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La calle Murcia nace en el Paseo de Santa María de la Cabeza, cruza el Paseo de las Delicias y muere en la calle de Méndez Álvaro, frente a la Estación de Atocha. Es una calle breve, situada en el vértice norte del barrio que surgió en el triángulo creado en el siglo XVIII sobre las Delicias, surcado por los paseos que iban desde la Puerta de Atocha hasta el Río.
Hacia 1900 aún eran escasas las construcciones, casi nulas en el segundo tramo. El barrio había comenzado a crecer hacía pocos años, alrededor de las estaciones de Delicias y Mediodía (actual Atocha).
De aquellas primeras edificaciones no queda recuerdo.
Hoy es una de tantas calles arboladas y acogedoras de Madrid, secundaria y discreta, que quizá solo conocen bien los vecinos del barrio (oficialmente, barrio de Palos de Moguer), pero que como todas las calles aunque no sean famosas tiene su historia. El edificio más antiguo que se conserva precisamente en ese primer tramo, entonces aún un solar, es el nº 3, de 1909.
Hace diez años fue noticia por su estado ruinoso y falto de higiene. Actualmente la fachada centenaria se encuentra cubierta por una lona y las únicas ventanas que quedan a la vista están tapiadas, como en 2004. Enfrente un edificio de solo dos plantas, debe ser también de esa época.
En el nº 10 se encontraba el edificio de Transportes Fluiters, construido por Augusto Sanz Marcos entre 1927-1928 para guardamuebles, naves y oficinas de don Pedro Fluiters. Fue demolido en 1984, pero se conservó la fachada como ejemplo de construcción industrial.
Resulta un tanto extraña pues ha quedado aislada del moderno edificio de viviendas levantado tras ella, pero conserva algunos detalles del art-déco que la adornaba y es un testigo de los tiempos pasados en que la industria crecía en la zona.
En esta misma acera de los números pares, esquina al Paseo de las Delicias 26 (antiguo 28) el 12 de septiembre de 1959, tal como publicó la prensa de la época, se inauguró el Hotel Carlton, con “aire acondicionado, radio, cuartos de baño y teléfono en todas las habitaciones”, novedades propias de un local de primera categoría.
La fachada cóncava de la esquina fue decorada por el ceramista Santiago Padrós con un mosaico dedicado a las Ciudades españolas monumentales.
En la esquina contraria, donde ahora se encuentran las oficinas de una entidad bancaria, estaban las Bodegas Villa, cervecería muy frecuentada por los vecinos del barrio en los años 50-60.
Al otro lado del paseo, en el nº 14, esquina Paseo de las Delicias 19, un edificio de viviendas con sus rejas onduladas construido hacia 1930.
En la planta baja, en la esquina, había una tienda, entonces se llamaban de ultramarinos, la tienda de Peñalver, que algunos vecinos seguro recuerdan. Ahora hay una tienda de chinos.
Seguimos en la acera de los pares. En el nº 16, hay una casa sencilla y cuidada, con preciosos balcones de forja.
Enfrente estaba el Mercado Atocha, cuyo acceso principal estaba en el Pasaje Tortosa, un callejón sin salida que parte de la calle Tortosa; sin embargo entonces había una entrada por la calle Murcia. Tras una pérdida de clientela, desaparición de puestos y un grave deterioro, cerró definitivamente en 2006, siendo convertido en Escuela Municipal de Música.
Son muy bonitas las casas que se conservan anteriores a los años 70 del pasado siglo XX, en que muchas fueron derribadas.
A continuación, en el lugar del edificio moderno que hoy ocupa el solar del nº 20, había una Fábrica de Hielo, una de las que existían en Madrid (otra, recordemos, estaba en la calle de San Andrés). No sabemos en qué año exactamente sería derribada, pero en 1973 la prensa anunciaba los nuevos pisos y animaban a comprobar la calidad de su construcción.
En el nº 22 se hallan las viviendas para don Andrés Palomeque, proyecto de José María Rodríguez Gómez de 1930. En los impares, las viviendas del nº 17 muestra una sencilla y elegante decoración clásica, con dos pequeños torreones.
Y llegamos al final de la calle. Además de un mercado y la fábrica de hielo, otro servicio fundamental para el vecindario se instaló en la calle Murcia. En el nº 21 sigue en pie el Colegio Público Menéndez y Pelayo, una de las escuelas creadas por Antonio Flórez Urdapilleta, Jefe de la Oficina Técnica para Construcciones Escolares del Ministerio de Instrucción Pública, como ya comentamos aquí.
