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Hasta el próximo día 28 de febrero el Museo Reina Sofía nos ofrece Andrzej Wróblewski. Verso/Reverso. Toda una sorpresa, un artista prácticamente desconocido en España -aunque una gran figura en su país, Polonia-, que vamos descubriendo en este siempre perfecto escenario del Palacio de Velázquez del Retiro.
Su pintura y su historia son emocionantes. La exposición, aunque se centra en dos etapas de su producción, no es cronológica, pero sí permite comprender la evolución, no ya de su obra -realizada en apenas diez años- sino del artista, de la persona.
En una vitrina una serie de fotos y documentos nos ayudan a saber quién fue Andrzej Wróblewski.
Andrzej nació en 1927 en Vilna (actual Lituania, entonces pertenecía a Polonia). Vivió una época difícil, una guerra, una posguerra y un sistema político que marcaron su obra. Y su vida.
Una foto de los comienzos de la década de los 30 muestra la familia, los padres, Bronislaw y Krystyna, con sus hijos pequeños, Jerzy y Andrzej, en su casa seguramente confortable. Su madre era artista gráfica y fue ayudante de Cátedra. Su padre era catedrático de Derecho y fue rector de la universidad en Vilna; en 1941 durante un registro nazi del hogar familiar murió de un infarto, en presencia de Andrzej que aún era casi un niño.
En 1945, con apenas 18 años se trasladó a Cracovia, Polonia, comenzando a crear su obra compleja, que abarca tanto el realismo como la abstracción, siempre con un lenguaje muy personal. Dramatismo, dolor, también esperanza. Una dualidad que se encuentra en una de las singularidades del artista, su pintura por las dos caras del papel o del lienzo. Inicialmente se pudo deber a razones económicas, pero luego sin duda fue algo premeditado, una forma de expresión.
Viajó a Holanda donde conoció a Piet Mondrian que seguramente influyó en su obra. Participó en la primera exposición de Arte Moderno que hubo en Cracovia, en 1948, sobre todo de obras abstractas, aunque él expuso también su realista Pintura sobre los horrores de la guerra.
Siempre la dualidad, que le llevó a pintar La liquidación del gueto (1949) en el reverso de El chófer azul (1948), imagen del trabajador socialista que conduce hacia un mundo mejor, tema recurrente en su pintura.
Entonces cambió la abstracción por el realismo directo, el que la ideología comunista esperaba de él. Aunque su visión fue muy personal y no llegó a ser aceptada del todo.
Algunas de sus pinturas sobrecogen.
En 1950 solicitó su ingreso en el Partido Obrero Unificado Polaco. Leemos dos informes de dicho partido, uno de 1952, otro al año siguiente. La redacción del perfil del solicitante proporciona muchos datos sobre el artista, también sobre la época. No tienen desperdicio. Consideraban que tenía talento artístico pero que “persisten vestigios intelectuales de clase, aprendidos en su casa”.
Contemplamos su diploma de la Academia de Bellas Artes, departamento de Pintura, obtenido en 1952. Ese año conoció a Teresa Reutt, con quien se casó.
Vemos fotografías, simpáticos autorretratos, con su esposa hacia 1954, año en que nació su primer hijo… Ese tipo de cosas que nos cuentan quién fue una persona, qué hizo, quienes le rodeaban, que siempre resultan un tanto conmovedoras.
En 1956 volvió a la experimentación y vivió un explosión de creatividad extraordinaria.
Junto a las escenas de índole social o colectiva utilizó las familiares. Madres, hijos, parejas, y la muerte, que representaba con el color azul.
En marzo de 1957, durante una excursión en soledad por la montaña, murió. Solo tenía 29 años.
Es triste contemplar su Autorretrato alegre, pintado poco antes.
Por : Mercedes Gómez
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Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
Palacio de Velázquez, El Retiro.
Exposición Andrzej Wróblewski. Verso/Reverso.
Hasta 28 de febrero 2016.
Visitas comentadas : los domingos a las 12,30 h.
A Juan,
por hablarme de Luis Quintanilla, y de otras cosas.
Luis Quintanilla nació en 1893 en Santander. Su familia pertenecía a la burguesía acomodada, conservadora. Luis fue la oveja negra, decían. Fue pintor y fresquista, también dibujante y grabador; artista importante, comprometido con la República, fue activista político, socialista. Vivió la guerra y finalmente el exilio. Fue boxeador, espía…Conoció a personajes notables, escritores, pintores… seductor… su vida fue apasionante y apasionada.
En 1912, con poco más de 18 años, como tantos artistas viajó a París donde conoció a Juan Gris, aprendió y vivió el ambiente cubista. A los tres años volvió a España, donde en Madrid participó en las tertulias de moda por entonces, nuevamente a París… Tuvo relación con grandes pintores, Chagall, Modigliani… y entabló una gran amistad con Ernest Hemingway.
Su interés por la técnica del fresco y una beca de la Junta de Ampliación de Estudios en 1924 le llevaron a Italia.
