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Hace algún tiempo, M.Carmen, la autora del imprescindible blog TODO MADRID, nos recomendó una Panadería nueva, un lugar muy apetecible a juzgar por sus palabras. Su entrada provocó algunos comentarios, uno de ellos recordaba la curiosa proximidad del nuevo local con el lugar donde estuvo ubicado el antiguo Pósito de la Villa. Bonita historia, comenté yo, y M.Carmen «retó» a Arte en Madrid a contarla.
Ahí va, M.Carmen, espero que te guste, que os guste a todos 🙂
Mercedes
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El trigo fue alimento básico en la dieta de los madrileños desde los tiempos más antiguos, sobre todo para los pobres, tiempos muy duros por la escasez, epidemias, etc. Por eso, desde muy pronto, su abastecimiento fue objeto de preocupación y vigilancia por parte del Concejo.
Ya en el antiguo Fuero de Madrid de 1202, primeras leyes escritas que regularon la vida madrileña, aparecía reflejada esta preocupación. Se intentaba proteger el suministro en el interior de la Villa multando a quien intentara sacar el grano y lo vendiera fuera de ella, debiendo pagar dos maravedises, … a menos que probara su inocencia con el testimonio de dos vecinos.
El Fuero también hacía referencia a que si se encontraba cualquier Panadera -el término en femenino hace pensar que en Madrid en el siglo XIII no había panaderos- vendiendo pan falto de peso debería pagar medio maravedí, siempre y cuando se tratara de más de tres panes.
Con el objetivo de poder controlar los precios y el suministro, se crearon las alhóndigas, lugar de compra y venta del grano.
Las alhóndigas, alholíes o pósitos –en origen con algunas diferencias, con el tiempo se fueron solapando sus funciones- eran graneros municipales, el lugar de almacenamiento del Pan, y también donde se regulaba su distribución y venta. Su objetivo principal era de tipo benéfico, vender el trigo a precios moderados, amasar el pan y venderlo lo más barato posible.
Sabemos por los Libros de Acuerdos, actas redactadas por los miembros del ayuntamiento madrileño, que a finales del siglo XV en Madrid había dos “casas de la harina” o alhóndigas –término de origen árabe-, una en la plazuela de San Salvador, y otra en la plaza del Arrabal, hoy Plaza Mayor. En la plaza del Arrabal se construyó la Casa de la Panadería, almacén de trigo y lugar de control de los precios, pero no era horno.
El primer Pósito propiedad de la Villa de Madrid se remonta a la época de los Reyes Católicos. Fue construido en los comienzos del siglo XVI en la Cava de San Francisco, en el número 14 de la actual Cava Baja. Con el número 27 aparece representada en el plano de Texeira la Alhóndiga o Casa del Alholí de la Villa, frente al Peso de la Harina, cuyo edificio después se convertiría en la primera Posada madrileña, actualmente el restaurante de la Posada de la Villa. La Alhóndiga se convertiría en otra Posada, la del Dragón.
Reinando Carlos II, en 1666 el Pósito se trasladó junto a la Puerta de Alcalá, en las afueras de la villa. Además del pósito o almacén para el grano se construyó un barrio completo, conocido como de Barrio de Villanueva, con 42 casas, con su horno, para 42 panaderos. Eran conocidos como los Hornos de la Villa, o de Villanueva. En su interior hubo incluso una Capilla, la de Nuestra Señora del Sagrario, o el “Oratorio de los Hornos de Villanueva” cuya puerta de entrada se encontraba frente al Retiro. También tenían su propia Fuente.
Según los cronistas del siglo XIX, en 1743 la Junta de Abastos eliminó los hornos de Villanueva, y con ánimo de proteger a los panaderos “les invitó a formar gremio”. La propia Junta se haría cargo de comprar el trigo necesario y almacenarlo, por lo que dos años después construyó un nuevo Pósito, gran edificio alrededor de un patio, que era descrito como edificio “vasto y suntuoso”.
El plano más detallado de todo el conjunto es el de Chalmandrier:
Ocupaba la manzana 276, entre el Paseo de Recoletos, la entonces llamada calle del Pósito –la actual calle de Alcalá entre Cibeles y Plaza de la Independencia-, y el campo. Entre 1835 y 1871, este tramo de calle recibió el nombre de calle del Pósito.
Unos años después, ya en época de Carlos III, en los terrenos entre el pósito o gran panera, y la Puerta de Alcalá se construyeron nuevas paneras.
En el siglo XIX hubo nuevas edificaciones. Una de ellas era utilizada como almacén de las herramientas de la Villa. Existían entonces cinco tahonas aunque solo tres funcionaban, y once hornos.
