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Volvemos a la Casa de Joaquín Sorolla, el palacete donde vivió el pintor con su familia, proyectado por el arquitecto Enrique María Repullés y Vargas en 1910, en el actual nº 37 del Paseo del General Martínez Campos, hoy Museo Sorolla.
Estos días podemos visitar la exposición temporal Sorolla. Un jardín para pintar.
La muestra reúne varios alicientes: la vida del propio Sorolla, su casa hoy convertida en uno de los museos más singulares de Madrid, los jardines que él mismo proyectó junto a su arquitecto, todo ello explicado en algunos paneles, fotografías, esculturas, en sus bellas pinturas y por supuesto en la realidad que disfrutamos paseando por los rincones en los que vivió y pintó.
Sorolla realizó muchos dibujos preparatorios de su deseado jardín. Algunos de estos croquis se exponen ahora. Son sencillos, pueden parecer poco importantes tras el cristal de la vitrina o los marcos, pero hay mucha historia tras esos trazos, y son emocionantes sin duda. Muestran los sueños del propio artista.
La exposición se basa en la idea de que a Sorolla lo que más le gustaba era pintar, sobre todo al aire libre, y por eso soñaba con un jardín propio, un lugar donde pintar al sol.
El Jardín de Sorolla es hoy día un oasis inesperado entre altos edificios y el propio paseo del General Martínez Campos con sus castaños de indias, que no existían cuando la casa fue construida. Cuando Sorolla creó sus jardines con sumo cuidado no imaginó que en un futuro se encontrarían rodeados y cubiertos de sombra, así que ahora los árboles plantados por él mismo y las plantas existentes tienen un problema, la falta de la abundante luz de la que gozaban entonces. Por eso actualmente en estos jardines no hay tantas plantas de flor, que el artista plantó, pues mantenerlas resulta difícil.
El Jardín de Sorolla consta de tres espacios o jardines distintos, además de un Patio andaluz.
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El Primer Jardín y su bonita fuente están inspirados en jardines de los Reales Alcázares de Sevilla que Sorolla conoció y admiró. Fue plantado a finales de 1911; en esos momentos fue cuando la familia se trasladó allí a vivir.
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El Segundo Jardín, construido el último, está inspirado en los jardines que el artista vio en Granada, en la Alhambra. Plantado entre 1915 y 1916. El pintor realizó muchos dibujos para este proyecto.
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Entre el segundo y el tercero se situaron algunas esculturas, entre ellas un Fauno y un Sátiro con odre (1911), reproducciones en bronce de las obras del Museo Arqueológico de Nápoles (sg. II a. de C.), que Sorolla pintó en cuadros hoy aquí expuestos junto a las obras.
Actualmente las que se encuentran en el jardín son reproducciones a su vez.
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Y el Tercer Jardín, creado a la par que el primero en 1911, está dotado de una pérgola de origen italiano, y una alberca sevillana con dos figuras alegóricas, obra de Francisco Marco Díaz Pintado. Se llama la Fuente de las Confidencias. Fue plantado hacia 1912 o 1913 y rehecho hacia 1917, una vez concluido el segundo jardín.
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Joaquín Sorolla imaginó su Jardín, lo dibujó, plantó las flores y los árboles, fue jardinero además de pintor…
Lo cuidó hasta en los más pequeños detalles.
Es un placer recorrer la exposición, y después detenerse un rato en el jardín que Joaquín Sorolla soñó, creó, vivió y pintó.
Por : Mercedes Gómez
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Museo Sorolla.
Sorolla. Un jardín para pintar.
Pº Gral. Martínez Campos, 37
Hasta 20 enero 2019
Hace ya más de un año y medio, era el día 23 de enero de 2010, recordábamos el Antes y el Después del Túnel de Villanueva. Todo había comenzado dos días antes, cuando Jesús, en su blog Pasión por Madrid, había sacado a la luz la lamentable situación del antiguo pasadizo creado en tiempos de José Bonaparte por el arquitecto Juan de Villanueva para comunicar el Palacio Real con la Casa de Campo, y nos contaba toda su historia.
Pudimos recordar cómo era la gruta antes de las obras de soterramiento de la M-30 gracias a la foto publicada por Carlos Osorio en su blog Caminando por Madrid.
