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Emprendemos un nuevo paseo en busca de la muralla medieval, la fortificación construida desde finales del siglo XI-siglo XII tras la llegada del rey Alfonso VI a Mayrit, con el fin de actualizar la localización y estado de los restos conservados.
Recordemos que los límites del llamado segundo recinto estaban marcados por el antiguo Alcázar -ubicado aproximadamente en el lugar donde hoy se levanta el Palacio Real-, y sus cuatro puertas: La Puerta de Valnadú, la Puerta de Guadalajara, la Puerta Cerrada y la Puerta de Moros.
El Plano de Espinosa, de 1769, representa perfectamente algunos de los tramos, conocidos gracias a la Planimetría General de Madrid realizada a partir de 1750, que aún hoy nos sirve de ayuda para completar nuestro recorrido.
Siguiendo el plano, de norte a sur, el paseo se puede leer/recorrer de una vez, o, si os parece muy largo, dividirlo en cuatro tramos, igual que la propia muralla. Como guste el lector/caminante.
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De la Puerta de Valnadú a la Puerta de Guadalajara
En algún sitio cercano al Alcázar, procedente del primer recinto islámico, nacía la muralla construida a lo largo del siglo XII en mampostería de sílex y piedra caliza.
La muralla debía de recorrer los terrenos donde hoy se asienta el Teatro Real y llegar a la plazuela de los Caños del Peral, actual plaza de Isabel II. Es un tramo hipotético, pero –hay que citarlo–, en un programa de Telemadrid dedicado a los 200 años del Teatro Real, paseando a más de veinte metros bajo el suelo de Madrid por una galería perimetral, los protagonistas comentaron que ahí dicen que está la muralla cristiana.
La Puerta de Valnadú es quizá la más desconocida de todas, en cuanto a ubicación y características. Una placa la recuerda en la esquina de la calle de la Unión con la de Vergara.
Desde la Puerta de Valnadú –próxima a la actual plaza de Isabel II–, en su camino hacia la Puerta de Guadalajara en la calle Mayor, la muralla discurría entre las actuales calles de la Escalinata y Mesón de Paños –ronda exterior- y del Espejo –ronda interior–.
En la plaza de Isabel II nº 3, en el sótano del restaurante Foster’s Hollywood, se hallan los restos, muy modificados, de un lienzo en su cara intramuros. En el centro existe una puerta con arco de medio punto de ladrillo, abierta en época más moderna, que comunica con el solar colindante en la calle de la Escalinata.
Dicho solar, en la calle de Escalinata nº 21, tras la demolición en 1988 del edificio que lo ocupaba, ocultos durante mucho tiempo tras unos paneles, en 2012 quedaron al descubierto los vestigios de la muralla, en su cara extramuros, muy deteriorados, pidiendo a gritos desde entonces una consolidación, restauración y acondicionamiento. La puerta que vemos es la misma que pudimos ver en el interior del restaurante, en su cara exterior.
Recientemente se ha publicado en la prensa, aquí, que el Ayuntamiento procederá a calificar este solar como zona verde de uso público. Después, lo prioritario debería ser la restauración y protección de la muralla.
Desde Escalinata se ve perfectamente el singular edificio, situado en Espejo nº 12, que fue construido adaptándose a la forma de una torre de la fortaleza defensiva, forma que ha conservado a lo largo de los siglos a pesar de las construcciones sucesivas.
A sus pies hay un garaje con entrada por la calle de la Escalinata nº 13 donde además de coches se guardan los restos de la torre y un considerable tramo de la muralla.
A sus espaldas, intramuros, en el solar que corresponde al nº 14 de la calle del Espejo, cerrado desde hace mucho tiempo, también existen vestigios constatados en los años 80. Recientemente ha habido obras, al parecer se ha llevado a cabo un nuevo estudio arqueológico. Esperamos noticias.
Las obras, a fecha de hoy, de momento parece que han terminado.
A continuación, en el mencionado número 12 de la calle del Espejo se conservan varios metros de restos de muro bajo un cristal. Aparecieron en 2009 durante las obras de acondicionamiento de la escuela allí alojada. El local era la sede de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País y del Centro de Estudios Jovellanos. Un letrero en la cabecera del aula recordaba a los alumnos y visitantes ocasionales, que «estos restos arqueológicos pertenecen a un lienzo del segundo recinto amurallado de Madrid (siglo XII)». Este tipo de información debería figurar junto a todos los restos conservados, y no es así.
Vendido el inmueble, en 2016 fue ocupado por la Pastelería Santa Eulalia. Las dos aulas de la anterior escuela fueron unidas en un único espacio.
En el nº 2 de Espejo, antiguo taller de reparación de instrumentos musicales, también se conserva una parte del lienzo, constatado según estudio arqueológico.
En otra noticia televisiva (que no tenía nada que ver con la muralla) pudimos ver hace pocos meses un muro que seguramente pertenece a ese tramo.
A espaldas de la calle del Espejo, en la calle Mesón de Paños números 11-15 se constataron restos de los que al parecer no queda nada, tras la construcción de viviendas modernas a finales de los años 60 del pasado siglo.
La muralla sigue su camino hacia la calle Mayor y atraviesa la Calle de Santiago, en cuyo nº 2, tras el derribo del edificio que lo ocupaba, en 1977 durante la construcción de las nuevas viviendas se realizó una intervención arqueológica que permitió constatar la presencia de la cerca. En el garaje se guardan muestras de aquellos hallazgos.
