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Como vimos en el artículo anterior en nuestro recorrido por la Colina de los Chopos una de las partes importantes de la Residencia de Estudiantes fue el Auditórium.
El edificio fue construido por los arquitectos Carlos Arniches y Martín Domínguez entre 1931 y 1933. Estos dos arquitectos influidos por las ideas de la Institución Libre de Enseñanza trabajaron juntos hasta la llegada de la guerra. Una buena noticia es que el próximo otoño el Museo ICO les va a dedicar una exposición con el fin de recuperar su memoria.
El auditorio estaba formado por un salón de actos, sala de conferencias, biblioteca, salas de lectura y aulas especiales, ordenado el conjunto en torno a un patio-claustro con una fuente en el centro, representado en el plano que se conserva.
Era una construcción muy sencilla basada en las ideas racionalistas, de superficies y volúmenes limpios, edificada en ladrillo visto. Bajo este punto de vista práctico, funcional, libre de elementos decorativos superfluos, el Auditórium fue inaugurado en abril de 1933 y llegó a tener una rica vida cultural.
Después de la guerra, desaparecida la Junta de Ampliación de Estudios y la Residencia de Estudiantes como instituciones, y creado el nuevo Centro Superior de Investigaciones Científicas, el auditorio perdió su función cultural. Y como sabemos fue destinado a ser convertido en una iglesia, la Capilla del Espíritu Santo.
La memoria para el proyecto de adaptación del auditorio para capilla la firmó Miguel Fisac con fecha noviembre de 1942.
La biblioteca y el salón de actos estaban separados por el mencionado claustro.

Sección transversal Biblioteca y Auditorio (en «Tiempos de investigación: JAE-CSIC, cien años de ciencia en España». CSIC, Madrid 2007)
Recordemos que Miguel Fisac, como vimos en el artículo Del Palacio de Hielo a la Librería Científica, entró en contacto con el CSIC cuando siendo aún estudiante trabajó en el estudio de Ricardo Fernández Vallespín. Con su maestro colaboró en la construcción del salón de actos del centro de la calle del Duque de Medinaceli, otro edificio, el antiguo Palacio de Hielo, adquirido en 1940 por el recién creado CSIC en este caso para acoger el Centro de Estudios Históricos.
Ante el encargo de construcción de la capilla, el arquitecto se encontró con un problema, debía aprovechar todo lo posible el anterior edificio, los muros, la fachada y la nave.
Cuenta el propio Fisac en su artículo Viejos recuerdos en torno a la construcción del Instituto Cajal que en el Auditorio de la antigua Residencia de Estudiantes existía un salón de actos de planta rectangular, de paredes y techos enyesados y pintados al temple liso que le indicaron podría ser el lugar perfecto para la iglesia. Visitó el edificio y cuenta que no le pareció que tuviera un gran valor arquitectónico. Sin embargo, junto a él había un claustro que junto a su sencillez le pareció precioso, realizado con gran sabiduría por el arquitecto Arniches.
Le contestaron que podía hacer un anteproyecto sin tocar para nada el claustro. Así lo hizo.

Claustro (1950) (en «Tiempos de investigación: JAE-CSIC, cien años de ciencia en España». CSIC, Madrid 2007)
El claustro se abría por un patio descubierto a la calle de Serrano; a su alrededor se ubicaba la antigua biblioteca. Sobre ella se levantó una nueva planta y los espacios interiores fueron objeto de una nueva distribución. Allí se instaló la biblioteca de la Sociedad Hispano-Alemana Goerres.
Tal como estaba previsto el salón de actos desapareció, convertido en iglesia. Las obras terminaron en octubre de 1946.
Como leemos en la placa en su fachada, muestra influencia de la arquitectura de Asplund, el arquitecto sueco cuya obra conoció Fisac en su viaje por Europa, pero también elementos tradicionales de la arquitectura española como el gran óculo, los arquillos ciegos y el tambor cilíndrico con una hermosa cúpula de media naranja cuyo interior espero veamos por fin en el tercer capítulo de esta serie dedicada a la Colina de los Chopos.
Así, el bello claustro rodeado por una arquería de ladrillo con una fuente en el centro se conservó. Hoy día pertenece al instituto colindante a la Capilla del Espíritu Santo. Es el actual Centro de Física Miguel Antonio Catalán.
Pero, en el interior de la Capilla, desde un pasillo lateral donde se encuentran las dependencias anejas de la iglesia, tras una cristalera, se puede contemplar.
Como afirmó el propio Fisac, que lo quiso salvar –seguramente le gustó su aire conventual–, es precioso.
