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Manuel Godoy, valido del rey Carlos IV desde 1792, fue un hombre muy poderoso política y económicamente. Además de la colección de arte que llegó a reunir, otras casas y posesiones, en Madrid al menos fue dueño de tres palacios.
Palacio de Godoy
El llamado Palacio de Godoy está situado en la plaza de la Marina Española, un lugar privilegiado. Fue proyectado por el arquitecto real Francesco Sabatini en 1775 por encargo de Carlos III como Palacio de los Secretarios de Estado pues estaba destinado a albergar al Primer Secretario de Estado o primer ministro. Tan elevado cargo requería un emplazamiento cercano al Palacio Real. El lugar elegido fue el solar situado junto al Colegio Convento de doña María de Aragón, hoy Palacio del Senado, frente al Real Monasterio de la Encarnación.
En aquellos momentos el Secretario era el marqués de Grimaldi, que no llegó a instalarse en él. Finalizado el edificio, sí lo habitó su sucesor, el conde de Floridablanca, y luego Manuel Godoy, duque de Alcudia.
Godoy se instaló en el bello palacio, lo amplió (según proyecto del arquitecto Juan Antonio Cuervo) y reformó a su gusto, y llegó a convertirse en su propietario por lo que es conocido como Palacio de Godoy.
A lo largo de este mes de agosto ha abierto sus puertas al público, con motivo de las visitas guiadas organizadas por la Comunidad de Madrid, Bienvenidos a palacio. En cualquier caso este edificio hoy acoge un organismo público, el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales abierto a los ciudadanos, con actividades, biblioteca y una tienda.
De la visita al Palacio de Godoy podéis encontrar una bonita e interesante crónica en el blog de María Rosa.
Hoy vamos a centrarnos en la búsqueda de las escasas huellas que existen de la época en que Godoy y su familia lo habitaron.
Tras el paso de los franceses por sus estancias, la guerra de la Independencia y los sucesivos cambios de uso a lo largo de los siglos XIX y XX, se conservan pocos elementos originales, ningún mobiliario, y las numerosas obras de arte que lo adornaron, o se perdieron o se encuentran en otros lugares. Manuel Godoy fue un gran coleccionista, en su palacio estuvieron obras maestras como las majas de Goya, hoy en el Museo del Prado.
Al fondo del primer tramo de la escalera imperial, obra de Jean Démosthène Dugourc, se hallaba un valioso friso en altorelieve.
Cuando el Ministerio de Marina y el Museo Naval (que estuvieron aquí un tiempo) se trasladaron al Paseo del Prado esquina calle Montalbán fue uno de los elementos trasladados a la nueva sede. Allí, en el actual Cuartel General de la Armada, se encuentra el despacho de Godoy, también procedente de su antiguo palacio.
Nos cuenta la guía que las estancias del político, de las que no queda nada, estaban situadas a un lado de la majestuosa escalera, el que se asomaba al palacio Real, y al otro las de su esposa María Teresa de Borbón, condesa de Chinchón, y su hija.
En alguno de los salones únicamente subsisten las decoraciones pictóricas originales. Del siglo XVIII es el esplendoroso techo, aunque oscurecido, del llamado Salón de Tapices. Su autor pudo ser Juan Gálvez, pero no se sabe con certeza. Algunos estudiosos citan a José del Castillo y a Zacarías González Velázquez, que también pudieron trabajar aquí.
En el hoy llamado Salón de los Escudos se ubicaron otras obras de Goya, cuatro tondos, medallones circulares óleo sobre lienzo, obras alegóricas dedicadas a los ideales de la Ilustración; tres de ellas, La Industria, La Agricultura y El Comercio se encuentran en el Museo del Prado. La dedicada a La Ciencia se perdió, pero se conoce gracias a las fotografías del Archivo Moreno conservadas en la Fototeca del Ministerio de Cultura.
Las pinturas de Goya fueron sustituidas por escudos modernos, aunque las esfinges a los lados sí son las originales de comienzos del siglo XIX.
Las habitaciones, hoy despachos, guardan algunos techos pintados en los que no faltan los trampantojos (cortinajes, barandillas fingidas…)
De la carpinteria original solo se conserva la puerta de la que fue Capilla del palacio, hoy transformada en salón de actos.
