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En Madrid existe un lugar mágico, por donde hace siglos corría el Arroyo de las Fuentes de San Pedro, el arroyo-matriz, Matrice, según la teoría de Oliver Asín, que pudo ser el origen del nombre de Madrid. El arroyo que con el tiempo y la urbanización del terreno se convirtió en la calle de Segovia.
A orillas del arroyo, que desde Puerta Cerrada bajaba hasta el Río, luego llamado Manzanares, estuvo el Madrid más remoto, allí se produjeron los asentamientos humanos más antiguos, junto al agua.
Las primeras noticias arqueológicas sobre grupos de población organizados datan nada más y nada menos que de la Edad del Bronce, allá por los siglos XIII-XV antes de Cristo, como supimos durante uno de nuestros paseos por las Vistillas y el primer poblado madrileño. Y hay indicios -en ello se fundó Asín para su teoría- de que allí hubo asentamientos anteriores a la llegada de los musulmanes, un poblado construido en el siglo VII por los visigodos dedicados al pastoreo y a la caza.
En el siglo IX los árabes construyeron su castillo y la recia muralla, rodeando la almudena, recinto militar, y la medina, o recinto civil. Fuí sobre agua edificada, mis muros de fuego son, dice el antiguo emblema de la Villa de Madrid. Agua y pedernal, los símbolos del Viejo Madrid.
Después, en el siglo XII, los cristianos construyeron su cerca, que partía de la musulmana, en lo alto de la Cuesta de la Vega, cruzaba la gran hondonada entre las dos colinas, entre el Alcázar y las Vistillas, y se dirigía hacia la Puerta de Moros.
Era el terreno tan abrupto que cuesta trabajo imaginarlo. Si ahora el desnivel, salvado por el Viaducto, entre ambos cerros es considerable, en la Edad Media era mucho mayor, y más peligroso. Entonces no era una bonita calle, como ahora, la calle de Segovia, rodeada de césped, era el Barranco, así con mayúsculas, porque aunque no era el único en la villa, era el más profundo y difícil.
Cuando Felipe II convirtió a Madrid en capital y sede de la Corte, la muralla aún se mantenía en pie, imponente. Fue entonces, en el siglo XVI cuando comenzó a desaparecer, devorada por las construcciones que a ella se arrimaban o por la tierra.
Existe una pintura que a pesar de ser imaginada, realizada en los años 50 del siglo XX por Pierre Schild, refleja de forma asombrosa lo que pudieron ser aquellos parajes. El cuadro se encuentra en uno de los salones del Restaurante Sobrinos de Botín. Representa ese Madrid de 1561, con el Barranco en primer plano, atravesado por la muralla, sus torreones, sus arcos, callejones y sus adarves.
La primera reforma de la zona fue llevada a cabo poco después, hacia 1570, el rey quiso convertirla en transitable y facilitar la salida de Madrid hacia Segovia. Fue así cómo la muralla fue desapareciendo y el barranco allanado, aunque seguía siendo terrible en la Cuesta de los Ciegos, así aparece en el siglo XVII, dibujado por Texeira.
Tras los derrumbes accidentales y los derribos provocados, la piedra fue utilizada para adoquinar la nueva calle y aprovechada en nuevas construcciones. La muralla desapareció del Barranco y de la Cuesta de los Ciegos, pero continuó subiendo por la calle Yeseros y entre las calles de Mancebos y Don Pedro, donde aún hoy día perviven restos, como sabemos.
La calle, llamada de la Puente en el siglo XVII, nació sobre el camino natural marcado por el cauce del arroyo. Otras calles surgieron aprovechando la ronda exterior de la muralla, como las Cavas, o la calle de Don Pedro, antes de la Alcantarilla, por haber servido de foso a la muralla. La Alcantarilla llegaba hasta el Arroyo de San Pedro.
Nuevas obras en la zona, a cargo de Ventura Rodríguez en el siglo XVIII, los desmontes para suavizar el terreno en el XIX, la construcción de la escalera de la Cuesta de los Ciegos y más reformas durante la 2ª República en el XX… acabaron de transformar la Calle Segovia y su entorno en el bonito lugar que es hoy día. Pero al observar el paisaje ante nuestros ojos, no podemos olvidar como fue en el pasado.
¿Resulta descabellado pensar que a pesar de todo existen restos medievales bajo la antiquísima Cuesta de los Ciegos?
Hoy Pedro y yo os invitamos a un Viaje a la Edad Media. Puede ser producto de nuestra imaginación, pero parece real, juzgad vosotros mismos.
En todo el barrio de la Morería, las galerías del alcantarillado son, como en otros barrios del centro, de ladrillo enfoscado. También los túneles que comunican algunas de las construcciones más antiguas, algunos dicen que con el mismísimo Palacio Real, como por ejemplo el pasadizo que sale de la actual Academia de Ingeniería en la calle de Don Pedro, donde recordemos existe un largo lienzo de muralla cristiana, son de ladrillo.
Sin embargo bajo la Cuesta de los Ciegos, en este lugar tan misterioso para nosotros, cerca del camino por donde transcurría la vieja muralla, bajo la ladera ahora ajardinada, escondido entre subterráneos vericuetos, existe un pasadizo increíble, emocionante, y sin uso, por el que, además de las ratas, únicamente corre un pequeño hilo de agua limpia.
Una de sus singularidades es que mide cerca de dos metros de altura por 1,20 de ancho. No se trata de una galería cualquiera.
Y otra, muy importante, es que sus muros están construidos en mampostería de pedernal, aunque algunos tramos tienen refuerzos intermedios de ladrillo.
El camino es además de apasionante, sorprendente. Los muros del pasadizo, en algún lugar, cuenta Pedro, entroncan “en perfecta armonía” con una especie de cámara o espacio circular de construcción espectacular, con un precioso arco de acceso.
Lo mismo ocurre en otro punto del pasadizo, que continúa en la dirección de la muralla.
En otra parte del trayecto se incorpora al pasadizo una estrecha galería que parece pertenecer a un viaje que en caso de necesidad proporcionaría el agua.
Hoy día todo esto puede parecer imposible, una fantasía, pero creemos que se puede tratar de un Pasadizo construido cuando aún existía la muralla, acaso procedente de uno de los edificios próximos. Un camino de entrada o salida de la Villa en un lugar en el que no debía resultar fácil, escarpado y de difícil acceso, lejos de la Puerta de Moros, y separado de la Puerta de la Vega por el tortuoso barranco.
por : Pedro Jareño y Mercedes Gómez
Localización y fotografías : Pedro Jareño
Continuará… quizá.
Hace unos días terminábamos nuestro paseo dedicado a los alarifes de la Villa, ante la puerta cerrada de la Casa de Álvaro de Luján, en la Plaza de la Villa, actual sede de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, tras la cual, decíamos, se encuentra la balaustrada gótica procedente del Hospital de la Latina, dos joyas únicas en Madrid.
Hoy, excepcionalmente, esta institución nos abre su puerta, nos invita a contemplar la bella escalera y a conocer todo el edificio que la alberga.
Por ello, doy mil gracias a la Real Academia, especialmente a las personas que me han atendido, por su ayuda, amabilidad y facilidades para la realización de este reportaje.
Como contábamos hace unos meses en nuestra visita a la Torre de los Lujanes, sede la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, las Casas de los Lujanes fueron construidas por orden de Álvaro de Luján, y están formadas por tres inmuebles. En el nº 2, la Casa y la Torre de los Lujanes, esta última con entrada por la calle del Codo, construidas entre los años 1460 y 1490, y la Casa de Álvaro de Luján, en la plaza de la Villa nº 3, cuyo origen se remonta a 1494.
Por entonces aún no existía la Casa de la Villa, el Concejo se reunía en la iglesia de San Salvador, a cuyas sesiones por cierto consta que acudía muchas veces Álvaro de Lujan como representante de los Caballeros. Frente a las Casas de los Lujanes había un conjunto quizá algo abigarrado, no resulta fácil imaginarlo, la Cárcel de Villa, la Casa del Corregidor, la bodega de los cueros, la Alhóndiga del Trigo, la Carnicería, alguna vivienda… ese mismo año se construyó allí un nuevo Auditorio o «sala abierta de Justicia» donde los corregidores tenían sus audiencias para «escuchar y juzgar»… y la plaza llamada de San Salvador aún era lugar de Mercado. Casi todas las cosas importantes en la vida de la Villa ocurrían en esta Plaza que había sido ampliada y embellecida por orden de Enrique IV. Una placa en la fachada de la Casa recuerda a este monarca y sus acciones en beneficio de Madrid.
