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El pasado mes de noviembre durante la Semana de la Ciencia 2016 tuvimos ocasión de disfrutar de un singular, magníficamente guiado Paseo geográfico por los miradores del sureste de la ciudad de Madrid. La cita fue junto a la estación de metro de Portazgo en la avenida de la Albufera, Vallecas.
Comenzamos subiendo al parque del Cerro del Tío Pío (que ya conocimos con motivo de nuestra visita a Vallecas y el Museo de Bomberos). Luego en autobús nos dirigimos al barrio de Santa Eugenia para desde allí subir al Cerro Almodóvar.
Además de ofrecer unas vistas espectaculares de Madrid y sus alrededores, este cerro de 726 metros de altura sobre una base de 670 m. tiene una gran historia y las explicaciones que nos dieron nos depararon unas enseñanzas muy interesantes, en parte sorprendentes.
Junto al Patrimonio Histórico y Artístico al que nos referimos habitualmente hay otros elementos de interés que son los que corresponden al Patrimonio Natural, y dentro de él hay uno de grandísima importancia, el Patrimonio Geológico. Está formado por espacios protegidos por sus valores geológicos. Uno de ellos es el Cerro Almodóvar.
La estructura geológica de un medio natural o de un lugar es uno de sus elementos más importantes. La superficie terrestre se asienta sobre un sustrato que proporciona los cimientos del conjunto y que además es el elemento más antiguo de dicho lugar. El sustrato está formado por diferentes tipos de rocas que a lo largo del tiempo y los procesos geológicos se han ido conformando. Así, en cierto modo las rocas son documentos que permiten reconstruir el pasado de un terreno, o sea no dejan de ser un documento histórico que nos facilita información muy valiosa.
En la Comunidad de Madrid se distinguen dos grandes conjuntos geomorfológicos o unidades de relieve, la Sierra y la Depresión.
La Sierra está formada por cimas, vertientes y depresiones, con sus canteras de granito y la hermosa piedra gneis que admiramos durante nuestra visita a Buitrago. Casiano del Prado la representó en su mapa con los tonos rosados.
La Depresión ocupa la zona central (que incluye la ciudad de Madrid), este y sureste. A su vez está formada por altas superficies, relieves intermedios, depresiones y valles. Entre los relieves intermedios se encuentran los cerros, generalmente coronados por un nivel duro, caliza o sílex; son llamados cerros testigo porque están aislados en una zona plana. Ese nivel duro es el que posibilitó su formación pues la piedra es resistente a la erosión que sufrieron estos terrenos hace miles de años.
Como sabemos, el sílex o pedernal y la piedra caliza, abundantes en minas antiguas, junto con el modesto ladrillo fueron materiales principales utilizados en la construcción de Madrid y sus monumentos. El sílex, importante desde la prehistoria para la construcción de herramientas, luego utilizado en la edificación de la primera muralla islámica, se convirtió en emblema de Madrid.
Casiano del Prado, ingeniero de minas y geólogo, fue uno de los pioneros en escribir sobre este tema; publicó su Descripción física y geológica de la provincia de Madrid en 1864. En su obra se refiere al Cerro de Vallecas que suele llamarse también de Almodóvar.
En el mapa del Instituto Geográfico Nacional de 1875 está representado con este nombre, Cerro Almodóvar, se cree que de origen árabe, que aparecerá en los mapas posteriores.
En ellos se aprecia cómo el límite entre ambos pueblos, hoy distritos de Madrid, atraviesa el Cerro. En la actualidad ambas Juntas de Distrito, Villa de Vallecas y Vicálvaro tienen competencias sobre él.
Describe Casiano del Prado, que lo recorrió al menos en dos ocasiones, que lo primero que se ve bajo las capas vegetales es la arcilla toda llena de guijos o fragmentos no rodados de sílex. Esto es lo que yo he visto en 1850… en los cortes que allí ofrecen las canteras en que se extrae esta piedra.
