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El Antiguo Hospicio de San Fernando, situado en la calle de Fuencarral nº 78, fue construido durante el reinado de Felipe V entre los años 1721 y 1726 por el arquitecto Pedro de Ribera. La institución, que llegó a ocupar 15.000 metros cuadrados, entre las calles de Fuencarral, Beneficencia, Florida -actual Mejía Lequerica– y Barceló, ha vivido una historia muy azarosa, con varias reformas, ampliaciones, y derribos.
Son de sobra conocidas las críticas tan crueles a las que los cronistas madrileños del siglo XIX (Mesonero Romanos, Madoz…), defensores del neoclasicismo, sometieron a Pedro de Ribera. Esta actitud tan negativa, unida al hecho de que en los comienzos del siglo XX el edificio se encontraba muy deteriorado, ocasionó que se decidiera proceder a su demolición.
Un ejemplo: el escritor Augusto Martínez Olmedilla, en agosto de 1918, en la revista Blanco y Negro escribió un artículo titulado “El Hospicio: sentenciado”, en el cual se refería a los arquitectos del Barroco Castizo como “Churriguera y sus secuaces”, y calificaba su estilo como empalagoso, pretencioso, recargado, cursi… En fin, la Portada del Cuartel del Conde Duque, como sabemos también diseñada por Ribera, para este autor era una obra “deleznable”.
Por suerte a esas alturas del nuevo siglo no todo el mundo pensaba ya igual. Algunos organismos, entre ellos la Sociedad Central de Arquitectos, lucharon por conseguir su protección y solicitaron fuera calificado como Monumento Nacional. A veces, ayer como hoy, los esfuerzos se ven recompensados, y el 29 de noviembre de 1919 la Gaceta de Madrid, precursora del Boletín Oficial del Estado, publicó la declaración de Monumento Histórico-Artístico de la fachada, la primera crujía y la Capilla.
Se habló de la posibilidad de que la Portada podía ser conservada y trasladada a otro lugar.
Poco después algunos periodistas y profesionales comenzaron a pedir el “indulto” para el edificio y abogar por no separar la puerta de su fachada, pues, según ellos, la gran Portada perdería su sentido. A pesar de todo, en los primeros meses del año 1923 comenzó el derribo del viejo Hospicio. La Portada de Pedro de Ribera iba a ser desmontada y reconstruida “cuando hubiera ocasión y sitio oportunos”.
La Gaceta, la misma que había anunciado su protección como Monumento, publicó la autorización de venta de los terrenos.
Algunos medios denunciaron la posible desaparición de una “joya artística” y mostraron su temor a que la venta del gran solar que ocupaba el edificio, ya derribado en gran parte, provocara la pérdida de su condición de servicio público, solicitaban que fuera adquirido por el Ayuntamiento y se convirtiera en un parque, muy necesario para el barrio en aquellos tiempos.
La Capilla también iba a ser destruida.
Finalmente el Ayuntamiento adquirió el inmueble, salvándose la fachada completa que da a la calle de Fuencarral, y la Capilla.
En 1926 tuvo lugar un acontecimiento que resultaría decisivo para el futuro del edificio, la celebración de la exposición El Antiguo Madrid, precedente del Museo Municipal. Luis Bellido comenzó su restauración para museo.
También se creó el parque que deseaban los vecinos, el Jardín del Hospicio, o Jardines de Pablo Iglesias. En algún libro figura que recibieron este nombre únicamente durante la guerra civil, pero en mayo del año 1927, en plena dictadura de Primo de Rivera, Ramón Gómez de la Serna dedicó un artículo a estos jardines, en la revista Nuevo Mundo, un verdadero canto a los niños y a las “modestas plazas de barrio” en el que aparece el nombre de Jardines de Pablo Iglesias, fundador del Partido Socialista, que vivió en el Hospicio desde los 9 hasta los 12 años.
En 1929 fue inaugurado el Museo Municipal, con Manuel Machado como primer director.
