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La historia de la Parroquia de San Andrés de Madrid es muy antigua, su origen se remonta a la Edad Media. En el siglo XVI se adosó la Capilla del Obispo y en el XVII la Capilla de San Isidro.
Un primer proyecto de la Capilla dedicada al Santo tras su canonización en 1622 fue encargado a Juan Gómez de Mora, que no se realizó. El Archivo municipal conserva el Pliego de condiciones para construir la Capilla de San Isidro en la Iglesia de San Andrés de 1629, rubricado en 1630. En 1642 se convocó un concurso que ganó Pedro de la Torre. Este proyecto inicial fue modificado por José de Villarreal que llevó a cabo las obras de 1657 a 1669, las cuales fueron largas y estuvieron llenas de dificultades.
Por fin, el 15 de mayo de dicho año 1669 fue colocado el cuerpo de San Isidro en su nueva sepultura. Estuvo también en la Capilla del Obispo, pero volvió a San Andrés hasta que fue trasladado a la iglesia del Colegio Imperial, hoy Colegiata de San Isidro en la calle Toledo, donde continúa.
La Capilla tenía cuatro puertas, dos a cada lado, una más sencilla y otra monumental; y la iglesia tenía su propia portada haciendo esquina con la fachada este de la capilla. Sobre ella se encontraba la estatua de San Andrés, titular de la parroquia.
La estatua, de la que hablaremos más adelante, la conocemos gracias a las fotografías antiguas, como la que vemos más arriba. Y ha inspirado hermosos dibujos, como este de Vicente Benítez.
En cuanto a la Capilla, sobre la puerta oeste, en la Costanilla de San Andrés, se situó la imagen de la Virgen y el Niño, y sobre la puerta este, la imagen de San Isidro.
Las tres esculturas tradicionalmente se han atribuido al escultor Manuel Pereira (1588-1683).
Como escribió Enrique Serrano Fatigati, Pereira había nacido en Portugal, pero de tal modo llenó de santos de piedra las portadas de las iglesias y de imágenes de madera los altares de Madrid, que bien puede considerársele como un escultor de esta región artística.
Antonio Palomino, que había nacido en 1655 conoció a los artistas barrocos madrileños, ciudad a la que llegó en 1678, con apenas 23 años. Pereira entonces ya era un hombre muy mayor, pero –y aunque en sus últimos años trabajó poco debido a su problemas de visión y su edad– sin duda Palomino pudo conocerlo. En su Parnaso español pintoresco laureado, publicado en Madrid en 1724, en el capítulo sobre Manuel Pereyra, insigne escultor, enumerando las muchas estatuas que tiene en esta Corte, Palomino menciona el San Isidro de piedra que está sobre la puerta de su Capilla, y el San Andrés que está en la parroquia de dicho santo. Y una imagen de Nuestra Señora, en la otra puerta de dicha Capilla.
A partir de aquí fueron muchos los autores que recogieron la información. Ponz en 1776 menciona la estatua de San Andrés, obra de Manuel Pereyra, que estaba sobre la puerta de la Parroquia. En 1800 Ceán Bermúdez recoge ambas, la del santo apóstol encima de la puerta de la iglesia; y otra de la Virgen sobre una de las puertas de la capilla de San Isidro.
En la actualidad, según Rubén Sánchez Guzmán, en su investigación sobre Manuel Pereira citada aquí al final en la bibliografía, la autoría de Pereira no ofrecería ninguna duda en las dos esculturas realizadas para la Capilla, la de la Virgen y la de San Isidro. El autor cita un documento por el cual el 8 de mayo de 1666 don Antonio de Contreras otorgó libranza de 2.000 reales a favor del escultor a cuenta de las siete estatuas del retablo y otras dos de piedra que estaba haciendo para la capilla, a “quenta de lo que montaren nueve estatuas las siete de madera y las dos de piedra que ha de hacer para la dha capilla”.
En 1936 –excepto la Capilla del Obispo, felizmente– el conjunto quedó prácticamente destruido por un incendio, solo se salvó la estructura exterior. Una foto de Vicente Moreno muestra el estado de la portada de la capilla de San Isidro y de la iglesia de San Andrés después del incendio sufrido por ambos edificios el día 19 de julio de 1936.

Portada de la capilla de San Isidro (a la izq.) y de la iglesia de San Andrés (dcha.). Foto V.Moreno 7 agosto 1937 (IPCE)
Después de la guerra, la Capilla fue reconstruida, la iglesia derribada y el conjunto transformado completamente. En el solar de la iglesia se construyó la casa parroquial.
Al desaparecer la antigua iglesia de San Andrés desapareció la portada en cuya hornacina se encontraba la estatua de San Andrés. La escultura fue colocada en una de las portadas principales de la Capilla, donde antes estuvo San Isidro.