Dos años después regresó y expuso en el Círculo de Bellas Artes de Madrid los bocetos que había hecho en Italia, a partir de lo cual le salieron encargos de pintura mural, entre ellos, en Madrid, los frescos del Palacio de Liria (1927).
En 1929 había ingresado en el Partido Socialista. Tuvo amistad, entre otros, con Juan Negrín y Largo Caballero.
Otros encargos que recibió fueron los frescos de la Sala de Conferencias de la Casa del Pueblo (1931), el fresco Mujeres (1931) para el antiguo Museo de Arte Moderno (1931), los del Pabellón de Gobierno de la Ciudad Universitaria (1932) y los del Monumento a Pablo Iglesias, que realizó junto con el escultor Emiliano Barral (1934-1936). De todos el de Mujeres es el único que se conserva, hoy propiedad del Museo Reina Sofía.
Llegó la guerra, que vivió en primera fila, recorrió el frente, conoció el horror, lo pintó y lo dibujó.
Sus dibujos se expusieron en plena guerra, en 1937, en el Hotel Ritz de Barcelona.
Después, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Todo esto fue un éxito para el pintor, y fue uno de los elegidos en 1938 para representar a España en la Exposición de Nueva York -como en 1937 lo había sido Pablo Picasso, cuando creó el Guernica para la Exposición de París-.
Así, por encargo del Gobierno de la República, junto a otros artistas españoles viajó a Nueva York para decorar el Pabellón de España en la Exposición Universal de 1939. Fue uno de los muchos intelectuales que trabajaron en defensa de la República, Miguel Hernández lo llamó el batallón del talento.
Pero cuando finalizó los frescos terminó la guerra, y el nuevo Gobierno del General Franco anuló la muestra, España no participó en la Exposición de Nueva York.
Los frescos se expusieron por última vez en Nueva York en 1940, creyéndose desaparecidos desde entonces.
Luis Quintanilla llegó a ser muy famoso en Nueva York, como artista y por su compromiso con la defensa de la democracia en España. Cuando llegó el momento del exilio allí se instaló, en la calle 8, con su mujer, a la que había conocido en Madrid –se habían casado en febrero de 1939- y su hijo, que nació en enero de 1940. Vivió años de bienestar, entre 1940 y 1945, en los que entre otros trabajos realizó bocetos para películas en Hollywood, como escenógrafo, retratos a personajes famosos, Gary Cooper, John dos Passos, etc. En 1946 publicó el libro Franco’s Black Spain, la España Negra de Franco, serie de 40 dibujos realizados durante la guerra.
Su vida ha sido narrada en un magnífico y emocionante documental emitido en La 2 de TVE en 2014, titulado Los otros Guernicas. En el documental, una de las intervenciones más interesantes, emotiva, y también triste, es la de su hijo Paul, que recuerda aquella época. Cuenta que su padre entonces tenía muchos amigos, disfrutaba de una vida rica en Estados Unidos, pero que “fue muy duro para él” el estar lejos de su país.
A finales de la década de los 40 la situación, la visión política americana cambió, su pintura dejó de interesar, y comenzó a escribir para poder tener ingresos.
En 1958 se marchó, abandonando a su familia. Resulta dramático escuchar a Paul Quintanilla (por entonces debía tener 18 años) hablar ahora de su padre, también triste ver su mirada : “Se fue a París para intentar revalorizar su nombre como artista, y pensamos que iba a volver, mostrar sus pinturas, venderlas… pero las cosas no funcionaron así… y mis padres se separaron”.
Luis Quintanilla vivió veinte años en París, fue una etapa en la que creó buenas pinturas pero una vez más perdió clientes y llegaron tiempos difíciles.

En su «Palomar» , el nombre que dio a su estudio en 61 Franklin D. Roosevelt Avenue en Paris. (Foto: lqart.org)
En 1976 volvió a España, ya mayor y con problemas de salud. Murió en Madrid a finales de 1978.
La sorpresa surgió en 1990 cuando aparecieron los frescos que se creían desaparecidos. Él contó que se habían perdido en una inundación, pero no era cierto. Los debió vender, nunca se sabrá qué ocurrió, ni por qué lo hizo. Aparecieron en los muros de un pasillo de un cine en Nueva York, y tras grandes esfuerzos y negociaciones fueron recuperados, los otros Guernica llegaron a Santander en febrero de 2007. Hoy se encuentran en el Paraninfo de la Universidad de Cantabria. Son cinco grandes paneles titulados: Dolor, Destrucción, Huida, Soldados y Hambre, agrupados bajo el nombre genérico de Ama la paz y odia la guerra.
En 2010 en la exposición dedicada a Miguel Hernández en la Biblioteca Nacional, La sombra vencida, fueron expuestos tres de ellos, Hambre, Soldados y Dolor.
Dice Paul Quintanilla, que nació y creció en Estados Unidos : “Creo que fue una gran pérdida, si no hubiera tenido que abandonar España…”, ¡cuántos grandes frescos hubiera podido pintar!
