You are currently browsing the tag archive for the ‘Metro de Madrid’ tag.
En la entrada anterior, Fuentes y templetes de la Red de San Luis, conocimos la historia de la plazuela de San Luis, desde el siglo XVII hasta la actualidad.
Nos quedamos en el momento de la inauguración oficial de la nueva estación de metro de Gran Vía, con el famoso templete. Al día siguiente se abrió a los viajeros. Ahora, además de poder volver a coger el metro en la estación después de casi tres años cerrada, podemos visitar una pequeña zona musealizada con hallazgos arqueológicos aparecidos durante las obras, así como algunos paneles informativos.
En el vestíbulo se ha restaurado el bonito mural cerámico, obra de Miguel Durán Loriga realizado en los años 70 del pasado siglo, y se ha recuperado el escudo de Madrid de cerámica vidriada, realizado en azulejos con reflejo metálico por el ceramista Ramos Rejano. En las vitrinas se exponen cerámicas de la decoración original de la estación.
Pero, sobre todo, es interesante que, además de los restos de la propia estación de metro construida en el siglo XX y explicaciones sobre su construcción, la Gran Vía, Antonio Palacios, etc., se exponen objetos que son testigos importantes de la antigüedad de la zona. La mayor parte son del siglo XIX, pero, según las cartelas, también de siglos anteriores. Objetos que nos llevan a preguntarnos cómo era la zona en sus orígenes. Propongo un viaje hacia atrás, al tiempo anterior al que nos mostraban Mancelli y Texeira en sus planos del siglo XVII.
———
Recordemos que la Puerta del Sol en el siglo XV estaba situada en el lugar que entonces era el límite de Madrid por el este; era una de las puertas de la Cerca del Arrabal que rodeaba la Villa en aquellos momentos.
Ya vimos que durante unas obras, casualmente, en la Puerta del Sol se hallaron valiosas piezas cerámicas datadas en los siglos XIV-XV.
Como sabemos, en 1561 Felipe II trajo la Corte a Madrid. Poco después, en 1566, ante el aumento de población y crecimiento de la Villa, el rey mandó construir una nueva tapia, la llamada Cerca de Felipe II. De esta Cerca de Felipe II solo conocemos un posible resto, en la calle de Bailén, nunca aclarado del todo a qué época pertenece.
En la nueva Cerca, la Puerta del Sol conservó el nombre pero fue situada un poco más adelante, en la calle de Alcalá. Según Miguel Molina Campuzano, otra de las puertas pudo estar ubicada en la Red de San Luis. De allí, como siempre fue habitual en murallas y cercas, partían caminos, en este caso los Caminos a Hortaleza y Fuencarral. Y, como igualmente solía ocurrir, en la plazuela formada junto a la puerta, se instaló un red de mercado de alimentos que siguió existiendo durante mucho tiempo.
La ronda exterior de la cerca que desde San Luis conducía hasta la Puerta de Santo Domingo originó la calle de Jacometrezzo –hoy día en gran parte desaparecida tras la construcción de la Gran Vía–.
El Postigo de San Martín y la Puerta de Santo Domingo de la anterior Cerca del Arrabal se cree que coinciden en el trazado de la nueva Cerca de Felipe II.
Es muy interesante observar que algunos hallazgos, monedas, objetos de la vida cotidiana… corresponden a mediados y finales del siglo XVI, incluso anteriores.
En una de las vitrinas de la estación de Gran Vía se exponen monedas, entre ellas una blanca del siglo XV, época de los RRCC, y maravedíes de los siglos XVI y XVII, época de Felipe II, Felipe III y Felipe IV.
El siglo XVIII también se encuentra bajo la Red de San Luis actual. Han aparecido estructuras subterráneas, y diversos objetos, entre ellos botellas de todo tipo, bajo lo que fue Casa de Astrearena, construida en el siglo XVIII, en cuyo sótano pudo existir una taberna.