La RACMYP nació el día 30 de septiembre de 1857 tras la firma por la reina Isabel II de un Real Decreto que le encomendaba «cultivar las ciencias morales y políticas». Cumple la Academia por tanto ciento cincuenta y tres años.
Tras su paso por algunas sedes provisionales, en 1866 obtuvo la cesión de la Torre de los Lujanes, que el Estado había comprado y salvado de la piqueta.
En 1920 se instaló la Hemeroteca Municipal en la contigua Casa de Álvaro de Luján, que había sido adquirida por el Ayuntamiento, hasta 1983, en que fue trasladada al Cuartel del Conde Duque. Al quedar vacía, la vieja Casona medieval comenzó a deteriorarse, hasta que la Academia solicitó su cesión, comprometiéndose a cambio a su rehabilitación. Se consiguió la ayuda de la Fundación Caja Madrid, de forma que se llevó a cabo el proyecto bajo la dirección del arquitecto Chueca Goitia. Las obras finalizaron en el verano de 1998.
Así, la Academia pasó a ocupar los tres inmuebles de los Luján, excepto la planta baja de la Torre, ocupada por la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, que ya conocemos. Ahora, por fin, vamos a conocer la antiquísima Casa de Álvaro de Luján.
Cruzamos la bella y singular entrada mudéjar, en arco de herradura, y atravesamos el zaguán, para llegar al patio, espacio alrededor del cual se construyó el edificio a finales del siglo XV, patio que se ha mantenido desde entonces hasta nuestros días, aunque el actual es una reconstrucción.
El edificio se hallaba en muy mal estado, y la mayor parte de su interior hubo de ser rehabilitado. En una de las alas del patio se conservan algunos de los capiteles antiguos, como adorno, y muestra del pasado.
A la izquierda, frente al patio, una puerta esconde un tesoro, la escalera con la balaustrada plateresca, gótico tardío, labrada delicadamente en alabastro por el alarife maestro Hazan.
Dos de los pináculos tuvieron que ser reconstruidos, pero la mayor parte de la preciosa obra se conserva desde hace más de cuatrocientos años, ahora al cuidado de la RACMYP.
Subiendo sus peldaños accedemos al primer piso antaño ocupado por los Lujanes, actualmente se encuentran las dependencias de esta entidad.
La modernidad y comodidad necesaria para que los miembros de la Academia desempeñen su trabajo en este siglo XXI se mezcla con elementos del pasado, algunos probablemente de la época en que la institución comenzó su andadura en el siglo XIX. Como esta mesa, que se transforma en una escalera que permitía llegar a los libros situados en los estantes más altos, ahora convertida en mero elemento decorativo.
Además de un Salón de Actos más moderno, la sede posee uno clásico, presidido por el retrato de la reina Isabel II, donde se celebran los nombramientos de los nuevos académicos.
El mayor patrimonio de la RACMYP quizá sea la inmensa biblioteca que atesora más de ciento diez mil volúmenes, repartidos por toda la sede. Una buena parte se encuentra en esta impresionante Biblioteca de madera, de dos pisos, coronada por un singular techo probablemente cubierto por papel pintado.
Esta estancia se comunica con la Sala de Juntas en la que se reúnen los académicos todos los martes por la tarde, cuyas paredes se hayan igualmente cubiertas por los libros tras los cristales de las vitrinas.
Un reloj antiguo acompaña a una modernísima pantalla de televisión.
También hay modernas estanterías que conviven con los restos de las viejas vigas de madera que durante siglos sostuvieron el histórico edificio.
Huellas medievales, bibliotecas de madera y cristal que trasmiten el sabor del Madrid isabelino, y modernas instalaciones. La Historia de Madrid y la de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, unidas en la Casa de Alvaro de Luján.
Texto y fotografías por Mercedes Gómez
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Fuentes:
Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Eulogio Varela. Casa de la Villa. Ayuntamiento de Madrid 1951.
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Estos días de verano los periódicos y los telediarios están llenos de noticias tristes, muertes en la carretera, muertes de jóvenes durante unas vacaciones exóticas… contadas con todo lujo de detalles. Sin embargo, a veces en estos días en que una gran mayoría estamos menos atentos a lo que sucede por el mundo, desaparece alguna persona importante en el más absoluto silencio. Ignoro si se ha publicado en algún medio, pero desconocía la noticia, hasta ayer en que recibí un correo de una lectora del blog: Manuel Montero Vallejo ha muerto.
Los interesados en la Historia del Madrid Medieval le conoceréis, o habréis oído hablar de él. Era aún joven para abandonarnos, quizá se encontraba en la cincuentena, o quizá algo más, no lo se. Le llamaban, le llamábamos, el profesor Montero Vallejo. Además de Doctor en Historia, investigador, escritor, conferenciante, miembro del Instituto de Estudios Madrileños, y Académico correspondiente de Bellas Artes, esa era su profesión, don Manuel era profesor en un instituto de un sencillo barrio de Madrid.
Tuve la suerte y el placer de poder contactar con él hace unos años durante una época en la que tuve ocasión de organizar una serie de conferencias sobre la historia de Madrid. Había oído comentar que era una persona inaccesible, pero le admiraba tanto que decidí intentarlo y pedirle su participación. Desde luego la opinión de que el maestro era una persona inaccesible la pronunció alguien que no le conocía, pues nada más lejos de la realidad.
Pude hablar con él, qué nervios, me parecía mentira estar hablando con don Manuel Montero Vallejo. Se mostró dispuesto a colaborar desde el principio, por supuesto “por amor al arte”. Ante mis halagos, gastó alguna broma, con modestia y sentido del humor. Era accesible y nada presuntuoso.
La conferencia tuvo lugar, y tanto en ésta como en alguna otra charla a la que acudí a escucharle en el Museo de San Isidro, don Manuel siempre “llenaba” y generaba expectación.
Sus libros no son de fácil lectura, su objetivo no era entretener sino descubrir cómo fue ese Madrid medieval tan desconocido y sugerente, del que tan pocas huellas quedan, y contarlo de forma rigurosa, sin concesiones. Sus investigaciones han sido la base para otros muchos estudiosos, escritores o meros aficionados.
El Origen de las Calles de Madrid, su Madrid musulmán, cristiano y bajo medieval, El Madrid Medieval, sus artículos, textos de conferencias… mi biblioteca está llena de los trabajos de Manuel Montero Vallejo, algunos llenos de viejos «post-it» testigos de la cantidad de párrafos interesantes que en algún momento encontré en sus libros. Estudios posteriores, en algunos casos realizados por él mismo, han ido descubriendo nuevos puntos de vista y nuevas certezas en algunos de los aspectos que él investigó, pero toda su obra me sigue pareciendo imprescindible.
He sentido mucho su muerte, tan inesperada, por eso he querido rendirle mi modesto homenaje, y recordar que siempre tendremos sus escritos.
Gracias, profesor.
por Mercedes Gómez
Contábamos hace pocos días la noticia, por fin la Capilla del Obispo abría sus puertas para que todos pudiéramos disfrutarla, lo cual fue una alegría para muchos de nosotros.
Desde hace años nos preguntábamos cuál era la razón por la que seguíamos sin poder visitarla. La historia en este aspecto es muy larga, y llena de avatares, pero creo que merece la pena recordarla.
Desde su creación en el año 1520, la Capilla del Obispo estuvo vinculada al marquesado de San Vicente del Barco, que figura entre los títulos nobiliarios de la Casa de Alba, la cual ha sido la propietaria hasta 1980.
En 1931 fue declarada Monumento Histórico Artístico Nacional. El 19 de julio de 1936 el conjunto sufrió un incendio, la iglesia de San Andrés ardió, pero la recóndita capilla se salvó de las llamas. Al comenzar la Guerra Civil aún pertenecía a los duques de Alba, quienes unos años antes la cedieron provisionalmente al Círculo de Obreros Católicos “para el desarrollo de actividades sociales”, según contaba el párroco de San Andrés en 1998.
La Capilla del Obispo fue cerrada al culto en 1966.
Hacia 1978 la Casa de Alba decidió su cesión a la Archidiócesis de Madrid. El 7 de septiembre de 1980, tras una reunión en el Palacio de Liria, entre los duques y el arzobispo de la capital, se firmó el acta de cesión al Arzobispado de Madrid-Alcalá. «El culto litúrgico y la investigación arquitectónica y pictórica» fueron las principales finalidades que los duques de Alba establecieron para la capilla, que fue cedida junto con unas viviendas anejas a ella. Los donantes pidieron que la cesión fuera notificada al Ayuntamiento y al Ministerio de Cultura. El 9 de octubre de 1980 el ministro de Cultura, junto a los Duques de Alba asistieron a la apertura al público, tras las obras de restauración llevadas a cabo por la Dirección General de Patrimonio Artístico que costaron unos 25 millones de pesetas. Desde entonces hasta 1982 se llevaron a cabo obras de reestructuración a cargo del Ministerio de Cultura.