Por: Mercedes Gómez
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Bibliografía:
FISAC, Miguel. Viejos recuerdos en torno a la construcción del Instituto Cajal y de Microbiología en 1959. Arbor, CSIC, jul-agosto 1998.
COAM. Guía de Arquitectura. Madrid, 2003.
Tiempos de investigación: JAE-CSIC, cien años de ciencia en España. CSIC, Madrid 2007.
GARCÍA CUÉLLAR, Fidel. La obra artística de Fisac, Adsuara y Stolz en la iglesia del Espíritu Santo. CSIC, Madrid 2007.
Tal como ocurrió con las nuevas Escuelas que se construyeron con el fin de intentar llegar a casi todos los barrios madrileños, con la llegada de la República en 1931 se elaboró un Plan General de Mercados con el objetivo de mejorar el sistema de abastecimiento de alimentos. Los planes abarcaban tanto los mercados centrales como la venta al público que por entonces en gran parte se realizaba en las calles, en puestos al aire libre, con la consiguiente falta de higiene y el escaso control.
Imperó una nueva visión de las características que debía reunir un edificio para albergar este tipo de servicios que había nacido en los años 20 y culminó en los años 30. El Racionalismo y la funcionalidad dominaron los proyectos que por entonces se emprendieron. Bajo la dirección de Luis Bellido, Jefe de los Servicios Municipales de Arquitectura, se planificaron los Mercados Centrales de Frutas y Verduras, de Pescados y de Leche. El Matadero y Mercado de Ganados ya existía, obra del propio Bellido. Y se programó la creación de Mercados de Distrito, de los cuales solo algunos pudieron inaugurarse antes de la guerra.
La visión de la arquitectura oficial cambió radicalmente, la funcionalidad pasó a ser lo más importante frente a la forma o los elementos decorativos, que prácticamente desaparecieron. El objetivo no era construir mercados bonitos o crear grandes obras arquitectónicas sino facilitar la conservación de los alimentos, su almacenamiento y exposición. Lo importante era la luz, la higiene y la facilidad para la actividad en el interior de los mercados.
La construcción de los mercados centrales fue encomendada a Francisco Javier Ferrero Llusiá, uno de los arquitectos madrileños más notables, autor entre otras obras del emblemático Viaducto.
Nació en Madrid en 1891. Hijo de Luis Ferrero Tomás, y hermano de Luis Ferrero Llusiá, hay que destacar la huella de esta familia de arquitectos en nuestra ciudad.
Javier Ferrero comenzó colaborando con su padre. Sus primeros trabajos estaban influidos por la arquitectura regionalista, el monumentalismo de Antonio Palacios y el neobarroco de los años 20. Se conservan espléndidos edificios en la calle de Manuel Cortina 6, Goya 77 y Cedaceros 4. También es suyo el edificio de la Tenencia de Alcaldía de la Latina en la Ribera de Curtidores.
Con la reorganización de los servicios del Ayuntamiento, asumió un papel muy importante como arquitecto municipal. Entre 1932 y 1933 ejecutó el proyecto de Bellido para el Matadero de aves y gallinas. Además, entre otras cosas, como decíamos, le fue encomendada la construcción de los mercados centrales.
En 1931 se inició la del nuevo Mercado de Pescados junto a la Puerta de Toledo. El proyecto del Mercado de Frutas y Verduras, en Legazpi, había sido aprobado en 1930 aunque no se comenzó a construir hasta abril del año siguiente. Ambos fueron inaugurados en abril de 1935.
El Mercado de Frutas y Verduras, entre la plaza de Legazpi, la calle Vado de Santa Catalina, avenida del Manzanares y calle Maestro Arbós, ocupó una parcela triangular junto al río. Fue construido en hormigón, con cerramientos de ladrillo visto, en colaboración con el ingeniero José A. Peña Boeuf.
Las naves se adaptaron al terreno de más de 30.000 metros cuadrados perteneciente a la antigua Dehesa de la Arganzuela, llamado el Pico del Pañuelo, alrededor de un gran patio destinado a los vehículos.
En 2006 fue destinado a albergar la sede de la Concejalía de Urbanismo, entonces en la calle Guatemala, en cuyo proyecto el anterior alcalde de Madrid tenía previsto construir un rascacielos en el interior del antiguo mercado.
El plan nunca se llevó a cabo, surgieron otros que tampoco prosperaron. Durante un tiempo fue almacén municipal y alojó la Oficina de Objetos Perdidos, pero actualmente está sin uso. El paso del tiempo y la crisis económica han permitido que esta construcción, una de las más puras del racionalismo madrileño, se conserve casi íntegra.