Cuando se creó la nueva Plaza de la Independencia, hacia 1869, llegó el momento de derribar el antiguo Pósito, que hacía años había perdido su carácter de granero municipal y había sido destinado a otros usos (cuartel, almacén del Teatro Príncipe…)
Sobre sus terrenos, en la esquina con la plaza de la Independencia, actual nº 2, en 1883 se construyó un edificio de viviendas hoy ocupado por la Cámara de Comercio de Madrid.
Una placa colocada por el Ayuntamiento en 1991 recuerda que allí estuvo el Real Pósito de la Villa de Madrid.
Todos los edificios que se construyeron para configurar la Plaza de la Independencia debían reunir una serie de requisitos, como la forma circular de su fachada adaptada a la forma de la plaza alrededor de la histórica Puerta. Los terrenos situados al otro lado de la calle de Alcalá, actual nº 10 de la plaza, todavía pertenecían al Buen Retiro, y no fueron construidos hasta el año 1877.
En el siglo XX el pan continuaba siendo el alimento base de las familias modestas, pero curiosamente tras la guerra casi se convirtió en un artículo de lujo, sujeto al racionamiento, lo cual originó un mercado negro con precios tan altos que solo estaba al alcance de unos pocos.
Actualmente ni el trigo ni la venta de pan necesitan ser regulados ni racionados. Es un producto que continúa siendo habitual en los hogares españoles, aunque en la última década su consumo ha ido decreciendo. Por otra parte, aumenta el gusto por el buen pan elaborado artesanalmente.
El azar ha querido que muy cerca del antiguo Pósito, sobre los antiguos terrenos del Buen Retiro, hoy día se haya instalado una Panadería del siglo XXI que ofrece a los madrileños pan de varias clases, todas ellas de buena calidad.
El nombre elegido para el local no puede ser más atinado: se llama Harina.
Esta moderna y sofisticada nueva Casa de la Harina, además de tienda es restaurante, y desde sus acogedoras mesas, mientras tomamos nuestro desayuno o comida ligera, observamos la Puerta de Alcalá -que ahora se refleja en los cristales-, como en otro tiempo lo hicieran los inquilinos y visitantes del Real Pósito de la Villa de Madrid.
Texto y fotografías por: Mercedes Gómez
Las Cabezas de Machado no son las únicas obras de Pablo Serrano que podemos admirar hoy día en Madrid. Su vida y su obra estuvo ligada a nuestra ciudad desde muy pronto.
Pablo Serrano nació en Crivillén (Teruel) en 1908. Se fue de España muy joven, vivió en Argentina y en Uruguay, y viajó por el mundo. Pero en 1955 regresó a su lugar de nacimiento, al poco tiempo se instaló en Madrid, aquí tuvo su taller y aquí murió, treinta años después.
En la interesante y emotiva introducción al Catálogo de la Exposición “Pablo Serrano 1908-1985. Las Huellas del Caminante”, la nieta del artista Valeria Serrano, dice que, viviendo en Madrid, es imposible no acordarse de su abuelo, el gran escultor. Y así es, la obra del artista ubicada en diferentes lugares de la ciudad nos invita a recorrer una ruta singular.
Iniciamos nuestro paseo a través de la escultura de Pablo Serrano en Madrid por el barrio de la Ventilla, en el distrito de Tetuán, que a finales de los años 60 del pasado siglo XX era una barriada de chabolas y ambiente marginal.
En 1969 se construyeron, en lugar de una antigua iglesia, las Escuelas de Formación Profesional Padre Piquer y la parroquia de San Francisco Javier. Pablo Serrano realizó dos esculturas para la iglesia, un monumento a San Francisco Javier en bronce sobre pedestal de cemento que se encuentra en el exterior del conjunto, y una Cruz procesional, que actualmente no está a la vista del público pues se halla en el despacho parroquial.
Hoy el ambiente del barrio es muy familiar; las infraviviendas han sido sustituidas por edificios modernos, y a espaldas del templo emergen las Cuatro Torres, los espectaculares rascacielos construidos en el Paseo de la Castellana.
Todo ha cambiado a su alrededor, pero allí sigue la parroquia, y la escultura de San Francisco, que por cierto no agrada a los feligreses, a los “sencillos vecinos del barrio”, quienes, como me cuenta el párroco, se refieren a la tan poco convencional imagen del santo como “el monstruo”.
El interior de la iglesia es bonito y acogedor, a lo que quizá contribuyen sus cálidas paredes de ladrillo, las vistosas vidrieras y la original estructura del techo iluminado. Alberga varias obras de arte moderno pero más tradicional, como la Virgen, de José Luis Vicent, esta vez sí, muy del agrado de sus fieles, y exhibida con orgullo por su párroco.
Desde La Ventilla nos dirigimos a la Ciudad Universitaria donde se encuentra el monumento al doctor don Gregorio Marañón (1969-70), realizado en bronce y piedra. La escultura, con dos metros y medio de alto, erigida por suscripción popular, está situada en una zona ajardinada frente a la Facultad de Medicina, en el lateral izquierdo del edificio.