Las cuatro puertas se conservan. Situadas a ambos lados, las dos más pequeñas, adinteladas, dan acceso a la antecapilla. Están rematadas por unas sirenas que sujetan unos cesto y unos jarrones con frutas.
La que da al jardín es la entrada que se utiliza actualmente para entrar en la iglesia, y necesita ser restaurada, como lo ha sido la situada en la Costanilla.
Las dos portadas monumentales son las otras dos, la de la Costanilla de San Andrés y la que corresponde a terrenos del antiguo cementerio, hoy zona ajardinada a la que se accede por una verja, desde donde se accede al templo.
Son dos puertas formadas por un vano de forma pentagonal, en cuyo lado superior hay un relieve escultórico, flanqueado por dos columnas a cada lado que sustentan una cornisa volada. Sobre la cornisa una hornacina aloja sendas estatuas.
Los dos relieves representan escenas de los Milagros de San Isidro. El Milagro de la Fuente en la portada oeste y el Milagro del Pozo en la portada este.
En cuanto a las estatuas, se conserva en su lugar, en la Costanilla de San Andrés, la Virgen y el Niño, una de las obras realizadas por Pereira hacia 1666, según el documento mencionado.
En la puerta este, en el Jardín, la escultura de San Andrés. Esta última es la que se encontraba en la puerta de la iglesia, como vimos. Sustituyó a la figura de San Isidro, desaparecida, también datada hacia 1666.
La imagen de San Andrés con el tiempo sufrió un gran deterioro, perdió la cabeza, la mano izquierda y el brazo derecho. Durante un tiempo estuvo en el Jardín. Fue restaurada en 2004 y, reintegradas las partes que le faltaban, volvió a la hornacina de la Capilla, donde hoy se encuentra.
Por: Mercedes Gómez
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Bibliografía
SÁNCHEZ GUZMÁN, Rubén. El escultor Manuel Pereira (1588-1683). Cuadernos de arte e iconografía, nº 33, Madrid, 2008.
GARCÍA GUTIÉRREZ, P.F – MARTÍNEZ CARBAJO, A.F. Iglesias de Madrid. La Librería, Madrid, 2006.
COAM. Arquitectura de Madrid. 2003.
El vestíbulo de entrada al Museo de Historia de Madrid está adornado por dos esculturas antiguas. Son dos joyas históricas y artísticas, propiedad del Museo Arqueológico Nacional, conservadas en depósito en nuestro querido museo municipal.
Son las figuras de la Abundancia y de Endimión. Según consta en las cartelas, ambas coronaban dos fuentes monumentales en el siglo XVII madrileño.
Dentro del plan para solucionar las necesidades de agua en Madrid tras el aumento de población que provocó la llegada de la Corte en 1561, en los comienzos del siglo siguiente se construyeron viajes de agua (Abroñigal, Castellana…) y se instalaron numerosas fuentes públicas. La mayor parte eran muy sencillas, modestos caños de vecindad, pero también se crearon algunas fuentes monumentales con el fin de decorar las plazas más notables de la Villa.
Una de las primeras fue la de la plaza de la Cebada, encargada en 1617 al arquitecto Juan Gómez de Mora. Otras, entre ellas la cercana Fuente del Humilladero de San Francisco, al año siguiente fueron diseñadas por el escultor Rutilio Gaci. Ambas aparecen dibujadas por Pedro Texeira en su plano realizado unos años después, en 1656.
Con la leyenda nº 46, la Fuente de la plaza de la Cebada que se encontraba en un lateral de la gran plaza dedicada a mercado. Suministraba agua procedente del Viaje del Alto Abroñigal.
Fue realizada por el alarife Pedro de Pedrosa y el maestro de cantería Martín de Gortairi. Se coronó con una figura mitológica.
Según indica el letrero del museo, la estatua de mármol de la Abundancia sosteniendo un niño, realizada hacia 1650, formó parte del remate escultórico.
En el interior del museo podemos ver dos pinturas del siglo XVIII que representan la importante plaza.
La Procesión de la Virgen de Gracia en la Plaza de la Cebada (1741) de Manuel de Chozas.
En la esquina a nuestra izquierda aparece la fuente. En el conjunto escultórico hay otro niño a los pies de la figura principal.
Y la Feria de Madrid en la plaza de la Cebada (1770-1780), de Manuel de la Cruz, perteneciente al Museo del Prado.
En esta pintura ya no aparece el niño en la base.
La fuente sufrió varias obras y reformas en los siglos XVII y XVIII; muy deteriorada, fue demolida en 1840. No he conseguido información sobre los posibles cambios en el remate escultórico y si la estatua fue sustituida por otra en algún momento.
Con el nº 50 Texeira dibujó la Fuente del Humilladero de San Francisco, de Puerta de Moros o de Endimión; en este caso se surtía del Viaje del Bajo Abroñigal.