En Madrid podemos ver algunos dibujos, propiedad de Paul, que están depositados en el Museo Reina Sofía.
En la segunda planta, en la que el Guernica de Pablo Picasso acapara casi todas las miradas, al fondo, la última sala, la 206.09, a la que quizá no todos los visitantes lleguen, está dedicada a Luis Quintanilla.
En ella se encuentran sus Dibujos de la guerra, de 1937 y la España negra, de 1938.
Y tres bellos dibujos con grafito y acuarela, de 1942-43.
Todas las obras son depósito de su hijo Paul Quintanilla.
Paul también mantiene una página web, The art and world of Luis Quintanilla, El arte y el mundo de Luis Quintanilla, hermoso homenaje a su padre.
Luis Quintanilla, que en cierto modo iba a ser el pintor de la República, fue el pintor de la guerra.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Gil Orrios, Ángel: “Los frescos de Luis Quintanilla sobre la guerra Civil aparecen en un cine «porno» de Nueva York”. El País, 8.11.1990, p. 35.
López Sobrado, Esther. “Sobre la pintura mural de Luis Quintanilla”. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, Tomo 58, 1992.
Los frescos de Luis Quintanilla sobre la guerra. Catálogo. Universidad de Cantabria. 2007.
Luis Quintanilla, testigo de guerra. Catálogo. Universidad de Cantabria, 2009.
Guillermo Pérez Villalta nació en Tarifa, Cádiz, en 1948. Estudió Arquitectura, pero después se dedicó sobre todo a pintar. Él mismo ha contado que piensa como arquitecto pero que lo que se le ocurre lo lleva a la pintura.
También es escultor, escenógrafo, ha diseñado muebles, joyas…
En sus comienzos fue enmarcado en el grupo de la llamada Nueva Figuración.
Participó en las dos exposiciones que reflejaron el cambio de época, “1980” en la Galería Juana Mordó en noviembre de 1979, y “Madrid D.F.”, en la reapertura de las salas temporales del Museo Municipal, en octubre de 1980, que ya comentamos aquí. Más recientemente, en 2009, por supuesto sus obras estuvieron incluidas en la muestra “Los Esquizos de Madrid. Figuración madrileña de los 70”, en el Museo Reina Sofía, entre ellas la emblemática Grupo de personas en un atrio o alegoría del arte y la vida o del presente y el futuro, realizada en 1975.
Pero, leyendo noticias, críticas, entrevistas publicadas a lo largo de los últimos casi cuarenta años, descubrimos que Pérez Villalta no quiere tener un estilo artístico, al menos hace unos años. En 2000 dijo: «Me parece una condena que un artista tenga un estilo. Prefiero la posibilidad de muchos caminos, que es lo que me divierte y me enrolla».
Sin embargo su pintura es singular. A pesar de las diferencias que se puedan apreciar en sus diferentes etapas y de las múltiples referencias a otros artistas, que él mismo menciona, ha conseguido lo más difícil, crear un estilo propio, a menudo inconfundible. Una espléndida mezcla de figuración y mundos imaginados.
El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía posee varias obras suyas aunque actualmente solo expone su Escena. Personajes a la salida de un concierto de rock, de 1979, en la Sala 001.09 dedicada a la llamada movida madrileña.
En ella comparte espacio con el cine de Pedro Almodóvar y su Pepi, Lucy, Bom… película para la que realizó algunos carteles, aquí mostrados junto a los de Ceesepe.
Una vitrina guarda un ejemplar del nº 1 (noviembre 1983) de la revista La Luna de Madrid en cuya portada se anuncia el reportaje La estancia en la pintura de Guillermo Pérez Villalta.
Por entonces, a finales de 1983, expuso en la Sala Picasso de la Biblioteca Nacional, motivo por el que fue entrevistado en el programa de TVE La edad de oro.
El largo camino de creación del artista no había hecho más que comenzar. Muy pronto fue valorado y reconocido su trabajo. Con 37 años, en 1985 fue galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas, por “su capacidad para integrar los valores del mundo clásico con los del arte contemporáneo”. Ya se hablaba de sus “inquietudes metafísicas”.
El Museo de Arte Contemporáneo del Ayuntamiento de Madrid también posee una obra de 1998, el lienzo al temple Dos mundos (sobre un tiempo de la vida).
En Madrid, otras Colecciones públicas o privadas tienen obras suyas (Banco de España, I.C.O).
Regularmente, cada dos o tres años, expone sus últimos trabajos en nuestra ciudad. Además, de vez en cuando, en alguna exposición temporal, de pronto nos topamos con un cuadro suyo. Hace dos años pudimos contemplar su obra Imaginar (2002), en la muestra El artista en la ciudad, en el Palacio de Cibeles. Una de sus ciudades imaginadas, llenas de sugerencias.