La muralla continuaba. En el subsuelo del edificio de la calle Milaneses nº 2 –que fue tapiado hace tiempo, y así continúa– también se hallaron restos arqueológicos, probablemente vestigios de la muralla.
A esta altura, en la calle Mayor se encontraba la Puerta más importante de la Villa, la Puerta de Guadalajara.
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De la Puerta de Guadalajara a Puerta Cerrada
El camino de la muralla desde la Puerta de Guadalajara hasta Puerta Cerrada es conocido. La Cava de San Miguel y la calle de Cuchilleros nacieron sobre el foso, originando las manzanas 171 y 169.
En las escasas intervenciones arqueológicas realizadas en este tramo se documentó un resto original en su cara intramuros, en la calle Gómez de Mora nº 4, planta baja.
Desde aquí la muralla continuaba su camino hasta la Puerta Cerrada.
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De Puerta Cerrada a Puerta de Moros
La Puerta Cerrada fue la segunda en importancia en el Madrid medieval, después de la de Guadalajara.
Se encontraba situada en la actual plaza del mismo nombre, entre las calles del Nuncio, Gómez de Mora, Cava Baja y Cuchilleros.
La muralla, que desde Puerta Cerrada se dirigía hacia Puerta de Moros, discurre por el interior de la manzana 150 que igual que muchas otras, como hemos visto, nació alrededor de la tapia.
La puerta ya no existe pero la plaza guarda aún hoy día muchas huellas del Madrid medieval. En los edificios que a ella se asoman se encuentran algunos de los vestigios más notables de muralla cristiana. En el nº 6 se conserva un lienzo completo en altura, a través de los pisos de las viviendas, visible en el sótano del bar en la planta baja.
En dicho lienzo se apoyan los edificios del mencionado nº 6, el 5 y el colindante nº 4, una construcción muy antigua, tal vez del siglo XVIII, que en 2008 en parte se encontraba apuntalada. A pesar de su antigüedad y de tratarse de un edificio teóricamente protegido, en 2011 fue demolido.
Al fondo del solar se ve el muro de otro de los edificios apoyados en la muralla, el correspondiente a la Cava Baja nº 4. La buena noticia fue que quedaron a la vista nuevos restos de la cerca en su cara extramuros y de un torreón semicircular. Tras el derribo se estudiaron los hallazgos de los dos solares, el de Puerta Cerrada nº 4 y el de Cava Baja 4. En este último, el lienzo en su cara extramuros hasta el nivel de la primera planta y el impresionante torreón, que se conserva casi en su totalidad.
La torre y parte del lienzo de muralla estaban prácticamente cubiertos por un testero que fue eliminado y se procedió a su consolidación además de analizar la técnica constructiva. Los restos que quedaron a la vista en el solar de Puerta Cerrada 4 también se estudiaron y consolidaron.
No existe nada semejante en todo Madrid. Los propietarios continúan esperando los permisos para poder convertir el local en restaurante y que todos podamos admirar la espectacular torre medieval.
La torre, de forma semicircular, como todas las más de cien que formaban parte de la muralla cristiana madrileña –al contrario que las construcciones militares islámicas que solían ser cuadradas–, construida en mampostería de sílex y piedra caliza, ocupa la planta baja y el primer piso del inmueble.
Se conserva una de las ventanitas o saetera, y en su interior la escalera de subida hasta ella. Es emocionante imaginar cómo sería su aspecto y recordar su función en el Madrid medieval, hace más de nueve siglos. La calle, actual Cava Baja, era la cava o foso de la muralla que no olvidemos formaba parte de la fortificación defensiva del Madrid cristiano desde finales del siglo XI.
A lo largo de la Cava Baja se localizan diversos tramos visibles desde algunas viviendas y locales comerciales.
En el número 10 se encuentra uno de 7 metros de largo por entre 1 y 4 de altura, un precioso ejemplo consolidado y acondicionado mediante acristalamiento y luces que favorecen su contemplación.
Hace pocos años nuevos restos, unos doce metros, salieron a la luz en el nº 12, en una de las antiguas posadas de la Cava. La Posada del León conserva además del arranque del cubo que ya pudimos contemplar en el edificio del nº 10, y la mitad de otro cubo, un lienzo de unos 12 metros de largo y un metro de anchura. Este bonito hotel ha resguardado bajo cristales los restos defensivos que se pueden admirar en su restaurante, a la entrada del local.
La muralla continúa en el edificio contiguo, números 14-16, la Posada del Dragón y antigua jabonería La Antoñita. El acogedor bar y restaurante en la planta baja también guarda la muralla.
En el nº 22, otro solar durante muchos años cerrado tras una puerta de madera, como el que vimos en Espejo, guardaba más vestigios de la muralla medieval.
Durante más de treinta años el solar, de más de setecientos metros cuadrados, con entrada por la Cava Baja 22 y Almendro 3 estuvo tapiado y cerrado, excepto una época en que al parecer sirvió de aparcamiento. Solo sabíamos que allí se había constatado la existencia de restos de muralla.
En 1983 fue realizada una excavación arqueológica con el fin de localizar dichos vestigios, perfectamente documentado su paso por el lugar, y de datarlos. Aparecieron unos cuatro metros de muralla y el arranque de uno de los cubos semicirculares, y restos arquitectónicos superpuestos o adosados a ella, desde el siglo XIV al XIX; la muralla conserva solo una altura de unos dos metros. Se consideró una construcción de finales del siglo XI, comienzos del XII. Los restos del muro hallado son, según los informes entonces, de mampostería con un espesor de unos dos metros y medio.
