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Hace unos años conocimos su historia, la de uno de los caprichos románticos construidos por Isidro González Velázquez en El Retiro por encargo del rey Fernando VII, la Montaña Artificial, proyecto de 1817.

En aquellos momentos, 2017 –cumplía 200 años–, no se podía acceder, como contábamos. Ahora, años después, por fin se ha terminado su restauración y acondicionamiento. Se solucionaron los problemas de humedades, hace ya unas semanas volvió el agua a la ría y sus cascadas, se puede subir a su cima y su interior ha sido magníficamente restaurado. Esta entrada al Retiro por la Puerta de O’Donnell ha revivido, hay bastantes visitantes alrededor de la nueva Montaña, que se admiran del espacio interior, y comentan, hacen fotos, suben y bajan por los caminitos y escaleras… el paseo sin duda es divertido.

Un dibujo publicado en el Semanario Pintoresco Español en 1840 la representa desde el lado de la cascada principal, con las esculturas de los dos leones a sus pies, que allí continúan, dando la bienvenida.

Semanario Pintoresco Español, 1840 (BNE)

Recordemos que el capricho recibía el nombre de Montaña Rusa, así aparece mencionada en los planos del siglo XIX, y Montaña Artificial. Otros nombres populares fueron el Tintero y la Escribanía, por la forma del templete que la coronaba. Después, más recientemente, en una época de abandono, fue conocida como la Montaña de los gatos. Hace pocos años, los grafitis y otras cosas desagradables contribuían al deterioro.

La Montaña Artificial se llama así porque es una construcción arquitectónica, fantástica. En su exterior, que ahora ha recobrado su esplendor, parece una montaña natural, con sus estanques, cascadas, senderos, árboles, plantas y flores.

La cúpula, hace unos años muy deteriorada, se ha rehabilitado. Se ha construido una de cristal a modo de lucernario que permite ver el interior, y sobre todo, iluminarlo. Unos peldaños a su alrededor permiten sentarse y contemplar unas bonitas vistas del Retiro y entorno cercano.

Pero la gran singularidad de la Montaña está en su interior.

Desde la entrada, tantos años cerrada, una galería abovedada nos dirige hasta el  extraordinario espacio central.

Una gran bóveda de ladrillo, de planta circular, levantada sobre varias galerías abovedadas de ladrillo y mampostería, con un diámetro de unos 14 metros y una altura de 11 metros hasta el óculo central.

Además de la galería de entrada, de la rotonda parten otras tres galerías hacia otros puntos de la montaña, donde se encuentran los estanques.

Además de las mencionadas cuatro galerías en la base, hay otra, situada sobre la de la entrada. Se trata de otro acceso desde el exterior, que tiene lugar a través de una terraza, situada sobre dicha puerta de entrada.

Se cree que en su interior pudo encontrarse una noria que elevaba el agua, como otras que existían en el Buen Retiro. Recordemos la Noria de la Casa del Contrabandista y las de la Fábrica de Porcelana.

Ahora, durante las obras, se han recuperado los restos, bajo una de las galerías, de un viaje de agua que conducía a una de estas estructuras hidráulicas.

Es interesante saber que en el exterior, a unos sesenta metros, existen elementos conservados de una noria que los autores Ortega Vidal y Marín Perellón apuntan podría tener relación con la Montaña. El conjunto se aprecia muy bien desde el mirador.

Su cercanía a las ruinas románicas de la iglesia de San Isidoro, que en cierto modo los ensombrece, y la falta de información, han ocasionado que estos importantes vestigios pasen desapercibidos y sean prácticamente desconocidos.

Hay restos del brocal del pozo y del soporte de la rueda de la noria sobre una gran plataforma cilíndrica de ladrillo y mampostería. Una trampilla moderna protege la galería subterránea de ladrillo.

Desde la plataforma una estructura rectangular que parece esconder los restos del viaje de agua se dirige hacia la Montaña Artificial.

La construcción es preciosa.

Como vimos, en el interior de una de las galerías ahora restauradas se han hallado restos de un viaje de agua que, por la dirección, ¿podrían ser continuación de esa galería exterior?

Además de poder disfrutar de este lugar especial, en su exterior y en su interior, estos días en la Montaña Artificial hay una pequeña muestra, una serie de fotografías y cartelas sobre su propia historia; se anuncia que en el futuro será Sala de Exposiciones, como ya lo fue en el pasado.

La buena noticia: después de anunciar su cierre al cabo de una semana de su apertura, la Sala sigue abierta, de forma indefinida. Horario: mañanas, de 11 a 13 h.; tardes, de 18 a 20 h.

Por: Mercedes Gómez

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Madrid recupera la Montaña de los Gatos de El Retiro, que reabre 20 años después de su cierre.  Ayuntamiento de Madrid, jul 2023.

ORTEGA VIDAL, Javier – MARÍN PERELLÓN, Francisco José, “El conjunto del Buen Retiro, 1823-1835”, en Isidro Velázquez, 1765-1840, arquitecto del Madrid fernandino, Ayuntamiento de Madrid, 2009.

El curioso parlante, «Los jardines reservados del Retiro», Semanario Pintoresco Español, Madrid, 5 jul 1840.

La Fuente del Águila, esculpida hacia 1562, es la fuente monumental más antigua de Madrid, que, recordemos, ahora se encuentra expuesta en la Galería de las Colecciones Reales.

Pero la fuente más antigua conservada, en su última ubicación, es la Fuente de los Tritones, situada a los pies del Palacio Real en los Jardines del Campo del Moro, desde mediados del siglo XIX, aunque fue construida antes de 1656 pues en esa fecha ya se encontraba en el Jardín de la Isla en Aranjuez.

El abate François Bertaut en su Journal du voyage d’Espagne, viaje que realizó en 1659, describe el día en que llegó al Real Sitio de Aranjuez, «la más bella casa de recreo del rey de España y, se podría decir, una de las más bellas del mundo». Bertaut alaba los jardines y los caminos adornados con estatuas de bronce y de fuentes con sus estanques de mármol. Las describe, y cuenta que en una de ellas, «en cada una de sus cuatro esquinas hay árboles muy altos, altura desde la que caen cuatro chorros de agua en el pilón», admirando el mecanismo hidráulico con tuberías ocultas que permitían esos extraordinarios juegos de agua. Eran tiempos del reinado de Felipe IV.

Hace tiempo hablamos de la Fuente de los Tritones, una imagen de la Corte, a propósito de la pintura que guarda el Museo del Prado, La Fuente de los Tritones en el Jardín de la Isla, de Aranjuez (1657), considerada obra del Taller de Diego Velázquez, óleo sobre lienzo, procedente de la Colección Real. Actualmente expuesta en la Sala 16A.

La Fuente de los Tritones en el Jardín de la Isla, de Aranjuez, 1657 (Foto: Museo del Prado)

Los Jardines de Palacio, conocidos como Campo del Moro –nombre que en realidad no se sabe de dónde proviene– fueron creados en tiempos de Isabel II; la fuente fue allí trasladada en 1845. Unos años después, junto con el conjunto de los jardines, fue restaurada; el pilón rectangular fue sustituido por uno nuevo, circular, de granito.

