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A un paso de Puerta Cerrada, en la calle de Concepción Jerónima nº 15, en pleno centro histórico, se encuentra un edificio que llama la atención por su estilo racionalista industrial. Se trata de la Imprenta Municipal, como indica el letrero en su fachada de ladrillo adornada con detalles de Art Decó.

Construido por los arquitectos Francisco Javier Ferrero y Luis Bellido entre 1931 y 1933, es un magnífico ejemplo de la arquitectura desarrollada durante la 2ª República. En 1955 fue ampliado y remodelado por Lucio Oñoro.

La Imprenta Municipal en los años 30

Hace pocos días nos sorprendió una grata noticia, desde el pasado día 16 acoge un nuevo museo, el Museo de la Imprenta Municipal. De momento se ha abierto al público la planta baja, donde se encuentra la Sala de Máquinas, que nos propone un paseo por la historia de la imprenta y las artes gráficas, desde el nacimiento de la imprenta manual en el siglo XV hasta la creación de la imprenta mecánica en el XIX.

Según nos cuentan en el propio museo, está previsto inaugurar en breve el resto de plantas, organizadas alrededor del patio iluminado por un tragaluz.

En la Edad Media los textos eran todos manuscritos, el número de lectores aumentaba, y fue necesario buscar otros medios. A mediados del siglo XV surgió la imprenta manual que por primera vez permitía realizar copias de los escritos.

En Madrid la primera imprenta fue instalada en 1566, poco después de que Felipe II estableciera la capitalidad, por Alonso Gómez asociado con Pierres Cosin, así nos lo contó una exposición dedicada a la imprenta en el Museo de los Orígenes hace unos años.

Los textos se componían letra a letra, con tipos fundidos en plomo, antinomio y estaño que formaban las líneas en la galera o tabla que recogía la futura página.  Una vez creadas las páginas se reproducían utilizando las prensas de imprimir. Tinta y papel, eran los elementos necesarios.

Poco después se descubrió la técnica del grabado calcográfico, que permitía reproducir no solo textos sino también imágenes, de forma que nacieron las ilustraciones, que tanta y tan valiosa información nos proporcionan.

El origen de la Imprenta Municipal se remonta al año 1853 cuando se creó la imprenta del Asilo de San Bernardino, que formaba en el oficio a los niños acogidos, y realizaba los trabajos que el Ayuntamiento necesitaba. De allí pasó a la calle Noblejas, la Casa de la Panadería y la Casa de Cisneros, hasta el año 1934 en que se instaló definitivamente en el edificio de la calle Concepción Jerónima.

A través de misteriosos artilugios vamos conociendo los procesos de la impresión y los secretos del oficio de la encuadernación, o forma de unir las hojas de los códices y libros desde hace muchos siglos, mediante costura.

Un bonito paseo por la Historia de la Impresión, de la Tipografía, del Libro… y por la Historia de Madrid.

Prensa Krause de 1860

En su web están todos los detalles del nuevo museo, Imprenta Municipal-Artes del Libro , que viene a unirse a la larga lista de museos a nuestra disposición, con la intención de convertirse en un centro cultural vivo.

Bienvenido sea.

Por Mercedes Gómez

Queridos amigos:

Os deseo una ¡Feliz Navidad!, y que el Año Nuevo os traiga muchas cosas buenas.

Que estos días disfrutéis de las luces que iluminan nuestras calles y edificios.

Y un deseo más: ¡que sigamos compartiendo historias y experiencias en nuestra blogosfera!.

Muchos saludos y besos

Mercedes

Se acercan las Fiestas navideñas, y estos días uno de los paseos más apetecibles por Madrid es la visita a algunos de los numerosos belenes instalados en las iglesias, organismos públicos, tiendas y lugares diversos. Además de tener un significado religioso, los belenes son obras de arte de gran tradición, con una larga e interesante historia.

En un principio eran instalados únicamente en las casas de la nobleza o familias adineradas, pero según cuentan, a mediados del siglo XX la costumbre fue arraigando y a partir de entonces raro era el hogar en el que no se colocaba uno. Cuando yo era pequeña, en casa se ponía “el nacimiento”, aunque además del pesebre había un río de cristal, musgo, casitas, vecinos, los pastores con sus ovejas…, eran las “figuritas”, que mi madre con paciencia iba situando rodeadas de luces de colores.

