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El Real Bosque, primer Real Sitio, fue abierto al público el 1 de mayo de 1931; pronto cumplirá 90 años como parque de Madrid, la Casa de Campo, una de las zonas verdes más importantes de nuestra ciudad.
El Real Sitio había sido cedido al Ayuntamiento por el Estado pocos días después de la proclamación de la 2ª República, el 14 de abril de ese mismo año, «según consta en el acta de entrega oficial, firmada en Madrid el día 6 de mayo de 1931, ante el Notario y Abogado de esta capital D. Pedro Tobar, y que suscribieron el excelentísimo señor Ministro de Hacienda D. Indalecio Prieto y Tuero, en representación del Estado, y el excelentísimo señor Alcalde de Madrid D. Pedro Rico y López, en representación del Ayuntamiento, quien se hace cargo de los terrenos de la Casa de Campo y de los del parque Campo del Moro, comprendidos dentro de las tapias de dichas posesiones, de acuerdo con las condiciones que se consignaron en el decreto de cesión de 20 de abril último, publicado en la Gaceta de Madrid del 22 de abril de 1931, número 112».

El estado general de la Casa de Campo era bastante malo, con zonas muy abandonadas. Se realizó un inventario, y de casi todo quedó constancia gracias al Servicio Fotográfico Municipal.
Se proyectaron una serie de obras, reformas de acondicionamiento, etc. Algunas no pudieron ser terminadas, primero debido a la mala situación económica y luego debido a la guerra. Pero otras sí se completaron, el saneamiento de estanques y fuentes, mejoras de vías de paseo y accesos…
Con fecha 2 de noviembre de 1931, firmado por el arquitecto municipal José de Lorite, se publicó la Descripción y reseña histórica de la Casa de Campo, un plan para su utilización y aprovechamiento. En el documento se especifica que la antigua posesión real tenía en esos momentos 19 fuentes.
En julio de 1933 el Ayuntamiento de Madrid publicó la Memoria sobre la labor realizada por el primer Ayuntamiento de la segunda República Española, una recopilación de los trabajos en que intervino el Servicio municipal de Vías y Obras.
Algunas de las fuentes que ya existían antes de la apertura al público se reformaron; varias siguen felizmente existiendo. Una de ellas es la antigua Fuente del Zarzón.
Otra fuente anterior a las obras de la República, y que también se conserva, es la Fuente de Rodajos.
Sin olvidar la Fuente de la Concha, ubicada en el antiguo Jardín Reservado de Felipe II, que guarda una historia emocionante.
Gracias a los fotógrafos municipales conocemos cómo eran esas fuentes en aquellos años. Hoy las podemos ver en la impagable biblioteca digital memoriademadrid.
Por otra parte, entre 1932 y 1934, se construyeron otras nuevas –ya les dedicamos un recuerdo en la entrada las Fuentes de la República–, como la Fuente de los Neveros.
Por: Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Catálogo de la exposición en el Centro Cultural Conde Duque, Ayuntamiento de Madrid, Madrid, una ciudad en transformación (1910-1935), Madrid 2015.
Uno de los episodios más fascinantes en relación con el patrimonio histórico y artístico madrileño, y español en general, tuvo lugar tras el estallido de la guerra en 1936. Con el fin de protegerlo el gobierno de la República creó una serie de organismos, entre ellos la Junta de Defensa y Protección del Tesoro Artístico.
Durante la preparación de algunos artículos en este blog me he encontrado con varias actuaciones de esta organización que llaman la atención. La historia más conocida se refiere al traslado de las obras del Museo del Prado, pero no fueron las únicas.

Protección del Autorretrato de Durero para su traslado a Valencia. Archivo Vaamonde (Fototeca Patrimonio Histórico)
En la iglesia de San Pedro Ad Víncula en Vallecas, la pintura de Francisco Ricci, La liberación de San Pedro, que junto a otras obras de esta iglesia fue salvada por las tropas republicanas que las entregaron a la Junta del Tesoro Artístico Nacional. Otra, en esta misma iglesia, que hasta hace poco tiempo conocíamos únicamente por las fotografías de la Junta de Incautación era la bóveda del Camarín de la Virgen del Rosario. Hemos podido contemplar la Sala Capitular del Convento de las Comendadoras de Santiago, que vimos al hablar de la Real Fábrica de Papeles Pintados, gracias también a las fotografías realizadas por la Junta. Y hace pocos días hemos visto cómo también la imagen de Jesús de Medinaceli fue rescatada.
