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La Cartografía es uno de los instrumentos más valiosos de los que disponemos para conocer la historia y la evolución toponímica, urbanística y arquitectónica de nuestra ciudad.
Comencé a recopilar en twitter los planos de Madrid más importantes; al menos de momento, me he limitado al siglo XVII. Los traigo al blog porque creo que puede ser interesante verlos todos juntos, saber lo que nos ofrecen, y conocer dónde y cómo los podemos consultar.
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El primer plano conocido de Madrid es el Plano de la Villa de Madrid Corte de los Reyes Católicos de España, de Antonio Mancelli, realizado aproximadamente entre los años 1614 y 1622. Fueron ocho años de trabajo, recorriendo y midiendo las calles.
Durante mucho tiempo fue atribuido al impresor holandés Frederick de Witt. La realidad es que Witt, igualmente cartógrafo e impresor, nació en 1630, varios años después de la realización del plano, por lo cual nunca pudo dibujarlo.
El plano es una bella obra de arte y además nos proporciona mucha información sobre esta época tan importante en la historia de la Villa. Hoy día se puede consultar a muy buena resolución en la Cartoteca del Instituto Geográfico Nacional.
El segundo es el plano realizado por Pedro Texeira, que tenía más de 50 años cuando emprendió su último gran trabajo, la Topographia de la Villa de Madrid. Después de varios años midiendo, calle por calle, edificio tras edificio, terminó su famosa obra en 1651, aunque no apareció hasta 1656. Es el Madrid de mediados del siglo XVII, los tiempos de Felipe IV.
El plano de Texeira se puede consultar en alta definición en la web municipal memoriademadrid. Una verdadera maravilla, para disfrutar, aquí.
Además merece la pena perderse en el visualizador dedicado al Madrid del siglo XVII del Instituto Geográfico Nacional, aquí. Es un paseo por los lugares del Madrid de Cervantes.
El tercer plano que conocemos –el primero obra de un madrileño–, es una copia reducida del plano de Texeira. No es original (como los de Mancelli o Texeira), pero sí importante. Es la Mantua Carpetanorum obra del grabador Gregorio Fosman y Medina de 1686, que ya vimos aquí y que nos muestra el Madrid inmediatamente posterior al de Texeira, pues el autor incluyó los edificios construidos después de 1656 así como transformaciones urbanas.
En cuarto lugar, para despedir el siglo XVII, mencionaremos el plano de Pieter van den Berge (h. 1697). Es una nueva Mantua Carpetanorum, copia no muy buena del Texeira, pero es muy interesante conocer al autor, dibujante y grabador holandés, con taller en Amsterdam.
La novedad es que se refiere al Guadarrama, nuestro río, que luego conoceremos como Manzanares. Y lo más importante es que forma parte de una de las primeras series de estampas de ciudades españolas realizadas a finales del siglo XVII: el Theatrum hispaniae exhibens regni urbes, villas ac viridaria magis illustria… Se puede ver toda la magnífica obra, con vistas de Madrid, Toledo, Segovia, Barcelona, etc. en la Biblioteca Digital Hispánica de la BNE.
Mercedes Gómez
Dice el historiador Francisco Marín Perellón que nos sobran tres de los dedos de una mano para contar los planos de Madrid que se pueden considerar originales:
Se trata de Madrid, Corte de los Reyes Católicos de España (1623), de Antonio Mancelli, y la Topographia de la Villa de Madrid (1656), de Pedro Texeira.
El tercer plano que conocemos –el primero obra de un madrileño–, primera copia reducida del plano de Texeira, no es original, pero sí importante. En él podemos conocer el Madrid inmediatamente posterior al Madrid de Texeira, pues el autor incluyó los edificios construidos después de 1656 así como transformaciones urbanas, y algunas zonas las representó con mayor detalle.
Es el plano Mantua Carpetanorum, sive Matritum, urbs regia, obra del grabador Gregorio Fosman y Medina. Estampado en los talleres de la calle de Atocha del impresor Santiago Ambrona, fue publicado en 1686.
Como el propio autor escribió en la gran cartela inferior, está realizado a partir del plano de Pedro Texeira; el área representada es la misma, la Villa rodeada por la Cerca de Felipe IV, incluyendo:
LO AÑADIDO A ESTA VILLA DE MADRID DESDE 1658 HASTA 1683.
Otra de las cartelas lo indica: Gregorio Fosman la talló con Aguafuerte en Madrid, año de 1683.
Se conservan tres ejemplares originales, uno en una colección particular, otro en la Biblioteca Nacional de Francia y el último en el Archivo de Villa, depositado en el Museo de Historia de Madrid.
En la parte superior un texto manuscrito hace referencia a los Viajes de agua cuyo recorrido aparece marcado. Todo esto fue añadido a mediados del siglo XVIII.