Nos cuenta también que el sílex o pedernal se encontraba con bastante abundancia en Vicálvaro y Vallecas, igual que en otros cerros como el cercano Cerro de los Ángeles en Getafe.
No es de extrañar que hace pocos años, en 2008, a pocos metros de la base del Cerro fue hallado un yacimiento paleolítico con restos de pedernal labrado por los habitantes de la época, los neandertales.
El Cerro Almodóvar forma parte de una serie de cerros testigo en los que tienen mucha importancia no solo el sílex, también la sepiolita. El Cerro de las Canteras de San Fernando al norte; al sur el Cerro de los Ángeles, Cantueña en Parla y el Cerro Batallones en Torrejón de Velasco, donde se encuentra otro yacimiento arqueológico importantísimo.
Como decíamos, en Madrid tradicionalmente han existido y en la actualidad existen canteras y yacimientos de rocas y minerales. Arenas y gravas, arcillas, calizas, yeso, granitos, gneises, sepiolita, etc. La sepiolita se encuentra en gran cantidad en Vallecas, Vicálvaro y Barajas. Se utiliza como absorbente, aglomerante, decolorante…
Entre Coslada y Vicálvaro continúa existiendo una mina de sepiolita, actualmente a cielo abierto, una de las más importantes del mundo, que se puede ver desde aquí.
Cerca de la mina, a los pies del cerro se encuentra la fábrica TOLSA, que procesa la sepiolita y la transforma en productos industriales y de consumo (lechos higiénicos, toallitas y alimentación para mascotas, filtros de cigarrillos…)
En la cumbre del cerro se encuentra uno de los vértices o puntos geodésicos que forma parte de la Red Geodésica Nacional que sirve al Instituto Geográfico para elaborar sus mapas, calcular distancias, etc.
Cumbre en la cual, aunque ya no existan canteras, aún se encuentran numerosos fragmentos del preciado sílex, testigo de la larga historia de este cerro y sus alrededores, desde la prehistoria hasta nuestros días.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
PRADO, Casiano de. Descripción física y geológica de la provincia de Madrid. Madrid, 1864.
Atlas geo-científico del medio natural de la Comunidad de Madrid. Instituto Geológico y Minero de España. Madrid, 1988.
web Patrimonio Geológico-Minero del IGME
Diario El País 3 nov. 1983; 13 oct. 2008; 22 agosto 2014.
Uno de los hechos que siempre se ponen de manifiesto a la hora de hablar de los orígenes de Madrid es la ausencia de restos humanos localizados en los numerosos yacimientos arqueológicos excavados a lo largo del tiempo que acompañen los hallazgos materiales. Por eso la noticia publicada en 1999 en el diario El País, hace casi diecisiete años, tiene una gran importancia. Según el periódico, que no desvelaba el lugar exacto del hallazgo, los arqueólogos de la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid habían descubierto tres esqueletos de la Edad del Bronce, de hace unos 4.000 años, en las inmediaciones del Rastro, en pleno centro de Madrid.
La noticia, además, era trascendental por otro motivo: explicaba que sobre los restos prehistóricos había una capa de estratos de edificaciones que abarcaban desde el siglo IX al XIX, lo cual indicaba que posteriormente, desde la época islámica, esos terrenos habían estado habitados.
Continuaban diciendo que la prospección, entre junio y julio de ese año, fue realizada en el más absoluto sigilo. Desde luego, una de las cosas que más llama la atención en esas noticias que se sucedieron durante varios días, es que no se indicaba el lugar del hallazgo.
Hacia 1970 había sido derribada la última edificación en el misterioso solar, un palacio del siglo XIX al parecer. Debajo estaba la historia de Madrid.
El mismo diario publicó pocos días después que el Museo Arqueológico Regional proyectaba exponer los esqueletos. En cualquier caso, decían, las decisiones se tomarían una vez realizado el informe de los arqueólogos autores del hallazgo, logrado durante la cata obligatoria previa a unas obras de edificación de viviendas.
