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Hace ya casi siete años que contamos aquí la historia de los Palacios de Ustáriz y de Villagonzalo.
Incluso antes, en 2011, durante un paseo por la calle de Mejía Lequerica, nos paramos a contemplarlos.
Recordemos que el espacio ocupado por ambos palacios, separados por la calle de San Mateo, corresponde a las antiguas manzanas 330 y 336.
Como vimos, en la segunda mitad del siglo XVIII gran parte de esos terrenos eran propiedad de la señora viuda del marqués de Ustáriz y herederos. La manzana número 336, entre San Mateo y la calle de la Florida (actual Mejía Lequerica), San Benito (actual Beneficencia) y de San Opropio (hoy Serrano Anguita) estaba formada por una sola casa propiedad de la marquesa, ocupada por el Palacio del Marqués de Ustáriz que había sido construido en 1748 por el arquitecto José Pérez.
En 2013 el edificio se encontraba en muy mal estado.
En 2014 se publicó que –tras haber sido propiedad de Juan Antonio Roca, que acabó en prisión por la famosa operación Malaya– el palacio había sido vendido a la familia Botín.
Comenzó la «Rehabilitación Integral del Jardín y Edificio con Restauración de Salas de Interés y ejecución de Aparcamiento bajo rasante» a cargo del estudio Prado y Somosierra.
Las obras continuaron.
A comienzos de marzo pasado la noticia fue que su destino era acoger la sede de la empresa de Javier Botín, el menor de esta familia de banqueros.
Gracias a la colaboración de un generoso lector del blog, Pablo Montejo, que me ha enviado unas fotografías estupendas, podemos actualizar la información y conocer la situación actual del palacio.
Las siguientes imágenes son recientes, del pasado mes de agosto 2020. Parece que las obras de rehabilitación han acabado y el aspecto general del exterior del edificio es magnífico.
La hermosa portada de piedra y su escudo han sido restaurados.
Según el proyecto anunciado, se han conservado también elementos valiosos en su interior; esperemos que así sea y poder visitarlo algún día.
Por: Mercedes Gómez
Volvemos a la Casa de Joaquín Sorolla, el palacete donde vivió el pintor con su familia, proyectado por el arquitecto Enrique María Repullés y Vargas en 1910, en el actual nº 37 del Paseo del General Martínez Campos, hoy Museo Sorolla.
Estos días podemos visitar la exposición temporal Sorolla. Un jardín para pintar.
La muestra reúne varios alicientes: la vida del propio Sorolla, su casa hoy convertida en uno de los museos más singulares de Madrid, los jardines que él mismo proyectó junto a su arquitecto, todo ello explicado en algunos paneles, fotografías, esculturas, en sus bellas pinturas y por supuesto en la realidad que disfrutamos paseando por los rincones en los que vivió y pintó.
Sorolla realizó muchos dibujos preparatorios de su deseado jardín. Algunos de estos croquis se exponen ahora. Son sencillos, pueden parecer poco importantes tras el cristal de la vitrina o los marcos, pero hay mucha historia tras esos trazos, y son emocionantes sin duda. Muestran los sueños del propio artista.
La exposición se basa en la idea de que a Sorolla lo que más le gustaba era pintar, sobre todo al aire libre, y por eso soñaba con un jardín propio, un lugar donde pintar al sol.
El Jardín de Sorolla es hoy día un oasis inesperado entre altos edificios y el propio paseo del General Martínez Campos con sus castaños de indias, que no existían cuando la casa fue construida. Cuando Sorolla creó sus jardines con sumo cuidado no imaginó que en un futuro se encontrarían rodeados y cubiertos de sombra, así que ahora los árboles plantados por él mismo y las plantas existentes tienen un problema, la falta de la abundante luz de la que gozaban entonces. Por eso actualmente en estos jardines no hay tantas plantas de flor, que el artista plantó, pues mantenerlas resulta difícil.
El Jardín de Sorolla consta de tres espacios o jardines distintos, además de un Patio andaluz.
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El Primer Jardín y su bonita fuente están inspirados en jardines de los Reales Alcázares de Sevilla que Sorolla conoció y admiró. Fue plantado a finales de 1911; en esos momentos fue cuando la familia se trasladó allí a vivir.