Las oficinas de la Junta del Tesoro Artístico de Madrid en un inicio fueron ubicadas en el Palacio de Bibliotecas y Museos –actuales Biblioteca Nacional y Museo Arqueológico Nacional–. Todas las obras fueron inventariadas y fotografiadas. Las imágenes como sabemos se conservan en la Fototeca del Patrimonio Histórico del Ministerio de Cultura.
Además de la protección de archivos y bibliotecas, se procedió a la incautación de material de coleccionistas particulares y de propiedades de la Iglesia. Gracias a esto se salvaron muchas obras que quizá de otra manera se habrían perdido. Y gracias a las fotografías y a algunas publicaciones autobiográficas de algunos de los participantes en estos viajes, verdaderamente difíciles, se conoce bastante bien lo que ocurrió. Gracias a ellas conocemos también algunos de los lugares donde se guardaron los cuadros y objetos recogidos por la Junta de Defensa del Tesoro Artístico, uno de ellos fue el Museo Arqueológico Nacional. En algunas fotos aparecen alguna de sus salas con apeos y consolidación con el fin de ser utilizadas como lugar de depósito protegido de las colecciones del museo.
Espectaculares son las fotos de la nave central de San Francisco el Grande con muchos de los objetos allí depositados por la Junta.

Nave central de San Francisco el Grande con los objetos en ella guardados por la junta delegada, septiembre de 1937. Archivo Moreno.
Muchas de las obras fueron trasladadas. El largo viaje comenzó en noviembre de 1936 de Madrid hacia Valencia donde en un primer momento estaba previsto que finalizara. Allí se habían construido depósitos para albergar los bienes patrimoniales rescatados.

Preparación de vehículos para el traslado de las obras. Archivo Vaamonde (Fototeca Patrimonio Histórico)
Pero ante la situación que se iba agravando, en vista del avance del ejército sublevado, en marzo de 1938 se inició un nuevo traslado hacia poblaciones de Barcelona y Gerona. Posteriormente, ya en febrero de 1939, el gobierno de la República, con ayuda del Comité Internacional para el Salvamento trasladó el Tesoro Artístico a la Sociedad de Naciones en Ginebra con el fin de garantizar su protección hasta que acabara la guerra.
Se siguió camino hasta Francia para llegar hasta Ginebra donde en 1939 hubo una exposición memorable, poco antes de que todas las obras regresaran a España.
Durante muchos años todo este asunto quedó en el olvido, desconocido por la mayoría, entre otras cosas porque al parecer se ocultó, hasta que una serie de profesionales comenzaron a dedicar sus trabajos a este capítulo de la historia de la guerra civil.
El primer y bonito homenaje oficial tuvo lugar no hace tantos años, en 2003, con la iniciativa del Museo del Prado junto con el IPCE, Instituto del Patrimonio Cultural de España, cuando se celebró en el propio Museo una gran exposición fotográfica titulada Arte protegido. Memoria de la Junta del Tesoro Artístico durante la guerra civil.
Algunas de las imágenes mostradas realmente impactantes nos permitieron ver algunas de las consecuencias de la guerra sobre el patrimonio madrileño, los bombardeos, incendios y otras situaciones dramáticas. Aunque también, gracias a esta muestra se pudieron contemplar otras escenas hermosas gracias a las tareas de protección y al final la exposición celebrada en Ginebra y el regreso de las obras a Madrid.

Museo de Arte y de Historia, Ginebra. Exposición “Obras Maestras del Museo del Prado” (Foto Museo del Prado)
Es emocionante conocer esta actividad a cargo de una serie de personas, unas conocidas y otras anónimas, de distintas ideologías, que colaboraron en este trabajo con el único fin de proteger el patrimonio bibliográfico, documental y artístico.
Más de 27.000 obras de arte fueron salvadas y devueltas a sus propietarios gracias a la labor de las Juntas de Salvamento del Tesoro Artístico.
Es una historia larga y compleja, sirva este breve artículo como pequeño homenaje.
Por Mercedes Gómez
A Juan,
por hablarme de Luis Quintanilla, y de otras cosas.
Luis Quintanilla nació en 1893 en Santander. Su familia pertenecía a la burguesía acomodada, conservadora. Luis fue la oveja negra, decían. Fue pintor y fresquista, también dibujante y grabador; artista importante, comprometido con la República, fue activista político, socialista. Vivió la guerra y finalmente el exilio. Fue boxeador, espía…Conoció a personajes notables, escritores, pintores… seductor… su vida fue apasionante y apasionada.