Su pintura a lo largo del tiempo se ha adentrado en diferentes temas y conceptos, pero se mantiene la presencia de algunos elementos, las construcciones, la mitología, la Biblia… la perspectiva, la geometría. Las huellas de sus paseos por la historia del arte, sus referencias a otros artistas, Morandi, De Chirico, Dalí… Y, siempre, la imaginación.
Ahora, hasta el próximo 31 de diciembre, podemos admirar sus últimas creaciones, realizadas entre 2012 y 2014, en la Galería Fernández-Braso, en la calle de Villanueva nº 30.
Los colores, la luz, el agua, muestran esta vez una visión muy mediterránea de sus temas.
Es un placer comprobar que a estas alturas del siglo XXI un artista (aparte otras consideraciones sobre el contenido) busca la belleza en su pintura.
Por : Mercedes Gómez
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Dº El País. Guillermo Pérez Villalta.
Catálogo “Guillermo Pérez Villalta 2012-2014”. Galería Fernández-Braso.
El Museo Reina Sofía, entre otras actividades, ofrece una serie de visitas comentadas a través de su Colección Permanente, muy interesantes. Nos propone, además de la visita tradicional, lineal, nuevas miradas que ellos definen como transversales. Son otras formas de contemplar la Colección, otros puntos de vista, teniendo en cuenta que la obra de arte no es solo un hecho en sí mismo, un autor, una fecha, sino que se enmarca, influye y es influida por el momento histórico, político y social.
El Teatro, la Arquitectura, el Cuerpo, el Feminismo… son algunos de los temas que nos sugieren. Un folleto ayuda a que nosotros mismos organicemos la visita. También, en algunos casos, ofrecen una visita guiada. Se pueden consultar todos los detalles en la página web del museo.
Elegimos una de estas últimas para empezar a conocer, a compartir estas miradas diferentes, el Feminismo : una mirada feminista sobre las vanguardias.
No se trata de mostrar una selección de obras realizadas por mujeres, como se ha hecho en otros casos, sino de analizar su papel en el Arte a lo largo de los últimos años del siglo XIX hasta el final de la guerra civil, y en la sociedad. La mujer es sujeto pero también objeto de la producción artística.
“Feminismo propone al visitante un recorrido por los espacios de la Colección dedicados a las vanguardias históricas y cuestiona el papel y la visibilidad de la mujer en la Historia del Arte. Se pretende despertar una nueva mirada, incitar a considerar críticamente las imágenes de dominación masculina e invitando, en definitiva, a reconocer el trabajo de la mujer en la superación de estos roles y modelos”.
Uno de los primeros cuadros comentados es la Tertulia del Café Pombo, de José Gutiérrez Solana, una de las muchas tertulias famosas de comienzos del siglo XX, en las que participaban los intelectuales de la época y en las que la presencia femenina era escasísima.
Aunque el nuevo siglo llegó con grandes promesas de modernidad, la Institución Libre de Enseñanza incorporaba a las mujeres en sus textos y actividades, éstas se incorporaban al mundo de la industria y del trabajo, etc. su visibilidad en el mundo del arte era mínima. Solo algunas artistas entraron en los círculos intelectuales dominados por los hombres.
Durante la visita la guía nos invita a reflexionar sobre la imagen de la mujer transmitida por los pintores Anglada Camarasa, Nonell o Picasso.
Y por supuesto sobre las creaciones de mujeres singulares. Dora Maar, muy conocida por su relación con Picasso, quizá no tanto por su propia actividad artística. La cineasta Germaine Dulac, desconocido su trabajo hasta hace poco tiempo, en que se intenta su recuperación. La pintora Sonia Delaunay, no tan reconocida como su marido Robert… Observamos una curiosa pintura, el retrato del dadaísta Tristán Tzara, obra de Robert Delaunay, en la que el interesante personaje luce una bufanda hecha por Sonia.
Admiramos los cuadros de grandes pintoras como Maruja Mallo, María Blanchard o Ángeles Santos. Nuestra guía comenta especialmente la vida de María, una de las pocas que sí formó parte de los círculos vanguardistas a lo largo de su vida tan dura, que ya conocimos, o la de Ángeles Santos, cuyo espectacular comienzo pictórico que provocó curiosidad y admiración de artistas como Ramón Gómez de la Serna, Jorge Guillén, García Lorca o Juan Ramón Jiménez, se vio truncado también por una vida difícil.
El itinerario, guiado por una de las personas encargadas del servicio de mediación cultural del museo, se convierte en un gratísimo paseo por las salas de la 2ª planta dedicadas a la Vanguardia. Y un estímulo para conocer mejor aquella época y a sus protagonistas.
Por : Mercedes Gómez
Otra de las excelentes exposiciones inauguradas la semana pasada en Madrid es la dedicada a Cristina Iglesias en el Museo Reina Sofía.