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El Segundo Jardín, construido el último, está inspirado en los jardines que el artista vio en Granada, en la Alhambra. Plantado entre 1915 y 1916. El pintor realizó muchos dibujos para este proyecto.
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Entre el segundo y el tercero se situaron algunas esculturas, entre ellas un Fauno y un Sátiro con odre (1911), reproducciones en bronce de las obras del Museo Arqueológico de Nápoles (sg. II a. de C.), que Sorolla pintó en cuadros hoy aquí expuestos junto a las obras.
Actualmente las que se encuentran en el jardín son reproducciones a su vez.
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Y el Tercer Jardín, creado a la par que el primero en 1911, está dotado de una pérgola de origen italiano, y una alberca sevillana con dos figuras alegóricas, obra de Francisco Marco Díaz Pintado. Se llama la Fuente de las Confidencias. Fue plantado hacia 1912 o 1913 y rehecho hacia 1917, una vez concluido el segundo jardín.
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Joaquín Sorolla imaginó su Jardín, lo dibujó, plantó las flores y los árboles, fue jardinero además de pintor…
Lo cuidó hasta en los más pequeños detalles.
Es un placer recorrer la exposición, y después detenerse un rato en el jardín que Joaquín Sorolla soñó, creó, vivió y pintó.
Por : Mercedes Gómez
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Museo Sorolla.
Sorolla. Un jardín para pintar.
Pº Gral. Martínez Campos, 37
Hasta 20 enero 2019
El Palacio de Fernán Núñez está situado en la calle de Santa Isabel nº 44, con vuelta a San Cosme y San Damián nº 1. Como ocurre en otros palacios decimonónicos, su exterior no permite imaginar el lujo y riqueza que alberga en su interior.
La entrada a la zona noble suele tener lugar por la escalera principal.
Pero hoy os invito a acceder por la bella escalera privada de sus antiguos inquilinos para conocer su jardín, gracias a las visitas organizadas por Open House Madrid el pasado sábado 30 de septiembre.
Antes conozcamos su historia.
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Los orígenes del palacio se remontan a finales del siglo XVIII cuando estos terrenos estaban ocupados por modestas casas de vecindad con huertas que pertenecían a diferentes propietarios. Era la manzana 18 que casi en su totalidad era propiedad del cercano Convento de Santa Isabel, aunque desde 1618 las monjas habían ido vendiendo solares. El monasterio ocupaba la gran casa nº 10, así aparece reflejado en la Planimetría General.
Blas Jover, Secretario de Consejos de Fernando VI, compró algunos solares, comenzando por el sitio nº 7 situado en la esquina entre Santa Isabel y la calle de San Cosme, hoy San Cosme y San Damián, y allí construyó su casa.
Dicha casa nº 7 en 1769 fue adquirida por Miguel José María de la Cueva Velasco, XIII duque de Alburquerque y conde de Fernán Núñez, quien contrató al arquitecto Antonio López Aguado para que la reformara y transformara en un palacio.
En esta época, entre 1796-1849, ya existía un patio-jardín del cual tenemos información gracias a la extraordinaria maqueta, el Modelo de Madrid (1830) de León Gil de Palacio, que se puede admirar en el Museo de Historia de Madrid.
Posteriormente, a mediados del siglo XIX, Felipe María Osorio y Castelví, duque de Fernán Núñez y conde de Cervellón, adquirió la casa nº 8 y la huerta colindante con el Colegio de Santa Isabel. El palacio primitivo fue reformado y ampliado, y su interior fue distribuido irregularmente en torno a varios patios; se construyó una nueva fachada, la que hoy día contemplamos, y el jardín modificó su aspecto y uso. La obra se atribuye a Martín López Aguado, hijo de Antonio.
Entre 1860 y 1870 junto al jardín se construyó la estufa o serre –así aparece nombrada en las revistas y diarios de la época–, un precioso invernadero que se convertiría en protagonista de la vida social del palacio como atestiguan las numerosas crónicas.
El Madrid de los años 70 del siglo XIX está representado en el plano de Ibáñez de Íbero en el que el palacio y sus patios están bien detallados. El invernadero aparece dibujado junto al jardín.