Gregorio Fosman y Medina
Durante un tiempo, cuenta Ángel Aterido, se creyó que eran dos los grabadores, Fosman padre e hijo, pues el artista desarrolló su tarea en un amplio periodo de tiempo; pero en realidad era uno, como este investigador explica:
Gregorio Fosman y Medina, hijo de Juan Fosman (Forstman en origen, probablemente un emigrante flamenco que, como tantos otros, llegó a la Villa y Corte a principios del siglo XVII), y Ángela Benita de Medina, ambos vecinos de Madrid.
Gregorio nació en Madrid hacia 1635. Aprendió el oficio con Pedro de Villafranca, que a su vez se había formado con los Perret (apellido que se españolizó como Perete).
Gregorio Fosman se casó en 1657 con la hija de Pedro Perret hijo, luego hijastra de Villafranca, María Perete; a los cuatro años nació su primer hijo Pedro Antonio, apadrinado por Vicenta, hija de Villafranca, y por Sebastián Herrera Barnuevo. Todo esto demuestra las buenas relaciones de las que disfrutaba Fosman en el ambiente artístico madrileño. En 1672 nació su segundo hijo, Martín Francisco.
Además del plano que nos ocupa, Fosman, que también fue pintor, realizó obras notables como grabador, tal vez la más conocida sea la lámina de cobre el Auto de Fe en la plaza Mayor de Madrid celebrado en Madrid en junio de 1680, adquirida por el Museo del Prado en 2018.
La lámina ejecutada por Gregorio Fosman había servido para realizar la estampa que ilustraría la Relación histórica del auto general de fe que se celebró en la Plaza Mayor de Madrid en el año de 1680 escrita por José Vicente del Olmo y publicada en ese mismo año.

Fosman. «Auto de Fe en la Plaza Mayor de Madrid». Lámina de cobre para grabado, 1680. Museo del Prado.
El grabado realizado en 1680, buril sobre lámina de cobre, no está expuesto, pero pudimos verlo entonces en una vitrina frente a la pintura de Francisco Rizi Auto de Fe en la Plaza Mayor (1683). La lámina de Fosman había inspirado a Rizi.
El libro de del Olmo, con su estampa, también fue expuesto.

«Auto de fe celebrado en la Plaza Mayor de Madrid», estampa insertada en la obra de José del Olmo, «Relación histórica del auto general de fe que se celebró en Madrid este año de 1680».
Además, Margarita Vázquez impartió una conferencia en el museo sobre “El Auto de fe de 1680: Rizi y la lámina de cobre adquirida por el Prado, obra de Gregorio Fosman”.
La Biblioteca Nacional posee varios grabados de Fosman, retratos de personajes, como Calderón de la Barca, Margarita de Austria, etc.
Y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando también guarda varias estampas.
Gregorio Fosman murió con cerca de 80 años, hacia 1713. Fue uno de los grabadores más importantes en la España de la segunda mitad del siglo XVII, último representante de una saga de artistas iniciada por Pedro Perret a finales del siglo XVI. Además fue autor de un plano singular de la Villa y Corte, la Mantua Carpetanorum, que merece toda nuestra atención.
Por: Mercedes Gómez
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Bibliografía:
ATERIDO FERNÁNDEZ, Ángel. “El grabador madrileño Gregorio Fosman y Medina”, Anales del Instituto de Estudios Madrileños, nº 37, Madrid 1997, pp. 87-99.
MARÍN PERELLÓN, Francisco José. “Mantua Carpetanorum, de Gregorio Fosman y Medina”, Revista La Ilustración de Madrid, nº 22, Madrid, invierno 2011-12.
VÁZQUEZ, Margarita. Conferencia “El Auto de fe de 1680: Rizi y la lámina de cobre adquirida por el Prado”, 27 mayo 2018, Museo del Prado.
Pedro Pablo Rubens nació en 1577 en Siegen, Alemania.
En 1590 con apenas catorce años entró a servir como paje de la condesa Ligne-Arenberg, primer paso en su formación de cortesano. Casi a la par comenzó a pintar, en el taller de Tobias Verhaecht, iniciando la brillante carrera de uno de los personajes y artistas más admirados de todos los tiempos.
Rubens fue un pintor y un hombre singular, no solo por su arte sino por su inteligencia, cultura y habilidad en las relaciones sociales, uno de los pocos que alcanzó fama y dinero en vida. Trabajó para las monarquías europeas, viajando por todos los países del continente, para la iglesia y las clases altas; fue diplomático y coleccionista, habló varios idiomas, pintó, creó esculturas, obras arquitectónicas y decoraciones efímeras; su biblioteca era, entre las hoy conocidas, la mayor que entonces poseía un pintor… fue un artista completo, que, como explica el gran especialista en su vida y obra, Alejandro Vergara, con su pintura Rubens mostró su visión exaltada de la vida.
