You are currently browsing the tag archive for the ‘Lavapiés’ tag.
La calle del Doctor Fourquet nace en la de Santa Isabel, en los antiquísimos muros del Real Monasterio de la Visitación, y llega hasta la de Valencia, cruzando la animada calle de Argumosa en el extremo sudeste del barrio de Lavapiés. En ella, al abrigo del cercano Museo Reina Sofía y de la Casa Encendida, se han instalado varias galerías de arte, conformando un interesante y singular Paseo del Arte Contemporáneo.
La pionera fue Helga de Alvear que llegó a Lavapiés en 1995. Desde entonces cerca de una decena de galeristas, algunos de ellos procedentes de otras ciudades como Barcelona o Pamplona, han trasladado sus salas a esta castiza calle. No debió ser premeditado, pero se ha convertido en una alternativa a la galería tradicional y a zonas más caras, como el barrio de Salamanca. Nueva propuesta artística a la que en el algún caso se suma un compromiso social, alejado de lo puramente comercial, como es el caso de la emblemática Helga de Alvear, además dueña de una gran Colección que ya tuvimos ocasión de conocer el año pasado gracias a la exposición en el Palacio de Cibeles El arte del presente.
Ayer jueves 27 de marzo la galerista y el artista Thomas Locher presentaron su nueva exposición Absent things, Cosas ausentes, que “indaga en la relación entre el lenguaje y la economía, así como en la influencia que ambos ejercen sobre el individuo”.
Thomas Locher nació en 1956 en Munderkingen (Alemania), vive y trabaja en Berlín y su obra pertenece a importantes colecciones de todo el mundo (Museo de Arte Moderno de Nueva York, Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona, etc.). Esta es su segunda exposición en la galería madrileña.
Mediante materiales diversos como la madera, la pintura acrílica, la fotografía… Locher nos propone una reflexión conceptual sobre nuestro contexto económico y su repercusión en la vida cotidiana. Su postura es política, supone una protesta, necesaria en estos tiempos, como avisa la propietaria de la galería, Helga de Alvear, antes del inicio de la presentación de la muestra. Trata aspectos como el intercambio, los obsequios… que se convierten en una deuda que debe ser devuelta.
Podéis leer una buena crónica de la presentación realizada por Alicia G. Arribas de la agencia Efe, El arte conceptual de Locher denuncia el “regalo” como corrupción política.
Madrid es una ciudad llena de arte que encontramos no solo en sus calles y museos sino también en las numerosas galerías que existen por toda la ciudad y que animo a visitar. Son gratuitas y ofrecen un panorama de la actividad artística actual. De vez en cuando es una buena idea ir de galerías.
La exposición de Thomas Locher la podemos visitar hasta el 17 de mayo. En la Galería Helga de Alvear, calle Doctor Fourquet nº 12.
Por Mercedes Gómez
Las Escuelas Pías de San Fernando fueron el primer colegio perteneciente a la Orden de los Padres Escolapios creado en Madrid, anterior a las Escuelas Pías de San Antón de la calle de Hortaleza.
El Convento y Colegio de San Fernando, fundado en 1729 por el padre rector de las Escuelas Pías, se instaló en la calle del Mesón de Paredes, en el barrio de Lavapiés, en los terrenos donde en 1617 se había levantado el Hospital de Nuestra Señora de Montserrat perteneciente a la Corona de Aragón, en la esquina de la entonces calle de Cabestreros con Tribulete.
El número de alumnos acogidos fue aumentando poco a poco, así que tras la adquisición de otras casas en el mismo solar se decidió construir un nuevo Colegio más espacioso encargándose el proyecto a Francisco Ruiz, uno de los notables arquitectos madrileños de la primera mitad del siglo XVIII, arquitecto de la Corte y Villa de Madrid, como él mismo firmó en algún documento.
Recorriendo despacio la calle del Mesón de Paredes y sus alrededores se encuentran las huellas de antiguos conventos, recuerdos de fuentes cuyas aguas en el pasado ofrecían eróticas promesas, una de las cuales se conserva, la Fuente de Cabestreros, iglesias y tabernas centenarias, corralas… y se intuye la presencia de los arquitectos castizos que de un momento a otro imaginamos se van a cruzar con nosotros camino de su casa, ataviados con casacas y calzones a la francesa o acaso con chaquetillas cortas como las de los majos del barrio…
Francisco Ruiz, que nació en Barajas hacia 1680, casado con María Campoy y con tres hijos, tuvo sus casas principales en la calle de la Encomienda. Casi de la misma edad que Pedro de Ribera, quien recordemos nació y vivió en este barrio, fueron vecinos y probablemente se conocieron. Sin duda, el barroco, primero de Ardemans y luego de Ribera, influyó en él. Y, aunque la arquitectura oficial estuviera dominada por estos dos arquitectos, Ruiz también recibió algunos encargos y se movió en el ambiente de la Corte.
El otro maestro de Ribera, José Benito de Churriguera, curiosamente, quince años antes también había nacido en la calle Mesón de Paredes, en el nº 2, como nos recuerda una placa.