Ante la importancia de la noticia y la búsqueda infructuosa de datos nuevos para un trabajo sobre este tema en el que estoy embarcada y espero vea la luz pronto, solicité información al Museo Arqueológico Regional.
La respuesta fue que sí, dichos restos se encuentran depositados en el museo, junto con la documentación de dicha intervención. Aunque, a pesar del gran lapso de tiempo pasado, se encuentran todavía en proceso de estudio y pendientes de publicación por parte de los arqueólogos directores de dicha intervención, por lo que no es posible su consulta tal como yo solicitaba.
Lo que sí me comunicaron amablemente es que se trataba de la calle de los Mancebos nº 3.
Conocemos muy bien el solar, efectivamente allí se encuentra uno de los lienzos conservados de la muralla medieval visible en su cara intramuros –a unos minutos del Rastro en realidad–. Pertenece al primer tramo de la muralla que rodeaba el llamado segundo recinto, que iba desde la Cuesta de la Vega hasta Puerta de Moros, del cual se conservan bastantes vestigios en las manzanas de casas que crecieron a partir de los siglos XV-XVI adosadas a la tapia, configurando las actuales calles de Don Pedro y de los Mancebos.
En el libro Las murallas de Madrid, publicado por la Comunidad en 1998, anteriormente a las noticias que comentamos, aparece la foto del solar.
En la nueva edición de 2003 comprobamos que ya se había construido el nuevo edificio, dejando una franja en la zona próxima a la muralla. Fue la condición para poder construir, dejar unos tres metros libres para una posible futura excavación.
El edificio resultante es por tanto estrecho, con un pequeño jardín que lo separa del edificio que da a la calle Don Pedro. Tras una verja podemos contemplar los restos de la muralla.
La muralla visible había aparecido en una primera intervención arqueológica. En la segunda, la que comentamos de 1999, aparecieron nuevos restos de muralla y una serie de silos colmatados por un apreciable conjunto de cerámica de cronología islámica y cristiana, además de, añaden en dicho libro de forma muy discreta, sin más comentarios, una inhumación prehistórica.
La inhumación prehistórica deben ser los tres esqueletos de la edad del bronce, restos de personas que habitaron la ladera del llamado cerro de las Vistillas o de San Andrés hace unos cuatro mil años.
Recordemos que un poco más abajo, a medio camino de la subida al cerro, previamente a la construcción de otro edificio, en la calle de Angosta de los Mancebos nº 3, en 1984 ya se habían encontrado restos, aunque no humanos, de la existencia de un poblado, que ya vimos aquí.
Se hallaron cerámicas, un molino y restos de huesos de animales. Se cree que debió pertenecer a un pequeño núcleo que vivía de la ganadería menor (ovejas, cabras y cerdos) y del pequeño cultivo, en un entorno de bosque y monte bajo, parecido a los actuales Monte del Pardo o a la Casa de Campo. Las cabañas solían estar construidas con ramas revestidas de barro. En el interior, o en los alrededores, excavaban hoyos donde guardaban los cereales, base de su alimentación junto a la caza y la ganadería.
Los recipientes hallados conservados en el Museo de San Isidro en la plaza de San Andrés, muy cerca de su lugar de origen, revelan la existencia de vida en un Madrid muy remoto, en el que unos hombres y mujeres prehistóricos construían sus cabañas con los elementos que tenían a mano, ramas y barro, y fabricaban objetos de cerámica utilizando la arcilla para guardar sus alimentos y cocinarlos.
Quizá algunos de estos madrileños que vivieron hacia el año 1330 a. de C. fueron los que aparecieron enterrados en el solar un poco más arriba, en la calle de los Mancebos.
De lo que no cabe duda es de que esta colina, separada por las aguas del arroyo de San Pedro -de las que seguramente se surtían sus habitantes- de la otra colina hoy llamada de Palacio en la que siglos después se fundaría Mayrit, origen de Madrid, fue habitada desde tiempos muy antiguos.

Cerro de las Vistillas. A la derecha, inicio de la calle Angosta de los Mancebos, subida a San Andrés.