En 1982 llegó a representarse “La vida es sueño” de Calderón, y una escenificación sobre Santa Teresa. Y en 1983 se representó otra obra de teatro en su interior, «Los milagros de Nuestra Señora», de Gonzalo de Berceo. El Arzobispado permitió la utilización de la Capilla durante 30 días a la compañía Corral de Comedias del Príncipe. Por esta época se abrió la capilla al culto los domingos. Pero los responsables regionales de Patrimonio Cultural consideraron que sus accesos (la sala capitular y el claustro) no estaban en buenas condiciones para recibir visitas con asiduidad. Además, hubo otros obstáculos: la presencia de inquilinos en sus dependencias de acceso hasta su desalojo (1985-1990) y la realización de catas arqueológicas.
En 1989-90 se llevaron a cabo reparaciones de urgencia en la zona de acceso –con un costo de 19 millones de pesetas- y entonces la Comunidad intentó llegar a un acuerdo con el Obispado para arreglar las dependencias anejas y así poder abrir la Capilla al público. Pero el acuerdo nunca llegó a alcanzarse. Al parecer, la Iglesia y el entonces Ejecutivo Regional no se ponían de acuerdo sobre el futuro uso del templo. El Obispado quería instalar la Academia de Arte e Historia de San Dámaso (la Academia de Bellas Artes de la Iglesia) y la Comunidad proponía un uso público del recinto (un museo o una sala de conciertos de música sacra).
Ya en 1997 el entonces director general de Patrimonio Cultural del Gobierno Regional también proyectó abrir la Capilla al público al año siguiente. Entonces se estimó que el templo no sufría daños importantes. Los trabajos necesarios eran el arreglo de las cubiertas y acabados interiores, y la reparación del claustro de acceso.
En 1998 se presupuestó en 24 millones de pesetas la rehabilitación de la fachada y la puerta, cantidad que asumiría Caja Madrid. En septiembre se colocaron los andamios. La Comunidad tenía reservados 50 millones de su presupuesto para arreglar el Claustro. A principios del año 2000 el claustro estaba restaurado y se anunció su apertura en marzo durante un mes para la exposición fotográfica sobre la Piedad para posteriormente ser cerrada durante otros dos años. Entonces, con presupuesto de 300 millones, se procedería a la restauración de la sala capitular, lo único que quedaba pendiente. La exposición, como hemos recordado, se celebró.
En agosto se publicó que los fondos en un principio destinados a culminar la rehabilitación de la Capilla del Obispo fueron trasladados a la restauración de las Calatravas. Por entonces se habló de la transformación de la capilla en museo religioso.
La Comunidad esperaba abrir la Capilla al público en 2002, año en que se le concedió la máxima protección siendo declarada Bien de Interés Cultural.
El Ministerio de Fomento publicó en marzo de 2003 la aprobación del proyecto de “Restauración de la Capilla del Obispo en Madrid, por un importe de 1.442.500 euros.” Según explicaba dicha nota, esta restauración estaba dentro de unos programas de actuación de este ministerio para la recuperación del Patrimonio arquitectónico e histórico español, con cargo al 1% Cultural y en colaboración con el Ministerio de Educación. Aunque no explicaba en qué iba a consistir dicha restauración.
En 2005 se anunció la restauración de la Capilla, la sala capitular, atrio, y otras dependencias. Estaba previsto que las obras duraran dos años, pero el hallazgo de restos de la iglesia primitiva y su cementerio, provocó el retraso. Los importantes restos arqueológicos han quedado en parte integrados en el templo bajo un cristal, y por fin las obras se han dado por terminadas este año 2010. La inversión de la Comunidad de Madrid, en la que ha colaborado la Fundación Cajamadrid, ha alcanzado los 3.252.404 de euros.
Mucho tiempo y mucho dinero empleados.
Desde el pasado 24 de junio de 2010, día de la inauguración oficial, muchas personas nos hemos interesado por el horario de apertura, pero al parecer tras el paso de las autoridades, las fotos para la posteridad y el anuncio en prensa a bombo y platillo, las puertas no han vuelto a abrirse. Aún no podemos visitar la Capilla del Obispo, habrá que esperar un poco más.
Anuncian la celebración de misas para el próximo mes de septiembre. Esperemos que también se facilite la entrada al público en general.
por Mercedes Gómez
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Fuente: noticias publicadas en la prensa madrileña desde el año 1978 hasta ahora.
Hace unos días tuve la inmensa suerte de visitar un lugar especial, uno de los conjuntos arquitectónicos más notables de Madrid, el formado por la Iglesia de San Antonio de los Alemanes, la Santa y Pontificia Real Hermandad del Refugio y Piedad de Madrid, y el Colegio de la Purísima Concepción.
Una visita guiada por Carlos Osorio, autor del blog Caminando por Madrid, que una vez más nos regaló una mañana deliciosa, a través de las estancias y de la historia de una de las instituciones más antiguas y más desconocidas de Madrid, la Santa Hermandad del Refugio, y su iglesia, San Antonio de los Portugueses, hoy llamada de los Alemanes.
La cita fue en la esquina de la Corredera Baja de San Pablo con la calle de la Puebla, frente a la iglesia, construida entre 1624 y 1630.
El conjunto es de planta triangular, como la manzana que ocupa, entre la Corredera Baja, y las calles de la Puebla y Ballesta.
Tras contemplar la espléndida fachada de la iglesia barroca, de Juan Gómez de Mora (aunque reformada), con la imagen de San Antonio, obra del gran escultor portugués Manuel Pereira, accedemos al edificio anejo, en la calle de la Puebla, construido en 1886 por Antonio Ruiz de Salces, y comienza la visita, a la que os invitamos a acompañarnos. Merece la pena.
En la entrada, antiguo zaguán, Carlos comienza a explicarnos la rica y larga historia de estos edificios y la institución que alberga. Nos recuerda que antes de que en estos terrenos se construyera un Hospital para los Portugueses que vivían en Madrid, en lo que entonces eran las afueras, eran solo campo, escarpado y habitado por jabalíes y otros animales.
El hospital fue construido en 1606, nada más volver Felipe III a establecer la capitalidad en Madrid, y funcionó hasta el año 1689, ya en época de Felipe IV, en que Portugal se separó de la Corona Española, y el hospital, y su iglesia, fueron entregados a los Alemanes, nombre que conserva el templo.
Felipe V, en 1702, fue quien destinó las instalaciones a la Real Hermandad del Refugio.
Dejamos atrás la puerta de entrada a la Sacristía de la iglesia, a la que volveremos más tarde, y la entrada al Colegio, adornada con una fuentecilla.
Tras otra puerta, una escalera nos lleva hasta la sede de la Hermandad del Refugio.
La Santa y Pontificia Real Hermandad del Refugio y Piedad de Madrid fue fundada en 1615 con el fin de dar de comer a los necesitados y ayudar a los numerosos enfermos que por entonces penaban por las calles madrileñas.
Todo comenzó durante las reuniones que mantenían tres vecinos del barrio. Don Pedro Lasso de la Vega que tenía su palacio en la esquina de San Bernardo con la calle del Pez, frente al Noviciado de los Jesuitas, donde se alojaba el Padre Bernardo de Antequera. El otro contertulio era don Juan Jerónimo Serra que vivía en la actual Travesía de Parada nº 6, antes calle de En mala hora vayas.
Poco a poco otros hermanos se fueron uniendo a la Congregación, salían de noche en busca de los necesitados, a los enfermos los acogían y los llevaban a algún hospital, y a los hambrientos les daban pan y dos huevos cocidos, de ahí el nombre de la ronda nocturna, la Ronda de Pan y Huevo.
Un criado llevaba un farol para alumbrar la búsqueda, y la cesta con los alimentos. Los hermanos se turnaban recorriendo cada noche las calles de la Villa. Hasta 1833 en que, con la llegada de la policía urbana, se suspendió la ronda, pero se abrió una Hospedería donde se proporcionaba cena y cama a los más necesitados, que existió hasta 1936. Actualmente continúa funcionando un Albergue en el que se dan cenas, y si quedan personas sin sitio en el comedor se les ofrece un bocadillo y leche caliente.
Pero no era esta la única actividad caritativa de la Hermandad, hasta 1890 realizaron la Visita, que consistía en repartir limosna a aquellos que lo habían solicitado con anterioridad. También proporcionaban Socorro secreto a personas de alta clase social pero que habían llegado a vivir en situación de pobreza; Aires y Baños termales a los enfermos y convalecientes; y vestido a los que apenas tenían ropa con que cubrirse. Hoy día continúa funcionando un Ropero del que se encargan algunas vecinas del barrio una vez a la semana.