En 1912, con poco más de 18 años, como tantos artistas viajó a París donde conoció a Juan Gris, aprendió y vivió el ambiente cubista. A los tres años volvió a España, donde en Madrid participó en las tertulias de moda por entonces, nuevamente a París… Tuvo relación con grandes pintores, Chagall, Modigliani… y entabló una gran amistad con Ernest Hemingway.
Su interés por la técnica del fresco y una beca de la Junta de Ampliación de Estudios en 1924 le llevaron a Italia.
Dos años después regresó y expuso en el Círculo de Bellas Artes de Madrid los bocetos que había hecho en Italia, a partir de lo cual le salieron encargos de pintura mural, entre ellos, en Madrid, los frescos del Palacio de Liria (1927).
En 1929 había ingresado en el Partido Socialista. Tuvo amistad, entre otros, con Juan Negrín y Largo Caballero.
Otros encargos que recibió fueron los frescos de la Sala de Conferencias de la Casa del Pueblo (1931), el fresco Mujeres (1931) para el antiguo Museo de Arte Moderno (1931), los del Pabellón de Gobierno de la Ciudad Universitaria (1932) y los del Monumento a Pablo Iglesias, que realizó junto con el escultor Emiliano Barral (1934-1936). De todos el de Mujeres es el único que se conserva, hoy propiedad del Museo Reina Sofía.
Llegó la guerra, que vivió en primera fila, recorrió el frente, conoció el horror, lo pintó y lo dibujó.
Sus dibujos se expusieron en plena guerra, en 1937, en el Hotel Ritz de Barcelona.
Después, en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Todo esto fue un éxito para el pintor, y fue uno de los elegidos en 1938 para representar a España en la Exposición de Nueva York -como en 1937 lo había sido Pablo Picasso, cuando creó el Guernica para la Exposición de París-.
Así, por encargo del Gobierno de la República, junto a otros artistas españoles viajó a Nueva York para decorar el Pabellón de España en la Exposición Universal de 1939. Fue uno de los muchos intelectuales que trabajaron en defensa de la República, Miguel Hernández lo llamó el batallón del talento.
Pero cuando finalizó los frescos terminó la guerra, y el nuevo Gobierno del General Franco anuló la muestra, España no participó en la Exposición de Nueva York.
Los frescos se expusieron por última vez en Nueva York en 1940, creyéndose desaparecidos desde entonces.
Luis Quintanilla llegó a ser muy famoso en Nueva York, como artista y por su compromiso con la defensa de la democracia en España. Cuando llegó el momento del exilio allí se instaló, en la calle 8, con su mujer, a la que había conocido en Madrid –se habían casado en febrero de 1939- y su hijo, que nació en enero de 1940. Vivió años de bienestar, entre 1940 y 1945, en los que entre otros trabajos realizó bocetos para películas en Hollywood, como escenógrafo, retratos a personajes famosos, Gary Cooper, John dos Passos, etc. En 1946 publicó el libro Franco’s Black Spain, la España Negra de Franco, serie de 40 dibujos realizados durante la guerra.
Su vida ha sido narrada en un magnífico y emocionante documental emitido en La 2 de TVE en 2014, titulado Los otros Guernicas. En el documental, una de las intervenciones más interesantes, emotiva, y también triste, es la de su hijo Paul, que recuerda aquella época. Cuenta que su padre entonces tenía muchos amigos, disfrutaba de una vida rica en Estados Unidos, pero que “fue muy duro para él” el estar lejos de su país.
A finales de la década de los 40 la situación, la visión política americana cambió, su pintura dejó de interesar, y comenzó a escribir para poder tener ingresos.
En 1958 se marchó, abandonando a su familia. Resulta dramático escuchar a Paul Quintanilla (por entonces debía tener 18 años) hablar ahora de su padre, también triste ver su mirada : “Se fue a París para intentar revalorizar su nombre como artista, y pensamos que iba a volver, mostrar sus pinturas, venderlas… pero las cosas no funcionaron así… y mis padres se separaron”.
Luis Quintanilla vivió veinte años en París, fue una etapa en la que creó buenas pinturas pero una vez más perdió clientes y llegaron tiempos difíciles.

