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El Museo ICO ha inaugurado Cámara y modelo. Fotografía de maquetas de arquitectura en España. 1925-1970. Organizada por el Ministerio de Fomento, con el apoyo de la Fundación ICO y de PhotoEspaña, es una brillante exposición que, para delicia de los amantes de la arquitectura, une dos modos de representación de los edificios, dos visiones posibles, la fotografía y las maquetas.
Más de cien imágenes, la mayoría originales, de treinta y cinco fotógrafos, maestros como Francesc Català-Roca, Pando, Francisco Gómez, Masats… o de los propios arquitectos, como de la Sota, Higueras, etc. ofrecen un panorama único de la arquitectura moderna española.
Tuve la suerte y el placer de asistir a la presentación de la muestra con intervención del Comisario Iñaki Bergera que transmitió un gran entusiasmo y la emoción de lograr completar una exposición como esta, fruto de mucho trabajo de documentación e investigación por parte de un gran equipo de personas.
Sert, Fisac, Asís Cabrero, Carvajal, de la Sota, Fernando Higueras… todos los grandes arquitectos de la época están presentes. Destaca el montaje de la sala central, un espacio convertido en un pequeño laberinto mediante paneles azules y espejos. Es en cierto modo un juego que invita a perderse recorriendo la historia de la arquitectura moderna.
Junto a las fotografías se exponen algunas maquetas, además de por su evidente interés, como propuesta de otro juego, en este caso que el espectador, nosotros mismos realicemos nuestras propias fotos e investiguemos. Como nos cuenta el comisario, es muy difícil hacer una sola fotografía de un edificio o de una maqueta, que muestre cómo es en realidad. ¿Qué encuadre, qué punto de vista describe con justicia la obra arquitectónica?
En este blog hemos dedicado algún artículo a las maquetas. Son muy sugerentes, y además, a pesar de los cambios que ha provocado el uso de la tecnología, a los arquitectos les siguen siendo muy útiles, el propio Museo ICO lo ha demostrado en otras ocasiones, como en la exposición dedicada a David Chipperfield no hace mucho tiempo.
Nos cuenta Iñaki Bergera que cada maqueta representa un sueño, aunque unos se cumplen y otros no…
Vemos algunos edificios presentados a concursos que no ganaron, por tanto el sueño no se cumplió. Pero podemos llegar a conocerlos, gracias a su maqueta y a la fotografía que hacen realidad los sueños de los arquitectos.
Otros sueños sí se cumplieron pero, lamentablemente, algunos de ellos han sido destruidos, como la famosa obra de Fisac, La Pagoda.
Satisface escucharle también hablar de la necesidad de proteger y salvar la arquitectura moderna, pues también forma parte de nuestro patrimonio, a propósito del reciente y triste derribo de la Casa Guzmán de Alejando de la Sota.
Además, entre otros materiales, se exponen veinte revistas especializadas, documentos valiosísimos, para arquitectos, estudiosos y amantes del arte en general.
Finalmente, un documental con imágenes del No-Do completa el homenaje a esta singular visión de la obra arquitectónica española del siglo XX.
Hasta el 14 de Mayo, en la calle Zorrilla nº 3.
De martes a sábado 11:00 – 20:00h.
Domingo y festivos 10:00 – 14:00h.
Entrada gratuita.
Por : Mercedes Gómez
María Blanchard fue una de las grandes pintoras del siglo XX, una de las protagonistas de la vanguardia en los comienzos del siglo. Sin embargo su arte, por distintas razones, y su vida, llena de interrogantes, no son tan conocidos como sin duda merecen.
Mucho se ha escrito sobre su aspecto físico y el sufrimiento que le ocasionaba. Había nacido jorobada. Durante largo tiempo se dijo que la causa había sido una caída de su madre embarazada, pero la realidad es que nació con una doble desviación de columna y otros problemas debido a un defecto genético, cuenta Gloria Crespo, que ha estudiado la vida y la obra de la artista y ha realizado el documental 26, Rue du Départ – Érase una vez en París.