En 2016 el Ayuntamiento de Madrid acondicionó el lugar y abrió sus puertas.
El lugar por el que discurría la muralla y el torreón, cuyos restos subsisten bajo el nivel del suelo, se marcaron en el pavimento que recrea la forma de su planta. Ahora podemos ver y comprender el camino que seguía la muralla, límite de Madrid en el siglo XII.
En el nº 15 de la calle del Almendro existe otro lienzo, de unos 16 metros de largo por 11 de alto, hallado tras el derribo de un edificio en 1967, que hasta hace poco nunca había sido restaurado ni objeto de estudio. Su estado, muy deteriorado por antiguas perforaciones y el paso del tiempo, era de ruina.
Volvemos al exterior de la Villa, a la Cava Baja. En el nº 30 se conserva un largo lienzo de muralla muy antiguo, al parecer el único de construcción altomedieval, es decir, del siglo XI ó XII, pues la mayoría presentan intervenciones de siglos posteriores; mide 19 m de largo por 11,5 de alto.
Esto significa que, después de la muralla árabe en la Cuesta de la Vega construida en el siglo IX, y la impresionante torre mudéjar de la iglesia de San Nicolás de los Servitas del siglo XII, estamos ante una de las construcciones más antiguas de Madrid.
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De Puerta de Moros a la Puerta de la Vega
Al final de la Cava, llegamos a la plaza del Humilladero donde se encontraba la Puerta de Moros.
Desde aquí, la muralla se dirigía hacia el Barranco, actual calle de Segovia.
Los restos conservados en el número 3 de la plaza de los Carros, planta baja y sótano, permiten apreciar el modo en que la cerca medieval madrileña fue utilizada en la construcción de viviendas e incluso habitada.
Tal como explicaba la investigadora Mercedes Agulló «… los habitantes madrileños de la muralla no sólo la habían utilizado como morada, sino que la habían adaptado a sus necesidades y caprichos abriendo puertas y ventanas, ocupando las torres y torreones, agregando a las casas que estaban arrimadas a ella parte de la propia muralla de Madrid o derribando y deshaciendo lo que les estorbaba.»
Como hemos repetido tantas veces, desde el siglo XV, y sobre todo en el siglo XVI, las manzanas se formaron alrededor de la muralla, utilizando lo que convenía, destruyendo o modificando lo que no. Así ocurrió con la entonces futura manzana 126 cuyas casas darían lugar a las calles de Don Pedro y de Los Mancebos.
Tuvimos noticias del lienzo a finales de 2003, con la apertura del primer local abierto. Mide unos 6 metros de largo por 2,80 de alto. Cerrado el primer restaurante, el local ha sido ocupado por sucesivos bares, el último hace pocos meses.
En la Calle Mancebos 3 se encuentra otro de los lienzos conservados en su cara intramuros.
Es incomprensible el estado en el que se encuentra en la actualidad, literalmente cayéndose a trozos, uno de nuestros monumentos más antiguos, bien de interés cultural, de protección obligada. Esperemos que forme parte del plan de mejora que afecta al solar de la calle de la Escalinata y, suponemos, al de la calle del Espejo.
Este tramo, que bajaba desde la Puerta de Moros entre las actuales calles de don Pedro y de los Mancebos, continuaba por la de los Yeseros y Angosta de los Mancebos.
Volvemos por un momento al exterior del recinto amurallado. En la calle de Don Pedro 8, 10 y 12, en el interior del antiguo Palacio del marqués de Villafranca, hay un lienzo espectacular.
La zona del palacio que hoy corresponde al nº 8 son viviendas.
Después de la rehabilitación, el edificio hoy día está ocupado por modernos apartamentos en alquiler en los que en algunas de las habitaciones se mantiene la muralla a la vista, los conocemos por sus anuncios, bautizados como La Muralla, utilizada como reclamo.
En los números 10 a 12, se conserva un lienzo espectacular, bien restaurado y cuidado, de unos 30 metros, en el sótano del antiguo palacio, actual sede de la Real Academia de Ingeniería. Un tesoro.
Desde aquí la muralla descendía hacia la calle de Bailén, continuaba paralela a la Cuesta de los Ciegos y después atravesaba el antiguo Arroyo de San Pedro, hoy Calle Segovia, para llegar hasta la Cuesta de la Vega donde se unía a la primera muralla, construida en el siglo IX, probablemente a la altura del tercer cubo desde la Puerta de la Vega.
Por: Mercedes Gómez
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NOTA: Esta entrada es una actualización de nuestros paseos en busca de la muralla medieval, en los enlaces a los varios artículos anteriores se puede encontrar bibliografía.
Hace ya casi cuatro años que escribí aquí sobre las lagunas del Madrid medieval. Explicaba entonces que la palabra laguna en el siglo XV parece que no significaba lo mismo que en la actualidad. Eran descampados situados normalmente frente a las cavas y las puertas de la muralla, donde los vecinos echaban las basuras, pues así lo mandaba el Concejo.
Como vimos, la basura solo se podía llevar a los muladares señalados por la Villa. El Concejo elegía para ello lagunas o descampados que se convertían en estercoleros. Muladar y laguna eran prácticamente lo mismo. También es verdad que el agua de lluvia y en algún caso las aguas procedentes de la cava de la muralla iban a parar allí y se estancaban, con lo cual el lugar se debía convertir en un paraje poco transitable, seguramente nada idílico.