Hace mucho tiempo que hablamos aquí de esta artista, así que parece un buen momento para recuperar los artículos publicados: en abril de 2009 conocimos La escultura de Cristina Iglesias en Madrid. Recordábamos su exposición en 1998 en el Palacio de Velázquez donde por primera vez algunos pudimos admirar sus espléndidas esculturas, su Premio Nacional de Artes Plásticas al año siguiente. Y sus obras, sobre todo la majestuosa Puerta de la Ampliación del Museo del Prado. Poco después mostrábamos su presencia en la Colección Permanente del Museo Reina Sofía, tratando de ver a Cristina Iglesias, más cerca.
Estos días se están publicando muchas noticias, reportajes y entrevistas a la artista, muy interesantes, poco podemos añadir aquí. Solo recomendar la visita a su primera gran retrospectiva: es sencillamente espectacular.
Desde el inicio, tras pasar bajo el enorme Techo suspendido inclinado (1997), se percibe que nos adentramos en un territorio personal, fascinante, en el que cada uno de nosotros se podrá mover guiado por sus propias sensaciones. Son espacios, habitaciones, laberintos… que la escultora nos ofrece para que nos impliquemos libremente.
El edificio Sabatini actúa como el mejor aliado de la artista. Las ventanas de la primera planta que se asoman al Jardín dejan pasar la luz que se convierte en uno de los elementos fundamentales del magnífico montaje.
Es curioso observar las reacciones de los visitantes. Algunas personas miran los resquicios, se asoman por los rincones…
Otras no se deciden a entrar en sus habitaciones vegetales y descubrir dónde y cómo terminan, dudan y se dan la vuelta. A la mayoría sin embargo nos puede la curiosidad y el deseo de experimentar.
Como ya comentamos, las creaciones de Cristina Iglesias tienen mucho que ver con la arquitectura, con el espacio, más que con la forma o el volumen. Ella misma ha dicho que no da mensajes, crea lugares. Quizá por eso sus esculturas, como sus Celosías, tienen algo que invita a involucrarse, sugieren, animan a imaginar, también son algo misteriosas.
Hay que deambular, perderse bajo sus Corredores suspendidos de hierro dulce.
Otro elemento, que ha introducido últimamente, es el agua y su sonido. Asombra contemplar y escuchar sus Pozos, como ese inquietante Hacia el fondo en el que un mecanismo hidráulico mueve el agua sobre las hojas de madera, hierro, resina y polvo de bronce.
Cristina Iglesias. Metonimia. Una exposición para recorrer sin prisa y disfrutar.
Por Mercedes Gómez
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Edificio Sabatini, Planta 1
Hasta 13 de mayo de 2013
María Blanchard fue una de las grandes pintoras del siglo XX, una de las protagonistas de la vanguardia en los comienzos del siglo. Sin embargo su arte, por distintas razones, y su vida, llena de interrogantes, no son tan conocidos como sin duda merecen.
Mucho se ha escrito sobre su aspecto físico y el sufrimiento que le ocasionaba. Había nacido jorobada. Durante largo tiempo se dijo que la causa había sido una caída de su madre embarazada, pero la realidad es que nació con una doble desviación de columna y otros problemas debido a un defecto genético, cuenta Gloria Crespo, que ha estudiado la vida y la obra de la artista y ha realizado el documental 26, Rue du Départ – Érase una vez en París.
No solo era su aspecto, bajita y contrahecha, sino que durante toda su vida esa malformación provocó muchos problemas de salud y fuertes dolores. Dormía en un sillón, recostada siempre hacia el mismo lado. Mucha fortaleza debía ser necesaria para vivir así.
Sus biógrafos han relacionado siempre esta desgracia con su pintura, felizmente hoy día se ha comenzado a desligar ambos aspectos dando a su arte la importancia que merece, y a valorar la valentía que siempre tuvo como artista y como mujer que supo adaptarse a los tiempos y a las dificultades.
María Gutiérrez Blanchard nació en 1881 en Santander. Animada por su padre, que también pintaba, en 1903 con veintidós años María se trasladó a Madrid para estudiar y formarse como pintora.
En 1909 obtuvo una beca gracias a la cual fue a París. Tal vez la vida entre la gente “corriente”, en Santander, en Madrid y en Salamanca donde dio clases de pintura, era demasiado dura, siempre objeto de burlas y rechazo. En París, entre los artistas, encontró la libertad y se sintió apreciada.
En 1912 se instaló en Montparnasse, en 26 rue de Départ, donde compartió piso y estudio con Diego Rivera y entabló contacto con Juan Gris.
María sufrió mucho por su deformidad pero debía tener una personalidad fuerte. Fue aceptada con cariño y estima en el grupo de artistas, la mayoría hombres, que protagonizaron la época más vanguardista. Todos hablaron muy bien de ella, no solo de su arte sino su bondad, generosidad, incluso de la belleza de su rostro, sus manos, su pelo… y la admiraron. Llegaron a ser muy importantes en su vida sus grandes amigos los pintores Rivera, Gris y André Lhote.
Después de experimentar con el Fauvismo y otros estilos se convirtió en una de las mejores y más puras representantes del Cubismo.