No solo era su aspecto, bajita y contrahecha, sino que durante toda su vida esa malformación provocó muchos problemas de salud y fuertes dolores. Dormía en un sillón, recostada siempre hacia el mismo lado. Mucha fortaleza debía ser necesaria para vivir así.
Sus biógrafos han relacionado siempre esta desgracia con su pintura, felizmente hoy día se ha comenzado a desligar ambos aspectos dando a su arte la importancia que merece, y a valorar la valentía que siempre tuvo como artista y como mujer que supo adaptarse a los tiempos y a las dificultades.
María Gutiérrez Blanchard nació en 1881 en Santander. Animada por su padre, que también pintaba, en 1903 con veintidós años María se trasladó a Madrid para estudiar y formarse como pintora.
En 1909 obtuvo una beca gracias a la cual fue a París. Tal vez la vida entre la gente “corriente”, en Santander, en Madrid y en Salamanca donde dio clases de pintura, era demasiado dura, siempre objeto de burlas y rechazo. En París, entre los artistas, encontró la libertad y se sintió apreciada.
En 1912 se instaló en Montparnasse, en 26 rue de Départ, donde compartió piso y estudio con Diego Rivera y entabló contacto con Juan Gris.
María sufrió mucho por su deformidad pero debía tener una personalidad fuerte. Fue aceptada con cariño y estima en el grupo de artistas, la mayoría hombres, que protagonizaron la época más vanguardista. Todos hablaron muy bien de ella, no solo de su arte sino su bondad, generosidad, incluso de la belleza de su rostro, sus manos, su pelo… y la admiraron. Llegaron a ser muy importantes en su vida sus grandes amigos los pintores Rivera, Gris y André Lhote.
Después de experimentar con el Fauvismo y otros estilos se convirtió en una de las mejores y más puras representantes del Cubismo.
Diego Rivera y María Blanchard (que al parecer también compartieron estudio en la madrileña calle de Goya) fueron dos de los pintores que participaron en la exposición organizada en 1915 por Ramón Gómez de La Serna, Los pintores íntegros.
El periódico La Esfera recogió el acontecimiento en un artículo firmado por S.A., irónico y cruel contra Ramón, los artistas y contra el Cubismo en general. La muestra resultó escandalosa para el Madrid de comienzos del siglo XX. De la Srta. Gutiérrez (así se refería a María Blanchard el autor del artículo) decía que “cuando quiere dibujar dibuja admirablemente, según puede apreciarse en su repugnante cuadro titulado Madrid”. En la revista Mundo Gráfico José Francés aplicaba el mismo calificativo al desnudo pintado por María Blanchard. Aquella pintura, en algún lugar llamada Venus de Madrid, hoy día está desaparecida.
La Esfera junto al texto publicaba una foto en la que a la izquierda se puede apreciar con dificultad otra de las obras de María expuesta en aquella memorable muestra, otro desnudo femenino, Nu o Eva, actualmente conservada en el Museo Nacional de Arte Moderno de París.
En 1916 se fue definitivamente a París, a pesar de que la guerra mundial continuaba. La vida no debía ser fácil en esas circunstancias, pero allí permaneció María. Ya nunca volvió a vivir en España.
Así como Juan Gris continuó investigando las posibilidades del Cubismo, en los años 20 María Blanchard volvió a la figuración, en lo que se llamó el retorno al orden. Ella tomó el camino del realismo mágico, alejándose de Gris, pictórica y personalmente.
A pesar de todo cuando en 1927 su gran amigo murió se sintió muy afectada y sufrió una gran crisis espiritual y, podemos imaginar, vital. Pero continuó pintando.
Murió en París el día 5 de abril de 1932, recién cumplidos los 51 años. Una breve nota en los periódicos franceses comunicó el “fallecimiento de una pintora española, María Blanchard, después de larga y penosa enfermedad”.
Dos días después en España Luz. Diario de la República recogió la noticia. El escritor Corpus Barga le dedicó un bonito artículo en el que hablaba de cómo la artista que era un duendecillo en su estudio de Montparnasse había sido tragada por el silencio y pedía a las mujeres españolas que salvaran su memoria. La visión del arte en 1932 ya no era la de 1915, por suerte.