Era una galería abovedada de hierro y cristal, con tres puertas en una de sus fachadas que se comunicaban con el jardín.
Una vez más las fotografías de Jean Laurent conservadas en el Archivo Ruiz Vernacci, realizadas por esas mismas fechas, alrededor de 1875, nos muestran cómo era la galería, adornada con todo tipo de árboles y plantas. Palmeras, plátanos… hortensias… En su interior también había una fuente con una figura de mármol.

Laurent “Palacio de Fernán Núñez. La galería”. (1860-1886). Archivo Ruiz Vernacci. Fototeca del Patrimonio Histórico (IPCE).
El invernadero recibía, además de la luz del sol, el calor que le proporcionaba un calorífero, el agua caliente que circulaba bajo el pavimento, bajo unas glorias o rejillas metálicas, que se aprecian perfectamente en las fotografías de Laurent y que se conservan, como veremos.
Recibía el nombre de Galería de Otelo porque entre otras cosas allí había una escultura de mármol que representaba este personaje.

Laurent “Palacio de Fernán Núñez. La galería de Otelo”. (1860-1886). Archivo Ruiz Vernacci. Fototeca del Patrimonio Histórico (IPCE).
Como decíamos, las revistas de la época dejaron constancia de los encuentros sociales y las fiestas que allí tuvieron lugar. En 1884 se celebró en el palacio un baile que la Ilustración Española y Americana describió e ilustró con uno de sus famosos grabados.

El baile en casa de los duques de Fernán Núñez. Aspecto de la “serre” donde se sirvió el “buffet”. La Ilustración Española y Americana 15 marzo 1884 (BNE)
A comienzos del siglo XX se produjo una nueva reforma, obra de Valentín Roca y Carbonell, nuevo arquitecto de la casa ducal.
El Jardín fue rediseñado y se añadió una terraza de mármol con escaleras, que sigue existiendo; nuevas losas cubrieron todos los elementos decorativos. El estanque de la fuente fue realizado con el mismo material.
Después de la guerra tras ser adquirido el edificio por la Compañía de Ferrocarriles, luego Renfe, fue restaurado. Nuevas reformas tuvieron lugar en 1973.
A estas últimas obras se cree que se debe la configuración actual del jardín.
El invernadero desapareció, aunque su estructura se mantuvo. Los muros de cristal fueron sustituidos por muros de fábrica con tres grandes ventanales.
Hoy es un moderno Salón de Actos.
En el suelo, como comentábamos, aún se conservan las glorias, las mismas que aparecen en las fotografías de Laurent.
La fuente que estaba en el interior también desapareció; la figura de mármol que la adornaba –que también vimos en la primera foto de Laurent– fue trasladada al jardín, donde continúa.
Las especies arbóreas que hoy existen, como el hermoso magnolio central, debieron ser plantadas en dicha reforma de los años 70.
La última restauración del jardín tuvo lugar en 2002 a cargo del arquitecto Javier Contreras.
El Palacio, propiedad de Adif y Renfe, desde 1985 es la sede de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles. Se puede solicitar la visita en grupos. En su web se encuentra toda la información.
Por: Mercedes Gómez
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Bibliografía:
MARTÍN BLANCO, Paulino. “El Jardín central del Palacio de Fernán Núñez”, Anales de Historia del Arte nº 13, 2003.
BUELGA LASTRA, Luz. “Casa-mansión de los Duques de Alburquerque y de los Duques de Fernán-Núñez: Historia y evolución”. Espacio, Tiempo y Forma, Hist. del Arte, t. V, 1992.
Al final de la calle del Espíritu Santo hay una larguísima tapia tras la cual se adivinan algunos árboles que si no conoces el lugar no permiten imaginar la maravilla que esconde.
Pertenece al Palacio de Parcent que tiene su fachada principal al doblar la esquina, en la calle de San Bernardo nº 62.
Del Palacio ya hemos hablado, cuando en septiembre de 2014 visitamos el vecino Palacio Bauer. Recordemos su evolución.
En las primeras décadas del XVII, que refleja el primer plano de Madrid obra de Antonio Mancelli, el solar ya mostraba un amplio jardín.
