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Dice el historiador Francisco Marín Perellón que nos sobran tres de los dedos de una mano para contar los planos de Madrid que se pueden considerar originales:
Se trata de Madrid, Corte de los Reyes Católicos de España (1623), de Antonio Mancelli, y la Topographia de la Villa de Madrid (1656), de Pedro Texeira.
El tercer plano que conocemos –el primero obra de un madrileño–, primera copia reducida del plano de Texeira, no es original, pero sí importante. En él podemos conocer el Madrid inmediatamente posterior al Madrid de Texeira, pues el autor incluyó los edificios construidos después de 1656 así como transformaciones urbanas, y algunas zonas las representó con mayor detalle.
Es el plano Mantua Carpetanorum, sive Matritum, urbs regia, obra del grabador Gregorio Fosman y Medina. Estampado en los talleres de la calle de Atocha del impresor Santiago Ambrona, fue publicado en 1686.
Como el propio autor escribió en la gran cartela inferior, está realizado a partir del plano de Pedro Texeira; el área representada es la misma, la Villa rodeada por la Cerca de Felipe IV, incluyendo:
LO AÑADIDO A ESTA VILLA DE MADRID DESDE 1658 HASTA 1683.
Otra de las cartelas lo indica: Gregorio Fosman la talló con Aguafuerte en Madrid, año de 1683.
Se conservan tres ejemplares originales, uno en una colección particular, otro en la Biblioteca Nacional de Francia y el último en el Archivo de Villa, depositado en el Museo de Historia de Madrid.
En la parte superior un texto manuscrito hace referencia a los Viajes de agua cuyo recorrido aparece marcado. Todo esto fue añadido a mediados del siglo XVIII.
Gregorio Fosman y Medina
Durante un tiempo, cuenta Ángel Aterido, se creyó que eran dos los grabadores, Fosman padre e hijo, pues el artista desarrolló su tarea en un amplio periodo de tiempo; pero en realidad era uno, como este investigador explica:
Gregorio Fosman y Medina, hijo de Juan Fosman (Forstman en origen, probablemente un emigrante flamenco que, como tantos otros, llegó a la Villa y Corte a principios del siglo XVII), y Ángela Benita de Medina, ambos vecinos de Madrid.
Gregorio nació en Madrid hacia 1635. Aprendió el oficio con Pedro de Villafranca, que a su vez se había formado con los Perret (apellido que se españolizó como Perete).
Gregorio Fosman se casó en 1657 con la hija de Pedro Perret hijo, luego hijastra de Villafranca, María Perete; a los cuatro años nació su primer hijo Pedro Antonio, apadrinado por Vicenta, hija de Villafranca, y por Sebastián Herrera Barnuevo. Todo esto demuestra las buenas relaciones de las que disfrutaba Fosman en el ambiente artístico madrileño. En 1672 nació su segundo hijo, Martín Francisco.
Además del plano que nos ocupa, Fosman, que también fue pintor, realizó obras notables como grabador, tal vez la más conocida sea la lámina de cobre el Auto de Fe en la plaza Mayor de Madrid celebrado en Madrid en junio de 1680, adquirida por el Museo del Prado en 2018.
La lámina ejecutada por Gregorio Fosman había servido para realizar la estampa que ilustraría la Relación histórica del auto general de fe que se celebró en la Plaza Mayor de Madrid en el año de 1680 escrita por José Vicente del Olmo y publicada en ese mismo año.

Fosman. «Auto de Fe en la Plaza Mayor de Madrid». Lámina de cobre para grabado, 1680. Museo del Prado.
El grabado realizado en 1680, buril sobre lámina de cobre, no está expuesto, pero pudimos verlo entonces en una vitrina frente a la pintura de Francisco Rizi Auto de Fe en la Plaza Mayor (1683). La lámina de Fosman había inspirado a Rizi.
El libro de del Olmo, con su estampa, también fue expuesto.

«Auto de fe celebrado en la Plaza Mayor de Madrid», estampa insertada en la obra de José del Olmo, «Relación histórica del auto general de fe que se celebró en Madrid este año de 1680».
Además, Margarita Vázquez impartió una conferencia en el museo sobre “El Auto de fe de 1680: Rizi y la lámina de cobre adquirida por el Prado, obra de Gregorio Fosman”.
La Biblioteca Nacional posee varios grabados de Fosman, retratos de personajes, como Calderón de la Barca, Margarita de Austria, etc.