También evocamos tristemente cómo durante las obras desapareció la rocalla que adornaba la entrada a la Gruta.
Finalmente comprobamos el aspecto que ofrecía en los comienzos de 2010, denunciado por Jesús:
Por entonces, el Ayuntamiento de Madrid convocó un concurso para la realización de las obras denominadas “Conexión ciclista y peatonal del Jardín Histórico del Campo del Moro con los bienes culturales del entorno del Puente del Rey”. El proyecto incluía la “restauración del acceso peatonal subterráneo del siglo XIX denominado Túnel de Bonaparte”.
Las obras terminaron por fin. Se construyó la vía ciclista y peatonal, y actualmente lo que se puede contemplar son dos muros revestidos de granito.
Entre ambos muros, una puerta negra, cerrada con candado.
Sobre uno de ellos se ha colocado un placa recordando la existencia del túnel, que cumple 200 años.
Bajo el encabezamiento, Túnel de Bonaparte (1811-2011), se representa el plano que muestra el Palacio Real, el Campo del Moro y la Casa de Campo, y al final un texto nos explica que “el túnel, de estilo neoclásico, se excava en 1811 bajo la avenida de la Virgen del Puerto,… en 1891 fue reformado por el arquitecto Enrique Repullés, según el estilo romántico de la época“. A esta reforma se debe la rocalla destruida, que pervive en el interior de los Jardines del Campo del Moro.
El texto municipal añade que “en 2011 se restablece el tránsito peatonal entre el Campo del Moro, el río Manzanares y la Casa de Campo gracias a las obras de rehabilitación del Puente del Rey y a la construcción de un Pabellón de acceso al túnel”. Imaginamos que tras la misteriosa puerta se encuentra dicho pabellón.
Caminando por la nueva vía, siguiendo el mismo camino que el histórico pasadizo, atravesamos el Puente del Rey, y llegamos a la Casa de Campo, al lugar donde se encontraba la lamentable e impunemente desmantelada Puerta del Río.
Antes de entrar en la Casa de Campo, volvemos la vista hacia el Palacio y nos preguntamos ¿se conserva la gruta construida por Juan de Villanueva hace dos siglos y reformada por Repullés?, ¿se ha restaurado?, ¿se podrá algún día acceder al Pabellón de acceso al túnel y visitarlo?…
Y nuevamente,
¿continuará?.
por Mercedes Gómez
Hoy me gustaría invitaros a conocer una preciosa fuente.
Antes, tengo que dar las gracias a Lucrecia Enseñat Benlliure, directora del Archivo de la Fundación Mariano Benlliure, bisnieta del escultor, y autora del magnífico artículo que cito al final, que recoge su minuciosa investigacion sobre la Fuente de los Niños. Su ayuda me ha permitido descubrir la verdadera historia de una fuente que siempre me intrigó.
Gracias, Lucrecia.
Y a todos, espero que os guste,
Mercedes
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Mariano Benlliure es sin duda uno de los grandes escultores españoles de finales del siglo XIX y primera mitad del XX. Gran artista, incansable, tuvo éxito en su tiempo, ocupó cargos, recibió premios y se relacionó con los personajes más ilustres. La presencia de su obra en Madrid es muy importante.
Nació en Valencia el año 1862, en una familia de artistas que facilitó su interés temprano por el dibujo, la pintura y la escultura. Siendo un joven de apenas 19 años se trasladó a Roma, donde vivió hasta 1896 en que se instaló en Madrid. Tuvo su primer estudio en la Glorieta de Quevedo número 5.
El artista se había casado con Leopoldina Tuero con quien tuvo dos hijos, pero el matrimonio fracasó, y ya en Madrid conoció a la entonces famosa cantante de zarzuela Lucrecia Arana, con quien compartiría su vida hasta la muerte de ella, muy pronto, en 1927, de cuya unión nació otro hijo, José Luis Mariano.
A partir de 1908 Mariano Benlliure y Lucrecia Arana adquirieron un hotel y varios terrenos a su alrededor en la manzana situada entre la Castellana, la calle José Abascal, Zurbano y Bretón de los Herreros. En el centro de la manzana el escultor construyó su Estudio.