En 1598 ingresó como maestro en el gremio de pintores de Amberes donde estableció su taller y vivió casi toda su vida, excepto los ocho años que pasó en Italia adonde llegó con 23 años, para visitar sus ciudades y estudiar el arte de la Antigüedad y del Renacimiento, conocimientos que luego reflejaría en sus cuadros. Estaba convencido de que “para lograr la mayor perfección en la pintura es necesario comprender a los antiguos”.
A su vuelta a Amberes en 1609 comenzó a trabajar como pintor de la corte de los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia en Bruselas, príncipes soberanos de los Países Bajos meridionales, título que Isabel había heredado de su padre Felipe II.
Su relación con Isabel Clara Eugenia –hija de Felipe II y de Isabel de Valois; hermana de Felipe III y tía de Felipe IV– resultaría decisiva para ambos. Él la aconsejó en lo artístico y en lo político, y ella le apoyó siempre en su carrera.
En 1621 Isabel tras enviudar ingresó en la orden tercera de San Francisco. Pidió al nuevo rey, su sobrino Felipe IV, volver a Madrid y retirarse en el monasterio que había fundado su tía Juana, el Monasterio de las Descalzas Reales. Pero el rey no aceptó, deseaba que ella continuara en Flandes. Entonces se estrechó su relación con Rubens, que como decíamos se convirtió en su consejero, y en pintor de su Corte.
En aquel momento el pintor de los archiduques era Jan Brueghel el Viejo. Juntos, ambos artistas, que parece fueron también amigos, realizaron algunas obras maestras, como los inigualables cinco cuadros dedicados a Los Sentidos, hoy en el Museo del Prado. Y el retrato de La infanta Isabel Clara Eugenia. Rubens pintó el retrato y Brueghel el paisaje.
En 1622 Rubens inició otra de las actividades importantes en su vida, la Diplomacia, al servicio de la Monarquía Española. Dos años después, gracias a Isabel, el rey le concedió cartas de nobleza.
Hacia 1625, tenía ya 48 años, recibió el encargo de Isabel Clara Eugenia de diseñar una serie de tapices sobre la exaltación de la Eucaristía, gran dogma del Catolicismo que defendía la Monarquía, para el Monasterio de las Descalzas Reales en Madrid.
El Convento de las Descalzas, en la plaza del mismo nombre, es una de las joyas madrileñas. Fundado en 1557 por Juana de Austria, hija de Carlos I e Isabel de Portugal, en el palacio que habían ocupado sus padres y donde ella misma había nacido. Los tapices encargados a Rubens por la infanta Isabel Clara Eugenia son uno de los grandes tesoros que guarda.
Rubens pasó solo unos meses en Madrid. Llegó en agosto de 1628 en misión diplomática, para informar al rey sobre las negociaciones de un tratado de paz. Instalado en el Real Alcázar conoció a Diego Velázquez entonces pintor de Cámara.
En Velázquez y Rubens. Conversación en El Escorial, el escritor Santiago Miralles recrea, imagina, las conversaciones que pudieron existir entre ambos artistas, basándose en hechos reales y los datos entresacados de una amplia bibliografía. Presenta un Velázquez tranquilo, agudo, conciliador… frente a un Rubens experimentado –era más de veinte años mayor–, orgulloso, seguro de sí mismo… ambos ingeniosos… el libro es una delicia. En una estancia del Monasterio, mientras beben vino, hablan de lo que era el oficio de pintor, lo que debería ser, de sus ambiciones, de sus colegas… Rubens es implacable con los pintores españoles, solo tiene buenas palabras para Velázquez, su acompañante en el Alcázar y en este viaje al Escorial.
Por entonces “Rubens es un hombre alto y elegante de cincuenta años, pelo castaño claro con grandes entradas que disimula peinándose hacia delante. Gasta barba y bigotes, y tiene la tez sonrosada. Expresivo y risueño, viste con suma distinción y riqueza. Habla un castellano muy correcto con ligero acento flamenco y resonancias de italiano”.
Los expertos coinciden en que Rubens ejerció una gran influencia sobre el joven Velázquez y su intervención debió de ser decisiva para hacer posible su primer viaje a Italia. La estancia de Pedro Pablo Rubens en la Corte del rey Felipe IV fue muy fructífera y en cualquier caso dejó un buen legado que actualmente en gran parte podemos contemplar en el Museo del Prado.
El encargo de la infanta consistía en la realización de veinte tapices. El trabajo, ejecutado en Bruselas donde se encontraban los mejores talleres, fue largo y costoso; los primeros llegaron a Madrid en 1628 y los últimos en 1633 para ser instalados en la iglesia del convento. Sus dimensiones son grandiosas, tienen cinco metros de alto, algunos son cuadrados, otros casi siete metros de anchura.