Desde entonces he podido leer en varias ocasiones que la Plaza Mayor antes de ser una plaza fue una laguna, en general contado como algo bueno, incluso romántico. Sin duda la idea puede resultar sugerente. Lo he visto en breves tuits, entradas de blogs y en libros. Pero se cuenta como algo sabido, de pasada, sin muchas aclaraciones… no es fácil encontrar fuentes o bibliografía sobre el tema.
Hace pocos días incluso lo hemos podido ver en la televisión, en una sin duda bonita e imaginativa recreación, pero que creo puede llevar a error y dar una falsa idea de lo que el arrabal medieval pudo ser realmente.
Antes que nada, debo aclarar que no es una crítica al programa, del que se han emitido dos capítulos, Desmontando Madrid en Telemadrid, que me parece muy positivo, además de original en su idea de reconstruir el Madrid antiguo y divulgar nuestra historia; pero hay que ser cuidadoso con lo que se muestra, y creo que esa imagen tan idealizada de la Plaza Mayor que vimos no es nada probable que responda a la realidad.
En el programa se afirma que la laguna, situada extramuros en el siglo XI, desapareció en el XIII. No se si existen documentos que apoyen esta afirmación; ojalá sea así.
¿Dónde nace la idea de que la plaza Mayor era una laguna, tal como entendemos la palabra hoy día…? ¿cuál es el origen de esa interpretación? Es difícil saberlo.
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En el Fuero de Madrid, impagable documento de 1202, –reinando Alfonso VIII de Castilla, comienzos del siglo XIII– no se nombran las lagunas, pero sí hay referencia a los muladares o basureros, y a la Puerta de Guadalajara. Ya en aquellos momentos estaba prohibido tirar la basura en cualquier parte.
La rúbrica LXXXIV, que trata Sobre el estiércol, advierte:
Todo hombre que arrojase estiércol dentro de la villa, por las calles o en otro lugar, a la puerta de Guadalajara o en otras puertas donde colocaron los hitos, pague una ochava a los fiadores siempre que medien testigos y si no preste juramento; a causa de ello los andadores tomen prendas y el que se resistiere al prendamiento pague una cuarta.
El estiércol debía echarse en los lugares señalados por el Concejo, generalmente mediante hitos de piedra, junto a las puertas de la muralla como dijimos; en el Fuero se menciona la puerta de Guadalajara junto a la cual se crearía la plaza del arrabal. Si no se cumplía la norma, llegaban las multas.
Como ya vimos, en los Libros de Acuerdos del Concejo, en varias sesiones a lo largo del siglo XV sí se citan las lagunas. De la laguna de Puerta Cerrada, ubicada en las afueras de la puerta hacia el sur, entre la muralla y la calle de Toledo hablamos también aquí.
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En el siglo XVII, Jerónimo de la Quintana, en su obra A la muy antigua, noble y coronada Villa de Madrid. Historia de su antigüedad, nobleza y grandeza (1629), al hablar del Apellido de Luxan, del que en Madrid existieron varias ramas, se refiere a uno de ellos, a Juan de Luxan, que «vivía en la plaza del arrabal de Madrid cerca de la iglesia de Santa Cruz junto a una laguna, que en aquel tiempo había en aquel lugar». El influyente cronista se refiere a la laguna, sin dar más explicaciones.
El único trabajo específico que conozco sobre Las lagunas y muladares medievales es el de Fernando Urgorri (1954). Este autor cita al decimonónico Carlos Cambronero quien –en su libro Las calles de Madrid (1889), junto a Hilario Peñasco–, al hablar de la plaza Mayor narra que, según la tradición, «en este sitio estaban las lagunas llamadas de Luján, hasta que don Juan II mandó formar la plaza».
Luego, seguro que tiene mucho que ver en la difusión de la tradición, el periodista y escritor Pedro de Répide. Escribió en su famoso libro que recopila sus artículos periodísticos publicados en La Libertad en la década de los años 20 del pasado siglo –por cierto de igual título que el de Cambronero, Las calles de Madrid–, que «aún después de algunos siglos de cegadas aquellas lagunas quedan subterráneamente abundantes manantiales…»
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Fernando Urgorri, dejando aparte la tradición, estudia los Libros de Acuerdos y los documentos de la época.
El investigador dibuja y sitúa en un plano, que representa el Madrid de 1440, en tiempos de Juan II, las diferentes lagunas y muladares, descampados y basureros. La laguna de Santa Cruz debe de ser la misma que llamamos de Luján, en una época en la que ya existía mercado junto a la Puerta de Guadalajara.
Las lagunas además de basura solían recoger el agua de la lluvia, aunque la de Santa Cruz debido a su altura no podía servir para recoger el agua, según Urgorri.
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Ya en época más próxima, Manuel Montero Vallejo (1985-86), respecto a la plaza del arrabal, admite que durante toda la edad media «fue un descampado, una de esas lagunas…».
El profesor, que por supuesto estudió a Urgorri, estaba de acuerdo en general, pero discrepaba en lo que se refiere a la laguna de la plaza del arrabal, un descampado, pero no un simple descampado o muladar, como los de Puerta Cerrada o Puerta de Moros, en su opinión, sino que «el desnivel permitía un embolsamiento de las aguas llovedizas», a lo que se sumaba la procedente de cuatro corrientes que brotaban del subsuelo.
Por otra parte, Montero admite también que «no hay mención de la laguna hasta el siglo XV, cuando empieza a configurarse como espacio urbano».