Con el fin de acoger a las numerosas niñas huérfanas que los hermanos encontraban durante su ronda, en 1651 se fundó el Colegio de la Inmaculada Concepción, hoy llamado de la Purísima Concepción. Debido a los numerosos intentos de engaños para poder ingresar a niñas que no eran huérfanas, se establecieron una serie de requisitos: debían ser por supuesto huérfanas de padre y madre, y pobres. También se tenía en cuenta que fueran nobles o limpias de sangre, instrucción musical o buena voz, y que tuvieran entre 7 y 14 años.
Ahora es un centro concertado de la Comunidad de Madrid, para niños y niñas.
En fin, ya en nuestra época se creó una Residencia de ancianos, que tiene su sede en la calle del Pez esquina Corredera, casi frente a la iglesia.
Además de las limosnas, los títulos que le concedió la Corona fueron suponiendo una importante ayuda económica para los hermanos. La actividad de la Hermandad ha sido tan importante desde que se fundó que acabó dando su nombre al barrio, hoy conocido como el Barrio del Refugio.
Pero volvamos a nuestro recorrido. Tras la puerta, la primera salita que hallamos está llena de tesoros, solo ella ya bastaría para asombrarnos, pero resultaría ser solo un anticipo a todo lo que nos esperaba.
Sobre un mueble, junto a otros objetos valiosos, se conserva la urna de las votaciones, del siglo XVII, que los hermanos utilizaban para decidir la admisión de un nuevo miembro en la Real Hermandad, bolitas blancas para el sí, negras para el no.
También admiramos algunos de los faroles que utilizaban para alumbrarse durante la ronda nocturna.
En una esquina, una de las varias sillas de mano que se conservan, en las que transportaban a los enfermos que recogían por las calles, a los hospitales.
A continuación entramos en la Sala de Juntas, donde, como a lo largo de toda la visita, veremos magníficas pinturas, la mayoría de ellas sin catalogar por falta de medios, según nos cuentan. Presiden la sala los retratos de los fundadores. En un lateral, el de Pedro Poveda, antiguo miembro de la Hermandad, que fue canonizado en 2003, de quien conoceremos más cosas cuando lleguemos a la cripta de la iglesia.
Una vitrina con antiguas casullas, otra silla del siglo XVIII… La Sala es otro pequeño museo lleno de recuerdos y obras fascinantes.
En cada nueva estancia nos aguardan sorpresas. Pasamos a otra habitación donde alrededor de una mesita y un brasero, se guardan varios de los objetos más importantes en la historia del Refugio: la tablilla o escantillón, que servía para medir los huevos que se compraban para luego repartirlos a los necesitados, para saber si tenían el tamaño suficiente para satisfacer su hambre y precaria salud, de ahí la famosa frase que nos recuerda Carlos, “Si pasa, no pasa y si no pasa, pasa”.
Otra silla de mano, más pinturas, esculturas… y la cuna de madera donde recogían a los niños que sus madres no podían hacerse cargo, con dos carteles sin desperdicio:
“No se admiten criaturas mayores de cinco años”
“Las personas que aqui espongan criaturas lo podran hacer con la seguridad de que nadie de la casa les molestara con pretesto alguno”.
Desde aquí accedemos a un pasillo en el que otra vitrina muestra infinidad de objetos que describen la historia del Refugio. Los “bombos” de lotería donde por ejemplo en 1927 se sorteaban las prebendas o dotes de mil pesetas a las “huérfanas pobres y honestas residentes en Madrid”.
Volvemos al pasillo y bajamos las escaleras de vuelta al zaguán…
… donde nos espera la espectacular iglesia y su cripta.
Continuará…
por Mercedes Gómez
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Bibliografía:
COAM. Guía de Arquitectura. Madrid 2003.
José del Corral. “La ronda de pan y huevo. Cuatrocientos años de vida”. Revista Madrid Histórico. Nº 7, ene-feb. 2007.
Angel Lera de Isla. «Cuando Madrid se hizo Corte. La famosa Ronda de Pan y Huevo». En Revista de Folklore nº 19, Fundación Joaquín Díaz, 1982.
Pedro Texeira nació en Lisboa en 1595, cuando aún reinaba Felipe II, y en su ciudad creció en el seno de una familia de cartógrafos, por lo que tanto él mismo como su hermano mayor, Joao, aprendieron su oficio desde pequeños. Su padre, Luis Texeira Albernas, fue Cosmógrafo Mayor de Portugal.
Pedro pronto aprendió también a hacer la guerra. Muy joven, se embarcó como corsario, participando en varias batallas y en el saqueo de navíos enemigos, convirtiéndose en un pirata.
El oficio que aprendió Texeira no era fácil, para desempeñarlo era necesario poseer aptitudes tanto artísticas como científicas o militares. Personaje desconocido hasta hace poco, gracias a algunos investigadores, ya no hay ninguna duda de que fue un hombre culto, aficionado a las matemáticas y a la lectura de libros de historia, que también fue soldado, luchó y manejó las armas de fuego. Hombre inteligente, fuerte y ambicioso. Y aventurero.
En 1619, junto a su hermano, abandonó Lisboa y ambos llegaron a Madrid con su licencia de cosmógrafos, y se sumaron a la colonia de portugueses que ya habitaban en Madrid desde 1580 cuando Portugal se había unido a la Corona. Fue entonces cuando comenzaron a trabajar para Juan Bautista Lavanha, Cartógrafo Mayor de la Corona, importante personaje a quien en 1585 Felipe II había encargado la creación de la Academia de Matemáticas de El Escorial.
Al poco tiempo de llegar a Madrid, Pedro contrajo matrimonio con Eugenia de Salazar, en la iglesia de San Martín, una de las iglesias madrileñas más antiguas y que desgraciadamente fue derribada por los franceses hacia 1810. Pedro y Eugenia quedaron ya vinculados a esta iglesia y al barrio de San Martín durante toda su vida. Tuvieron dos hijos, Antonio y Francisca.

Vista de la iglesia de San Martín. Dibujo de Juan de Villanueva grabado por Juan Minguet, 1758 (Biblioteca Nacional)
A estas alturas Texeira tenía ya experiencia tanto en cartografía militar, como en piratería naval, y se convirtió en un auténtico espía al servicio de la Monarquía, reconociendo y midiendo fortificaciones de Francia o Italia, evaluando puertos, y estudiando castillos o torres. Peligrosamente, se infiltró en las filas enemigas en numerosas ocasiones, siempre con el objetivo de tramar líneas defensivas para su rey.

Descripción de los puertos y pasos que vienen de Francia a la Villa de Burguete, señalando los reductos y Cuerpos de Guardia para la defensa de ellos. (Simancas)
No olvidemos que desde 1618 a 1648 la Monarquía Hispánica vivió en guerra, la Guerra de los Treinta Años, por lo cual resultaban necesarios buenos y precisos instrumentos cartográficos que ayudaran a defenderse del enemigo.
En 1621 murió Felipe III, que reinaba desde 1598, sucediéndole Felipe IV con tan solo 16 años.
Al año siguiente Lavanha recibió un encargo cartográfico muy especial: la realización de un Atlas de la Península Ibérica, en el que deberían estar representados todos los pueblos.
Por esas fechas, Texeira obtuvo el título de Cosmógrafo Real, gracias a lo cual el 12 de septiembre de 1622, recién casado, inició su participación en este trabajo.
A los dos años murió Lavanha, el director del proyecto, y por unas razones o por otras, poco a poco, sus compañeros de tarea fueron abandonando la empresa. Así, el azar quiso que Texeira se fuera quedando solo para elaborar el que llegaría a ser conocido como el Atlas del rey Planeta, el Atlas creado para un único destinatario, el rey Felipe IV.
Empleó doce años de su vida en este trabajo, de los cuales ocho transcurrieron recorriendo la costa peninsular, pueblo a pueblo. Un trabajo duro, verdaderamente, y sin los medios materiales o científicos con los que hubiera podido contar hoy día desde luego, las mediciones tenía que llevarlas a cabo de forma muy elemental, probablemente desde una barca sencilla. La resistencia física era primordial.
El resultado de su trabajo y de su esfuerzo fue sin duda una obra de gran interés militar para la época. Actualmente podemos considerarla una maravillosa obra de arte.
La primera casa madrileña en la que residió Texeira fue una casa alquilada en la calle de Jácome Trenzo, hoy Jacometrezo (que en su propio plano por error aparece nombrada como calle Postigo de San Martín), muy cerca de la plazuela de Santo Domingo.
