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El ajimez o ventana volada, como el pasadizo volado, es un elemento arquitectónico medieval de origen islámico que continuó existiendo en época cristiana, hasta que comenzaron a derribarse en los siglos XV y XVI, primero debido a unas ordenanzas de los Reyes Católicos y luego a la ley de Carlos I de 1530.

Los pasadizos y los ajimeces tienen otra cosa en común: su carácter de construcciones encubiertas, su función de ocultar, de ver sin ser visto.

El ajimez es un saledizo que sobresale del muro ante una ventana o balcón tapado con una celosía, de forma que se puede observar lo que hay fuera pero desde el exterior no podemos ver su interior. Es un término medieval que proviene del árabe al-simasa (ventana).

Según el importante arquitecto y arqueólogo madrileño Leopoldo Torres Balbás, los ajimeces andalusíes tuvieron su origen en construcciones egipcias, las masrabiyyat de la ciudad de El Cairo, unas cajas de madera voladas, cerradas por celosías que los árabes trajeron a España.

H. Vyse. «Una mujer en El Cairo».

Nos preguntamos si pervive algún ejemplo en Madrid.

La parroquia de Santa María de la Almudena tenía un ajimez en la cabecera donde se encontraba el camarín de la Virgen construido con el fin de darle luz. Pero la iglesia fue derribada en 1868, hoy día solo podemos rememorarla gracias a la conocida foto de Jean Laurent y a las maquetas que la representan con todo detalle, como la realizada en madera por José Monasterio hacia 1950 actualmente expuesta en el Museo de los Orígenes.

J.Monasterio. Sta. Mª de la Almudena. Museo de los Orígenes.

Sta. Mª de la Almudena. (detalle). Ajimez tras el camarín de la Virgen.

Existe otra maqueta de bronce que ya visitamos durante nuestro paseo por las Iglesias del Fuero, instalada junto a las ruinas de la iglesia en la calle Mayor cuya placa nos lo recuerda: además del arranque del ábside curvo medieval del siglo XII, durante la excavación en 1998 aparecieron restos del ábside rectangular adosado al interior en 1638 que sostenía en voladizo el camarín de la Virgen.

Seguro que otros edificios medievales y templos madrileños tuvieron sus ventanas voladas, pero al parecer hoy únicamente se conservan los ajimeces del muro posterior del Convento de las Carboneras en la calle del Cordón, a continuación de la antiquísima Casa de Álvaro de Luján en la plaza de la Villa y frente a la Casa de Cisneros, conformando uno de los rincones más bonitos y evocadores de la Villa.

Calle del Cordón

En 1951 los describía Fernando Chueca : salientes, los ajimeces cerrados por el frente, y con unas troneras en los costados y por debajo del vuelo, cerradas a modo de celosía por una chapa agujereada.

Allí continúan. Tras ellos, por ambos laterales, seguro se puede contemplar todo lo que ocurre en la callejuela, observar quién camina desde la plaza de la Villa hacia la plaza del Cordón, o al revés, quién sube la cuesta desde la calle de Segovia.

Los ecos del discreto ajimez islámico llegaron al interior de los templos cristianos en forma de tribunas ocultas por celosías que hoy perviven o se han recreado en las iglesias madrileñas más antiguas.

Iglesia de San Andrés

En el siglo XIX bajo la influencia del Romanticismo, el gusto por lo exótico y el alhambrismo, proliferaron las construcciones de estilo mudéjar, incluyendo los voladizos y celosías.

Palacio de Laredo (Alcalá de Henares)

Con el tiempo el ajimez sustituyó las celosías por las rejas. El ajimez se convirtió en el balcón enrejado cubierto con un tejadillo. La madera fue sustituida por el hierro y el cristal. Los saledizos se convirtieron en lo que hoy conocemos como miradores que aún adornan las calles de Madrid. Una palabra que definía una construcción medieval continuó utilizándose para describir otras nuevas.

Y llegó un momento impreciso en que se perdió el significado original de la palabra. Por alguna razón se acabó dando el nombre de ajimez a las ventanas arqueadas divididas por una columna o parteluz, otro elemento de reminiscencias islámicas. Como dice Rafael Cómez, en realidad esta nueva acepción se trata de un término romántico que nos llegó a través de corrupciones literarias.

El diccionario de la Real Academia Española recoge ambas definiciones, la moderna, y en segundo lugar la verdadera.

ajimez. (Del ár. hisp. šamís).

1. m. Ventana arqueada, dividida en el centro por una columna.
2. m. Saledizo o balcón saliente hecho de madera y con celosías.