En 1734 Ruiz proyectó la planta del Colegio, del Convento y su Iglesia, y tres años después comenzó su construcción.
Tras la muerte del arquitecto en 1744, José Álvarez continuó con las obras del conjunto que finalizaron en 1791, exhibiendo una arquitectura heredera de la del siglo XVII. La fachada principal daba a la calle de Mesón de Paredes, actual número 68, aunque el Colegio tenía una entrada por la calle del Tribulete.
En el interior de la iglesia, sus altares guardaban una colección de esculturas de gran valor, en madera policromada a tamaño natural, obra de los más renombrados escultores. Un San Juan Bautista de Manuel Pereira, un San José y una Virgen de las Angustias de Juan Adán… y varias obras de Alfonso Bergaz, entre ellas una imagen de San José de Calasanz, fundador de las Escuelas Pías.
En el siglo XIX se acometieron varias obras de ampliación del Colegio que llegó a tener unas buenas instalaciones, biblioteca, gabinete de Historia Natural, de Física, comedor para los alumnos internos, sala de visitas, etc.
Desgraciadamente en 1936 llegó la guerra civil, tras la cual solo quedaron en pie las ruinas de la iglesia: la fachada, parte de los muros, el crucero con el tambor de la cúpula y algunos elementos decorativos.
En los años 40 en parte del solar, con fachada a la calle de Embajadores, se construyó el Mercado de San Fernando, obra de Casto Fernández-Shaw.
Después, hacia 1950 en el solar de la calle del Tribulete donde estuvo el Colegio, se inauguró el Cine Lavapiés. En sus bajos se encontraba la Sala de Fiestas famosa en los años 50, Moulin Rouge, o El Molino Rojo, como se anunciaba a veces, la más típica de Madrid, que estuvo abierta hasta el comienzo de los años 80.
En 1979 el cine, que llevaba cinco años cerrado, fue convertido en el Teatro Lavapiés, hasta 1984 en que fue cerrado. Tres años después el Ayuntamiento adquirió el edificio con el proyecto de crear un museo, teatro, local para representaciones de zarzuela… incluso se llegó a hablar de su nombre, el futuro Centro de Casticismo. Pero pasaban los años y lo único que prosperaba era el deterioro del lugar, por eso en 1993 cuando llegaron las máquinas de obra los vecinos creyeron que comenzaba la restauración del edificio, sin embargo lo que pudieron contemplar fue su demolición, llevada a cabo por decisión del nuevo Consistorio.
Los locales del viejo cine, en el nº 16 de la calle del Tribulete, estaban catalogados con el máximo nivel de protección (que en cualquier caso implicaba que la nueva construcción debería ser dedicada al mismo uso cultural) por lo que su derribo provocó bastante polémica entre los vecinos y la prensa.
La historia de las Escuelas Pías es también la historia de la plaza creada sobre las ruinas de la antigua Inclusa y el Hospital de Maternidad que ocupaban el solar contiguo a las Escuelas, en el nº 66 de Mesón de Paredes.
El edificio fue derribado. En su lugar se construyeron varias viviendas y un parque, uno de los tres inaugurados el día 15 de mayo de 1973.
En la esquina una placa recuerda que en la Inclusa vivió Eloy Gonzalo.
Se crearon tres plazas ajardinadas con numerosos árboles de distintas especies, arbustos, hiedras, césped y bancos. La plaza de la Corrala, de la Iglesia y del Sombrerete.
Alrededor de las ruinas de la iglesia se creó un jardín que se comunicaba con la plaza del Sombrerete formando casi una única plaza.
Los jardines del Sombrerete fueron adornados además con una fuente, copia de la Fuente de los Delfines que se encontraba -y que continúa- en la plaza de San Ildefonso. Un artístico caño de vecindad de hierro fundido que representa dos delfines entrelazados.
Desde hace unos años la del Sombrerete es conocida como la plaza de Agustín Lara. En 1975, nuevamente en mayo, fue inaugurada la estatua dedicada a este músico muy querido en nuestra ciudad, autor entre otras obras del famoso chotis Madrid. La estatua de bronce es obra del escultor mexicano Humberto Peraza, y el pedestal de granito fue costeado por el Ayuntamiento. En una foto de aquellos años se ve que fue situada de espaldas a Mesón de Paredes, mirando hacia los jardines. Al otro lado de las escaleras que bajaban al jardín se aprecia la fuente.
En 1999 comenzaron las obras de construcción de un aparcamiento bajo la plaza, siendo retirada la escultura. El proyecto global fue obra del arquitecto José Ignacio Linazasoro. Los trabajos finalizaron en 2001.
Agustín Lara volvió a la plaza, al lugar que hoy ocupa, junto a las ruinas.
Entre 2001 y 2004 se puso en marcha el proyecto realizado por el mismo arquitecto para la restauración y rehabilitación de las Ruinas de las Escuelas Pías con el fin de convertirlas en biblioteca y la construcción de un aulario para la Universidad Nacional a Distancia (UNED). Sobre el solar del teatro, que estaba vacío desde que fue derribado, se construyó el Aulario.