Como entonces en las casas, ahora en Madrid los hay para todos los gustos, valiosos, modestos, grandes, pequeños, de barro, de madera, pintados a mano o vestidos con ricos ropajes.

Uno de los que más me gustan, y quizá el más antiguo, es el belén barroco de origen ecuatoriano que todos los años se expone en la Iglesia del Monasterio del Corpus Christi, más conocido como de Las Carboneras, donde se encuentra desde la fundación del Convento en 1605, hace más de cuatrocientos años.

El belén fue creado a finales del siglo XVI o principios del XVII en Quito, en madera policromada. Da gusto verlo, con sus figuras tan vivas, los expresivos rostros y las delicadas manos, en ese ambiente tan recogido, en una de las iglesias más bonitas de Madrid, a su vez en una plaza preciosa, la plaza del Conde de Miranda. Imprescindible.

Otro Monasterio, que este año celebra su IV Centenario, es el de la Encarnación, fundado en 1611. Con este motivo esta Navidad se muestra en su iglesia un belén procedente del Monasterio de las Agustinas Recoletas de Salamanca, lugar que abandona por primera vez. Fue realizado en Nápoles en 1645, siendo por tanto otro de los más antiguos que se conservan. Merecerá la pena una visita.

Es muy interesante la historia del arte belenista, que alcanzó gran fama en el siglo XVIII, con las espléndidas figuras realizadas en Nápoles, en la Real Manufactura de Porcelana de Capodimonte. De allí proceden algunas de las que se exponen en el Palacio Real, encargadas por el rey Carlos III para su hijo el Príncipe, en 1760.

Otro de mis preferidos, igualmente napolitano del siglo XVIII, es el de la Iglesia de San Andrés, en la plaza del mismo nombre, una pequeña obra maestra realizada en marfil.

La Navidad es una buena ocasión para poder conocer las maravillas que esconden nuestras iglesias más antiguas, algunas de ellas casi siempre cerradas, y que estos días abren para mostrar sus belenes y otras obras artísticas, como la del Real Monasterio de Santa Isabel, en la calle de Santa Isabel 48.

En el siglo XVIII y XIX fueron realizadas las tallas policromadas del belén de otra iglesia que ya conocemos, la del Santísimo Cristo de la Fe, en la calle de Atocha 87.

En la actualidad, uno de los mejores maestros es el escultor José Luis Mayo Lebrija, cuyos belenes causan admiración al público, por estar llenos de detalles y describir cómo pudo ser la vida en la ciudad de Belén hace más de dos mil años. Uno de los más conocidos es el de la Iglesia de San Miguel, en la calle de San Justo 4, que desde 2006 muestra un paisaje de corcho y musgo en el que las figuras a palillo (son figuras únicas, realizadas a mano) describen la vida en Belén.

José Luis Mayo nació en Toledo, pero desde pequeño ha vivido en Madrid, aquí estudió y comenzó su formación como escultor e inició su trabajo. Entre otros, es el autor de la mayor parte de las figuras del Belén del Ayuntamiento, instalado este año por primera vez en el interior del Palacio de Cibeles. Además de las escenas navideñas que comienzan con La Natividad, ofrece un recorrido encantador, a través de las calles, construcciones,

… personajes y oficios de la época.

Incluido el oficio de artista, que esculpe sus obras a las puertas de su casa, y guarda sus pinturas en el interior.

Esta es solo una pequeña selección, hay muchos paseos posibles por la Navidad madrileña, según nuestros gustos. Aquí tenéis algunos de los Belenes que se pueden visitar estos días en Madrid Ciudad Navidad.

Y si, entre todos, los más famosos o los más desconocidos, hay algún nacimiento que os parezca especialmente recomendable, por favor contádnoslo.

