernando VII fue para decorar la Sala del Billar del Palacio de la Moncloa. Al año siguiente decoró veintidós salones del Palacio Real. Ninguno de ellos ha sobrevivido. Tampoco los instalados en el palacete del Casino de la Reina en Embajadores.
Solo subsisten algunas muestras antiguas. Probablemente realizado hacia 1807, antes de la Guerra de la Independencia, es la que se conserva en la Sala Capitular de las Comendadoras de Santiago. Aunque no se puede ver por estar en el Convento, existen algunas fotografías que se pueden ver en el libro citado, y se conoció gracias a la existencia de una imagen de 1937 hecha por la Junta de Incautación que se conserva en el Instituto de Patrimonio Histórico.
Actualmente el techo al parecer está pintado, no se conserva el papel, pero sí en las paredes, obra de Giroud de Villete en los tres colores de la Orden, rojo, verde azulado y amarillo siena. Colgaduras con pliegues, encajes que imitan hojas, flores… En las mismas Comendadoras se conserva otra obra realizada en 1821 para un nicho del Coro del Convento.
En el Monasterio de San Lorenzo del Escorial también quedan algunos restos. Y son importantes los que se instalaron en la Quinta del Pardo entre 1816 y 1821; dieciséis de las dieciocho habitaciones fueron decoradas con papeles pintados, se conservan cinco de ellas con sus dibujos pompeyanos.
Finalmente destaca un ejemplo –el único que he podido ver, y origen de este largo artículo– muy sencillo pero muy importante ya que quizá se trate del único vestigio que existe en el Palacio Real de Madrid realizado en la primera época de la Fábrica. Se considera de finales del siglo XVIII.
Bajo una decoración más moderna, durante alguna restauración o reforma, apareció en el pasillo de entrada a la Sala de Mayordomía del Palacio Real de Madrid un maravilloso papel pintado, que a primera vista parece una pintura mural.
El motivo central es un florero rodeado por arabescos y en la parte superior, dos angelitos y un trofeo. Todo ello enmarcado por un fondo azul turquesa con dos molduras de madera fingidas.
Ocupa las dos paredes del pasillo enfrentadas, y el techo.
Debió ser impreso a mano utilizando planchas de madera en papeles individuales pues si nos fijamos de cerca las juntas se aprecian perfectamente.
Aparte los que al parecer se encuentran en el Convento de las Comendadoras, propietarias del edificio de la Real Fábrica de Papeles Pintados desde el siglo XVII hasta el XIX, este ejemplo del Palacio Real es quizá el único realizado por Pedro Giroud de Villete en los comienzos de su larga y fructífera estancia en Madrid que se conserva en la ciudad.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
ROSE-DE VIEJO, Isadora. La Real Fábrica de Papeles Pintados de Madrid (1786-1836). Ed. Cátedra, 2015.
LÓPEZ CASTÁN, Ángel. “Las Exposiciones públicas de los productos de la Industria española y las artes decorativas en el Madrid fernandino”. Anuario Dpto. Historia y Teoría del Arte (UAM) vol III, 1991.
Planimetría General de Madrid.
Manuel Godoy – Carlos Seco Serrano. Memorias del Príncipe de la Paz. Madrid Atlas, 1956. (BDH de la Biblioteca Nacional)
Con motivo de la pasada Semana de la Arquitectura hemos tenido ocasión de visitar algunos edificios singulares. Uno de ellos, tal vez el más sorprendente, ha sido la antigua nave de la Fábrica Boetticher y Navarro, en la calle Cifuentes s/nº, barrio de los Ángeles, distrito de Villaverde.
La rehabilitada nave formaba parte de la fábrica construida según proyecto del año 1940. Durante mucho tiempo se ha considerado su autor al ingeniero Eduardo Torroja, junto al arquitecto Ricardo Gómez Abad. De hecho era conocida como Nave Torroja, también como La Catedral por sus dimensiones e interior impactante.
Hoy se considera que el diseño estructural fue obra del ingeniero Manuel Cámara Muñoz, según un estudio encargado por el Instituto Torroja (CSIC) que consideraba que no tenía las características de la obra del famoso ingeniero, a raíz de la rehabilitación emprendida hace unos años. Pero hay que dar gracias al error pues dicen que quizá el hecho de haber sido atribuida a Torroja durante tanto tiempo ha evitado su derribo.
Construida entre 1940 y 1952, su gran estructura de hormigón armado resultó muy novedosa en plena posguerra. Originalmente constaba de tres naves, una gran nave central apoyada en dos laterales de menor altura. Los muros eran de ladrillo.
La central era un espacio diáfano cubierto por una gran bóveda de cañón.
Encontramos referencias a esta gran fábrica en la prensa histórica por varios motivos, la propia empresa, sus trabajadores y… su equipo de fútbol.