Juan de Luján, afirma, fue uno de los pioneros en ocupar la zona más despoblada de la plaza. En 1464 este Luján, el Bastardo, vivía junto a la plaza «donde se vende la leña y la paja».
Desgraciadamente ya no podemos preguntarle, pero tampoco creo que don Manuel, a pesar de su discrepancia con Urgorri en este caso, pensara que esa supuesta laguna era un lugar de recreo tal como sugiere la fantasiosa recreación televisiva. Es muy posible que, como él aprecia, las aguas de la lluvia se estancaran en una parte del terreno; y puede que incluso ocasionaran más problemas que la laguna de Puerta Cerrada, de los que hay constancia.
Cuesta trabajo imaginar que aquel descampado extramuros, a la salida de la Puerta de Guadalajara, ubicado junto a un mercado y construcciones, que él mismo detalla, que iban emergiendo en el arrabal de Santa Cruz, fuera un lugar casi idílico donde refrescarse. De hecho, las lluvias solían ser un problema porque atascaban el foso de la muralla que bajaba hacia Puerta Cerrada, al mezclarse con las basuras.

Aprox. ubicación de las antiguas «lagunas» de Puerta Cerrada y del Arrabal. Plano de Espinosa (1769)
Cualquier dato o fuente que aporte luz a este asunto y a los orígenes de la Plaza Mayor, la hermosa plaza del barroco madrileño, serán muy bienvenidos.
Por: Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Fuero de Madrid.
Libros de Acuerdos. Ayuntamiento de Madrid.
URGORRI, Fernando. “El ensanche de Madrid en tiempos de Enrique IV y Juan II”, Revista de la biblioteca, archivo y museo, Ayuntamiento de Madrid, 1954.
MONTERO VALLEJO, Manuel. El Madrid Medieval. La Librería, 2003.
Hace ya más de dos años que contamos la historia de Puerta Cerrada, una de las puertas más importantes de la muralla medieval y el torreón hallado tras el derribo del edificio en el nº 4 de la plaza, y en el interior del edificio colindante en la Cava Baja nº 4. Era un ejemplo más de cómo a partir del siglo XV Madrid creció alrededor de la muralla adosando los edificios a ella. Podemos recordarlo aquí.
Ahora tengo el placer de poder actualizar la información y mostraros el bello, antiquísimo torreón y parte del lienzo de la muralla que se dirige hacia Puerta de Moros.
Tal como imaginábamos, la torre es espectacular. Como decía entonces, no existe nada semejante en todo Madrid, un torreón casi completo de la muralla medieval. Es un monumento, declarado bien de interés cultural, que merece ser conocido y contemplado.
La torre, de forma semicircular, como todas las más de cien que formaban parte de la muralla cristiana madrileña –al contrario que las construcciones militares islámicas que solían ser cuadradas–, fue construida en mampostería de sílex y piedra caliza. Se puede contemplar en todo su esplendor en el interior del local de la Cava Baja nº 4 que ocupa la planta baja y el primer piso del inmueble.
Se conserva una de las ventanitas o saetera, y en su interior, me cuentan, la escalera de subida hasta ella. Es emocionante imaginar cómo sería su aspecto y recordar su función en el Madrid medieval, hace más de nueve siglos. La calle, actual Cava Baja, era la cava o foso de la muralla que no olvidemos formaba parte de la fortificación defensiva del Madrid cristiano desde finales del siglo XI.
Hace más de ocho años, en 2011, a raíz de unas obras apareció el gran hallazgo. El primer piso del edificio entonces estaba destinado a vivienda. La torre estaba oculta tras los muros al fondo de ambos pisos, el bajo, a pie de calle, y el primero. Como ya vimos, se eliminó el testero que tapaba los restos y se realizaron los obligados trabajos arqueológicos, siendo documentados el lienzo y la torre pertenecientes a la muralla de los siglos XI-XII.
Con el fin de conservar y cuidar el hallazgo y garantizar su contemplación completa se produjo el cambio de uso del primer piso, de vivienda a local comercial. Si recuperara su uso como vivienda se volvería a adosar a la muralla; nuevamente la torre, o parte de ella, quedaría oculta y eso hay que evitarlo para poder dejar el monumento a la vista en toda su imponente altura, tal como ahora se puede admirar.
Ese mismo año la propiedad solicitó licencia de apertura para dar uso al local en el sector de la restauración. La Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid emitió un informe indicando las obras que debían realizarse.
Como es preceptivo, en 2013 la comunidad de propietarios inició las obras de reparación y refuerzo estructural de la torre y lienzo de muralla. También se iniciaron obras para la rehabilitación del local.
El grave e incomprensible problema para los propietarios, que han invertido en la obra mucho tiempo, dinero y por supuesto ilusión, es que desde el mencionado año 2011 los trámites, solicitud de permisos, etc. parecen no tener fin, son muchas las trabas, y no se consigue el permiso para reanudar las obras y poder abrir el local.
Lo que ellos desean, y quieren transmitirnos a todos, es poder llevar a término el proyecto, abrir su restaurante. Y que el tesoro histórico y arquitectónico, insistimos, único en Madrid, quede a la vista de todos los que deseen, deseemos, disfrutarlo.
Ojalá lo consigan, y las administraciones faciliten encontrar una solución. Será una gran noticia ver ese estupendo local rehabilitado por fin, con ese precioso monumento, el torreón de la Cava Baja, una de las construcciones más antiguas de la villa de Madrid, probablemente la segunda más antigua, tras la muralla islámica.
