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Esta entrada es una actualización del artículo «Paseo en busca de la muralla árabe» publicado en 2012. Aunque han pasado diez años, no hay grandes novedades, pero me gustaría recordar la importancia del estudio de la muralla del siglo IX, origen de Madrid. Y animar a los posibles lectores a recorrer su camino, desde la plaza de Oriente hasta la Cuesta de la Vega, y evocar nuestro pasado.
El emir Mohamed I fundó Mayrit, una pequeña ciudad amurallada, hacia el año 865, en un lugar privilegiado, rodeado de defensas naturales, el arroyo de Leganitos –Cuesta de San Vicente–, el arroyo de las Fuentes de San Pedro –calle de Segovia– y el río luego llamado Manzanares. Probablemente por entonces ya vivían en la zona algunos grupos de población musulmana pero fue en la segunda mitad del siglo IX cuando los árabes se establecieron de forma organizada, primero con un objetivo meramente militar. Con el tiempo los mayritíes desarrollaron una rica vida cultural y científica, como demuestran, además de las fuentes escritas, los objetos de su vida cotidiana encontrados en las excavaciones de la plaza de Oriente, de la Cuesta de la Vega y en los arrabales islámicos, que podemos contemplar en nuestros museos.
La mayoría de investigadores están de acuerdo en que el Madrid islámico estaba formado por dos recintos, el primero, de unas cuatro hectáreas, con la forma de un cuadrilátero irregular, acogía la medina o recinto urbano.
El segundo recinto, hipotético, era otro espacio fortificado donde se encontraba la residencia del Gobernador. Probablemente se hallaba en el lugar donde hoy se levanta el Palacio Real aunque algunos autores dicen que pudo estar donde hoy se encuentra la Catedral de la Almudena.
Respecto a lo anterior, antes de comenzar nuestro recorrido recordemos que al norte de este primer recinto, en la actual plaza de Oriente se conservan escasas pero importantes huellas de la presencia árabe:
En primer lugar, parte de un muro de un albacar del siglo X. Era un recinto anejo a la fortificación de la ciudad, probable ampliación del primer recinto árabe hacia el norte, que entre otras funciones pudo tener la de servir de refugio a la población en caso de ataque. Es un resto importantísimo, por su datación y posible significado, desgraciadamente no conservado.
Y en segundo lugar, una atalaya del siglo XI.
Desde los Altos de Rebeque, punto más alto de la muralla, contemplamos la espectacular vista de lo que fue Mayrit.
Este primer recinto, antigua al-mudayna o almudena, tenía tres puertas, la de la Sagra, la de la Almudena y la de la Vega, y algún portillo.
De la Puerta de la Sagra, que se cree estaba situada entre la actual plaza de la Almudena y los Altos de Rebeque, aún no hay pruebas materiales de su existencia, que quizá permanecen escondidas bajo la calle de Bailén y esperamos que algún día salgan a la luz.
Siempre hemos imaginado que bajo el jardín de los Altos de Rebeque se encontraba la muralla, que discurría por esos terrenos, para dirigirse a la calle Mayor por la calle del Factor.
Ahora, tras la realización de una serie de catas arqueológicas a cargo del Ayuntamiento, en la base del muro de contención que existe en la mencionada calle del Factor se hallaron restos de interés de los cuales esperamos conclusiones definitivas oficiales, que «podrían corresponder, en parte o en su totalidad, a secciones de los primeros recintos fortificados de la Villa, bien de un solo momento histórico o de sucesivos».
Como ya vimos durante nuestro paseo por la calle del Factor, en 2005, en el solar del nº 3 se realizaron las correspondientes prospecciones arqueológicas. Se localizaron restos de construcciones pertenecientes al siglo XVII levantadas junto a la muralla.
Sobre todo ello se construyó un nuevo edificio de viviendas.
A continuación, en el nº 1 de la calle, esquina Mayor 86, donde se encuentra el Palacio de Abrantes, actual sede del Instituto Italiano de Cultura, en uno de los muros de la Biblioteca lucen los restos de sílex de la vieja muralla.
El muro discurre paralelo a la calle Mayor, perpendicular a la del Factor. El hecho de que en los planos de la Comunidad de Madrid que representan la muralla, en este lugar aparece dibujado uno de los cubos como elemento constatado, nos lleva a preguntarnos si los alrededor de cinco metros que podemos contemplar corresponden a dicho cubo, más la anchura de la muralla.
Continuando nuestro paseo llegamos a la calle Mayor donde se hallaba el Arco de la Almudena, luego llamado de Santa María.
Cruzamos la calle Mayor, bajo la cual acaso permanezcan escondidos vestigios de la Puerta de la Almudena.
La muralla continuaba hacia el lugar donde desde el siglo XVII se levanta el Palacio de Uceda, hoy sede de Capitanía General. Desde allí la tapia se dirigía hacia el oeste.
Rodeando el Palacio de Uceda nos acercamos al Viaducto cuyo arco situado más al norte traspasamos. Así, llegamos al aparcamiento del edificio cuya fachada principal da a la calle de Bailén nº 12, construido en 1959 sobre la muralla, tras destruir varios metros del largo lienzo descubierto pocos años antes. Resulta asombroso comprobar que allí debajo, tras la reja de la propiedad privada, pervive parte del monumento más antiguo de Madrid, incluyendo una de las torres.
Nos dirigimos hacia el Parque de Mohamed I, bajando por la Cuesta de Ramón.
Aquí, junto a la Cuesta de la Vega, frente a la Catedral de la Almudena, se halla el lienzo más largo conservado, descubierto y defendido en 1953 por Jaime Oliver Asín y Leopoldo Torres Balbás, que lograron salvar una gran parte del hallazgo. El día 2 de diciembre de ese año el diario ABC publicó la noticia de la carta enviada por ambos al periódico.
En la década de los 70, tras la demolición del Palacio de Castro Serna, perteneciente a la duquesa de Benavente, la muralla fue restaurada. Los restos de las viviendas aparecidas (de los siglos XVII a XIX) se conservaron. En la última remodelación del parque fueron tapadas.
El lienzo de muralla en la Cuesta de la Vega mide aproximadamente 120 metros de muro de pedernal en su parte inferior y piedra caliza blanca en la parte superior, jalonado por varias torres macizas cuadradas, características de la arquitectura militar islámica.
Su anchura aproximada es de 2,60 m.
En la confluencia de la calle Mayor con la Cuesta de la Vega se abría la Puerta de la Vega, la más importante. Se conserva parte de la torre derecha -vista desde el exterior-. Probablemente bajo la calle Mayor se encuentren los restos de la torre de la izquierda y de la Puerta, quizá algún día los encontremos.
Una segunda torre está casi totalmente desaparecida. El lienzo conserva en gran parte otras tres torres. Desde allí la muralla se dirigía hacia el norte, bordeando la llamada Cornisa de Madrid.
Desaparecido su rastro bajo la Catedral, durante las obras de construcción del Museo de Colecciones Reales aparecieron importantes restos arqueológicos, entre ellos la muralla correspondiente al extremo noroeste que ahora se encuentra en las salas del museo cuyas obras tuvimos oportunidad de visitar en 2012.
El edificio, obra de los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla, ha sido construido junto al Palacio Real para albergar el Museo de Colecciones Reales.
La visita, guiada por Emilio Tuñón fue muy emocionante e interesante.
Durante nuestra visita al futuro museo solo pudimos adivinar los hallazgos y fantasear sobre la vieja fortaleza, ya que se encontraban cubiertos por lonas y andamios. El lienzo de muralla en su parte más alta conservada mide unos 8 metros.
Los tramos hallados miden en total unos 70 metros, que podemos ver en las fotos publicadas por los arquitectos. Su construcción es similar al lienzo de la Cuesta de la Vega, de sílex y caliza, igualmente trabados con argamasa de cal. También aparecieron varios cubos de planta cuadrangular.