Sí sobreviven en Madrid preciosos miradores, muchos de ellos construidos en el siglo XIX.

Hoy día se siguen construyendo aunque no son tan bellos como en el pasado. Y, como nos recuerda Cómez, todos los ajimeces son miradores, pero no todos los miradores son ajimeces.

Curiosamente, a pocos pasos de la plaza del Cordón, el edificio construido sobre el solar del Convento del Sacramento exhibe unos miradores modernos que parecen inspirados en los ajimeces islámicos, que quizá tuvo el antiguo monasterio en el pasado.

Calle del Sacramento

Texto y fotografías : Mercedes Gómez

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Bibliografía:
J. Abellán Pérez. Influencias orientales en las viviendas jerezanas (siglo XV): los ajimeces. Revista Aragón en la Edad Media, nº 14-15, 1. Zaragoza 1999.
R. Cómez Ramos. Mirador o ajimez, un elemento islámico en la arquitectura occidental. Revista Laboratorio de Arte nº 24. Sevilla, 2012.
F. Chueca. Semblante de Madrid. Ed. Instituto Estudios Madrileños, Madrid 1991 (1ª ed.: Revista de Occidente, 1951).
A. de la Morena. La antigua iglesia parroquial de Santa María de la Almudena.

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ACTUALIZACIÓN 27 septiembre 2012 

Actualizamos el post porque la foto que me ha enviado Manuel, que siempre anda mirando hacia arriba y por eso descubre muchas cosas bonitas, merece estar en este artículo-recuerdo de los ajimeces y miradores inspirados en ellos. Es precioso.

Foto: Manuel Romo.

No tengo datos sobre el edificio al que pertenece pero tiene mucho encanto, mucho más que esos miradores “modernos” tan fríos que se construyen ahora ¿verdad?.

¡Gracias Manuel!

Mercedes

Roberto Michel nació en 1720 en Francia, en un pueblo llamado Le Puy-en-Velay, y comenzó a estudiar en su tierra natal en talleres de escultura siendo apenas un niño, pero se trasladó a Madrid con solo 20 años de edad. Aquí vivió, desarrolló su arte y sin duda se convirtió en uno de los escultores más madrileños. Sus obras adornan nuestros museos y nuestras calles, algunas verdaderamente emblemáticas.

Por entonces reinaba en España el francés Felipe V, primer monarca de la dinastía borbónica. Nada más llegar a la capital el joven escultor recibió encargos, para algunas iglesias y para la Corona comenzando a trabajar en la decoración del Palacio Real.

Fernando VI, sucesor de Felipe V, fue quien alrededor de 1743 puso en marcha el plan para realizar las estatuas de los reyes hispanos que deberían decorar el Palacio Real, estatuas de azarosa vida que aún hoy día esconden algunos misterios, algunas desaparecidas y otras sin identificar. Roberto Michel realizó algunas, entre ellas la estatua de Teudis, rey godo, que se encuentra en Vitoria, ciudad a la que el escultor estuvo vinculado debido a su boda, poco después de llegar a Madrid, con la alavesa Rosa Ballerna.

Además creó otras obras para el Palacio Real. En el Museo del Prado, en el pasillo de la segunda planta que comunica las salas dedicadas al siglo XVIII español, se exponen dos relieves esculpidos en mármol entre los años 1753 y 1761, San Ildefonso y Santa Leocadia, y el Martirio de Santa Eulalia.

Martirio de Santa Eulalia. Museo del Prado.

Son dos de los treinta y cuatro relieves cuyo destino era decorar los pasillos del Palacio Real. Eran escenas bélicas o religiosas que fueron consideradas demasiado recargadas por Carlos III de forma que en 1761 interrumpió el proyecto de Fernando VI, igual que ordenó bajar las estatuas de reyes que adornaban la fachada del Palacio.

Fernando VI en 1757 había nombrado a Michel Escultor de Cámara. Posteriormente, a propuesta de Francisco Sabatini con el apoyo de Antonio Rafael Mengs, arquitecto y pintor reales respectivamente, la gran calidad de su escultura llevó a Carlos III a nombrarle Escultor de su real persona en 1775, lo cual incluía la dirección de todas las obras escultóricas realizadas para los Palacios Reales.

Roberto Michel trabajó en varias ocasiones para el arquitecto Francisco Sabatini. Una de las primeras colaboraciones, según proyecto de 1761, fue la decoración de la antigua Real Casa de la Aduana, en la calle de Alcalá nº 9, hoy Ministerio de Hacienda.

Iniciamos aquí un paseo por la calle de Alcalá que se convierte en un paseo por la vida y la obra de Roberto Michel, por el siglo XVIII madrileño y por el Madrid de Carlos III.