Mercedes Gómez
Desde su origen en la Villa de Madrid hubo pozos y fuentes que proporcionaban agua a los habitantes. Estas comenzarían siendo simples pilones, para ir tomando importancia como elementos de adorno, sobre todo a partir del siglo XVI.
Dentro del plan para solucionar las necesidades de agua en Madrid tras el aumento de población que provocó la llegada de la Corte en 1561, en los comienzos del siglo siguiente se construyeron viajes de agua y se instalaron numerosas fuentes públicas. La mayor parte eran muy sencillas, pero también se crearon algunas fuentes ornamentales con el fin de decorar el paseo del Prado primero, y las plazas más notables de la ciudad después. Una de ellas fue la Fuente de Diana en Puerta Cerrada que existió desde comienzos del siglo XVII hasta mediados del XIX.
En esos tiempos, en el siglo XIX, las fuentes estaban asignadas a los aguadores, que tenían licencia para recoger y vender el agua. También se construyeron algunas destinadas únicamente a los vecinos; fueron los llamados caños de vecindad.
Se conservan muy pocos; de todos ellos, el más antiguo es el de Puerta Cerrada, que data de 1850, instalado en el mismo lugar donde estuvo la mencionada fuente de Diana.
Ese año el arquitecto fontanero de la Villa era Martín López Aguado que realizó varios traslados y reformas de las fuentes madrileñas con el fin de mejorar la mala situación, ruinosa y poco higiénica de algunas de ellas. El objetivo, leemos en la revista La Ilustración, era “retirar de los puntos más frecuentados el obstáculo material que oponían a la circulación, y el repugnante espectáculo de los aguadores, con su innumerable escuadrón de cubetas, sus voces, riñas y cantinelas”. No todo debía ser tan idílico como a veces puede parecer según las crónicas castizas en ese Madrid de mediados del siglo XIX.
La antigua fuente de Puerta Cerrada fue demolida (la escultura de Diana que la coronaba fue trasladada a la nueva fuente de la calle de Segovia, donde continúa). En su lugar, entre las calles de Segovia y del Sacramento, se creó el sencillo caño de vecindad.
La fuente vecinal fue rematada con un farol, lo cual en ese momento era una novedad. También lo era el sistema de grifos, que permitían la interrupción del flujo del agua.
La nueva fuente de Puerta Cerrada consistía “… en un basamento de piedra berroqueña y de poca altura, con dos piloncillos de buen perfil: encima hay un pedestal de buen dibujo y proporciones, con su zócalo y corona de formas sencillas, que sostiene una elegante columna de hierro fundido, coronada por una hermosa farola para alumbrar aquel espacio…” .
Unos años después fue fotografiada por Alfonso Begué, imagen que forma parte del “Álbum fotográfico de varias fuentes vecinales y de ornato existentes en la Villa de Madrid” que se conserva en el Museo de Historia.
A lo largo de los años la fuentecilla ha sufrido muchas modificaciones, lo cual es comprensible, dada su antigüedad, función y características.
En algún momento, posterior a 1864 como indica la foto de Begué, la modesta farola original fue cambiada por otra de cuatro brazos, con cinco luminarias, una en cada brazo y otra en el centro. Así aparecía en 1930.
Entre otros cambios, los pilones primitivos fueron sustituidos por otros semicirculares.
Nuevamente en muy mal estado, en 1995 el Ayuntamiento se encargó de su limpieza y algunas piezas fueron sustituidas.
Los pilones y el cuerpo central son de granito, y el pedestal de piedra caliza y granito.
Está adornada por rosetas de hierro forjado y placas de caliza blanca. De hierro es también la tapa de acceso al interior de la fuente.
No se exactamente desde cuando, pero hace muchos meses que la farola desapareció. ¿Dónde se encuentra?, ¿es recuperable? No he conseguido datos “oficiales” sobre su suerte.
Es seguro que la luz de la farola que era necesaria en 1850 ya no lo es, las calles madrileñas están muy bien iluminadas. Y probablemente el hierro forjado estaría deteriorado.
Pero se trata (¿o trataba?) de una de las pocas farolas de estilo fernandino auténticas que se conservan, aunque no de la época del reinado de Fernando VII. La farola de cinco brazos es posterior a 1864 al menos, como vimos, a no ser que fuera instalada procedente de otro lugar…
En cualquier caso, su valor histórico y artístico es indudable.
Lo cierto es que figura en el último Inventario municipal de Bienes muebles de carácter histórico o artístico de 2018 como «Fuente de Puerta Cerrada , fuente con remate de farol de cinco brazos”, catalogada como fuente ornamental con el número de archivo 90101.
Mientras, sigue cumpliendo su función, la de un caño de vecindad, el más antiguo de la villa.
Por: Mercedes Gómez
ACTUALIZACIÓN: 27 AGOSTO 2019
Decíamos que no se sabía exactamente desde cuando ni el motivo por el que había desaparecido la farola decimonónica que había adornado la fuente de Puerta Cerrada.
Hace unas semanas, ante la pregunta en Twitter de Eduardo de Madrid @demadrideduardo preguntando ¿alguien sabe qué fue de la farola de la fuente de Puerta Cerrada?, nos respondió Mar Espinar, concejal portavoz de Cultura del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, con la promesa de indagar sobre el tema.
Hoy nos ha enviado el informe que explica todo lo ocurrido. El mal estado de la farola, anclaje y falta de estabilidad, junto a una antigua y peligrosa instalación eléctrica, llevaron al desmontaje.
Muchas gracias a Mar Espinar por ayudarnos a conocer el penúltimo capítulo de esta histórica fuente.