Era un hermoso palacio en el que vivía Manuel Godoy con su esposa la condesa de Chinchón y su hija Carlota Luisa cuando en los comienzos del año 1803 la reina María Luisa de Parma quiso hacer un regalo al valido, concretamente a su hija nacida tres años antes, y que además era su propia ahijada. Para ello adquirió una quinta de recreo en Carabanchel, siempre con el beneplácito de su marido el rey, propiedad que Godoy debía administrar hasta la mayoría de edad de la niña. En el breve espacio de tiempo que transcurrió entre la adquisición y la cesión de las escrituras a Godoy, esta quinta fue Sitio Real.
Quinta de recreo del Conde del Campo Alange
Era la Casa de recreo del II Conde del Campo Alange, don Manuel José de Negrete, situada en el barrio de Buenavista, distrito de Carabanchel; en la calle Joaquín Turina 37, con vuelta a las calles de Polvoranca, Gómez de Arteche, Marianistas y Camino de las Cruces.
La casa-palacio fue construida en 1786 según proyecto de Ramón Durán, discípulo de Ventura Rodríguez, a la salida del pueblo del Alto Carabanchel o Carabanchel de Arriba. Siguiendo las enseñanzas de su maestro, Durán construyó el palacete al estilo barroco tardío clasicista.
Fue rodeada de jardines, árboles frutales, parras, faisanera, estanques, bellas fuentes… construcciones auxiliares, un palomar y un huerto, a la manera de las ricas quintas construidas en Carabanchel por los nobles y financieros de la época. La posesión tenía casi 12 hectáreas de extensión.
Se sabe que la familia, sobre todo la Condesa de Chinchón y su hija habitaron la finca; a pesar de disponer de casas de campo más lujosas, a doña María Teresa de Borbón le gustaba la posesión de Carabanchel, no se sabe muy bien porqué. Godoy debía ir a visitarlas de vez en cuando.
Vendida en 1826, a partir de ese momento tuvo varios propietarios, entre ellos el marqués de Salamanca que la compró antes de adquirir la cercana Quinta de Vista Alegre, la mejoró y la convirtió en escenario de sus esplendorosas fiestas.
La hija del último propietario Mariano de Larrinaga, la condesa viuda de Casa Puente, en 1941 vendió la quinta entonces conocida como Villa Larrinaga a la Compañía de María. El arquitecto Luis Moya la transformó en Escolasticado de los Marianistas, ampliando la posesión y construyendo un Panteón para los religiosos. Poco después fue convertido en sede del Colegio Hermanos Amorós, que aquí continúa.
A pesar del paso del tiempo y el cambio de propietarios y usos, la extensa quinta conserva gran parte de su estilo y esplendor. El jardín, que en el colegio llaman “la pradera”, aunque existan nuevas construcciones y espacios dedicados a instalaciones escolares y deportivas, sigue ocupando unos 94.000 metros cuadrados.
Palacio de Buenavista
Pocos años después de haber recibido esta quinta de recreo Manuel Godoy recibió un nuevo regalo, el magnífico Palacio de Buenavista.
Recordemos que en 1769 don Fernando de Silva Álvarez de Toledo, Duque de Alba, adquirió las casas llamadas de Buenavista a la salida del Camino de Alcalá, y fue su nieta, la duquesa de Alba, María Teresa Cayetana, quien inició la construcción de un gran palacio. La obra fue proyectada por Juan Pedro Arnal en 1777.
Tras la muerte de la duquesa en 1807 lo adquirió el Ayuntamiento que lo donó a Godoy. Éste entonces vendió su palacio de la plaza de la Marina Española, pues el de Buenavista se acercaba más a sus preferencias, así que comenzó las obras para decorarlo a su gusto rápidamente ya que deseaba ocuparlo cuanto antes.
Es difícil saber qué se conserva de esta época, la mayor parte de la decoración de los salones es posterior a 1940. Aunque, igual que sucede en el Palacio de la plaza de la Marina Española, los techos del Palacio de Buenavista parece que datan de la época en que Godoy se encargó de su decoración, encargando realizarlos al estilo francés e italiano, de moda entonces.