Era una pequeña casa de dos plantas, con jardincito en su interior.
En 1630 Texeira regresó a Madrid y cuentan sus biógrafos que durante cuatro años puso en limpio todos los apuntes y mediciones tomados durante su viaje y realizó tanto los mapas como los textos de la Descripción que los acompañan. Desde su nueva casa de Madrid, en la calle que aparece en su plano como calle del Pardo, cerca de lo que hoy es la plaza de España, dió forma y color al que sería el primer Atlas de la costa peninsular, “La descripción de España y de las costas y puertos de sus reinos”.
En 1634, terminado el Atlas, Texeira sufrió un recorte en sus ingresos como empleado de la Artillería de España y solicitó un puesto de Ayuda de Cámara del Rey, pero Felipe IV no se lo concedió. Volvió a encomendarle empresas navales, en las que con casi 40 años de edad vivió nuevas peripecias en Aragón y Cataluña, el País Vasco y Navarra. Para entonces Texeira ya se había convertido en un auténtico espía, ostentaba el tratamiento de Capitán, y era miembro destacado de la orden de los Caballeros del Hábito de Cristo.
En 1640 Portugal recuperó su independencia, y la restauración de la Corona en la persona de Joao IV ocasionó conflictos de lealtad a muchos portugueses residentes en Madrid.
Texeira se mantuvo fiel a Felipe IV, pero probablemente más por un instinto de supervivencia que por patriotismo. Seguramente consideró dónde iba a ser mejor remunerado, su trabajo iba a ser más valorado y dónde podía conseguir ese ansiado cargo de ayuda de cámara que el rey ya le había prometido en los años 30, y que nunca consiguió. Se cree que Pedro Texeira decidió ser súbdito del rey Felipe IV por razones puramente familiares. Aunque su mujer murió de forma inesperada el 29 de diciembre de 1647, lo cierto es que sus dos hijos madrileños pudieron contribuir a su decisión de permanecer en la Villa.
A finales de los años 40, Texeira ya se había convertido en pieza importantísima de la política de defensa de la Corona española, y sus servicios como cartógrafo eran muy solicitados en la Corte. Sirva como ejemplo que dieciséis mapas de España, Flandes e Italia decoraban las paredes de la Torre Dorada del antiguo Alcázar Real de Madrid. Lamentablemente, cuando el Alcázar se incendió en 1734 estos mapas se perdieron para siempre.
Los años siguientes Pedro Texeira se dedicó a su último gran trabajo, la Topographia de la Villa de Madrid. Tenía ya más de 50 años cuando emprendió su obra más famosa y estudiada, el conocido Plano de Texeira.
Después de haber dedicado varios años a tomar las medidas de Madrid, calle por calle, edificio tras edificio, la terminó en 1651, aunque no apareció hasta 1656.
El 4 de marzo de 1658 Texeira concertó la boda de su hija Francisca con José Lendínez Ladrón de Guevara, entonces Secretario del Rey.
En Portugal asistió a la derrota de los ejércitos españoles. A partir de aquí, enfermo, se retiró de la vida activa. Los últimos cuatro años vivió con su hija y su yerno, que se habían instalado en la casa de la calle del Pardo.
En 1660 Texeira redactó su testamento.
Murió en Madrid en 1662, el 13 de abril, en su casa de dos plantas de la calle del Pardo. Fue enterrado en la iglesia de San Martín. La partición de sus bienes, en aplicación de sus últimas voluntades, tardó poco más de 5 meses, cuando regresó desde Italia su hijo, por entonces capitán de Infantería Española en Sicilia. Aparentemente no había que heredar más que deudas, las cuales fueron satisfechas por su yerno.
Su patrimonio era en apariencia escaso pero hay que tener en cuenta que en 1658 ya había sido partido para dotar a su hija. Tras su muerte únicamente quedó una mera declaración de bienes enseres.
En cualquier caso, muy pobre declaración para un personaje tan importante, aunque también tan desconocido, don Pedro Texeira, ingeniero militar, cosmógrafo real, pirata, espía al servicio del rey Felipe IV, inolvidable y mágico cartógrafo de Madrid.
Texto: Mercedes Gómez
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NOTA: Una primera versión de este artículo la escribí allá por el mes de mayo del año 2005. Hacía mucho tiempo que el Plano de Texeira era conocido y apreciado, pero poco se sabía sobre la vida de su autor, al menos yo la desconocía completamente. La visión de un documental sobre el personaje me resultó fascinante, y me llevó a leer y escribir sobre él. Este post es una revisión. Y un recuerdo.
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Bibliografía:
“16 documentos de Pedro Texeira Albernaz en el Archivo Histórico de Protocolos de Madrid”. Comunidad de Madrid 2002.
Felipe Pereda y Fernando Marías. “El Atlas del Rey Planeta de Pedro Texeira”. Ed. Nerea, 2003.
“Pedro Texeira”. Documental Canal de Historia, Assai Producciones. Año 2004.
Hace unos días, en la entrada dedicada a la Muralla Cristiana, hubo comentarios y aportaciones muy interesantes por vuestra parte, los amigos lectores del blog, recordando la existencia de otros restos arqueológicos conservados en Madrid, como los restos de una antigua Cerca que se encuentran junto al nuevo edificio del Senado, en la calle de Bailén.

Vista del edificio de ampliación en la calle de Bailén, a espaldas de la sede del Senado en la plaza de la Marina Española. (Folleto. Madrid 1998).
Se trata de un trozo de tapia de aproximadamente tres metros de longitud que apareció durante las obras de ampliación de la sede de la Cámara Alta en el año 1991, muy cerca del Palacio Real.
Se encuentra junto a la garita de entrada al moderno edificio, protegido por una verja, sin indicación alguna sobre qué es o a qué época corresponde. Son los vestigios de alguna de las cercas que rodearon Madrid en el pasado.
A medida que la población aumentaba, los límites de la Villa también crecían. Del primer recinto musulmán del siglo IX (9 hectáreas de terreno, aproximadamente), entre los siglos XII y XIII Madrid pasó a tener una extensión de unas 33 hectáreas, protegidas por la muralla levantada por los cristianos.
En el siglo XV, hacia 1438, se construyó la Cerca del Arrabal, que delimitaba el que se convertiría en el tercer recinto madrileño, que abarcaba los nuevos arrabales (Santo Domingo, San Martín, Santa Cruz, etc.).
Esta cerca ya no debería ser calificada de muralla pues su función principal no era la defensa ante el enemigo, como en el pasado, sino de tipo sanitario –defenderse de las epidemias de peste- y administrativo o de recaudación fiscal; carecía de torres y almenas, que ya no eran necesarias, y su material de construcción no era tan fuerte como el de las recias murallas.
En el siglo XVI, después de que Felipe II trajera la Corte a la Villa, ésta se vio obligada a ampliar su recinto una vez más. En 1566 el rey ordenó la construcción de una nueva tapia que rodeó un Madrid que por entonces había llegado a las 125 hectáreas de extensión.
Y ya en el siglo XVII sería Felipe IV quien construiría la última cerca, la conocida Cerca de Felipe IV, que no fue derribada hasta el año 1868.
En cuanto a los restos de la calle Bailén, en el momento de su descubrimiento existieron discrepancias sobre la fecha de su construcción. ¿Se trataba de la Cerca de Felipe IV?, ¿de la más antigua Cerca del Arrabal?…
Según el historiador y especialista Manuel Montero Vallejo, pertenecen a la Cerca de Felipe II (*).
En cualquier caso, se trate de una construcción del siglo XV o del siglo XVI, es el único resto conservado perteneciente a cualquiera de estos históricos muros, muestra importante del viejo Madrid cercado, testigo de nuestra historia y de la vida de nuestros antepasados, que debemos cuidar y conocer.
Mercedes Gómez
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(*) Diario El País, 10 jun 1991.
Madrid Villa y Corte. Madrid es Corte desde que Felipe II así lo decidiera y una tarde de domingo del año 1561 enviara un correo al galope desde Toledo con una cédula real avisando al Ayuntamiento de su próxima llegada. Este hecho condicionó para siempre el futuro de la villa de Madrid. Pero, ¿desde cuando Madrid es villa?.
Los libros hablan de la «villa» desde el primer momento, parece que Madrid fue villa en cuanto dejó de ser una mera fortaleza militar, el Mayrit musulmán del siglo IX.
Una Villa es una población ya organizada, que no es ciudad porque no tiene sede episcopal (Madrid tardó mucho en tenerla, dependió de Toledo hasta hace relativamente poco tiempo, finales del siglo XIX, a pesar de ser la capital de España hacía más de tres siglos).