Y en las ruinas de la iglesia se creó la Biblioteca.
Entre ambos, la nueva construcción y las viejas ruinas, separadas por el gran desnivel de la calle del Mesón de Paredes, se construyó una escalera que por un lado distribuye las dependencias del nuevo edificio y por otro se asoma a la biblioteca instalada en la iglesia.
Los materiales utilizados, la cálida madera y el sencillo ladrillo junto al hormigón, ayudan a la integración de las nuevas estructuras con las antiguas.
Arriba nos espera una acogedora terraza desde la cual podemos asombrarnos una vez más contemplando los tejados bajo el cielo de Madrid.
La idea era integrar la Biblioteca en las ruinas, sin alterarlas, de forma que conservaran su aspecto sugestivo y romántico.
Todo el proyecto estaba condicionado por los restos del edificio primitivo. Por una vez, lo nuevo se supeditó a lo viejo, los restos del pasado no se exhiben como un mero adorno sino que son valorados en sí mismos.
Los altares del templo ahora vacíos rodean el nuevo y confortable espacio lleno de libros y luz. Sobre el arco de medio punto de la emblemática rotonda aunque un poco maltrecho pervive el Escudo de las Escuelas Pías sostenido por dos ángeles, obra de Alfonso Bergaz, como símbolo y recuerdo de la historia de esta institución en el barrio de Lavapiés y en Madrid.
por Mercedes Gómez
——-
Bibliografía:
COAM. Guía de Arquitectura de Madrid. Madrid 2003.
José Ferrándiz. El templo de San Fernando y su olvidado tesoro artístico. Revista de la Biblioteca: Archivo y Museo del Ayuntamiento, nº 11, jul. 1926.
Virginia Tovar. Tres proyectos del arquitecto madrileño del siglo XVIII, Francisco Ruiz. Revista de la Biblioteca: Archivo y Museo del Ayuntamiento, nº 1-2, 1977.
Margarita Jiménez. Madrid en sus plazas, parques y jardines. Abaco Ediciones 1977.
ABC, 15 mayo 1973.
El País, 5 nov. 2001
A los pies de la Cuesta de los Ciegos, en la calle de Segovia, se encuentra la Fuente de la Cuesta de los Ciegos, que fue construida, igual que la gran escalera de granito que sube hasta las Vistillas, en los comienzos de la 2ª República, cuando la zona fue reformada, aunque la obra no pudo ser terminada hasta después de la guerra. Se trata de uno de los caños de vecindad instalados en los años 30 en Madrid, de los que se conservan muy pocos ejemplos.
El pilón es redondo, con un cuerpo central construido en granito sobre una base de piedra blanca de Colmenar. El Escudo de Madrid, situado en los lados norte y sur, también es de piedra.
Es el Escudo de la Villa de Madrid utilizado durante la República, con la corona mural en lugar de la corona real. Representa al Oso y el Madroño en un cuartel, y en otro al Dragón. Debajo, aparece la fecha, 1932, y arriba la inscripción Ayuntamiento de Madrid. La fuente actualmente no conserva los grifos, su carácter es puramente ornamental.
No muy lejos de aquí, en el barrio de Lavapiés, en una plazoleta a la altura de la calle de Cabestreros, en la calle del Mesón de Paredes, se encuentra la Fuente de Cabestreros. En tiempos era conocida como la “fuente de los machos”, debido a que, decía la leyenda, sus aguas potenciaban la virilidad de los hombres que las bebían.
En este lugar ha existido una fuente al menos desde el siglo XVII, representada en el plano de Texeira. En el siglo XIX fue sustituida por una muy sencilla, de faroles. La fuente actual se colocó en 1934 frente a los muros del que había sido Convento de Santa Catalina de Sena, edificio de mediados del XVIII. En los años 50 del XX fue sede de un colegio. Adquirido por el Ayuntamiento en 1967, su estado era al parecer ruinoso, finalmente fue derribado, conservándose únicamente el muro que daba a Mesón de Paredes, que fue demolido en 2006.
También es de granito y sus adornos de piedra blanca de Colmenar. Está formada por dos pilones rectangulares al norte y al sur de un eje central, y rematada por una piña.
Terminamos nuestro paseo fuera de la ciudad, en la gran Casa de Campo, donde se encuentran varias fuentes instaladas después de que el Real Sitio fuera abierto al público el 1 de Mayo de 1931. La mayoría se encuentran cerca del Lago. La del Plátano Gordo, la de la Piña, la de los Neveros, la del Triángulo… todas ellas construidas entre 1932 y 1934.
Son fuentes de construcción muy sencilla, encantadoras, que perseguían únicamente cumplir su función, dar de beber a los vecinos y paseantes, y algunas de ellas siguen haciéndolo.
Texto y fotografías por : Mercedes Gómez
Comentarios recientes