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Bibliografía:
MARTÍNEZ CARBAJO, A.F. – GARCÍA GUTIERREZ, P.F. “Fuentes de Madrid”. La Librería, Madrid 2009.
Recordemos que la muralla que rodeaba el segundo recinto cristiano construida en el siglo XII tenía cuatro puertas: La Puerta de Valnadú –en la actual Plaza de Isabel II–, la Puerta de Guadalajara –en la calle Mayor, a la altura del Mercado de San Miguel–, Puerta Cerrada y la Puerta de Moros.
La Puerta Cerrada fue la segunda en importancia en el Madrid medieval, después de la de Guadalajara. Los encargados de la muralla y de guardar sus llaves solían ser personajes notables, miembros de las familias más poderosas que habían llegado a la Villa; en la primera mitad del siglo XV el Guarda de la Puerta Cerrada y de los lienzos de la muralla hasta la Puerta de Moros era Pedro de Luján, camarero de Juan II.
Pero tanto las construcciones que pronto comenzaron a proliferar junto a la puerta como la creación de la cercana plaza del Arrabal anularon su importancia como lugar de mercado y los caminos que de ella partían, uno de ellos origen del Camino de Atocha.
Ya hablamos aquí, a propósito de los restos de muralla en la plaza de los Carros, de cómo la cerca medieval madrileña fue utilizada en la construcción de viviendas e incluso habitada. Aquí tenemos otro ejemplo:
El 7 de febrero de 1498 las actas municipales recogen que los presentes “…dieron lugar al dicho pregonero para que en lo hueco de la bóveda de una torre a la Puerta Cerrada pueda hacer una casa”. Se trataría probablemente de una de las torres más próximas a la puerta que aparecen representadas en el plano de Espinosa. Una de las torres semicirculares que jalonaban el recorrido de la muralla cristiana.
La muralla, que desde la Puerta de Guadalajara se dirigía hacia la de Moros, discurría entre la manzana 150 y la 169 que igual que muchas otras, como hemos contado aquí repetidamente, nacieron alrededor de la tapia, y ambas conservan restos como si de una espina dorsal se tratara.
La Puerta Cerrada se encontraba situada en la actual plaza del mismo nombre, entre las calles del Nuncio, Gómez de Mora, Cava Baja y Cuchilleros.
Juan López de Hoyos que vivió entre 1511 y 1583, y por tanto pudo ver la puerta, dijo que antes se llamó Puerta de la Culebra por tener esculpida en la piedra la mencionada figura hasta el mes de junio de 1569 en que fue derribada para ensanchar el paso.
Lo cuenta Jerónimo de la Quintana, Clérigo, Presbítero, Notario del Santo Oficio de la Inquisición y Rector del Hospital de La Latina, en su libro A la muy antigua, noble y coronada Villa de Madrid (1629), quien añade que este Dragón estaba esculpido en la Puerta Cerrada para que no se perdiera la memoria del que él consideraba un pasado glorioso y muy antiguo de Madrid.
También cuenta Quintana (que nació siete años después de que la Puerta fuera derribada) que se llamaba Cerrada porque era muy estrecha y con varias revueltas por lo que de noche se escondían allí los ladrones y robaban a los que entraban y salían por ella. Por eso la cerraron, siempre según el cronista, hasta que se pobló el arrabal y se abrió de nuevo para que se pudiera comunicar con la Villa.
Otros autores cuentan algo parecido, que recibió ese nombre porque era tan peligrosa que al fin se optó por su cierre, aunque esto no parece que sea del todo cierto. Como siempre, además de la arqueología los documentos son los que aclaran muchas dudas. Hubo épocas en las que estuvo cerrada efectivamente pero también otros periodos de tiempo permaneció abierta.
Sabemos por los Libros de Acuerdos, las Actas del Concejo, que al menos en la década de 1480 ya recibía este nombre de Puerta Cerrada, y bastante tiempo después estaba abierta. Como nos cuenta Manuel Montero Vallejo estos cierres temporales se debieron a una serie de motivos distintos.
Para empezar, todas las puertas de la Villa, no solo esta, en ocasiones permanecían cerradas por razones militares. Y la zona era tan abrupta que ocasionaba muchos problemas. Las aguas de lluvia y la que bajaba de la cava se estancaban y deterioraban la puerta. En las afueras de la puerta hacia el sur, entre la muralla y la calle de Toledo, había una laguna o muladar, la laguna de Puerta Cerrada, adonde iban a parar aguas y basuras. Recordemos que una laguna en la edad media era un descampado utilizado como estercolero.
En las actas municipales a finales del siglo XV la Puerta Cerrada aparece mencionada varias veces aludiendo a la necesidad de reparaciones, tanto de la propia puerta como de su entorno. El 3 de septiembre de 1492 uno de los acuerdos municipales fue finalizar el empedrado de dos calles desde Puerta Cerrada.
El Concejo proyectó una construcción con el fin de remediarlo pero no debió tener mucho éxito. En los comienzos del año 1494, imaginamos que ante el imparable deterioro de la puerta, se decidió que el alarife de la Villa maestre Abrahán de San Salvador construyera un edificio para que el agua del arrabal y de la cava no entraran en la villa por la Puerta Cerrada.
Pocos meses después, el 14 de agosto de 1494, se acordó que el mayordomo debía hacer una pared de dos tapias en alto desde la esquina de la Puerta Cerrada hasta la chorrera –o desagüe– que había hecho el alarife maestre Abrahán para que no entrara el agua de lluvia en la Villa y evitar el muladar.