Como hemos mostrado repetidamente en este blog, en el siglo XVII fue habitual el uso del trampantojo. Rubens fue quien lo introdujo en los tapices, esta fue la primera vez en que las escenas no estaban rodeadas por cenefas sino por arquitecturas fingidas. Las escenas en cada tapiz simulan a su vez ser telas colgadas de dichas arquitecturas barrocas.
Con el fin de exaltar el sacramento de la Eucaristía el pintor se sirvió de diversos lenguajes, la metáfora, las fábulas, las alegorías… utilizó los mitos una vez más demostrando su gran cultura y conocimiento de la historia Antigua. Lo barroco y el dramatismo dominan las historias y los personajes.
El proceso fue complejo, de cada obra el artista primero realizó un boceto pequeño y simple. Luego pintó bocetos muy terminados, los llamados modelos, óleos sobre tablas de roble que muestran la escena invertida respecto a la obra final debido a las técnicas obligadas en la producción del tapiz.

La victoria de la Verdad sobre la Herejía (1625-25) óleo sobre tabla, 64,5 x 90,5 cm. Museo del Prado
Seis de los bellísimos modelos se encuentran en el Prado desde el siglo XIX. En este pequeño formato se muestra la exquisitez de la que era capaz Rubens pintando. Habían pertenecido a Gaspar de Haro y Guzmán, Marqués del Carpio y de Eliche, y en 1689 pasaron a manos del rey Carlos II. En el siglo XVIII sufrieron añadidos de madera de pino que dañaron las pinturas y desvirtuaron la idea original.
Las imágenes de los modelos fueron trasladadas a los cartones, pintados por los ayudantes de su taller ya en el tamaño definitivo. De los cartones se conservan otros seis, en museos extranjeros. Finalmente, los mejores tejedores de dos talleres de Bruselas realizaron los tapices, en seda y lana. Todos se conservan en el Monasterio de las Descalzas.
Como siempre en Semana Santa, este año varios de ellos han sido colocados en el Claustro de la Iglesia y expuestos al público durante unos días.
Luego habrán vuelto a su ubicación habitual, en el Salón de Tapices, antiguo dormitorio de las monjas, donde se pueden admirar todo el año.
El Museo del Prado destina una atención preferente a quien sin duda es uno de los grandes pintores de la historia. Le ha dedicado a lo largo de los años diversas exposiciones. La penúltima, Rubens, a finales de 2010, comienzos de 2011, que reunió en dos salas dedicadas a las exposiciones temporales las pinturas que posee el museo con el fin de acercar el arte de este extraordinario pintor al público. En ella pudimos contemplar todas sus obras maestras, incluidos los seis modelos, óleos sobre tabla, antes de la restauración, que fue acometida ese mismo año 2011.
La difícil y delicada restauración que ha necesitado tres años de trabajos ha conseguido la recuperación de las pinturas originales, tal como Rubens las creó, sin añadidos. Ahora, desde el pasado 25 de marzo hasta el 29 de junio, se pueden contemplar en la pequeña pero espectacular exposición Rubens. El triunfo de la Eucaristía.
La pintura que abre la muestra es, no podía ser de otra forma, el retrato de La infanta Isabel Clara Eugenia. A continuación las espléndidas tablas, que ahora podemos contemplar, recuperado el formato original y su lujoso colorido, por primera vez cuatro de ellas junto a los tapices correspondientes, procedentes de las Descalzas.
Las buenas relaciones de Rubens con Felipe IV continuaron toda su vida, cumpliendo muchos encargos para el rey que se convirtió en el mayor admirador y coleccionista de su obra, gracias a lo cual hoy día disfrutamos en el Museo del Prado de una gran parte.
Pedro Pablo Rubens murió en Amberes el 30 de mayo de 1640 poco antes de cumplir los 63 años. Dejó una preciosa herencia, alrededor de mil quinientos cuadros en el mundo, siendo el Prado el museo que guarda la mayor colección, casi cien pinturas, de las que actualmente en la Colección permanente se exponen alrededor de treinta y cinco.
por Mercedes Gómez
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Bibliografía y fuentes:
Pérez Preciado, J.J. y Vergara, A. Folleto exposición: Rubens. Museo del Prado 2010-2011.
Santiago Miralles. Velázquez y Rubens. Conversación en el Escorial. Ed Turner. Madrid 2010.
Alejandro Vergara. Conferencia: Rubens. El triunfo de la Eucaristía. Museo del Prado, 9 abril 2014.
Rubens. El triunfo de la Eucaristía
Museo del Prado.
Hasta el 29 de junio 2014
Monasterio de las Descalzas Reales
Plaza de las Descalzas
Madrid
En los inicios del siglo XVII el paseo del Prado Viejo de San Jerónimo era muy diferente al actual Paseo del Prado. Entonces no había calles asfaltadas, ni aceras, ni automóviles. Situado en las afueras de la villa, aún no estaba urbanizado, era un camino de tierra arbolado, surcado por un arroyo, con puentecillos y fuentes. A ambos lados había numerosos solares de pequeño tamaño en su mayor parte ocupados por huertas.