Los restos arqueológicos se podrán contemplar en dos salas. El motivo de la separación –representada en el plano a continuación–, como cuenta Emilio Tuñón, es la pérdida de una buena parte el siglo pasado durante la construcción de la Catedral.
Por fin, esperamos con ilusión la anunciada inauguración del museo el próximo año 2023, que por cierto ha pasado a llamarse Galería de las Colecciones Reales.
por Mercedes Gómez
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Bibliografía:
VVAA. Plaza de Oriente. Arqueología y evolución urbana. Ayuntamiento de Madrid, Madrid, 1998.
VVAA. Las murallas de Madrid. Ed. Doce Calles. Comunidad de Madrid 2003.
F.J. Marín Perellón y J. Ortega. La forma de la Villa de Madrid. Comunidad de Madrid 2006.
E. Andreu. «El Madrid Medieval». Cæsaraugusta, 78. 2007, pp.: 687-698
J.L. Garrot. «Recuerdos de Mayrit», En el tránsito de la Edad Media a la Moderna, Madrid 2008, pp. 83-103.
Christine Mazzoli-Guintard. Madrid, pequeña ciudad de Al-Andalus (siglos IX al XXI). Ed. Almudayna. Madrid 2011.
Emprendemos un nuevo paseo en busca de la muralla medieval, la fortificación construida desde finales del siglo XI-siglo XII tras la llegada del rey Alfonso VI a Mayrit, con el fin de actualizar la localización y estado de los restos conservados.
Recordemos que los límites del llamado segundo recinto estaban marcados por el antiguo Alcázar -ubicado aproximadamente en el lugar donde hoy se levanta el Palacio Real-, y sus cuatro puertas: La Puerta de Valnadú, la Puerta de Guadalajara, la Puerta Cerrada y la Puerta de Moros.
El Plano de Espinosa, de 1769, representa perfectamente algunos de los tramos, conocidos gracias a la Planimetría General de Madrid realizada a partir de 1750, que aún hoy nos sirve de ayuda para completar nuestro recorrido.
Siguiendo el plano, de norte a sur, el paseo se puede leer/recorrer de una vez, o, si os parece muy largo, dividirlo en cuatro tramos, igual que la propia muralla. Como guste el lector/caminante.
1
De la Puerta de Valnadú a la Puerta de Guadalajara
En algún sitio cercano al Alcázar, procedente del primer recinto islámico, nacía la muralla construida a lo largo del siglo XII en mampostería de sílex y piedra caliza.
La muralla debía de recorrer los terrenos donde hoy se asienta el Teatro Real y llegar a la plazuela de los Caños del Peral, actual plaza de Isabel II. Es un tramo hipotético, pero –hay que citarlo–, en un programa de Telemadrid dedicado a los 200 años del Teatro Real, paseando a más de veinte metros bajo el suelo de Madrid por una galería perimetral, los protagonistas comentaron que ahí dicen que está la muralla cristiana.
La Puerta de Valnadú es quizá la más desconocida de todas, en cuanto a ubicación y características. Una placa la recuerda en la esquina de la calle de la Unión con la de Vergara.
Desde la Puerta de Valnadú –próxima a la actual plaza de Isabel II–, en su camino hacia la Puerta de Guadalajara en la calle Mayor, la muralla discurría entre las actuales calles de la Escalinata y Mesón de Paños –ronda exterior- y del Espejo –ronda interior–.
En la plaza de Isabel II nº 3, en el sótano del restaurante Foster’s Hollywood, se hallan los restos, muy modificados, de un lienzo en su cara intramuros. En el centro existe una puerta con arco de medio punto de ladrillo, abierta en época más moderna, que comunica con el solar colindante en la calle de la Escalinata.
Dicho solar, en la calle de Escalinata nº 21, tras la demolición en 1988 del edificio que lo ocupaba, ocultos durante mucho tiempo tras unos paneles, en 2012 quedaron al descubierto los vestigios de la muralla, en su cara extramuros, muy deteriorados, pidiendo a gritos desde entonces una consolidación, restauración y acondicionamiento. La puerta que vemos es la misma que pudimos ver en el interior del restaurante, en su cara exterior.
Recientemente se ha publicado en la prensa, aquí, que el Ayuntamiento procederá a calificar este solar como zona verde de uso público. Después, lo prioritario debería ser la restauración y protección de la muralla.
Desde Escalinata se ve perfectamente el singular edificio, situado en Espejo nº 12, que fue construido adaptándose a la forma de una torre de la fortaleza defensiva, forma que ha conservado a lo largo de los siglos a pesar de las construcciones sucesivas.
A sus pies hay un garaje con entrada por la calle de la Escalinata nº 13 donde además de coches se guardan los restos de la torre y un considerable tramo de la muralla.
A sus espaldas, intramuros, en el solar que corresponde al nº 14 de la calle del Espejo, cerrado desde hace mucho tiempo, también existen vestigios constatados en los años 80. Recientemente ha habido obras, al parecer se ha llevado a cabo un nuevo estudio arqueológico. Esperamos noticias.
Las obras, a fecha de hoy, de momento parece que han terminado.
A continuación, en el mencionado número 12 de la calle del Espejo se conservan varios metros de restos de muro bajo un cristal. Aparecieron en 2009 durante las obras de acondicionamiento de la escuela allí alojada. El local era la sede de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País y del Centro de Estudios Jovellanos. Un letrero en la cabecera del aula recordaba a los alumnos y visitantes ocasionales, que «estos restos arqueológicos pertenecen a un lienzo del segundo recinto amurallado de Madrid (siglo XII)». Este tipo de información debería figurar junto a todos los restos conservados, y no es así.
Vendido el inmueble, en 2016 fue ocupado por la Pastelería Santa Eulalia. Las dos aulas de la anterior escuela fueron unidas en un único espacio.
En el nº 2 de Espejo, antiguo taller de reparación de instrumentos musicales, también se conserva una parte del lienzo, constatado según estudio arqueológico.
En otra noticia televisiva (que no tenía nada que ver con la muralla) pudimos ver hace pocos meses un muro que seguramente pertenece a ese tramo.
A espaldas de la calle del Espejo, en la calle Mesón de Paños números 11-15 se constataron restos de los que al parecer no queda nada, tras la construcción de viviendas modernas a finales de los años 60 del pasado siglo.
La muralla sigue su camino hacia la calle Mayor y atraviesa la Calle de Santiago, en cuyo nº 2, tras el derribo del edificio que lo ocupaba, en 1977 durante la construcción de las nuevas viviendas se realizó una intervención arqueológica que permitió constatar la presencia de la cerca. En el garaje se guardan muestras de aquellos hallazgos.
La muralla continuaba. En el subsuelo del edificio de la calle Milaneses nº 2 –que fue tapiado hace tiempo, y así continúa– también se hallaron restos arqueológicos, probablemente vestigios de la muralla.
A esta altura, en la calle Mayor se encontraba la Puerta más importante de la Villa, la Puerta de Guadalajara.
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2
De la Puerta de Guadalajara a Puerta Cerrada
El camino de la muralla desde la Puerta de Guadalajara hasta Puerta Cerrada es conocido. La Cava de San Miguel y la calle de Cuchilleros nacieron sobre el foso, originando las manzanas 171 y 169.
En las escasas intervenciones arqueológicas realizadas en este tramo se documentó un resto original en su cara intramuros, en la calle Gómez de Mora nº 4, planta baja.
Desde aquí la muralla continuaba su camino hasta la Puerta Cerrada.
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3
De Puerta Cerrada a Puerta de Moros
La Puerta Cerrada fue la segunda en importancia en el Madrid medieval, después de la de Guadalajara.
Se encontraba situada en la actual plaza del mismo nombre, entre las calles del Nuncio, Gómez de Mora, Cava Baja y Cuchilleros.
La muralla, que desde Puerta Cerrada se dirigía hacia Puerta de Moros, discurre por el interior de la manzana 150 que igual que muchas otras, como hemos visto, nació alrededor de la tapia.