La Ilustración Española y Americana, 1894 (Grabado según dibujo de Comba)

Hasta hace pocos días, la única entrada a los Jardines abierta al público era la del paseo de la Virgen del Puerto. En la hermosa alfombra verde que siempre hemos contemplado desde esta entrada, primero veíamos la Fuente de las Conchas, del siglo XVIII, y al fondo, la más cercana a Palacio, la Fuente de los Tritones, del XVII. Durante años hemos lamentado no poder acercarnos a ella y contemplarla.

Jardines del Campo del Moro

Los accesos desde la Cuesta de San Vicente y desde la Cuesta de la Vega han estado tradicionalmente cerrados. Ahora, a raíz de la inauguración de la Galería de las Colecciones Reales se han abierto al público. Una buena noticia.

Entrada al Campo del Moro por la Cuesta de San Vicente

Además de poder acceder al Campo del Moro desde una zona más céntrica y/o más cómoda para muchos visitantes, por fin podemos aproximarnos a la fuente, aunque lamentablemente no demasiado, hay que verla y fotografiarla a bastantes metros de distancia. La antigua fuente de mármol está en una rotonda –no se desde cuándo– y no se permite acercarse a ella.

La fuente está coronada por un amorcillo.

Fuente de los Tritones (detalle). Museo del Prado.

Bajo la taza superior, un festón de flores y frutos, y una columna con dos figuras aladas que representan Victorias.

Bajo la taza inferior, rodeando la columna central, decorada con sirenas y delfines, hay tres ninfas y entre ellas mascarones con uvas y guirnaldas.

Fuente de los Tritones (detalle). Museo del Prado.

El nombre proviene de los tres tritones situados en la parte más baja sobre tres escalones que, sujetando unos escudos, cargan unos cestos; el agua caía hasta el pilón desde las dos grandes tazas.

Ahora no hay agua en la fuente, probablemente, entre otros motivos, para evitar la erosión que ya ha afectado a las delicadas esculturas de mármol labradas en el siglo XVII.

No se cuál sería su mejor ubicación pero sería deseable que los caminantes pudiéramos acercarnos a ella más que los coches.

Por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

BERTAUT, Françoise. Journal du voyage d’Espagne, contenant une description fort exacte, de ses royaumes, et de ses principales villes
A Paris : Chez Claude Barbin, 1669
Copia digital de la Biblioteca del Banco de España, 2019.

«El Campo del Moro», Ilustración Española y Americana, Madrid, 30 agosto 1894.

MARTÍNEZ CARBAJO, A.F. y GARCÍA GUTIÉRREZ, P.F. Fuentes de Madrid. Arte e Historia. Ed. La Librería. Madrid, 2009.

Museo del Prado

monumentamadrid.es

 

 

 

 

 

(I) Pedro de Alcántara Téllez-Girón, príncipe de Anglona

El Palacio de Anglona –situado entre la Costanilla de San Pedro, la calle Segovia, la Costanilla de San Andrés y la calle Príncipe de Anglona– ha tenido varios propietarios a lo largo de su historia, pero hoy día tanto la calle como el palacio y su jardín conservan el nombre del ilustre príncipe que lo heredó en los comienzos del siglo XIX.

No se conoce la fecha exacta ni el autor de la construcción del edificio primitivo pero se sitúa entre los años 1675 y 1690, aunque sus orígenes se remontan al siglo XVI, época de la que ya se conocen algunos datos. Entonces se trataba de un conjunto de casas ubicadas junto a la iglesia de San Pedro que pertenecían a los Vargas, que como sabemos tenían diversas propiedades en la zona; en el inicio del siglo XVII estas pasaron a ser propiedad de los Benavides.

Posteriormente, en 1637, el XI conde – VIII duque de Benavente, Antonio Alonso Pimentel, obtuvo la propiedad al casarse con Francisca de Benavides, nieta de Álvaro Benavides e hija de los marqueses de Javalquinto y Villarreal.

Los Benavente utilizaron este palacio como residencia principal.

Plano de Texeira, 1656

La Costanilla de San Pedro antes fue la calle de la Palma y la calle del Príncipe de Anglona era la calle Sin Puertas; ambas así figuran en la Planimetría General de Madrid del siglo XVIII. La calle del Príncipe de Anglona recibe este nombre desde 1889.

El jardín fue construido sobre un antiguo huerto de los Vargas, salvando el gran desnivel del terreno, por lo que en algunos lugares aparece con la denominación de jardín colgante. La entrada tiene lugar por la plaza de la Paja, y sus muros al norte se asoman a la calle Segovia, con una altura de seis metros. Tiene una superficie de aproximadamente 500 metros cuadrados.

El diseño de 1761 es de Nicolás Chalmandrier, que aparece representado en el plano de Madrid del mismo autor.

Plano de Chalmandrier, 1761

Se supone que el palacio fue reformado antes de 1771, «para su mejor y más cómoda habitación» cuando tuvo lugar la boda entre la Condesa de Benavente María Josefa Alonso Pimentel y Pedro de Alcántara de Téllez Girón. Se les destinó este palacio en la calle Segovia pero el matrimonio eligió el Palacio de los Osuna en los altos de Leganitos ‑que ya no existe‑. Don Pedro, tras la muerte de su hermano mayor, pasó a ser IX duque de Osuna.

Francisco de Goya los retrató en el gran lienzo de la familia, Los duques de Osuna y sus hijos, fechado hacia 1787, que se encuentra en el Museo del Prado.

«Los duques de Osuna y sus hijos», F. de Goya, 1787-88. Museo del Prado.

Una gran reforma del edificio tuvo lugar en 1776 a cargo de Vicente Barcenilla. A finales de siglo, en 1793, Ángel María Tadey, contratado por la duquesa de Benavente, marquesa de Peñafiel, realizó mejoras de calidad en la decoración de su interior, y en el jardín, donde instaló un puente, un cenador, una casita para las gallinas… todo al gusto de la época.

Según Ramón Guerra de la Vega, en 1800 el interior fue decorado por el francés Jean-Démosthène Dugourc, que trabajó para el rey Carlos IV y, recordemos, también decoró el palacio de Manuel Godoy en la plaza de la Marina española.

En 1802, con motivo de la boda del primogénito de la Casa de Osuna, XI marqués de Peñafiel, Francisco Borja Téllez Girón con María Francisca Beaufort y Toledo, tuvo lugar la reforma más importante del palacio, a cargo del arquitecto Antonio López Aguado que lo convirtió en un edificio de planta rectangular, con dos patios interiores.

Al ser nombrado X duque de Osuna, el heredero Francisco Borja abandonó la casa, que pasó a su hermano Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Alonso Pimentel, príncipe de Anglona –título que heredó de su madre– y marqués de Javalquinto, hijo segundo de la Casa de Osuna.

Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Alonso-Pimentel, príncipe de Anglona (1786- 1851), hijo menor de Pedro de Alcántara Téllez-Girón, IX duque de Osuna, y de Josefa Alonso-Pimentel, condesa-duquesa de Benavente, es el niño que Goya representó sobre un cojín, a los pies de su madre, en el retrato familiar.

«Los duques de Osuna y sus hijos», F. de Goya, 1787. Museo del Prado. (detalle)

El otro niño, que está de pie, es su hermano, el tercero y el mayor de los varones, Francisco de Borja Bruno Téllez Girón, entonces futuro X duque de Osuna.

Agustín Esteve pintó al príncipe cuando tenía unos doce años. Se desconoce donde se encuentra el cuadro en la actualidad pero felizmente en el Archivo Ruiz Vernacci del IPCE se conserva una fotografía.

Fotografía del retrato de Pedro de Alcántara Téllez-Girón, Príncipe de Anglona, pintado por Agustín Esteve. ¿José Lacoste? Albúmina, 1900-15. Archivo Ruiz Vernacci.

Otra imagen del príncipe de Anglona en la que aparece representado junto a su hermano, Francisco de Borja Téllez Girón, es la que pintó William Beeckey, «El X duque de Osuna y su hermano el principe de Anglona», de la que también se conoce una fotografía, incluida en 1925 en la exposición de Retratos de niños en España y publicada en «Retratos de la familia Téllez-Girón, novenos duques de Osuna», de Joaquín Ezquerra del Bayo.

«El X duque de Osuna y su hermano el principe de Anglona», William Beeckey. Una copia de la fotografía se conserva en el Archivo del Centro de CC Humanas y Sociales del CSIC.

Se casó con María del Rosario Fernández de Santillán. Por herencia familiar el príncipe de Anglona fue militar desde niño, pero también fue amante de las letras, la historia y el arte, igualmente heredero de la ilustración de sus padres. Llegó a ser director de la Real Academia de San Fernando y desde 1820 a 1823 fue director del Museo del Prado, cuando aún se llamaba Real Museo de Pintura y Escultura.

El príncipe de Anglona murió en 1851, a la edad de 65 años.

«Príncipe de Anglona», V. Carderera, 1843. Museo del Romanticismo.

En 1872 su hijo y heredero Pedro de Alcántara Téllez Girón y Fernández de Santillán vendió la casa al marqués de la Romana.

Palacio de Anglona (Foto: Madrid a 360º)

(II) El Palacio y el Jardín del príncipe de Anglona

La familia de los marqueses de la Romana, que fue su propietaria durante más de un siglo, hasta 1983, fue quien en 1920 encargó la reforma del jardín a Javier de Winthuysen.

Planta del Jardín del Palacio de Anglona. Javier de Winthuysen (1920). Archivo Real Jardín Botánico.

Winthuysen incluyó en su diseño elementos del jardín clásico andaluz, con fuentes y bancos con azulejos, parterres y pilastras a lo largo del muro.

Dibujo de la fuente del palacio de Anglona. Javier de Winthuysen (1920).

Los nuevos dueños también fueron dignos inquilinos del palacio, amantes del arte, como demuestra la colección que atesoraron.

El 11 de abril de 1926 los socios de la Sociedad española de excursiones lo visitaron. En su crónica se describe el interior y las valiosas obras de arte que allí pudieron contemplar. Tras la escalera y el vestíbulo, una antesala decorada con un tapiz flamenco y otros objetos, el salón verde con pinturas notables…

… y una sala llamada de los Goyas, con nueve cuadritos del pintor, entre ellos La Maja y el Petimetre. El Salón de baile, el comedor, etc. todo ello descrito con admiración.

«La Maja y el Petimetre». Goya. Colección del marqués de la Romana.

Posteriormente, entre los años 1942 y 1978 lo alquilaron al Ayuntamiento de Madrid, que instaló allí unas oficinas.

El Ayuntamiento abandonó el edificio en 1978, debido a su mal estado, pero inició los trámites de expropiación del jardín para convertirlo en zona verde.

Cuando en 1983 la empresa Anglona S.A. compró el palacio para su transformación en viviendas aún pertenecía a los marqueses de la Romana. La empresa se comprometió con el Ayuntamiento a reformar también el jardín, obra que inició la paisajista Lucía Serredi, quien dijo que «…bajo 40 centímetros de tierra y hojas secas, encontramos unos caminos de ladrillos bordeados por setos de boj ya totalmente secos, formando un parterre que muy bien podía corresponder al original del siglo XVIII».

En 1987 estas obras se interrumpieron por falta de presupuesto, según se publicó. Las viviendas de lujo ya estaban todas vendidas.

La rehabilitación del antiguo Palacio de Anglona para viviendas obtuvo uno de los doce Premios de Urbanismo y Arquitectura del Ayuntamiento de Madrid, que no se entregaban desde antes de la Guerra Civil y que se recuperaron en 1986.

Foto: Informes de la Construcción, 1986

Foto: Informes de la Construcción, 1986

La rehabilitación integral del edificio fue realizada por Ignacio Blanco Lecroisey y Jaime Martínez de Ubago y de Liñán; la obra se llevó a cabo en 1984-1986. Carlos Boyer Monsalve continuó la obra entre 1986-1987. Los autores de una segunda rehabilitación fueron José Ángel Rodrigo García y Jaime Castañón Fariña.

Vestíbulo de entrada al palacio de Anglona. Foto : Madrid a 360º

Los jardines, que mantuvieron la propiedad municipal, y por tanto eran públicos, estaban cerrados, los vecinos de las dieciséis viviendas de lujo tenían la llave y no dejaban entrar a nadie, al parecer con el consentimiento del Ayuntamiento. No se abrieron hasta el año 2002.

Conservan algunos elementos, como es su tapia, con paños de tapial de adobe y albardillas de losetas cerámicas, uno de los elementos usualmente utilizados por la jardinería tradicional en Madrid, de las que quedan pocos ejemplos.

Aunque se mantiene el antiguo trazado y el solado original de ladrillo, otros elementos singulares han desaparecido. Se conserva el pavimento de los paseos y algunos dibujos de la plazoleta central formados por ladrillos colocados creando un dibujo de espina de pez.

Antigua fuente de taza baja construida en mármol blanco

Como elementos singulares, además de las fuentes destacan un cenador y dos pérgolas. Durante la reforma, en el centro se instaló una pequeña fuente de piedra.

Su trazado, que originalmente fue neoclásico, presenta dos caminos geométricos de ladrillo aparejados a sardinel, y con un bordillo de granito. Dichos caminos se cruzan perpendicularmente, dando lugar a cuatro cuadrantes conformados por setos de boj.

Palacio y Jardín del Príncipe de  Anglona, 2023. Foto: Vicente Benítez Blanco

Por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

PEÑUELAS, José. «Visita al palacio de los marqueses de la Romana» en Boletín de la Sociedad española de excursiones, dic. 1926.
Catálogo Javier de Winthuysen. Jardinero. Andalucía. Sevilla, Córdoba 1989-1990.
GUERRA DE LA VEGA, Ramón. Palacios de Madrid. Madrid, 1999.
COAM. Guía de Arquitectura, Madrid 2003.
MARTÍNEZ, África. Palacios madrileños del siglo XVIII, Ed, La Librería, Madrid 2003.
LABAJOS, Luciano y RAMON-LACA, Luis. Jardinería tradicional en Madrid. Ed. La Librería, Madrid, 2007.