La otra fachada lateral del edificio corresponde a la calle de San Vicente, tramo que en el siglo XVII recibía el nombre de calle de los Siete Jardines, y no es de extrañar pues las manzanas de edificaciones a ambos lados escondían huertos y jardines, tal como dibujó Texeira.
Como ya vimos, el Palacio de Parcent en el siglo XVIII era la Casa nº 1 de la manzana 485, propiedad de los marqueses de Mejorada y de la Breña. La gran posesión en el XVII había estado formada por 5 solares, entre ellos uno en el que se encontraba la casa de doña Catalina Bernardo de Quirós. Sobre estas primeras construcciones se levantó el nuevo palacio.
El Palacio de Parcent fue construido en 1728 según proyecto de Gabriel Valenciano, discípulo y colaborador de Pedro de Ribera. Ha sido reformado y ampliado en varias ocasiones, sin embargo se conserva la estructura general, su planta rectangular alrededor del patio, el jardín trasero y la portada, que recuerda el estilo del maestro.
Una primera ampliación y reforma fue llevada a cabo en 1860 por el arquitecto Manuel Seco. La segunda solo tres años después por Pedro Vidal.
El Marqués, que lo reedificó en el siglo XIX ya que se encontraba en muy mal estado, llegó a Madrid en 1865, así nos lo cuenta Virginia Tovar en su libro sobre el Palacio de Parcent. Entonces el Palacio de la marquesa de la Breña, que fue también marquesa de Guadalcázar, pasó a ser el Palacio de Guadalcázar.
No se sabe bien porqué, después de haber realizado grandes obras, la familia de Mejorada-Guadalcázar abandonó el palacio. Don Isidro Alfonso de Sousa Portugal, marqués de Guadalcázar, fue el último propietario de este título.
En el siglo XX fue el hotel de los Iturbe-Scholtz Hermendorff, y luego de los Parcent-Hohenlohe. Finalmente el edificio pasó al Estado que sigue siendo su propietario, conservando el nombre de Parcent.
La tercera ampliación y reforma fue obra de José Monasterio Arrillaga, en 1900. La cuarta, en 1922, de Luis de Landecho.
En los años 80 pasó a depender del Ministerio de Justicia y una vez más fue restaurado, en este caso según proyecto de Ángel Esteve; algunas oficinas de este ministerio lo ocupan desde 1985. Merece la pena conocer el interior del edificio y el patio reformado con su galería de hierro; diversas estancias conservan la lujosa y elegante decoración barroca, casi rococó en algún caso, del pasado. Pero hoy nos vamos a detener en el jardín.
Se habla a menudo de jardines secretos que no son tal pues son jardines públicos que muchos conocemos, pero en este caso sí que estamos en uno poco conocido pues no es fácil acceder a él. De titularidad pública, sería deseable que se permitiera visitarlo más fácilmente.
Gracias a las visitas Bienvenidos a Palacio organizadas por la Comunidad de Madrid por fin pudimos conocer qué había al otro lado de la misteriosa tapia, el bellísimo Jardín del Palacio de Parcent.
Son 1.200 metros cuadrados (de los 3.286 totales de la parcela) que gozan de la máxima protección como Jardín de Interés Histórico y Artístico.
Situado a espaldas del edificio, entre la calle de San Vicente y la de Espíritu Santo como dijimos, es espectacular, inesperado en pleno centro de Madrid.
Al fondo se encuentra el invernadero de hierro y cristal construido en la reforma de José Monasterio a comienzos del siglo XX.
Como explica Virginia Tovar, el jardín creado alrededor de un eje, con el invernadero a modo de tribuna, recuerda las técnicas escenográficas barrocas, efecto conservado a pesar de las múltiples reformas.
Entre las dos naves laterales abovedadas del invernadero, bajo una exedra central había una fuente de piedra en cascada, hoy sin uso, coronada por el dios Neptuno.
Contemplamos castaños de Indias, algún olivo, aligustres, adelfas, rosales, preciosas plantas trepadoras, enredaderas… sobre un cuidado césped.