Para la fachada de la Real Casa de la Aduana Roberto Michel esculpió el nuevo escudo real adoptado por Carlos III en 1759,  además de otras esculturas, siguiendo siempre el diseño de Sabatini.

Antigua Real Casa de la Aduana. Alcalá, 9.

Muy cerca, en el nº 13, se encuentra la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Tanto Roberto Michel como su hermano Pedro, ocho años menor, formaron parte de la Academia desde sus comienzos, y participaron en la introducción de la escultura neoclásica. Fundada en 1752, Roberto fue nombrado Teniente Director de Escultura. Pedro, Académico de Mérito seis años después.

En 1780 Carlos III convocó un concurso para la creación de un modelo de estatua ecuestre de su padre Felipe V, se cree que probablemente con el fin de instalar su estatua en bronce en alguna plaza o lugar importante de Madrid, como sucedía con sus antecesores los reyes de la dinastía austriaca, Felipe III y Felipe IV. No se llevó a cabo.

Presentaron sus bocetos Manuel Álvarez, Francisco Gutiérrez, Juan Pascual de Mena, Juan Adán y Roberto Michel. Uno de los que se conservan es el de Michel.

R. Michel. Retrato ecuestre Felipe V (1780). Museo Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

El Museo de la Academia conserva otra obra del escultor, el Busto de Antonio Ponce de León XI Duque de Arcos esculpido en mármol blanco en 1783.

Continuamos nuestro camino por la acera de los impares de la calle de Alcalá y llegamos a la iglesia de San José, en el nº 43. La Virgen del Carmen de la fachada es obra suya.

R. Michel. Virgen del Carmen. Iglesia de San Jose.

Como decíamos al principio, realizó bastantes trabajos para iglesias madrileñas. Entre las más notables se encuentran la Caridad romana y la Fortaleza en la Basílica de San Miguel, de mármol blanco, y los ángeles y querubines de la iglesia de San Marcos. Estos templos merecerán una visita pero de momento ahora permanecemos en uno de los lugares más bonitos de Madrid, frente a la iglesia de San José, allí donde nace la Gran Vía y desde donde ya a lo lejos podemos contemplar la bellísima fuente de Cibeles, instalada en 1782 en el Salón del Prado.

Según dibujo de Ventura Rodríguez, los Leones que tiran del carro de la diosa son obra de Michel. Los modelos previos que realizó el escultor se pueden ver en el Museo de la Moneda.

Cerca de aquí, en el Paseo del Prado se encuentran las Cuatro Fuentes para las cuales nuestro artista creó los Tritones y Nereidas que las adornan, junto a los escultores Francisco Gutiérrez y Alfonso Bergaz. Las figuras actuales son réplicas realizadas debido al mal estado en que se encontraban las originales por el efecto del tiempo y del agua. Actualmente se encuentran en el Patio del Museo de los Orígenes.

Y llegamos al final del paseo donde se encuentra otro de los monumentos más representativos de Madrid, la maravillosa Puerta de Alcalá, en la plaza de la Independencia.

Carlos III ordenó construir una nueva Puerta de Alcalá que fue finalizada en 1778. El arquitecto fue Francisco Sabatini, y la decoración escultórica fue obra de Francisco Gutiérrez (lado este, lado que mira hacia el exterior) y de Roberto Michel (oeste, lado que mira al centro de la ciudad).

Roberto Michel creó diversas figuras ensalzando los triunfos del rey. Trofeos militares de gran tamaño, sobre la cornisa, que el propio Michel denomina torsos, que se recortan contra el cielo y dan a la Puerta su aspecto tan característico; cabezas de leones sobre las tres puertas centrales, y cornucopias sobre las dos laterales.

Murió en 1786, con 66 años, solo hacía un año que había sido nombrado Director General de la Real Academia de Bellas Artes, el máximo cargo en la institución a la que había estado ligado casi toda su vida. Fue enterrado en la madrileña iglesia de Santa María de la Almudena, derribada en 1869. Sus restos se perdieron.

El cargo de Escultor de Cámara lo heredó su hermano Pedro Michel, y lo mantuvo durante el reinado de Carlos IV, completando así una larga carrera de ambos hermanos como escultores reales a lo largo de los reinados de los Borbones, desde Felipe V hasta Carlos IV.

Pedro murió en 1809. Solo un año antes había donado a la Real Academia de San Fernando el Retrato anónimo de su hermano Roberto.