Originalmente fue una pequeña empresa familiar fundada en 1904 por Gustavo Boetticher y José Luis Gómez Navarro; en 1949 en los nuevos talleres construidos después de la guerra en Villaverde trabajaban 745 personas. Junto a las instalaciones fabriles la Sociedad construyó viviendas, locales para escuelas, y un campo de deportes.
Además de ascensores y escaleras mecánicas, se fabricaban turbinas para la producción de energía eléctrica, equipamiento de puertos (grúas…), compuertas para pantanos y centrales hidroeléctricas, etc. Fue una empresa realmente importante en la industria madrileña.
Por otra parte en los años 50 sus trabajadores, los obreros de La Boetticher, emprendieron algunas acciones reivindicativas por sus derechos laborales.
La empresa contaba con un equipo de fútbol, El Boetticher, que en los años 70 jugaba en la Tercera División. Sus rivales eran el Getafe, Plus Ultra, Atlético Madrileño, el Moscardó… los terceras madrileños que protagonizaban los derbys regionales por entonces. En los años 80 la Sociedad Recreativa Boetticher y Navarro se fusionó con la Sociedad Recreativa Villaverde; hoy día continúa existiendo la Sociedad Recreativa Villaverde Boetticher Club de Fútbol, con su Escuela de Fútbol situada muy cerca de la Nave.
En 1992 la empresa quebró. Comenzó una larga historia de abandono y progresivo deterioro de sus instalaciones.
En 2003 la antigua fábrica y los terrenos a su alrededor pasaron a pertenecer al Ayuntamiento mediante un convenio urbanístico aunque no se podía intervenir físicamente hasta que la Quiebra, gestionada por una sindicatura, estuviera resuelta.
La enorme parcela de más de 68.000 metros cuadrados pasó de tener uso industrial a ser calificada como de equipamiento singular. Se proyectó rehabilitar la nave para Centro de expresión de Nuevas Tecnologías y urbanizar la zona.
En 2006 el Ayuntamiento junto con el Colegio de Arquitectos convocaron un concurso de ideas para la recuperación de la nave, ganado por el proyecto Banda Ancha, del equipo formado por José María Churtichaga, Joaquín Lizasoaín, Rolf Brülisauer y Mauro Doncel, con la colaboración de Ophelia Mantz. En esos momentos tanto los terrenos como la nave estaban en muy mal estado.
Aunque estaba prevista su inauguración para 2008 no se puso la primera piedra del nuevo conjunto hasta 2009 y no se terminó hasta 2011. Una larga historia, han pasado casi cuatro años.
Junto a la rehabilitada nave se ha levantado un edificio de varias plantas.
Todo se ha rodeado de una celosía vertical de colores, los de la fibra óptica, símbolo de las nuevas tecnologías, azul, verde, gris, naranja… gama que sirve igualmente para la decoración interior.
Las dimensiones de la construcción son impresionantes, la planta es un gran rectángulo de casi 140 metros de largo por 42 de ancho. La nave central tiene cerca de 20 m. de altura.
La antigua estructura de hormigón ha sido reforzada.
Es la nueva Catedral. Los arquitectos han respetado el espacio diáfano, tal como fue concebido en su origen.
Se ha dotado a los nuevos espacios de modernas instalaciones destinadas al uso de las nuevas y más sofisticadas tecnologías.
Un enorme futuro salón de actos, bajo un vistoso lucernario, muestra los innumerables cables destinados a facilitar las conexiones más rápidas a los usuarios, aún sin mobiliario.
Aunque también se han conservado como documento histórico, más decorativo que otra cosa, algunos elementos, por ejemplo uno de los hornos de la antigua fundición.
Quizá prolongando la idea de recuperar espacios arquitectónicos industriales tanto en el exterior como en el interior unos contenedores de antiguos barcos sirven como despachos, o incluso para los servicios.
Además de para las empresas que participen en el proyecto –en caso de que siga adelante el plan inicial–, hay espacio previsto para aulas, exposiciones, etc., según nos contaron durante la visita.
La Torre fue construida para que sirviera “de faro”, según sus creadores.
Desde arriba se contempla todo Villaverde.
El anterior Consistorio, poco antes de finalizar su mandato, inauguró la Nave, aún vacía. Ahora el nuevo Ayuntamiento deberá decidir su destino.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
ABC. 4.5.1949;
Hoja del Lunes 6.9.1971; 1.11.1971;
Mundo Obrero abril 1955;
El País 9.6.2006; 8.10.2011; 18.1.2012; 17.3.2015;
ABC 10.9.2015; 15.9.2015;
Ayuntamiento de Madrid. Proyecto Nave Boetticher. Madrid 2007.
Convocatoria ideas “Nave Torroja”, COAM, 2006.
Antonio Garay Vitorica fue uno de los muchos personajes adinerados que llegaron a Madrid en los comienzos del siglo XX y se establecieron en el Paseo de la Castellana o sus proximidades. De origen vasco, fue diputado a Cortes por la provincia de Cáceres, donde poseía grandes terrenos y fincas, desde el año 1916 hasta 1923. Como indican los archivos del Congreso, Garay era, de fracción política, Conservador, y de profesión, Propietario.