La Unión Republicana Femenina recogió la llamada y el día 1 de junio de 1932 se celebró un homenaje. A las siete de la tarde en el Ateneo de Madrid, junto a Clara Campoamor, se reunieron un grupo de artistas y escritores. Ramón Gómez de la Serna que tanto la había apoyado, Concha Espina que era famila suya, y Federico García Lorca que leyó su Elegía a María Blanchard.
Luego la artista cayó en el olvido, con escasas excepciones. En 1962 una galería madrileña le dedicó una exposición. En 1981, centenario de su nacimiento, fue objeto de un homenaje y otra muestra. Y poco más.
Por fin el año pasado 2012, a los 80 años de su muerte, en varios lugares se ha recordado su figura (Museo de Arte Moderno de Santander, Fundación Botín, estreno del mencionado documental en Matadero Madrid). Además, podemos admirar algunas de sus obras en la planta 5ª del Espacio Telefónica en la Gran Vía acompañando a su admirado Juan Gris.
Finalmente en las salas de la 3ª planta del Museo Reina Sofía, una vez más marco perfecto para una exposición, se nos ofrece una gran retrospectiva dedicada a esta gran artista a la cual pertenecen los cuadros de las fotos anteriores.
Hasta el próximo 25 de febrero podemos visitar la muestra que “quiere reivindicar a esta artista española que vivió la pintura con todas sus incertidumbres y convicciones y que llegaría a ser una de las grandes figuras de la vanguardia.”
Además de una magnífica selección de su pintura, el museo ha reunido las imágenes que existen de la artista, fotos, dibujos y alguna caricatura.
Toda una vida, corta pero intensa, dolorosa y creativa, bajo el cristal de una vitrina.
por Mercedes Gómez
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Bibliografía:
El Heraldo de Madrid, 8 marzo 1915
Mundo Gráfico, 17 marzo 1915
Luz, 7 abril 1932
Luz, 31 mayo 1932
Hoja del Lunes de Madrid, 5 enero 1981
El País, 31 enero 2012. Un documental rescata la figura cubista de María Blanchard.
El País, 5 nov. 2012 Gloria Crespo. Contra el olvido de María Blanchard.
Museo Reina Sofía
Exposición María Blanchard – hasta el 25 de febrero de 2013
Edificio Sabatini, Planta 3
Julio López Hernández nació en Madrid en 1930. Su familia era propietaria de una orfebrería, Talleres López, donde trabajaron su abuelo y su padre, de forma que tanto él mismo como su hermano Francisco, nacido dos años después, se inclinaron hacia el mundo del arte y ambos eligieron el oficio de escultor.
Estudiaron en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Allí, desde 1952 formaron parte de un grupo de jóvenes que compartían el gusto por el arte y la literatura, se hicieron amigos, algunos de ellos incluso se enamoraron y se casaron, y entre todos formaron la Escuela del llamado Realismo Madrileño.
Entre ellos, el famoso pintor y escultor Antonio López que aunque nació en Tomelloso, Ciudad Real, en 1949 llegó a Madrid con solo trece años de edad y desde entonces su vida ha estado ligada a nuestra ciudad. Antonio López se casó con la también pintora madrileña María Moreno. El resto del grupo estaba formado por Amalia Avia, casada con el abstracto Lucio Muñoz, que llegaría a ser una de las pintoras realistas más importantes. Su hermano Francisco López Hernández se unió a Isabel Quintanilla. Y el propio Julio López que casó con otra artista del grupo, Esperanza Parada. Esperanza –que había dejado de pintar hace muchos años- y Amalia murieron en los inicios del pasado año 2011.
Julio López Hernández en sus comienzos se dedicó a la escultura religiosa, aunque pronto se especializó en la llamada nueva figuración.