El País, 28 mayo 1986, 20 jul 1987, 26 mayo 1992, 14 mayo 2005.

Madrid a 360º

 

Manuel Herrero Palacios nació en 1911. Estudió en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Comenzó a trabajar para el Ayuntamiento de la Villa después de la guerra y se convirtió en un importante arquitecto municipal cuyas huellas aún subsisten en gran parte de la ciudad. Durante muchos años fue Jefe del departamento de Parques y Jardines y Estética urbana, cargo desde el cual trabajó en destacadas obras y reformas.

Él mismo escribió en 1958 en la revista Villa de Madrid que «… las zonas verdes y arboladas tienen una importantísima misión para la vida y el confort de la Ciudad…»

Además, desde su puesto en el Ayuntamiento, bajo una visión en cierto modo un tanto barroca de la ciudad, siempre prestó mucha atención al agua, su importancia en jardines, paseos y plazas, su necesidad para el bienestar de los ciudadanos; don Manuel diseñó láminas de agua, estanques y fuentes, algunas de las cuales felizmente se conservan.

En 1944 Herrero Palacios comenzó la gran reforma del Salón del Prado, el hoy llamado eje Prado-Recoletos, que se llevó a cabo durante los siguientes veinticinco años.

A lo largo de ese trayecto, desde Atocha hasta Colón, incluso en su prolongación, la Castellana, encontramos sus creaciones.

Frente al hoy Ministerio de Sanidad, –el Museo del Prado al otro lado del paseo–, se conserva un estanque de granito con tres surtidores verticales realizado hacia 1952.

Paseo del Prado

Dentro de esta amplia reforma a finales de los años 50, en el Paseo del Prado, en una pequeña plazoleta frente a la calle de Montalbán, instaló la Fuente de los Patos, cuyas esculturas como ya contamos son muy antiguas.

Otro precioso estanque es el de Recoletos, de 1969, con la cascada en otro tiempo llamada de la Mariblanca pues allí fue colocada la emblemática estatua, hasta 1984, como también vimos. Aunque sin la bella Mariblanca, la hermosa cascada, a lo largo de siete láminas de agua escalonadas, continúa adornando el paseo.

Paseo de Recoletos

En 1949 diseñó un estanque de granito para los Jardines de Sabatini, fiel a su estilo habitual. La escultura central fue instalada años después, al parecer es obra de Roberto Baeza.

Jardines de Sabatini, 2007.

En 1950 fue autor de otro de los grandes proyectos urbanísticos madrileños, la primera reforma de la Puerta del Sol. Se instalaron dos fuentes que en la actualidad se encuentran en Vallecas.

Paseo de Federico García Lorca

Ese mismo año fue instalada en la calle de la Princesa la Fuente mural homenaje al doctor Jaime Ferrán, situada al pie de un conjunto con doble escalinata que salva el desnivel entre esta calle y la plaza de Cristino Martos. Herrero Palacios trabajó junto al también arquitecto municipal Luis Pérez-Mínguez. La decoración escultórica fue obra de Federico Coullaut-Valera Mendigutia, hijo de Federico Coullaut-Valera. En 1975 fue restaurada por el propio Herrero Palacios.

En 1958 amplió y reformó el estanque donde se encuentra el monumento a Isabel la Católica cuando este fue trasladado al emplazamiento actual por motivos del creciente tráfico del paseo de la Castellana.

Monumento a Isabel la Católica.

En marzo de 1962 fue inaugurada en los Jardines de Cecilio Rodríguez en El Retiro la Fuente de las Gaviotas, donada por la Embajada de Noruega. Una fuente circular con un surtidor junto a un estanque en el que siete gaviotas unidas por las alas adornan el conjunto. El escultor de las figuras fue Jaime Fernández Pimentel; las rocas que rodean las gaviotas fueron traídas desde la Pedriza por orden del arquitecto. Las aves fueron fundidas en hierro por lo que sufrieron gran deterioro; el propio escultor en 1999 realizó las réplicas en acero inoxidable que vemos actualmente.

Fuente de la Gaviota, Jardines de Cecilio Rodríguez.

Ese mismo año el arquitecto diseñó la Fuente de la plaza de Mariano de Cavia en la que repitió el diseño de aves volando, en movimiento gracias a un mecanismo que lo permite. Siempre se ha considerado que era la Fuente de las Gaviotas, aunque en algún lugar figura que son tres patos… En cualquier caso, el escultor fue Gerardo Martín Gallego. Hace unos meses las esculturas no estaban en su lugar, acaso trasladadas para su restauración; hoy día lucen espléndidas.

Plaza de Mariano de Cavia

Cerca del monumento a Isabel la Católica, hacia 1965 fue construida por el ingeniero Carlos Buigas (autor de las conocidas fuentes de Montjuich en Barcelona), con la colaboración del arquitecto Herrero Palacios, la Fuente de la plaza de San Juan de la Cruz. Su gran pilón circular está adornado por doce peces, varios juegos de agua, y un surtidor central de catorce metros.

Plaza de San Juan de la Cruz

En 1969 diseñó la Fuente de las Conchas o del Nacimiento del Agua, que estuvo en la Plaza de España hasta que comenzaron las obras actuales. Las ninfas de bronce fueron realizadas en 1970 por el escultor Antonio Campillo.

Plaza de España (antes de 2019)

Las piezas del pilón de esta fuente pudimos verlas numeradas en el Almacén municipal del Taller de Cantería de la Casa de Campo, con la esperanza de que vuelvan a adornar y refrescar la nueva plaza de España, finalizadas las obras.

Taller de cantería, 2019.

Ese mismo año de 1969 proyectó la Fuente de los delfines en la plaza de la República Argentina. En este caso las esculturas de bronce son obra del artista Cristino Mallo.

Plaza de la República Argentina

A partir de 1970 nuestro protagonista trabajó en la reconstrucción y restauración del Templo de Debod junto al arqueólogo Martín Almagro Basch. Diseñó el estanque.

Una de las fuentes de Manuel Herrero Palacios desaparecidas, de la que hemos hablado aquí hace poco, es la Fuente de la Red de San Luis. En esos comienzos de los años 70 del pasado siglo XX el arquitecto volvió a utilizar en su diseño unas aves en movimiento, en este caso se conoció como la Fuente de los cisnes.

Entre 1976 y 1977, tras el derribo de la Casa de la Moneda y la convocatoria de un concurso, finalmente el arquitecto municipal fue el encargado de organizar la plaza de Colón; él diseñó los Jardines del Descubrimiento, incluyendo el estanque que rodea las esculturas de Joaquín Vaquero Turcios.