La puerta ya no existe pero la plaza guarda aún hoy día muchas huellas del Madrid medieval. En los edificios que a ella se asoman se encuentran algunos de los vestigios más notables de muralla cristiana. En el nº 6 se conserva un lienzo completo en altura, a través de los pisos de las viviendas, visible en el sótano del bar en la planta baja.
En dicho lienzo se apoyan los edificios del mencionado nº 6, el 5 y el colindante nº 4, una construcción muy antigua, tal vez del siglo XVIII, que en 2008 en parte se encontraba apuntalada. A pesar de su antigüedad y de tratarse de un edificio teóricamente protegido, en 2011 fue demolido.
Al fondo del solar se ve el muro de otro de los edificios apoyados en la muralla, el correspondiente a la Cava Baja nº 4. La buena noticia fue que quedaron a la vista nuevos restos de la cerca en su cara extramuros y de un torreón semicircular. Tras el derribo se estudiaron los hallazgos de los dos solares, el de Puerta Cerrada nº 4 y el de Cava Baja 4. En este último, el lienzo en su cara extramuros hasta el nivel de la primera planta y el impresionante torreón, que se conserva casi en su totalidad.
La torre y parte del lienzo de muralla estaban prácticamente cubiertos por un testero que fue eliminado y se procedió a su consolidación además de analizar la técnica constructiva. Los restos que quedaron a la vista en el solar de Puerta Cerrada 4 también se estudiaron y consolidaron.
No existe nada semejante en todo Madrid. Los propietarios continúan esperando los permisos para poder convertir el local en restaurante y que todos podamos admirar la espectacular torre medieval.
La torre, de forma semicircular, como todas las más de cien que formaban parte de la muralla cristiana madrileña –al contrario que las construcciones militares islámicas que solían ser cuadradas–, construida en mampostería de sílex y piedra caliza, ocupa la planta baja y el primer piso del inmueble.
Se conserva una de las ventanitas o saetera, y en su interior la escalera de subida hasta ella. Es emocionante imaginar cómo sería su aspecto y recordar su función en el Madrid medieval, hace más de nueve siglos. La calle, actual Cava Baja, era la cava o foso de la muralla que no olvidemos formaba parte de la fortificación defensiva del Madrid cristiano desde finales del siglo XI.
A lo largo de la Cava Baja se localizan diversos tramos visibles desde algunas viviendas y locales comerciales.
En el número 10 se encuentra uno de 7 metros de largo por entre 1 y 4 de altura, un precioso ejemplo consolidado y acondicionado mediante acristalamiento y luces que favorecen su contemplación.
Hace pocos años nuevos restos, unos doce metros, salieron a la luz en el nº 12, en una de las antiguas posadas de la Cava. La Posada del León conserva además del arranque del cubo que ya pudimos contemplar en el edificio del nº 10, y la mitad de otro cubo, un lienzo de unos 12 metros de largo y un metro de anchura. Este bonito hotel ha resguardado bajo cristales los restos defensivos que se pueden admirar en su restaurante, a la entrada del local.
La muralla continúa en el edificio contiguo, números 14-16, la Posada del Dragón y antigua jabonería La Antoñita. El acogedor bar y restaurante en la planta baja también guarda la muralla.
En el nº 22, otro solar durante muchos años cerrado tras una puerta de madera, como el que vimos en Espejo, guardaba más vestigios de la muralla medieval.
Durante más de treinta años el solar, de más de setecientos metros cuadrados, con entrada por la Cava Baja 22 y Almendro 3 estuvo tapiado y cerrado, excepto una época en que al parecer sirvió de aparcamiento. Solo sabíamos que allí se había constatado la existencia de restos de muralla.
En 1983 fue realizada una excavación arqueológica con el fin de localizar dichos vestigios, perfectamente documentado su paso por el lugar, y de datarlos. Aparecieron unos cuatro metros de muralla y el arranque de uno de los cubos semicirculares, y restos arquitectónicos superpuestos o adosados a ella, desde el siglo XIV al XIX; la muralla conserva solo una altura de unos dos metros. Se consideró una construcción de finales del siglo XI, comienzos del XII. Los restos del muro hallado son, según los informes entonces, de mampostería con un espesor de unos dos metros y medio.
En 2016 el Ayuntamiento de Madrid acondicionó el lugar y abrió sus puertas.
El lugar por el que discurría la muralla y el torreón, cuyos restos subsisten bajo el nivel del suelo, se marcaron en el pavimento que recrea la forma de su planta. Ahora podemos ver y comprender el camino que seguía la muralla, límite de Madrid en el siglo XII.
En el nº 15 de la calle del Almendro existe otro lienzo, de unos 16 metros de largo por 11 de alto, hallado tras el derribo de un edificio en 1967, que hasta hace poco nunca había sido restaurado ni objeto de estudio. Su estado, muy deteriorado por antiguas perforaciones y el paso del tiempo, era de ruina.
Volvemos al exterior de la Villa, a la Cava Baja. En el nº 30 se conserva un largo lienzo de muralla muy antiguo, al parecer el único de construcción altomedieval, es decir, del siglo XI ó XII, pues la mayoría presentan intervenciones de siglos posteriores; mide 19 m de largo por 11,5 de alto.
Esto significa que, después de la muralla árabe en la Cuesta de la Vega construida en el siglo IX, y la impresionante torre mudéjar de la iglesia de San Nicolás de los Servitas del siglo XII, estamos ante una de las construcciones más antiguas de Madrid.
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4
De Puerta de Moros a la Puerta de la Vega
Al final de la Cava, llegamos a la plaza del Humilladero donde se encontraba la Puerta de Moros.
Desde aquí, la muralla se dirigía hacia el Barranco, actual calle de Segovia.
Los restos conservados en el número 3 de la plaza de los Carros, planta baja y sótano, permiten apreciar el modo en que la cerca medieval madrileña fue utilizada en la construcción de viviendas e incluso habitada.
Tal como explicaba la investigadora Mercedes Agulló «… los habitantes madrileños de la muralla no sólo la habían utilizado como morada, sino que la habían adaptado a sus necesidades y caprichos abriendo puertas y ventanas, ocupando las torres y torreones, agregando a las casas que estaban arrimadas a ella parte de la propia muralla de Madrid o derribando y deshaciendo lo que les estorbaba.»
Como hemos repetido tantas veces, desde el siglo XV, y sobre todo en el siglo XVI, las manzanas se formaron alrededor de la muralla, utilizando lo que convenía, destruyendo o modificando lo que no. Así ocurrió con la entonces futura manzana 126 cuyas casas darían lugar a las calles de Don Pedro y de Los Mancebos.
Tuvimos noticias del lienzo a finales de 2003, con la apertura del primer local abierto. Mide unos 6 metros de largo por 2,80 de alto. Cerrado el primer restaurante, el local ha sido ocupado por sucesivos bares, el último hace pocos meses.
En la Calle Mancebos 3 se encuentra otro de los lienzos conservados en su cara intramuros.
Es incomprensible el estado en el que se encuentra en la actualidad, literalmente cayéndose a trozos, uno de nuestros monumentos más antiguos, bien de interés cultural, de protección obligada. Esperemos que forme parte del plan de mejora que afecta al solar de la calle de la Escalinata y, suponemos, al de la calle del Espejo.
Este tramo, que bajaba desde la Puerta de Moros entre las actuales calles de don Pedro y de los Mancebos, continuaba por la de los Yeseros y Angosta de los Mancebos.
Volvemos por un momento al exterior del recinto amurallado. En la calle de Don Pedro 8, 10 y 12, en el interior del antiguo Palacio del marqués de Villafranca, hay un lienzo espectacular.
La zona del palacio que hoy corresponde al nº 8 son viviendas.
Después de la rehabilitación, el edificio hoy día está ocupado por modernos apartamentos en alquiler en los que en algunas de las habitaciones se mantiene la muralla a la vista, los conocemos por sus anuncios, bautizados como La Muralla, utilizada como reclamo.