En su «Palomar» , el nombre que dio a su estudio en 61 Franklin D. Roosevelt Avenue en Paris. (Foto: lqart.org)
En 1976 volvió a España, ya mayor y con problemas de salud. Murió en Madrid a finales de 1978.
La sorpresa surgió en 1990 cuando aparecieron los frescos que se creían desaparecidos. Él contó que se habían perdido en una inundación, pero no era cierto. Los debió vender, nunca se sabrá qué ocurrió, ni por qué lo hizo. Aparecieron en los muros de un pasillo de un cine en Nueva York, y tras grandes esfuerzos y negociaciones fueron recuperados, los otros Guernica llegaron a Santander en febrero de 2007. Hoy se encuentran en el Paraninfo de la Universidad de Cantabria. Son cinco grandes paneles titulados: Dolor, Destrucción, Huida, Soldados y Hambre, agrupados bajo el nombre genérico de Ama la paz y odia la guerra.
En 2010 en la exposición dedicada a Miguel Hernández en la Biblioteca Nacional, La sombra vencida, fueron expuestos tres de ellos, Hambre, Soldados y Dolor.
Dice Paul Quintanilla, que nació y creció en Estados Unidos : “Creo que fue una gran pérdida, si no hubiera tenido que abandonar España…”, ¡cuántos grandes frescos hubiera podido pintar!
En Madrid podemos ver algunos dibujos, propiedad de Paul, que están depositados en el Museo Reina Sofía.
En la segunda planta, en la que el Guernica de Pablo Picasso acapara casi todas las miradas, al fondo, la última sala, la 206.09, a la que quizá no todos los visitantes lleguen, está dedicada a Luis Quintanilla.
En ella se encuentran sus Dibujos de la guerra, de 1937 y la España negra, de 1938.
Y tres bellos dibujos con grafito y acuarela, de 1942-43.
Todas las obras son depósito de su hijo Paul Quintanilla.
Paul también mantiene una página web, The art and world of Luis Quintanilla, El arte y el mundo de Luis Quintanilla, hermoso homenaje a su padre.
Luis Quintanilla, que en cierto modo iba a ser el pintor de la República, fue el pintor de la guerra.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Gil Orrios, Ángel: “Los frescos de Luis Quintanilla sobre la guerra Civil aparecen en un cine «porno» de Nueva York”. El País, 8.11.1990, p. 35.
López Sobrado, Esther. “Sobre la pintura mural de Luis Quintanilla”. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, Tomo 58, 1992.
Los frescos de Luis Quintanilla sobre la guerra. Catálogo. Universidad de Cantabria. 2007.
Luis Quintanilla, testigo de guerra. Catálogo. Universidad de Cantabria, 2009.
Como hemos visto en artículos anteriores, sobre todo al hablar de las Escuelas, algunas de las experiencias educativas puestas en marcha durante la Segunda República se basaron en propuestas planteadas durante los años 20 por la Institución Libre de Enseñanza.
Francisco Giner de los Ríos fue el gran impulsor de la ILE y de otros proyectos memorables, como la Residencia de Estudiantes, el Museo Pedagógico Nacional o las Misiones Pedagógicas.
El Patronato de Misiones Pedagógicas fue creado, a partir de las ideas de Giner (sus “misiones ambulantes”), en mayo de 1931. Entre las muchas ideas para la mejora de la educación pública, que adolecía de muchas carencias y problemas, como el elevado índice de analfabetismo, se puso en marcha este plan.
El presidente fue Manuel Bartolomé Cossío, discípulo y amigo de Giner de los Ríos, que en aquellos momentos tenía ya 74 años y un delicado estado de salud. Murió en 1935, pero pudo ver cumplido su sueño, llevar al campo parte de lo que solo se podía disfrutar en la ciudad. Asistir a una representación teatral, leer un periódico, saber que existían Shakespeare o Velázquez, escuchar música clásica, conocer un verso de Lope o Calderón, ver una estatua o una pintura… cosas entonces imposibles para los habitantes de la España rural. Cossío estaba convencido de que los campesinos también tenían derecho a la cultura. Para él, era un asunto de justicia social.
A finales de 2006 se inauguró una exposición en el Centro Cultural Conde Duque, Las Misiones Pedagógicas, 1931-1936, acompañada de una serie de actividades y publicaciones muy interesantes.
La Residencia de Estudiantes conserva en su web información sobre aquella Exposición y las Misiones Pedagógicas en general.