Igualmente creó la gran fuente-cascada que rodeaba la entrada al Centro Cultural de la Villa así como las conocidas como Fuentes Océanas, situadas en el centro del paseo, evocando las tres carabelas del viaje al Nuevo Mundo. Tanto la cascada como las fuentes fueron eliminadas en 2009, al dar comienzo la última reforma de la plaza de Colón.

Fuentes Océanas, 2005.

Aunque se habló de la recuperación y posible ubicación de las dos fuentes en la plaza de Legazpi, nunca llegó a realizarse ese proyecto. Sus restos también pudimos verlos en el almacén del Taller de cantería en la Casa de Campo.

Taller de cantería, 2019.

Manuel Herrero Palacios murió en 1992. Los jardines de la antigua Casa de Fieras del Retiro llevan su nombre desde 1981, son los Jardines del Arquitecto Herrero Palacios, en agradecimiento a los servicios prestados al Ayuntamiento para la mejora y embellecimiento de la Villa, como recuerda una lápida instalada en la entrada.

Una de las puertas del Parque del Retiro, en la avenida de Menéndez Pelayo, también lleva su nombre.

Por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

HERRERO PALACIOS, Manuel. «Madrid, sus jardines y sus parques», Revista Villa de Madrid, 1958.

Ayuntamiento de Madrid

La Cárcel de mujeres de Ventas fue creada en 1931, dentro de un nuevo proyecto penalista de la Segunda República, concebida originariamente como «Prisión Modelo» por Victoria Kent, en esos momentos Directora General de Prisiones. Después de la guerra el nuevo régimen la convirtió en todo lo contrario: una cárcel en la que mujeres y niños vivieron en las peores condiciones imaginables. Toda su historia, testimonios de lo que fue y significó, fotografías, etc. se pueden conocer visitando la magnífica página creada por el Ayuntamiento de Madrid en 2017: La Cárcel de Ventas

Cárcel de Ventas (foto carceldeventas.madrid.es)

La prisión se vació de reclusas en el verano de 1969 y pocos años después, en 1972, se empezó a demoler el edificio construido por Manuel Sainz de Vicuña Camino en estilo racionalista.

En el solar se levanta hoy un complejo de viviendas y un parque municipal, zona verde emplazada entre los números 27 y 29 de la calle de Rufino Blanco con vuelta a la calle de Ramón de Aguinaga, en el barrio de la Fuente del Berro, distrito de Salamanca.

Antigua Cárcel de Ventas y edificio actual. Montaje carceldeventas.madrid.es

En 1978 se terminó de construir el complejo de viviendas, llamado «Parque Residencial Isabel II».

El parque, de más de 800 metros cuadrados, tiene su propia historia.

Los jardines se llamaron de Isabel II, como el conjunto residencial en el que se encuentran. El parque era de titularidad pública desde 1996, pues había sido cedido al Ayuntamiento al convertir la parcela de la antigua cárcel, pero durante años estuvo cerrado debido a que una parte de los residentes de estas viviendas se oponían, tras haber disfrutado durante años de los jardines de forma privada.

Por fin, después de casi diez años de reclamaciones y pleitos, en el mes de mayo de 2005 fueron abiertos al público. Aunque el conflicto entre la Junta Municipal de Salamanca y los vecinos del inmueble, que cerraban el jardín con candado, continuaron. En enero de 2007 los juzgados resolvieron a favor del Ayuntamiento.

Jardines Isabel II (Foto: año 2013)

Hace unos tres años el jardín fue reformado, transformado completamente.

(Foto: junio 2020)

Con zonas infantiles y de gimnasia, flores, bancos, una decorativa pérgola que además proporciona sombra…

Todo organizado alrededor de la zona estancial circular con un olivo en el centro.

Desde junio de 2018, en que por mayoría el Pleno municipal aprobó la propuesta, recibe el nombre de Jardines de Las Mujeres de Ventas.

No hay ninguna referencia expresa a la cárcel, sí un bonito recuerdo a ellas, a las mujeres de Ventas. Hoy día son unos jardines muy acogedores, frecuentados por los vecinos del barrio.

Por: Mercedes Gómez

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madridiario, 6 mayo 2005.

El Distrito. Salamanca y Retiro, enero 2007.

Volvemos al Jardín Reservado de Felipe II en la Casa de Campo. Después de nuestra visita a las Grutas el pasado mes de junio, hace unos días hemos tenido ocasión de conocer el Vivero municipal.

El Vivero de la Casa de Campo desde el siglo XIX está ubicado en terrenos del antiguo Reservado. Es uno de los tres viveros municipales, junto al Vivero de Estufas del Retiro y el de Migas Calientes. En la actualidad es un lugar importante por la función que cumple –producción de árboles y arbustos destinados a las calles y parques madrileños–, por su belleza y por su valor histórico pues guarda las huellas del antiguo trazado.

El pintor Félix Castello lo representó en un extraordinario cuadro que podemos contemplar en el Museo de Historia de Madrid. En él vemos el palacete que fuera de los Vargas y el jardín renacentista creado por Felipe II.

Félix Castello. “La Casa de Campo” (1615-1651), óleo sobre lienzo, Museo Arqueológico Nacional (depósito en Museo de Historia)

Frente al palacete desde los inicios del siglo XVII, alineadas frente a la fachada principal, se situaban la estatua ecuestre de Felipe III, obra de Juan de Bolonia y Pietro Tacca, trasladada en tiempos de Isabel II a la plaza Mayor y la Fuente del Águila, que estuvo aquí hasta 1890.

F. Castello. “La Casa de Campo” (detalle)

A la derecha de la lonja de las Grutas se encontraba la Fuente de Neptuno o Fuente Rústica, que también se aprecia en la pintura de Castello.

F. Castello. “La Casa de Campo” (detalle)

De ella actualmente se conserva la hornacina, como vimos.

La Fuente del Águila era la más importante del jardín, pero no era la única, había varias fuentes más sencillas adornando los parterres, que también representó Castello.

Castello. “La Casa de Campo” (detalle)

Hoy día, ausentes la estatua ecuestre y la fuente, en el paseo frente a la fachada principal del palacio se encuentra el camino de entrada al vivero.

Lugar donde estuvo situada la estatua de Felipe III frente al palacete.

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Espero que hablemos del vivero más adelante, hoy vamos a detenernos en una singular fuente que se encuentra en el recinto, la Fuente de la Concha.

Es una fuente muy humilde, pero adornada por un antiguo elemento escultórico, probable vestigio de aquella época en la que estos terrenos estaban ocupados por los jardines renacentistas de Felipe II. Se trata de una concha de piedra identificada con la imagen del Nacimiento de Venus, representado por Botticelli.

A principios del año 2004 el jardinero Luciano Labajos la descubrió, escondida entre arbustos desde hacía al menos cincuenta años. Se conocía su existencia porque figuraba en la relación de fuentes descritas después de que la Casa de Campo pasara a manos municipales, en 1931. La memoria municipal de 1933 la incluía, mencionando su situación en los terrenos que fueran del Reservado de Felipe II. Pero durante la guerra debió sufrir desperfectos, posiblemente trasladada desde otro lugar, abandonada poco a poco fue cubriéndose de zarzas.