Volviendo a la calle Mancebos nº 3, debemos comentar que en el momento del hallazgo los conflictos parece que fueron los habituales en Madrid en estos casos. ¿Conservamos en su lugar o lo mostramos en un museo, lo tapamos, evitamos la construcción de la casa para salvar el hallazgo…? También como casi siempre, con mucho sigilo, se tapó y se construyó. Hace casi diecisiete años.
Ojalá se reanuden las interesantes publicaciones de Arqueología madrileña tanto municipales como de la Comunidad, y que entre ellas se encuentre la relativa a estos hallazgos tan importantes para el conocimiento de nuestra historia.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Priego, Carmen. “El yacimiento de Angosta de los Mancebos, nueva contribución al conocimiento de la Edad de Bronce madrileña”, en Estudios de Prehistoria y Arqueología madrileñas, nº 9, Instituto Arqueológico municipal, Museo de San Isidro, Madrid 1994.
VVAA. Las murallas de Madrid. Arqueología medieval urbana. Comunidad de Madrid. Madrid, 1998.
Diario El País 7, 8 y 11 agosto 1999.
VVAA. Las murallas de Madrid. Arqueología medieval urbana. Ed Doce Calles, Comunidad de Madrid. Madrid, 2003.
La historia del barrio de la Alameda de Osuna, en el distrito de Barajas, es milenaria. En un pequeño cerro situado entre las calles de Antonio Sancha y Joaquín Ibarra perviven las huellas de tiempos muy lejanos, cuando la Alameda aún no era un barrio de Madrid, ni siquiera se había convertido todavía en la aldea medieval en cuyas afueras se construiría un castillo a finales del siglo XIV… el Castillo que hoy vamos a visitar… tiempos en los que aquí existió un humilde poblado de cabañas construidas con ramas y barro sobre zócalos de piedra rodeadas de un foso y una cerca de madera, junto a un arroyo, hace más de tres mil quinientos años.
La visita al Castillo de la Alameda supone un verdadero viaje en el tiempo, desde la prehistoria hasta la actualidad.
La tierra era de buena calidad y abundaban los manantiales de aguas delicadas y cristalinas, quizá por ese motivo hace tanto tiempo, en el Calcolítico o Edad del Cobre, en la ladera norte del Arroyo de Rejas, afluente del río Jarama, se estableció un poblado que vivió de la agricultura y la ganadería.
Los fértiles terrenos volvieron a ser habitados durante la Edad del Bronce y del Hierro, y permanecieron ocupados durante la época romana, en el siglo I, como han demostrado los hallazgos arqueológicos.
A partir del siglo IX, durante el asentamiento árabe la población se concentró en las zonas fortificadas, y las zonas rurales entre Mayrit y el río Jarama se fueron quedando vacías, hasta que siglos después, tras la conquista cristiana, fueron naciendo los pueblos que conocemos, Canillas, Hortaleza, Barajas, Rejas… y en el siglo XIII, La Alameda, junto a los numerosos álamos que crecían en las riberas del arroyo.
Llegaron los tiempos en que los reyes, de la dinastía Trastamara, concedían tierras a los nobles, los señoríos, a cambio de obtener su apoyo. Así las familias más acaudaladas eran también las dueñas de las aldeas y tenían representación en el Concejo o ayuntamiento madrileño.
Los vecinos, o pecheros, representantes de una familia, eran los únicos que pagaban tributos. Quedaban exentos nobles, clérigos, militares y pobres de solemnidad.
Uno de ellos fue el Señorío de El Alameda, así aparece nombrada la villa en los Libros de Acuerdos del Concejo en el siglo XV, que había sido otorgado a la poderosísima familia de los Mendoza. Se cree que fue Diego Hurtado de Mendoza quien alrededor del año 1400 mandó edificar el Castillo, en las afueras de la aldea.
El Castillo estaba rodeado por un impresionante foso protector.