Las Misiones Pedagógicas desarrollaron actividades maravillosas. Resulta casi conmovedor imaginar el efecto que debía producir la llegada a los pueblos y aldeas más pobres de las Bibliotecas que repartieron miles de libros, del Museo del Pueblo, del Cine, Teatro, Servicio de Música y el Retablo de Fantoches o Guiñol.
Pero no solo en los que lo recibían (niños o adultos que no habían visto nunca cine, ni un libro tal vez), sino también en los que viajaban desde las ciudades con gran ilusión para llevar la cultura, intentando transmitir además de instrucción su lado más alegre y de diversión, a los lugares en que nada de eso existía. Si en algunos pueblos no había ni luz eléctrica, ¿cómo iba a haber bibliotecas? ni mucho menos cine o teatro.
Maestros, poetas, dramaturgos, pintores, estudiantes… participaron más de seiscientas personas, unos con más dedicación que otros, pero todos con la intención de llevar un mundo nuevo a la España rural y a los lugares necesitados. Probablemente unos aprendieron de los otros.
Las Bibliotecas, que generalmente se instalaban en la Escuela, llevaron libros a los pueblecitos más humildes y escondidos.

Un niño y una niña leyendo unos libros de la biblioteca de Misiones Pedagógicas, hacia 1932. (Foto Residencia de Estudiantes, Madrid)
El Museo del Pueblo estaba formado por copias de las obras de los grandes maestros (Velázquez, Murillo, Goya, etc.) realizadas por los entonces jóvenes pintores Ramón Gaya, Eduardo Vicente, Juan Bonafé y otros.

Grupo de espectadores ante una copia de Las Hilanderas, de Velázquez, Cebreros (Ávila), hacia el 15 de noviembre de 1932. (Foto Residencia de Estudiantes, Madrid)
El Coro de Misiones interpretaba romances, el Teatro del Pueblo, dirigido por Alejandro Casona, representaba entremeses y otras piezas breves de los Clásicos en las plazas…
Muchos de los misioneros partían desde Madrid hacia los pueblos, incluidos los madrileños, Oteruelo del Valle, Robledo de Chavela, Horcajo de la Sierra, La Hiruela, Talamanca del Jarama, Nuevo Baztán, y muchos más.
Incluso nuestra propia ciudad. Hay constancia de la visita de las Misiones a cuatro lugares. En marzo de 1933 el Teatro y el Coro visitaron la Cárcel de Mujeres y el Asilo de la Paloma, que era un centro de formación para niños pobres.
En julio y en diciembre de 1936, ya en plena guerra, la Escuela Cervantes –que continúa existiendo, en la calle Raimundo Fernández Villaverde nº 4, edificio obra de Antonio Florez (1913)– y la Escuela de niños de la calle Batalla del Salado recibieron además de al Teatro y Coro al Retablo de fantoches o Guiñol. Los títeres y marionetas fueron una de las actividades más utilizadas por su sencillez y posibilidades que ofrecía. Los teatrillos eran modestos, pero pintados, iluminados, narrados y representados con gran creatividad. Se conserva alguno de los textos.
Las visitas a cada pueblo se planificaban según los habitantes, sus características y necesidades. Se podía alternar juegos y baños en el río con la lectura de poesía y una película de Charlot, por ejemplo. Antes de despedirse, se entregaban los libros, a veces un gramófono y discos. El Servicio de Música jugó también un papel importante en estas aventuras misioneras.
Desgraciadamente las Misiones Pedagógicas quedaron interrumpidas después de la guerra. Pero serán para siempre consideradas una experiencia única. Y asombrosa en cierto modo, ya que no existía espejo en el que mirarse, solo el entusiasmo y el convencimiento de muchas personas lo hicieron posible.
Ahora, estos días podemos recordar la figura de Francisco Giner de los Ríos. La Biblioteca Nacional conmemora el centenario de su muerte. Nacido en Málaga en 1839, murió en Madrid en 1915. Hasta el próximo día 25 se puede visitar una pequeña exposición ubicada en la antesala de la Sala de Lectura, un lugar perfecto para la ocasión, Francisco Giner de los Ríos (1839-1915) y la Institución Libre de Enseñanza.
Se muestra una selección de importantes fondos bibliográficos del propio Giner o sobre su obra, “gran cantidad de libros que supusieron una renovación de la educación, la cultura y la sociedad española”, entre ellos el Catálogo de aquella magnífica exposición, Las Misiones Pedagógicas 1931-1936.