Esta escuela, frente al racionalismo dominante en construcciones posteriores, dentro de su sencillez y búsqueda de la funcionalidad, aún muestra ciertos elementos historicistas, sobre todo en las portadas.
El Grupo Escolar inicialmente llamado de Méndez Álvaro fue uno de los seis cuyo proyecto fue aprobado y publicado en la Gaceta de Madrid en 1923, gracias a la colaboración entre el Ayuntamiento y el Estado. En un principio los planos fueron obra del arquitecto municipal Pablo Aranda Sánchez, aunque fueron modificados por Flórez. El colegio fue construido entre los años 1923-1928. El edificio con su entrada principal en Méndez Álvaro 16, se asoma a la calle Rafael de Riego 1 y Murcia 21.
Construido en ladrillo y con aleros de madera, sus fachadas son muy armónicas.
Fue reformado y ampliado por el propio Flórez y Bernardo Giner de los Ríos en 1932.
Una segunda ampliación a cargo del arquitecto Joaquín Roldán tuvo lugar en 1970. Fue en 1932 cuando se construyó la caseta para servicios médicos y para el guarda en la esquina de Méndez Álvaro con la calle Murcia, donde finaliza nuestra calle y nuestro paseo por hoy.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Guía-Callejero de Madrid 1970.
Dº ABC, 31 octubre 1973
Dº ABC 2 marzo 2004, pág 41
Dº ABC 6 junio 2006, pág, 40
COAM. Guía de Arquitectura. Madrid 2003
F.J. Rodríguez. Plan de construcciones escolares de 1922 para Madrid. El caso del Grupo Menéndez Pelayo”. III Foro Ibérico de Museísmo Pedagógico – V Jornadas Científicas. Murcia 2012.
Y sobre todo, los recuerdos de Fernando, antiguo vecino de la calle, a quien dedico el artículo y envío muchos besos.
Las Escuelas Pías de San Fernando fueron el primer colegio perteneciente a la Orden de los Padres Escolapios creado en Madrid, anterior a las Escuelas Pías de San Antón de la calle de Hortaleza.
El Convento y Colegio de San Fernando, fundado en 1729 por el padre rector de las Escuelas Pías, se instaló en la calle del Mesón de Paredes, en el barrio de Lavapiés, en los terrenos donde en 1617 se había levantado el Hospital de Nuestra Señora de Montserrat perteneciente a la Corona de Aragón, en la esquina de la entonces calle de Cabestreros con Tribulete.
El número de alumnos acogidos fue aumentando poco a poco, así que tras la adquisición de otras casas en el mismo solar se decidió construir un nuevo Colegio más espacioso encargándose el proyecto a Francisco Ruiz, uno de los notables arquitectos madrileños de la primera mitad del siglo XVIII, arquitecto de la Corte y Villa de Madrid, como él mismo firmó en algún documento.
Recorriendo despacio la calle del Mesón de Paredes y sus alrededores se encuentran las huellas de antiguos conventos, recuerdos de fuentes cuyas aguas en el pasado ofrecían eróticas promesas, una de las cuales se conserva, la Fuente de Cabestreros, iglesias y tabernas centenarias, corralas… y se intuye la presencia de los arquitectos castizos que de un momento a otro imaginamos se van a cruzar con nosotros camino de su casa, ataviados con casacas y calzones a la francesa o acaso con chaquetillas cortas como las de los majos del barrio…
Francisco Ruiz, que nació en Barajas hacia 1680, casado con María Campoy y con tres hijos, tuvo sus casas principales en la calle de la Encomienda. Casi de la misma edad que Pedro de Ribera, quien recordemos nació y vivió en este barrio, fueron vecinos y probablemente se conocieron. Sin duda, el barroco, primero de Ardemans y luego de Ribera, influyó en él. Y, aunque la arquitectura oficial estuviera dominada por estos dos arquitectos, Ruiz también recibió algunos encargos y se movió en el ambiente de la Corte.
El otro maestro de Ribera, José Benito de Churriguera, curiosamente, quince años antes también había nacido en la calle Mesón de Paredes, en el nº 2, como nos recuerda una placa.
En 1734 Ruiz proyectó la planta del Colegio, del Convento y su Iglesia, y tres años después comenzó su construcción.
Tras la muerte del arquitecto en 1744, José Álvarez continuó con las obras del conjunto que finalizaron en 1791, exhibiendo una arquitectura heredera de la del siglo XVII. La fachada principal daba a la calle de Mesón de Paredes, actual número 68, aunque el Colegio tenía una entrada por la calle del Tribulete.