Antes de la construcción de la Gran Vía en el siglo XX, la zona estaba ocupada por calles estrechas en las que había comercios, casas de hospedaje, librerías, tabernas, una farmacia…
En la calle de la Montera, José Ortega compró una farmacia que se convirtió en una de las mejores y más modernas de Madrid. En la rebotica se reunían por las tardes médicos, farmacéuticos y otros científicos, tertulia que fue origen de la Tertulia Literario-médico-quirúrgica-pharmacéutica (1733), que se convertiría en precedente de la Real Academia de Medicina.
Del siglo XIX, además de jarros, platos, cántaros, etc. se han encontrado dedales de bronce, fichas de dominó, un tintero, un anillo, botones… ejemplos de actividades cotidianas, la costura, la escritura, el ocio…
Como siempre, estos hallazgos arqueológicos, recuerdos y testigos de la vida de nuestros antepasados en el Madrid más antiguo, me parecen muy emocionantes.
Por: Mercedes Gómez
—–
Bibliografía:
Miguel Molina Campuzano. Planos de Madrid de los siglos XVII y XVIII. Cajamadrid, Madrid 2002 (Facsimil ed. 1960).
La plazuela de San Luis es muy antigua, en el siglo XVII ya debía de ser importante pues aparece indicada en el plano de Antonio Mancelli, el primer plano conocido de Madrid.
Unos años después es mencionada en el Plano de Pedro Texeira, vía que subía desde la Puerta del Sol hasta la calle de Fuencarral.
La plaza se considera que desde muy pronto estuvo ocupada por un mercado. A mediados del XIX la Red de San Luis era así llamada «por hallarse en ella los cajones para la venta de comestibles y la red del pan».
La denominación fue suprimida por acuerdo municipal en el año 1835. De todas formas, aunque el nombre ya no es oficial, muchos madrileños hoy día continuamos refiriéndonos a la plazoleta que existe entre el final de la calle de la Montera frente a las calles de Fuencarral y Hortaleza como Red de San Luis.
En 1717, durante el reinado de Felipe V, allí se instaló una fuente, obra de Pedro de Ribera. El primer plano en que se representa es el de Chalmandrier.
No se sabe mucho sobre ella, aunque sí constan los repetidos comentarios de los cronistas del XIX al hablar de la obra del gran arquitecto barroco madrileño calificándola como churrigueresca y mezquina.
En 1832, reinando Fernando VII, se instaló la nueva Fuente de los Galápagos o de Isabel II, con motivo del primer aniversario de la princesa, futura Isabel II.
La nueva fuente fue diseñada por Francisco Javier Mariátegui, entonces arquitecto mayor de Madrid, con esculturas en bronce y piedra de Colmenar de José Tomás. Recordemos que la Gran Vía aún no existía.
En 1878 la hermosa fuente fue trasladada al Parque del Retiro, donde felizmente continúa.
Llegamos al siglo XX. En 1919 se inauguró la primera línea del Metro de Madrid, una de cuyas estaciones era la de Red de San Luis, actual Gran Vía, con su famoso templete de granito con marquesina de hierro y cristal, obra del arquitecto Antonio Palacios.
En 1970 fue desmontado y trasladado a Porriño, pueblo donde había nacido Antonio Palacios, cedido por el Ayuntamiento de Madrid. Allí, en un parque del pueblo gallego, continúan los restos que se conservan del templete.
Poco después se construyó una nueva Fuente de la Red de San Luis, obra del arquitecto municipal Manuel Herrero Palacios.
Fue inaugurada por el mismo alcalde que había desmontado el templete, Carlos Arias Navarro, momento que quedó para la posteridad en un gran reportaje realizado por el fotógrafo Martín Santos Yubero.

Esta fuente estaba adornada por unas figuras, unas aves de metal en movimiento, obra del escultor Gerardo Martín Gallego, por lo que también era conocida como Fuente de los Cisnes.
En una enésima reforma de la calle, las esculturas desaparecieron.
En octubre de 1999, durante la alcaldía de José María Álvarez del Manzano, se anunció que, en breve, el templete iba a ser reconstruido. El proyecto municipal consistía en convertirlo en caseta de información de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) y en taquilla para espectáculos. La idea en ese momento fue construir un pabellón más ligero que el original pero con una marquesina similar. Nunca se llevó a cabo.