Ya desde el siglo XVI tras la llegada de la Corte a la Villa fue lugar de encuentro y diversión sobre todo para las clases altas madrileñas. Después, en tiempos del rey Felipe IV entre los años 1630-1640 se construyó el Real Sitio del Buen Retiro lo cual provocó que muchos nobles se instalaran en sus proximidades. Uno de los hombres más poderosos que construyó su casa de recreo en las cercanías de la posesión real fue el duque de Lerma, recordemos edificada según proyecto de Juan Gómez de Mora.
Los cortesanos que deseaban vivir cerca del rey fueron convirtiendo las tierras de labor que se encontraban frente al Buen Retiro en los jardines de sus casas.
Según el manuscrito Libro de las casas y calles de Madrid (magníficamente transcrito por el investigador Roberto Castilla, desgraciadamente inédito), hacia 1650 la última edificación de la Carrera de San Jerónimo hasta el Prado era una casa-jardín en esos momentos propiedad del secretario Luis Sánchez García.
Este inmueble, junto con otros cuatro colindantes, formaron el sitio nº 6 de la que sería la manzana nº 273, que hacia 1750 era propiedad de la condesa de Altri, según consta en la Planimetría General. En 1771 su dueño pasó a ser el duque de Villahermosa, quien construyó el edificio actual, remodelado y adaptado por el arquitecto Rafael Moneo para albergar el Museo Thyssen-Bornemisza, inaugurado en 1992.
Entramos en el museo en cuyo vestíbulo hay un cuadro que representa el lugar en que nos encontramos, el ambiente y el aspecto de las calles tal como debían ser en las últimas décadas del siglo XVII, durante el reinado de Carlos II, el último de los Austrias.
Es la Vista de la Carrera de San Jerónimo y el Paseo del Prado con cortejo de carrozas.
Anónimo, atribuido a Jan van Kessel III, pintor nacido en Amberes en 1654 que a finales de la década de los 70 llegó a Madrid y trabajó en la Corte. Óleo sobre lienzo de gran tamaño (164 x 445 cm) pintado hacia 1680, pertenece a la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Se encuentra en depósito en el Museo.
Tampoco se sabe con certeza qué acontecimiento representa pero parece claro que fue pintado con ocasión de la visita de algún alto dignatario a los monarcas, Carlos II y María Luisa de Orleans. Las carrozas se dirigen hacia el Palacio del Buen Retiro y a su alrededor se producen infinidad de escenas en las que los protagonistas son los madrileños de la época.
Todo tipo de personajes, nobles y pobres, hidalgos, curas y monjas, encapuchados, damas con abanicos, mujeres vestidas muy modestamente con su hijo en brazos, niños descalzos, perros jugando, un mozalbete bebiendo de la fuente, varias personas sentados en el borde del pilón o de pie, conversando… Los vecinos se asoman a ver pasar la comitiva…
La pintura también nos proporciona una preciosa información acerca del caserío y las calles. A la izquierda se aprecia un trozo del muro o tapia de la casa del Duque de Lerma, y una de las Fuentes del Prado.
El Prado fue el primer lugar en que se empezaron a construir fuentes con un objetivo meramente ornamental, aspecto que cobró importancia con la llegada de la Corte a Madrid. A partir de ese momento, las fuentes siempre tuvieron protagonismo en los proyectos urbanísticos de la zona. La sencillez fue su principal característica. Por una parte, las fuentes-taza, puramente ornamentales, y por otra las pilas con uno o dos pedestales de granito, coronados con las tradicionales bolas graníticas herrerianas, dotados con surtidores que vertían a un pilón. Ambas aparecen representadas en el magnífico cuadro.
En la Carrera de San Jerónimo adivinamos el Convento del Espíritu Santo, sin terminar pues aún no aparecen las torres de la iglesia cuyas obras finalizaron alrededor de 1684, únicamente se ve una cruz coronando el tejado.
A la derecha, el Paseo del Prado, con su frondoso arbolado. Al fondo, la Huerta de Juan Fernández, lugar de recreo inmortalizado por Tirso de Molina.
Frente a la esquina donde hoy se encuentra el Museo Thyssen, aunque no se ve, en lo que hoy es la Plaza de la Lealtad estaba la Torrecilla de Música, sencilla casita donde se colocaban unos músicos que alegraban el paseo, y que también servía como alojería, o quiosco de bebidas.
Infinidad de detalles y pequeñas historias que poco a poco vamos contemplando con admiración en esta maravillosa Vista de la Carrera de San Jerónimo y el Paseo del Prado gracias a la cual, una vez más, paseamos por el Madrid del siglo XVII.