Anónimo, «Roberto Michel» (Siglo XVIII. Museo Academia Bellas Artes de San Fernando)

Texto :  Mercedes Gómez

 

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Bibliografía:

C. Lorente Arévalo y C.M. Tascón Gárate. Nuevas aportaciones a la biografía del escultor Roberto Michel. Anales de Hª del Arte, n.” 5. UCM Madrid 1995.

J.J. Martín González. La escultura neoclásica en la Academia de San Fernando. Siglo XVIII. Universidad Coruña 1994.

Museo del Prado. Sala 85.

Mª Luisa Tárraga. Esculturas y escultores de la Puerta de Alcalá. Dpto. Hª del Arte del CSIC. Madrid 2008.

A estas alturas ya casi todos conocéis a mi amigo David y sabéis que ahora vive un poquito lejos, en Londres. Pero estos días hemos tenido ocasión de recordar antiguos paseos compartidos por las calles del viejo Madrid y revivir el trabajo realizado en común hace algún tiempo, siempre hablando de «esas cosas que tanto nos gustan», sobre todo de nuestra villa medieval, tan sugerente y llena de contrastes, que él conoce a la perfección.

Para mí ha sido un placer y una alegría preparar este articulo juntos, ¡gracias David!.

Esperamos que os guste y os resulte tan enigmático como a nosotros.

Mercedes

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La iglesia de San Nicolás de Bari o San Nicolás de los Servitas es una de las joyas de nuestro querido Madrid al ser la iglesia más antigua de la capital. En su emplazamiento posiblemente se levantó una mezquita de barrio, sucediéndole después la iglesia cristiana que ya estaba levantada en 1202 según el Fuero de Madrid.

Como comprobamos en nuestra primera visita, aunque ha sufrido numerosas reformas a lo largo de los siglos tanto en su interior como en su exterior conserva elementos de todas las épocas. Destaca la torre mudéjar del siglo XII rematada por un chapitel del siglo XVII.

Plano de Texeira (1656)

La iglesia es del siglo XV y conserva varios elementos medievales. La nave y las capillas son también del XVII, y el bello pórtico de entrada de granito, con la imagen de San Nicolás obra del escultor Luis Salvador Carmona, es de comienzos del siglo XVIII.

Paseando por el exterior de la iglesia, y concretamente mirando las piedras de su ábside, encontramos por debajo de la ventana central y a la izquierda, un sillar reutilizado con los fragmentos de una inscripción.

¿Qué puede ser? ¿A qué época pertenece? ¿Qué significan esas letras? Pues vamos a intentar desvelar algunos misterios.

Transcripción 

Se trata de un fragmento de una inscripción realizada en piedra caliza con un tipo de letra humanística capital, en castellano. Las letras que aparentemente podemos reconocer son:

A DE LA
QUE SA
V MOSE
VN AÑO Y
SMº SACRA
R QVEND
EV

1ª línea: Al principio se aprecia la finalización de una línea diagonal correspondiendo posiblemente con una A, a continuación a E y la D se unen para formar una sola letra, la L es encuentra poco marcada pero apreciendo bien el ángulo recto de la letra, y finalmente la A aparece cortada.

2ª línea: La Q es la formación de una O semicerrada con una prolongación de un trazo recto hacia la derecha (como aparece en la 6ª línea). La VE aparecen unidas y la S y A son trazos bien apreciables.

3ª línea: Existen unas primeras líneas diagonales que pudiera ser una V y a continuación una M, una posible O (ya que se aprecia dos líneas curvas pero no claras), y a S y E que sí son apreciables.

4ª línea: Se lee claramente VN AÑO y a continuación se aprecia el asta o trazo vertical de una letra, posiblemene una Y. Hay que decir que la Ñ en época medieval y moderna no existía y la virgulilla o la línea que escribimos por encima es una abreviación de una doble NN.

5º línea: Empieza con la S, después la M con una pequeña O (lo que significa que es una palabra abreviada), después los siguientes trazos podrían tratarse de una S (aunque no estamos muy seguros) y la A, C y R se aprecian claramente. Posiblemente la siguiente letra sea una A. Sin estar seguros del todo posiblemente esta frase quiera decir S[ANTISI]MO SACRA[MENTO].

6ª línea: Se aprecia bien una R, le sigue una Q (como en la 2ª línea) y una V. A continuación hay un espacio donde parece que la piedra un poco picada sin saber si habría alguna otra letra en medio. Le sigue una posible E, una N y un trazo curvo unido a la N que podría ser una D.

7ª línea: Lo único que puede verse bien es una E y después un asta diagonal, posiblemente una V.

A qué pertenece 

Este fragmento es indudablemente la reutilización de una lápida sepulcral o conmemorativa. La persona o difunto que encarga una lápida sepulcral es una persona de clase media-alta, lo suficiente adinerado como para poder tener un enterramiento y un epitafio que lo recuerde.