Diego Rivera y María Blanchard (que al parecer también compartieron estudio en la madrileña calle de Goya) fueron dos de los pintores que participaron en la exposición organizada en 1915 por Ramón Gómez de La Serna, Los pintores íntegros.
El periódico La Esfera recogió el acontecimiento en un artículo firmado por S.A., irónico y cruel contra Ramón, los artistas y contra el Cubismo en general. La muestra resultó escandalosa para el Madrid de comienzos del siglo XX. De la Srta. Gutiérrez (así se refería a María Blanchard el autor del artículo) decía que “cuando quiere dibujar dibuja admirablemente, según puede apreciarse en su repugnante cuadro titulado Madrid”. En la revista Mundo Gráfico José Francés aplicaba el mismo calificativo al desnudo pintado por María Blanchard. Aquella pintura, en algún lugar llamada Venus de Madrid, hoy día está desaparecida.
La Esfera junto al texto publicaba una foto en la que a la izquierda se puede apreciar con dificultad otra de las obras de María expuesta en aquella memorable muestra, otro desnudo femenino, Nu o Eva, actualmente conservada en el Museo Nacional de Arte Moderno de París.
En 1916 se fue definitivamente a París, a pesar de que la guerra mundial continuaba. La vida no debía ser fácil en esas circunstancias, pero allí permaneció María. Ya nunca volvió a vivir en España.
Así como Juan Gris continuó investigando las posibilidades del Cubismo, en los años 20 María Blanchard volvió a la figuración, en lo que se llamó el retorno al orden. Ella tomó el camino del realismo mágico, alejándose de Gris, pictórica y personalmente.
A pesar de todo cuando en 1927 su gran amigo murió se sintió muy afectada y sufrió una gran crisis espiritual y, podemos imaginar, vital. Pero continuó pintando.
Murió en París el día 5 de abril de 1932, recién cumplidos los 51 años. Una breve nota en los periódicos franceses comunicó el “fallecimiento de una pintora española, María Blanchard, después de larga y penosa enfermedad”.
Dos días después en España Luz. Diario de la República recogió la noticia. El escritor Corpus Barga le dedicó un bonito artículo en el que hablaba de cómo la artista que era un duendecillo en su estudio de Montparnasse había sido tragada por el silencio y pedía a las mujeres españolas que salvaran su memoria. La visión del arte en 1932 ya no era la de 1915, por suerte.
La Unión Republicana Femenina recogió la llamada y el día 1 de junio de 1932 se celebró un homenaje. A las siete de la tarde en el Ateneo de Madrid, junto a Clara Campoamor, se reunieron un grupo de artistas y escritores. Ramón Gómez de la Serna que tanto la había apoyado, Concha Espina que era famila suya, y Federico García Lorca que leyó su Elegía a María Blanchard.
Luego la artista cayó en el olvido, con escasas excepciones. En 1962 una galería madrileña le dedicó una exposición. En 1981, centenario de su nacimiento, fue objeto de un homenaje y otra muestra. Y poco más.
Por fin el año pasado 2012, a los 80 años de su muerte, en varios lugares se ha recordado su figura (Museo de Arte Moderno de Santander, Fundación Botín, estreno del mencionado documental en Matadero Madrid). Además, podemos admirar algunas de sus obras en la planta 5ª del Espacio Telefónica en la Gran Vía acompañando a su admirado Juan Gris.
Finalmente en las salas de la 3ª planta del Museo Reina Sofía, una vez más marco perfecto para una exposición, se nos ofrece una gran retrospectiva dedicada a esta gran artista a la cual pertenecen los cuadros de las fotos anteriores.
Hasta el próximo 25 de febrero podemos visitar la muestra que “quiere reivindicar a esta artista española que vivió la pintura con todas sus incertidumbres y convicciones y que llegaría a ser una de las grandes figuras de la vanguardia.”
Además de una magnífica selección de su pintura, el museo ha reunido las imágenes que existen de la artista, fotos, dibujos y alguna caricatura.
Toda una vida, corta pero intensa, dolorosa y creativa, bajo el cristal de una vitrina.
por Mercedes Gómez
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Bibliografía:
El Heraldo de Madrid, 8 marzo 1915
Mundo Gráfico, 17 marzo 1915
Luz, 7 abril 1932
Luz, 31 mayo 1932
Hoja del Lunes de Madrid, 5 enero 1981
El País, 31 enero 2012. Un documental rescata la figura cubista de María Blanchard.
El País, 5 nov. 2012 Gloria Crespo. Contra el olvido de María Blanchard.
Museo Reina Sofía
Exposición María Blanchard – hasta el 25 de febrero de 2013
Edificio Sabatini, Planta 3
El edificio Ampliación del Museo Reina Sofía fue inaugurado a finales del año 2005. Es obra de Jean Nouvel, quien a finales de 1999 ganó el concurso internacional al que se habían presentado los arquitectos más renombrados, ofreciendo un logrado y bello contraste entre lo antiguo, el Edificio Sabatini del siglo XVIII, antiguo Hospital General que alberga el museo desde 1990, y lo moderno, este Edificio Nouvel del siglo XXI. Son distintos, pero son lo que parecen: hechos el uno para el otro.