Refiriéndose a aquellos tiempos, él mismo ha contado: «Fue como una toma de conciencia… En un momento dado dejó de interesarme la forma y la búsqueda de soluciones puramente plásticas y decidí, influenciado por la lectura de Baroja y Machado, hacer realismo. Y esa ha sido mi pretensión desde entonces«.
Su obra se encuentra en diferentes museos y colecciones privadas. El Museo Reina Sofía parece ser que posee alguna, pero debe estar en los almacenes.
Hace pocos días pudimos ver la escultura de bronce Jacobo I, primer ejemplar de una edición de cuatro, en un balcón del Museo Lázaro Galdiano, dar la bienvenida a la exposición Coleccionismo al cuadrado. La Colección de Leandro Navarro. La obra, de 1975, procede de la Galería Claude Bernard de París.
Entre otros importantes premios, en 1982 Julio López obtuvo el Premio Nacional de Artes Plásticas «por su sentido original de la escultura realista fuera de los cánones académicos y su revitalización del espíritu clasicista».
En 1986 fue nombrado académico de número de la Real Academia de San Fernando de Madrid, ocupando la plaza que el año anterior había dejado vacante el escultor Pablo Serrano.
La relación con su amigo Antonio López ha continuado a lo largo de los años. Juntos han impartido cursos y talleres, y realizado algunas obras, en las que también ha participado su hermano Francisco.
En Madrid podemos contemplar varias obras suyas, esculturas fundidas en bronce. En la plaza de Santa Ana, mirando hacia el Teatro Español, se halla la figura del poeta Federico García Lorca finalizada en 1986, aunque debió esperar diez años en el Cuartel del Conde Duque a que acabaran las obras de la plaza y poder ser instalada. Fue solicitada al Ayuntamiento por el entonces director del Teatro, Miguel Narros, al celebrarse el cincuenta cumpleaños del estreno de Yerma. Se trata de una figura de tamaño natural que representa al poeta de pie, con una alondra en las manos.
Una lápida de piedra caliza muestra la inscripción “Madrid, a Federico García Lorca”, sobre el pedestal de granito.
En 1989 la Fundación Juan March donó al Museo del Prado la obra Un pintor en el Prado, instalada en los jardines al pie de la Iglesia de los Jerónimos. Representa un joven que lleva todos los materiales necesarios para emprender una pintura al aire libre. La obra muestra un gran realismo y detalle.
Frente a ella, en el interior del Museo del Prado, a cuyo Patronato pertenece el artista, se halla un gran medallón fundido en bronce en 1983 del Retrato de Juan de Villanueva pintado por Goya hacia 1800, guardado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Actualmente el medallón se encuentra en la Sala de las Musas, en la pared de estuco rojo pompeyano frente a los mostradores de información, sobre la puerta que comunica con la zona de acceso de la Puerta de Velázquez, puerta central del museo.
Muy cerca, en el Real Jardín Botánico, en una pequeña glorieta dedicada a los Jardines por la Paz existe una estatua realizada en 1991, titulada La niña.
Una de sus dos hijas, Marcela, sirvió de modelo hace más de veinte años. El nombre que dio el escultor a su obra entonces fue Hizo de su amor simetría, ya que la protagonista tiene entre sus manos una dalia, “quizás la flor que mejor representa la proporción áurea, la simetría del arte de la naturaleza”.
En el jardín frente a la Casa de Cantabria, en la calle de Pío Baroja, muy cerca del Retiro, podemos ver la estatua de otro poeta, un busto de bronce “de Madrid a Gerardo Diego» que fue instalado en 2003.
Finalmente, la obra pública más moderna esculpida por Julio López para Madrid es una escultura del año 1999, la figura del rey Juan Carlos I, situada a la entrada del edificio de la Asamblea de Madrid, en Vallecas.
Por Mercedes Gómez
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Fuentes:
monumentamadrid
El País
Colección ICO. Exposición Escultura con Dibujo. Octubre 2010.
La Casa Encendida es uno de los centros culturales más singulares y vivos de Madrid. Se encuentra en la Ronda de Valencia nº 2 en un edificio construido en 1910 para albergar la segunda sucursal de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, inaugurada en 1913.