Madrid, conquistada por los cristianos, pasó a formar parte del reino de Castilla y muy pronto fue «villa de realengo», o sea, que estaba bajo fuero real, otorgado por Alfonso VII desde el mismo siglo XII.
En el siglo XII la extensión de Madrid era de apenas 33 hectáreas. Para que nos hagamos una idea, El Retiro tiene más de 100. Se trataba de una pequeña villa que había crecido a partir del Alcázar árabe y que los cristianos, tras su conquista, cercaron con el fin de defenderla de los posibles ataques.
Sus límites estaban marcados por el antiguo Alcázar -ubicado en el mismo lugar donde hoy admiramos el Palacio Real-, y las cuatro puertas de la muralla: La Puerta de Valnadú –en la actual Plaza de Isabel II-, la Puerta de Guadalajara –en la calle Mayor, a la altura del Mercado de San Miguel-, Puerta Cerrada y la Puerta de Moros.
El pasado fin de semana disfruté de un paseo en busca de las huellas de la muralla medieval, lleno de alicientes, aunque en esta ocasión no resultó fácil. La mayor parte de la antigua construcción ha desaparecido, y de los escasos vestigios, la mayoría se encuentra en el interior de viviendas, bares o restaurantes. Además, un domingo a las 10,30 de la mañana es difícil encontrar ciertos locales abiertos.
Comenzamos nuestra ruta en la Plaza de Oriente, donde, en algún lugar cercano, procedente del antiguo recinto árabe, nacía el muro construido en mampostería de sílex o caliza por los cristianos. La primera puerta era la Puerta de Valnadú, una placa lo recuerda en la esquina de la calle de La Unión con la de Vergara. Muy cerca, en el nº 3 de la plaza de Isabel II, se hallan los primeros restos conservados que nos disponemos a contemplar. Están en el sótano de un restaurante que aún no ha abierto sus puertas. Podremos visitarlo un poco más tarde.
Tomamos la calle de la Escalinata, antes llamada calle de los Tintes, que, igual que la del Espejo, conserva el trazado medieval.
En el nº 12 de la calle del Espejo un singular edificio fue construido adaptándose a la forma de una torre de la fortaleza defensiva, forma que conserva a pesar de las construcciones sucesivas, y que es perfectamente visible desde la calle de la Escalinata 9.
Seguimos nuestro camino hasta la calle Mayor, cruzamos por el lugar donde se encontraba la Puerta más importante de la Villa, la de Guadalajara, y tomamos la Cava de San Miguel, cuyas casas muestran el camino que seguía el foso que rodeaba el muro hace tantos siglos.
En la plaza de Puerta Cerrada se encuentra uno de los vestigios más importantes de muralla cristiana pues conserva un lienzo completo en altura, a través de los pisos de las viviendas del nº 6 de la plaza. Lamentablemente estos restos no son visitables ya que, como decía, se encuentran en el interior de las casas particulares. Sí es posible, a veces, contemplar los restos del sótano del edificio, dentro del bar La Escondida.
Continuamos por la Cava Baja, en cuyo número 10 se localiza un lienzo de 7 metros de largo por entre 1 y 4 de altura, un precioso ejemplo que permite comprobar cómo las viviendas fueron construidas utilizando la fuerte muralla. Estos restos fueron consolidados y acondicionados para permitir su visita, con un resultado realmente bonito, mediante acristalamiento de los restaurados restos y luces que favorecen su contemplación, tuve la suerte de verlos hace un tiempo. Pero el pasado domingo, poco después del mediodía, los vecinos no atendieron nuestra petición de entrar unos minutos a contemplar los restos junto a los cuales se construyó su casa, no nos abrieron la puerta, se nos dijo que habláramos con la Empresa Municipal de la Vivienda, que nos abran ellos.
En el nº 22 de la Cava Baja (a espaldas de la calle del Almendro) existen unos restos no visitables. La puerta de madera del misterioso solar lleva años cerrada con un candado.
En la acera de los impares, las casas construidas sobre el antiguo foso de la muralla guardan vestigios de antiguas construcciones, en algunos casos perfectamente acondicionados para ser observados como testigos del pasado. Un ejemplo, que nos muestran amablemente, está en la Taberna La Camarilla, en el nº 21. Es curioso observar el enorme desnivel entre la llamada Cava Alta y la Cava Baja. Desde los lavabos de la planta baja se aprecia perfectamente que el nivel corresponde al sótano de la vecina Cava Alta.
En el nº 30 nos sorprenden los restos quizá más espectaculares. Un lienzo de 19 m de largo por 11,5 de alto, al parecer el único de construcción altomedieval, es decir, del siglo XI o XII, pues la mayoría presentan intervenciones de siglos posteriores. Esto significa que, después de la muralla árabe en la Cuesta de la Vega construida en el siglo IX, y la impresionante torre mudéjar de la iglesia de San Nicolás de los Servitas del siglo XII, estamos ante una de las construcciones más antiguas de Madrid.
Hasta ahora hemos caminado extramuros, es decir, por el exterior del viejo Madrid medieval.
Intramuros, en el interior de la villa, tras la verja de un pequeño jardín de la calle del Almendro nº 17, hallamos un lienzo de 16 m de largo, que siempre da la impresión de que necesitaría más cuidados.
Llegamos a la Plaza del Humilladero donde estaba situada la Puerta de Moros. Desde aquí la muralla transcurría entre las actuales calles de Don Pedro y Mancebos.
Volvemos por un momento al exterior del recinto amurallado y en la calle de Don Pedro números 8 a 12, se conserva un lienzo larguísimo, de unos 30 metros, en el sótano del antiguo Palacio del Marqués de Villafranca, que tampoco se puede visitar.
Existen nuevos restos de muralla en un bar que se asoma a la Plaza de los Carros nº 3, antes se llamaba El Tabernáculo, la foto corresponde a esa época, después de mucho tiempo cerrado el local ha reabierto con otro nombre.
Nuevamente intramuros, encontramos la continuación del lienzo anterior que se puede contemplar en la calle de los Mancebos nº 3, tras una verja y en el cual se puede observar con claridad cómo la muralla era utilizada para servir de medianería o soporte de los edificios que se fueron construyendo adosados a ella.
Desde aquí la muralla descendía hacia la calle de Bailén, continuaba paralela a la Cuesta de los Ciegos y después atravesaba el antiguo Arroyo de San Pedro, hoy Calle Segovia, para según se cree llegar hasta la Cuesta de la Vega donde se unía a la muralla construida por los árabes.
Y así llegamos al final del paseo, que mis amigos y yo os recomendamos vivamente. Se trata de un paseo por el Madrid más viejo y, ayudados de la imaginación, un retorno al siglo XII.
Texto y fotografías: Mercedes Gómez
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Todo sobre la Muralla Cristiana en:
VVAA. “Las murallas de Madrid”. Ed. Doce Calles – Comunidad de Madrid. 2003.
La Muralla Cristiana, en la web El Madrid Medieval, de José Manuel Castellanos.
Hoy tengo el placer de presentaros a Ricardo Márquez, y darle la bienvenida, como autor de la entrada, pues a Ricardo ya tenemos la suerte de conocerle en este blog gracias a que habitualmente participa con sus comentarios.
Es uno de los componentes del equipo de Historias Matritenses, a quienes quiero dar las gracias por su ayuda, por haberme acogido en su blog y por cedernos el magnífico trabajo que incluimos a continuación. Desde el principio se han mostrado interesados por nuestro propósito de dar a conocer la Quinta de Vista Alegre, conseguir su protección como Bien de Interés Cultural y su recuperación para los madrileños.
Hoy Ricardo nos ofrece una nueva visión, un recorrido por la historia de la Quinta desde su más remoto pasado, otro punto de vista que completa todo lo que hasta ahora hemos podido descubrir.
Mercedes
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Vamos a ver hoy lo que hemos podido encontrar sobre la finca o quinta de Vista Alegre, que está situada en el barrio de Carabanchel Bajo de Madrid.
En el Catastro del Marqués de la Ensenada, realizado en el año 1750, se dice que tanto Carabanchel Bajo, como Carabanchel Alto, son Realengos, bajo la jurisdicción de Madrid, por tanto tenían tierras comunes a disposición de su población: “prados, cañadas, arroyos y barrancos”. Se mencionan grandes fincas, como la del Conde de Miranda, sita en Carabanchel Alto, y la de don Manuel Dávila. Asimismo, y aunque alejado de nuestro estudio, se cita la Huerta de Aluche, con 22 fanegas, que se “riega de pie” (con agua de fuente o manantial), siendo su producción excelente y casi en exclusiva para Madrid.