Durante la guerra civil el Museo permaneció cerrado. Tras su reapertura hubo una serie de cambios. Desde entonces el parque recibe el nombre de Jardines del Arquitecto Ribera y en ellos fue instalada la Fuente de la Fama, obra del propio Ribera.
Pero debido a su mal estado en 1955 fue cerrado de nuevo. El Museo Municipal no reabrió sus puertas hasta veinticuatro años después.
Mientras, en 1967 en los jardines se había instalado el monumento a don Ramón de Mesonero Romanos –que tanto había criticado a Ribera por cierto-, obra de Miguel Blay, procedente del paseo de Recoletos. Dos años después se construyó un aparcamiento subterráneo y el parque fue remodelado.
En los años 90 comenzó una nueva etapa de obras, que aún continúa. Se rehabilitó la Capilla y se restauró la fachada. En el parque tuvo lugar el cerramiento de la histórica Fuente de La Fama, mediante una verja sobre un poyete.
El 29 de diciembre de 2001 se anunció en la prensa que el museo permanecería cerrado un año. En 2004 se dijo que la tercera fase de las obras del Museo Municipal acabarían en 2006. Luego la reapertura estaba prevista para 2007… Estamos en 2011 y las obras, remodelaciones y reestructuraciones parecen no tener fin.
Por otra parte, en los comienzos del año pasado se derribó el Mercado de Barceló, construido en los años 50 del siglo XX, instalándose uno provisional sobre lo que fue el Jardín.
Según nos cuentan en el propio museo, está prevista la instalación de otra verja alrededor de la fachada principal.
En cuanto a la noria hallada en 2004 nadie tiene noticias.
De momento, el Museo Municipal, cuyos maravillosos fondos no podemos contemplar desde hace casi diez años, ha cambiado de nombre y ahora es el Museo de Historia.
Recientemente han abierto una pequeña sala de exposiciones temporales, con la interesante muestra “El aragonés Antonio Martínez y su fábrica de platería en Madrid (1778-1867)” que nos permite ver (excepto durante el mes de agosto), aunque sea en una mínima parte, cuál será el aspecto del futuro museo.
No hay fecha para la reapertura del Museo ni está muy clara la recuperación del Jardín.
De Hospicio a Museo Municipal… una azarosa e infinita historia.
Por Mercedes Gómez
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ACTUALIZACIÓN 11 diciembre 2011
Las obras exteriores del Museo de Historia han terminado, y, tal como me contaron en el propio museo este verano, ha sido instalada una reja alrededor del edificio.
El antiguo jardincillo de la calle de Fuencarral y los setos de Barceló han sido sustituidos por el suelo de granito. Este es su aspecto, y el modelo de banco elegido:
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Bibliografía:
Blanco y Negro, 11.8.1918; Mundo Grafico 7.3.1923; Mundo Gráfico 5.3.1924; Nuevo Mundo 2.5.1927. (BNE)
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Otros artículos:
Pedro de Ribera, un arquitecto Castizo.
Ermita de la Virgen del Puerto.
Cuartel del Conde Duque.
Cuartel del Conde Duque (II).
Hace un mes María Rosa y yo visitamos el Palacio de Laredo en Alcalá de Henares, un lugar precioso que os recomendábamos sinceramente, por su arquitectura, su decoración mudéjar y las obras de arte que alberga. Una de ellas, “una imagen de madera policromada de la reina Isabel la Católica, atribuida al escultor Gil de Siloé”.
En relación con esta escultura, me envía María Rosa, siempre atenta, una información importante que debe añadirse al post anterior.
Procede del Catálogo de la exposición realizada en 2005 “Isabel la reina católica. Una mirada desde la Catedral primada”, organizada por el Arzobispado de Toledo. La imagen formó parte de la exposición, y en el Catálogo aparece denominada como Estatua llamada de “Isabel la Católica”, de autor Anónimo hispano flamenco.
