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Hace ya más de dos años que contamos la historia de Puerta Cerrada, una de las puertas más importantes de la muralla medieval y el torreón hallado tras el derribo del edificio en el nº 4 de la plaza, y en el interior del edificio colindante en la Cava Baja nº 4. Era un ejemplo más de cómo a partir del siglo XV Madrid creció alrededor de la muralla adosando los edificios a ella. Podemos recordarlo aquí.
Ahora tengo el placer de poder actualizar la información y mostraros el bello, antiquísimo torreón y parte del lienzo de la muralla que se dirige hacia Puerta de Moros.
Tal como imaginábamos, la torre es espectacular. Como decía entonces, no existe nada semejante en todo Madrid, un torreón casi completo de la muralla medieval. Es un monumento, declarado bien de interés cultural, que merece ser conocido y contemplado.
La torre, de forma semicircular, como todas las más de cien que formaban parte de la muralla cristiana madrileña –al contrario que las construcciones militares islámicas que solían ser cuadradas–, fue construida en mampostería de sílex y piedra caliza. Se puede contemplar en todo su esplendor en el interior del local de la Cava Baja nº 4 que ocupa la planta baja y el primer piso del inmueble.
Se conserva una de las ventanitas o saetera, y en su interior, me cuentan, la escalera de subida hasta ella. Es emocionante imaginar cómo sería su aspecto y recordar su función en el Madrid medieval, hace más de nueve siglos. La calle, actual Cava Baja, era la cava o foso de la muralla que no olvidemos formaba parte de la fortificación defensiva del Madrid cristiano desde finales del siglo XI.
Hace más de ocho años, en 2011, a raíz de unas obras apareció el gran hallazgo. El primer piso del edificio entonces estaba destinado a vivienda. La torre estaba oculta tras los muros al fondo de ambos pisos, el bajo, a pie de calle, y el primero. Como ya vimos, se eliminó el testero que tapaba los restos y se realizaron los obligados trabajos arqueológicos, siendo documentados el lienzo y la torre pertenecientes a la muralla de los siglos XI-XII.
Con el fin de conservar y cuidar el hallazgo y garantizar su contemplación completa se produjo el cambio de uso del primer piso, de vivienda a local comercial. Si recuperara su uso como vivienda se volvería a adosar a la muralla; nuevamente la torre, o parte de ella, quedaría oculta y eso hay que evitarlo para poder dejar el monumento a la vista en toda su imponente altura, tal como ahora se puede admirar.
Ese mismo año la propiedad solicitó licencia de apertura para dar uso al local en el sector de la restauración. La Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid emitió un informe indicando las obras que debían realizarse.
Como es preceptivo, en 2013 la comunidad de propietarios inició las obras de reparación y refuerzo estructural de la torre y lienzo de muralla. También se iniciaron obras para la rehabilitación del local.
El grave e incomprensible problema para los propietarios, que han invertido en la obra mucho tiempo, dinero y por supuesto ilusión, es que desde el mencionado año 2011 los trámites, solicitud de permisos, etc. parecen no tener fin, son muchas las trabas, y no se consigue el permiso para reanudar las obras y poder abrir el local.
Lo que ellos desean, y quieren transmitirnos a todos, es poder llevar a término el proyecto, abrir su restaurante. Y que el tesoro histórico y arquitectónico, insistimos, único en Madrid, quede a la vista de todos los que deseen, deseemos, disfrutarlo.
Ojalá lo consigan, y las administraciones faciliten encontrar una solución. Será una gran noticia ver ese estupendo local rehabilitado por fin, con ese precioso monumento, el torreón de la Cava Baja, una de las construcciones más antiguas de la villa de Madrid, probablemente la segunda más antigua, tras la muralla islámica.
Mercedes Gómez
Desde su origen en la Villa de Madrid hubo pozos y fuentes que proporcionaban agua a los habitantes. Estas comenzarían siendo simples pilones, para ir tomando importancia como elementos de adorno, sobre todo a partir del siglo XVI.