Por Mercedes Gómez
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Museo Thyssen-Bornemisza
Vestíbulo Palacio de Villahermosa,
Paseo del Prado 8.
En Madrid no quedan muchos ejemplos de arquitectura civil del siglo XVII, pero en algunos barrios sí perviven las huellas de lo que fue la vida en aquellos tiempos y el espíritu de sus moradores. Es el caso del barrio de las Letras y del barrio de la Corredera y aledaños. En algunos de sus rincones parece que se ha detenido el tiempo. En el barrio de las Letras se puede respirar el aire que sus antiguos habitantes compartieron. Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Luis de Góngora, Quevedo…
Francisco de Quevedo nació en Madrid en septiembre de 1580. Aunque nunca tuvo una vida estable ni domicilio fijo, en Madrid llegó a ser propietario de dos casas, lo cual no era fácil en aquellos tiempos. Ninguna de las dos se conserva.
La primera estaba situada en la calle del Niño, hoy llamada calle de Quevedo, que compró en 1620 en el barrio de los corrales de comedias, poblado por comediantes, escritores, pintores, escultores… un barrio lúdico y animado, con numerosas tabernas, fondas, casas de juego y mancebías que nuestro literato protagonista frecuentaba. Es obligado recordar que en esa casa vivió de alquiler Luis de Góngora varios años. Parece ser que Quevedo nunca la habitó, sin embargo una espléndida lápida le recuerda (no así a Góngora), en la esquina a la calle de Lope de Vega, antes Cantarranas.
La segunda casa estaba en la calle de la Madera que en aquel tiempo estaba dividida en dos tramos, la Madera Baja, que iba desde la calle de la Luna hasta la del Pez. Y la de la Madera Alta, que subía desde Pez hasta Espíritu Santo. En el siglo XX se convirtió en una única vía, aunque se conservan los bonitos letreros antiguos.
Su hermana Margarita, cinco años menor, se casó con Juan de Alderete, caballerizo del rey, y eligieron para vivir un barrio más tranquilo, el barrio de la Corredera, en el que habitaban otros servidores reales, así como tratantes y mercaderes. La casa propiedad de Margarita estaba en la calle de la Madera Alta y allí acudía Quevedo de vez en cuando. Ella murió en 1633.
En diversas fuentes se considera que esta «casa de Quevedo» estuvo situada en el lugar que hoy día corresponde a los números 24-26, una de las construcciones más antiguas del barrio, proyectada en 1792 por Juan Manuel Martín Vidal. Entre 1797 y 1803 allí vivió el músico Luigi Boccherini, tal como indica una placa en la fachada.
Según se ha publicado estos días el edificio es propiedad del Ayuntamiento y está dedicado a vivienda social, sin embargo al parecer está en venta junto a otros de similares características.
Aunque de finales del siglo XVIII estas casas nos recuerdan la arquitectura del siglo XVII, incluso en su interior, pues conserva el patio, bien cuidado, con los restos de una fuente de piedra y algunos arbolitos.
Era la casa nº 22 de la Manzana 459 que empezaba a numerarse por la calle del Escorial, bajaba por la del Molino de Viento, calle del Pez y subía por la de la madera Alta hasta la del Escorial nuevamente.
Según la Planimetría de Madrid se componía de dos sitios o inmuebles colindantes que ni en el siglo XVIII ni anteriormente habían pertenecido a Quevedo ni a ningún miembro de su familia.
Sin embargo, la casa contigua, la casa nº 23 (actual nº 28), una casa más pequeña y modesta, sobre un solar estrecho y alargado que actualmente también conserva sus antiguas dimensiones, nos revela la Planimetría, sí fue de Margarita de Quevedo.
Por tanto la “casa de Quevedo” estuvo en el lugar que hoy ocupa el número 28 de la calle de la Madera.
Probablemente el error tenga su origen en los cambios que ha sufrido la numeración de la calle a lo largo del siglo XX.
Escribió Mesonero Romanos antes de 1861 que “En la calle Alta de la Madera, al número 26 nuevo, existió hasta hace poco, que fue reedificada de planta, una casa que fue propiedad de D. Francisco Quevedo y Villegas, y luego de su descendiente D. José Bustamante y Quevedo… Esta casa ha sido derribada y construida de nuevo.”
En tiempos de Mesonero, y otros cronistas del siglo XIX, la casa de los Quevedo era la nº 26 de la calle, y este dato ha debido ser trasmitido hasta hoy día por diversos autores. Pero desde mediados del siglo XX la antigua casa que fue propiedad de Margarita, luego quizá de Francisco, y finalmente en el siglo XVIII de sus herederos, como nos indica la Planimetría, es la nº 28.
La casa actual fue levantada en el siglo XIX, como también nos cuenta Mesonero, conserva sus bonitas puertas de madera y la escalera de piedra de la entrada.