Por Mercedes Gómez

 

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Un artículo interesante:

Belenes: Obras de arte

Junto al Gran Lujo clásico de hoteles como el Ritz, que tuvimos ocasión de visitar hace un año con motivo de su centenario, Madrid ofrece otras alternativas. Hoteles nuevos, igualmente suntuosos y con todas las comodidades posibles, pero inspirados en los gustos actuales. En los inicios del siglo XXI, de la misma forma que ocurrió en el naciente siglo XX, la ciudad necesitaba hoteles que cubrieran las necesidades de un nuevo Madrid. Uno de los más sugerentes es sin duda el Hotel Urban, situado en la Carrera de San Jerónimo 34.

La Carrera de San Jerónimo, como la calle de Alcalá, nació en el siglo XVI cuando comenzaron las edificaciones en las afueras de la Puerta del Sol y surgieron los caminos en dirección al Prado Viejo de San Jerónimo, hoy Paseo del Prado. Desde entonces, a lo largo de los siglos, conventos, palacios, famosos restaurantes, cafés y hoteles han dado vida a esta histórica calle.

Sobre el solar situado en la esquina con la calle Ventura de la Vega, antes calle del Baño, desde 1589 se encontraba ubicado el Convento de religiosas de San Bernardo que se había trasladado a Madrid desde Pinto.

Cuenta Mesonero Romanos que era un edificio poco notable y su iglesia pobre y sin adornos, pero con un gran jardín.

Plano Nicolás de Fer (h. 1706)

El Convento y su iglesia fueron derribados en 1836, durante la Desamortización de Mendizábal. Sobre su solar se construyeron varias casas.

Foto: M.Urech (h. 1960). Catálogo “Madrid al paso” 2007 (Diario Madrid).

Entre la plaza de Canalejas y Ventura de la Vega se conserva en gran parte el sabor de siglos pasados, siendo el último tramo de la calle, de aquí a la Plaza de las Cortes, el que más transformación ha sufrido, con el derribo en 1988 de varias viviendas para la construcción de la polémica ampliación del Congreso.

diciembre 2011

En los primeros años del siglo XXI, tras el derribo del edificio que ocupaba el solar, que había sido declarado en ruina por el Ayuntamiento, fue levantado el nuevo hotel. Construido en acero y cristal, obra de los arquitectos Carles Bassò y Mariano Martitegui, fue inaugurado a finales de 2004. A pesar de tratarse de un edificio que rompe con la arquitectura tradicional, es respetuoso y armónico con el entorno.

Una torre de cristal, en la que se reflejan los edificios vecinos, que recuerda la proa de un barco, se eleva orgullosa en la esquina con la calle de Ventura de la Vega.

Además de tratarse de un edificio elegante y vanguardista, su mayor singularidad es que también, en cierto modo, es un museo. En él se exponen valiosas piezas procedentes de la Colección Arqueológica del propietario, Jordi Clos, quien además de empresario hotelero es fundador del Museo Egipcio de Barcelona. La arquitectura más moderna acoge piezas de las culturas más antiguas, Egipto, China, India, etc.

Desde la calle, tras los cristales, se puede contemplar la planta baja donde se encuentra, a la derecha, el bar, y a la izquierda, más discreto, el restaurante.

El ambiente logrado en el restaurante, que visitamos vacío, es muy cálido, con cómodos muebles y vajillas sencillas.

Junto a las obras de arte allí expuestas, destacan algunos elementos decorados con teselas de oro.

Todo en el Glass Bar, o Bar de Cristal, es transparente. El suelo, las sillas, lámparas…

En la Recepción, y en varios lugares del hotel, se encuentran diversos postes y figuras antropomorfas, en las que dicen residían los espíritus de antepasados que otorgaban la sabiduría del conocimiento.

El edificio está construido alrededor de un patio o atrio, un espacio coronado por un tragaluz tras el cual se encuentra el cielo de Madrid. Lamentablemente, nuestra visita se produce en otoño y de noche, por lo que no podemos acceder a la última planta, donde se encuentra la terraza desde la cual seguramente se puede contemplar una vista maravillosa.

Sin embargo, gracias a que es de noche sí podemos admirar la columna de alabastro que ilumina el atrio de piedra negra o granito de Zimbabue.