El siguiente alcalde, Alberto Ruiz Gallardón, recuperó la idea. En septiembre de 2008 anunció la construcción de una réplica del templete. El tramo de la calle Fuencarral más próximo a la Gran Vía iba a peatonalizarse. Además, debido a ello, se notificó que la fuente sería desmontada. Fuencarral se peatonalizó y la fuente desapareció. Pero el templete no se construyó.
En su lugar se colocó un olivo.
El proyecto actual, no municipal en esta ocasión, sino que ha formado parte de las obras de reforma de la estación de metro de Gran Vía, que comenzaron en agosto de 2018, acaba de cumplirse; se ha hecho realidad la antigua promesa de realizar una réplica del antiguo templete de Antonio Palacios.
Hoy 15 de julio de 2021 las autoridades han inaugurado la nueva estación.
El templete es de granito, como el original. La marquesina, de vidrio y acero.
Por: Mercedes Gómez
Hace años, cuando vivía en la calle de San Andrés, mi estación de metro era la de Bilbao. Por entonces, y aun después, siempre que veía ese anuncio antiguo tan deteriorado con el que me topaba todos los días tras atravesar el vestíbulo, me preguntaba qué habría sido de ese taller de reparación de radio, dónde estaría, en qué época habría funcionado…
Las fotografías que muestro a continuación son del año 2005, las paredes de los pasillos de la estación aún eran de cerámica.
Las siguientes son de 2009. Aunque perdido en gran parte, se leía bastante bien el texto del anuncio pintado sobre los azulejos, …reparación de su radio garantizada por un año.
La empresa se llamaba Radioseguro Ibérica. Las oficinas estaban en la calle Alburquerque nº 7 y los talleres en Bernardo López nº 1, ambos emplazamientos cercanos a la glorieta de Bilbao. Además, por los anuncios de la época, parece que tenía una tienda, tampoco demasiado lejos, en la calle de Fuencarral nº 135.
Las emisiones de radio habían comenzado en los inicios del siglo XX; en España la primera emisora, Radio Ibérica, fue inaugurada en 1923. Aunque la primera en obtener la licencia fue Radio Barcelona, inaugurada al año siguiente, luego Radio Madrid, y otras que se fueron integrando en Unión Radio, futura Cadena SER.
Los periódicos comenzaron a hablar de la radiofonía, el nuevo paraíso artificial. Los más afortunados tenían ya sus primeros aparatos de radio. Al principio, los sencillos receptores de galena, marca Ericsson, los mejores, como aseguraba la publicidad. Luego llegarían los aparatos de válvulas, más caros y con mejor sonido.
El diario La Libertad creó una sección dedicada a la Radiotelefonía, a su regulación, programas –en un principio sobre todo conciertos de fonógrafos– e impulsó el nacimiento de una asociación de radioaficionados.
Ibérica Telecomunicación y Radio Española fueron las primeras empresas españolas que construyeron los aparatos; fusionadas, los vendían en exclusiva a la casa Marconi, que ese año 1924 tenía arrendados los servicios de Radiotelegrafía del Estado. La radiodifusión española iba a ser un servicio estatal, de utilidad pública. La radio se fue convirtiendo en un elemento importante en los hogares.
En los periódicos de los años 30 solía haber anuncios de Radiotelefonía, anuncios por palabras que ofrecían su servicio de reparación de aparatos de radio.
En enero de 1936 –aún no había empezado la guerra que lo trastocaría todo–, se celebraba el Día de Reyes; los anuncios en la prensa recomendaban regalar las mejores marcas de los aparatos que había por entonces: Castilla, fabricado totalmente en España; Askar, la gran marca española; y Philips.
Desgraciadamente llegó la guerra.
Como en la vida real, en la obra de teatro Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán-Gómez, la radio se convierte en un personaje más de la historia. Era la forma de enterarse de lo que estaba pasando. Como dice don Luis, uno de los protagonistas, «quien más, quien menos, quieren estar pegados a la radio». Los vecinos escuchaban Unión Radio, y alguno buscaba «la otra radio… la de la otra zona», la zona nacional, que se oía solo «en onda corta, y sólo por la noche», había que estar informado.