La ficha de esta imagen aparece en el capítulo dedicado a «Isabel la Católica y la cultura», escrito por Mª Dolores Cabañas González de la Universidad de Alcalá.
Una de las fuentes citadas en el libro son las Actas del Congreso Internacional sobre Gil de Siloé y la Escultura de su época celebradas en Burgos en 1999.
La conclusión expuesta es que aunque «la tradición ha querido identificar esta estatua con la reina Isabel la Católica leyendo», no es correcta esta identificación del personaje sagrado representado con la reina.
La Estatua llamada de Isabel la Católica, en realidad la imagen de una Virgen según los autores del Catálogo, pudo ser realizada en Castilla bajo cánones flamencos, en los comienzos del siglo XVI, con “lejanos ecos” de la escultura burgalesa, pero en absoluto atribuibles a Gil de Siloé.
Queda aquí reflejada esta opinión digna de tener en cuenta respecto a la bella estatua, lo que representa y la autoría.
por Mercedes Gómez
La calle de Mejía Lequerica nace en la calle de Hortaleza, junto al antiguo Camino de Santa Bárbara, y llega hasta la de Sagasta, antigua ronda por donde hasta el año 1868 discurría la Cerca que rodeaba Madrid desde tiempos del rey Felipe IV.
En 1941 se le asignó el nombre de un médico y escritor, José Mejía Lequerica, nacido en Quito (Ecuador) en 1777, diputado de las Cortes de Cádiz, y fallecido en esa ciudad en 1813. Anteriormente fue la calle de la Florida, y aún antes, en el siglo XVII, era la calle de la Flores.
Es una calle corta pero con historia y edificios notables. En el nº 1 se encuentra la famosa Casa de los Lagartos, de comienzos del siglo XX. En los números 2 y 4, los Palacios del Conde de Villagonzalo y del Marqués de Ustáriz, recuerdos de otras épocas. Este último es uno de los pocos ejemplos de palacios del siglo XVIII que perviven en Madrid.
En el nº 8 se encuentra el edificio construido en 1913 por José María Mendoza Ussía para acoger la sede de la Papelera Española. El pasado mes de marzo, cuando estaba preparando el artículo dedicado a la cerámica de Juan Ruiz de Luna en Madrid, fui a esta calle con la intención de ver y fotografiar su fachada, decorada por el gran artista toledano, pero estaba cubierta por lonas de obra, igual que su vecino el Palacio de Ustáriz. Y no eran las únicas obras… la calle era prácticamente intransitable. La construcción de un aparcamiento para el futuro mercado de Barceló -también en marcha-, tras el derribo del antiguo, ocupaba toda la vía.
Un mes después El País publicó la noticia del hallazgo de un muro de sesenta metros de largo por uno y medio de ancho que recorre el último tramo de la calle. Aunque el titular era «Un gran muro del XVIII paraliza las obras en Mejía Lequerica» el reportaje planteaba dudas sobre si pertenecía a un antiguo cuartel o a una estructura hidráulica, quizá al antiguo Viaje de Agua de la Castellana.
Estos días de agosto el paseo por la calle de Mejía Lequerica nos depara algunas novedades. Una parte del Palacio de Ustáriz ha sido derribada, aunque en el antiguo jardín sobreviven sus majestuosos árboles.
La rehabilitación del magnífico edificio de la Papelera Española ha terminado, al menos en su exterior.
Un cartel anuncia las “obras de rehabilitación con acondicionamiento general y reestructuración parcial para uso hotelero”. Sobre una de las ventanas se conserva el viejo letrero Central de fabricantes de papel, y los frisos decorados por Ruiz de Luna ahora lucen esplendorosos.
Continúan las obras de construcción del mercado y del aparcamiento. Respecto al hallazgo arqueológico, por una rendija contemplamos el grueso «muro» tapado, aunque algún arco de ladrillo se muestra indiscreto, y nos recuerda el aspecto de las galerías de los antiguos Viajes de Agua que bajaban desde el norte y se adentraban en la Villa por esta zona de Madrid.