En el interior de la iglesia, sus altares guardaban una colección de esculturas de gran valor, en madera policromada a tamaño natural, obra de los más renombrados escultores. Un San Juan Bautista de Manuel Pereira, un San José y una Virgen de las Angustias de Juan Adán… y varias obras de Alfonso Bergaz, entre ellas una imagen de San José de Calasanz, fundador de las Escuelas Pías.
En el siglo XIX se acometieron varias obras de ampliación del Colegio que llegó a tener unas buenas instalaciones, biblioteca, gabinete de Historia Natural, de Física, comedor para los alumnos internos, sala de visitas, etc.
Desgraciadamente en 1936 llegó la guerra civil, tras la cual solo quedaron en pie las ruinas de la iglesia: la fachada, parte de los muros, el crucero con el tambor de la cúpula y algunos elementos decorativos.
En los años 40 en parte del solar, con fachada a la calle de Embajadores, se construyó el Mercado de San Fernando, obra de Casto Fernández-Shaw.
Después, hacia 1950 en el solar de la calle del Tribulete donde estuvo el Colegio, se inauguró el Cine Lavapiés. En sus bajos se encontraba la Sala de Fiestas famosa en los años 50, Moulin Rouge, o El Molino Rojo, como se anunciaba a veces, la más típica de Madrid, que estuvo abierta hasta el comienzo de los años 80.
En 1979 el cine, que llevaba cinco años cerrado, fue convertido en el Teatro Lavapiés, hasta 1984 en que fue cerrado. Tres años después el Ayuntamiento adquirió el edificio con el proyecto de crear un museo, teatro, local para representaciones de zarzuela… incluso se llegó a hablar de su nombre, el futuro Centro de Casticismo. Pero pasaban los años y lo único que prosperaba era el deterioro del lugar, por eso en 1993 cuando llegaron las máquinas de obra los vecinos creyeron que comenzaba la restauración del edificio, sin embargo lo que pudieron contemplar fue su demolición, llevada a cabo por decisión del nuevo Consistorio.
Los locales del viejo cine, en el nº 16 de la calle del Tribulete, estaban catalogados con el máximo nivel de protección (que en cualquier caso implicaba que la nueva construcción debería ser dedicada al mismo uso cultural) por lo que su derribo provocó bastante polémica entre los vecinos y la prensa.
La historia de las Escuelas Pías es también la historia de la plaza creada sobre las ruinas de la antigua Inclusa y el Hospital de Maternidad que ocupaban el solar contiguo a las Escuelas, en el nº 66 de Mesón de Paredes.
El edificio fue derribado. En su lugar se construyeron varias viviendas y un parque, uno de los tres inaugurados el día 15 de mayo de 1973.
En la esquina una placa recuerda que en la Inclusa vivió Eloy Gonzalo.
Se crearon tres plazas ajardinadas con numerosos árboles de distintas especies, arbustos, hiedras, césped y bancos. La plaza de la Corrala, de la Iglesia y del Sombrerete.
Alrededor de las ruinas de la iglesia se creó un jardín que se comunicaba con la plaza del Sombrerete formando casi una única plaza.
Los jardines del Sombrerete fueron adornados además con una fuente, copia de la Fuente de los Delfines que se encontraba -y que continúa- en la plaza de San Ildefonso. Un artístico caño de vecindad de hierro fundido que representa dos delfines entrelazados.
Desde hace unos años la del Sombrerete es conocida como la plaza de Agustín Lara. En 1975, nuevamente en mayo, fue inaugurada la estatua dedicada a este músico muy querido en nuestra ciudad, autor entre otras obras del famoso chotis Madrid. La estatua de bronce es obra del escultor mexicano Humberto Peraza, y el pedestal de granito fue costeado por el Ayuntamiento. En una foto de aquellos años se ve que fue situada de espaldas a Mesón de Paredes, mirando hacia los jardines. Al otro lado de las escaleras que bajaban al jardín se aprecia la fuente.
En 1999 comenzaron las obras de construcción de un aparcamiento bajo la plaza, siendo retirada la escultura. El proyecto global fue obra del arquitecto José Ignacio Linazasoro. Los trabajos finalizaron en 2001.
Agustín Lara volvió a la plaza, al lugar que hoy ocupa, junto a las ruinas.
Entre 2001 y 2004 se puso en marcha el proyecto realizado por el mismo arquitecto para la restauración y rehabilitación de las Ruinas de las Escuelas Pías con el fin de convertirlas en biblioteca y la construcción de un aulario para la Universidad Nacional a Distancia (UNED). Sobre el solar del teatro, que estaba vacío desde que fue derribado, se construyó el Aulario.