Cuenta la pintora Amalia Avia en sus memorias, De puertas adentro, que durante la guerra, cuando era una niña de poco más de seis años «los mayores oían mucho la radio, sobre todo lo que llamaban el Parte. Durante el Parte no se podía hablar ni jugar y casi ni respirar, sobre todo si estaba mi tío el cura…» Era el Parte de Radio Nacional de España, la otra radio, que había sido creada en 1937 por el ejército sublevado.
A esas alturas, Radioseguro ofrecía adaptar la radio para cualquier onda…
Entre los años 1938-39 aparece varias veces el anuncio por palabras de Radioseguro en el que afirma que adaptará su radio para cualquier onda, corriente, voltaje.
Si los aparatos fallaban, los talleres ofrecían reparaciones rápidas y serias.
Parece que lo de Presencie reparación de su radio era algo habitual. Así se anunciaba Sanarradio, en la calle Hortaleza 23, como haría Radioseguro en el metro.
Por fin, recientemente el viejo anuncio de cerámica en la estación de Bilbao ha sido restaurado, complementado con algunas imágenes históricas del metro de Madrid.
«Radioseguro. Presencie la reparación de su radio garantizada por un año».
La Línea 1 del metro, a la que pertenece la estación de Bilbao, fue inaugurada en 1919. El anuncio de Radioseguro debió de ser pintado unos años después, entre otras cosas porque la radio aún no había llegado. Además por entonces los teléfonos en Madrid todavía tenían cuatro cifras. Según se puede ver en otros anuncios de la época, los teléfonos de cinco cifras comenzaron a aparecer en la segunda mitad de los años 20 del siglo pasado.
Por: Mercedes Gómez
NOTA: La información y los anuncios proceden de las publicaciones y fechas indicadas, disponibles en las Hemerotecas de la Biblioteca Nacional y del Ministerio de Cultura.
Después de más de un año cerrada por obras de reforma y por problemas añadidos, causados por las obras del complejo Canalejas, el pasado mes de mayo de 2019 la Comunidad de Madrid volvió a abrir la estación de metro de Sevilla, una de las más antiguas.
Por entonces se publicó en la prensa que durante los trabajos habían aparecido los restos de un antiguo mural publicitario de cerámica, un anuncio de Jabón y Sales de Carabaña.
Lo cierto es que su existencia se conocía desde hace años, gracias al investigador ceramólogo Antonio Perla. En 2002 ya habló de la “joven guapa y morena que pregona que el jabón de Carabaña es insuperable para la piel». En su trabajo sobre la azulejería del metro de Madrid contaba que ahí estaba, desde los años 20, época en la que se construyó la estación.
En los años sesenta, con la primera reforma del metro, se cegaron muchos vestíbulos y pasillos de las primeras estaciones, las que se habían construido desde 1919 a 1936. Los murales publicitarios quedaron tapados.
Contaba Perla que solo en la estación de Sevilla había veinticuatro anuncios de cerámica de distintas dimensiones. Solo se ha conservado uno.
El mural restaurado ha sido colocado en la ahora única entrada a la estación, antes de llegar al acceso a los andenes.
Como nos informa metro de Madrid, “ocupa una superficie de cerca de 8 metros cuadrados y consta de un rectángulo con azulejos blancos de 15 centímetros de ancho por 15 centímetros de largo. En él aparece una mujer ataviada con ropa de los años 20 junto al lema ‘Jabón sales de Carabaña insuperable para la piel’, enmarcado por una cenefa negra y rodeado por un panel de azulejos mayores, de 20 por 20 centímetros”.
En el extremo inferior a la derecha figura el nombre del dibujante y quizá el año: “Baldrich. 24”.
Roberto Martínez Baldrich (1895-1959) fue un ilustrador conocido por sus dibujos de figuras femeninas, las consideradas modernas en los años 20, la silueta de la mujer en boga.
Baldrich trabajó en el diario ABC y la revista Blanco y Negro entre otras publicaciones. El Museo ABC guarda algunas de sus obras.