Resulta divertida la descripción del día de la inauguración que tuvo lugar el 1 de junio de 1970, que hizo Juan H. Sampelayo ese mismo año al final de su conferencia sobre estatuas de escritores ilustres y refiriéndose a Pablo Serrano como el “escultor que ya es clásico”:
“Una marquesa y una condesa de muy buen ver se habían traído unas sillitas plegables para esperar la llegada de los señores importantes que iban a presidir el acto… “. Y mientras, “… Pablo Serrano, estaba allí cubriéndose con un sombrero de papel, en tanto que el bisnieto de don Gregorio jugaba con el agua del pequeño estanque del monumento ….”
Desde el principio al escultor le gustó trabajar conjuntamente con los arquitectos. Consideraba que una obra escultórica formaba parte de un todo. En el caso de la obra dedicada al doctor Marañón trabajó con Leandro Silva, uruguayo, conocido arquitecto-paisajista, que vivió en Madrid desde 1969. Silva colaboró con Serrano en la realización de tres monumentos importantes, uno de ellos fue éste. No se trataba de hacer una escultura simplemente sino de construir una plaza diseñada desde el primer momento para acoger un monumento.
La figura luce imponente, en pie, sin pedestal. Detrás de ella dos marcos o ventanas que hacen referencia a las dos disciplinas, la Medicina y el Humanismo que figuran inscritas en sendas piedras en el interior del estanque. En un lateral, una semilla abierta también de piedra, recuerda a la serie de las unidades-yunta en las que el escultor ya había comenzado a trabajar. Esta, como entonces, soleada mañana, únicamente se echa de menos el agua, hoy ausente entre los bloques de granito a los pies de la estatua de bronce.
Encaminamos ahora nuestros pasos hacia el Barrio de Salamanca. El año 1972 se instaló una de las obras más representativas del escultor, de la serie Unidades Yunta, en el Museo de Escultura al Aire Libre del Paseo de la Castellana, que ahora, después del cambio de nombre de todos los museos municipales, se denomina Museo Arte Público.
Otra obra de la famosa serie, la Unidad Yunta Diada fue instalada en 1973 en el barrio de Retiro, a los pies de la Torre de Valencia, semioculta en el pequeño jardín a la entrada del edificio en la calle O’Donnell esquina Menéndez Pelayo, de forma que casi puede pasar inadvertida. Ningún cartel informa sobre quién es el autor o el título de la obra; el portero lo desconoce.
La Torre de Valencia, obra de Javier Carvajal (1970-73) es un edificio muy controvertido. Muy denostado desde su construcción por entre otras cosas romper la tradicional vista de la Puerta de Alcalá desde Cibeles, es indudable que tiene un valor arquitectónico.
Reanudando nuestro paseo por el barrio de Salamanca, en la calle de Serrano, esquina con Juan Bravo, contemplamos la espléndida fuente La Fuente y el Río, llamada también Poseidón, realizada ese mismo año 1973 por encargo del entonces Banco Hispano Americano, hoy Banco de Santander.
Caminando, llegamos a la sede de la Fundación Juan March en la calle de Castelló donde se encuentra el retrato de don Juan March que el escultor realizó en 1974. Desde que se inauguró el edificio en 1975 una extraordinaria colección de esculturas de artistas españoles adorna los jardines y el interior de la Fundación. La imagen del fundador se encuentra en el sótano, junto a la entrada al Auditorio.
De nuevo en el Paseo de la Castellana hallamos otro retrato, la rotunda escultura a Indalecio Prieto , el político socialista, que se encuentra en la plaza de San Juan de la Cruz, custodiando el edificio de los Nuevos Ministerios.
Y finalmente, entre 1984 y 1985 Pablo Serrano realizó la escultura de bronce S.M. el Rey D. Juan Carlos I. El Rey está representado a tamaño natural, inclinado sobre una mesa, firmando la Constitución de 1978.
El día 20 de noviembre de 1985 se publicó que el escultor estaba ultimando la estatua del Rey para el Congreso, y que esperaba la visita del monarca para que diera su aprobación final. Desgraciadamente, el mismo diario El País tuvo que publicar su repentina muerte solo una semana después. Aunque de forma inapreciable, se puede decir que se trata de una escultura inacabada. Fue instalada en diciembre, en el vestíbulo de entrada al nuevo edificio construido como ampliación del Congreso de los Diputados, en la Carrera de San Jerónimo.
Fue su última obra.
Texto y fotografías por : Mercedes Gómez
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NOTA.-
La Colección de la Fundación del Banco de Santander posee otra pequeña escultura de Pablo Serrano, de la serie “Hombre con Puerta”, realizada hacia 1965, pero actualmente no está expuesta.