Por : Mercedes Gómez
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Biblioteca Nacional. Hasta el 25 de abril.
Muestra bibliográfica Francisco Giner de los Ríos (1839-1915) y la Institución Libre de Enseñanza.
En la antesala del Salón de Lectura, de lunes a viernes de 9.00 h. a 21.00 h y sábados de 9.00 h. a 14 h.
Acceso al público mostrando el DNI.
Tal como ocurrió con las nuevas Escuelas que se construyeron con el fin de intentar llegar a casi todos los barrios madrileños, con la llegada de la República en 1931 se elaboró un Plan General de Mercados con el objetivo de mejorar el sistema de abastecimiento de alimentos. Los planes abarcaban tanto los mercados centrales como la venta al público que por entonces en gran parte se realizaba en las calles, en puestos al aire libre, con la consiguiente falta de higiene y el escaso control.
Imperó una nueva visión de las características que debía reunir un edificio para albergar este tipo de servicios que había nacido en los años 20 y culminó en los años 30. El Racionalismo y la funcionalidad dominaron los proyectos que por entonces se emprendieron. Bajo la dirección de Luis Bellido, Jefe de los Servicios Municipales de Arquitectura, se planificaron los Mercados Centrales de Frutas y Verduras, de Pescados y de Leche. El Matadero y Mercado de Ganados ya existía, obra del propio Bellido. Y se programó la creación de Mercados de Distrito, de los cuales solo algunos pudieron inaugurarse antes de la guerra.
La visión de la arquitectura oficial cambió radicalmente, la funcionalidad pasó a ser lo más importante frente a la forma o los elementos decorativos, que prácticamente desaparecieron. El objetivo no era construir mercados bonitos o crear grandes obras arquitectónicas sino facilitar la conservación de los alimentos, su almacenamiento y exposición. Lo importante era la luz, la higiene y la facilidad para la actividad en el interior de los mercados.
La construcción de los mercados centrales fue encomendada a Francisco Javier Ferrero Llusiá, uno de los arquitectos madrileños más notables, autor entre otras obras del emblemático Viaducto.
Nació en Madrid en 1891. Hijo de Luis Ferrero Tomás, y hermano de Luis Ferrero Llusiá, hay que destacar la huella de esta familia de arquitectos en nuestra ciudad.
Javier Ferrero comenzó colaborando con su padre. Sus primeros trabajos estaban influidos por la arquitectura regionalista, el monumentalismo de Antonio Palacios y el neobarroco de los años 20. Se conservan espléndidos edificios en la calle de Manuel Cortina 6, Goya 77 y Cedaceros 4. También es suyo el edificio de la Tenencia de Alcaldía de la Latina en la Ribera de Curtidores.
Con la reorganización de los servicios del Ayuntamiento, asumió un papel muy importante como arquitecto municipal. Entre 1932 y 1933 ejecutó el proyecto de Bellido para el Matadero de aves y gallinas. Además, entre otras cosas, como decíamos, le fue encomendada la construcción de los mercados centrales.
En 1931 se inició la del nuevo Mercado de Pescados junto a la Puerta de Toledo. El proyecto del Mercado de Frutas y Verduras, en Legazpi, había sido aprobado en 1930 aunque no se comenzó a construir hasta abril del año siguiente. Ambos fueron inaugurados en abril de 1935.
El Mercado de Frutas y Verduras, entre la plaza de Legazpi, la calle Vado de Santa Catalina, avenida del Manzanares y calle Maestro Arbós, ocupó una parcela triangular junto al río. Fue construido en hormigón, con cerramientos de ladrillo visto, en colaboración con el ingeniero José A. Peña Boeuf.
Las naves se adaptaron al terreno de más de 30.000 metros cuadrados perteneciente a la antigua Dehesa de la Arganzuela, llamado el Pico del Pañuelo, alrededor de un gran patio destinado a los vehículos.
En 2006 fue destinado a albergar la sede de la Concejalía de Urbanismo, entonces en la calle Guatemala, en cuyo proyecto el anterior alcalde de Madrid tenía previsto construir un rascacielos en el interior del antiguo mercado.
El plan nunca se llevó a cabo, surgieron otros que tampoco prosperaron. Durante un tiempo fue almacén municipal y alojó la Oficina de Objetos Perdidos, pero actualmente está sin uso. El paso del tiempo y la crisis económica han permitido que esta construcción, una de las más puras del racionalismo madrileño, se conserve casi íntegra.
