No era la primera vez que visitaba la nueva Plaza de Callao, estuve las pasadas Fiestas, pero entre la enorme marea humana que la recorría, el árbol de Navidad y los tenderetes, la verdad es que no pude apreciarla. Hoy he pasado allí un buen rato, de pie, y he podido observarla con comodidad.

Como pequeño espacio urbano su existencia es antigua, pero la ordenación de la plaza se produjo ya en el siglo XX, durante los años 20. Las fotografías muestran que existía una gran farola en el centro, realizada en hierro y granito.

Posteriormente, ha tenido varias reformas. La primera, después de la guerra civil. En los años 70 se colocaron dos fuentes gemelas en sus extremos.

Entre 1990 y 1995, se eliminó una de las fuentes y la otra fue restaurada, sufriendo algún cambio en su decoración y quedó instalada en un pequeño jardín en el centro de la plaza. Hasta hace unos meses, en que fue retirada para la nueva reforma.

Aunque por dentro era circular, el pilón de granito tenía una forma muy original, irregular, recto por un lado y curvo por otro. La taza también era de granito, y en el centro una cesta de frutas en piedra blanca de Colmenar, con el surtidor de hierro. Alrededor de la cesta había otros surtidores.

Estaba un tanto escondida entre autobuses y edificios y mucho trasiego de personas, con lo que quizá pasaba desapercibida y era poco valorada. Pero se trataba de una sencilla y bonita fuente, realizada por los canteros municipales.

La solución ¿era hacerla desaparecer?

El objetivo de la nueva reforma era la recuperación de la plaza para el peatón.

Me parece que el problema estaba en que yo no había comprendido bien lo que eso significaba. Había interpretado que la plaza iba a ser eso, una plaza, un lugar para disfrutar, como tradicionalmente han sido las plazas madrileñas, muchas de ellas con su fuente por cierto.

Pero hoy me he dado cuenta de que yo no había entendido nada, no era eso, efectivamente se trata de una plaza “peatonal”, se ha construido un gran paso de peatones.

Para eso no hacen falta fuentes, ni bancos. Como mucho, por si alguien se cansa y quiere sentarse cinco minutos, algunas sillas. Y mejor que vaya solo, porque son individuales, estos asientos no admiten compañía.

Los autobuses ya no paran aquí, y ahora existe un aparcamiento para bicicletas, una suerte para los que utilizan este medio de transporte, sin duda. Pero echo de menos algo, quizá la fuente y el jardincillo.

por Mercedes Gómez