El jardín y el invernadero fueron rehabilitados por el Ministerio de Justicia entre los años 2011 y 2012.
La fachada que da al jardín por cuya puerta hemos accedido y volveremos sobre nuestros pasos para terminar la visita corresponde a la reforma de José Monasterio realizada en 1900.
Aunque al jardín se podría acceder, si así se decidiera, directamente por la puerta lateral, sin necesidad de cruzar las estancias palaciegas, hoy ministeriales. Ojalá algún día se abra al público.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
TOVAR, Virginia. El Palacio de Parcent, Sede del Ministerio de Justicia e Interior. Ministerio de Justicia e Interior, Madrid, 1995.
COAM. Guía de Arquitectura de Madrid. 2003.
Palacio de Parcent. Bienvenidos a Palacio. Comunidad de Madrid, 2016.
Desde 1992 en que fue inaugurado, el Museo Thyssen ocupa el que fuera antiguo Palacio de Villahermosa. Como vimos, este inmueble, junto con otros cuatro colindantes, formaron el sitio nº 6 de la que sería la manzana nº 273, que hacia 1750 era propiedad de la condesa de Altri. En 1771 su dueño pasó a ser el duque de Villahermosa.
A finales del siglo XIX la heredera del título de Villahermosa, Carmen de Aragón, se casó con José Manuel Goyeneche, conde de Guaqui. El hermano de José Manuel, Juan Mariano, que heredó el título de conde de Guaqui, también pasó a poseer los terrenos aledaños al Palacio de Villahermosa, sobre los que en el siglo XX se construyeron las conocidas como Casa de la duquesa de Goyeneche y Casa del conde de Guaqui.
Un complicado entramado de títulos nobiliarios, matrimonios y herencias que se refleja en los solares de esta manzana y la construcción de sus casas-palacio.
La antigua Casa Palacio de la Duquesa de Goyeneche, en la calle Marqués de Cubas actual número 21, fue construida en 1915.
Y en el número 19, con vuelta a la calle de Zorrilla, se levantó la Casa del Conde de Guaqui. Esta se comenzó a construir en 1917 según proyecto del arquitecto Cesáreo Iradier.
En noviembre de ese año 1917 la revista La Construcción Moderna publicaba la noticia de que, sobre el solar del entonces nº 13 de la calle, propiedad del conde de Guaqui, el nuevo edificio se hallaba en construcción “inspirada la arquitectura de las fachadas en el estilo antiguo del renacimiento español”.
Fue reformado en 1952 por Luis García de la Rasilla y en 1995 por Francisco Ramírez Montesinos.
El proyecto original de Iradier utilizó elementos característicos de la arquitectura de comienzos del siglo XX, destacando el uso de las artes decorativas como la escultura, el hierro forjado y la cerámica.
Ambos edificios, el de la duquesa de Goyeneche y el del conde de Guaqui, fueron reestructurados en 2002 para la ampliación del Museo Thyssen que desde entonces albergan.
En la actualidad, durante la visita al museo, tras una inesperada puerta, podemos comprobar que se conserva el portal del segundo, de la Casa-palacio de Guaqui en el que se ha instalado una maqueta del conjunto museístico.
Con sus espléndidas puertas de hierro forjado que ahora contemplamos desde el interior, su puerta de entrada a la vieja Portería…
… y su hermoso zócalo de cerámica.
Creo que es lo único que queda del interior de la casa-palacio del conde de Guaqui, por otra parte ahora sede de extraordinarias obras de arte propiedad del Museo Thyssen. Cuando vayáis la próxima vez al museo echadle un vistazo al antiguo portal, bonito recuerdo del pasado y de una arquitectura perdida. Y a la salida no olvidéis dar una vuelta a la manzana y contemplar las preciosas fachadas de las en otro tiempo casas palaciegas.
Por: Mercedes Gómez
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Fuentes y bibliografía:
Museo Thyssen
La edificación en Madrid. La Construcción Moderna, nº 21, Madrid, nov. 1917.
Monte-Cristo. “Un libro notable debido a la duquesa de Goyeneche”, Blanco y Negro, 22 enero 1928, pp. 59-62.
COAM. Guía de Arquitectura de Madrid. 2003.
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