Muy cerca, en las proximidades de las Puertas de entrada al recinto urbano, se encontraban las arcas principales donde se medía el agua, desde donde partían las galerías que la conducían al interior de la ciudad. Recordemos también que, a pocos pasos de aquí, bajo el Museo Municipal fue encontrada una noria, quizá perteneciente al Viaje de la Alcubilla.
La construcción se adapta a la forma de la antigua calle de la Flores, cuando en su último tramo llegaba a encontrarse con la Cerca que cerraba Madrid en el siglo XVII, tal como nos muestra el plano de Pedro Texeira.
Estos descubrimientos sirven para conocer mejor nuestra historia, ojalá se aclare la procedencia del singular hallazgo. Y nos lo cuenten.
por Mercedes Gómez
Hace ya más de un año y medio, era el día 23 de enero de 2010, recordábamos el Antes y el Después del Túnel de Villanueva. Todo había comenzado dos días antes, cuando Jesús, en su blog Pasión por Madrid, había sacado a la luz la lamentable situación del antiguo pasadizo creado en tiempos de José Bonaparte por el arquitecto Juan de Villanueva para comunicar el Palacio Real con la Casa de Campo, y nos contaba toda su historia.
Pudimos recordar cómo era la gruta antes de las obras de soterramiento de la M-30 gracias a la foto publicada por Carlos Osorio en su blog Caminando por Madrid.
También evocamos tristemente cómo durante las obras desapareció la rocalla que adornaba la entrada a la Gruta.
Finalmente comprobamos el aspecto que ofrecía en los comienzos de 2010, denunciado por Jesús:
Por entonces, el Ayuntamiento de Madrid convocó un concurso para la realización de las obras denominadas “Conexión ciclista y peatonal del Jardín Histórico del Campo del Moro con los bienes culturales del entorno del Puente del Rey”. El proyecto incluía la “restauración del acceso peatonal subterráneo del siglo XIX denominado Túnel de Bonaparte”.
Las obras terminaron por fin. Se construyó la vía ciclista y peatonal, y actualmente lo que se puede contemplar son dos muros revestidos de granito.
Entre ambos muros, una puerta negra, cerrada con candado.
Sobre uno de ellos se ha colocado un placa recordando la existencia del túnel, que cumple 200 años.
Bajo el encabezamiento, Túnel de Bonaparte (1811-2011), se representa el plano que muestra el Palacio Real, el Campo del Moro y la Casa de Campo, y al final un texto nos explica que “el túnel, de estilo neoclásico, se excava en 1811 bajo la avenida de la Virgen del Puerto,… en 1891 fue reformado por el arquitecto Enrique Repullés, según el estilo romántico de la época«. A esta reforma se debe la rocalla destruida, que pervive en el interior de los Jardines del Campo del Moro.
El texto municipal añade que “en 2011 se restablece el tránsito peatonal entre el Campo del Moro, el río Manzanares y la Casa de Campo gracias a las obras de rehabilitación del Puente del Rey y a la construcción de un Pabellón de acceso al túnel”. Imaginamos que tras la misteriosa puerta se encuentra dicho pabellón.
Caminando por la nueva vía, siguiendo el mismo camino que el histórico pasadizo, atravesamos el Puente del Rey, y llegamos a la Casa de Campo, al lugar donde se encontraba la lamentable e impunemente desmantelada Puerta del Río.
Antes de entrar en la Casa de Campo, volvemos la vista hacia el Palacio y nos preguntamos ¿se conserva la gruta construida por Juan de Villanueva hace dos siglos y reformada por Repullés?, ¿se ha restaurado?, ¿se podrá algún día acceder al Pabellón de acceso al túnel y visitarlo?…
Y nuevamente,
¿continuará?.
por Mercedes Gómez
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