Tampoco se conocen sus autores, aunque nuevamente se cree que pudo participar Juan Gálvez. Son pinturas al temple de gran belleza.
Manuel Godoy nunca llegó a instalarse en este palacio. En 1808 se produjo su caída, exilio y confiscación de todos sus bienes.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Ramón Guerra de la Vega. Palacios de Madrid (tomo I). Madrid, 2010.
Monte-Cristo. “El Palacio de los condes de Casa Puente, en Carabanchel”, Blanco y Negro, Madrid 13 agosto 1922, pp. 34-36.
Miguel Lasso de la Vega. Quintas de recreo y casas de campo aristocráticas alrededor de Madrid. Tomo II Los Carabancheles. Madrid, 2004.
Pablo González-Pola. «El Palacio de Buenavista, ejemplo de conservación del patrimonio histórico-artístico militar». Militaria, Madrid 1995.
Hay calles en que su forma esconde toda su historia, son las calles que nacieron a partir de los accidentes del terreno, antiguos caminos, o arrimadas a las murallas. La Cava Baja -su nombre ya nos cuenta su origen medieval-, antigua cava o foso de la muralla cristiana, es una de ellas.
Aunque su historia es más antigua. Como sabemos gracias a la arqueología (hallazgos de silos, restos de un muro de época islámica, materiales domésticos…), los terrenos entre Puerta de Moros y Puerta Cerrada se fueron poblando, conformando el llamado arrabal de la Cava Baja, uno de los arrabales musulmanes que existieron entre los siglos IX al XI, donde luego los cristianos levantaron uno de los tramos de su muralla.
Una vez más el libro La Forma de la Villa nos ofrece información valiosa. Uno de los importantes sondeos realizados en los años 80 del pasado siglo, el del misterioso solar, tantos años cerrado, ubicado en el nº 22, además de constatar la presencia de un lienzo de muralla de cuatro metros y un cubo semicircular, “la estratigrafía del terreno deparó el hallazgo de una serie de estructuras constructivas interpretadas por los directores de la excavación (Luis Caballero y Araceli Turina) como un probable arrabal de época islámica”.
Las excavaciones en otros inmuebles, números 30 y 32, también ofrecieron información sobre el pasado árabe de la zona.
En los inicios del siglo XVI, construyendo en estos solares arrimados a la antigua tapia, se creó la manzana 150. Originalmente comenzaba a numerarse en Puerta Cerrada, seguía por la Cava Baja de San Francisco, hoy Cava Baja, volvía por la calle del Almendro, y por la calle del Nuncio llegaba nuevamente a Puerta Cerrada.
En los comienzos del siglo XVII Antonio Mancelli dibujó la manzana con el lienzo completo de la muralla y sus torres. Es un dibujo precioso, se observa todo el tramo que aún entonces debía estar a la vista.
Unos años después Pedro Texeira también la dibujó, detallando extraordinariamente alguno de los lienzos, el resto quizá ya ocultos por los inmuebles que los habían utilizado como muro.
Por entonces en la Cava Baja se ubicaban varias dependencias del Pósito, almacén de trigo o granero municipal. El Peso de la Harina, que estaba enfrente, en la Casa nº 4 de la manzana 148, representada en el plano de Texeira con el número 27. El edificio después se convertiría en la primera Posada madrileña, actualmente restaurante La Posada de la Villa, en el número 9 de la calle.
El Alholí de la Villa ocupaba un gran solar en la manzana a que nos referimos, la 150; tenía dos puertas, la llamada Puerta Falsa que daba a la calle del Almendro (Casa 40), y la principal a la Cava (Casa 13).
Entre otras dependencias, allí existían también dos mesones. Uno de ellos, junto al Alholí, era el Mesón del Dragón.
Esta Casa del Alholí de la Villa de Madrid, Alhóndiga o primer Pósito municipal, del que ya conocimos su historia, cuyo origen se remonta a la época de los Reyes Católicos, había sido construido en los comienzos del siglo XVI sobre la muralla del siglo XII. Entre 1664 y 1665 se realizaron obras para la instalación de cuatro muelas para la tahona, proyecto del maestro de obras Juan de Lobera. Como sabemos, en 1666 el Pósito se trasladó a las afueras de la villa, junto a la Puerta de Alcalá. En 1745 el antiguo Alholí fue transformado en depósito de pan y de aceite.