En los números 10 a 12, se conserva un lienzo espectacular, bien restaurado y cuidado, de unos 30 metros, en el sótano del antiguo palacio, actual sede de la Real Academia de Ingeniería. Un tesoro.
Desde aquí la muralla descendía hacia la calle de Bailén, continuaba paralela a la Cuesta de los Ciegos y después atravesaba el antiguo Arroyo de San Pedro, hoy Calle Segovia, para llegar hasta la Cuesta de la Vega donde se unía a la primera muralla, construida en el siglo IX, probablemente a la altura del tercer cubo desde la Puerta de la Vega.
Por: Mercedes Gómez
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NOTA: Esta entrada es una actualización de nuestros paseos en busca de la muralla medieval, en los enlaces a los varios artículos anteriores se puede encontrar bibliografía.
En la entrada anterior, Fuentes y templetes de la Red de San Luis, conocimos la historia de la plazuela de San Luis, desde el siglo XVII hasta la actualidad.
Nos quedamos en el momento de la inauguración oficial de la nueva estación de metro de Gran Vía, con el famoso templete. Al día siguiente se abrió a los viajeros. Ahora, además de poder volver a coger el metro en la estación después de casi tres años cerrada, podemos visitar una pequeña zona musealizada con hallazgos arqueológicos aparecidos durante las obras, así como algunos paneles informativos.
En el vestíbulo se ha restaurado el bonito mural cerámico, obra de Miguel Durán Loriga realizado en los años 70 del pasado siglo, y se ha recuperado el escudo de Madrid de cerámica vidriada, realizado en azulejos con reflejo metálico por el ceramista Ramos Rejano. En las vitrinas se exponen cerámicas de la decoración original de la estación.
Pero, sobre todo, es interesante que, además de los restos de la propia estación de metro construida en el siglo XX y explicaciones sobre su construcción, la Gran Vía, Antonio Palacios, etc., se exponen objetos que son testigos importantes de la antigüedad de la zona. La mayor parte son del siglo XIX, pero, según las cartelas, también de siglos anteriores. Objetos que nos llevan a preguntarnos cómo era la zona en sus orígenes. Propongo un viaje hacia atrás, al tiempo anterior al que nos mostraban Mancelli y Texeira en sus planos del siglo XVII.
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Recordemos que la Puerta del Sol en el siglo XV estaba situada en el lugar que entonces era el límite de Madrid por el este; era una de las puertas de la Cerca del Arrabal que rodeaba la Villa en aquellos momentos.
Ya vimos que durante unas obras, casualmente, en la Puerta del Sol se hallaron valiosas piezas cerámicas datadas en los siglos XIV-XV.
Como sabemos, en 1561 Felipe II trajo la Corte a Madrid. Poco después, en 1566, ante el aumento de población y crecimiento de la Villa, el rey mandó construir una nueva tapia, la llamada Cerca de Felipe II. De esta Cerca de Felipe II solo conocemos un posible resto, en la calle de Bailén, nunca aclarado del todo a qué época pertenece.
En la nueva Cerca, la Puerta del Sol conservó el nombre pero fue situada un poco más adelante, en la calle de Alcalá. Según Miguel Molina Campuzano, otra de las puertas pudo estar ubicada en la Red de San Luis. De allí, como siempre fue habitual en murallas y cercas, partían caminos, en este caso los Caminos a Hortaleza y Fuencarral. Y, como igualmente solía ocurrir, en la plazuela formada junto a la puerta, se instaló un red de mercado de alimentos que siguió existiendo durante mucho tiempo.
La ronda exterior de la cerca que desde San Luis conducía hasta la Puerta de Santo Domingo originó la calle de Jacometrezzo –hoy día en gran parte desaparecida tras la construcción de la Gran Vía–.
El Postigo de San Martín y la Puerta de Santo Domingo de la anterior Cerca del Arrabal se cree que coinciden en el trazado de la nueva Cerca de Felipe II.
Es muy interesante observar que algunos hallazgos, monedas, objetos de la vida cotidiana… corresponden a mediados y finales del siglo XVI, incluso anteriores.
En una de las vitrinas de la estación de Gran Vía se exponen monedas, entre ellas una blanca del siglo XV, época de los RRCC, y maravedíes de los siglos XVI y XVII, época de Felipe II, Felipe III y Felipe IV.
El siglo XVIII también se encuentra bajo la Red de San Luis actual. Han aparecido estructuras subterráneas, y diversos objetos, entre ellos botellas de todo tipo, bajo lo que fue Casa de Astrearena, construida en el siglo XVIII, en cuyo sótano pudo existir una taberna.
Antes de la construcción de la Gran Vía en el siglo XX, la zona estaba ocupada por calles estrechas en las que había comercios, casas de hospedaje, librerías, tabernas, una farmacia…
En la calle de la Montera, José Ortega compró una farmacia que se convirtió en una de las mejores y más modernas de Madrid. En la rebotica se reunían por las tardes médicos, farmacéuticos y otros científicos, tertulia que fue origen de la Tertulia Literario-médico-quirúrgica-pharmacéutica (1733), que se convertiría en precedente de la Real Academia de Medicina.
Del siglo XIX, además de jarros, platos, cántaros, etc. se han encontrado dedales de bronce, fichas de dominó, un tintero, un anillo, botones… ejemplos de actividades cotidianas, la costura, la escritura, el ocio…
Como siempre, estos hallazgos arqueológicos, recuerdos y testigos de la vida de nuestros antepasados en el Madrid más antiguo, me parecen muy emocionantes.
Por: Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Miguel Molina Campuzano. Planos de Madrid de los siglos XVII y XVIII. Cajamadrid, Madrid 2002 (Facsimil ed. 1960).
Hace ya más de dos años que contamos la historia de Puerta Cerrada, una de las puertas más importantes de la muralla medieval y el torreón hallado tras el derribo del edificio en el nº 4 de la plaza, y en el interior del edificio colindante en la Cava Baja nº 4. Era un ejemplo más de cómo a partir del siglo XV Madrid creció alrededor de la muralla adosando los edificios a ella. Podemos recordarlo aquí.
Ahora tengo el placer de poder actualizar la información y mostraros el bello, antiquísimo torreón y parte del lienzo de la muralla que se dirige hacia Puerta de Moros.
Tal como imaginábamos, la torre es espectacular. Como decía entonces, no existe nada semejante en todo Madrid, un torreón casi completo de la muralla medieval. Es un monumento, declarado bien de interés cultural, que merece ser conocido y contemplado.
La torre, de forma semicircular, como todas las más de cien que formaban parte de la muralla cristiana madrileña –al contrario que las construcciones militares islámicas que solían ser cuadradas–, fue construida en mampostería de sílex y piedra caliza. Se puede contemplar en todo su esplendor en el interior del local de la Cava Baja nº 4 que ocupa la planta baja y el primer piso del inmueble.
Se conserva una de las ventanitas o saetera, y en su interior, me cuentan, la escalera de subida hasta ella. Es emocionante imaginar cómo sería su aspecto y recordar su función en el Madrid medieval, hace más de nueve siglos. La calle, actual Cava Baja, era la cava o foso de la muralla que no olvidemos formaba parte de la fortificación defensiva del Madrid cristiano desde finales del siglo XI.
Hace más de ocho años, en 2011, a raíz de unas obras apareció el gran hallazgo. El primer piso del edificio entonces estaba destinado a vivienda. La torre estaba oculta tras los muros al fondo de ambos pisos, el bajo, a pie de calle, y el primero. Como ya vimos, se eliminó el testero que tapaba los restos y se realizaron los obligados trabajos arqueológicos, siendo documentados el lienzo y la torre pertenecientes a la muralla de los siglos XI-XII.