Y en las ruinas de la iglesia se creó la Biblioteca.
Entre ambos, la nueva construcción y las viejas ruinas, separadas por el gran desnivel de la calle del Mesón de Paredes, se construyó una escalera que por un lado distribuye las dependencias del nuevo edificio y por otro se asoma a la biblioteca instalada en la iglesia.
Los materiales utilizados, la cálida madera y el sencillo ladrillo junto al hormigón, ayudan a la integración de las nuevas estructuras con las antiguas.
Arriba nos espera una acogedora terraza desde la cual podemos asombrarnos una vez más contemplando los tejados bajo el cielo de Madrid.
La idea era integrar la Biblioteca en las ruinas, sin alterarlas, de forma que conservaran su aspecto sugestivo y romántico.
Todo el proyecto estaba condicionado por los restos del edificio primitivo. Por una vez, lo nuevo se supeditó a lo viejo, los restos del pasado no se exhiben como un mero adorno sino que son valorados en sí mismos.
Los altares del templo ahora vacíos rodean el nuevo y confortable espacio lleno de libros y luz. Sobre el arco de medio punto de la emblemática rotonda aunque un poco maltrecho pervive el Escudo de las Escuelas Pías sostenido por dos ángeles, obra de Alfonso Bergaz, como símbolo y recuerdo de la historia de esta institución en el barrio de Lavapiés y en Madrid.
por Mercedes Gómez
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Bibliografía:
COAM. Guía de Arquitectura de Madrid. Madrid 2003.
José Ferrándiz. El templo de San Fernando y su olvidado tesoro artístico. Revista de la Biblioteca: Archivo y Museo del Ayuntamiento, nº 11, jul. 1926.
Virginia Tovar. Tres proyectos del arquitecto madrileño del siglo XVIII, Francisco Ruiz. Revista de la Biblioteca: Archivo y Museo del Ayuntamiento, nº 1-2, 1977.
Margarita Jiménez. Madrid en sus plazas, parques y jardines. Abaco Ediciones 1977.
ABC, 15 mayo 1973.
El País, 5 nov. 2001
El pasado día 29 de febrero fue inaugurada la nueva y luminosa sede del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, construida en la calle de Hortaleza sobre unos terrenos con mucha historia. En el siglo XVII en este lugar, entre las calles de San Juan –hoy de la Farmacia– y Santa Brígida, existió un hospital para enfermos contagiosos, el Hospital de San Antonio Abad o San Antón, patrono de la Orden que lo regentaba, los Antoninos. Ya entonces había una fuente en la esquina con Santa Brígida, la Fuente de las Recogidas, como muestra Texeira en su plano, un sencillo pilón que abastecía las casas cercanas.
El pilón en 1772 se convirtió en una bonita fuente vecinal obra de Ventura Rodríguez, la Fuente de los Galápagos.
Unos años antes, hacia 1740 Pedro de Ribera había construido la Iglesia de San Antón, que se conserva.
El final del siglo XVIII y primeras décadas del XIX fueron importantes en la transformación de la zona. Poco después de finalizar la construcción de la vecina Real Academia de Farmacia en la calle de San Juan, los Padres Escolapios solicitaron trasladarse al hospital, que había quedado libre. Entre los años 1794 y 1832 se incorporaron nuevos solares de cercanas edificaciones y todo el conjunto fue reformado por el arquitecto Francisco Rivas, convirtiéndose en Convento y Colegio de San Antón. La fachada de la iglesia fue transformada al estilo neoclásico, es la que podemos contemplar actualmente, perdiéndose la fachada de Ribera. Felizmente en su interior se conservó la iglesia barroca. También se mantuvo la fuente adosada al muro del colegio.
En los comienzos del siglo XX la fuente de las históricas Escuelas Pías fue reformada y los galápagos fueron sustituidos por dos delfines entrelazados.
En abril de 1989 la prensa publicó que los padres escolapios habían vendido su colegio por mil millones de pesetas. A partir de ese momento el edificio vivió unos años de abandono y deterioro hasta que el día 14 de noviembre de 1995 sufrió una grave incendio. Cuatro años después fue adquirido por el Ayuntamiento.
Gracias a unos videos subidos a youtube por un antiguo alumno, inestimables documentos, podemos conocer y recordar cómo era el Antiguo Colegio de San Antón.