En el extremo izquierdo del mural, bajo la orla, parcialmente, se conserva otro letrero muy interesante:
En la primera línea, parece que pone:
“Publicidad en el Metro(politano) J. Roc cl. Sagasta 1 ”
En la segunda, figura el taller donde se realizó el mural:
“Ce ica ome o o..o 9”,
Aunque las palabras no están completas, creo que se trata del taller de Cerámica de Alfonso Romero, que estuvo situado en la calle del Rollo, 9, donde vivió el ceramista.
Recordemos que Alfonso Romero se trasladó a Madrid en 1906. Primero trabajó en la fábrica de Carabanchel de Enrique Guijo, a quien ya había conocido en Sevilla, y en 1915 entró en su famoso taller de la calle Mayor. Luego tuvo su propio horno en la calle del Rollo. De ambos ceramistas, andaluces, son muchas de las maravillosas obras de arte que aún hoy día adornan algunas tabernas y tiendas madrileñas, también el metro, aunque la mayoría desgraciadamente se han perdido.
Por: Mercedes Gómez
————-
Bibliografía:
MUÑOZ-ROJAS, Ritama. “Los tesoros secretos del metro”, El País, Madrid 10 dic. 2002.
DE GALINSOGA, Luis. “La línea femenina moderna perpetuada por Ribas y Baldrich”, Blanco y Negro. Madrid, 13 junio 1926.
DE LA MILLA, Fernando. “Nuestros dibujantes. Roberto Martínez Baldrich”. La Esfera, Madrid, 16 octubre, 1926.
Hace ya tiempo visitamos por primera vez la Nave de Motores de Pacífico y contamos su historia. Se trata de una de las sedes del Museo del Metro de Madrid Andén Cero –la otra es la Estación de Chamberí–.
Recordemos que esta central eléctrica se comenzó a construir en 1923 en una gran parcela propiedad de la Compañía, entre las calles de Cavanilles, Sánchez Barcaiztegui y Valderribas, para mejorar el funcionamiento de la red de Metro, solucionando posibles faltas de suministro eléctrico.
Tres grandes motores diesel fueron instalados en la nave. La gran potencia de esta central llegó a proporcionar energía a otras subestaciones e incluso a la ciudad. Fue la central eléctrica española de mayor potencia en su momento. Durante la guerra suministró luz a la población madrileña.
Volvemos a la Nave de Motores para visitar la exposición 100 años de Metro. Pasado, presente y futuro.
La muestra narra lo ocurrido a lo largo de estos cien años, desde los orígenes, la construcción que comenzó en 1917, la inauguración dos años después de la primera línea con ocho estaciones, hasta llegar a las trescientas dos que tiene la red hoy día y los proyectos futuros… Fotografías, documentos, objetos, textos y videos explican la historia y el rico patrimonio de Metro de Madrid.
Una de las joyas expuestas es la maqueta de la estación de Sol que reproduce el cruce de las tres primeras líneas bajo la plaza con todos sus edificios emblemáticos. Fue realizada en 1949 en madera, escayola, alambre y pintura.
Además estos días tenemos la oportunidad de acceder mediante visita guiada a un espacio desconocido hasta ahora, normalmente cerrado al público, el sótano de la Nave de Motores.
Bajo los impresionantes motores se encuentran las maquinarias que controlaban la Central que suministraba la energía al Metro de Madrid. Unos pasadizos llegan a un túnel que conectaba con la estación de Pacífico. Años después conectó también con las subestaciones de Quevedo y Castelló, de las que también hablamos aquí.
Un doble cable de 15.000 V recorría el subsuelo de Madrid.
Vemos algunas de las herramientas que utilizaban, máquinas, los espacios estrechos en los que debían desenvolverse los operarios, con ruido, calor… debía ser duro trabajar allí.
La exposición es de entrada libre, en la Nave de Motores, calle Valderribas, 49.
Horario: De lunes a viernes de 17:00 a 21:00 horas y los sábados y domingos, de 12:00 a 21:00 horas
Para el recorrido guiado y acceso a los sótanos es necesario reservar la visita.
Hasta el 15 de julio.