Se trata de una modesta construcción de ladrillo, con el frente de piedra, que acaso surtía el agua de un manantial. Actualmente el caño está seco.

En la parte superior se adorna con la mencionada concha de piedra.

Luis de Vicente, estudioso de la Casa de Campo, junto a Labajos consideraron que la concha exquisitamente labrada era un elemento del siglo XVI o XVII que debió pertenecer a algún conjunto escultórico de una de las fuentes del Reservado chico, aquel que representó Félix Castello.

Por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

LABAJOS, Luciano y RAMÓN-LACA, Luis. Jardinería tradicional en Madrid. Ed. La Librería 2007.

El País, 18 enero 2004.

A finales de 2017, comienzos 2018, el Ayuntamiento de Madrid, ante el desprendimiento de algunas piedras del muro o pretil que separa las calles del Rebeque y del Factor de la calle Bailén, procedió a la colocación de una serie de lonas protectoras y, como hemos sabido recientemente gracias al diario El País, proyectar su consolidación y restauración. Además, la gran noticia es que se va a proceder a su estudio y a la prospección arqueológica.

El muro se encuentra en el denominado Jardín de Larra, terreno propiedad del Ayuntamiento, con una superficie de unos 6.000 metros cuadrados. Tiene un nivel 3 de Protección en el Catálogo de Parques y Jardines de Interés y nivel 1 en el de Elementos Urbanos Singulares por su valor Histórico Artístico. Parte del gran arbolado es considerada vegetación singular.

El Jardín ocupa los llamados Altos de Rebeque y la espalda de los edificios impares de la calle del Factor, por donde –como ya hemos contado repetidamente en este blog–, subía la muralla árabe del siglo IX.

Hemos recorrido infinidad de veces la calle del Factor, y tantas otras nos hemos preguntado sobre el lugar por donde continuaba tras llegar a los Altos. Es sin duda uno de los misterios más importantes de nuestra historia. Se considera que en este punto podría girar hacia el oeste. También es posible que continuara hacia el norte. Y no muy lejos debía estar la unión con la muralla cristiana del siglo XII, incluso con una hipotética segunda muralla árabe.

“Las murallas de Madrid”. Ed. Doce Calles. Primer recinto (la línea más oscura representa los restos visibles de muralla, la gris los constatados, y la más clara los restos hipotéticos)

El muro mide unos 60 metros, 50 en el primer tramo paralelo a la calle Rebeque y, tras un giro, alrededor de 10 metros en un segundo tramo, paralelo a la calle del Factor.

El pretil sin duda evoca el camino que seguía la muralla del primer recinto islámico hasta aún no se sabe exactamente dónde.

Ya contamos la historia de las murallas de Madrid y los Altos de Rebeque. No vamos a repetirla, pero recordemos que hace un siglo aún quedaban restos de la muralla en este lugar. En 1913 se derribaron unos paredones y unos desmontes dentro de obras de mejora de la calle Bailén y ajardinamiento de los alrededores de Palacio. En el diario ABC el cronista Antonio Velasco Zazo lamentaba el derribo de un resto de antigüedad, de ese trozo que perteneció a la muralla primitiva, por la parte que se llamó calle del Viento.

El material constructivo principal del muro es la piedra caliza, con algunos sugerentes bloques de sílex o pedernal. En algunas zonas se aprecia relleno de ladrillos.

En dirección sur el muro se va convirtiendo en un paredón y la barandilla de granito que separan el jardín de la calle del Factor.

Lo importante ahora es que por fin el Ayuntamiento va a estudiar con criterio arqueológico la zona. Hace muchos años que estudiosos e interesados en las murallas madrileñas hemos deseado y pedido la excavación, es lógico pensar que bajo el jardín existen probables restos de muralla islámica.

¿En qué momento fue construido el pretil?, ¿quizá en la época en que fue derribado el lienzo de muralla que subsistía a principios del siglo XX?, ¿serían reutilizados sus restos?…

¿Qué nos deparará el estudio de los cimientos del muro?

Tal como informa el mencionado artículo de El País, en referencia al informe arqueológico que posee el Ayuntamiento, se espera encontrar datos decisivos sobre el supuesto giro de la muralla islámica hacia el oeste y la posible unión con la muralla cristiana.

Este mes de septiembre el Ayuntamiento iniciará los trabajos de restauración con el fin de devolverle la importancia que posee y está previsto que finalicen en diciembre. Esperemos noticias.

Como nos recuerda el reportaje, esta actuación forma parte de un proyecto global de recuperación, valoración y explicación de las murallas de Madrid. Bienvenido sea.

Por: Mercedes Gómez

Volvemos a la Casa de Joaquín Sorolla, el palacete donde vivió el pintor con su familia, proyectado por el arquitecto Enrique María Repullés y Vargas en 1910, en el actual nº 37 del Paseo del General Martínez Campos, hoy Museo Sorolla.

Estos días podemos visitar la exposición temporal Sorolla. Un jardín para pintar.

La muestra reúne varios alicientes: la vida del propio Sorolla, su casa hoy convertida en uno de los museos más singulares de Madrid, los jardines que él mismo proyectó junto a su arquitecto, todo ello explicado en algunos paneles, fotografías, esculturas, en sus bellas pinturas y por supuesto en la realidad que disfrutamos paseando por los rincones en los que vivió y pintó.

Sorolla realizó muchos dibujos preparatorios de su deseado jardín. Algunos de estos croquis se exponen ahora. Son sencillos, pueden parecer poco importantes tras el cristal de la vitrina o los marcos, pero hay mucha historia tras esos trazos, y son emocionantes sin duda. Muestran los sueños del propio artista.

La exposición se basa en la idea de que a Sorolla lo que más le gustaba era pintar, sobre todo al aire libre, y por eso soñaba con un jardín propio, un lugar donde pintar al sol.

Planta del jardín y de la casa Sorolla (1911)

El Jardín de Sorolla es hoy día un oasis inesperado entre altos edificios y el propio paseo del General Martínez Campos con sus castaños de indias, que no existían cuando la casa fue construida. Cuando Sorolla creó sus jardines con sumo cuidado no imaginó que en un futuro se encontrarían rodeados y cubiertos de sombra, así que ahora los árboles plantados por él mismo y las plantas existentes tienen un problema, la falta de la abundante luz de la que gozaban entonces. Por eso actualmente en estos jardines no hay tantas plantas de flor, que el artista plantó, pues mantenerlas resulta difícil.

El Jardín de Sorolla consta de tres espacios o jardines distintos, además de un Patio andaluz.

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El Primer Jardín y su bonita fuente están inspirados en jardines de los Reales Alcázares de Sevilla que Sorolla conoció y admiró. Fue plantado a finales de 1911; en esos momentos fue cuando la familia se trasladó allí a vivir.

Jardín de Sorolla (el primer jardín), 1919. (Museo Sorolla).