Dentro del plan para solucionar las necesidades de agua en Madrid tras el aumento de población que provocó la llegada de la Corte en 1561, en los comienzos del siglo siguiente se construyeron viajes de agua y se instalaron numerosas fuentes públicas. La mayor parte eran muy sencillas, pero también se crearon algunas fuentes ornamentales con el fin de decorar el paseo del Prado primero, y las plazas más notables de la ciudad después. Una de ellas fue la Fuente de Diana en Puerta Cerrada que existió desde comienzos del siglo XVII hasta mediados del XIX.
En esos tiempos, en el siglo XIX, las fuentes estaban asignadas a los aguadores, que tenían licencia para recoger y vender el agua. También se construyeron algunas destinadas únicamente a los vecinos; fueron los llamados caños de vecindad.
Se conservan muy pocos; de todos ellos, el más antiguo es el de Puerta Cerrada, que data de 1850, instalado en el mismo lugar donde estuvo la mencionada fuente de Diana.
Ese año el arquitecto fontanero de la Villa era Martín López Aguado que realizó varios traslados y reformas de las fuentes madrileñas con el fin de mejorar la mala situación, ruinosa y poco higiénica de algunas de ellas. El objetivo, leemos en la revista La Ilustración, era “retirar de los puntos más frecuentados el obstáculo material que oponían a la circulación, y el repugnante espectáculo de los aguadores, con su innumerable escuadrón de cubetas, sus voces, riñas y cantinelas”. No todo debía ser tan idílico como a veces puede parecer según las crónicas castizas en ese Madrid de mediados del siglo XIX.
La antigua fuente de Puerta Cerrada fue demolida (la escultura de Diana que la coronaba fue trasladada a la nueva fuente de la calle de Segovia, donde continúa). En su lugar, entre las calles de Segovia y del Sacramento, se creó el sencillo caño de vecindad.
La fuente vecinal fue rematada con un farol, lo cual en ese momento era una novedad. También lo era el sistema de grifos, que permitían la interrupción del flujo del agua.
La nueva fuente de Puerta Cerrada consistía “… en un basamento de piedra berroqueña y de poca altura, con dos piloncillos de buen perfil: encima hay un pedestal de buen dibujo y proporciones, con su zócalo y corona de formas sencillas, que sostiene una elegante columna de hierro fundido, coronada por una hermosa farola para alumbrar aquel espacio…” .
Unos años después fue fotografiada por Alfonso Begué, imagen que forma parte del “Álbum fotográfico de varias fuentes vecinales y de ornato existentes en la Villa de Madrid” que se conserva en el Museo de Historia.
A lo largo de los años la fuentecilla ha sufrido muchas modificaciones, lo cual es comprensible, dada su antigüedad, función y características.
En algún momento, posterior a 1864 como indica la foto de Begué, la modesta farola original fue cambiada por otra de cuatro brazos, con cinco luminarias, una en cada brazo y otra en el centro. Así aparecía en 1930.
Entre otros cambios, los pilones primitivos fueron sustituidos por otros semicirculares.
Nuevamente en muy mal estado, en 1995 el Ayuntamiento se encargó de su limpieza y algunas piezas fueron sustituidas.
Los pilones y el cuerpo central son de granito, y el pedestal de piedra caliza y granito.
Está adornada por rosetas de hierro forjado y placas de caliza blanca. De hierro es también la tapa de acceso al interior de la fuente.
No se exactamente desde cuando, pero hace muchos meses que la farola desapareció. ¿Dónde se encuentra?, ¿es recuperable? No he conseguido datos “oficiales” sobre su suerte.
Es seguro que la luz de la farola que era necesaria en 1850 ya no lo es, las calles madrileñas están muy bien iluminadas. Y probablemente el hierro forjado estaría deteriorado.
Pero se trata (¿o trataba?) de una de las pocas farolas de estilo fernandino auténticas que se conservan, aunque no de la época del reinado de Fernando VII. La farola de cinco brazos es posterior a 1864 al menos, como vimos, a no ser que fuera instalada procedente de otro lugar…
En cualquier caso, su valor histórico y artístico es indudable.