Y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando también guarda varias estampas.
Gregorio Fosman murió con cerca de 80 años, hacia 1713. Fue uno de los grabadores más importantes en la España de la segunda mitad del siglo XVII, último representante de una saga de artistas iniciada por Pedro Perret a finales del siglo XVI. Además fue autor de un plano singular de la Villa y Corte, la Mantua Carpetanorum, que merece toda nuestra atención.
Por: Mercedes Gómez
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Bibliografía:
ATERIDO FERNÁNDEZ, Ángel. “El grabador madrileño Gregorio Fosman y Medina”, Anales del Instituto de Estudios Madrileños, nº 37, Madrid 1997, pp. 87-99.
MARÍN PERELLÓN, Francisco José. “Mantua Carpetanorum, de Gregorio Fosman y Medina”, Revista La Ilustración de Madrid, nº 22, Madrid, invierno 2011-12.
VÁZQUEZ, Margarita. Conferencia “El Auto de fe de 1680: Rizi y la lámina de cobre adquirida por el Prado”, 27 mayo 2018, Museo del Prado.
Por fin, después de casi seis años de trabajos, conflictos y hallazgos arqueológicos, el pasado sábado 27 de junio se ha inaugurado la Estación de Cercanías de Sol.
La exposición tras un cristal de parte de los restos de la antigua Iglesia del Buen Suceso hallados durante las obras quizá represente el último capítulo, al menos de momento, de la historia de esta iglesia, una larga y azarosa historia que vamos a intentar recorrer.
En esta primera parte veremos la evolución desde sus orígenes en el siglo XV, su construcción a cargo de Francisco de Mora, sucesivas reformas y reconstrucción, hasta su derribo en el siglo XIX. Después, la construcción de una nueva iglesia en el barrio de Argüelles, obra de Agustín Ortiz de Villajos, que desgraciadamente también sería derribada en 1975. En una tercera parte visitaremos la iglesia actual, construida en 1982. Y una cuarta y última en la que regresaremos a la Puerta del Sol.
Historia de la Iglesia del Buen Suceso (1590-1854)
La primitiva Iglesia y el Hospital del Buen Suceso estaban situados en la Puerta del Sol, entre las calles de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo. Herrera y Maldonado escribieron en 1633: «…se ha labrado un edificio grandioso, puesto en lo mejor de Madrid a la puerta que llaman del Sol…»
Su origen se remonta al siglo XV cuando, aún en tiempos de Juan II, se fundó la Ermita de San Andrés y un hospitalillo, con el fin de atender a los numerosos enfermos de la «cruel y rigurosa peste» que entró en Madrid en 1438, tal como nos cuenta León Pinelo en sus Anales.
Algunos años después los Reyes Católicos fundaron el Hospital de Corte para atender a los soldados y personal de la Corte, aunque en esos principios fue itinerante, y las tiendas que lo componían se instalaban allí donde la batalla o la situación lo requería. El mismo Pinelo cuenta que fue el Emperador Carlos V quien resucitó el hospital movible y lo convirtió en permanente otorgándole el título de Hospital Real de Corte.
En un principio se trataba de un conjunto de construcciones variopintas, formado por la antigua ermita y el humilladero, algunas viviendas y corrales, todo ello organizado alrededor de un patio. La construcción de un nuevo edificio para hospital finalizó en 1561, ya en tiempos de Felipe II.
La iglesia formaba parte del conjunto del Hospital, cuyas instalaciones eran sin duda muy modestas, por lo que continuamente resultaban necesarias obras de acondicionamiento, hasta que por fin en 1590 los claros síntomas de ruina provocaron la decisión de Felipe II de reedificar la iglesia y la enfermería.
Lo más probable es que las trazas de la nueva construcción se realizaran en el estudio del Arquitecto Mayor de las Obras Reales, por entonces Juan de Herrera (1530-1597), y lógicamente los primeros diseños debieron ser suyos, pero sus problemas de salud fueron la causa de que Francisco de Mora (1553-1610) fuera participando cada vez más activamente en las obras reales. Gracias a la documentación de la Junta del Patronato Real ya nadie duda de la importante participación de Francisco de Mora en las obras del primitivo templo y de que la construcción de la Iglesia fue sobre todo responsabilidad suya y de su más directo colaborador y aparejador Diego Sillero, enmarcándola dentro de la arquitectura clasicista del primer y maravilloso barroco madrileño.