El arquitecto encargado fue Fernando Arbós y Tremanti, que antes había proyectado la sede principal de la Caja de Ahorros y la Casa de las Alhajas en la plaza de San Martín, hoy dedicada a Sala de Exposiciones. A este arquitecto también le debemos los únicos ejemplos de arte neobizantino de la capital: el Panteón de Hombres Ilustres y la Iglesia de San Manuel y San Benito.
Se trata de un edificio de estilo neomudéjar, de ladrillo bicolor, con dos torreones en las esquinas, y en el centro sobre la cornisa un pequeño frontón con reloj.
Organizado alrededor de un gran patio, durante unos años fue conocido como Casa de Empeños debido a que fue utilizado como almacén del Monte de Piedad. Allí se amontonaban los objetos que los madrileños depositaban a cambio de un préstamo.
Tras una primera rehabilitación en 1989 a cargo de Guillermo Escribano, entre los años 2000 y 2002 fue nuevamente reformado por Carlos Manzano, y ampliado con el fin de acoger el Centro Cultural de Caja Madrid que recibió el sugerente nombre de Casa Encendida. Fue elegido como director José Guirao, hasta entonces director del Museo Reina Sofía. Abrió sus puertas el 9 de octubre de 2002.
La Casa Encendida fue creada con la pretensión de ser un lugar abierto, “siempre dispuesto a acoger actividades y recibir visitantes”, como por entonces afirmó su director, y parece que lo ha conseguido. Pintura, música, teatro, cine, talleres y cursos, hemeroteca, salas para conectarse a internet, laboratorios de radio o fotografía … casi todos los días del año, de lunes a domingo, desde las 10 de la mañana a las 10 de la noche. Actividades tan diversas, sus bancos para tomar asiento un rato, la cafetería, … reúnen un numeroso y variopinto público.
Justo hace diez años un titular del diario El País lo definía como “un edificio para perderse y divertirse en Lavapiés”. Y así es, se puede deambular por las salas, pasillos y recovecos e ir encontrando a cada paso cosas que nos sorprenden.
En uno de los descansillos de la escalera que nos lleva a la azotea una vitrina guarda la antigua maquinaria del reloj de la torre, con sonería de horas y cuartos, fabricado por la casa J.G. Girod a finales del siglo XIX.
El reloj fue restaurado por el Servicio Técnico de Unión Relojera Suiza en 2002.
La azotea, convertida en terraza, es un lugar encantador, con sus plantas y arbolitos, los torreones y la casita del reloj.
Estos días de otoño los madroños están madurando, aquí y en todo Madrid, cambiando el color amarillo por el rojo, y la Casa Encendida cumple diez años (el edificio ha cumplido cien).
Y lo hace a lo grande, con la exposición dedicada a Louise Bourgeois.
Algunos de nosotros aún recordamos la muestra que le dedicó el Museo Reina Sofía a finales de 1999, siendo aún su director precisamente José Guirao. Por esto, además de porque se trata de una de las artistas más importantes del siglo XX, la vuelta de Louise Bourgeois a Madrid es un acontecimiento, positiva o negativamente no es fácil que la contemplación de sus obras deje a nadie indiferente.
El mismo director, Guirao, la misma comisaria, Danielle Tilkin.
No fue casualidad que la primera exposición en el Reina Sofía se titulara Memoria y Arquitectura, Louise afirmaba que la memoria es una forma de arquitectura. Su obra la fue construyendo con sus vivencias durante sus casi cien años de vida, con su memoria.
Nació en París el 25 de diciembre de 1911. Se casó con un historiador y profesor de arte (ella contaba que entre conversación y conversación sobre surrealismo él se declaró) y con él fue a vivir a su ciudad, Nueva York, y se convirtió según sus propias palabras en una artista americana, no francesa. Una mujer artista en un mundo entonces exclusivamente habitado por hombres.