El nuevo, levantado a espaldas del antiguo hospital sobre el solar junto a la fachada suroeste, entre las calles de Hospital, Argumosa y Ronda de Atocha, consta de tres elementos : el Auditorio, la Biblioteca y la sala de Exposiciones Temporales, que unidos al edificio primitivo se ordenan alrededor de un patio, en cierto modo un patio de manzana concebido casi como una plaza, un lugar de encuentro y estancia.
Una de las singularidades de esta construcción vanguardista fue el empleo de materiales innovadores. Dos cajas de acero laminado y cristal contienen la Biblioteca y las salas de Exposiciones Temporales, y entre ambos elementos transparentes, se ubica el Auditorio revestido de fibra de vidrio y poliéster (composite) en color rojo a modo de gran bola brillante y opaca. Las lamas de protección de las fachadas son de aluminio extruído, y sin duda, el elemento más poderoso es la gran cubierta de zinc, rojiza como los tejados madrileños, que sobresale en voladizo sobre todos los volúmenes.
La entrada tiene lugar por la Ronda de Atocha, esquina a la plaza del Emperador Carlos V (Atocha para la mayoría de los madrileños). Por ella accedemos a la Plaza con lucernarios o aberturas que según la hora o el clima producen efectos distintos sobre nosotros. En ella se instaló la obra del artista norteamericano Roy Lichtenstein, Brushstroke, Pincelada o brochazo, escultura monumental que hace referencia al oficio y al arte de la pintura.
Dos ascensores transparentes llevan a la Terraza, desde la cual surgen infinidad de puntos de vista nuevos y sorprendentes. Ir descubriéndolos es un juego.
Las vistas desde la Terraza del Edificio Nouvel no son desde luego las más espectaculares de Madrid, entre otras cosas porque su altura no es mucha, pero sí tienen un gran encanto. Quizá lo importante no es tanto lo que vemos sino cómo lo vemos, qué nos sugieren los edificios reales y los reflejados, la luz del día y los rayos del sol que se cuelan entre las pasarelas. En los cristales y en la gran cubierta se refleja no solo el exterior, las calles próximas, sino el interior, la plaza, la terraza, nosotros mismos…
Con atención y cuidado, como nos ruegan los letreros en los paneles de vidrio, por motivos de seguridad, pero también por curiosidad, nuestras miradas juegan, buscando elementos reconocibles entre las estructuras de acero y cristal. Asomándonos a la Ronda de Atocha, a la izquierda contemplamos la Estación. Tras ella, el Observatorio Astronómico, el Panteón de Hombres Ilustres…
A la derecha, el perfil del sur de la capital. En lugar preferente se ha instalado la obra de Antoni Miralda Tri-Uni-Corn (1981), realizada en vidrio y maíz sobre una base de madera.
Al otro lado, sobre la calle del Hospital, vemos a la izquierda el lateral de un edificio neomudéjar de finales del siglo XIX, con su entrada en la calle de Argumosa, a continuación una corrala de principios del XX, con la ropa tendida. Al fondo, el perfil del Madrid más antiguo, con las cúpulas de varias iglesias, que (otra vez jugamos) tratamos de identificar.
Tras los tejados de las casas cercanas también se vislumbran otras construcciones más modernas, como el Círculo de Bellas Artes. Poco a poco desde la terraza asistimos a la evolución de la arquitectura madrileña, vamos imaginando cómo la línea del cielo de Madrid debió ir cambiando desde el siglo XVIII hasta hoy. Todo un espectáculo.
La visita a la Plaza y a la Terraza es gratuita.
por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
E. Domínguez Uceta. La tercera piel del Reina Sofía. Revista Descubrir el Arte, nº 64, junio 2004.
Tengo el placer de reflejar una noticia que desde anoche recogen todos los periódicos y medios culturales, y que personalmente me ha producido una gran alegría: nuestra querida amiga Elena Asins ha obtenido el Premio Nacional de Artes Plásticas.
Se trata de un prestigioso premio, otorgado a aquellas personas que con su obra sin duda han contribuido a enriquecer el patrimonio cultural español. Grandes artistas lo han recibido desde su creación en 1980.
Elena nos visita con frecuencia y nos deja sus siempre interesantes recuerdos y reflexiones, también hemos hablado aquí varias veces de su arte singular y su aportación al arte conceptual en España, de forma que hoy únicamente deseo felicitarla por este merecido premio.
El jurado ha valorado «la coherencia de su trayectoria y la vitalidad, complejidad y variedad de un trabajo vinculado con la tradición constructiva de la vanguardia».
Aprovecho para recordar que aún, hasta el próximo día 31, podemos visitar su gran exposición retrospectiva “Fragmentos de la Memoria” en el Museo Reina Sofía.