En cada piso, en el pasillo, junto a los ascensores panorámicos que llevan a las plantas superiores, hay una obra cuidadosamente elegida. Llegamos a uno de los últimos pisos donde nos recibe una espléndida talla de madera camboyana del siglo XVIII. Se trata de un elemento arquitectónico hindú cuyas protagonistas son las Absaras, divinidades femeninas, ninfas celestiales que simbolizan las aguas del cielo y la energía del océano.

Para terminar nuestro paseo por las instalaciones de este hotel tan especial, nos muestran la que consideran su “mejor habitación», un dúplex encantador con un gran ventanal ocupando la esquina del edificio, en el que las mayores comodidades, los últimos avances tecnológicos y la decoración más moderna conviven con las obras de arte.

Es asombroso, una columna simbólica del siglo XVIII, procedente de un templo budista birmano, realizada en madera estucada y pintada, y otras figuras antiquísimas, producen un contraste muy bello con los demás elementos de la moderna y confortable estancia.

Ha sido un placer poder conocer este hotel-museo, o museo-hotel, gracias a la amabilidad de su Director de Comunicación, Pepe García, que permitió la visita, a su Jefe de Eventos, Sylvia Robles, que la organizó y nos dio todas las facilidades, y al personal que nos atendió. Muchas gracias a todos.

Por Mercedes Gómez

Hoy ha amanecido un día precioso en Madrid, fresquito y soleado, bajo nuestro cielo azul. Era el día perfecto para ir al Retiro y visitar la instalación de Soledad Sevilla, Escrito en los cuerpos celestes, en el Palacio de Cristal, del Museo Reina Sofía.

Sobre esta obra escribió hace poco Jesús Olivan en su blog, poco puedo añadir a su espléndido artículo. Lo que sí puedo hacer es contar mis sensaciones. Creo que iba predispuesta a que me gustara, me apetecía mucho. Aún así no imaginaba lo que iba a encontrar en realidad.

Es una obra única, pensada especialmente para el Palacio de Cristal, que no solo invita a ver, mirar, admirar… sino a moverse, sentir y pensar. Participar. Un juego, como tantas veces en este maravilloso palacio de hierro y cristal.

Un juego de espejos, cristales y paneles llenos de signos, que dejan pasar la luz y las imágenes, o las recogen… a veces no estás segura si se trata de la realidad o su reflejo… todo es precioso.

El falso, provisional palacio, de azul intenso, nos sugiere la noche, instalado dentro del verdadero, y miramos hacia arriba buscando el cielo real, diurno, tras el ficticio.

Luego lo rodeamos, contemplando a la vez el exterior del Jardín, más cotidiano, y su imagen reflejada en las paredes del palacio recreado. Un juego de miradas y luces.

Un cielo imaginario lleno de interrogantes, exclamaciones, puntos suspensivos, paréntesis… que nos invitan a rellenarlos de palabras. Como la vida misma.

Es todo muy poético. Y muy bonito.

Por : Mercedes Gómez

 

El Museo Nacional del Romanticismo es quizá uno de los menos conocidos de Madrid. Antes llamado Museo Romántico, tras cerca de diez años cerrado por obras de reforma y restauración, ahora luce esplendoroso. La espera ha merecido la pena.

El pasado lunes tuve el placer de asistir a una visita guiada, invitada por el Museo, junto a otros autores de blogs dedicados al arte y a la vida cultural madrileña. Nos recibió su directora Asunción Cardona, y Carmen Cabrejas y Mª Jesús Cabreras, del departamento de Difusión, nos guiaron. Mil gracias a las anfitrionas.

Matritensis, autor del blog Es Madrid no Madriz, ha escrito una buena crónica de la visita, que os recomiendo, en la que podréis ver magníficas fotos del interior. Por mi parte, propongo otra visión, os invito a conocer un poquito la historia de la calle, del edificio y su jardín, y por supuesto animo a todos a visitar el Museo, interesante y encantador.