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En el verano de 2005, después de diversos avatares y la convocatoria de un concurso internacional, fueron seleccionadas seis propuestas, entre ochenta y nueve, para rehabilitar el antiguo colegio y convertirlo en la sede del Colegio de Arquitectos de Madrid. El Ayuntamiento cedía el local a cambio de que los arquitectos se hicieran cargo de las obras y construyeran una serie de servicios públicos. Así, además de la sede del Colegio de Arquitectos y su Centro de Documentación, las antiguas Escuelas Pías albergarían un centro de mayores, una escuela, una biblioteca, piscina pública… También se habló de que acogería el Museo Nacional de Arquitectura.
Resultó elegido el proyecto “Sobre un jardín”, del estudio madrileño de Gonzalo Moure. Las obras comenzaron en 2008.
Por fin hace pocos días la nueva sede del COAM ha sido inaugurada.
El nuevo edificio, de cristal, granito, madera,… sobre el histórico solar, está organizado alrededor del jardín prometido, abierto al público.
Sin duda es un bonito jardín, adornado con sencillez: césped, granito y dos magnolios. Junto a la nueva construcción se puede ver la espalda de la iglesia del siglo XVIII.
Sobre todo parece creado para iluminar el interior, cuyas estancias se asoman a este espacio verde, que se cuela en ellas a través de los grandes ventanales y crea un ambiente realmente agradable.
Reservadas las plantas superiores al Colegio Oficial, en las plantas inferiores se encuentran la Fundación y las Salas de Exposiciones.
Actualmente hay varias, una de ellas es Domusae. Espacios para la cultura, que recordaréis pudimos visitar el año pasado en el antiguo Salón de Reinos, y que ahora retoma la Fundación Arquitectura COAM.
Por otra parte, una serie de paneles explican el proyecto arquitectónico de la propia Sede del COAM, obra de Gonzalo Moure.
Una exposición de maquetas de la Solar Decathlon Europe 2012, una competición para universidades de todo el mundo que tiene el objetivo de diseñar y construir una vivienda autosuficiente energéticamente, alimentada por el sol. La competición culminará con el montaje y exposición de las 22 viviendas diseñadas y construidas por las universidades participantes en la llamada Villa Solar. La Villa solar estará situada en el entorno natural de la Casa de Campo y se abrirá al público en septiembre de 2012.
Otra, muy curiosa, es la titulada Royalties. Mobiliario de Maestros de los siglos XX y XXI, con muebles de Marcel Breuer, Walter Gropius, Ludwig MiesVanDer Rohe…
Los tiempos han cambiado, al contrario que la Iglesia que en el siglo XIX perdió su fachada, del Colegio es lo unico que hoy se ha conservado, lo demás ha desaparecido.
La nueva Casa de los Arquitectos, como no podía ser menos, es un bello espacio arquitectónico, abierto al barrio y a los madrileños en general, con una fachada histórica.
Y la Fuente de los Delfines, en cuyo friso aún se puede leer la inscripción con la fecha: MDCCLXXII, año 1772, aunque el agua ahora no sea potable porque ya no es necesaria para los vecinos, allí continúa, adornando la calle y el muro del Antiguo Colegio de San Antón.
Por Mercedes Gómez
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Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid
Hortaleza, 63
El Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto es una de las instituciones más antiguas de Madrid. Su origen se remonta al año 1585 cuando Felipe II fundó el Convento de Nuestra Señora de Loreto, para Amparo de las niñas huérfanas.
El Rey compró unas Casas que debían ser muy modestas, en la Plazuela de Antón Martín, actual calle de Atocha esquina a la plaza de Matute.
Resulta muy difícil imaginar cómo sería Madrid entonces. En aquellos momentos sus límites por el Sureste se encontraban precisamente en este lugar, donde se levantaba la Puerta de Antón Martín, una de las puertas de la Cerca que pocos años antes, 1566, el monarca que convirtió a Madrid en capital de España, había ordenado construir, la Cerca de Felipe II, de la que al parecer no quedan vestigios, aunque nuestro admirado Profesor Montero Vallejo creía que los restos de tapia junto al Senado pertenecían a esta Cerca del siglo XVI.
En fin, que en el momento de su fundación el Colegio estaba casi en las afueras de Madrid.
Al año siguiente, el rey mandó traer desde Roma la imagen que dio nombre al Colegio, la Milagrosísima Imagen de Nuestra Señora de Loreto, obra de Giovanni Battista Montano (1531-1621), arquitecto, escultor, grabador y entallador italiano.
El convento se fue ampliando con la adquisición de casas cercanas, y la Iglesia fue construida ya bajo el reinado de Felipe IV según proyecto de su arquitecto Juan Gómez de Mora. La obra fue finalizada por Pedro Lázaro Goiti en 1654.