El Mercado Central de Pescados, ubicado entre la glorieta Puerta de Toledo, calle Capitán Salazar Martínez, calle de la Arganzuela, la plaza del Campillo del Mundo Nuevo y la Ronda de Toledo, se adapta a un solar trapezoidal de más de 16.000 metros cuadrados con enorme desnivel de terreno. Igualmente el material utilizado fue el hormigón armado.
Las plantas unidas por rampas, la lonja de contratación y los puestos de los asentadores, los almacenes de salazones y escabeches… desaparecieron en los años 80 del siglo XX en que el antiguo mercado, cerrado hacía tiempo, fue rehabilitado y convertido en el Centro Comercial Puerta de Toledo.
Hace tres años la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid cedieron el edificio a la Universidad Carlos III, que hoy ya ocupa una parte del antiguo mercado y pasará a ser de su propiedad totalmente en 2016.
A partir de 1934 Ferrero también levantó el tristemente demolido Mercado de la Plaza de Olavide, otra de nuestras joyas racionalistas.
En 1935 el mismo Ferrero proyectó el Mercado Central de Leche, que no llegó a construirse.
De los tres mercados construidos, como decíamos, el único edificio que subsiste tal como fue proyectado es el de Frutas y Verduras de Legazpi. Si nos decidimos a dar un paseo por los alrededores, caminando desde Legazpi por el Paseo de la Chopera, llegamos a la plaza del General Maroto, donde, frente a la Casa del Reloj del Matadero, se encuentra el Edificio Parque Sur, obra de Ferrero junto a José de Azpiroz y el ingeniero José Paz.
No es un mercado, pero sí otro magnifico ejemplo de la arquitectura racionalista de la época. Son los Talleres del Parque Automovilístico del Ayuntamiento de Madrid, otro edificio de los servicios municipales levantado entre 1933 y 1935.
Una placa del Colegio de Arquitectos junto a la puerta de entrada que nos recuerda que “este edificio de estilo racionalista forma parte del conjunto de instalaciones municipales realizadas durante la II República” puede servir como resumen del modesto homenaje a este brillante arquitecto.
Javier Ferrero es también el autor de la Imprenta Municipal.
Murió el 27 de octubre de 1936, con solo 45 años de edad.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
PEÑA BOEUF, A: «El mercado de frutas y verduras de Madrid. «, Revista de Obras Públicas, 1.1.1935.
«Nuevos mercados centrales en Madrid. «, La Construcción Moderna, 15 mayo 1935.
La Libertad 30 junio 1935
CASAS RAMOS, María Encarnación: «El arquitecto Francisco Javier Ferrero. «, Villa de Madrid, . nº 86, 1985-IV, pp. 33-42.
A un paso de Puerta Cerrada, en la calle de Concepción Jerónima nº 15, en pleno centro histórico, se encuentra un edificio que llama la atención por su estilo racionalista industrial. Se trata de la Imprenta Municipal, como indica el letrero en su fachada de ladrillo adornada con detalles de Art Decó.
Construido por los arquitectos Francisco Javier Ferrero y Luis Bellido entre 1931 y 1933, es un magnífico ejemplo de la arquitectura desarrollada durante la 2ª República. En 1955 fue ampliado y remodelado por Lucio Oñoro.
Hace pocos días nos sorprendió una grata noticia, desde el pasado día 16 acoge un nuevo museo, el Museo de la Imprenta Municipal. De momento se ha abierto al público la planta baja, donde se encuentra la Sala de Máquinas, que nos propone un paseo por la historia de la imprenta y las artes gráficas, desde el nacimiento de la imprenta manual en el siglo XV hasta la creación de la imprenta mecánica en el XIX.
Según nos cuentan en el propio museo, está previsto inaugurar en breve el resto de plantas, organizadas alrededor del patio iluminado por un tragaluz.
En la Edad Media los textos eran todos manuscritos, el número de lectores aumentaba, y fue necesario buscar otros medios. A mediados del siglo XV surgió la imprenta manual que por primera vez permitía realizar copias de los escritos.
En Madrid la primera imprenta fue instalada en 1566, poco después de que Felipe II estableciera la capitalidad, por Alonso Gómez asociado con Pierres Cosin, así nos lo contó una exposición dedicada a la imprenta en el Museo de los Orígenes hace unos años.
Los textos se componían letra a letra, con tipos fundidos en plomo, antinomio y estaño que formaban las líneas en la galera o tabla que recogía la futura página. Una vez creadas las páginas se reproducían utilizando las prensas de imprimir. Tinta y papel, eran los elementos necesarios.