Los fuertes muros de sílex, las torres y las almenas escondían el interior propio de un palacio, con estancias distribuidas en dos plantas que daban a un patio interior. Salones decorados con zócalos de cerámica, cocina, dependencias para los guardias… incluso una capilla.
El suelo del patio era de ladrillo y había dos pozos que aseguraban el suministro de agua en caso de necesidad.
En una esquina se levantaba la Torre del Homenaje, símbolo del Señorío, y lugar donde residía el Señor feudal.
Mediado el siglo XVI sus nuevos propietarios, los Zapata, transformaron el castillo defensivo en un palacio renacentista, acorde con los gustos de la época y los nuevos tiempos.
Sobre los restos de la viguería del forjado de lo que fue la planta superior original, en los muros antes cerrados al mundo exterior, se abrieron ventanales.
El foso se convirtió en un bello jardín con sus fuentes y estanques, paseos rodeados de árboles, y parterres. Como buen jardín del Renacimiento, tenía también un huerto, y su “fuente de burlas” con juegos de agua que sorprendían a los visitantes. Con el fin de facilitar el acceso al jardín se construyó un pasadizo que lo comunicaba con el interior del palacio, que también fue reformado.
Las dos plantas del castillo se transformaron en tres, y la entrada medieval de madera fue sustituida por un suntuoso pórtico de granito.
Los Zapata, fieles servidores de la Corona, cedieron su castillo en varios ocasiones, allí se alojó la reina Margarita de Austria en 1599 tras su boda con Felipe III, antes de su entrada en Madrid. También fue utilizado como cárcel de Corte, siendo allí encerrados notables personajes.
El poderío de los Zapata disminuyó durante el siglo XVII, en 1697 el castillo sufrió un terrible incendio, y ya no volvió a ser ocupado. Su piedra fue utilizada para otras construcciones cercanas, como el Capricho, de los Duques de Osuna, y el Panteón de los Fernán Núñez, herederos de los Zapata, y del palacio solo quedaron las ruinas.
En el siglo XVIII, abandonado el Castillo, la zona se convirtió en finca agraria, de la cual se conserva parte de la Casa del Guarda, quizá construida sobre la antigua Casa del Mayordomo, residencia del gobernador de la finca del Señor, ubicada junto al puente de entrada al castillo en la época en que pasó a manos de los Zapata.
En el siglo XIX la recia fortaleza, de gruesos muros de pedernal, luego lujoso palacio, estaba reducida a unas pocas ruinas en lamentable estado.
Durante la guerra civil fue utilizado y también quedan restos, como los huecos abiertos en los muros para disparar desde el interior, y el “nido de ametralladoras” :
Poco a poco Madrid fue creciendo, en 1950 fueron anexionados varios pueblos de esta zona noreste, y la Alameda, antigua aldea medieval construida sobre restos prehistóricos, se convirtió en un barrio residencial para clases acomodadas.
Como en tantas ocasiones, desde que se habló de la restauración del castillo hasta que por fin se llevó a cabo, pasó mucho más tiempo del anunciado, pero esta es una historia con final feliz. Ha sido sin duda una obra compleja, que además de la restauración del castillo incluyó las excavaciones arqueológicas que comenzaron en 1986.
Por las semillas localizadas se supo que en los alrededores había árboles de muchas especies, olivos, nogales, cipreses… y gran variedad de plantas y flores. Bajo el castillo aparecieron restos del poblado prehistórico, sus “despensas” y cerámicas… la vida de los primeros pobladores de la Alameda bajo las ruinas del castillo que esperaban ser restauradas.
En los primeros años del siglo XXI, la fortificación de origen medieval, única en Madrid, se había convertido en un lugar ocupado por el botellón, los grafitis, y la basura.
Pasados varios años, por fin los restos conservados fueron restaurados y otros elementos importantes -los muros del foso, la planta exterior y planta de la torre del homenaje-, fueron restituidos parcialmente, en mayo de 2010 se abrieron las puertas al público de este museo que forma parte del Eje Histórico-Cultural de la Alameda de Osuna y depende del Museo de los Orígenes.