En el libro de Tomás López, titulado Geografía histórica de España (1788), se cita de nuevo la finca del Conde de Miranda y la de D. Pedro Navarro en Carabanchel Alto. Mientras que en Carabanchel bajo reseña dos fincas, la del Marqués de Mortara y la de la Marquesa de Villena, que tenía casa con jardín y lavadero dentro el pueblo.
Era fundamental para el asentamiento de estas fincas la abundancia de agua, y como pasará en otros pueblos aledaños a Madrid, las clases más pudientes compraban las tierras para hacer sus quintas de recreo, siendo en un principio la nobleza, pero comenzando el siglo XIX la burguesía, una nueva clase social incipiente en aquellos días, comenzó a adquirir tierras también.
Pero empecemos con el verdadero motivo de este artículo: Vista Alegre. La primera noticia que encontramos es del 24 de abril de 1825, y dice así:
“Habiéndose dignado S.M. conceder su Real permiso para abrir la casa de baños titulada Vista alegre, situada en Carabanchel de abajo, con fonda, villar, jardín, huerta y varias habitaciones, se abrirá el día 38 de corriente mes.
Las habitaciones que se hallan decentemente amuebladas, se alquilarán a precios equitativos y se dará en ellas una esmerada asistencia.
El jardín y huerta estarán constantemente abiertos para el recreo y desahogo de las personas que concurran a dicha casa.
Los baños estarán provistos de aguas abundantes y corrientes, y surtidos de la ropa necesaria.
En la fonda habrá comidas de varios precios; y avisando con anticipación se prepararán las que se encarguen.
El villar estará abierto a las horas de costumbre, y en el elevado mirador llamado Belvedere habrá nigrocosmo, cosmoramas, anteojos y varías máquinas de óptica, que podrán contribuir al útil y honesto recreo de los concurrentes.
Finalmente, habrá tambien una diligencia de Madrid a Vista alegre, y viceversa, que hará diferentes viages y a horas determinadas que se anunciarán con arreglo a las estaciones.
Por ahora se situará esta en la plazuela que hay frente a la Real fábrica de Martínez junto al Prado, y las horas de salida serán: de Madrid a las ocho de la mañana y a las cuatro de la tarde, y de Vista alegre a las once de la mañana y a las siete de la tarde. …… (SIC)”
Por tanto Vista Alegre fue inaugurado el 28 de Abril de 1825. Sobre su propietario, o propietarios, hemos encontrado dos teorías, la primera es que era propiedad de Martínez, dueño también de la fábrica de plata mencionada en el texto anterior. Una segunda habla de que eran varios los propietarios. Otra posibilidad es que fuera propiedad del Ayuntamiento, dado el carácter de realengo.
En la hemeroteca encontramos numerosas referencias sobre Vista Alegre, así en Julio de 1925 se informa que los baños habían sido visitados por los reyes y que el horario de los mismos era de 5 de la mañana a 11 de la noche. El 23 de octubre de ese mismo año se anunciaba una fiesta de esta forma:
“juegos de pato, de la flecha, de la bala, de los equilibrios, a los bolos, bolas y volantes de varias clases, todos ellos por la mañana; menú al medio día, y por la tarde: música militar varias composiciones escogidas: se hará la pantomima del papa moscas, y en su intermedio se bailará el wals figurado, llamado el portuesino: también se hará el molinere con varias suertes, y entre ellas la muy vistosa de las banderas. Se elevará un globo aerostático con paracaídas, y una figura en forma de Apolo tocando la lira, que a cierta altura se desprenderá del globo y se la verá bajar muy despacio, manifestando la utilidad de tan preciosa invención. En seguida se presentará por primera vez a bailar la cachucha una señorita aficionada, y se procederá al sorteo de unos canastillos de frutas y ramilletes de dulces guarnecidos con flores, que se darán a los concurrentes a la función que la suerte designe: a este fin se dará gratis a la entrada al entregar el billete una tarjeta numerada, que servirá para la adjudicación de los premios, los cuales estarán expuestos a la vista del público. Se terminará la función con una bonita perspectiva de fuegos artificiales, entre los cuales habrá transformaciones representado el sol, su eclipse y la estrella del norte, ocultándose al fin con un hermoso nevado de fuegos que llenará todo el teatro, figurando la caída del telón (SIC)”
Todas estas atracciones que menciona el periódico eran repetidas en cada fiesta que hacían, en especial los fuegos artificiales y el globo aerostático. Tal fue el éxito que hasta en invierno permanecía abierta la quinta y era el lugar de veraneo, aunque corto, para los vecinos de la capital.
Los reyes asistían con frecuencia, así hay constancia de su presencia en Mayo de 1826 y Octubre de 1829; e incluso la celebración por el embarazo de la reina en Mayo de 1830, o la celebración de las onomásticas del rey en 1830 y 1831. También se aumentaron en gran número los servicios de diligencias, desde la calle Carretas y desde la carrera de San Jerónimo, tardando en el trayecto aproximadamente una hora.
Por otra parte las instalaciones recreativas se iban ampliando y mejorando, como podemos leer en la siguiente noticia de primeros de Abril de 1830: “Para amenizar y variar en lo posible la diversión de los concurrentes a dicho establecimiento se ha enriquecido el belvedere ó gabinete de física recreativa con cuatro hermosas vistas tomadas de los puntos mas interesantes de Madrid, Cádiz, Valencia y Barcelona. En el jardín se han colocado el nuevo balón de señoras, el columpio del charco o de chasco, compuesto de dos movimientos, y el ruso o de vuelta entera, en el que se elevan los jugadores a 30 pies de altura, no solo sin la menor incomodidad, sino con sensación agradable, siendo este ejercicio en el sentir de muy acreditados profesores sumamente favorable a la salud, y con particular en el bello sexo. (SIC)”
Otro hecho significativo que encontramos en la prensa es que en el año 1830 se anunciaban en venta unas 40 casas en Carabanchel Bajo, mientras que en los años precedentes a la apertura de Vista Alegre y la presencia de los reyes apenas contamos 3 anuncios por año.
Sumemos también la comedia de Ventura de la Vega, de 1831, titulada “El gastrónomo sin dinero o un día en Vista Alegre”, cuyo primera escena decía así: “… hombres y mugeres de Madrid esparcidos por el jardín y ocupados en diferentes cosas: unos tirando al blanco; otros paseándose; otros probando las fuerzas en la máquina; otros entrando y saliendo del belbedere; otros apeándose en algun coche o calesin, entran en la fonda. (SIC)”. Esto nos da una idea de la importancia que tenía Vista Alegre. Por cierto, la obra estuvo en cartel durante 6 años.
Debió de ser en el invierno de 1831-32 cuando la posesión pasó a denominarse real, es decir, paso a formar parte de la Casa Real, llamándose Real Posesión de Vista Alegre. Según las fuentes que hemos consultado fue un regalo del Ayuntamiento a la Casa Real, lo que parece confirmar su carácter de realengo, aunque según otras [1] fue una compra personal de la reina María Cristina al coronel Pablo Cabrero, no pasando a Patrimonio Nacional hasta 1846. No obstante hemos encontrado una curiosa noticia, fechada en Agosto de 1832, en la que salía a concurso el riego de los árboles de la carretera de Carabanchel a Madrid mediante cubas, mencionándose Real Posesión y al corregidor de la Villa, aunque esto tampoco es concluyente, pues pudiera ser que el consistorio corriera con estos gastos.
La reina Maria Cristina pasó mucho tiempo entre 1833 y 1840 en Vista Alegre. Hacía 1840 se inició la construcción del llamado Palacio Nuevo, la ría navegable y los jardines de tipo geométrico, pero María Cristina se tuvo que exiliar a Francia y no regresó hasta 1844. En 1846 María Cristina cedió la propiedad a sus hijas Isabel II y la infanta María Luisa Fernanda, debido a su mala situación económica y para que el Patrimonio Real sufragara los gastos [1] .
Pascual Madoz, en su libro editado en 1849, nos describe varias quintas en Carabanchel Alto, como las de: José Gargollo, Marqués de Remisa, José Nieva, Manuel Mateu, Francisco Narváez (Conde de Yúmuri) y la de la condesa de Montijo, que era la anteriormente citada del marqués de Miranda y la más importante de Carabanchel Alto.
De Carabanchel Bajo nos dice que había muchas casas de campo, algunas con huerta y jardín en el propio casco urbano, perteneciente a la burguesía, como las de Jaime Ceriola, Manuel González Bravo, José Filiberto Portillo, Buenos Aires de la familia Nágera, …..