Los enterramientos desde la edad media solían producirse en el exterior de las iglesias, para aquellos sin recursos económicos, y en el interior de las iglesias, para los que tenían más recursos. Y dentro de este grupo, aquellos que podían pagar más dinero se enterraban más cerca del altar ya que era un modo de estar más cerca de Dios.

Al tratarse de una fragmento reutilizado como un sillar lo primero que nos preguntamos es de dónde proviene, si de la propia iglesia de San Nicolás o de otro lugar. Aunque sabemos que el ábside de San Nicolás se reformó a finales del siglo XV, no creemos que pueda tratarse de su interior ya que la propia familia del difunto habría pagado para que su recuerdo no se destrozara, a no ser que fuera suplantada por un epitafio de mayor coste. Podríamos pensar en un epitafio en el cementerio de San Nicolás, en el exterior, pero ¿alguien con el suficiente dinero para realizar un recuerdo en piedra estaría enterrado en el exterior? No lo creemos, ya que el mayor triunfo en aquel momento era enterrarse en el interior del templo y lo más cercano de la capilla mayor (para estar más cerca de Dios).

Datación de la piedra

Para precisar la datación de esta inscripción tenemos varios argumentos para decir que es de finales del siglo XV. Por un lado el ábside de San Nicolás fue transformado y ampliado a finales del siglo XV cuando se utilizó como capilla funeraria de la familia de los Zúñiga. Para ello levantaron un ábside poligonal con cubierta interior de nervios de crucería con terceletes, típica de este momento del reinado de los Reyes Católicos.  Los sillares tienen un color blanquecino y se pueden apreciar afloramientos del cretácico superior, lo que hace pensar que la piedra procede de las Canteras de Redueña en las zonas de Guadalix de la Sierra, el Molar, Venturada o Torrelaguna, de hecho la parroquia de Santa María Magdalena de Torrelaguna (finales del s.XV) está realizada con esta misma piedra.

Por otro lado en la 4ª línea se puede leer claramente VN AÑO. Se puede referir bien a una edad (del difunto) o a una fecha (quizás la de la lápida). Si el ábside es de finales del siglo XV, descartamos que pueda ser 1501, por lo que podría ser 1481 o 1491.

La escritura es en letra humanística capital. Esta tipología de letra se empieza a utilizar a partir de 1408, por influencia de la letra carolingia y a su vez de la latina romana, con el fin de separarse de los caracteres decorativos de la letra gótica, por lo que esta inscripción está dentro de la época del siglo XV.

Por qué su reutilización

El reutilizar el epitafio puede deberse a dos motivos, pensando en todo momento que ha habido un contrato entre canteros y mecenas para traer piedra de las canteras del norte de Madrid y labrarlas para realizar la capilla del siglo XV, pudo haber ocurrido que:

1.- Bien que en un momento dado no quedara piedra y se decide reutilizar la piedra inscrita, porque pertenezca a una lápida del antiguo ábside, quizás reemplazado por la familia del fallecido.

2.- Bien que una vez construido el ábside se realizara algún arreglo o «chapuza», de tal forma que sin haber quedado material se reutilizara la piedra. Pero esto nos llevaría nuevamente a la pregunta ¿pero de dónde se habrá reutilizado?

Conclusión

Al final, con todos estos datos, lo concluyente sobre esta inscripción es que perteneció a la segunda mitad del siglo XV, procedente de una lápida sepulcral y que fue reutilizada como sillar para hacer el ábside del siglo XV. Todo lo demás tendría que ser objeto de un mayor estudio o bien dejarlo en la conjetura o imaginación que siempre nos ofrece un Madrid escondido.

por : David Gutiérrez y Mercedes Gómez

En los comienzos del siglo XVII, según el Tesoro de la Lengua Castellana (Sebastián de Covarrubias, 1611) un Pasadizo era «el pontido [puentecillo] que se haze en una calle para pasar de una casa a otra».

En el siglo XIX la RAE (1817, 5ª ed. Imprenta Real) lo definió como «El paso estrecho que en las casas ó calles sirve para ir de una parte a otra atajando camino». Esta definición sigue vigente hoy día.

Los cambios en la definición de las palabras en cierto modo pueden explicar la evolución de las formas arquitectónicas y su significado.