Aunque creció en un ambiente artístico y ella misma fue artista y expuso muy pronto, no saltó a la fama hasta 1982 cuando el Museo de Arte Moderno de Nueva York le dedicó su gran retrospectiva, la primera dedicada a una mujer. Tenía 70 años. En el año 2000 la Tate Modern londinense inauguró su Sala de Turbinas con su obra. Fue la consagración. Tenía casi 90 años. Y siguió trabajando.
Estos días las obras de Louise Bourgeois, las realizadas durante los últimos diez años de su vida, inundan la Casa Encendida y su rostro de mujer mayor con mirada de niña traviesa nos observa. No podía faltar la famosa y provocativa fotografía que le hizo Robert Mapplethorpe poco después de la exposición en el MOMA con su escultura Fillette bajo el brazo.
Esta vez la exposición ha sido titulada Honni soit qui mal pense (mal haya quien mal piense), utilizando un frase escrita en uno de los cuadros de la artista. Ella, desinhibida y divertida, advierte a los “malpensados”.
Transgresora, atrevida, compleja… exhibía sus miedos, sus necesidades… a menudo utilizando el color rojo.
Muchas de sus obras son inquietantes, duras, otras expresan debilidad, afecto, incluso una cierta ternura. En una de las salas se exponen sus singulares relojes que marcan las horas, en las que pasa (o no pasa) algo, en las que espera, pide, anhela, se angustia, ama…como durante toda su vida en la realidad. Todo tiene su porqué, nada parece casual en la obra de Louise Bourgeois. Decía que su vida era una sucesión de cuartos de hora que pasaba en una sucesión de metros cuadrados.
La casa, el espacio, fue muy importante en su obra.
Sus temas, sus obsesiones, fueron la madre, el padre (con diez años descubrió que su padre era el amante de su institutriz, y ese hecho marcó su vida), ser mujer, la maternidad, los símbolos masculinos, el sexo…
Utilizó todo tipo de materiales para expresarlos, papel, ásperas telas, suaves paños bordados, cuentas de cristal, madera, bronce, mármol, etc. incluso las palabras habladas o escritas. Y el color.
Louise trabajó hasta el final de sus días. Murió el 31 de mayo de 2010. Tenía 98 años.
Por Mercedes Gómez
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Bibliografía:
COAM. Arquitectura de Madrid. 2003.
La Casa Encendida
Diario ABC, 26 oct.2001
Diario El País 23 oct. 2002
Diario El País 22 oct. 2012.
Julia Luzán. Madre araña. El País Semanal 7 oct. 2012.
El pasado miércoles 17 de octubre fue inaugurada la exposición Coleccionismo al cuadrado. La colección de Leandro Navarro en el Museo Lázaro Galdiano, organizada por el Ministerio de Educación y Cultura.
Sorprende y admira encontrar, en un lugar tan inesperado, pinturas y esculturas de los artistas más representativos del siglo XX español conversando con obras maestras de todos los tiempos, coleccionadas en el siglo XIX por José Lázaro Galdiano.
No es la primera vez. El año pasado pudimos disfrutar con la exposición ¿Qué hace esto aquí?. Colección Jove en el Museo Lázaro Galdiano.
Leandro Navarro nació en Madrid en 1927, y comenzó su colección en 1956 con una acuarela del pintor Benjamín Palencia. Era un regalo a su mujer, en su primer aniversario de boda. Ambos eran aficionados a la pintura. La colección de Leandro y Conchita Navarro ha llegado a ser muy amplia y valiosísima, pero podemos imaginar la emoción de los comienzos, del riesgo y las sensaciones al poder contemplar estas obras, en su propia casa.
Leandro Navarro, coleccionista y galerista, dice cosas tan interesantes como que “Rothko es tan bueno como Murillo”, es la opinión de alguien que ama y conoce el Arte, su historia y su significado.
Asomado al jardín, en uno de los balcones principales del palacete, nos recibe la primera obra de la exposición, Jacobo I, una escultura de bronce de Julio López Hernández.
La exposición es extraordinaria.
Comienza en la planta baja donde se muestran obras significativas del “universo” de Leandro Navarro y representativas de su Colección, Leandro Navarro y su trayectoria: Maruja Mallo, Cristino de Vera, Solana, Miró… y esculturas de pequeño formato de Gargallo y Julio González, entre otros.