El Mercado Central de Pescados, ubicado entre la glorieta Puerta de Toledo, calle Capitán Salazar Martínez, calle de la Arganzuela, la plaza del Campillo del Mundo Nuevo y la Ronda de Toledo, se adapta a un solar trapezoidal de más de 16.000 metros cuadrados con enorme desnivel de terreno. Igualmente el material utilizado fue el hormigón armado.
Las plantas unidas por rampas, la lonja de contratación y los puestos de los asentadores, los almacenes de salazones y escabeches… desaparecieron en los años 80 del siglo XX en que el antiguo mercado, cerrado hacía tiempo, fue rehabilitado y convertido en el Centro Comercial Puerta de Toledo.
Hace tres años la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid cedieron el edificio a la Universidad Carlos III, que hoy ya ocupa una parte del antiguo mercado y pasará a ser de su propiedad totalmente en 2016.
A partir de 1934 Ferrero también levantó el tristemente demolido Mercado de la Plaza de Olavide, otra de nuestras joyas racionalistas.
En 1935 el mismo Ferrero proyectó el Mercado Central de Leche, que no llegó a construirse.
De los tres mercados construidos, como decíamos, el único edificio que subsiste tal como fue proyectado es el de Frutas y Verduras de Legazpi. Si nos decidimos a dar un paseo por los alrededores, caminando desde Legazpi por el Paseo de la Chopera, llegamos a la plaza del General Maroto, donde, frente a la Casa del Reloj del Matadero, se encuentra el Edificio Parque Sur, obra de Ferrero junto a José de Azpiroz y el ingeniero José Paz.
No es un mercado, pero sí otro magnifico ejemplo de la arquitectura racionalista de la época. Son los Talleres del Parque Automovilístico del Ayuntamiento de Madrid, otro edificio de los servicios municipales levantado entre 1933 y 1935.
Una placa del Colegio de Arquitectos junto a la puerta de entrada que nos recuerda que “este edificio de estilo racionalista forma parte del conjunto de instalaciones municipales realizadas durante la II República” puede servir como resumen del modesto homenaje a este brillante arquitecto.
Javier Ferrero es también el autor de la Imprenta Municipal.
Murió el 27 de octubre de 1936, con solo 45 años de edad.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
PEÑA BOEUF, A: «El mercado de frutas y verduras de Madrid. «, Revista de Obras Públicas, 1.1.1935.
«Nuevos mercados centrales en Madrid. «, La Construcción Moderna, 15 mayo 1935.
La Libertad 30 junio 1935
CASAS RAMOS, María Encarnación: «El arquitecto Francisco Javier Ferrero. «, Villa de Madrid, . nº 86, 1985-IV, pp. 33-42.
Como sabemos, durante la primera mitad de la década de los años 30 del pasado siglo XX en Madrid se acometieron diversas obras arquitectónicas y urbanísticas de importancia, y también se prestó atención a algunos detalles quizá menores, pero muy valiosos por su utilidad para la vida diaria, como fue la instalación de sencillas Fuentes y caños de vecindad, que ya hemos tenido ocasión de evocar.
Hoy propongo dedicar un recuerdo a los Jardines Históricos, que en esa época, eran los tiempos de la Segunda República, gozaron de un cuidado especial.
Entre el mes de junio de 1931 y octubre de 1935 varios jardines madrileños obtuvieron la catalogación de Monumento Histórico-Artístico o la de Jardín Artístico.
En el primer caso estuvieron los pertenecientes al Monasterio de El Escorial, al Palacio de Aranjuez y los entonces denominados del Palacio Nacional, el Campo del Moro y la Casa de Campo. En el segundo caso, la Alameda de Osuna, la Quinta de El Pardo, y nuestro gran Parque del Retiro.
Actualmente son Bienes de Interés Cultural. También alcanzaron este nivel de protección el Real Jardín Botánico y la Quinta de la Fuente del Berro.
En cuanto al Ayuntamiento de Madrid, existe un Catálogo de Parques Históricos y Jardines de Interés con diferentes niveles de protección. La máxima corresponde a los Parques Históricos:
La Casa de Campo, el Retiro, el Parque del Oeste, la Quinta de la Fuente del Berro, el Parque del Capricho de la Alameda de Osuna, la Quinta de los Molinos, la Quinta de Vista Alegre, los Jardines del Campo del Moro y el Real Jardín Botánico.