Se cree que fue obra de Rutilio Gaci y el mismo Martín Gortairi; se construyó entre 1620 y 1638. La obra de cantería fue encargada al maestro Miguel de Collado.
Fue rematada por la figura de Endimión, igualmente de mármol, obra reformada y limpiada por el escultor Manuel Pereira, trabajo tasado en 1640.
A mediados del siglo XIX la escultura fue trasladada a la fuente de la plaza de Lavapiés.
Fuente que también desapareció, pero la escultura felizmente se conserva.
Endimión y la Abundancia nos reciben cuando llegamos al Museo de Historia de Madrid, en la calle de Fuencarral nº 78. Merece la pena detenerse unos minutos, contemplarlas y recordar su larga historia y los misterios que las envuelven.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
MOLINA CAMPUZANO, Miguel. Fuentes artísticas madrileñas del siglo XVII. Ayuntamiento de Madrid – IEM 1970.
DÍAZ y DÍAZ, Mª del Sol. “Fuentes públicas monumentales del Madrid del siglo XVII” Revista Villa de Madrid nº 53. Madrid, 1976.
Hace unos días tuve la inmensa suerte de visitar un lugar especial, uno de los conjuntos arquitectónicos más notables de Madrid, el formado por la Iglesia de San Antonio de los Alemanes, la Santa y Pontificia Real Hermandad del Refugio y Piedad de Madrid, y el Colegio de la Purísima Concepción.
Una visita guiada por Carlos Osorio, autor del blog Caminando por Madrid, que una vez más nos regaló una mañana deliciosa, a través de las estancias y de la historia de una de las instituciones más antiguas y más desconocidas de Madrid, la Santa Hermandad del Refugio, y su iglesia, San Antonio de los Portugueses, hoy llamada de los Alemanes.
La cita fue en la esquina de la Corredera Baja de San Pablo con la calle de la Puebla, frente a la iglesia, construida entre 1624 y 1630.
El conjunto es de planta triangular, como la manzana que ocupa, entre la Corredera Baja, y las calles de la Puebla y Ballesta.
Tras contemplar la espléndida fachada de la iglesia barroca, de Juan Gómez de Mora (aunque reformada), con la imagen de San Antonio, obra del gran escultor portugués Manuel Pereira, accedemos al edificio anejo, en la calle de la Puebla, construido en 1886 por Antonio Ruiz de Salces, y comienza la visita, a la que os invitamos a acompañarnos. Merece la pena.
En la entrada, antiguo zaguán, Carlos comienza a explicarnos la rica y larga historia de estos edificios y la institución que alberga. Nos recuerda que antes de que en estos terrenos se construyera un Hospital para los Portugueses que vivían en Madrid, en lo que entonces eran las afueras, eran solo campo, escarpado y habitado por jabalíes y otros animales.
El hospital fue construido en 1606, nada más volver Felipe III a establecer la capitalidad en Madrid, y funcionó hasta el año 1689, ya en época de Felipe IV, en que Portugal se separó de la Corona Española, y el hospital, y su iglesia, fueron entregados a los Alemanes, nombre que conserva el templo.
Felipe V, en 1702, fue quien destinó las instalaciones a la Real Hermandad del Refugio.
Dejamos atrás la puerta de entrada a la Sacristía de la iglesia, a la que volveremos más tarde, y la entrada al Colegio, adornada con una fuentecilla.
Tras otra puerta, una escalera nos lleva hasta la sede de la Hermandad del Refugio.
La Santa y Pontificia Real Hermandad del Refugio y Piedad de Madrid fue fundada en 1615 con el fin de dar de comer a los necesitados y ayudar a los numerosos enfermos que por entonces penaban por las calles madrileñas.
Todo comenzó durante las reuniones que mantenían tres vecinos del barrio. Don Pedro Lasso de la Vega que tenía su palacio en la esquina de San Bernardo con la calle del Pez, frente al Noviciado de los Jesuitas, donde se alojaba el Padre Bernardo de Antequera. El otro contertulio era don Juan Jerónimo Serra que vivía en la actual Travesía de Parada nº 6, antes calle de En mala hora vayas.
Poco a poco otros hermanos se fueron uniendo a la Congregación, salían de noche en busca de los necesitados, a los enfermos los acogían y los llevaban a algún hospital, y a los hambrientos les daban pan y dos huevos cocidos, de ahí el nombre de la ronda nocturna, la Ronda de Pan y Huevo.
Un criado llevaba un farol para alumbrar la búsqueda, y la cesta con los alimentos. Los hermanos se turnaban recorriendo cada noche las calles de la Villa. Hasta 1833 en que, con la llegada de la policía urbana, se suspendió la ronda, pero se abrió una Hospedería donde se proporcionaba cena y cama a los más necesitados, que existió hasta 1936. Actualmente continúa funcionando un Albergue en el que se dan cenas, y si quedan personas sin sitio en el comedor se les ofrece un bocadillo y leche caliente.