También el Museo Reina Sofía posee varias obras de Pablo Serrano, pero incomprensiblemente todas ellas se encuentran en los almacenes.
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Bibliografía.-
VVAA. Pablo Serrano 1908-1985. Las huellas del Caminante. Catálogo exposición. Gobierno de Aragón/Ibercaja 2008.
ARA FERNANDEZ, Ana. Pablo Serrano: el anhelo de un arte unitario. Archivo Español de Arte, LXXX, 320. Oct-Dic.07.
Guía de Arquitectura. COAM. Madrid 2003
La historia de las Cabezas de Antonio Machado comenzó en 1966 cuando un grupo de ciudadanos quiso rendir un homenaje al escritor. El lugar elegido fue Baeza, el pueblo de Jaén donde el poeta había pasado varios años de su vida. Dentro de los actos previstos el más importante era la inauguración de un monumento diseñado por el arquitecto Fernando Ramón, en el que sería colocada la escultura realizada por Pablo Serrano, la Cabeza de Machado, fundida en bronce.
Intelectuales, artistas, estudiantes, destacados escritores, amantes de la poesía… se dirigieron a Baeza desde Madrid y desde muchos otros lugares de España, con la escultura, que según cuentan viajó bien protegida en un modesto automóvil “dos caballos” conducido por el arquitecto.
Pero el homenaje no tuvo lugar, la autoridad competente no lo permitió, al parecer de forma contundente. Según la prensa de la época, la excusa oficial fue que “el monumento no estaba terminado” pero, entre otras cosas, a las autoridades no les gustó “el descuido en el vestir” que mostraban los asistentes, quizá les pareció similar al del propio Machado, “ya conocéis mi torpe aliño indumentario”, como él mismo dijo al escribir su propio “Retrato”.
De forma que todos los integrantes de la comitiva, junto con la escultura, que habían viajado hasta Baeza volvieron a Madrid.
También se pudo leer en los periódicos que en 1970 cuando se fundó la librería Antonio Machado en la calle de Fernando VI, allí se trasladó, para al año siguiente volver a ser resguardada en casa de uno de los organizadores del fallido homenaje, donde pasó varios años, a la espera de poder llegar a su destino. Pero este hecho no he podido ratificarlo, nadie actualmente en la librería puede dar fe de ello.
Poco a poco los tiempos fueron cambiando.
En 1981 Pablo Serrano fue nombrado Académico de Bellas Artes y el escultor regaló a la institución otra Cabeza de Machado. Allí podemos contemplarla hoy día, en la tercera planta del museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando se encuentra la “Interpretación al retrato de Antonio Machado” que, como indica el cartel explicativo del museo, “esta poderosa cabeza… no es una recreación literal sino que interpreta el espíritu del poeta andaluz y su gesto serio, un tanto amargo…”
Al año siguiente el artista aragonés visitó Soria, donde Machado también fue profesor durante unos años, y donó a esta ciudad otra escultura de la serie, la cual fue instalada sobre un pedestal de piedra frente al instituto donde el escritor había impartido sus clases.
Por fin en 1983 se pudo realizar el homenaje que no había podido celebrarse diecisiete años antes. Casi con los mismos protagonistas de entonces, aunque algo más viejos, el busto fue colocado en Baeza.
En 1985 se celebró otro homenaje nacional, a Federico García Lorca, Miguel Hernández y al propio Machado. Con este motivo, el día 15 de octubre la Sociedad General de Autores instaló en el edificio de la calle del General Arrando nº 4, la que creo única placa que recuerda el paso del poeta por los numerosos domicilios que tuvo en Madrid a lo largo de su vida. Dos días antes se había inaugurado el monumento dedicado por “El Pueblo de Madrid al poeta Antonio Machado” en un barrio conocido más por el nombre de la empresa constructora Saconia, que por el bello nombre de la Ciudad de los Poetas, en terrenos de la antigua Dehesa de la Villa. Tanto la calle en la que se ubica el monumento como la estación del metro que nos lleva hasta allí, se llaman “Antonio Machado”.
Diseñado por el arquitecto Joaquín Roldán, acoge una nueva Cabeza, obra del mismo autor, de gran tamaño; fue inaugurado en presencia de los vecinos, artistas y del entonces alcalde Enrique Tierno Galván, como indica una de las dos lápidas; la otra parece que grita:
¡Madrid, Madrid!, ¡Qué bien tu nombre suena.
Rompeolas de todas las Españas!
La tierra se desgarra, el cielo truena.
Tú sonríes con el plomo en las entrañas.
(Antonio Machado. 7 de noviembre de 1936)
Poco después de la inauguración del monumento, el 26 de noviembre de ese mismo año 1985 en Madrid, murió Pablo Serrano, sin duda uno de los escultores españoles más importantes del siglo XX.