Ya no hay huertos ni álamos, hoy día el antiguo castillo fortificado está rodeado de chalets adosados, los tiempos han cambiado -en general, felizmente-, y da gusto contemplar este museo vivo, acercarse a los restos del Castillo de la Alameda y recordar su historia.
Por: Mercedes Gómez
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Castillo de la Alameda
Entre las calles de Antonio Sancha, Joaquín Ibarra y Manuel Aguilar.
Abierto los fines de semana y festivos.
El Instituto Geológico y Minero de España se encuentra en la calle de Ríos Rosas nº 23. El edificio, de apariencia exterior sencilla, fue construido por Francisco Javier de Luque entre los años 1925 y 1927, junto a la Escuela de Ingenieros de Minas, obra de Ricardo Velázquez Bosco, quien al parecer inspiró algunos de los elementos del proyecto de Luque. Este arquitecto es autor de otros importantes edificios en Madrid, por ejemplo el Cuartel General de la Armada y Museo Naval, en la calle Montalbán.
Sin embargo, su interior, donde se encuentra instalado el Museo Geominero, uno de los más singulares y quizá desconocidos de Madrid, es de una riqueza decorativa impactante. La entrada al museo tiene lugar por una monumental escalera de mármol de Macael, con rotundas columnas de piedra artificial que sujetan una bóveda con vidrieras artísticas realizadas por la Casa Maumejean el taller La Veneciana de Madrid.
Una vez en la primera planta, atravesamos un pasillo donde, como en todo el museo, se conservan los muebles originales. Un gran mapa geológico de España recuerda el origen de esta institución, cuando en 1849 se iniciaron los trabajos de la «Comisión para formar la Carta Geológica de Madrid y la general del Reino», creada por Isabel II, comisión que ha cambiado varias veces de nombre a lo largo de la historia, actualmente es el Instituto Geológico y Minero de España. También tuvo varias sedes, hasta la construcción de este magnífico y lujoso edificio.
El museo se haya situado en una gran nave de forma rectangular, de 19 metros de altura, culminada por otra espectacular vidriera policromada a modo de falso techo y varias vidrieras laterales.
El espacio, formado por la primera planta y tres pisos en forma de corredores con bellas balconadas de hierro forjado, impresiona al visitante.
Subimos a los pisos superiores a través de una de las estrechas escaleras de caracol situadas en las esquinas del recinto.
La construcción mezcla la madera, el cristal y el hierro de forma magistral.
Las colecciones de este museo son muy importantes, en España y en el mundo. Ciento cuarenta y una vitrinas de cristal y madera labrada guardan fósiles, minerales y rocas de todos los tipos. En la segunda planta están representadas las comunidades autónomas. La vitrina dedicada a la Comunidad de Madrid muestra las distintas clases de yacimientos minerales de nuestra región. Cuarzo de El Berrueco, Ópalo de Valdemanco, Fluorita de Colmenar del Arroyo…
En esta planta se encuentran también los restos de una cabra madrileña, el esqueleto completo de una cabra montés, hallado en 1967 por un grupo de espeleólogos madrileños en la Cueva del Reguerillo, cerca de Patones, junto al Río Lozoya, en el Norte de Madrid.
El Yacimiento de las Cabras pertenece al Pleistoceno superior, hace aproximadamente 40.000 años. Consta de más de ocho kilómetros de intrincadas galerías, algunas de ellas ya conocidas en el siglo XIX, aunque a mediados del XX fueron exploradas en profundidad, descubriéndose nuevos restos de animales de la prehistoria madrileña.
En general, la visita resulta muy grata, es de esos lugares en que te sientes a gusto, incluso unos cómodos sillones invitan a sentarse y contemplar el espacio tranquilamente, algo difícil de encontrar en museos y salas de exposiciones hoy día. Es de esos museos en que es tan importante el contenido como el continente. Rico patrimonio geológico, mineral y paleontológico, en un edificio bellísimo.