Benlliure decoró la fachada con elementos cerámicos, sobre todo relativos a la infancia, tema que utilizó en otras obras a lo largo de su vida, siempre de forma exquisita. Para ello contó con la colaboración de la Fábrica Nuestra Señora del Prado fundada por Juan Ruiz de Luna y Enrique Guijo en Talavera de la Reina.
Dicha fachada fue decorada con un friso, un zócalo y una fuente. El friso estaba formado por parejas de niños que portaban guirnaldas de flores, y el zócalo compuesto también de formas vegetales, todo ello modelado en cerámica policromada.
La fuente consistía en un luneto, o altorrelieve en forma de media luna, con delicadas figuras realizadas en cerámica. Siete niños jugando, empujaban a otro que caía al agua en una taza de mármol semicircular. A partir del modelo diseñado por Benlliure, su colaborador Vicente Camps formó el molde, y la fuente fue realizada en la fábrica de Talavera. Quedó instalada a finales del año 1912.
En 1914 el hotel fue reformado por el arquitecto Enrique Mª Repullés y Vargas, aunque se cree que los planos y los elementos decorativos fueron diseñados por el propio Benlliure. El hotelito, con entrada por José Abascal, era la vivienda de la familia.
Además del interior de la casa, la reforma incluyó la creación de una nueva fachada que daba al jardín, decorada también con cerámica realizada en la fabrica de Juan Ruiz de Luna. Más guirnaldas con frutas, niños, cisnes blancos…
…Y una segunda Fuente de los Niños, realizada a partir del modelo de la primera, con dos diferencias, en este caso las figuras eran de color blanco monocromo, y la taza era rectangular y revestida de azulejos.
La casa de José Abascal llegó a ser muy famosa, por las tertulias que allí tenían lugar y por las personalidades de todos los ámbitos que por allí pasaban.

Los infantes de España junto a la segunda Fuente de los Niños (Foto:semanasantacrevillent.com/benlliure)
La fuente era tan bella que los visitantes deseaban tener una igual en sus propios jardines. Benlliure encargó algunas a Juan Ruiz de Luna a cuenta de sus clientes.
Así fue cómo llegaron varias réplicas de la Fuente a Cádiz, Santander, y en Madrid, a la familia Bauer en la Alameda de Osuna –de la que no se conserva ninguna información- y otra al entonces Cónsul de Guatemala, Sr. Traumann, que vivía en una finca en Chamartín, encargada en 1923.
Hasta el propio ceramista Juan Ruiz de Luna tuvo el deseo y la tentación de tener su propia Fuente de los Niños en su casa de Talavera, aunque finalmente solo reprodujo dos de los niños.
Mariano Benlliure murió en Madrid, en su casa de la calle José Abascal, en 1947. Sus restos fueron trasladados a Valencia, como él deseaba, para ser enterrado junto a sus padres en el cementerio del Cabanyal. Tras su muerte la casa-estudio fue derribada, y los elementos decorativos, algunos se perdieron, y otros fueron a parar a museos o colecciones particulares.
La primera Fuente de los Niños se conserva completa, en una finca en Ciudad Real, adonde llegó procedente de un chalet del Viso madrileño.
La fuente del cónsul pasó por varios propietarios y finalmente fue localizada en los años 60 del siglo XX en un vivero del mismo Chamartín, con bastantes daños tras tantos cambios y traslados. Estaba a la venta.
Existen otras reproducciones realizadas después, copias por tanto, que no deberían ser anunciadas como obras originales de Mariano Benlliure.
En 2001 la Fundación del Canal de Isabel II adquirió una Fuente de los Niños para su nueva sede en la Plaza de Castilla, instalada en la antigua estación elevadora de agua, situada bajo el depósito elevado de la Plaza de Castilla.
En aquellos momentos se creía que se trataba de la segunda fuente que estuvo en el jardín de Benlliure, pero más adelante se descubrió que se trata de la que perteneció al antiguo Cónsul de Guatemala, Sr. Traumann.
Perfectamente restaurada quedó instalada en el vestíbulo de entrada a la Sala de Exposiciones, sobre una lámina de agua rectangular.
La placa a los pies de la fuente continúa indicando que se trata de la fuente que estuvo en el jardín de Mariano Benlliure en su Casa-Estudio de la calle de José Abascal, lo cual pensamos debería ser corregido.
Expectación, sorpresa, risa, travesura, susto… cada niño manifiesta su reacción al juego de forma distinta… las figuras muestran una delicadeza y expresividad extraordinarias.