Pero no era esta la única actividad caritativa de la Hermandad, hasta 1890 realizaron la Visita, que consistía en repartir limosna a aquellos que lo habían solicitado con anterioridad. También proporcionaban Socorro secreto a personas de alta clase social pero que habían llegado a vivir en situación de pobreza; Aires y Baños termales a los enfermos y convalecientes; y vestido a los que apenas tenían ropa con que cubrirse. Hoy día continúa funcionando un Ropero del que se encargan algunas vecinas del barrio una vez a la semana.
Con el fin de acoger a las numerosas niñas huérfanas que los hermanos encontraban durante su ronda, en 1651 se fundó el Colegio de la Inmaculada Concepción, hoy llamado de la Purísima Concepción. Debido a los numerosos intentos de engaños para poder ingresar a niñas que no eran huérfanas, se establecieron una serie de requisitos: debían ser por supuesto huérfanas de padre y madre, y pobres. También se tenía en cuenta que fueran nobles o limpias de sangre, instrucción musical o buena voz, y que tuvieran entre 7 y 14 años.
Ahora es un centro concertado de la Comunidad de Madrid, para niños y niñas.
En fin, ya en nuestra época se creó una Residencia de ancianos, que tiene su sede en la calle del Pez esquina Corredera, casi frente a la iglesia.
Además de las limosnas, los títulos que le concedió la Corona fueron suponiendo una importante ayuda económica para los hermanos. La actividad de la Hermandad ha sido tan importante desde que se fundó que acabó dando su nombre al barrio, hoy conocido como el Barrio del Refugio.
Pero volvamos a nuestro recorrido. Tras la puerta, la primera salita que hallamos está llena de tesoros, solo ella ya bastaría para asombrarnos, pero resultaría ser solo un anticipo a todo lo que nos esperaba.
Sobre un mueble, junto a otros objetos valiosos, se conserva la urna de las votaciones, del siglo XVII, que los hermanos utilizaban para decidir la admisión de un nuevo miembro en la Real Hermandad, bolitas blancas para el sí, negras para el no.
También admiramos algunos de los faroles que utilizaban para alumbrarse durante la ronda nocturna.
En una esquina, una de las varias sillas de mano que se conservan, en las que transportaban a los enfermos que recogían por las calles, a los hospitales.
A continuación entramos en la Sala de Juntas, donde, como a lo largo de toda la visita, veremos magníficas pinturas, la mayoría de ellas sin catalogar por falta de medios, según nos cuentan. Presiden la sala los retratos de los fundadores. En un lateral, el de Pedro Poveda, antiguo miembro de la Hermandad, que fue canonizado en 2003, de quien conoceremos más cosas cuando lleguemos a la cripta de la iglesia.
Una vitrina con antiguas casullas, otra silla del siglo XVIII… La Sala es otro pequeño museo lleno de recuerdos y obras fascinantes.
En cada nueva estancia nos aguardan sorpresas. Pasamos a otra habitación donde alrededor de una mesita y un brasero, se guardan varios de los objetos más importantes en la historia del Refugio: la tablilla o escantillón, que servía para medir los huevos que se compraban para luego repartirlos a los necesitados, para saber si tenían el tamaño suficiente para satisfacer su hambre y precaria salud, de ahí la famosa frase que nos recuerda Carlos, “Si pasa, no pasa y si no pasa, pasa”.
Otra silla de mano, más pinturas, esculturas… y la cuna de madera donde recogían a los niños que sus madres no podían hacerse cargo, con dos carteles sin desperdicio:
“No se admiten criaturas mayores de cinco años”
“Las personas que aqui espongan criaturas lo podran hacer con la seguridad de que nadie de la casa les molestara con pretesto alguno”.
Desde aquí accedemos a un pasillo en el que otra vitrina muestra infinidad de objetos que describen la historia del Refugio. Los “bombos” de lotería donde por ejemplo en 1927 se sorteaban las prebendas o dotes de mil pesetas a las “huérfanas pobres y honestas residentes en Madrid”.
Volvemos al pasillo y bajamos las escaleras de vuelta al zaguán…
… donde nos espera la espectacular iglesia y su cripta.
Continuará…
por Mercedes Gómez
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Bibliografía:
COAM. Guía de Arquitectura. Madrid 2003.
José del Corral. “La ronda de pan y huevo. Cuatrocientos años de vida”. Revista Madrid Histórico. Nº 7, ene-feb. 2007.
Angel Lera de Isla. «Cuando Madrid se hizo Corte. La famosa Ronda de Pan y Huevo». En Revista de Folklore nº 19, Fundación Joaquín Díaz, 1982.
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