Lo cierto es que figura en el último Inventario municipal de Bienes muebles de carácter histórico o artístico de 2018 como “Fuente de Puerta Cerrada , fuente con remate de farol de cinco brazos”, catalogada como fuente ornamental con el número de archivo 90101.
Mientras, sigue cumpliendo su función, la de un caño de vecindad, el más antiguo de la villa.
Por: Mercedes Gómez
ACTUALIZACIÓN: 27 AGOSTO 2019
Decíamos que no se sabía exactamente desde cuando ni el motivo por el que había desaparecido la farola decimonónica que había adornado la fuente de Puerta Cerrada.
Hace unas semanas, ante la pregunta en Twitter de Eduardo de Madrid @demadrideduardo preguntando ¿alguien sabe qué fue de la farola de la fuente de Puerta Cerrada?, nos respondió Mar Espinar, concejal portavoz de Cultura del PSOE en el Ayuntamiento de Madrid, con la promesa de indagar sobre el tema.
Hoy nos ha enviado el informe que explica todo lo ocurrido. El mal estado de la farola, anclaje y falta de estabilidad, junto a una antigua y peligrosa instalación eléctrica, llevaron al desmontaje.
Muchas gracias a Mar Espinar por ayudarnos a conocer el penúltimo capítulo de esta histórica fuente.
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Bibliografía:
MARTÍNEZ CARBAJO, A.F. – GARCÍA GUTIERREZ, P.F. “Fuentes de Madrid”. La Librería, Madrid 2009.
Recordemos que la muralla que rodeaba el segundo recinto cristiano construida en el siglo XII tenía cuatro puertas: La Puerta de Valnadú –en la actual Plaza de Isabel II–, la Puerta de Guadalajara –en la calle Mayor, a la altura del Mercado de San Miguel–, Puerta Cerrada y la Puerta de Moros.
La Puerta Cerrada fue la segunda en importancia en el Madrid medieval, después de la de Guadalajara. Los encargados de la muralla y de guardar sus llaves solían ser personajes notables, miembros de las familias más poderosas que habían llegado a la Villa; en la primera mitad del siglo XV el Guarda de la Puerta Cerrada y de los lienzos de la muralla hasta la Puerta de Moros era Pedro de Luján, camarero de Juan II.
Pero tanto las construcciones que pronto comenzaron a proliferar junto a la puerta como la creación de la cercana plaza del Arrabal anularon su importancia como lugar de mercado y los caminos que de ella partían, uno de ellos origen del Camino de Atocha.
Ya hablamos aquí, a propósito de los restos de muralla en la plaza de los Carros, de cómo la cerca medieval madrileña fue utilizada en la construcción de viviendas e incluso habitada. Aquí tenemos otro ejemplo:
El 7 de febrero de 1498 las actas municipales recogen que los presentes “…dieron lugar al dicho pregonero para que en lo hueco de la bóveda de una torre a la Puerta Cerrada pueda hacer una casa”. Se trataría probablemente de una de las torres más próximas a la puerta que aparecen representadas en el plano de Espinosa. Una de las torres semicirculares que jalonaban el recorrido de la muralla cristiana.
La muralla, que desde la Puerta de Guadalajara se dirigía hacia la de Moros, discurría entre la manzana 150 y la 169 que igual que muchas otras, como hemos contado aquí repetidamente, nacieron alrededor de la tapia, y ambas conservan restos como si de una espina dorsal se tratara.
La Puerta Cerrada se encontraba situada en la actual plaza del mismo nombre, entre las calles del Nuncio, Gómez de Mora, Cava Baja y Cuchilleros.
Juan López de Hoyos que vivió entre 1511 y 1583, y por tanto pudo ver la puerta, dijo que antes se llamó Puerta de la Culebra por tener esculpida en la piedra la mencionada figura hasta el mes de junio de 1569 en que fue derribada para ensanchar el paso.
Lo cuenta Jerónimo de la Quintana, Clérigo, Presbítero, Notario del Santo Oficio de la Inquisición y Rector del Hospital de La Latina, en su libro A la muy antigua, noble y coronada Villa de Madrid (1629), quien añade que este Dragón estaba esculpido en la Puerta Cerrada para que no se perdiera la memoria del que él consideraba un pasado glorioso y muy antiguo de Madrid.