Tenía dos torres rematadas con chapiteles, típicos del Madrid de los Austrias, y una sencilla portada con frontón triangular. En su interior la planta era de cruz latina con una sola nave y tres retablos barrocos. En la cabecera se encontraba el retablo mayor donde se hallaba el camarín de la Virgen de Loreto, y en el ático un cuadro de José Donoso, La Asunción de la Virgen. En uno de los dos retablos laterales había una pintura de Antonio de Pereda, San José con el Niño, firmado el mismo año en que se terminó de construir la iglesia, 1654.
Chalmandrier la dibuja en su plano:
Felipe V redactó nuevas normas y objetivos del Colegio, las Constituciones de 1738, que es el documento más antiguo que se conserva. Se establecía el número de niñas que podían ser admitidas, requisitos de entrada, vida diaria, comportamiento exigido… Las niñas no podían leer novelas, debían rezar dos veces al día… Leyendo dichas normas, hoy día la institución nos parecería más un Convento que un Colegio. En realidad nos dice mucho acerca de cómo era la educación femenina en aquellos tiempos.
Este patronazgo real se mantuvo durante todo el siglo XVIII, hasta la Guerra de la Independencia, en los comienzos del XIX. Existe un curioso documento en el que consta que José Bonaparte solicitó un informe de los bienes artísticos conservados en el Colegio. Se ignora si el informe fue enviado y, en cualquier caso, qué ocurrió después con las obras de arte del colegio.
En 1882 comenzó el derribo del antiguo Colegio y su iglesia barroca.
Sobre su solar, que corresponde al actual número 55 de la calle de Atocha, hoy se levanta un edificio de viviendas en el que hace unos años, el 24 de enero de 1977, en el segundo piso, tuvo lugar la matanza de varios abogados laboralistas que lamentablemente muchos recordaremos. Por entonces la prensa publicó que a raíz del suceso se descubrió un paso subterráneo bajo el edificio.
No es de extrañar, los pasadizos eran al parecer habituales bajo las iglesias, conventos y palacios, quizá el pasadizo hallado perteneció al desaparecido Convento de Loreto, aunque también pudiera pertenecer a alguna de las galerías por las que llegaba el agua desde el Viaje de la Fuente Castellana que el Ayuntamiento de Madrid les concedió en 1637.
Tras el derribo, el Colegio fue trasladado, como antaño, a las afueras de Madrid, en la calle de O’Donnell, que aún a principios del siglo XX era una zona en desarrollo, con escasas construcciones. La calle de O’Donnell, el Paseo de Ronda -actual Doctor Esquerdo- y la calle del Duque de Sexto delimitaban el Real Colegio.
Un inciso. No debemos confundir el Real Colegio fundado por Felipe II en Madrid en el siglo XVI, con el famoso Colegio de Nuestra Señora de Loreto, de Madres Ursulinas, ubicado en la calle del Príncipe de Vergara, cuya institución religiosa fue fundada en Francia en 1820 y no llegó a España hasta unos años después. En algunas publicaciones se puede leer que este colegio es el fundado por Felipe II, pero es una gran confusión, únicamente tienen en común el nombre de la virgen a la que veneran.
El nuevo conjunto del Real Colegio e Iglesia de Loreto en la calle de O’Donnell fue obra del Arquitecto Mayor de Palacio, José Segundo de Lema. Para la ejecución contó con su auxiliar Enrique Repullés Segarra.
En la sobria fachada de ladrillo aún puede leerse, en una lápida de piedra sobre la entrada, la inscripción «REAL COLEGIO».
Comenzó su construcción en 1894, año en que la reina regente María Cristina, madre de Alfonso XIII, confió por 25 años a la Comunidad de Religiosas Agustinas de la Asunción la dirección y cuidado de este establecimiento.
El antiguo Centro de beneficencia se convirtió en un colegio religioso más, reservando 20 plazas para las alumnas que llamaban de gracia, generalmente huérfanas, el resto eran externas de pago. Hoy día es un colegio concertado que atiende 806 alumnos.
Los enseres y obras de arte conservados del antiguo centro en la calle de Atocha debieron ser trasladados al nuevo en la calle de O’Donnell. Pero los avatares del siglo XX produjeron algunos cambios en la institución. Durante la República pasó a depender del Ministerio de Instrucción Pública, luego llegó la guerra… Algunos de los muebles u objetos se conservan, pero la mayor parte se perdió.