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El Museo del Romanticismo se encuentra en la calle de San Mateo, que ya en el siglo XVII recibía este nombre. Iba desde el camino de Fuencarral hasta la Puerta de Santa Bárbara, atravesando la calle de las Flores, actual Mejía Lequerica. En ella se encontraba una de las arcas cambijas que distribuían el agua del Viaje de la Fuente Castellana. Las casas de Juan de Echauz, situadas en los terrenos en los que después se construiría nuestro edificio protagonista, recibían medio cuartillo de agua.

Plano de Texeira (1656)

La calle, situada en lo que entonces eran las afueras de la Villa, próxima a la Cerca, albergó a la nobleza desde muy pronto. Se conservan algunos palacios construidos entre el siglo XVIII y XIX, el del conde de Villagonzalo y el del marqués de Ustáriz, en la zona próxima a la plaza de Santa Bárbara, el palacio del duque de Veragua, en el nº 7, y el Palacio del marqués de Matallana, sede del Museo que hoy visitamos, en el número 13.

En el último cuarto del siglo XVIII fue cuando el solar pasó a manos del marqués de Matallana, quien en 1776 encargó la construcción de su palacio al arquitecto Manuel Rodríguez, sobrino del gran Ventura Rodríguez. Don Manuel levantó un edificio de estilo clasicista, de líneas limpias y sencillas, y escasos adornos.

La entrada principal tiene lugar por la calle de San Mateo, aunque existe otra entrada en el nº 14 de la calle de la Beneficencia, antes San Benito. Mediado el siglo XIX la construcción fue adquirida por los condes de la Puebla del Maestre.

El museo ha estado ubicado en este edificio desde que en 1921 fue creado por Benigno de la Vega-Inclán y Flaquer, II marqués de la Vega-Inclán, quien donó al Estado una serie de obras de arte y objetos de su colección privada. Don Benigno fue uno de los personajes más importantes de la vida española en los años finales del siglo XIX y comienzos del XX, coleccionista de arte e impulsor de la cultura, junto con otros como José Lázaro Galdiano, Manuel Laredo y el marqués de Cerralbo.

En 1927 el edificio fue adquirido por el Estado.

En el zaguán de entrada, nos da la bienvenida el busto del Marqués, realizado en 1931 por el escultor Mariano Benlliure.

El edificio, en forma de “L”, está organizado alrededor de dos patios, más el jardín, como se aprecia en el plano del General Ibáñez de Ibero.

Plano del Gral. I. de Ibero (h. 1875).

Uno de los patios se puede contemplar desde el zaguán, tras una puerta protegida por una bonita verja y arco de medio punto, con una sencilla fuente, cubierta por un emparrado sobre un suelo de grava que forma figuras geométricas tan perfectas que parecen una alfombra.

También se conserva el precioso Jardín Romántico, sorprendente remanso de paz en pleno centro de Madrid, en el que únicamente escuchamos el ruido del agua de una fuentecilla que lo adorna, junto a plantas, flores y árboles de diversas especies, entre los que destaca un gran magnolio centenario.

Los sencillos balcones de algunas estancias de la casa, ahora museo, se asoman a este jardín que por un ratito nos traslada a tiempos románticos.

En la esquina contraria, algo escondido, a los pies del magnolio, hay un brocal de piedra acaso del antiguo pozo que surtía al palacio del agua necesaria.

Es una alegría comprobar cómo el jardín conserva el antiguo trazado y el pilón de la fuente que ya existía cuando el museo fue aquí instalado, como se aprecia en la foto de los años 20 del siglo pasado:

Foto : Hauser y Menet (1920-25). Museo de Historia.

3 diciembre 2011

La bonita figura del niño que sostiene una flor de la que mana el agua debió instalarse posteriormente.

El museo, planteado como una evocación y explicación del siglo XIX, propone distintos recorridos, aunque paralelos entre sí: el arte de la época, la historia, la vida cotidiana y los usos sociales… Es un museo pequeño pero que nos ofrece una riqueza extraordinaria, la pintura de grandes maestros, muebles y objetos que recrean la vida de la burguesía decimonónica, y mucha historia, además de interesantes actividades que podéis consultar en su web, y una estupenda Librería romántica.

Por Mercedes Gómez 

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