Por Mercedes Gómez
El siglo XX español fue tiempo de grandes poetas, uno de ellos, quizá uno de los más importantes, fue Vicente Aleixandre, quien además de crear su obra, acogió y ayudó a todos los demás, a los de su propia generación, y a las posteriores, hasta el momento de su muerte, a los 86 años de edad. Todo ello tuvo como escenario su casa, la Casa de Velintonia, en Madrid.
Vicente Aleixandre nació en Sevilla, el año 1898, fecha que marcó una generación. Al año siguiente, nació su hermana Concepción, Conchita, que le acompañaría toda su vida. Solo un año después, sus padres, Cirilo Aleixandre y Elvira Merlo, junto con sus dos hijos, se trasladaron a vivir a Málaga. Finalmente, en 1909, Vicente era un niño de 11 años, la familia fue a Madrid, ciudad que prácticamente ya nunca abandonaría.
Su padre era ingeniero de ferrocarriles, y él mismo, que se había licenciado en Derecho y conseguido el título de Intendencia Mercantil, en 1921 comenzó a trabajar en las oficinas de los Ferrocarriles Andaluces en Madrid. En 1925 pasó a trabajar en la Compañía de Ferrocarriles del Norte. Pero Vicente había conocido durante un verano a Dámaso Alonso, joven entonces de su misma edad, quien le prestó un libro con poemas de Rubén Darío y despertó su interés por la poesía, también ya para siempre.
En esta década de los años 20, la Compañía Urbanizadora Metropolitana, propietaria del recién nacido Metro de Madrid, construyó una serie de edificaciones en los terrenos que había adquirido en 1919, entre la Glorieta de Cuatro Caminos y la Moncloa. Parte de dichas edificaciones fueron viviendas unifamiliares aisladas, en el llamado Parque Metropolitano Urbanizado, entre la calle de Reina Victoria y el Paseo de Juan XXIII.
Uno de estos hoteles se comenzó a construir en 1921, en la calle de Wellingtonia nº 3, según proyecto de Julián Otamendi, para el Señor Aleixandre, padre de Vicente (*).
En este Parque de viviendas intervinieron distintos arquitectos, no solo los de la propia Urbanizadora, como el propio Julián Otamendi, su hermano Joaquín, Casto Fernández-Shaw y José Salcedo, sino también otros contratados por los propietarios, como Secundino Zuazo, Luis Sainz de los Terreros, Amós Salvador, etc., por lo que se produjo una gran mezcla de estilos, ecléctico, racionalista, regionalista… Actualmente muchas de las construcciones originales han desaparecido o han sido muy transformadas, pero aún se conservan algunos ejemplos interesantes.
En general las viviendas estaban destinadas a clases acomodadas, profesionales y artistas, por lo que se trataba de hoteles de semilujo, aunque hubo alguno inspirado en la arquitectura popular, más sencilla, entre los que se encuentra el edificado para la familia Aleixandre.
En 1927, curiosamente otra fecha importante en la vida de Aleixandre, que da nombre a una generación de poetas, la familia se instaló en esta casa del Parque Metropolitano, en la calle que Vicente llamaba calle de Velintonia.
Nada más traspasar la verja de entrada a la casa, una lápida de la Asociación de Escritores y Artistas españoles colocada en Abril de 1985, un año después de su muerte, recuerda al “Socio de Honor Vicente Aleixandre, Premio Nobel de Literatura”.
Enseguida se accede al jardín por unas escaleritas de ladrillo por las que tantas veces bajara Vicente.
Otro bonito detalle de la sencillez del lugar es el antiguo gallinero allí conservado.
La historia del poeta, y quizá de la Poesía de una época, es la historia de esta casa. Nada más llegar a vivir a ella, Vicente Aleixandre plantó un cedro, hoy convertido en un gran ejemplar que continúa ofreciendo su sombra a la casa y a los visitantes ocasionales.
Excepto los veranos, época que pasaban en Miraflores de la Sierra, la vida del poeta transcurrió entre las paredes del hotelito, y bajo este árbol protector.