El conjunto fue demolido a mediados del siglo XIX cuando el Ayuntamiento procedió a la prolongación de la calle del Almendro hasta la Cava, atravesando la manzana que quedó partida en dos, por la casa nº 13 que -según la Planimetría- en el siglo XVIII pertenecía al Real Pósito de la Villa y antes fue del Alholí. Eran del Pósito estas casas mencionadas, la nº 13 y la colindante nº 40.
Como tuvimos ocasión de comprobar durante nuestro último paseo en busca de la muralla cristiana, la Cava Baja ofrece algunos de los tramos mejor conservados.
Un nuevo paseo nos permite contemplar detenidamente otros vestigios, cuidados y conservados con cariño, en los inmuebles construidos sobre una parte del antiguo Alholí y mesones, en los primeros números pares de la calle, en la luego denominada manzana 150 “duplicado”, cimentados sobre la muralla.
En los actuales números 12 y 14 se encuentran la Posada del León de Oro y la Posada del Dragón, que guardan los vestigios de la muralla y de la historia de Madrid. Durante las obras de rehabilitación para convertirlas en hoteles modernos se realizaron las correspondientes sondeos arqueológicos. Se documentaron los lienzos extramuros al recinto fortificado del siglo XII y el foso de la muralla, además de los mencionados hallazgos anteriores a la ocupación cristiana, y se conservaron los tramos sacados a la luz, hoy día a la vista del público.
La Posada del León conserva además del arranque del cubo que ya pudimos contemplar en el edificio contiguo -en el nº 10-, y la mitad de otro cubo, un lienzo de unos 12 metros de largo y un metro de anchura.
Este bonito hotel ha resguardado bajo cristales los restos defensivos que se pueden admirar en su restaurante, a la entrada del local.
En el edificio contiguo, en el nº 14, se encuentra la Posada del Dragón.
Las vigas de madera de la antigua corrala que aloja las habitaciones están decoradas con frases que cuentan la historia de Madrid.
Es un lugar encantador que ha conservado varios elementos de la antigua posada del siglo XX, como el viejo pilón de piedra en el patio.
Han recuperado también la contigua tienda de Jabones La Antoñita manteniendo los letreros históricos de su fachada y su bañera de mármol, donde se elaboraba el jabón, que se ha instalado en los lavabos, junto a una reproducción del primer plano de Madrid, el de Mancelli, adornando sus paredes.
Y por supuesto el acogedor bar y restaurante en la planta baja también guarda la muralla.
El antiguo Mesón del Dragón junto al Alholí de la Villa, luego Posada, hoy es un Hotel que ha sabido salvar su historia.
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
Planimetría General de Madrid.
Pérez Vicente, Daniel. “Excavaciones arqueológicas en el Madrid islámico”, en Testimonios del Madrid Medieval. Madrid musulmán. Museo de San Isidro, Madrid 2004.
Ortega Vidal, Javier y Marín Perellón, Francisco José : La Forma de la Villa. Comunidad de Madrid. 2004.
Oñate, Pilar y Sanguino Juan. “Intervención arqueológica previa al proyecto de rehabilitación del inmueble ubicado calle Cava Baja nº 12 de Madrid., en IV Jornadas de Patrimonio Arqueológico en la Comunidad de Madrid. Museo Arqueológico Regional, Alcalá de Henares 2007.
Nuevo Baztán es uno de los pueblos más singulares de Madrid. Se comenzó a construir en 1709 según el diseño del arquitecto José de Churriguera, por encargo de Juan de Goyeneche, con el fin de aplicar las teorías económicas del colbertismo francés. Goyeneche nació en 1656 en el Valle del Baztán, en Navarra, pero vivió desde muy joven en Madrid donde estudió e hizo carrera como escritor, editor y político.
Alrededor de la Iglesia y del Palacio, destinado a vivienda del impulsor, se construyó el complejo que, aunque desgraciadamente tuvo una corta vida, fue un gran ejemplo de este tipo de proyectos industriales, poblados de nueva planta, que nacieron en el siglo XVIII. Perdió su esplendor con la muerte de Goyeneche en 1735.