Con el fin de conservar y cuidar el hallazgo y garantizar su contemplación completa se produjo el cambio de uso del primer piso, de vivienda a local comercial. Si recuperara su uso como vivienda se volvería a adosar a la muralla; nuevamente la torre, o parte de ella, quedaría oculta y eso hay que evitarlo para poder dejar el monumento a la vista en toda su imponente altura, tal como ahora se puede admirar.
Ese mismo año la propiedad solicitó licencia de apertura para dar uso al local en el sector de la restauración. La Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid emitió un informe indicando las obras que debían realizarse.
Como es preceptivo, en 2013 la comunidad de propietarios inició las obras de reparación y refuerzo estructural de la torre y lienzo de muralla. También se iniciaron obras para la rehabilitación del local.
El grave e incomprensible problema para los propietarios, que han invertido en la obra mucho tiempo, dinero y por supuesto ilusión, es que desde el mencionado año 2011 los trámites, solicitud de permisos, etc. parecen no tener fin, son muchas las trabas, y no se consigue el permiso para reanudar las obras y poder abrir el local.
Lo que ellos desean, y quieren transmitirnos a todos, es poder llevar a término el proyecto, abrir su restaurante. Y que el tesoro histórico y arquitectónico, insistimos, único en Madrid, quede a la vista de todos los que deseen, deseemos, disfrutarlo.
Ojalá lo consigan, y las administraciones faciliten encontrar una solución. Será una gran noticia ver ese estupendo local rehabilitado por fin, con ese precioso monumento, el torreón de la Cava Baja, una de las construcciones más antiguas de la villa de Madrid, probablemente la segunda más antigua, tras la muralla islámica.
Mercedes Gómez
A finales de 2017, comienzos 2018, el Ayuntamiento de Madrid, ante el desprendimiento de algunas piedras del muro o pretil que separa las calles del Rebeque y del Factor de la calle Bailén, procedió a la colocación de una serie de lonas protectoras y, como hemos sabido recientemente gracias al diario El País, proyectar su consolidación y restauración. Además, la gran noticia es que se va a proceder a su estudio y a la prospección arqueológica.
El muro se encuentra en el denominado Jardín de Larra, terreno propiedad del Ayuntamiento, con una superficie de unos 6.000 metros cuadrados. Tiene un nivel 3 de Protección en el Catálogo de Parques y Jardines de Interés y nivel 1 en el de Elementos Urbanos Singulares por su valor Histórico Artístico. Parte del gran arbolado es considerada vegetación singular.
El Jardín ocupa los llamados Altos de Rebeque y la espalda de los edificios impares de la calle del Factor, por donde –como ya hemos contado repetidamente en este blog–, subía la muralla árabe del siglo IX.
Hemos recorrido infinidad de veces la calle del Factor, y tantas otras nos hemos preguntado sobre el lugar por donde continuaba tras llegar a los Altos. Es sin duda uno de los misterios más importantes de nuestra historia. Se considera que en este punto podría girar hacia el oeste. También es posible que continuara hacia el norte. Y no muy lejos debía estar la unión con la muralla cristiana del siglo XII, incluso con una hipotética segunda muralla árabe.

“Las murallas de Madrid”. Ed. Doce Calles. Primer recinto (la línea más oscura representa los restos visibles de muralla, la gris los constatados, y la más clara los restos hipotéticos)
El muro mide unos 60 metros, 50 en el primer tramo paralelo a la calle Rebeque y, tras un giro, alrededor de 10 metros en un segundo tramo, paralelo a la calle del Factor.
El pretil sin duda evoca el camino que seguía la muralla del primer recinto islámico hasta aún no se sabe exactamente dónde.
Ya contamos la historia de las murallas de Madrid y los Altos de Rebeque. No vamos a repetirla, pero recordemos que hace un siglo aún quedaban restos de la muralla en este lugar. En 1913 se derribaron unos paredones y unos desmontes dentro de obras de mejora de la calle Bailén y ajardinamiento de los alrededores de Palacio. En el diario ABC el cronista Antonio Velasco Zazo lamentaba el derribo de un resto de antigüedad, de ese trozo que perteneció a la muralla primitiva, por la parte que se llamó calle del Viento.
El material constructivo principal del muro es la piedra caliza, con algunos sugerentes bloques de sílex o pedernal. En algunas zonas se aprecia relleno de ladrillos.
En dirección sur el muro se va convirtiendo en un paredón y la barandilla de granito que separan el jardín de la calle del Factor.
Lo importante ahora es que por fin el Ayuntamiento va a estudiar con criterio arqueológico la zona. Hace muchos años que estudiosos e interesados en las murallas madrileñas hemos deseado y pedido la excavación, es lógico pensar que bajo el jardín existen probables restos de muralla islámica.
¿En qué momento fue construido el pretil?, ¿quizá en la época en que fue derribado el lienzo de muralla que subsistía a principios del siglo XX?, ¿serían reutilizados sus restos?…
¿Qué nos deparará el estudio de los cimientos del muro?
Tal como informa el mencionado artículo de El País, en referencia al informe arqueológico que posee el Ayuntamiento, se espera encontrar datos decisivos sobre el supuesto giro de la muralla islámica hacia el oeste y la posible unión con la muralla cristiana.
Este mes de septiembre el Ayuntamiento iniciará los trabajos de restauración con el fin de devolverle la importancia que posee y está previsto que finalicen en diciembre. Esperemos noticias.
Como nos recuerda el reportaje, esta actuación forma parte de un proyecto global de recuperación, valoración y explicación de las murallas de Madrid. Bienvenido sea.
Por: Mercedes Gómez
Como sabemos, el largo tramo de muro conservado en la Cuesta de la Vega pertenece a la muralla que rodeaba el llamado primer recinto madrileño, la ciudad islámica, la medina de Mayrit. En total son aproximadamente 120 metros, desde la Cuesta de la Vega hasta el Viaducto, que seguramente continúan bajo el pequeño jardín en la calle Bailén junto al edificio de Capitanía General, antiguo Palacio de Uceda.
Esta primera muralla fue construida por los musulmanes en el siglo IX, hay acuerdo en que fue levantada por orden del emir Muhammad I.
Además de los documentos históricos así lo acredita la técnica constructiva empleada, con sillares de sílex o pedernal en la parte inferior y piedra caliza blanca en la superior, colocados a soga y tizón, el llamado aparejo cordobés, por ser utilizado en época emiral y califal, entre los siglos VIII y X. Y con sus torres macizas de planta cuadrada, características de la arquitectura militar islámica, con técnica similar a la de otras murallas levantadas en esa etapa histórica.
Son los vestigios más importantes de esta construcción defensiva que rodeó el primer Madrid –a falta de algún día poder contemplar, en el futuro Museo de Colecciones Reales, los lienzos hallados bajo la Catedral y la plaza de la Almudena–. A pesar de las numerosas reformas, destrozos y el propio paso del tiempo, lo que queda del recio muro sigue siendo un monumento imponente y sugestivo.
En arquitectura, construcción a soga es cuando el lado mas largo del ladrillo o sillar de piedra va colocado en la misma dirección del largo del paramento del muro. A tizón es cuando la mayor dimensión de las piedras o ladrillos se sitúan en sentido perpendicular al plano del paramento –por eso pueden parecer piezas cuadradas aunque en realidad son rectangulares, como las otras–.
Cuando ambos sistemas se mezclan se habla de a soga y tizón. Es la técnica utilizada en el caso de nuestra primera muralla.
Y es la técnica empleada en la majestuosa Mezquita de Córdoba, cuyo exterior con almenas y contrafuertes nos recuerda a una muralla.
En algunos de los muros más antiguos de la mezquita, de época emiral, se observa la mencionada fábrica de canon cordobés, la construcción a soga y tizón.
Por : Mercedes Gómez
El emir de Córdoba Muhammad I fundó Mayrit, una pequeña ciudad amurallada origen de Madrid, hacia el año 865. Probablemente por entonces ya vivían en la zona algunos grupos de población musulmana pero fue en la segunda mitad del siglo IX cuando los árabes se establecieron de forma organizada en nuestras tierras, primero con un objetivo meramente militar.