Vicente Aleixandre tuvo problemas de salud desde muy joven, lo cual motivó que con el tiempo saliera muy poco de casa, pero él siempre tuvo sus puertas abiertas, y todos le visitaban. Entre sus paredes han conversado los poetas de varias generaciones, tanto de la suya propia, Gerardo Diego, Jorge Guillén, como posteriores, allí acudían todos… Cernuda, García Lorca, Neruda, Miguel Hernández…
Únicamente hubo un paréntesis, durante la guerra, situada en pleno frente, la casa fue casi destruida y perdieron casi todas sus pertenencias. Fue Miguel Hernández, que recordemos se había alistado en el ejército republicano, quien le ayudó a llegar hasta la casa y recobrar algunos libros, pocos.
Su madre había muerto en 1934, y su padre murió al año siguiente de terminar la guerra. El hotel fue reconstruido y los dos hermanos volvieron a instalarse en él.
Para entonces Vicente Aleixandre ya había escrito La destrucción o el amor y obtenido el Premio Nacional de Literatura.
En 1977 se le concedió el Premio Nobel, que no pudo ir a recoger por sus problemas de salud. En diciembre de ese mismo año el Ayuntamiento cambió el nombre de la calle por el de Calle de Vicente Aleixandre, algo que al parecer nunca gustó al poeta, comentaba que podían haberle dedicado cualquier otra calle de Madrid, y mantener el nombre de la que siempre fue su calle, la calle de Velintonia.
Vicente Aleixandre murió en 1984.
Su hermana Conchita murió dos años después. La casa fue alquilada durante un tiempo, desde hace años permanece deshabitada.
Hace unos días hemos tenido la inmensa suerte de poder entrar en la casa ahora vacía.
Las paredes desnudas guardan las huellas del pasado vivido, de las personas, y de los libros y los cuadros que allí estuvieron.
A pesar de la ausencia de muebles y objetos personales, y el mal estado de los muros, un ambiente mágico reina en estas estancias vacías, el recuerdo de sus inquilinos y amigos lo impregna todo.
Pervive su espíritu, y detalles que recuerdan que en el interior de esta casa hubo vida y comodidades, como los huecos de las estanterías que en el pasado ocuparon libros, y el curioso calientaplatos en el radiador del salón.
Resulta conmovedor el modesto lavabo en la esquina del dormitorio.
Desde la biblioteca, y desde la que fuera habitación del escritor se puede contemplar el mismo paisaje y el mismo árbol que le acompañó durante casi toda su vida.
El pasado sábado 14 de Mayo se celebró un emotivo homenaje al también escritor y poeta José Luis Cano -desaparecido en 1999-, con motivo del centenario de su nacimiento, gran amigo de Aleixandre y primer impulsor de la campaña iniciada en 1995 para Salvar la Casa de Velintonia y convertirla en sede de la Fundación Vicente Aleixandre y Casa de la Poesía, o centro de documentación y estudio de la poesía española del siglo XX.
En el jardín por donde paseara y en el que tantos días descansara Vicente Aleixandre, un grupo de amigos, familia del poeta y de José Luis Cano, una vez más bajo el gran cedro, recordaron con emoción la vida de ambos y la de tantos escritores que por allí pasaron.
La familia de Vicente Aleixandre desea vender la casa a las instituciones públicas, con el objetivo de que no desaparezca, pero desde hace más de quince años estas no parecen comprender su valor y las posibilidades que puede ofrecer a Madrid, a la Poesía y a la Cultura en general. De momento, sus descendientes de vez en cuando la abren a todos los amigos y amantes de la poesía, como durante toda su vida hizo Vicente Aleixandre recibiendo a todo aquel que llamó a su puerta.
Salvemos la Casa de Vicente Aleixandre, salvemos la Casa de la Poesía.
Texto y fotografías : Mercedes Gómez
——
(*) Actualización 10 junio 2021
Añado Bibliografía: artículo publicado en nov. 2018, años después de la publicación de esta entrada en mi blog, que explica que el arquitecto autor del diseño de la Casa de Vicente Aleixandre fue Lorenzo Gallego Llausás.
BONET, Álvaro: Velintonia. La casa silente de Vicente Aleixandre.
Ver también:
Guía COAM: Parque Urbanizado de la Compañía Urbanizadora Metropolitana
Comentarios recientes