Aunque finalmente el propietario de esta fuente no haya sido el propio Benlliure, sí es su autor.
El que fuera tan famoso escultor, cuya obra podemos admirar por todo Madrid, y quizá recorramos otro día, también realizó pequeñas obras maestras en Cerámica, como esta Fuente de los Niños que podemos contemplar en la entrada de la Sala de Exposiciones de la Fundación Canal de Isabel II, en la calle Mateo Inurria nº 2.
por Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Lucrecia Enseñat Benlliure. “La Fuente de los Niños de Mariano Benlliure”. En Renacimientos: la cerámica española en tiempos de Ruiz de Luna, Actas del XIII Congreso de la Asociación de Ceramología celebrado en Talavera de la Reina en 2008, Ed. Universidad de Castilla-La Mancha, octubre 2010.
La Esfera. 7 febrero 1914 (BNE)
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ACTUALIZACIÓN 13 enero 2013
La Fuente de los Niños, réplica en bronce, ubicada en Santander:
La Plaza de la Lealtad se encuentra situada sobre los terrenos del antiguo Prado Alto, a orillas del Paseo por donde en el siglo XVI discurría un arroyo. Era entonces una zona de huertas, junto al Monasterio de los Jerónimos, que en los siglos posteriores se convertiría en un lugar de ocio y diversión.
Pronto surgieron edificaciones de tipo lúdico, como la Torrecilla de Música, que ya se aprecia en el primer plano de Madrid, el plano de Mancelli. Construida en 1613, era una casita muy sencilla donde se colocaban unos músicos que alegraban el paseo, y que también servía como alojería, o quiosco de bebidas, a los que desde siempre parece que hemos sido, y seguimos siendo, muy aficionados los madrileños.
Cerca de la Torrecilla se encontraba la Fuente del Caño Dorado, fuente modesta que abastecía de agua fresquita a los paseantes.
La Torrecilla sobrevivió hasta mediados del siglo XVIII, cuando en tiempos de Carlos III se acometió la gran reforma del Prado. En el plano de Espinosa la zona se representa ya ajardinada.
Después de la Guerra de la Independencia el lugar fue conocido como Campo de la Lealtad, debido a que allí fueron fusilados numerosos madrileños sublevados contra los franceses, decidiéndose la creación de un monumento a estos héroes.
El Obelisco del Dos de Mayo, proyectado por Isidro González Velázquez en 1822, no fue inaugurado hasta 1840.
El Obelisco estaba rodeado de un jardín, que continúa existiendo, rodeado de preciosos árboles, entre los que se encuentra un Madroño centenario, uno de los árboles más singulares de Madrid.
En la segunda mitad del siglo XIX surgieron cafés, circos, teatros, etc. en los alrededores.
Donde antes hubiera un teatro, El Dorado, entre los años 1886-1893 Enrique María Repullés y Vargas construyó el magnífico edificio de la Bolsa de Comercio de Madrid, que esta mañana, asomados a un balcón prestado, contemplamos a nuestra derecha.
A la izquierda, el Hotel Ritz, construido en el siglo XX sobre el terreno de un antiguo Jardín de Recreo, el Tívoli.
Sin duda todo ha cambiado. Por el lugar donde antes hubo un curso de agua ahora circulan demasiados automóviles, la Torrecilla ha sido sustituida por modernos bares o restaurantes; la fuente del Caño Dorado, por la espectacular fuente de Neptuno.
Ahora los edificios de lujosas viviendas y oficinas separan la Plaza de los escasos restos del Palacio del Buen Retiro.
Pero felizmente, tras sus patios y tejados, como testigo de tiempos pasados, allí continúa la Iglesia del antiguo Monasterio de los Jerónimos.
Texto y fotografías : Mercedes Gómez
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ACTUALIZACIÓN 1 de marzo 2013:
La Torrecilla de música se terminó de construir y se comenzó a utilizar en 1613 y no en 1620, como siempre se ha dicho, según ha demostrado J.M. Muñoz de la Nava Chacón y recuerda en su trabajo “Antonio Mancelli: corógrafo, iluminador, pintor y mercader de libros en el Madrid de Cervantes (I)”. Revista Torre de los Lujanes, Nº 57 (2005).
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