En 1994 se inauguró su museo, el Museo Pablo Serrano, en la ciudad de Zaragoza.
Como nos cuentan en esta institución, el propio escultor dejó instrucciones de que se hiciera más de un vaciado del molde original de la Cabeza de Antonio Machado. A Pablo Serrano le gustaba que sus obras llegaran a cuánto más público mejor, y sin duda a lo largo de su vida demostró ser un artista generoso.
Como hemos visto la primera fue la de Baeza, que realizó de forma gratuita. Existen ejemplares en tres tamaños. La mayor mide alrededor de un metro de altura, como la de la fuente de la Dehesa de la Villa. La mediana más de 60 centímetros, como la de Bellas Artes. Y existe un tamaño menor, de unos 18 cm.
En el propio museo hay varios ejemplares. Una de gran tamaño, una mediana y otra pequeña, además de un original de la pequeña, en escayola.

Interpretación al retrato de Antonio Machado (1966), exposición “Las Huellas del Caminante” (de la colección del Museo Pablo Serrano)
Existen tres Cabezas fuera de España, dos de ellas en dos de los museos más importantes del mundo. Una forma parte de la Colección del Museo de Arte Moderno de París, o Centre Pompidou realizada en 1962 y adquirida por el museo en 1971, otra se encuentra en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el MoMA, según información del propio museo, esta obra, «Head of Antonio Machado» fue adquirida en 1967. Ambas son de tamaño mediano. Y la tercera, en la Universidad Brown, en Providence, Rhode Island (EEUU), de la que no he conseguido obtener ningún dato.
Existe además algún ejemplar en Colecciones particulares, pero estas no están catalogadas en el Archivo del Museo Pablo Serrano.
Y finalmente, el 19 de junio de 2007 fue colocada la última Cabeza, sobre un pedestal del diseñador Alberto Corazón, en los jardines de la Biblioteca Nacional en el Paseo de Recoletos. Homenaje al poeta, que nos recuerda que “se hace camino al andar”.
Texto y fotografias por : Mercedes Gómez
Madrid, agosto de 2008
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Fuentes:
Museo Pablo Serrano de Zaragoza.
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Madrid.
The Museum of Modern Art. Department of Painting and Sculpture. New York.
VVAA. Pablo Serrano 1908-1985. Las huellas del Caminante. Catálogo exposición. Gobierno de Aragón/Ibercaja 2008.
Diario El País
Esta historia es muy antigua, comenzó mucho antes de que Felipe II trasladara la Corte a Madrid, convirtiera a la Villa en Capital, y de que los Austrias nos gobernaran. Quizá se remonta al año 1466 en que el rey Enrique IV de la dinastía Trastamara, dictó órdenes para ampliar y embellecer la Plaza de la Villa, entonces Plazuela de San Salvador, así llamada por estar junto a la iglesia del mismo nombre.
Por entonces se inició también la construcción de las Casas de los Luján o Lujanes, una de las familias más poderosas e influyentes de la Edad Media madrileña por lo que no les debió resultar difícil instalarse en la plazuela que entonces era el corazón de la Villa, centro comercial ya que allí estaba instalado el Mercado, y centro político y social pues el cercano templo era el lugar de reunión del Concejo madrileño.
Existen sin duda huellas medievales en Madrid, en el trazado de algunas de sus calles, en construcciones de tipo militar como la muralla, y por supuesto en la arquitectura religiosa, pero las Casas de los Lujanes quizá sean una de las escasas edificaciones civiles que perviven en Madrid anteriores al siglo XVI, si no la única.
Fueron construidas por orden de Álvaro de Luján, y están formadas por tres inmuebles. La Casa de los Lujanes, en la plaza de la Villa nº 3, cuyo origen se remonta a 1494, en su fachada muestra un arco de herradura único en Madrid. En este edificio estuvo la Hemeroteca Municipal hasta 1983, año en que fue trasladada al Cuartel del Conde Duque. Y en el nº 2, la Casa y la Torre de los Lujanes, esta última con entrada por la calle del Codo nº 3, construidas entre los años 1460 y 1490. La espléndida portada principal de piedra que da a la plaza conserva los escudos de la familia Luján.
La historia de la Torre de los Lujanes ha sido larga y azarosa, incluso objeto de leyendas –como la famosa estancia del rey francés Francisco I allí encarcelado- que aunque no sean ciertas algunos autores coinciden en señalar que quizá sea lo que haya salvado a esta antigua torre de su demolición en varias ocasiones.
Está construida en mampostería y ladrillo, con el cuerpo superior adornado por pequeños arcos ciegos de herradura. A causa del tiempo y los sucesivos inquilinos sufrió graves daños y reformas que alteraron su aspecto original. En el siglo XIX el edificio llegó a presentar un estado tan deteriorado que estuvo a punto de ser derribado.