Junto al Colegio, con fachada a O’Donnell, existió la Casa de Capellanes y otras dependencias, derribadas después de la guerra. En su lugar se construyó un edificio de viviendas que hoy ocupa la esquina con la calle del Doctor Esquerdo.
A continuación, a espaldas del centro escolar, con fachada a la calle Duque de Sexto se encuentra la Iglesia, construida en ladrillo igual que el colegio, con adornos de estilo mudéjar.
La puerta de entrada está normalmente cerrada, pero accedemos a ella desde el Colegio, tras cruzar la Sacristía.
En su interior de tres naves separadas por arcos, hay una mezcla de elementos de distintos estilos que conforman un templo bello y acogedor.
Ecos medievales, artesonados mudéjares, rejerías…
Respecto a las obras de la iglesia anterior, se ignora donde se encuentra el cuadro de Donoso, pero, aunque no está expuesto, el Museo del Prado posee un dibujo con el mismo tema que se cree puede ser el dibujo preparatorio de dicha pintura.
Según leo, la obra de Pereda se encuentra en el Palacio Real.
La sorpresa más grata la hallamos en la actual iglesia, detrás del altar, subiendo por unas escaleras hacia el pequeño camarín donde se encuentra la Virgen de Loreto.
Al parecer, durante la guerra las hermanas la ocultaron en un piso y después la trasladaron a su nuevo colegio en la calle de Velázquez. En 1939 pasaron a hacerse cargo del colegio de Loreto las Esclavas del Divino Corazón, quienes reclamaron la vuelta de la estatua, la virgen que les había acompañado desde la fundación. Pero las hermanas de la Asunción, que se consideraban sus salvadoras, querían conservarla. No fue hasta 1942 o 1943 cuando la imagen donada por Felipe II pudo volver a su lugar, al Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto.
En la peana aún se puede leer la inscripción con el nombre del artista y la fecha, el año de 1586, bajo el manto azul de la valiosa y antiquísima figura policromada, MCCCCCLXXXVI.
por: Mercedes Gómez
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Fuentes:
COAM. Arquitectura de Madrid. 2003
J.M. Quesada. Hª del Real Colegio de Nuestra Señora de Loreto.
La Real Academia Nacional de Farmacia es una institución muy antigua, su origen se remonta al año 1589, cuando reinaba Felipe II, en que los Boticarios de la Villa de Madrid constituyeron la Congregación y Colegio de Boticarios del Sr. San Lucas y Nuestra Sra. de la Purificación, con sede en el desaparecido Convento de San Felipe el Real, que se encontraba en la Puerta del Sol, en el inicio de la calle Mayor. En la Edad Media las asociaciones gremiales estaban ligadas a las religiosas, siendo Felipe IV quien, en 1650, separó los gremios de lo religioso, declarando a la Farmacia Arte Científico.
A partir de 1700, Felipe V, impulsor de las Reales Academias, convirtió dicha congregación en Real Colegio de Farmacéuticos con el fin de que se dedicase al «cultivo y adelantamiento de la Farmacia, Química, Botánica e Historia Natural».
A lo largo del siglo XVIII el Colegio tuvo varias sedes. En un principio se instaló en la calle San Pedro, en el Barrio de las Letras. En 1745 se trasladó a la calle del Barquillo esquina Saúco –actual calle Prim-, donde, entre otras cosas, de acuerdo con el espíritu y fines de este Colegio, se creó un Jardín Botánico donde se cultivaban las plantas que servían para elaborar las sustancias medicinales.
En 1780 hubo un nuevo cambio, a la calle de Relatores esquina Urosas -hoy calle Luis Vélez de Guevara-, pero, debido al gran crecimiento de su Laboratorio, el Colegio se vio en la necesidad de comprar una casa, eligiendo una en la calle de Atocha.
En los comienzos del siglo XIX, se creó el Colegio o Escuela de Farmacia de San Fernando, que se instaló en esta sede de Atocha, hasta que en 1830 finalizó la construcción de su propio edificio en la entonces llamada calle de San Juan, entre las calles de Fuencarral y Hortaleza. Fue construido por suscripción entre todos los farmacéuticos de España, como se puede leer en la lápida colocada en el vestíbulo en 1930, cuando se cumplía el primer centenario. Desde ese año se utilizó como Colegio y luego como Facultad de Farmacia de San Fernando, hasta que se construyó la Ciudad Universitaria. Su arquitecto fue Pedro de Zengotita Vengoa.
El edificio de estilo neoclásico, es bonito, aunque debido a la estrechez de la calle no se puede apreciar muy bien y quizá sea bastante desconocido. La fachada fue construida en tramos adaptados a la forma curva de la vía.