También cuenta Quintana (que nació siete años después de que la Puerta fuera derribada) que se llamaba Cerrada porque era muy estrecha y con varias revueltas por lo que de noche se escondían allí los ladrones y robaban a los que entraban y salían por ella. Por eso la cerraron, siempre según el cronista, hasta que se pobló el arrabal y se abrió de nuevo para que se pudiera comunicar con la Villa.
Otros autores cuentan algo parecido, que recibió ese nombre porque era tan peligrosa que al fin se optó por su cierre, aunque esto no parece que sea del todo cierto. Como siempre, además de la arqueología los documentos son los que aclaran muchas dudas. Hubo épocas en las que estuvo cerrada efectivamente pero también otros periodos de tiempo permaneció abierta.
Sabemos por los Libros de Acuerdos, las Actas del Concejo, que al menos en la década de 1480 ya recibía este nombre de Puerta Cerrada, y bastante tiempo después estaba abierta. Como nos cuenta Manuel Montero Vallejo estos cierres temporales se debieron a una serie de motivos distintos.
Para empezar, todas las puertas de la Villa, no solo esta, en ocasiones permanecían cerradas por razones militares. Y la zona era tan abrupta que ocasionaba muchos problemas. Las aguas de lluvia y la que bajaba de la cava se estancaban y deterioraban la puerta. En las afueras de la puerta hacia el sur, entre la muralla y la calle de Toledo, había una laguna o muladar, la laguna de Puerta Cerrada, adonde iban a parar aguas y basuras. Recordemos que una laguna en la edad media era un descampado utilizado como estercolero.
En las actas municipales a finales del siglo XV la Puerta Cerrada aparece mencionada varias veces aludiendo a la necesidad de reparaciones, tanto de la propia puerta como de su entorno. El 3 de septiembre de 1492 uno de los acuerdos municipales fue finalizar el empedrado de dos calles desde Puerta Cerrada.
El Concejo proyectó una construcción con el fin de remediarlo pero no debió tener mucho éxito. En los comienzos del año 1494, imaginamos que ante el imparable deterioro de la puerta, se decidió que el alarife de la Villa maestre Abrahán de San Salvador construyera un edificio para que el agua del arrabal y de la cava no entraran en la villa por la Puerta Cerrada.
Pocos meses después, el 14 de agosto de 1494, se acordó que el mayordomo debía hacer una pared de dos tapias en alto desde la esquina de la Puerta Cerrada hasta la chorrera –o desagüe– que había hecho el alarife maestre Abrahán para que no entrara el agua de lluvia en la Villa y evitar el muladar.
A finales de 1515 aún persistía el problema. El 18 de noviembre el Concejo acordó que el mayordomo hiciera abrir un albañal o conducto para que el agua sucia fuera a la laguna de la cava y no entrara en la villa.
La Puerta Cerrada fue finalmente demolida en 1569.
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Aparte realidades y fantasías de los cronistas, lo cierto es que la única imagen que nosotros conocemos de la Puerta Cerrada es su cara intramuros dibujada por Wyngaerde y por Hoefnagel en sus Vistas de Madrid.
Debido a las mencionadas descripciones del XVI-XVII se especuló con el hecho de que se trataba de una puerta con planta de doble eje acodado, pero documentos relativos a una reforma ejecutada en 1534 demuestran que su acceso era de un solo eje entre dos torres semicirculares.
La puerta ya no existe pero la plaza de Puerta Cerrada guarda aún hoy día muchas huellas del Madrid medieval. En los edificios que a ella se asoman se encuentran algunos de los restos más importantes de muralla cristiana que se conservan. Como sabemos, en el nº 6 de la plaza se esconde un lienzo completo en altura, a través de los pisos de las viviendas, visible en el sótano del bar La Escondía que ya hemos mostrado en artículos anteriores.
En dicho lienzo se apoyan los edificios del mencionado nº 6, el 5 y el colindante nº 4, una construcción muy antigua, tal vez del siglo XVIII, que en 2008 en parte se encontraba apuntalada.