Me gustaría valorar en su justa medida la importancia que tuvo en su momento la construcción de esta iglesia y la participación de Francisco de Mora, obra quizá menospreciada, con escasas representaciones o descripciones, y poco conocida por tanto. Parece dominar la idea de que su valor artístico o arquitectónico eran escasos. Aunque es cierto, y probablemente este hecho haya influido en esta falta de valoración, que excepto la cimentación de piedra, la construcción era muy modesta, prácticamente en su totalidad de ladrillo revocado, debido por otra parte y entre otras cosas a la mala situación económica que se vivía en Madrid. La sociedad madrileña atravesó momentos difíciles durante la última década del siglo XVI, lo cual unido al traslado de la Corte a Valladolid el año 1601, provocó que las obras de la iglesia se interrumpieran. Mientras tanto, el culto tuvo lugar en algún lugar del hospital. Por fin, en 1606, al volver la Corte a Madrid se reinició la construcción.
Llegado este año de 1606, y antes de continuar comentando la construcción de la iglesia, quizá es el momento de conocer el origen de la imagen que daría nombre a la institución, la pequeña imagen de Nuestra Señora del Buen Suceso.
Dos hermanos obregones, así eran conocidos los integrantes de la orden fundada por Fray Bernardino de Obregón, encargada de atender los hospitales madrileños, Gabriel de Fontanet y Guillermo Martínez, se dirigían a Roma a solicitar la autorización papal para poder extenderse por todo el país, cuando en una cueva encontraron una pequeña imagen de la virgen.

Plano de Mancelli (1623)
Lo cuenta el antiguo cronista Jerónimo de la Quintana (1629) cuando habla de Nuestra Señora del Buen Suceso: “… Trájola por los años de mil y seiscientos y siete, a veinte y ocho de marzo, el hermano Gabriel de Fontanete, de la Congregación de los Siervos de los Pobres, de un humilladero del reino de Aragón. Colocóla en este hospital en cuatro de julio de mil y seiscientos y once. Es grande el concurso y frecuencia de los fieles, e infinitas las maravillas que la Majestad Divina obra por su devoción, como lo testifican las memorias, ofrendas y lámparas de plata que la piedad de las personas agradecidas le han ofrecido»
El Papa se mostró conforme con las pretensiones de los hermanos, y además, según se cuenta, le pareció un buen suceso el hallazgo de la imagen, así que los hermanos volvieron con su aprobación y con la imagen de la Virgen “del buen suceso”. En un primer momento, cuando al año siguiente los hermanos llegaron a Madrid, la virgen fue colocada en el Hospital General.
Como ya hemos comentado, en la nueva iglesia la obra de cantería realizada por Agustín de Argüelles se limitaba a los cimientos, pilares y arcos que sustentaban la cúpula. El resto de la construcción, muy humilde, era toda de ladrillo. A pesar del tiempo trascurrido durante la interrupción de las obras, con su reanudación las modificaciones no afectaron a la disposición y planta original puesto que los diseños seguían bajo el control del maestro mayor de las obras reales, por entonces Francisco de Mora.
En septiembre de 1611, ya en tiempos de Felipe III, se dieron por finalizadas las obras de la iglesia.
Por aquellas fechas los hospitales atendidos por la Orden se habían reducido a tres, después de la reforma acometida por Felipe II. Gabriel fue destinado al Hospital de Corte, se llevó la imagen con él, y la instaló en la enfermería, pero no estuvo mucho tiempo ahí escondida, pronto fue trasladada a la iglesia, debido a la insistencia del hermano, que deseaba un lugar más importante para la imagen de la virgen, así que en marzo del año 1621 la cedió a la Junta de Diputados del Hospital. Unos años después, el 19 de septiembre de 1641, pasó por fin al Altar Mayor.
Desde muy pronto esta pequeña y nueva imagen fue objeto de una gran devoción tanto popular como real. En 1618, el rey Felipe III envió dos carabelas al Estrecho de Magallanes con dos nombres significativos: una recibió el nombre de “Virgen de Atocha” y la otra el de “Virgen del Buen Suceso”.
Pero los eternos problemas del Buen Suceso continuaron y hacia 1693 eran verdaderamente preocupantes. Se realizaron algunas reparaciones de urgencia, pero en 1695 se observó que uno de los lienzos de la iglesia estaba amenazando ruina.