En 1854 se aprobó un plan de Alineación de los edificios de la plaza lo cual contribuyó a poner en peligro a la torre, que se salvó, siendo declarada poco después Gloria Nacional. En 1858 tuvo lugar la gran reforma para la instalación de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Matemáticas; la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, y la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
La planta baja fue la sede de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, fundada en 1834. En 1894 fue trasladada a la calle de Valverde 22, al edificio que hasta entonces había ocupado la Academia de la Lengua, que a su vez se trasladó a su sede actual en la calle Ruiz de Alarcón número 17.
En 1865 el Ministerio de Fomento compró los edificios, momento en que se produjo el enfoscado de los muros, la creación de los adornos en las ventanas y cornisas y de las almenas que desvirtuaron su aspecto original. Al año siguiente es cuando la Torre –a excepción de la planta baja- pasó también a ser ocupada por la Academia de Ciencias Morales.
Las obras parciales eran continuas, hasta que en 1910, dentro de una reforma general de la Plaza de la Villa, el arquitecto municipal Luis Bellido acometió la restauración que le devolvería parte de sus características originales, la piedra y el muro de ladrillo visto. En 1991 el edificio fue rehabilitado, y entre 1997-98 la Torre tuvo su última restauración, fecha en la que el Ayuntamiento cedió a la Academia de Ciencias Morales y Políticas el edificio que había ocupado la Hemeroteca por un periodo de 50 años a cambio de que esta institución costeara las obras de rehabilitación. Así, la Academia pasó a ocupar los tres inmuebles de los Luján, excepto la planta baja de la Torre, ocupada por la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, que hoy os invito a visitar.
La Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País fue creada en 1775 por Carlos III, bajo los principios de la Ilustración, con el fin de “promover la agricultura, la industria y los oficios”.
Se accede a ella a través de su bellísima portada lateral en la calle del Codo, en arco de herradura apuntado con grandes dovelas de piedra, de reminiscencias árabes, también único en Madrid.
Atravesando el arco de piedra y la vieja puerta de madera llegamos a la Sociedad Matritense, qué emoción.
Sus escasas dependencias parecen un pequeño y agradable museo que te traslada a tiempos pasados, parece mentira que acabemos de abandonar el bullicio y el tráfico de la Calle Mayor. Las paredes están adornadas por valiosas pinturas propiedad del Museo del Prado.
El Salón de Actos está presidido por un espléndido retrato del fundador, Carlos III, obra de Antón Rafael Mengs quien desde 1761 y hasta su muerte en 1779 estuvo al servicio del rey, realizando varios retratos, uno de ellos, pintado en 1761, está en el Museo del Prado. Otro, realizado también hacia la misma fecha, pertenece al Museo pero se encuentra en depósito en la Real Sociedad Económica Matritense.
La Sociedad realiza actividades culturales y de formación, edita la Revista Torre de los Lujanes y otras publicaciones, y de vez en cuando ofrece ciclos de conferencias muy interesantes, como el que me permitió a mí conocer este delicioso lugar. Si tenéis ocasión, no dejéis de visitar la Torre de los Lujanes, merece la pena.
Texto y fotografías por: Mercedes Gómez
El pasado día 5 de abril, con motivo de la celebración del Centenario de la Gran Vía, los Reyes y el Alcalde de Madrid inauguraron una maqueta conmemorativa en el inicio de dicha calle.
Según informa El País, se trata de un plano cenital en relieve realizado en acero inoxidable con dos aleaciones de bronce con el fin de evitar la erosión. Ha sido diseñado por el arquitecto y gran especialista en Cartografía, Javier Ortega, catedrático de Ideación Gráfica de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid, y realizado por Javier Aguilera, Juan de Dios y Jesús de los Reyes, maquetistas.
Es un homenaje a la Gran Vía en su conjunto, mostrando en tres dimensiones el detalle de todos y cada uno de sus edificios, como si los viéramos desde las alturas. El autor, sutilmente, los ha ubicado sobre el dibujo de la Planimetría de la ciudad, representación de las calles, manzanas y sus solares realizada en el siglo XVIII. Para la construcción de la Gran Vía algunas de estas manzanas desaparecieron y fueron creadas otras nuevas.
A ambos lados figura la inscripción de los nombres de los edificios más notables junto a la fecha de construcción y nombre del arquitecto.
En general parece que la obra no ha recibido grandes alabanzas, quizá la mayoría esperaba otro tipo de motivo. Es verdad que no es un gran monumento, ni una estatua castiza, no es una lápida o placa… es una (aparentemente) sencilla maqueta, a mí sin embargo me gustó la idea desde el principio, no se porqué siempre me han gustado las maquetas, para mí siempre han tenido un encanto especial.