Sus fábricas fueron en cierto modo precursoras de las Fábricas Reales que se desarrollarían a lo largo del siglo, durante el reinado de los Borbones. El Nuevo Baztán contó con una Fábrica de Sombreros, Medias de Seda y Paños; de Jabón y de Cristales. Bodega, un Olivar, Huertas… todo lo necesario para la vida del poblado.
El conjunto barroco fue construido en piedra berroqueña caliza. La Iglesia y el Palacio aunque diferentes forman una única construcción, unidos y comunicados ambos inmuebles por una de las torres. En torno a ellos se situaron las plazas, las calles alineadas en un diseño ortogonal y el resto de edificios.
Más allá de la Plaza de la Iglesia, al norte, las primeras viviendas levantadas fueron las destinadas a los administradores de la hacienda de Palacio, luego las de los operarios; al final, en la Plaza de la Cebada o Corralón, las de los labradores.
Y en las afueras, en el Arrabal del Conjuro, las de los pastores y ganaderos. A continuación se ubicaron las explotaciones agrícolas.
Frente a la fachada principal se abrió la Plaza Mayor o del Jardín.
En el centro se situó la bonita Fuente de los Tritones, probablemente obra también de Churriguera.
La Iglesia, que visitaremos más adelante, fue dedicada a San Francisco Javier.
El Palacio de dos plantas fue construido para albergar la residencia del promotor, Juan de Goyeneche. Ocupa la parte izquierda del frente, en el extremo un torreón cuadrado coronado con balaustres y bolas, diferente a las torres de la iglesia y a la que separa los dos inmuebles. En la portada un león sujeta el escudo ajedrezado del Valle del Baztán, recuerdo del ilustre inquilino.
Desde 1986 la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid está restaurando el complejo. El Palacio y gran parte de las Casas de Oficios se han consolidado estructuralmente y se está procediendo a la restauración y reconstrucción de las carpinterías exteriores.
Hoy, gracias al programa de la Comunidad de Madrid, Abierto por Obras, visitamos el Palacio.
El año pasado 2013 se acondicionó la planta baja y los zaguanes de acceso al Patio y a la Plaza de Fiestas para que pudieran ser visitados.
El zaguán de entrada da paso a la escalera principal.
Desde aquí accedemos al patio interior jalonado por arcos de medio punto, con su pozo.
Tras el zaguán posterior llegamos a la Plaza de Fiestas, rodeada de una bella balconada con barandillas de hierro. En ella se situaron los talleres y viviendas del personal del Palacio, y también se dedicó a la celebración de festejos y corridas de toros.
Tras la cuidadosa restauración, se aprecian perfectamente los elementos originales, que siempre deben diferenciarse de los nuevos reconstruidos, como nos explica la Guía, una de las Restauradoras que participan en estos trabajos. Además de comtemplar el hermoso lugar merece la pena escucharla porque además de los aspectos históricos nos da un enfoque muy interesante como profesional de la Restauración.
Se han reparado las fachadas, excepto la del ala sur, antiguas caballerizas, que lo será en un futuro.
El arco que comunica la Plaza de Fiestas con la del Mercado o Plaza de los Secretos ha sido igualmente restaurado.
También el acceso junto a la antigua Bodega, hoy convertida en Centro de Interpretación.
El conjunto de Nuevo Baztán, Monumento Artístico desde 1941, en 2000 fue declarado Bien de Interés Cultural.
Este verano, además de las visitas, acoge una exposición Nuevo Baztán de Cine, una delicia que nos muestra las muchas ocasiones en que el pueblo ha servido como escenario de películas, cómo Nuevo Baztán es Un lugar de Cine.
Además de las obras del Palacio de Nuevo Baztán, durante este mes de agosto y el próximo mes de septiembre la Comunidad de Madrid nos ofrece todos los fines de semana la posibilidad de conocer las obras que se están llevando a cabo en el Castillo de Buitrago de Lozoya, que esperamos visitar también.
Si os apetece, las inscripciones para las visitas guiadas a ambos monumentos las podéis realizar en su web: Abierto por Obras.
Por : Mercedes Gómez
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