La recia muralla del primer recinto mayrití, además de algunos portillos, tenía tres puertas, la de la Sagra al norte, la de la Vega al oeste y la de la Almudena al este.
La Puerta de la Vega es la mejor conocida, gracias a los documentos y sobre todo gracias a las excavaciones arqueológicas. Se cree que estaba formada por una entrada recta, típica del modelo de época emiral y califal, como apuntó el profesor Manuel Montero Vallejo.
Desde esta Puerta de la Vega una vía principal atravesaba la medina de Mayrit hasta la puerta oriental, la puerta o Arco de la Almudena conocida también como de la Mezquita por su proximidad al templo, situado en el lugar donde luego se levantaría la iglesia cristiana que conservó el nombre antiguo, Santa María de la Almudena.
El Arco de la Almudena debía ser muy sencillo –según modelos de la arquitectura islámica de los siglos IX al XI, como decíamos–, la construcción justa para cumplir su función, permitir la entrada y la salida de la fortaleza por el camino que llevaba a Guadalajara.
En este caso sí hay constancia documental pero no arqueológica; a falta de una excavación, no hay que descartar que existan restos bajo la calle Mayor, entre el Palacio de Uceda y el comienzo de la calle del Factor.
Del Arco de la Almudena partían dos caminos que con el tiempo se convertirían en las dos vías más importantes del Madrid medieval, futuras calle del Arco de la Almudena y de la Puerta de Guadalajara, actuales calles Sacramento y Mayor.
Los especialistas coinciden en que el Arco de la Almudena debía ser similar a la Puerta de la Vega, con salida recta, según Montero Vallejo muy parecida a la de la Bisagra vieja o la de Valmardón en Toledo.
Lo confirma su única representación conocida, la del croquis de Villarreal del año 1549 que ya vimos cuando visitamos el Palacio de Abrantes en la manzana 440.
La Puerta, que pasó a denominarse de Santa María, sobrevivió varios siglos pues era fortísima de pedernal, tal como escribió López de Hoyos y recogió Jerónimo de la Quintana en 1629 en su “A la muy antigua, noble y coronada villa de Madrid…”
Aunque en los comienzos del siglo XVI ya estaba muy deteriorada. Tenemos constancia de ello porque a lo largo del mes de junio de 1515 el Concejo madrileño reunido habló en varias ocasiones de su derribo y así lo reflejó en sus actas o Libros de Acuerdos. El 1 de junio se acordó que se acabe de derribar lo del arco de la Almudena...
Quince días después las actas recogen el acuerdo de que se saque… la piedra de lo que se cayó del arco de la Almudena e lo haga llegar a la puente de Valnadú. Estamos ante un ejemplo más de las eternas reparaciones y reutilizaciones de piedra de las murallas que se llevaron a cabo en el Madrid medieval.
Casi un mes después, el sábado 14 de julio, ante una situación que parecía suponer un verdadero peligro para los vecinos, el Concejo acordó que:
… porque la torre y arco de la Almudena se empezó a caer y se cayó, de suyo, un pedazo de ella, y lo que queda está en mucho peligro y en perjuicio de los que por allí pasan, que se quejan porque no la derriban, y de los vecinos que tienen junto a ella casas, y por ver en ello y tener el dicho arco, como está, no viene provecho a la villa, antes daño, que mandaran e mandaron derribar el dicho arco y la torre que está peligrosa.
El asunto parece que se demoraba, aunque por fin el 20 de julio mandaron que para derrocar la Puerta de la Almudena se asignaran ocho peones para que la derriben nuevamente.
Pero la puerta debió ser reparada o reformada pues siguió existiendo hasta al menos 1569 en que finalmente fue demolida.
Como ya contamos, en el interior del Palacio de Abrantes admiramos un muro de piedra caliza y pedernal de unos cinco metros que discurre paralelo a la calle Mayor, perpendicular a la del Factor.
Debe corresponder al comienzo del lienzo y el cubo de la muralla árabe que Villarreal dibujó en el siglo XVI.
Una placa en la fachada de la calle Mayor 84, manzana 435, recuerda que junto a este lugar se situó hasta 1569 la Puerta o Arco de Santa María perteneciente a la muralla de la Almudena, fortaleza del Madrid musulmán.
Los restos de la Puerta, si es que existen, no deben estar muy lejos.
Por : Mercedes Gómez
Recordemos que la muralla que rodeaba el segundo recinto cristiano construida en el siglo XII tenía cuatro puertas: La Puerta de Valnadú –en la actual Plaza de Isabel II–, la Puerta de Guadalajara –en la calle Mayor, a la altura del Mercado de San Miguel–, Puerta Cerrada y la Puerta de Moros.
La Puerta Cerrada fue la segunda en importancia en el Madrid medieval, después de la de Guadalajara. Los encargados de la muralla y de guardar sus llaves solían ser personajes notables, miembros de las familias más poderosas que habían llegado a la Villa; en la primera mitad del siglo XV el Guarda de la Puerta Cerrada y de los lienzos de la muralla hasta la Puerta de Moros era Pedro de Luján, camarero de Juan II.
Pero tanto las construcciones que pronto comenzaron a proliferar junto a la puerta como la creación de la cercana plaza del Arrabal anularon su importancia como lugar de mercado y los caminos que de ella partían, uno de ellos origen del Camino de Atocha.
Ya hablamos aquí, a propósito de los restos de muralla en la plaza de los Carros, de cómo la cerca medieval madrileña fue utilizada en la construcción de viviendas e incluso habitada. Aquí tenemos otro ejemplo:
El 7 de febrero de 1498 las actas municipales recogen que los presentes “…dieron lugar al dicho pregonero para que en lo hueco de la bóveda de una torre a la Puerta Cerrada pueda hacer una casa”. Se trataría probablemente de una de las torres más próximas a la puerta que aparecen representadas en el plano de Espinosa. Una de las torres semicirculares que jalonaban el recorrido de la muralla cristiana.
La muralla, que desde la Puerta de Guadalajara se dirigía hacia la de Moros, discurría entre la manzana 150 y la 169 que igual que muchas otras, como hemos contado aquí repetidamente, nacieron alrededor de la tapia, y ambas conservan restos como si de una espina dorsal se tratara.
La Puerta Cerrada se encontraba situada en la actual plaza del mismo nombre, entre las calles del Nuncio, Gómez de Mora, Cava Baja y Cuchilleros.
Juan López de Hoyos que vivió entre 1511 y 1583, y por tanto pudo ver la puerta, dijo que antes se llamó Puerta de la Culebra por tener esculpida en la piedra la mencionada figura hasta el mes de junio de 1569 en que fue derribada para ensanchar el paso.
Lo cuenta Jerónimo de la Quintana, Clérigo, Presbítero, Notario del Santo Oficio de la Inquisición y Rector del Hospital de La Latina, en su libro A la muy antigua, noble y coronada Villa de Madrid (1629), quien añade que este Dragón estaba esculpido en la Puerta Cerrada para que no se perdiera la memoria del que él consideraba un pasado glorioso y muy antiguo de Madrid.
También cuenta Quintana (que nació siete años después de que la Puerta fuera derribada) que se llamaba Cerrada porque era muy estrecha y con varias revueltas por lo que de noche se escondían allí los ladrones y robaban a los que entraban y salían por ella. Por eso la cerraron, siempre según el cronista, hasta que se pobló el arrabal y se abrió de nuevo para que se pudiera comunicar con la Villa.
Otros autores cuentan algo parecido, que recibió ese nombre porque era tan peligrosa que al fin se optó por su cierre, aunque esto no parece que sea del todo cierto. Como siempre, además de la arqueología los documentos son los que aclaran muchas dudas. Hubo épocas en las que estuvo cerrada efectivamente pero también otros periodos de tiempo permaneció abierta.
