Santo Domingo el Real es una de las fundaciones conventuales más antiguas de Madrid, sus orígenes se remontan a 1217. Estaba situado extramuros, próximo a la Puerta de Valnadú, en la actual Cuesta de Santo Domingo.

El Museo Universal, 28 feb. 1869

Allí estuvo enterrado el rey don Pedro I de Castilla (que reinó entre 1350 y 1369, muerto a manos de su hermanastro, Enrique II). Su nieta doña Constanza, previa autorización del entonces rey Juan II, el 24 de marzo de 1446 trasladó los restos de su abuelo al convento del cual era la priora.

La propia Constanza, como decíamos priora del convento hasta su muerte en 1478, allí fue enterrada. Su sepulcro de alabastro con una estatua yacente y escudo de su linaje estaba adosado a una de las paredes del coro de la iglesia.

El Museo Universal, 7 marzo 1869

El monasterio fue demolido en 1869. Ese mismo año se recuperaron varias piezas del destruido convento, compradas por el Estado e ingresadas en el Museo Arqueológico Nacional.

La estatua orante de Pedro I es de alabastro, procedente quizá de las canteras de la provincia de Guadalajara. Debió de pertenecer al monumento sobre el sepulcro del rey que estuvo en el desaparecido convento.

Estatua orante de Pedro I de Castilla. Gótico, primera mitad del siglo XV.

De tamaño algo mayor que el natural, la figura del rey viste armadura de brazales, grebas y musleras sobre cota de malla y sobrevesta de brocado. Coraza corta, guantes y manto real encima, tal como indica la cartela. Enriquecido con flores de oro sobre policromía perdida.

Antes de continuar con las obras procedentes del monasterio de Santo Domingo, merece la pena detenernos un momento. Cerca de la estatua, en una vitrina se expone la gran dobla de Pedro I de Castilla, una de las monedas de oro con valor de diez doblas, emitida al parecer en Sevilla en 1360, se cree que por iniciativa del propio rey, en plena guerra con su hermanastro, futuro Enrique II.

Gran Dobla de Pedro I de Castilla (1360)

El sepulcro de doña Constanza, de alabastro labrado, pintado y dorado, está compuesto de sarcófago adosado y estatua yacente.

Sepulcro de doña Constanza de Castilla. Gótico, 1478.

El primero está decorado con seis figuras en el frente y originariamente en los costados: cuatro que simbolizan Virtudes –fe, esperanza, prudencia, templanza­– y dos ángeles en el centro, con el escudo de armas de la Casa Real de Castilla.

La yacente, doña Constanza, viste hábito y capa blancos, con rosario y libro de oraciones, –que se guarda en la Biblioteca Nacional–, sobre el pecho.

En la cabecera y a los pies hay dos delicadas figurillas femeninas orantes.

Estas dos obras, la figura de don Pedro y el sepulcro de su nieta doña Constanza, son muy conocidas, pero no son las únicas que conserva el Museo Arqueológico procedentes del desaparecido monasterio.

Además, el museo guarda una cabeza de estatua de paje, de alabastro, que seguramente formó parte de un sepulcro y se hallaba a los pies del yacente. Estilísticamente se acerca a la escuela del flamenco Egas Cueman. Estos días no hemos podido verla porque se encuentra en Valladolid, en préstamo en la exposición temporal Tiempos Modernos, en el Museo Nacional de Escultura, hasta el 17 de marzo.

Cabeza de paje. Escuela de Egas Cueman, gótico, sg. XV-XVI.

En el siglo XVI el monasterio aumentó su colección artística, gracias al mecenazgo de un tataranieto del mismo rey don Pedro, don Alonso de Castilla, obispo de Calahorra, que adquirió una capilla funeraria para su propio enterramiento.

Figura orante de don Alonso de Castilla. Gregorio Vigarny o Pardo (1539-41)

La escultura orante del obispo, vestido con ropa pontificial, se trasladó al museo en 1940, procedente de la iglesia de San Pedro el Real de Madrid.

Esta figura, así como una bellísima escultura en relieve, la Asunción de la Virgen, fueron encargadas por don Alonso a Gregorio Vigarny o Pardo, que las realizó en alabastro en colaboración con Damián Forment, maestro de la escultura aragonesa, en cuyo taller fue aprendiz.

Asunción de la Virgen. Gregorio Vigarny o Pardo (1539-41). Alabastro y oro.

La ejecución de ambas esculturas fue supervisada por su padre, Felipe Vigarny, maestro de escultura castellana.

La imagen de la Virgen, elevada por cuatro ángeles y coronada por otros dos, se encontraba situada en la portada del convento.

Estas extraordinarias obras se pueden contemplar en el Museo Arqueológico Nacional, en la sala del Mundo medieval dedicada a los Reinos cristianos (siglos VIII al XV), calle Serrano 13.

Y en su web se puede consultar toda la información y documentos sobre ellas.

Por: Mercedes Gómez