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Escribir en el blog es divertido. Buscar o descubrir por azar obras de arte, lugares o edificios, fotografiarlos, leer sobre ello, pensar, escribir su historia y lo que nos sugiere… pero muchas veces una de las mejores cosas que acompaña al trabajo en un artículo es el intercambio con los amigos que participáis en él y a menudo aportáis información interesante. Eso es lo que ha ocurrido en el último post sobre los Pasadizos volados, que hoy actualizamos gracias a vuestra ayuda.

María Rosa, a quien como sabéis gracias a su estupendo blog, le encanta viajar tranquilamente por España, me ha escrito hablando de los pasadizos que recuerda. Uno que había muy bonito en la plaza de Cervantes en Alcalá de Henares, otro en El Escorial que comunica la Universidad María Cristina con el Monasterio. Fuera de Madrid, los restos del Pasadizo convertido en museo dedicado al Duque de Lerma en esta localidad; en este caso se trata de una gran galería elevada sobre una arquería que formó parte de una intrincada red de pasadizos que comunicaban su Palacio con varios conventos. Fueron edificados en los inicios del siglo XVII, igual que el que el poderoso valido de Felipe III construyó en Madrid en su Palacio de la Carrera de San Jerónimo.

Pasadizo del Duque de Lerma (Lerma. Foto: María Rosa Fernández)

Por mi parte no he podido evitar viajar un poco más lejos y recordar la maravillosa ciudad amurallada de la isla griega de Rodas en la que se encuentran dicen las calles medievales mejor conservadas de Europa que en verdad nos trasladan al pasado.

Calle de los Caballeros, Rodas (Grecia).

En Madrid, sin apenas rastros de la arquitectura medieval y desaparecidos todos los pasadizos del siglo XVII y XVIII, excepto el hueco que recuerda el paso que unía el Palacio de los Lasso de Castilla con la iglesia de San Andrés, mostrábamos solo dos, ambos del siglo XX. El de la Casa de Cisneros con la Casa de la Villa de 1909, y el del Congreso en la Carrera de San Jerónimo.

Pero no son los únicos pasadizos que existen actualmente en nuestra ciudad. David y Antonio, estimados amigos, a quienes conocéis por su habitual y siempre interesante participación, y por sus magníficos blogs, nos han aportado ejemplos nuevos. Curiosamente ambos tiene una cosa en común, David, con su Historia del Arte y Antonio en su Pessoas en Madrid buscan las huellas de Madrid en otras capitales o países europeos, Londres en el primer caso, y Lisboa, Portugal, en el segundo.

David nos ha recordado que existe otro pasadizo volado junto a la iglesia de San Nicolás, la más antigua de Madrid. Y Antonio nos ha trasladado al pasadizo de San Ginés. Los de San Nicolás y San Ginés no son exactamente corredores voladizos sino edificaciones sobre un arco, sobre un pasadizo encubierto. Pero ambos evocan sin duda las antiguas construcciones medievales.

El pasadizo de San Nicolás o Travesía del Biombo une las calles de Juan de Herrera y del Biombo.

Se trata de una construcción aneja a la iglesia construida probablemente en el siglo XIX, cuando hacia 1825 la orden de los italianos Padres Servitas se hicieron cargo del templo y aquí se instalaron.

Lo más llamativo es que este pasadizo de ecos medievales fue construido en uno de los rincones de Madrid que mejor conservan el antiguo trazado árabe mayrití de forma que se convierte en un recuerdo de tiempos pasados a los que viajamos con facilidad pasando bajo el arco junto al ábside del templo cuya torre del siglo XII es, exceptuando la muralla, la construcción más antigua de la Villa.

Algo parecido ocurre con el Pasadizo de San Ginés, otro de los rincones con más encanto del viejo Madrid. El edificio y el arco adosados a la iglesia quizá fueron construidos ¿también en el siglo XIX?. En cualquier caso, en la Planimetría General realizada en el siglo XVIII la casa junto al templo ya aparece representada unida formando parte de la misma manzana, y el callejón cerrado a la altura del arco.

Finalmente, Antonio nos descubre en pleno barrio de Salamanca un pasadizo volado muy sencillo de los años treinta del siglo XX, que recupera su función inicial que comentábamos el otro día, la meramente utilitaria.

Une la calle de Espartinas con el Pasaje de General Mola, así llamados hoy día después de un baile de nombres a lo largo de los años. En el nº 8 de la primera se encuentra la entrada al pasadizo y a la tienda de materiales de construcción cuyo escaparate exhibe tejas y ladrillos.

En fin, muchas gracias a María Rosa, a Antonio y a David, que me ha enviado las definiciones y una información interesantísima sobre los pasadizos encubiertos, y a todos los que con vuestros comentarios enriquecéis y animáis este blog, y nos acompañáis en nuestros paseos por Madrid. Es un placer.