Jardín de la Casa Sorolla (el primer jardín), h.1919. (Museo Sorolla)

Jardin de Sorolla, 2018.

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El Segundo Jardín, construido el último, está inspirado en los jardines que el artista vio en Granada, en la Alhambra. Plantado entre 1915 y 1916. El pintor realizó muchos dibujos para este proyecto.

Joaquín Sorolla en su jardín, 1917. (Museo Sorolla).

Jardín de la Casa Sorolla, 1918.

Jardín de Sorolla, 2018

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Entre el segundo y el tercero se situaron algunas esculturas, entre ellas un Fauno y un Sátiro con odre (1911), reproducciones en bronce de las obras del Museo Arqueológico de Nápoles (sg. II a. de C.), que Sorolla pintó en cuadros hoy aquí expuestos junto a las obras.

Anónimo (1932). (Museo Sorolla).

Actualmente las que se encuentran en el jardín son reproducciones a su vez.

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Y el Tercer Jardín, creado a la par que el primero en 1911, está dotado de una pérgola de origen italiano, y una alberca sevillana con dos figuras alegóricas, obra de Francisco Marco Díaz Pintado. Se llama la Fuente de las Confidencias. Fue plantado hacia 1912 o 1913 y rehecho hacia 1917, una vez concluido el segundo jardín.

La fuente de las confidencias en el tercer jardín, 1933. (Museo Sorolla)

Balsa del tercer jardín, 1618.

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Joaquín Sorolla imaginó su Jardín, lo dibujó, plantó las flores y los árboles, fue jardinero además de pintor…

Kurt Hielscher. Joaquín Sorolla en la escalera de acceso a los estudios (1919)

Lo cuidó hasta en los más pequeños detalles.

Es un placer recorrer la exposición, y después detenerse un rato en el jardín que Joaquín Sorolla soñó, creó, vivió y pintó.

 

Por : Mercedes Gómez

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Museo Sorolla. Catálogo.

Museo Sorolla.
Sorolla. Un jardín para pintar.
Pº Gral. Martínez Campos, 37
Hasta 20 enero 2019

La fuente de la Fama, obra de Pedro de Ribera, fue originalmente conocida como la fuente de Antón Martín debido a que esta plazuela fue su primera ubicación.

Ribera, que por entonces era Arquitecto Mayor de Obras Reales y Maestro Mayor de las Obras de Madrid, recibió el encargo de Felipe V de crear una serie de fuentes para abastecer a Madrid que a la vez sirvieran de adorno de la ciudad. La destinada a Antón Martín fue proyectada en 1716, aunque las obras comenzaron en 1731 cuando Ribera ya había alcanzado el cargo de Maestro Mayor de Obras y Fuentes de la Villa y sus Viajes de Agua.

El maestro cantero fue Pedro de la Piedra y el encargado de las esculturas, Juan Bautista.

Foto: Alfonso Begué. 1864. (Museo de Historia)

Se trata de una obra que explica perfectamente el arte del arquitecto Ribera, uno de los representantes del barroco tardío madrileño, llamado barroco castizo, junto con Ardemans y Churriguera, hoy felizmente valorado, pero no siempre fue así.

Como ya contamos a propósito de la historia del Hospicio de San Fernando hoy sede del Museo de Historia, son de sobra conocidas las críticas tan crueles a las que los cronistas madrileños del siglo XIX (Mesonero Romanos, Madoz, Monlau, Fernández de los Ríos…), defensores del neoclasicismo, sometieron a Pedro de Ribera y a la fuente.

Don Ramón de Mesonero Romanos en su paseos por El Antiguo Madrid, publicado en 1861, al hablar de la Fuente de Antón Martín se refirió a ella como caprichosa y una lastimosa aberración. Pascual Madoz por su parte calificó a los delfines grandotes, los niños que se cobijan en conchas y las hornacinas con floreros de trivialidades y ridiculeces que terminaban con la figura de una fama. No se quedó atrás Fernández de los Ríos, quien afirmó que Ribera parecía dibujar los monumentos apretando un borrón de tinta entre dos papeles. Aunque todos ellos estaban de acuerdo en que debía conservarse para la historia del arte, como ejemplo de mal gusto. Pensemos que eran cosas de la época…

En cualquier caso, aparte su probable mal estado y que debió convertirse en un estorbo para el tránsito en la plazuela, lo cierto es que en 1879 la fuente, tan denostada, fue desmontada y las piezas decorativas trasladadas a un almacén municipal hasta comienzos del siglo siguiente en que fueron recuperadas, cumpliendo los curiosos deseos de los decimonónicos cronistas, que no llegaron a verlo.

El 9 de septiembre de 1907 se presentó al Ayuntamiento una memoria de las obras de cantería precisas para montarla de nuevo. Eran necesarias sesenta y ocho piezas para lo cual se recurrió a la piedra resultante del derribo del cuartel de San Gil que se había iniciado el año anterior. Se hicieron cargo de la restauración y reconstrucción el arquitecto José Loute y el escultor Ángel García Díaz.

En 1911 la fuente fue instalada en el Parque del Oeste.

Foto: Antonio Passaporte. Archivo Loty (IPCE)

Durante la guerra volvió a desmontarse y guardarse. Después, en 1941 fue instalada en los jardines que recibieron el nombre de Jardines del Arquitecto Ribera, en honor de su autor, a espaldas del Museo Municipal, igualmente obra suya como sabemos, donde continúa.

La nueva base, al parecer diseño del arquitecto Luis Bellido, en tres de sus cuatro lados muestra un escudo con los años de creación y reubicación, 1731, 1911 y 1941. En el cuarto se encuentra el escudo de Madrid con el oso y el madroño.

En Marzo de 1995 concluyeron las obras de restauración durante las cuales se consolidó, reparó y limpió. Fue también por esa época cuando tuvo lugar el cerramiento de la histórica fuente, que se hallaba muy deteriorada por los actos de vandalismo que sufría, mediante una verja metálica sobre un poyete.

Cerrado al público durante años, este verano se ha abierto el acceso al jardín, desde el museo, de forma que después de tanto tiempo podemos volver a acercarnos al borde del pilón que es tetralobulado, dando singularidad al conjunto. En la base, cuatro delfines la custodian.

Los elementos decorativos son de piedra de Colmenar; en el segundo cuerpo hay unas hornacinas con jarrones y en cada esquina unos niños que sujetan grandes veneras.

El pilón y el resto de la fuente son de granito.

Todo el conjunto, a una altura de unos diez metros, se corona con la figura de la Fama.

Sin duda es un monumento muy bello que ha sufrido una vida azarosa, desmontajes y reformas, pero conserva la esencia del proyecto de Pedro de Ribera, una de las pocas fuentes del siglo XVIII que siguen existiendo en Madrid. El Jardín del Museo de Historia es un remanso de paz, merece la pena visitarlo, igual que por supuesto el propio museo.