Poco después se descubrió la técnica del grabado calcográfico, que permitía reproducir no solo textos sino también imágenes, de forma que nacieron las ilustraciones, que tanta y tan valiosa información nos proporcionan.
El origen de la Imprenta Municipal se remonta al año 1853 cuando se creó la imprenta del Asilo de San Bernardino, que formaba en el oficio a los niños acogidos, y realizaba los trabajos que el Ayuntamiento necesitaba. De allí pasó a la calle Noblejas, la Casa de la Panadería y la Casa de Cisneros, hasta el año 1934 en que se instaló definitivamente en el edificio de la calle Concepción Jerónima.
A través de misteriosos artilugios vamos conociendo los procesos de la impresión y los secretos del oficio de la encuadernación, o forma de unir las hojas de los códices y libros desde hace muchos siglos, mediante costura.
Un bonito paseo por la Historia de la Impresión, de la Tipografía, del Libro… y por la Historia de Madrid.
En su web están todos los detalles del nuevo museo, Imprenta Municipal-Artes del Libro , que viene a unirse a la larga lista de museos a nuestra disposición, con la intención de convertirse en un centro cultural vivo.
Bienvenido sea.
Por Mercedes Gómez
La existencia de baños públicos se remonta a los orígenes de Madrid, al Mayrit árabe. Quizá existieron antes, gracias a los romanos, pero al menos de momento no se ha podido comprobar, o no tenemos noticias.
Sí hay constancia de los baños árabes en algunos documentos antiguos. Manuel Montero Vallejo habla en sus libros de los baños que se encontraban junto al Barranco por donde entonces fluía el Arroyo de San Pedro, hoy calle Segovia, y que continuaban existiendo en los siglos XIII y XIV. Estaban situados cerca de la iglesia de San Pedro, aproximadamente a la altura de la Fuente de San Pedro o de los Caños Viejos, donde hoy se encuentra la Fuente de Diana.

Barranco de San Pedro fin sg. XV, por M. Montero Vallejo, que sitúa en su dibujo los baños con el nº 3.
Con la llegada de los cristianos en el siglo XI, el baño dejó de estar bien visto, dicen que Alfonso VI, el rey conquistador, no era partidario, y que prohibió construir nuevos establecimientos.
Pero también se cuenta que siguieron funcionando regentados por mujeres mudéjares, y que a ellos acudían en buena armonía cristianos, musulmanes y judíos. Montero cuenta que esos mismos baños que aún existían a finales del siglo XIV los tenía arrendados una tal doña Xançi.
Otro de los baños medievales se encontraba en la plazuela de los Caños del Peral, hoy plaza de Isabel II, cerca de la Puerta de Valnadú, una de las puertas de la muralla cristiana.
Gracias a los literatos del Siglo de Oro sabemos que en el siglo XVII los madrileños eran muy aficionados a bañarse en el río, y parece ser que a orillas del Manzanares se organizaban fiestas algo subidas de tono. Hemos leído mucho sobre las romerías a orillas del río en tiempos de Felipe IV, pero nunca habíamos visto sus imágenes, hasta que llegó este cuadro de Félix Castello al Museo Municipal.
La escena, un verdadero “jardín de las delicias” madrileño, representa los baños en el Manzanares, frente a la Casa de Campo, en el Camino del Pardo, junto al llamado Molino Quemado, que también Texeira representó en su plano.
Pero en invierno hacía mucho frío, y había que buscar otras soluciones. La primera Casa de Baños de la que se tiene noticias es una en la calle Jardines, abierta en 1628. Solicitó licencia de apertura un italiano llegado a la capital, argumentando que el agua era necesaria para la salud, todo el año, no únicamente en el verano.
Se le concedió, pero para acudir era necesario llevar la “receta” del médico. Además, los baños de las mujeres estaban prohibidos en la misma casa que los de los hombres, y mientras ellas se bañaban ellos no podían entrar, aunque fuese su marido.
Cuentan los cronistas que, mediado el siglo XIX, existían en Madrid diecinueve Casas de Baños, aunque algunas solo abrían en verano. Las pilas eran de piedra blanca de Colmenar, o de mármol. Además de los baños normales, estaban disponibles también baños de “salvado, aromáticos, emolientes y minerales artificiales”.
Uno de los más concurridos eran los Baños de Oriente, de nombre evocador, en la plaza de Isabel II, abiertos en 1830, acaso herederos de los viejos baños de los Caños del Peral.