Sobre la quinta de Vista Alegre dice que tenía 4 puertas, una de ellas de hierro y las otras de madera, daban paso a las 400 fanegas de las que se componía la posesión. La finca era la primera que se encontraba a la izquierda según se accedía a Carabanchel Bajo desde Madrid. Tenía muchos árboles: 2 olivares; 4 fanegas de parras, naranjos plantados en círculo con pajarera en su centro, columpios, laberintos, …
De las cuatro norias las más conocidas eran la del Oratorio y Alfarfa, por sus aguas abundantes y la del Olivar, situada en una alta loma desde la que se divisaba Madrid, Getafe, Leganés, Villaverde, etc.
Tenía 4 fuentes, 2 de ellas secas en aquellas fechas, y destaca el autor una de tres piezas de mármol, con figuras de conchas, hércules, galápagos,…. Poseía 2 invernaderos enanos, es decir, que necesitaban tener siempre un calor entre los 25 y 30 grados, y otros 3 invernaderos normales, destacando el que estaba junto al palacio, que disponía hasta de un templete circular con los bustos de Fernando VII y Maria Cristina y un velador de piedra.
Una cascada era el nacimiento de un canal de 587 metros de longitud por 2,5 metros de profundidad, y un gran lago artificial de 218 metros de perímetro con una especie de isla como embarcadero. Otra cascada era el final de esta ría artificial. Allí se encontraba la casa del embarcadero con capacidad para dos barcas. Tenía 3 puertas, dos de ellas simuladas, y 4 estatuas de medio cuerpo en su fachada.
Había una faisanera, un palomar, varios recintos acondicionados para pavos reales y casa para gusanos de seda. Para el servicio disponía de una casa para el portero, otra para el jardinero mayor y otra para el administrador, así como una casa para recoger los columpios.
Dentro de la quinta se encontraban las siguientes casas-palacio:
Palacio de Vista Alegre.
Esta era la principal casa de la posesión. Delante de la puerta principal había una gran plaza flanqueada con 10 estatuas de mármol. Tenía 37 habitáculos, a saber:
1.- Entrada con una barandilla de bronce dorada al fuego coronada por un busto de mármol de Minerva que era el complemento que ensalzaba la gran escalera.
2.- Habitación donde se hallaban 243 cuadros chinos junto a una cómoda.
3.- Habitación con 24 cuadros bordados en seda sobre don Quijote y en su centro una romana con silla para pesar a personas.
4.- Habitación. Tenía 71 cuadros, un velador de bronce y 2 relojes.
5.- A continuación se encontraba el salón de baile, con 3 grandes lámparas-arañas y 2 pequeñas, estaba magníficamente pintado y sus medidas eran de 43 por 17 metros,
6.- Otra habitación sin nada que reseñar,
7.- Habitación con 413 cuadros, 28 sillas, 4 rinconeras, 2 veladores, una gran mesa haciendo juego con las sillas y piano de cola.
8.- Habitación que tenía lienzos pintados y una mesa de litografía.
9.- Habitación con velador de bronce y escena de coches tirados por caballos sobre tablero de mosaico, más 10 cuadros de países.
10.- Habitación en cuyo centro había una urna de cristal, con varios instrumentos de música y 10 cuadros, entre los que se encuentra el de la enfermedad de Fernando VII, cuyo autor es Federico Madrazo.
11.- Habitación con 12 cuadros, entre los que destacaba el acto de la prisión de Nuestro Señor Jesucristo.
12.- Habitación que contenía 8 cuadros de la familia real, un velador de madera de la china, sillas góticas de juncos y reloj que representaba la fachada de la iglesia de Nuestra Señora de Paris. Anexo estaba una bañera circular con pinturas arabescas y 4 estatuas de mármol.
13.- Retrete con 11 cuadros, entre los que sobresalía uno de Sta. Águeda.
14.- Habitación que tenía 5 cuadros, entre ellos de La fecundidad (copia del de Ticiano), y el guerrero Javier Mina.
15.- Habitación con 9 cuadros, el más notable el juramento de Catalina de Aragón, de Medina.
16.- Habitación con 2 mesas redondas de jaspe y 3 cuadros.
17.- Habitación en la que su centro había una urna con un búho disecado y 11 cuadros.
18.- Habitación con 6 cuadros sobre montañas y un piano vertical.
19.- Recibidor al que va a desembocar la escalera en el que había una maravillosa estatua de bronce.
20.- Ya en el piso superior, habitación con varios cuadros, butaca con brazos y pies de bronce, bordada en oro con motivos de armas de Castilla y tocador.
21.- Habitación con varios cuadros y sillas.
22.- Habitación en al que había una urna de cristal con faisanes blancos y 19 cuadros.
23.- Habitación con varias aves disecadas de diversos continentes.
24.- Habitación que tenía 20 cuadros sobre la familia real y enmarcados con bronce dorado al fuego.
25.- Habitación con cuadros y adornos de poco valor artístico.
26.- Habitación en la que estaba una maqueta en madera del Palacio Real.
27.- Habitación muy ancha con muchos adornos.
28.- Habitación, nada que mencionar.
29.- Habitación con varios cuadros, entre los que destaca uno de mosaico, 2 cestas de marfil labradas. 4 afiligranadas, velador con 31 copas de coco negro con pie de plata.
30.- Habitación con varias sillas y cuadros, y una gran mesa de china con 3 grandes bolas de marfil.
31.- Habitación con decoración turca.
32.- Habitación que tenía una gran copa de alabastro en el centro, elaborada por Graudis.
33.- Habitación con sofás y sillas tapizadas en rojo; 2 espejos, 2 relojes y 3 mesas fabricadas en nácar.
34.- Habitación idéntica a la anterior.
35.- Habitación que tenía sillas y mesa.
36.- Habitación con muchos adornos.
37.- Habitación con varios cuadros, sillas, floreros y un velador central con una escribanía de corcho y 25 sellos, labrada por Félix Carrero.
38.- Habitación con un velador, un piano, sillas, y 7 grandes cuadros con los retratos de la familia de la reina María Cristina.
39.- Habitación en la que había varios cuadros y sillas, y un velador.
40.- Retrete, junto a otra escalera de bronce.
41.- Ya en el segundo piso, gabinete con varios instrumentos y juegos de manos, cuyo techo estaba pintado por Ribelles, Carderara, José Madrazo, Federico Madrazo, Anselmo Alonso, Burguini, Tejeo, Ribera, Vicente López y Blanchar.
Casa de Navarro.
Tenía 11 habitaciones, 2 de ellas sin amueblar, retrete inglés y oratorio. Este último tenía un cuadro de Nuestra Señora de los Desamparados, pintado por López, 4 urnas con reliquias, candelabros de plata y dorados, y varios cuadros más y un gran crucifijo.
La casa estaba coronada por un mirador desde el que se veía todo Carabanchel Bajo.
Palacio de Bella Vista.
La planta baja estaba dividida en 6 habitaciones en las que se almacenaban varias piedras de las fuentes, aves disecadas, y algún barco para la ría.
En la primera planta había 10 habitaciones, la mas singular de forma octogonal.
La segunda planta tenía 8 habitaciones. Destacaba una de ellas con un crucifijo y 6 candelabros de bronce, todo ello encajonado.
Palacio del duque de Rianzares.
Tenia 48 en el piso bajo y 18 en el superior. Una de ellas contenía una colección de cuadros con todos los castigos chinos, las demás bien adornadas con cuadros.
En definitiva, los cuadros totales de la finca de Vista Alegre aquí enumerados son 900 (los varios no están incluidos), y las habitaciones 161.
Hasta aquí el relato detallado de Madoz.
En abril de 1858 la finca se pone en venta, según podemos ver en el siguiente artículo:
Según parece el costo de mantenimiento era muy elevado, y las arcas de la corona no eran capaces de soportarlo.
La finca la compró José de Salamanca, a la postre marqués de Salamanca, quien todavía enriqueció más los jardines y mandó construir un palacio nuevo, pero como se suele decir: esto ya es otra historia.
Notas:
[1] Artículo de Eva J. Rodríguez Romero, en la revista Espacio Crif, titulado El jardín paisajista de Vista Alegre.
Autor: Ricardo Márquez
En el blog Historias Matritenses también colaboran: Angel Caldito y José Manuel Seseña.
Fuente: Biblioteca Nacional de España
Explicación del color de los textos:
– Textos sacados de hemerotecas, libros o webs, transcritos literalmente.
– Explicaciones de fotografías o animaciones.
– Comentarios del autor de la entrada
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Artículos anteriores:
La Quinta de Vista Alegre ¿Bien de Interés Cultural?
Huellas del Marqués de Salamanca en Vista Alegre
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