Ante la grave situación advertida se plantearon dos posibilidades: o mantener la planta del edificio antiguo, aunque las crecientes necesidades de culto empezaban a pedir más espacio, o ampliarla a costa de la lonja añadiendo así un tramo a los pies de la nave principal y las correspondientes capillas laterales, aunque esto obligaría a levantar una nueva fachada y modificar la cúpula.
Los miembros del Patronato adoptaron esta última propuesta, de José del Olmo, en esos momentos Maestro Mayor de las Obras Reales, y en el mes de octubre se iniciaron los derribos de la zona más deteriorada.
Y comenzó la reedificación del templo.
La forma y disposición del viejo edificio construido por Francisco de Mora lógicamente condicionó las soluciones adoptadas. Las obras significaron en parte una verdadera reedificación del edificio, pero aunque modificaron sustancialmente la disposición del templo original, por otra parte consistieron en una reconstrucción acorde con el modelo clasicista de Francisco de Mora.
Así pues, se construyó una nueva fachada, aunque a la entrada, bajo un arco de medio punto entre dinteles, sobrevivió la antigua portada dórica con los escudos reales, testigo feliz de los orígenes de la construcción en tiempos del anterior arquitecto.
Parte de su singularidad estaba en el hecho de que la planta se tuvo que adaptar a la forma trapezoidal de la parcela, y en su zona más estrecha.
A mediados de 1697, terminada la fachada, ya únicamente faltaba cubrir la iglesia y terminar la cúpula, y a principios del año siguiente se acordaron los detalles para la finalización de la obra.
El templo se dio por terminado en febrero de 1700.
Pero no acabaron aquí las desventuras de esta iglesia objeto de gran devoción popular, poco más de un siglo vivió en paz el Buen Suceso. Los graves acontecimientos del 2 de mayo de 1808 dañaron el edificio, tanto en la fachada como en su interior, el templo fue saqueado por los franceses, y el retablo central destruido; no se sabe muy bien porqué, pero la imagen de la Virgen, quizá tan chiquita alguien pudo esconderla, se salvó. Al año siguiente el rey francés José Bonaparte convirtió el templo en cuartel y hospital para sus tropas, todas las propiedades de la fundación real fueron requisadas y la Virgen fue trasladada a la cercana iglesia del Carmen. Allí estuvo hasta 1813 cuando el francés salió por fin de Madrid, y la imagen del Buen Suceso pudo regresar a su casa.

N. Pascual y Colomer. Alzado (hacia 1830). La portada es la primitiva del templo, diseñada por Francisco de Mora.
En la década de los 30 se volvió a reformar, en este caso según proyecto atribuido a Narciso Pascual y Colomer.
Pero ya a estas alturas de su azarosa historia a la Iglesia del Buen Suceso le quedaban pocos años de vida. La demolición comenzó el día 24 de febrero de 1854.

Iglesia del Buen Suceso. Calotipo de E.K. Tenison, incluido en «Recuerdos de España» (1854)
Fue una muerte anunciada, la demolición se veía venir desde bastantes años antes, algo que desgraciadamente no sería la última vez que le ocurriría a la iglesia del Buen Suceso. Esta vez la Virgen encontró refugio en el Real Colegio de nuestra Señora de Loreto, en la calle Atocha.
por Mercedes Gómez
Continuará…
Historia de la Iglesia del Buen Suceso II (1854 – 1975)
Historia de la Iglesia del Buen Suceso III (1975 – 2008)
Historia de la Iglesia del Buen Suceso IV (2009)
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Bibliografía:
CASTILLO OREJA, Miguel. «La Iglesia del Buen Suceso: la reedificación de un templo singular en el Madrid de Carlos II», Revista de Arte, Geografía e Historia, nº 3, Madrid 2000. pp. 125-162.
DEL CORRAL, José «El Hospital de Corte. Llamado del Buen Suceso”. Ciclo Conferencias en Centro Mesonero Romanos 1999. Publicada por Instituto Estudios Madrileños. Madrid, 2000.
LEON PINELO, Antonio de. “Anales de Madrid (desde el año 447 al de 1658)”. Transcripción, notas y ordenación cronológica de Pedro Fernández Martín. Madrid. Instituto de Estudios Madrileños 1971.
HERRERA Y MALDONADO, F. “Libro de la vida y maravillosas virtudes del Siervo de Dios Bernardino de Obregón Padre y Fundador de la Congregación de los enfermos pobres…” Madrid 1633.
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