En el pasado existió un gran jardín en la parte trasera, hoy día desaparecido.
Poco después, por acuerdo municipal de 11 de enero de 1835 la calle de San Juan pasó a llamarse calle de la Farmacia.
El frontón triangular con el escudo en el tramo central fue añadido posteriormente.
En 1932 el Real Colegio de Farmacéuticos pasó a llamarse Academia Nacional de Farmacia, a la que después de la guerra se le añadió la denominación de Real, siendo trasladada a la calle Campoamor número 18, en espera de edificio propio.
En 1967 el edificio de la antigua Facultad de Farmacia fue reformado y allí fue trasladada la Real Academia, donde continúa.
Fue declarado Monumento Bien de Interés Cultural en 1997.
Tras la puerta principal, en el número 11 de la calle, como decíamos, se encuentra un amplio vestíbulo en el que una lápida a la izquierda, colocada en 1930, en su centenario, recuerda la inauguración del edificio en el mes de noviembre de 1830. Enfrente a la derecha, otra lápida rememora la recuperación del inmueble en 1967 para sede de esta Real Academia, y su reforma veinte años después.
Los fines de esta institución son “fomentar la investigación y el estudio de las Ciencias Farmacéuticas y sus afines; asesorar al Gobierno de la Nación, Administraciones públicas, Organismos públicos, Agencia Española del Medicamento, agencias científicas y tecnológicas y a cuantas instituciones públicas o privadas lo soliciten, en todo lo que se refiera a las Ciencias Farmacéuticas y al Medicamento, y cuanto se relacione con ellas y con la promoción de la Salud; y elaborar informes o dictámenes sobre las materias que le son propias.”
Por una bella escalera adornada con algunas de las obras de arte propiedad de la Academia, subimos a la primera planta.
Allí se encuentra el Salón de Sesiones solemnes.
Salón presidido por el retrato del rey Felipe V.
Preciosos pasillos distribuyen las estancias, acogedoras salas de espera, salones…
Y la Biblioteca, con sus vitrinas y estanterias llenas de libros de todas las épocas y disciplinas relacionadas con la Farmacia, que ocupa varias salas.
También se encuentran en esta planta el Salón Rojo o de los espejos, utilizado para la celebración de sesiones privadas, y la Galería de Presidentes y Directores de la Academia.
Además, la Real Academia ofrece a los madrileños su Museo de la Farmacia.
El Museo fue creado en el siglo XIX y desde 1994 se encuentra aquí instalado, tras obras de reforma y mejora en las que se adaptó para museo la zona del edificio que tiene entrada por el nº 9 de la calle. Sus colecciones proceden fundamentalmente de la propia Academia, o de donaciones.
Una de las joyas del Museo es la Farmacia abierta en 1876 en la calle del Príncipe número 13, de estilo neogótico, que estaba de moda en aquellos últimos años del siglo XIX. En 1925 fue adquirida por otro farmacéutico que trasladó todo su contenido, los bellos anaqueles y el botamen a El Tiemblo, en Ávila. Cerrada al público en 1948, poco a poco se fue deteriorando y estuvo a punto de ser derribada, por suerte en 1994 la Real Academia decidió su adquisición y restauración, gracias a lo cual hoy día podemos disfrutarla.
Está formada por la Botica y la Rebotica, ambas construidas en madera de pino, con sus anaqueles repletos de botes de porcelana blanca y de delicado cristal tallado de todos los tamaños, en los que se iban reponiendo los diferentes medicamentos que se despachaban por entonces.
También se conserva la mesa que servía como mostrador, de madera de limoncillo y tablero de mármol.
La rebotica se encuentra en la planta baja:
El Museo está formado además por varias colecciones, objetos y documentos de la propia Academia, y todo tipo de material relacionado con la Historia de la Farmacia en España.
Instrumental científico, recipientes de muchos tipos, siendo especialmente valiosos los de cerámica de Talavera del siglo XVIII, botellas de cristal, una gran colección de minerales. Uniformes y trajes de los Académicos. Medallas, títulos, diplomas…
En fin, en una gran sala, varias vitrinas muestran una infinidad de objetos inimaginables relacionados con la Farmacopea, su historia, y sus protagonistas.
El Museo de la Real Academia Nacional de Farmacia, según la información que facilitan en su web, es visitable, previa petición por correo-e.
Texto y fotografías por : Mercedes Gómez
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Fuentes:
Real Academia de Farmacia
Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid
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Otras Reales Academias:
Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Real Academia de Ingeniería.
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