Mercedes

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ACTUALIZACIÓN 13 enero 2013:

Actualizamos el artículo con dos fotos que ilustran algunas de las sugerencias que nos hizo Fernando Moreno en sus comentarios, el pasadizo volado del Palacio de Santa Cruz, hoy Ministerio de Asuntos Exteriores, visto desde la calle Concepción Jerónima.

Palacio de Santa Criz

Palacio de Santa Cruz

Y la galería que se encuentra en la Quinta de Vista Alegre.

Quinta de Vista Alegre

Quinta de Vista Alegre

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Los pasadizos volados son elementos arquitectónicos que unen dos edificios fronteros por su parte más alta, con el fin de facilitar la comunicación entre ambos. Su origen se remonta a las ciudades andalusíes de calles laberínticas, curvos trazados, arcos, recovecos y adarves o callejones sin salida. En la ciudad islámica, los pasadizos unían las diferentes partes de una vivienda o casas de un mismo propietario con un fin utilitario.

En 1530 se promulgó una ley que prohibía construir nuevos balcones, saledizos… y pasadizos, para evitar la falta de higiene o de luz que pudieran causar, y la fácil propagación de incendios entre dos viviendas en las estrechas calles medievales. Sin embargo, en el Madrid del siglo XVII se construyeron un gran número de ellos.

El Madrid de los Austrias, famoso por sus al parecer innumerables pasadizos subterráneos, que unían el Alcázar con palacios y conventos, fue también el Madrid de los pasadizos elevados, que llegaron a ser una de las construcciones más características del barroco madrileño, aunque con un nuevo significado. El pasadizo, conservando su función intimista y de secreto, se convirtió en un mirador privilegiado, al servicio del espíritu del Barroco, sus celebraciones religiosas y sus fiestas. Además de cumplir una función práctica, permitía observar y moverse libremente sin ser objeto de miradas indiscretas.

Virginia Tovar les dio el nombre de arquitecturas encubiertas por su función de ocultar, encubrir.

Los reyes implantaron su uso construyendo varios pasos elevados, permanentes o efímeros, desde el Alcázar Real hacia otras dependencias, como el Juego de la Pelota, junto a los Caños del Peral.

Juego de la Pelota (Texeira, 1656)

Esto motivó el deseo de la nobleza de imitar a los monarcas y disfrutar de sus propios pasos privados.

Así el Pasadizo se convirtió en elemento de diferenciación social, que permitía a los nobles no mezclarse con las clases bajas, no pisar las calles sucias… Los motivos para solicitar su construcción eran variados: la poca salud que no permitía asistir a misa, el deseo de unir casas entre miembros de una misma familia… La realidad fue que además de perseguir una comodidad, se convirtió en un elemento de clase y adquirió un significado religioso, pues en muchos casos suponía un acceso directo a la iglesia. En contrapartida, ésta recibía una cantidad de dinero por conceder ese privilegio. Era un buen negocio para todos.

Los alarifes de la villa visitaban el lugar para el que se solicitaba el corredor, analizaban, hacían un informe, y el Concejo decidía. El pasadizo debía no molestar a los vecinos, tener una altura suficiente que permitiera el paso de carruajes y las muy frecuentes procesiones, permitir el paso de la luz… debía ser proyectado por un alarife de la villa, incluso a veces por el Maestro Mayor, como veremos.

En teoría eran muchas las dificultades para conseguir la licencia de construcción, pero el Ayuntamiento siempre accedía, los solicitantes eran cortesanos o personajes muy influyentes.

Uno de los pasos más antiguos es el de la plaza de las Descalzas Reales, que como casi todos los que se construyeron en calles importantes, era una estructura en arco. Fue construido hacia 1582, entre la Casa de los Capellanes, junto a la iglesia del Convento, y la casa de María de Pisa, donde luego se levantaría el Monte de Piedad.

Plazuela de las Descalzas Reales (Texeira, 1656)

Conocemos este pasadizo situado frente a la iglesia de San Martín gracias a un grabado de Minguet, según dibujo de Diego de Villanueva, realizado en el siglo XVIII.

Vista del Convento de las Descalzas Reales. Minguet, 1758. Museo de Historia (memoriademadrid.es)

En los comienzos del siglo, de vuelta la Corte a Madrid, el poderoso Francisco Gómez de Sandoval Duque de Lerma levantó su casa de recreo en el Prado de San Jerónimo, según trazas de Juan Gómez de Mora. Junto a ella, en terrenos de su propiedad, construyó dos conventos, el de Santa Catalina de Sena de Dominicas, en la misma manzana en la que se hallaba su casa, y el de San Antonio de Capuchinos, al otro lado de la calle del Prado.