Por : Mercedes Gómez

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Museo de Historia de Madrid
Calle de Fuencarral, 78
Horario: de martes a domingos de 10 a 20 horas
Acceso gratuito

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Bibliografía:

MARTÍNEZ CARBAJO, A.F. – GARCÍA GUTIERREZ, P.F. “Fuentes de Madrid”. La Librería, Madrid 2009.
RINCÓN, José. Historia de los monumentos de la Villa de Madrid. Madrid, 1909. Ed. Facsimil, Asoc. Libreros de Lance, 2011.
memoriademadrid.es

El Palacio de Fernán Núñez está situado en la calle de Santa Isabel nº 44, con vuelta a San Cosme y San Damián nº 1. Como ocurre en otros palacios decimonónicos, su exterior no permite imaginar el lujo y riqueza que alberga en su interior.

La entrada a la zona noble suele tener lugar por la escalera principal.

Pero hoy os invito a acceder por la bella escalera privada de sus antiguos inquilinos para conocer su jardín, gracias a las visitas organizadas por Open House Madrid el pasado sábado 30 de septiembre.

Antes conozcamos su historia.

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Los orígenes del palacio se remontan a finales del siglo XVIII cuando estos terrenos estaban ocupados por modestas casas de vecindad con huertas que pertenecían a diferentes propietarios. Era la manzana 18 que casi en su totalidad era propiedad del cercano Convento de Santa Isabel, aunque desde 1618 las monjas habían ido vendiendo solares. El monasterio ocupaba la gran casa nº 10, así aparece reflejado en la Planimetría General.

Planimetría General de Madrid. Manzana 18.

Blas Jover, Secretario de Consejos de Fernando VI, compró algunos solares, comenzando por el sitio nº 7 situado en la esquina entre Santa Isabel y la calle de San Cosme, hoy San Cosme y San Damián, y allí construyó su casa.

Dicha casa nº 7 en 1769 fue adquirida por Miguel José María de la Cueva Velasco, XIII duque de Alburquerque y conde de Fernán Núñez, quien contrató al arquitecto Antonio López Aguado para que la reformara y transformara en un palacio.

León Gil de Palacio. Modelo de Madrid (1830). Manzana 18.

En esta época, entre 1796-1849, ya existía un patio-jardín del cual tenemos información gracias a la extraordinaria maqueta, el Modelo de Madrid (1830) de León Gil de Palacio, que se puede admirar en el Museo de Historia de Madrid.

León Gil de Palacio. Modelo de Madrid (1830). Detalle manzana 18.

Posteriormente, a mediados del siglo XIX, Felipe María Osorio y Castelví, duque de Fernán Núñez y conde de Cervellón, adquirió la casa nº 8 y la huerta colindante con el Colegio de Santa Isabel. El palacio primitivo fue reformado y ampliado, y su interior fue distribuido irregularmente en torno a varios patios; se construyó una nueva fachada, la que hoy día contemplamos, y el jardín modificó su aspecto y uso. La obra se atribuye a Martín López Aguado, hijo de Antonio.

Entre 1860 y 1870 junto al jardín se construyó la estufa o serre –así aparece nombrada en las revistas y diarios de la época–, un precioso invernadero que se convertiría en protagonista de la vida social del palacio como atestiguan las numerosas crónicas.

El Madrid de los años 70 del siglo XIX está representado en el plano de Ibáñez de Íbero en el que el palacio y sus patios están bien detallados. El invernadero aparece dibujado junto al jardín.

El Palacio de Fernán Núñez en el plano del Gral. I. Íbero (h. 1875)

Era una galería abovedada de hierro y cristal, con tres puertas en una de sus fachadas que se comunicaban con el jardín.

Una vez más las fotografías de Jean Laurent conservadas en el Archivo Ruiz Vernacci, realizadas por esas mismas fechas, alrededor de 1875, nos muestran cómo era la galería, adornada con todo tipo de árboles y plantas. Palmeras, plátanos… hortensias… En su interior también había una fuente con una figura de mármol.

Laurent “Palacio de Fernán Núñez. La galería”. (1860-1886). Archivo Ruiz Vernacci. Fototeca del Patrimonio Histórico (IPCE).

El invernadero recibía, además de la luz del sol, el calor que le proporcionaba un calorífero, el agua caliente que circulaba bajo el pavimento, bajo unas glorias o rejillas metálicas, que se aprecian perfectamente en las fotografías de Laurent y que se conservan, como veremos.

Recibía el nombre de Galería de Otelo porque entre otras cosas allí había una escultura de mármol que representaba este personaje.

Laurent “Palacio de Fernán Núñez. La galería de Otelo”. (1860-1886). Archivo Ruiz Vernacci. Fototeca del Patrimonio Histórico (IPCE).

Como decíamos, las revistas de la época dejaron constancia de los encuentros sociales y las fiestas que allí tuvieron lugar. En 1884 se celebró en el palacio un baile que la Ilustración Española y Americana describió e ilustró con uno de sus famosos grabados.

El baile en casa de los duques de Fernán Núñez. Aspecto de la “serre” donde se sirvió el “buffet”. La Ilustración Española y Americana 15 marzo 1884 (BNE)

A comienzos del siglo XX se produjo una nueva reforma, obra de Valentín Roca y Carbonell, nuevo arquitecto de la casa ducal.

El Jardín fue rediseñado y se añadió una terraza de mármol con escaleras, que sigue existiendo; nuevas losas cubrieron todos los elementos decorativos. El estanque de la fuente fue realizado con el mismo material.

Pérez Rioja. “Jardín del palacio de Fernán Núñez” (1937), Junta del Tesoro (IPCE).

Después de la guerra tras ser adquirido el edificio por la Compañía de Ferrocarriles, luego Renfe, fue restaurado. Nuevas reformas tuvieron lugar en 1973.

(Foto 2007)

A estas últimas obras se cree que se debe la configuración actual del jardín.

(Foto 2017)

El invernadero desapareció, aunque su estructura se mantuvo. Los muros de cristal fueron sustituidos por muros de fábrica con tres grandes ventanales.

Hoy es un moderno Salón de Actos.

En el suelo, como comentábamos, aún se conservan las glorias, las mismas que aparecen en las fotografías de Laurent.

La fuente que estaba en el interior también desapareció; la figura de mármol que la adornaba –que también vimos en la primera foto de Laurent– fue trasladada al jardín, donde continúa.

Las especies arbóreas que hoy existen, como el hermoso magnolio central, debieron ser plantadas en dicha reforma de los años 70.

La última restauración del jardín tuvo lugar en 2002 a cargo del arquitecto Javier Contreras.

El Palacio, propiedad de Adif y Renfe, desde 1985 es la sede de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles. Se puede solicitar la visita en grupos. En su web se encuentra toda la información.

Por: Mercedes Gómez

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Bibliografía:

MARTÍN BLANCO, Paulino. “El Jardín central del Palacio de Fernán Núñez”, Anales de Historia del Arte nº 13, 2003.

BUELGA LASTRA, Luz. «Casa-mansión de los Duques de Alburquerque y de los Duques de Fernán-Núñez: Historia y evolución». Espacio, Tiempo y Forma, Hist. del Arte, t. V, 1992.

 

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