Sabemos por los Libros de Acuerdos, las Actas del Concejo, que al menos en la década de 1480 ya recibía este nombre de Puerta Cerrada, y bastante tiempo después estaba abierta. Como nos cuenta Manuel Montero Vallejo estos cierres temporales se debieron a una serie de motivos distintos.
Para empezar, todas las puertas de la Villa, no solo esta, en ocasiones permanecían cerradas por razones militares. Y la zona era tan abrupta que ocasionaba muchos problemas. Las aguas de lluvia y la que bajaba de la cava se estancaban y deterioraban la puerta. En las afueras de la puerta hacia el sur, entre la muralla y la calle de Toledo, había una laguna o muladar, la laguna de Puerta Cerrada, adonde iban a parar aguas y basuras. Recordemos que una laguna en la edad media era un descampado utilizado como estercolero.
En las actas municipales a finales del siglo XV la Puerta Cerrada aparece mencionada varias veces aludiendo a la necesidad de reparaciones, tanto de la propia puerta como de su entorno. El 3 de septiembre de 1492 uno de los acuerdos municipales fue finalizar el empedrado de dos calles desde Puerta Cerrada.
El Concejo proyectó una construcción con el fin de remediarlo pero no debió tener mucho éxito. En los comienzos del año 1494, imaginamos que ante el imparable deterioro de la puerta, se decidió que el alarife de la Villa maestre Abrahán de San Salvador construyera un edificio para que el agua del arrabal y de la cava no entraran en la villa por la Puerta Cerrada.
Pocos meses después, el 14 de agosto de 1494, se acordó que el mayordomo debía hacer una pared de dos tapias en alto desde la esquina de la Puerta Cerrada hasta la chorrera –o desagüe– que había hecho el alarife maestre Abrahán para que no entrara el agua de lluvia en la Villa y evitar el muladar.
A finales de 1515 aún persistía el problema. El 18 de noviembre el Concejo acordó que el mayordomo hiciera abrir un albañal o conducto para que el agua sucia fuera a la laguna de la cava y no entrara en la villa.
La Puerta Cerrada fue finalmente demolida en 1569.
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Aparte realidades y fantasías de los cronistas, lo cierto es que la única imagen que nosotros conocemos de la Puerta Cerrada es su cara intramuros dibujada por Wyngaerde y por Hoefnagel en sus Vistas de Madrid.
Debido a las mencionadas descripciones del XVI-XVII se especuló con el hecho de que se trataba de una puerta con planta de doble eje acodado, pero documentos relativos a una reforma ejecutada en 1534 demuestran que su acceso era de un solo eje entre dos torres semicirculares.
La puerta ya no existe pero la plaza de Puerta Cerrada guarda aún hoy día muchas huellas del Madrid medieval. En los edificios que a ella se asoman se encuentran algunos de los restos más importantes de muralla cristiana que se conservan. Como sabemos, en el nº 6 de la plaza se esconde un lienzo completo en altura, a través de los pisos de las viviendas, visible en el sótano del bar La Escondía que ya hemos mostrado en artículos anteriores.
En dicho lienzo se apoyan los edificios del mencionado nº 6, el 5 y el colindante nº 4, una construcción muy antigua, tal vez del siglo XVIII, que en 2008 en parte se encontraba apuntalada.
A pesar de su antigüedad y de tratarse de un edificio teóricamente protegido, en 2011 fue demolido.
Al fondo del solar se ve el muro de otro de los edificios apoyados en la muralla, el correspondiente a la Cava Baja nº 4.
La buena noticia fue que quedaron a la vista nuevos restos de la cerca en su cara extramuros y de un torreón semicircular. Se trataba de la torre dibujada por Espinosa en su plano al sur de la Puerta.
Tras el derribo se estudiaron los hallazgos de los dos solares, el de Puerta Cerrada nº 4 y el de Cava Baja 4. En este último, el lienzo en su cara extramuros hasta el nivel de la primera planta y el impresionante torreón, que se conserva casi en su totalidad.
La torre y parte del lienzo de muralla estaban prácticamente cubiertos por un testero que fue eliminado y se procedió a su consolidación además de analizar la técnica constructiva.
Los restos que quedaron a la vista en el solar de Puerta Cerrada 4 también se estudiaron y consolidaron.
No existe nada semejante en todo Madrid, un torreón casi completo de la muralla medieval.
Comprendo que se encuentra en el interior de un edificio de viviendas, pero, una vez derribada la casa colindante de la plaza, ¿habría alguna posibilidad de acondicionar esos valiosos, únicos restos de la fortificación del Madrid del siglo XII para que los pudiéramos contemplar? ¡Ojalá! Esta torre además de espectacular sí que es un tesoro escondido.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
OÑATE, Pilar; CABALLERO, Carlos; BUCETA, Gonzalo; SANGUINO, Juan. “Intervenciones en el segundo recinto de la Villa de Madrid: Puerta Cerrada 4 y Cava Baja 4”, en Actas de las décimas Jornadas de Patrimonio Arqueológico en la Comunidad de Madrid. Madrid, 2013, pp. 443-450.
VVAA. Las murallas de Madrid. Arqueología medieval urbana. Ed Doce Calles, Comunidad de Madrid. Madrid, 2003.
MONTERO VALLEJO, Manuel. Obra completa.
QUINTANA, Jerónimo. A la muy antigua, noble y coronada Villa de Madrid. Madrid 1629.
Libros de Acuerdos del Concejo madrileño (1464-1515, cinco vol.). Ayuntamiento de Madrid, 1932-1987.
Hay calles en que su forma esconde toda su historia, son las calles que nacieron a partir de los accidentes del terreno, barrancos, antiguos caminos o arrimadas a las murallas. Dos de ellas son la Cava Baja y la calle del Almendro.
Originalmente la manzana 150 comenzaba a numerarse en Puerta Cerrada, seguía por la Cava Baja de San Francisco, hoy Cava Baja, volvía por la calle del Almendro y por la calle del Nuncio llegaba nuevamente a Puerta Cerrada. Desde el siglo XV la muralla construida en el siglo XII sirvió de apoyo a las casas que la fueron conformando, siendo la calle del Almendro la zona intramuros y la Cava Baja el antiguo foso situado extramuros. Se trata de uno de los tramos de la muralla cristiana con vestigios mejor documentados y representados en los planos.
En el primer plano conocido de la Villa de Madrid Antonio Mancelli la representó de forma esquemática pero muy clara, con sus torres, tres de ellas semicirculares.
Unos años después en 1656 Texeira la dibujó en su plano. En los de Espinosa (1769) y de Coello y Madoz (1849) se aprecia cómo la calle del Almendro iba desde la plaza de San Andrés hasta la calle del Nuncio.
Hacia la mitad del siglo XIX, pues así aparece ya reflejada en el plano topográfico de 1866, la calle del Almendro se prolongó hasta la Cava, atravesando la manzana que quedó partida en dos.
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Hoy volvemos al solar que visitamos a finales del pasado mes de agosto, solar con entrada por la calle del Almendro nº 3 y la Cava Baja 22. Actualmente, tal como estaba previsto, el espacio está en obras. El Ayuntamiento lo está acondicionando para que los vecinos y visitantes podamos disfrutarlo como ya contamos.
Recordemos que había sido abierto al público después de más de treinta años cerrado y tapiado.
Eliminados el tapiado y enfoscado se ha recuperado el muro original de piedra y ladrillo así como los huecos de las ventanas de la planta baja del edificio que ocupó el solar hasta su demolición ahora protegidas solo por unos barrotes que permiten ver el interior. La bonita puerta de entrada ha sido restaurada.
El lugar por el que discurría la muralla y un torreón, cuyos restos subsisten bajo el nivel del suelo, se han marcado en el pavimento que recrea la forma de su planta; se han dibujado tal como hicieran Mancelli y Texeira hace siglos. Los visitantes del parque ahora podremos ver y comprender el camino que seguía la muralla, límite de Madrid en el siglo XII.