Mi más sincera enhorabuena, Elena, y un fuerte abrazo,
Mercedes
Tengo el placer de contaros que el Museo Reina Sofía acaba de inaugurar la gran exposición retrospectiva dedicada a Elena Asins, importante artista de la vanguardia española del siglo XX, en la que podemos contemplar una gran selección de sus obras desde sus comienzos en los años 60 hasta la actualidad. Como ella misma afirma, se exponen fragmentos de su memoria, retazos de los signos que ha ido trazando a través de su vida. Añade que las obras de esta exposición deben ser entendidas como una “cierta apertura a la ciencia de los números”.
A Elena Asins, buena amiga de este blog, ya la conocéis. Dice que nunca ha tenido la intención de ser una artista al uso, ni escultora, ni pintora, ni escritora… pero yo creo que Elena es una artista total, todo lo vive y lo piensa desde una visión -su visión-, del Arte, que tanto ama. Construye obras, signos, producto de sus cálculos matemáticos, sus algoritmos, cálculos imposibles para la mayoría de nosotros.
Su gran formación en el área de las matemáticas y la semiótica –junto a Noam Chomsky nada más y nada menos- le ha llevado a investigar e innovar en todas las facetas del arte asistido por ordenador en diferentes formas, dibujo, escultura, video, instalaciones… Todo ello representado en esta espléndida muestra del Museo Reina Sofía, comisariada por el propio director del Museo, Manuel Borja-Villel.
Mi primera impresión es que la obra de Elena Asins no podía tener un escenario mejor, las blancas y a veces un poco misteriosas salas del Reina Sofía. La muestra se halla instalada en la sala 305 de la tercera planta del Edificio Sabatini. Tras recorrer la galería del Claustro, y contemplar una vez más el jardín del antiguo hospital, comienza la visita.
Nos recibe una obra realizada con hilo y madera, luego los papeles plegados sobre cartulinas… estamos en 1968.
Desde siempre, Elena ha investigado, conceptos, soportes, materiales… y ha buscado… Luego llegaron las estructuras ópticas y las geometrías. Y, como ya contamos hace unos meses -cuando recibió el premio Una Vida DEARTE-, trabajó junto a otros artistas en el Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid, grupo al que llegó en 1970 gracias a su amigo Eusebio Sempere, pioneros en el arte creado mediante ordenador.
La exposición va mostrando de forma exquisita la gran obra de Elena Asins. Impresionante la sala dedicada íntegramente a su Paradigme for Scale. Otra de las obras más atrayentes es un vídeo, canons 22, donde sus figuras cobran vida, las ves moverse, crecer, y “buscar su lugar”.
Y parece que lo encuentran, alcanzando las tres dimensiones, en las bellas esculturas, como sus menhires y dólmenes, trabajo que desarrolla desde los años 90.
La visita termina en un sorprendente Agujero negro.
Como en toda la actividad artística de Elena Asins, se trata de un concepto, una idea, que la autora expresa en esta instalación. Lo que ocurre es que una vez la “idea” se encuentra en un museo, todo pasa a depender del visitante, del público.
Ves la entrada a otra sala, y tras ella solo oscuridad. ¿Qué hacer?, nada explica lo que hay detrás, solo un cartel, “Agujero negro”. Es una habitación sin luz.
Entro, pero no más de un metro, está oscuro y no veo nada, paredes negras, suelo negro apenas una superficie a la que me agarro, me quedo quieta buscando seguridad e intentando descubrir qué hay ahí.
Tres o cuatro personas han entrado antes que yo y veo que llegan “de alguna parte”, y salen. Al poco rato sale un chico y le pregunto qué tal, que me da miedo meterme en la oscuridad, y me dice “pues es muy interesante…”, y su explicación tan positiva pienso que a Elena le hubiera encantado escucharla.
Es verdad, es una experiencia interesante. Al principio solo te guía el tacto, la mano sobre la pared alfombrada y suave te lleva hasta el fondo, pero poco a poco empiezas a ver, aunque es raro, ves la habitación negra en la que te encuentras. Es como todo, depende de tu carácter, estado de ánimo, compañía… cada persona puede vivirlo distinto,… como la vida misma.
Y es que Elena es capaz de relacionar las matemáticas con la filosofía, y con la vida.
Vamos desde el delicado hilo blanco del comienzo hasta el agujero negro del final. En todo el trayecto apenas hay color, solo pequeños detalles, nos movemos en la gama de los grises, del blanco al negro, pero del agujero salimos porque hay una luz que nos devuelve al orden. Sobre todo si hay gente a nuestro alrededor, al menos así lo viví yo.
Gracias, Elena, mi más cariñosa y sincera enhorabuena. Te deseo todo el éxito del mundo, y lo tendrás, porque la exposición es extraordinaria.
Mercedes
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Elena Asins. Fragmentos de la memoria.
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
Edificio Sabatini, Planta 3
15 de junio – 31 de octubre de 2011
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