A finales de 1515 aún persistía el problema. El 18 de noviembre el Concejo acordó que el mayordomo hiciera abrir un albañal o conducto para que el agua sucia fuera a la laguna de la cava y no entrara en la villa.
La Puerta Cerrada fue finalmente demolida en 1569.
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Aparte realidades y fantasías de los cronistas, lo cierto es que la única imagen que nosotros conocemos de la Puerta Cerrada es su cara intramuros dibujada por Wyngaerde y por Hoefnagel en sus Vistas de Madrid.
Debido a las mencionadas descripciones del XVI-XVII se especuló con el hecho de que se trataba de una puerta con planta de doble eje acodado, pero documentos relativos a una reforma ejecutada en 1534 demuestran que su acceso era de un solo eje entre dos torres semicirculares.
La puerta ya no existe pero la plaza de Puerta Cerrada guarda aún hoy día muchas huellas del Madrid medieval. En los edificios que a ella se asoman se encuentran algunos de los restos más importantes de muralla cristiana que se conservan. Como sabemos, en el nº 6 de la plaza se esconde un lienzo completo en altura, a través de los pisos de las viviendas, visible en el sótano del bar La Escondía que ya hemos mostrado en artículos anteriores.
En dicho lienzo se apoyan los edificios del mencionado nº 6, el 5 y el colindante nº 4, una construcción muy antigua, tal vez del siglo XVIII, que en 2008 en parte se encontraba apuntalada.
A pesar de su antigüedad y de tratarse de un edificio teóricamente protegido, en 2011 fue demolido.
Al fondo del solar se ve el muro de otro de los edificios apoyados en la muralla, el correspondiente a la Cava Baja nº 4.
La buena noticia fue que quedaron a la vista nuevos restos de la cerca en su cara extramuros y de un torreón semicircular. Se trataba de la torre dibujada por Espinosa en su plano al sur de la Puerta.
Tras el derribo se estudiaron los hallazgos de los dos solares, el de Puerta Cerrada nº 4 y el de Cava Baja 4. En este último, el lienzo en su cara extramuros hasta el nivel de la primera planta y el impresionante torreón, que se conserva casi en su totalidad.
La torre y parte del lienzo de muralla estaban prácticamente cubiertos por un testero que fue eliminado y se procedió a su consolidación además de analizar la técnica constructiva.
Los restos que quedaron a la vista en el solar de Puerta Cerrada 4 también se estudiaron y consolidaron.
No existe nada semejante en todo Madrid, un torreón casi completo de la muralla medieval.
Comprendo que se encuentra en el interior de un edificio de viviendas, pero, una vez derribada la casa colindante de la plaza, ¿habría alguna posibilidad de acondicionar esos valiosos, únicos restos de la fortificación del Madrid del siglo XII para que los pudiéramos contemplar? ¡Ojalá! Esta torre además de espectacular sí que es un tesoro escondido.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
OÑATE, Pilar; CABALLERO, Carlos; BUCETA, Gonzalo; SANGUINO, Juan. “Intervenciones en el segundo recinto de la Villa de Madrid: Puerta Cerrada 4 y Cava Baja 4”, en Actas de las décimas Jornadas de Patrimonio Arqueológico en la Comunidad de Madrid. Madrid, 2013, pp. 443-450.
VVAA. Las murallas de Madrid. Arqueología medieval urbana. Ed Doce Calles, Comunidad de Madrid. Madrid, 2003.
MONTERO VALLEJO, Manuel. Obra completa.
QUINTANA, Jerónimo. A la muy antigua, noble y coronada Villa de Madrid. Madrid 1629.
Libros de Acuerdos del Concejo madrileño (1464-1515, cinco vol.). Ayuntamiento de Madrid, 1932-1987.
Como ya vimos, el pintor Claudio Coello nació en 1642 en Madrid.
A la edad de 35 años adquirió una casa en la calle Calatrava, entre las calles de San Bernabé y del Águila. Como también sabemos, tuvo algunos inquilinos, entre ellos la familia de Teodoro Ardemans; allí vivió hasta su muerte en 1693.
Pero Claudio Coello había nacido en las cercanías de Puerta Cerrada.
En la entrada dedicada al pintor en mayo de 2103 comentamos que no habíamos podido localizar la placa que el Ayuntamiento le había dedicado en 1991. El caso fue que efectivamente por algún motivo no estaba en su lugar.
Hace unos días paseando por el barrio pudimos verla, allí estaba, recordando que en este lugar nació en 1642 Claudio Coello, pintor de cámara del Rey Carlos II.
La placa está situada en la fachada del Palacio Arzobispal que da a la plaza, esquina calle de San Justo. Es la manzana 175.
El Plano de Texeira muestra cómo era el barrio en la época en que vivió Coello, y las casas que ocupaban el sitio nº 1 de la manzana. Imaginamos que la familia del artista llegaría a Madrid desde Portugal y ¿se instalaría de alquiler en las proximidades de la plaza?
Gracias al magnífico especial de la página municipal memoriademadrid dedicado a las Placas de Madrid sabemos que el pasado mes de diciembre 2014 fue repuesta, así que podemos actualizar el artículo.
Aprovecho para recomendar, si es que aún no la habéis visitado, la página mencionada: Placas de Madrid, con información muy detallada y valiosa.
Además, cualquier excusa es buena para darse una vuelta por los alrededores de Puerta Cerrada. Que disfrutéis.
Por : Mercedes Gómez
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