Dichos restos fueron estudiados en 1983. Como ya vimos, durante la excavación aparecieron vestigios de su cimentación y el arranque de uno de los cubos semicirculares, ahora recreado. En altura se conservan restos en la medianería del edificio contiguo, nº 24 de la Cava Baja.
Además fueron encontrados dos silos en los que aparecieron numerosos vestigios de cultura material, ataifores o platos islámicos y otras cerámicas. Estos materiales hallados en su relleno eran todos de cronología islámica (siglos X y XI), así como cinco fondos para encajar grandes tinajas, de la misma época.
También aparecieron restos arquitectónicos superpuestos o adosados a ella, desde el siglo XIV al XIX.
El muro perpendicular a la muralla que llamó nuestra atención este verano ha sido limpiado y luce espléndido con sus cajones de mampostería entre hiladas de ladrillo, típica construcción medieval.
Es muy probable que se trate de restos de edificaciones que, como hemos visto en otros artículos, se fueron adosando a la muralla a partir del siglo XV. En esta zona, entre Puerta Cerrada y Puerta de Moros, las primeras casas extramuros fueron levantadas a partir de 1517.
El edificio contiguo al solar, actual nº 5 de la calle del Almendro, fue estudiado en 2003. Se llevó a cabo la excavación de un sondeo arqueológico y documentación del muro testero del inmueble con motivo del proyecto de su rehabilitación. En este caso no se encontró muralla pero fue hallado un pozo de época islámica.
En el nº 15 existe otro lienzo, de unos 16 metros de largo por 11 de alto, hallado tras el derribo de un edificio en 1967, que hasta ahora nunca había sido restaurado ni objeto de estudio. Su estado, muy deteriorado por antiguas perforaciones y el paso del tiempo, es de ruina.
Actualmente, de la misma forma que el solar de Almendro nº 3, el jardincito cerrado durante años está en obras para ser acondicionado como espacio público y la muralla andamiada para su restauración. Gran noticia.
Por fin, después de años de abandono y desinterés por parte de las autoridades competentes, la muralla medieval comienza a recibir la atención que merece y esperamos continúe.
Algunos de los solares que el Concejo de la Villa fue cediendo a algunos vecinos para construir viviendas desde los comienzos del siglo XVI ahora, convertidos en parques, van a poder ser disfrutados por todos los vecinos del siglo XXI.
Continuará…
Texto y fotos : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
SOLER, Álvaro. “Excavación de la muralla de Madrid. El solar de la Cava Baja 22 (octubre de 1983)”, Estudios de prehistoria y arqueología madrileñas, Ayuntamiento de Madrid, 1987, nº 5.
SOLER, Álvaro y TURINA, Araceli. “Excavaciones arqueológicas en el solar de la Cava Baja 22”, Madrid del siglo IX al XI. Comunidad de Madrid, 1990.
VVAA. Las murallas de Madrid. Arqueología medieval urbana. Ed Doce Calles, Comunidad de Madrid. Madrid, 2003.
ORTEGA VIDAL, Javier y MARÍN PERELLÓN, Francisco José : La Forma de la Villa. Comunidad de Madrid. 2004.
Durante más de treinta años el solar, de más de setecientos metros cuadrados, con entrada por la Cava Baja 22 y Almendro 3 ha estado tapiado y cerrado, excepto una época en que al parecer sirvió de aparcamiento. Solo sabíamos que allí se había constatado la existencia de restos de muralla.
En 1983 fue realizada una excavación arqueológica con el fin de localizar dichos vestigios de la muralla, perfectamente documentado su paso por el lugar, y de datarlos. Aún en el siglo XVII se conservaba parte del lienzo y algunas torres que dibujó nuestro cartógrafo Pedro Texeira.
Durante la excavación aparecieron la muralla y el arranque de uno de los cubos semicirculares, y restos arquitectónicos superpuestos o adosados a ella, desde el siglo XIV al XIX; la muralla conserva solo una altura de unos dos metros. Se consideró una construcción de finales del siglo XI, comienzos del XII, o sea de la época cristiana. Los restos del muro hallado son, según los informes entonces, de mampostería con un espesor de unos dos metros y medio.
También se encontraron numerosos vestigios de cultura material, ataifores o platos islámicos y otras cerámicas, de cronología musulmana, de los siglos X y XI, lo cual ratificaba la existencia de un arrabal islámico en la zona.
¡Cuántas veces hemos visto el candado en la puerta de madera en la Cava Baja y observado los muros en la calle del Almendro! solo podíamos ver los árboles que sobresalían magníficos sobre las tapias.
Ahora hace pocos días el Ayuntamiento de Madrid ha abierto sus puertas.
Es una buena noticia. Para los vecinos, que ya han comenzado a disfrutar del espacio; para los amantes y estudiosos de las murallas de Madrid, para quienes era un lugar cerrado y misterioso que escondía sus restos, ahora abierto con la expectativa de su futura restauración; y para todos los madrileños, pues un solar cerrado y desaprovechado en pleno centro de la ciudad ahora es un lugar prometedor.
Un casi poético cartel firmado por los niños del barrio nos cuenta qué hay en este número 3 de la histórica calle.
Es un espacio en el que se puede estar y jugar, un espacio salvajemente romántico en medio de la jungla de Madrid, leemos.
El redactor del cartel lo expresa bien, sí, es salvaje y es romántico, un espacio que se está pensando, hasta hace poco impensable, que se está construyendo, aunque hasta ahora todos esperábamos que se construyeran casas en él… Nos cuentan también los niños firmantes que el solar tiene unas reglas, el tabaco y el alcohol no son bienvenidos. El horario se decide en grupo. Es una buena idea, preservarlo de usos no deseados por todos; y que los visitantes lo mantengan, mantengamos, limpio.
Desde luego de momento esto no tiene nada que ver con un parque ni con un jardín, es un terreno silvestre, aunque parezca mentira un trocito de campo en pleno centro de Madrid.
Pero no olvidemos que el solar estuvo ocupado casi desde los orígenes de Madrid, cuando se convirtió en uno de los arrabales del Mayrit islámico como han demostrado los hallazgos arqueológicos.
Contemplamos el solar y la puerta de madera de la Cava Baja desde dentro, por fin. Dos mamás con sus hijos pequeños se encuentran aquí tranquilas esta mañana en que yo lo he visitado, ellas charlan y ellos juegan.
Aquí, bajo la parcela cubierta de cemento, están los vestigios de la muralla.
No hay fecha, ni quizá presupuesto, para su restauración pero esperemos que en un futuro próximo se saque a la luz. Y que se explique que por aquí pasaba la muralla medieval, un monumento de gran importancia en nuestra historia. Y que aquí vivieron nuestros antepasados desde al menos el siglo X, quedando algunos de los objetos utilizados en su vida cotidiana aquí sepultados como prueba. Colocar un cartel que lo mencionara y lo explicara también sería una buena idea.
En uno de los muros de las antiguas construcciones también hay vestigios de mampostería.
Y aún quedan restos de las casas que en el pasado en ella se apoyaron, tal vez las últimas del siglo XIX, con sus baldosas hidráulicas.
Junto a la entrada de la calle del Almendro hay una fuente de hierro, de 1903, con pilón de piedra, que ignoro desde cuando está aquí. ¿Volverá a proporcionar agua?
A la salida la verdad es que resulta algo enternecedor ver tres viejos bancos de piedra, después de haber visto cómo se destruían sin misericordia en algunos lugares de Madrid, salvados, procedentes vaya usted a saber de qué almacén, colocados en la estrecha antiquísima calle del Almendro, a la entrada de un solar rodeado con una tapia pintada de colores, en el que juegan los niños y en el que hay restos de muralla y recuerdos de otros tesoros.
Otro día volveremos a la calle del Almendro, que tanta historia guarda. Continuará.
Por : Mercedes Gómez
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