A pesar de su antigüedad y de tratarse de un edificio teóricamente protegido, en 2011 fue demolido.
Al fondo del solar se ve el muro de otro de los edificios apoyados en la muralla, el correspondiente a la Cava Baja nº 4.
La buena noticia fue que quedaron a la vista nuevos restos de la cerca en su cara extramuros y de un torreón semicircular. Se trataba de la torre dibujada por Espinosa en su plano al sur de la Puerta.
Tras el derribo se estudiaron los hallazgos de los dos solares, el de Puerta Cerrada nº 4 y el de Cava Baja 4. En este último, el lienzo en su cara extramuros hasta el nivel de la primera planta y el impresionante torreón, que se conserva casi en su totalidad.
La torre y parte del lienzo de muralla estaban prácticamente cubiertos por un testero que fue eliminado y se procedió a su consolidación además de analizar la técnica constructiva.
Los restos que quedaron a la vista en el solar de Puerta Cerrada 4 también se estudiaron y consolidaron.
No existe nada semejante en todo Madrid, un torreón casi completo de la muralla medieval.
Comprendo que se encuentra en el interior de un edificio de viviendas, pero, una vez derribada la casa colindante de la plaza, ¿habría alguna posibilidad de acondicionar esos valiosos, únicos restos de la fortificación del Madrid del siglo XII para que los pudiéramos contemplar? ¡Ojalá! Esta torre además de espectacular sí que es un tesoro escondido.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
OÑATE, Pilar; CABALLERO, Carlos; BUCETA, Gonzalo; SANGUINO, Juan. “Intervenciones en el segundo recinto de la Villa de Madrid: Puerta Cerrada 4 y Cava Baja 4”, en Actas de las décimas Jornadas de Patrimonio Arqueológico en la Comunidad de Madrid. Madrid, 2013, pp. 443-450.
VVAA. Las murallas de Madrid. Arqueología medieval urbana. Ed Doce Calles, Comunidad de Madrid. Madrid, 2003.
MONTERO VALLEJO, Manuel. Obra completa.
QUINTANA, Jerónimo. A la muy antigua, noble y coronada Villa de Madrid. Madrid 1629.
Libros de Acuerdos del Concejo madrileño (1464-1515, cinco vol.). Ayuntamiento de Madrid, 1932-1987.
Como ya vimos, el pintor Claudio Coello nació en 1642 en Madrid.
A la edad de 35 años adquirió una casa en la calle Calatrava, entre las calles de San Bernabé y del Águila. Como también sabemos, tuvo algunos inquilinos, entre ellos la familia de Teodoro Ardemans; allí vivió hasta su muerte en 1693.
Pero Claudio Coello había nacido en las cercanías de Puerta Cerrada.
En la entrada dedicada al pintor en mayo de 2103 comentamos que no habíamos podido localizar la placa que el Ayuntamiento le había dedicado en 1991. El caso fue que efectivamente por algún motivo no estaba en su lugar.
Hace unos días paseando por el barrio pudimos verla, allí estaba, recordando que en este lugar nació en 1642 Claudio Coello, pintor de cámara del Rey Carlos II.
La placa está situada en la fachada del Palacio Arzobispal que da a la plaza, esquina calle de San Justo. Es la manzana 175.
El Plano de Texeira muestra cómo era el barrio en la época en que vivió Coello, y las casas que ocupaban el sitio nº 1 de la manzana. Imaginamos que la familia del artista llegaría a Madrid desde Portugal y ¿se instalaría de alquiler en las proximidades de la plaza?
Gracias al magnífico especial de la página municipal memoriademadrid dedicado a las Placas de Madrid sabemos que el pasado mes de diciembre 2014 fue repuesta, así que podemos actualizar el artículo.
Aprovecho para recomendar, si es que aún no la habéis visitado, la página mencionada: Placas de Madrid, con información muy detallada y valiosa.
Además, cualquier excusa es buena para darse una vuelta por los alrededores de Puerta Cerrada. Que disfrutéis.
Por : Mercedes Gómez
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