Carrera de San Jerónimo (Texeira, 1656)

En 1615 sobre la calle del Prado, se construyó, según trazas del propio Gómez de Mora, un corredor igualmente en forma de arco desde la tribuna que el Duque tenía en el Convento de los Capuchinos, hasta la que poseía en el Convento de Santa Catalina de Sena, así consiguió que su palacio se comunicara con ambos monasterios.

El de Lerma debió ser uno de los pasadizos más monumentales de la época. Frente a él, al otro lado de la Carrera de San Jerónimo, la marquesa del Valle construyó el que comunicaba su Palacio con el Convento del Espíritu Santo de la orden de los Clérigos Menores sobre la actual calle de Fernanflor. En los terrenos del Convento en el siglo XIX se construyó el Congreso de los Diputados y se abrió la calle de Floridablanca.

En los alrededores de la actual plaza de Ramales, entonces plazuela de San Juan, existieron varios pasadizos. En 1625 don Diego de la Cerda marqués de la Laguna pidió construir uno desde su casa al coro de la iglesia de Santiago afirmando que lo construiría tan alto y en arco como el de la calle del Prado. Su autor fue Gómez de Mora una vez más.

Iglesias de Santiago y San Juan (Texeira, 1656)

Otro pasadizo volado comunicaba la casa de los Guzmanes (en el lugar donde hoy se encuentra la casa que fue palacio del marqués de Trespalacios en la plaza de Ramales nº 3), con la tribuna en la iglesia de San Juan. Otro corredor unía las casas del Conde de Lemos frente a la plazuela de Santiago. Fueron varios los pasadizos reflejados por Pedro Texeira.

En diciembre de 1616 doña Inés de Toledo, marquesa de Cerralbo, construyó otro desde su casa a la iglesia de San Norberto, de los religiosos Premostatenses. En 1632 vivía allí el duque de Alburquerque y unió con otro pasadizo la de su suegra, la duquesa de Rioseco, con el fin de que su mujer se pudiera comunicar fácilmente con su madre. El cartógrafo representa este pasadizo, frente a la iglesia y su tapia, sobre la entonces calle de la Cuadra, próxima a la fuente de Leganitos, desaparecida por la construcción de la Gran Vía. En la hoy Cava de San Miguel Texeira dibujó el Cobertizo de San Miguel, y un pasadizo que unía la vivienda del marqués de Estepa en la Cava con otra que tenía en la plaza Mayor.

En la esquina de la Costanilla de San Andrés con la calle de los Mancebos se encontraba el Palacio de los Lasso de Castilla, levantado en el siglo XV y derribado en el XIX.

Palacio de los Lasso y la iglesia de San Andrés (Texeira, 1656)

Un pasadizo unía la torre del palacio, en el que se alojaron los Reyes Católicos, con la iglesia de San Andrés cuyo muro ha conservado desde entonces la huella de la antigua construcción.

San Andrés, sept. 2012

Recientemente se ha colocado una lápida de cerámica recordando la existencia del antiguo paso.

Curiosamente uno de los escasos pasadizos existentes hoy día pertenece al Ayuntamiento, en el pasado tan reacio a ellos. Lo diseñó Luis Bellido en 1909 para unir la Casa de Cisneros que había sido adquirida para alojar dependencias municipales, a la Casa de la Villa. El corredor fue construido sobre la calle de Madrid.

Calle de Madrid, julio 2012

El otro se encuentra sobre la hoy cerrada calle de Floridablanca, muy cerca del lugar donde hace cuatro siglos se encontraba el pasadizo que comunicaba el Convento del Espíritu Santo con el palacio de la marquesa del Valle.

Convento del Espíritu Santo (Texeira, 1656)

Este pasadizo moderno fue edificado a finales de los años 70 del siglo XX para unir el Congreso de los Diputados con su ampliación.

Congreso de los Diputados, sept. 2012

Además, los edificios del Congreso se comunican a través de un pasadizo subterráneo. Como en el siglo XVII.

por Mercedes Gómez

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Bibliografía:

V. Tovar Martín. El pasadizo, forma arquitectónica encubierta en el Madrid de los siglos XVII y XVIII, Villa de Madrid nº 87. Madrid, 1986.

C. de Mora Lorenzo. El pasadizo en el Madrid de los Austrias (siglo XVII). Madrid, Revista de arte, geografía e historia nº 6. Madrid 2004.

J.M. Muñoz de la Nava Chacón. El COAATM: sus sedes y su historia. (en Un edificio en crecimiento. COAATM Madrid 2008).

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