Las maquetas son un medio de representación arquitectónica muy querido por los arquitectos y utilizado desde los tiempos más antiguos. Y a todos nos ayudan a comprender cómo eran edificios o espacios desaparecidos.
Pueden reproducir una calle, como en este caso, un monumento, un edificio, o todo Madrid. La mayoría se encuentran en los museos, pero existe alguna otra en la calle, como la que en la calle Mayor recuerda a la iglesia más antigua de Madrid, Santa María de la Almudena, junto a los restos de este templo lamentablemente demolido en 1869.
Existe otra preciosa maqueta de esta iglesia, realizada en madera y llena de detalles, en el interior del Museo de los Orígenes. Su autor es José Monasterio y Riesco.
La más completa colección de maquetas de Madrid se encuentra en el Museo de la Ciudad, en la que está representado desde el Madrid más antiguo al más actual, en algunos casos con tanta perfección que los edificios o lugares parecen de verdad.
En el Museo de los Orígenes existe una espléndida maqueta que reproduce en tres dimensiones el Plano de Pedro Texeira, el Madrid de Velázquez y Calderón de la Barca, el Madrid del siglo XVII.
Pero la más famosa de Madrid es la creada por don León Gil de Palacio en 1830, el Modelo de Madrid, una maravilla construida en madera, que mide 5,20 x 3,50 metros, y que podemos admirar en el Museo de Historia. Es una auténtica delicia detenerse a contemplar cada detalle, las casitas, los monumentos, el río… el Madrid de los primeros años del siglo XIX.
Esta maqueta describe el Madrid de 1830, cuando aún no existía la Gran Vía, y aún no habían desaparecido las calles y edificios derribados para su construcción. La manzana 293, con sus 23 casas, fue una de las que desapareció casi completamente, en el primer tramo, salvándose únicamente el Oratorio del Caballero de Gracia. Como vemos en el detalle de la maqueta, su ábside entonces estaba oculto, dentro de una construcción, ahora es el número 17 de la Gran Vía.

Detalle maqueta León Gil de Palacio (1830), manzana 293, en el centro el Oratorio del Caballero de Gracia.
En el Museo de la Ciudad hay otra espectacular maqueta que nos muestra el Madrid del siglo XX, el Ensanche de la ciudad alrededor del paseo de la Castellana.
Toda la magia de Madrid vista desde las alturas, y con todo detalle.
Texto y fotografías por : Mercedes Gómez
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Museo de los Orígenes. Plaza de San Andrés, 2.
Museo de Historia. Fuencarral, 78.
Museo de la Ciudad. Príncipe de Vergara, 140.
Antonio Garay Vitorica fue uno de los muchos personajes adinerados que llegaron a Madrid en los comienzos del siglo XX y se establecieron en el Paseo de la Castellana o sus proximidades. De origen vasco, fue diputado a Cortes por la provincia de Cáceres, donde poseía grandes terrenos y fincas, desde el año 1916 hasta 1923. Como indican los archivos del Congreso, Garay era, de fracción política, Conservador, y de profesión, Propietario.
Rico, político, bien relacionado con la aristocracia, incluso con el rey Alfonso XIII, en 1914 encargó la construcción de su casa-palacio en la calle de Almagro al arquitecto bilbaino, Manuel María Smith e Ibarra.
Conocida como la Casa Garay, es un magnífico ejemplo de arquitectura “nacional” o regionalista. Tras su venta en los años 70 se convirtió en la sede del Colegio de Ingenieros de Caminos y Puertos.
Garay eligió para vivir la calle más elegante de la villa, y parece que observaba atento la evolución de la ciudad para elegir sus negocios.
En los comienzos del siglo XX la calle del Doctor Esquerdo aún no existía, era el Paseo de Ronda que discurría por el Foso de Circunvalación, por entonces establecido como límite del Ensanche de Madrid. Al otro lado del paseo las construcciones eran escasas. Una de las primeras edificaciones fue la Residencia de Personas Mayores de las Hermanitas de los Pobres – hoy nº 49 de la calle -, levantada en 1910. Dos años después la vía recibiría, por acuerdo municipal, el nombre del Doctor Esquerdo.
Ya instalado en Madrid y en el Congreso de los Diputados, Garay adquirió terrenos en dicha calle y en 1919 construyó un edificio destinado a viviendas de alquiler, que encargó al arquitecto Secundino de Zuazo, también nacido en Bilbao, que ya había trabajado para él en alguna obra en la ciudad vasca y en la dirección de las obras de su palacete de la calle Almagro.
Este edificio sería una de las primeras obras de las varias que realizaría este gran arquitecto en Madrid, el edificio de Viviendas para don Antonio Garay.