Texto y fotografías por : Mercedes Gómez
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Museo Geominero
Calle de Ríos Rosas 23
Horario: 9 a 14 h
De lunes a domingos y festivos
Entrada gratuita
La primera Puerta de San Vicente fue construida en 1726 por Pedro de Ribera en sustitución de la anterior del siglo XVII, la llamada Puerta del Parque. Solo cuarenta y cuatro años después, debido a las obras de remodelación de la zona, la puerta barroca de Ribera fue derribada. Al poco tiempo Carlos III encargó a su arquitecto Francisco Sabatini la construcción de una nueva, cuyas obras terminaron en 1775.
Esta puerta no fue más afortunada que las anteriores y fue desmontada en 1892, según se dijo entonces, para no entorpecer el tráfico… de los carros.
La puerta actual es una réplica. Ya en 1978 el Ayuntamiento de Madrid tenía el proyecto de reconstrucción, aunque no localizaba los restos, ni conseguía el dinero necesario. Por fin fue inaugurada el 25 de abril de 1995.
Durante las obras para la construcción del Intercambiador de Transportes de Príncipe Pío, que tuvieron lugar entre los años 2005 y 2007, en la zona próxima a la Puerta fueron hallados importantísimos restos paleontológicos y arqueológicos. No se si debido a que la inauguración de la exposición tuvo lugar en agosto, en plenas vacaciones, o que los hallazgos han sido poco divulgados, la realidad es que el domingo pasado la visita a la antigua Estación del Norte supuso un descubrimiento emocionante.
Un sencillo panel colocado en uno de los muros del vestíbulo de la estación muestra los restos, mediante fotografías, dibujos, planos…, y breves explicaciones. La pequeña exposición permanente se llama Patrimonio Recuperado. La mayoría de los viajeros pasan sin prestar atención, sin embargo merece la pena detenerse un momento.
Se encontró un gran yacimiento paleontológico, con más de tres mil restos fósiles de la Fauna que habitaba en estos terrenos del Madrid más remoto, entonces similares a la sabana actual, en la época del Mioceno Medio. Hace alrededor de 15 millones de años, el oeste de Madrid era un territorio cálido y de clima seco, poblado por rinocerontes, tortugas gigantes, mastodontes… y una Flora alimentada por el agua que surcaba la tierra.
También se localizaron restos de construcciones mucho más recientes, aunque de gran interés histórico. Uno de los hallazgos arqueológicos fue la cimentación de la antigua Fuente de los Mascarones, cuya planta circular mide 16 metros de diámetro, construida en “pedernal, argamasa de cal y arena regulada cada 60 centímetros por tres hiladas de ladrillo macizo”.
La Fuente de los Mascarones fue diseñada por Francisco Sabatini a la par que la Puerta en 1775 y decorada con esculturas de Francisco Gutiérrez. Constaba de un cuerpo central y en cada uno de sus cuatro frentes tenía un mascarón simbolizando un río, vertiendo el agua en una concha y desde ella, en un pilón; en la parte superior se encontraba un niño montado sobre un delfín que arrojaba agua por su boca; toda la fuente era de granito, a excepción de los adornos, trabajados en piedra caliza, según la descripción de Pascual Madoz.
Existen otras imágenes, sin embargo quizá la fuente es conocida sobre todo gracias a la pintura de Fernando Brambilla, pintor de cámara del rey Fernando VII, realizada en 1833 y litografiada por Pic de Leopold. Pertenece a la serie Vistas de los Sitios Reales y Madrid y fue realizada a petición del rey en el Real Establecimiento Litográfico.
La Fuente de los Mascarones fue derribada en 1871 cuando se construyó el Asilo de Lavanderas o Casa del Príncipe, lugar en que las mujeres más pobres dejaban a su hijos mientras lavaban las ropas en el Río Manzanares.
Durante la remodelación del Intercambiador también se encontraron restos del Asilo, que había sido destruido durante la Guerra Civil.
Actualmente alrededor de la Puerta de San Vicente circulan los automóviles.
por Mercedes Gómez
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