En la primera planta, en una sala habitualmente dedicada a Goya, se han ubicado la mayor parte de las obras de José Gutiérrez Solana, que toma el relevo a Goya, y que Leandro ha ido adquiriendo a lo largo de los años. Queda clara la relación entre la obra de ambos artistas, que reflejan la España “más oscura”.
En el antiguo despacho de José Lázaro se ha instalado una espectacular selección de la obra de los grandes artistas del siglo XX, los realistas Antonio López, Carmen Laffón… junto a los abstractos, Tapies, Lucio Muñoz, Palazuelo, Manuel Rivera…
En la planta segunda, junto a los dibujos de los grandes artistas del siglo XX, como Picasso o Juan Gris, se exponen los de otros artistas internacionales que más recientemente se han ido incorporando a la Colección (Lucien Freud, Louise Bourgeois), y pequeñas esculturas realizadas por los representantes del mejor abstracto, Eduardo Chillida, Martín Chirino, etc .
Descansando al lado, tras los cristales de una vitrina, una cabecita de “Carmen dormida”, de Antonio López.
Finalmente, en el edificio de la España Moderna, que acogió la antigua editorial de José Lázaro, una característica escultura de Pablo Palazuelo nos da la bienvenida a la Sala dedicada a la Escuela de Madrid y más. Artistas como Caneja, Redondela, Martínez Novillo, Benjamín Palencia…
Hay muchas obras bellas en estas salas, repartidas y colocadas con sabiduría con el fin de mostrar la importancia del coleccionismo, en este caso un Coleccionismo al cuadrado. Se puede visitar hasta el próximo día 7 de enero de 2013, en el Museo Lázaro Galdiano, calle Serrano nº 122.
Por Mercedes Gómez
Juan Gris, cuyo verdadero nombre era José Victoriano González, nació en Madrid el 23 de marzo de 1887, en el seno de una familia acomodada. El padre era comerciante, y la familia vivía bien en aquel final de siglo madrileño, pero la situación se volvió difícil cuando el negocio quebró. José, que era el decimotercero de catorce hermanos, tenía solo siete años.
El niño, que dibujaba muy bien, no entró en Bellas Artes pero estudió en la Escuela de Artes y Oficios, y muy joven comenzó su dedicación a la ilustración gráfica. En 1906, con diecinueve años, realizó las ilustraciones para el libro Alma América. Poemas indoespañoles, de José Santos Chocano, firmando por primera vez como Juan Gris. Ese mismo año se trasladó a París donde viviría casi toda su vida.
La búsqueda de aires nuevos, una vida mejor, y librarse del servicio militar (probablemente para poder seguir trabajando y teniendo ingresos) le llevaron hasta la entonces capital del Arte. Se dice que llegó con 16 francos en el bolsillo.
Le recibió su amigo Daniel Vázquez Díaz, quien le llevó al edificio de los famosos ateliers o talleres del Bateau Lavoir, en Montmartre, donde los artistas de la vanguardia tenían sus estudios, o simplemente visitaban los de sus colegas. Modigliani, Matisse,… allí se reunían todos. Y allí conoció a Picasso y a Braque, solo unos años mayores que él. Se introdujo en los ambientes que estos pintores frecuentaban y se adhirió al nuevo movimiento artístico que desarrollaban, el Cubismo.
Juan Gris vivió durante diez años en ese edificio de madera, muy frío en invierno, caluroso en verano, con una única fuente para todos los inquilinos y un solo retrete, sin baño…
Poco después de su llegada a París conoció a la modista Lucie Belin que se trasladó a vivir con él en el pobre taller. En 1908 se casaron y al año siguiente nació su hijo Georges, pero la relación no funcionaba bien y se separaron. El niño fue enviado a Madrid, donde fue criado por su familia.
En 1910 comenzó a dedicarse a la pintura aunque, por razones económicas, continuó trabajando como ilustrador. Muchos periódicos, muchos dibujos… por poco dinero.