Rico, político, bien relacionado con la aristocracia, incluso con el rey Alfonso XIII, en 1914 encargó la construcción de su casa-palacio en la calle de Almagro al arquitecto bilbaino, Manuel María Smith e Ibarra.
Conocida como la Casa Garay, es un magnífico ejemplo de arquitectura “nacional” o regionalista. Tras su venta en los años 70 se convirtió en la sede del Colegio de Ingenieros de Caminos y Puertos.
Garay eligió para vivir la calle más elegante de la villa, y parece que observaba atento la evolución de la ciudad para elegir sus negocios.
En los comienzos del siglo XX la calle del Doctor Esquerdo aún no existía, era el Paseo de Ronda que discurría por el Foso de Circunvalación, por entonces establecido como límite del Ensanche de Madrid. Al otro lado del paseo las construcciones eran escasas. Una de las primeras edificaciones fue la Residencia de Personas Mayores de las Hermanitas de los Pobres – hoy nº 49 de la calle -, levantada en 1910. Dos años después la vía recibiría, por acuerdo municipal, el nombre del Doctor Esquerdo.
Ya instalado en Madrid y en el Congreso de los Diputados, Garay adquirió terrenos en dicha calle y en 1919 construyó un edificio destinado a viviendas de alquiler, que encargó al arquitecto Secundino de Zuazo, también nacido en Bilbao, que ya había trabajado para él en alguna obra en la ciudad vasca y en la dirección de las obras de su palacete de la calle Almagro.
Este edificio sería una de las primeras obras de las varias que realizaría este gran arquitecto en Madrid, el edificio de Viviendas para don Antonio Garay.
Se trata de una construcción exenta con cuatro fachadas. El gran alero de madera que lo protege recuerda la arquitectura regionalista de Smith, para quien había trabajado en la construcción del edificio de Almagro. Contrasta el clasicismo del ático de ladrillo visto, con arcos de medio punto, con el cuerpo central del edificio, revocado, con apuntes racionalistas.
En el interior se conservan algunos elementos originales, como la portería o las puertas de madera, y otros más recientes que han intentado conservar el sabor de principios de siglo.
Corresponde al actual nº 47 de la calle, y hoy día es más conocido como la Casa de las Abejas. Además de construir el edificio de viviendas, Garay fundó una empresa, una Fábrica de Colmenas, negocio que en aquel momento fue una novedad, logró vender a los apicultores de toda España, y quizá fuera de ella. Fue un éxito.
El taller se ubicó en el patio posterior del edificio, en una construcción de ladrillo, y las oficinas se situaron, junto a la fachada principal, en un pequeño pabellón decorado con una gran colmena y las abejas que acudían a ella, pintadas en la piedra alrededor de una puerta y dos ventanas de forja que daban paso a “La Moderna Apicultura S.A.”.
Don Antonio Garay era el presidente del Consejo de la empresa.
La puerta de entrada a la oficina debía ser igual a la puerta de entrada a las viviendas, que se mantiene.
La vieja fábrica pervive medio oculta tras una verja, en plena calle de Doctor Esquerdo, a un paso del Barrio de Salamanca, la vida moderna y el tráfico del siglo XXI.
No se puede hablar de grandes méritos artísticos o arquitectónicos, pero se trata de un ejemplo de arquitectura industrial de esos primeros años del siglo XX, nave de una sola planta con techo en forma de “dientes de serrucho”, estilo que permitía grandes espacios y mayor entrada de luz en los talleres o fábricas, de los que ya no deben quedar muchos en Madrid. Hoy día es una ebanistería. Hoy, como ayer, tiene su entrada por la calle de Jorge Juan.
El curioso pabellón de la oficina se convirtió en la tienda “La Moderna Apicultura”. Desaparecieron las bonitas ventanas, transformadas en escaparates, la puerta de hierro, y parte de la decoración, aunque aún se conserva la zona superior, convirtiendo este local en uno de las más reconocibles de Madrid. Aunque ya no exista la fábrica de colmenas, la dulce miel allí continúa a nuestra disposición, miel de todas clases, y otras delicias.
Aurora Jiménez, hija del actual dueño, la dirige y, con la ayuda de otra persona, atienden al público con amabilidad. La Moderna Apicultura, un bonito lugar, con buen ambiente, que invita a comprar apetitosos productos.
En una de las paredes se conserva una pintura, de autor desconocido, que representa un bello campo de colmenas. Hace poco fue restaurada y en el extremo inferior derecho apareció un río, hasta entonces oculto por el paso del tiempo.
El cuadro, junto a tres antiguos depósitos de miel ante una vidriera obra de la Casa Maumejean, aquí continúan, como testigos de una época.
Texto y fotografías por: Mercedes Gómez
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