Y llegamos al siglo XX. No hace tanto tiempo, en 1928, aún no era tan fácil el tener acceso a un baño o ducha en la propia casa. Existían varias casas de baños, pero eran demasiado caras para la mayoría. Se inauguró la primera casa municipal, en el Portillo de Embajadores, obra del arquitecto municipal José Lorite. Tenía una planta con azotea, en el zaguán dos taquillas, una para las señoras y otra para los caballeros, y dos salas de espera, igualmente separadas.
En la República, dentro de una política de higiene pública que había comenzado en la década anterior, además de los de Embajadores se construyeron otros Baños en la avenida de los Toreros y en Bravo Murillo, bajo las ideas del Racionalismo, tal como estaba ocurriendo en la construcción de Dispensarios antituberculosos.
Con la mejora de las condiciones en la vivienda la situación fue cambiando. En 1974 seguían existiendo los Baños de Oriente. A la vez las Guías de la ciudad anunciaban saunas finlandesas, suecas y baños turcos, situados en los barrios más acomodados. Además, por entonces seguían existiendo tres establecimientos de Baños Municipales, en la Glorieta de Embajadores 1, Bravo Murillo 133, y avenida de los Toreros 3-5.
En el barrio de la Latina, en la plaza de la Cebada, junto al mercado, existía otra Casa de Baños.
El edificio de la avenida de los Toreros, también obra de José Lorite, estuvo a punto de ser derribado debido a su estado ruinoso, pero se salvó de la piqueta y hoy día alberga el Centro Cultural de Buenavista, tras la reforma de Salvador Pérez Arroyo en 1982. Una singularidad del edificio son sus pabellones laterales, antiguas piscinas, hoy convertidas en la biblioteca y el salón de actos.
Hasta hace poco tiempo aún funcionaban las otras tres Casas de Baños en Madrid:
La de la Plaza de la Cebada, que aunque en la web del Ayuntamiento figura como cerrada por obras, la realidad es que el edificio en el que se encontraba fue derribado, y ahora hay un solar.
La de Bravo Murillo fue cerrada a principios de este año para su reforma integral. Según las noticias publicadas entonces, se preve su reapertura para mediados de 2011.
El domingo pasado fuí hasta allí para hacer una fotografía al edificio, sin saber lo que iba a encontrar. Llegué tarde, la vieja construcción ya no existe, la reforma es integral en verdad. El Ayuntamiento, con cargo al fondo estatal para el empleo, está construyendo un Centro de Atención Social de Atención Social a mujeres, inmigrantes y personas sin hogar, según explica el cartel en la propia obra, lo cual es sin duda una buena noticia.
Poco antes de que cerraran esta Casa de Baños tuve ocasión de hablar con una de las personas que la atendían, y me contó muchas cosas interesantes del edificio, que desde 1932 no había tenido ninguna restauración. Habló con cariño y cierto orgullo de un lugar en el que debía llevar mucho tiempo trabajando. Se decía que en el edificio vivía un duende. Derribada la casa, se ignora si se ha trasladado o continúa por allí…
Aunque los días de más visitas eran los lunes y los viernes, la mayoría, muchos inmigrantes, acudían todos los días a lavarse. Veinte minutos de agua caliente por quince céntimos.
Los usuarios, en su mayor parte personas sin hogar, le contaban que preferían ir a Bravo Murillo en lugar de a Embajadores porque aquí conservaban los dos grifos de agua caliente y agua fría, que ellos mismos podían regular. En las modernas instalaciones de Embajadores hay grifo a presión, con duración limitada, pero según comentaba mi interlocutor, esto quizá no ahorre agua, porque al no poder mezclarla, o se queman o se hielan, y pulsan el grifo demasiadas veces.
El edificio de la glorieta de Embajadores, aunque había sido reformado hacía pocos años, fue derribado en 2001 para construir el actual, de tres plantas, con mayor número de duchas y seguramente más comodidades, a pesar del grifo a presión, siendo inaugurado cuatro años después.
Hoy día están de moda los spas, balnearios, y baños árabes, más relacionados con el ocio y el bienestar que con la mera higiene, ya que en este siglo XXI casi todas las viviendas tienen cuarto de baño, o ducha.
Pero algunas personas simplemente no tienen casa. Y acuden a la única Casa de Baños actualmente en funcionamiento en la capital, la Casa de Baños de Embajadores, muchos casi todos los días.
Texto y fotografías : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
M. Montero Vallejo. Origen de las calles de Madrid. Ed. Avapiés. Madrid 1995.
Museo de Historia de Madrid. Adquisiciones 2003-2006. Madrid 2007.
Mª C. Simón Palmer. Casas de Baños en Madrid. Anales del Instituto de Estudios Madrileños. 1975.
Estampa. 20 marzo 1928.
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