Dos años más tarde conoció a Fernande Herpin, Josette, quien un tiempo después se trasladó al Bateau Lavoir y sería su mujer ya para siempre. Decían los que la conocieron que era “inteligente, espiritual, fina… comprendía a Gris”.
En 1920 Juan Gris sufrió una grave pleuresía, comienzo de una sucesión de enfermedades (asma, uremia…) que unidas a la pobreza en la que casi siempre vivió le fueron debilitando.
Debido entre otras cosas a su condición de prófugo nunca pudo volver a España, aunque si debió mantenerse en contacto con su familia, en 1922 envió a su hijo la fotografía que le hizo Man Ray.
La pareja vivió en varios lugares de Francia, buscando un clima que mejorara la salud del pintor, pero en 1924 volvieron a París.
Los domingos se reunían todos los amigos, artistas, intelectuales… y en las sobremesas Juan Gris sacaba a bailar a las damas, era un apasionado del baile. Tan serio en su obra, era sin embargo, decían sus colegas, una persona bromista y con ganas de vivir. Pero las crisis se sucedían y llegó un momento en que ya no podía levantarse de la cama.
Su obra es singular pues unió el racionalismo cubista a una cierta pasión y sensualidad, principalmente mediante el uso del color y de las líneas curvas. La contemplación de algunas de sus pinturas nos inspira una emoción muy alejada de lo que puede sugerir la pura geometría.
Escribía el propio pintor en 1925: “Hoy, evidentemente, me doy cuenta de que, en su comienzo, el cubismo no era sino un modo nuevo de representación del mundo”. Pero para él, el cubismo no era un mero «procedimiento” sino una estética, incluso «un estado de espíritu».
Decía Joaquín Torres-García que otros pintores partían de la naturaleza para ir a lo abstracto, mientras que el camino de Juan Gris era a la inversa: partía de lo abstracto de la geometría para ir a la realidad. Bonita y precisa definición.
Un elemento muy utilizado por Gris fue la ventana, a través de ella entraba la luz en sus bodegones, y además proporcionaba un tono más poético o literario a sus cuadros.
Él mismo decía que trabajaba con los elementos del espíritu, con la imaginación.
En Madrid se puede admirar su obra en el Museo Reina Sofía, en la sala 208 del Edificio Sabatini dedicada a “Juan Gris. La reordenación de la mirada moderna”. En el Museo Thyssen se pueden contemplar algunas obras del autor, y el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando también posee un cuadro suyo.
Y finalmente, en el recientemente inaugurado magnífico Espacio Telefónica (que merece una visita en sí mismo), en la 4ª planta, se expone la espléndida Colección Cubista, organizada alrededor del gran protagonista: Juan Gris. Entre otros materiales interesantes se proyecta una película de unos 20 minutos de duración en la que de forma completa y emotiva se narra su vida y evolución pictórica, “Juan Gris. Cubismo y modernidad”.
Juan Gris murió el 11 de mayo de 1927. Tenía solo 40 años.
Nunca volvió a su ciudad natal, pero en la calle del Carmen nº 4, a un pasito de la Puerta del Sol, una lápida recuerda que en esa casa, hoy convertida en hotel, nació el pintor. Fue instalada por “el pueblo de Madrid en el aniversario de su muerte, el 11 de mayo de 1986.”
Juan Gris fue un gran artista, y sin duda un hombre especial, lamentablemente su muerte tan temprana impide saber cual hubiera sido su futuro. Una de las personas que mejor le conocieron, su marchante y biógrafo Daniel-Henry Kahnweiler, dijo que Gris era el hombre más puro, el amigo más fiel y tierno que había conocido y, sin duda, uno de los artistas más nobles que la Tierra haya dado.
Por Mercedes Gómez
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Fuentes:
Espacio Telefónica
Edificio Telefónica (Entrada por calle Fuencarral nº 3).
De Martes a Domingo de 10:00 a 20:00 h
Museo Reina Sofía
Edificio Sabatini, Sala 208.
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