Se trata de una construcción exenta con cuatro fachadas. El gran alero de madera que lo protege recuerda la arquitectura regionalista de Smith, para quien había trabajado en la construcción del edificio de Almagro. Contrasta el clasicismo del ático de ladrillo visto, con arcos de medio punto, con el cuerpo central del edificio, revocado, con apuntes racionalistas.
En el interior se conservan algunos elementos originales, como la portería o las puertas de madera, y otros más recientes que han intentado conservar el sabor de principios de siglo.
Corresponde al actual nº 47 de la calle, y hoy día es más conocido como la Casa de las Abejas. Además de construir el edificio de viviendas, Garay fundó una empresa, una Fábrica de Colmenas, negocio que en aquel momento fue una novedad, logró vender a los apicultores de toda España, y quizá fuera de ella. Fue un éxito.
El taller se ubicó en el patio posterior del edificio, en una construcción de ladrillo, y las oficinas se situaron, junto a la fachada principal, en un pequeño pabellón decorado con una gran colmena y las abejas que acudían a ella, pintadas en la piedra alrededor de una puerta y dos ventanas de forja que daban paso a “La Moderna Apicultura S.A.”.
Don Antonio Garay era el presidente del Consejo de la empresa.
La puerta de entrada a la oficina debía ser igual a la puerta de entrada a las viviendas, que se mantiene.
La vieja fábrica pervive medio oculta tras una verja, en plena calle de Doctor Esquerdo, a un paso del Barrio de Salamanca, la vida moderna y el tráfico del siglo XXI.
No se puede hablar de grandes méritos artísticos o arquitectónicos, pero se trata de un ejemplo de arquitectura industrial de esos primeros años del siglo XX, nave de una sola planta con techo en forma de “dientes de serrucho”, estilo que permitía grandes espacios y mayor entrada de luz en los talleres o fábricas, de los que ya no deben quedar muchos en Madrid. Hoy día es una ebanistería. Hoy, como ayer, tiene su entrada por la calle de Jorge Juan.
El curioso pabellón de la oficina se convirtió en la tienda “La Moderna Apicultura”. Desaparecieron las bonitas ventanas, transformadas en escaparates, la puerta de hierro, y parte de la decoración, aunque aún se conserva la zona superior, convirtiendo este local en uno de las más reconocibles de Madrid. Aunque ya no exista la fábrica de colmenas, la dulce miel allí continúa a nuestra disposición, miel de todas clases, y otras delicias.
Aurora Jiménez, hija del actual dueño, la dirige y, con la ayuda de otra persona, atienden al público con amabilidad. La Moderna Apicultura, un bonito lugar, con buen ambiente, que invita a comprar apetitosos productos.
En una de las paredes se conserva una pintura, de autor desconocido, que representa un bello campo de colmenas. Hace poco fue restaurada y en el extremo inferior derecho apareció un río, hasta entonces oculto por el paso del tiempo.
El cuadro, junto a tres antiguos depósitos de miel ante una vidriera obra de la Casa Maumejean, aquí continúan, como testigos de una época.
Texto y fotografías por: Mercedes Gómez
Ya es 4 de abril, fecha en la que en 1910 dieron comienzo oficialmente las obras de construcción de la Gran Vía madrileña, con la presencia de todas las autoridades, el Alcalde, José Francos Rodríguez, el presidente del Gobierno José Canalejas, y el Rey Alfonso XIII, quien de forma simbólica inició la demolición de la llamada Casa del Cura, junto a la Iglesia de San José, golpeando la pared con una piqueta de plata, como recordábamos hace unas semanas.
Desde entonces han sucedido muchas cosas, ha transcurrido la historia de un siglo en Madrid. Y hoy lo estamos celebrando, los diarios han elaborado especiales fantásticos, tanto en sus ediciones en papel como en internet, los blogs le hemos dedicado nuestro recuerdo, y las televisiones están emitiendo reportajes que hoy han conseguido emocionarme. En la Gran Vía está la historia de varias generaciones de madrileños.
Desde sus azoteas se puede contemplar la Historia de Madrid, ver las cúpulas de las iglesias, destacando la que en su momento fue la torre más alta, la de la Iglesia de Santa Cruz, la calle de Alcalá y el singular Madrid de Antonio Palacios… el edificio de la Telefónica, el más alto de la ciudad durante mucho tiempo, el «Piruli»… y el Madrid más moderno, con sus espectaculares rascacielos. Y por supuesto los tejados de las casas más o menos modestas bajo los que late la vida de la ciudad.
La Gran Vía lo observa todo y a su vez nos lo devuelve y nos lo muestra con cariño.
Mañana tendrá lugar la celebración oficial, con la presencia de las autoridades, como hace un siglo.
Cumpleaños feliz, Gran Vía.
por: Mercedes Gómez
Nota: las fotografías están hechas desde la azotea del Hotel Senator.
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