Continuamos camino por la empinada calle, que guarda muchos detalles evocadores de su pasado. Antiguos oficios, encuadernadores, broncistas… y bellas puertas adinteladas.
Quevedo murió en septiembre de 1645 cuando iba a cumplir 65 años, tras una vida muy agitada y azarosa, pero su recuerdo pervive en estos barrios madrileños por los que transitaba, igual que otros personajes del Siglo de Oro, incluso el mismísimo rey Felipe IV.
Por : Mercedes Gómez
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Fuentes:
Planimetría General de Madrid.
Fundación Francisco de Quevedo
COAM. Guía de Arquitectura de Madrid. 2002.
Ramón de Mesonero Romanos. El antiguo Madrid : paseos históricos-anecdóticos por las calles y casas de esta villa. Tomo segundo. 1861.
Antonio Mancelli nació en Italia a finales del siglo XVI, no se sabe exactamente dónde ni en qué año. Quizá entre 1575 y 1580, probablemente en Fanano, pueblo del que eran sus padres. O quizá nació en Roma, o allí estudió o trabajó, antes de su llegada a Madrid, pues en algunos documentos aparece nombrado como Antonio Mancelli Romano. Aún existen muchas incógnitas sobre este artista, uno de los muchos que vivieron en el Madrid del siglo XVII. Aunque cada vez menos, gracias primero a los documentos descubiertos por el archivero Antonio Matilla Tascón que abrieron el camino, y más recientemente a las investigaciones de José Miguel Muñoz de la Nava que le han permitido dar a conocer muchos detalles sobre la vida y la obra de Mancelli, creador del primer plano de Madrid.
Antonio Mancelli se trasladó a España, y tras una estancia en Valencia, donde en 1608 realizó el plano de esta ciudad, entre los años 1612 y 1614 se instaló en Madrid, muy cerca del Alcázar Real, como muchos artistas que en aquellos tiempos llegaron a la capital del reino. Era el Madrid de Felipe III, su arquitecto Juan Gómez de Mora, pintores como Vicente Carducho con quien tuvo mucha relación, Eugenio Cajés pintor del rey en 1612, los últimos años de Cervantes, los comienzos del reinado de Felipe IV… era el Madrid del Siglo de Oro.
Era también el Madrid de Juan Bautista Lavanha o Joao Baptista Lavanha, famoso cartógrafo y profesor en la Academia de Matemáticas, a cuyo alrededor se moverían muchos personajes, como el propio Mancelli o por supuesto Pedro Texeira.
Antonio Mancelli se casó con Bernardina de Riaza y Mendoza tal vez poco después de llegar a la Villa. Antonio y Bernardina vivieron en la calle de la Puebla, hoy calle de Fomento.
Quedan pocas huellas de lo que pudo ser en el siglo XVII la entonces llamada calle de la Puebla, cuando allí vivía Mancelli, pero en esta recoleta calle, a un paso del Palacio Real y del Palacio del Senado, antiguo Colegio de doña María de Aragón, aún se respira un cierto ambiente evocador de tiempos pasados.
Tal como nos indica la Planimetría de Madrid, su casa ocupaba el sitio 25 de la manzana 554, que comienza en la calle de Torija, sigue por la del Reloj, calle del Limón (actual Travesía del Reloj) y termina en la de la Puebla (hoy calle de Fomento).
Merece la pena dar una vuelta a la manzana. En el sitio nº 1 en la década de 1780 allí se instaló la sede del Consejo Supremo y Tribunal de la Inquisición, hasta su extinción en 1820 como nos indica una placa del Ayuntamiento en el nº 14 de la calle de Torija, donde luego estuvo el Convento de las Reparadoras, actualmente vacío tras su venta en 2008 para ampliación del Senado. Junto al gran edificio y su iglesia se mantienen otras construcciones más modestas, alguna de ellas testigo de otros tiempos.
Buscamos la placa del sitio nº 25 en la calle de Fomento pero no la encontramos. Es una pena porque estas placas correspondientes a la Visita General llevada a cabo en 1750 a partir de la cual se publicó la Planimetría, nos proporciona una información muy valiosa acerca de la vida en el Madrid de los siglos XVII y XVIII.
La vivienda de Mancelli estaba muy cerca de los sitios 22 y 23 que aunque entre feos cables y tuberías en este caso las placas sí se han conservado.
Corresponden al actual nº 31 de la calle.
La casa de Mancelli debía estar situada aproximadamente en el lugar del actual número 25.
Era una casa sencilla, normal para la época, de una planta, poco más de 6,5 metros de fachada.
Antonio Mancelli era pintor, dibujante, iluminador o coloreador, y cartógrafo. Como Pedro Texeira, conocía las técnicas de la corografía, de la fortificación y las matemáticas.