Cada uno de estos jardines tiene su historia y sus características, pero tienen algo en común: su belleza, y facultad de hacernos sentir bien. Ahora son espacios protegidos, pero no siempre fue así, alguno de ellos ha pasado épocas de verdadero deterioro, y aún hoy no se cumple del todo, como es el caso de la Quinta de Vista Alegre.
Por favor, cuidemos y disfrutemos de nuestros inigualables Jardines y Parques, un verdadero privilegio concedido a todos los madrileños y visitantes.
Por Mercedes Gómez
Junto con el de Cuatro Caminos, otro de los barrios más castigados durante la guerra fue el de las Ventas del Espíritu Santo, situado junto al Arroyo Abroñigal y al puente que lo cruzaba, allí donde terminaba la calle de Alcalá y comenzaba la carretera de Aragón. Los alrededores del Puente de Ventas en 1936 apenas estaban urbanizados. La Plaza de Toros había sido construida pocos años antes, cerca del arroyo, rodeada por barrancos y chabolas.
Hoy día el moderno Puente de Ventas, que cruza la M-30, construida en los años 70 sobre el cauce del arroyo, es una encrucijada de caminos, en la que se unen los barrios de la Guindalera, Fuente del Berro, Ventas y la Concepción. En cierto modo también debió serlo en aquellos años de guerra, cuando el modesto puente estaba situado en el límite de la ciudad, en la salida de Madrid hacia el noreste, próximo al aeropuerto de Barajas.
En aquel lugar importante por su situación, junto a la plaza de toros se construyó un refugio para uso militar.
No muy lejos, a poco más de seis kilómetros por la Carretera de Aragón, hoy calle de Alcalá, en dirección a La Alameda (donde recordemos sigue existiendo un nido de ametralladoras), en el parque de El Capricho, se excavó un búnker que se conserva, donde fue instalado el centro de mando del Ejército Republicano, a las órdenes del General Miaja.
También pervive, escondido bajo el asfalto, el refugio de las Ventas.
Es difícil acceder a él. Después de bajar unos doce metros, primero por un pozo muy estrecho con una serie de pates y luego por una vieja escalera oxidada, se llega a la galería principal, de grandes dimensiones.
Mide más de doscientos metros de largo, con una sección de cuatro metros de altura por tres de ancho. En origen su longitud debió ser aún mayor pues llegamos a un punto en que el camino se interrumpe y la galería aparece derrumbada.
A ambos lados del pasillo abovedado, a lo largo de todo su recorrido, hay una serie de habitaciones o salas, más de treinta, probablemente usadas como oficinas o cuartel por el ejército de la República.
Son todas iguales, rectangulares y simétricas.
En su interior encontramos algunos objetos que parecen muy antiguos, orinales de porcelana, jarras… restos de vida.
También las huellas de la actividad militar: en una parte de la galería sobreviven tramos de viejos raíles por los que seguramente se desplazaba una vagoneta con materiales, munición o quizá armamento, distribuyéndolos por el interior del cuartel.
Algunos de los objetos encontrados, como antiguas botellas de cerveza madrileña y más que raídos y sucios colchones, demuestran que hubo un tiempo, hace algunas décadas, en que el refugio tuvo otro tipo de inquilinos.
La dificultad de acceso y el peligroso descenso, así como la proximidad de la plaza de toros que impide nuevas construcciones, probablemente sean las causas de que el refugio siga existiendo después de más de setenta años.
Tanto este refugio de uso militar como el de Cuatro Caminos destinado a la protección de la población civil que visitamos hace unos días, ocultos en el subsuelo madrileño, no son los únicos que se conservan, algunos localizados y tal vez otros desconocidos.
En varias ciudades de España se han hallado refugios de la guerra civil, como el año pasado en Valencia. En algunos casos se han convertido en museos visitables: en Almería, y en Barcelona, donde el Refugio 307 se ha integrado en el Museo de Historia de la ciudad. También en Cartagena, en cuyo Refugio-Museo, tras el recorrido por las galerías que obligan a revivir la terrible época de los bombardeos, dedican un espacio a la antítesis de la guerra: la paz.
En Madrid, nuestros dos refugios, tan distintos, nos inspiran emociones diferentes, pero ambos son testigos de la historia, forman parte de nuestro patrimonio y merecen un lugar en nuestro de momento virtual Museo del Madrid Subterráneo.
Por : Pedro Jareño y Mercedes Gómez
Localización y fotografías : Pedro Jareño
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