Además de dedicarse a su oficio, fue comerciante. Tenía una tienda en las covachuelas de San Felipe, junto al famoso mentidero en la Puerta del Sol. Allí vendía mapas, libros, láminas y globos terráqueos. En 1623 (año de impresión del plano) compró otro puesto en el Alcázar junto a la “escalera que subía a los corredores”, cerca de otro mentidero, el de las Losas del Alcázar. Parece que supo situarse bien en la Villa y Corte.
Antonio Mancelli realizó su Plano de la Villa, el primer plano de Madrid, aproximadamente entre los años 1614 y 1622. Fueron ocho años de trabajo, recorriendo y midiendo las calles de Madrid, probablemente ayudado por sus oficiales pues tuvo al menos dos según demuestra el texto de su testamento.
Además del plano La Villa de Madrid Corte de los Reyes Católicos de España realizó una Vista de la Plaza Mayor. Presentó ambas obras al Concejo, siendo aprobada su impresión en septiembre de 1622 la cual tuvo lugar al año siguiente.
De la Vista de la Plaza Mayor y de su faceta de pintor, también muy interesante, quizá podamos hablar en otra ocasión. El Plano, dibujado en perspectiva caballera, dividido en dos planchas, es una bella obra de arte y además, a pesar de que algunos autores en el pasado lo han considerado poco fiable, nos proporciona mucha información sobre esta época tan importante en la historia de la villa, el Madrid de los años 1614 a 1622.
Durante mucho tiempo el plano fue atribuido al impresor holandés Frederick de Witt. Y así continúa figurando en muchos lugares, en algún caso de forma incomprensible. La realidad es que Witt, igualmente cartógrafo e impresor, nació en 1630, varios años después de la realización del plano, por lo cual nunca pudo dibujarlo. Durante mucho tiempo se dio como fecha de impresión original la de 1635, hecho igualmente imposible pues en todo caso en esos momentos de Witt tenía solo cinco años de edad.
Aunque no se conoce ninguna de las originales de 1623 Mancelli recibió trescientos cincuenta ducados por imprimir trescientas láminas, ciento cincuenta planos y ciento cincuenta estampas de la Plaza Mayor. Después realizó más impresiones pues recibió más encargos, nuevos planos, iluminación de los ya impresos, incluso su enmarcación, tanto para el Ayuntamiento como para la Corona.
Existe un ejemplar en la Biblioteca Nacional de España que pudimos contemplar en la exposición La Biblioteca Nacional, trescientos años haciendo historia, sin datos, fecha, autor ni grabador, el cual, según la propia BNE podría ser la edición más antigua del plano.
La Biblioteca guarda otro ejemplar posterior, grabado en Amberes, en el que sí figura el nombre del editor: F. de Witt.
En Madrid hay otro ejemplar guardado en la Biblioteca Regional también con la firma de De Witt, quizá impreso hacia 1657. La Biblioteca Digital de la Comunidad de Madrid cuenta : Tradicionalmente se ha pensado que fue dibujado y grabado en los Paises Bajos por Frederic de Wit, miembro de una familia de impresores holandeses. Investigaciones posteriores ponen en duda esa autoría, asegurando que fue dibujado por Juan Gómez de Mora, coloreado por Antonio Mancelli y finalmente grabado por Wit.
La primera frase hace honor a la verdad, como ya hemos comentado. Pero hoy día parece que ya nadie duda, o debería dudar, que el plano fue dibujado por Antonio Mancelli.
En la web del Museo de Historia aparecen registrados dos ejemplares, uno iluminado y otro sin iluminar. Atribuyen la autoría a F. De Witt y fecha 1635.
Bernardina murió antes de 1632 y Antonio continuó viviendo en la casa familiar hasta su fallecimiento, probablemente después de 1643. No habían tenido hijos.
Muchos años después las planchas originales de su mapa se vendieron y en algún momento fueron adquiridas por Frederick de Witt quien realizó nuevas y numerosas impresiones del primer plano de Madrid, del Plano de Antonio Mancelli.
Por : Mercedes Gómez
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Fuentes:
J.M. Muñoz de la Nava Chacón. «Antonio Mancelli: corógrafo, iluminador, pintor y mercader de libros en el Madrid de Cervantes (I)». Revista Torre de los Lujanes, Nº 57 (2005).
J.M. Muñoz de la Nava Chacón. «Antonio Mancelli: corógrafo, iluminador, pintor y mercader de libros en el Madrid de Cervantes (II)». Revista Torre de los Lujanes,, Nº 58 (2006).
C. Líter y F. Sanchís. La Villa de Madrid Corte de los Reyes Católicos de España. BNE.
F. Benito. Un plano axonométrico de Valencia diseñado por Mancelli en 1608. Universidad de Valencia.
Planimetría de Madrid.
J. del Corral. Las composiciones de aposento y las casas a la malicia. IEM. 1982.
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