En los comienzos del siglo XX Madrid, rodeado por las Rondas, por el norte terminaba en el lugar donde se encontraba el Hipódromo –actualmente, Nuevos Ministerios–. Más allá apenas existían construcciones, los Asilos de San Rafael y Convalecientes, separados por la Carretera que llevaba al pueblo de Chamartín de la Rosa, algún ventorro como el de la Cruz del Rayo y poco más; casi todo era campo.
En estos terrenos, entre Madrid y Chamartín, se encontraba el gran Olivar de Chamartín, que situado en una colina ofrecía inmejorables vistas. La zona suroeste era conocida como Olivar del Balcón. En 1917 José Castillejo lo compró. Castillejo era el Secretario de la Junta para Ampliación de Estudios, que había sido fundada con el fin de promover la investigación científica, heredera de Giner de los Ríos y Cossío, impulsores de la Institución Libre de Enseñanza. El objetivo de la Junta era desarrollar los ideales de la ILE.
Castillejo convenció a sus amigos y colegas, repartió el terreno y les vendió una parte. Allí se instalaron entre otros Ignacio Bolívar, director del Museo Nacional de Ciencias Naturales (y sucesor de Ramón y Cajal como Presidente de la Junta), el poeta Dámaso Alonso y Menéndez Pidal, Vicepresidente y Director del Centro de Estudios Históricos.
De la Carretera, hoy convertida en Paseo de la Habana, casi en el límite del término municipal del pueblo de Chamartín, partía una Cuesta llamada del Zarzal. Junto a ella construyó su casa Menéndez Pidal.
Madrid fue creciendo, se construyeron los Nuevos Ministerios dentro del Plan de prolongación de la Castellana… Los terrenos entonces formaban parte del barrio de las Cuarenta Fanegas, distrito de Progreso.
Llegó la guerra, que como sabemos afectó la vida en todos los terrenos, época de destrucción, exilios… la vida de cada uno de nuestros protagonistas sería una larga historia. La Junta desapareció y en la posguerra sus centros pasaron a formar parte del nuevo CSIC. El pueblo de Chamartín de la Rosa fue anexionado a Madrid en 1948. Ramón Menéndez Pidal y su familia volvieron a España.
Hoy día la manzana situada entre las calles de Padre Damián, Henri Dunant, Menéndez Pidal y Alberto Alcocer, pertenece al barrio de Nueva España, distrito de Chamartín. La tapia que rodea una gran parte de ella guarda un tesoro. Allí continúa, rodeado por altos y modernos edificios el antiguo Olivar de Chamartín, del que se conserva una gran parcela dividida en dos propiedades. La mayor, de 20.000 metros cuadrados, pertenece a la Fundación Castillejo. La otra, algo menos de 3.500, en su esquina noreste alberga la Fundación Menéndez Pidal.
Se trata de uno de los escasos recuerdos de cómo pudo ser esta zona de Madrid antes de cubrirse de edificaciones, cuando aún era campo. En el interior de la Fundación Menéndez Pidal se puede ver un dibujo de la zona, ampliación de uno que realizó alguno de los habitantes de la casa en el pasado.
Ramón Menéndez Pidal nació en La Coruña en 1869, estudió en Madrid y fue un gran historiador, medievalista y filólogo. Durante una conferencia en el Ateneo conoció a María Goyri, también investigadora y filóloga –una de las primeras mujeres que estudió Filosofía y Letras–; en 1900 se casaron. Ya durante su viaje de novios, siguiendo la ruta del Cid, recogieron romances por los pueblos que fueron formando el importante Archivo del Romancero. María, además de ser la mujer de Ramón Menéndez Pidal, fue una destacada figura de la vida cultural española. Tuvieron dos hijos, Jimena (1901-1990) y Gonzalo (1911-2008).
Jimena se casó con Diego Catalán, otro importante investigador del campo científico. Su hijo fue Diego Catalán Menéndez Pidal, a su vez notable filólogo español. Jimena, pedagoga, entre otras cosas fue la fundadora del Colegio Estudio que se creó después de la guerra con el objetivo de continuar con las ideas de la ILE.
Todos ellos vivieron en el Olivar y desarrollaron su actividad intelectual.
Don Ramón murió en 1968, a solo 4 meses de cumplir los 100 años. Fue entonces cuando el nombre de la Cuesta del Zarzal fue sustituido por el de calle de Ramón Menéndez Pidal, por acuerdo municipal, en homenaje al historiador que allí vivió y trabajó desde 1925 hasta su muerte, como recuerda la placa colocada junto a la entrada de la finca. Tras la puerta nos esperan gratas sorpresas.
La casa fue construida entre 1922 y 1925 en estilo regionalista.
Está rodeada de bellos olivos centenarios, milagroso vestigio del paisaje que conformaba el norte del antiguo Madrid, zona de huertas y arbolado. Junto a los olivos don Ramón plantó otros árboles frutales, romero, jaras y plantas procedentes de la sierra de Guadarrama que él deseaba revivir en su casa de Madrid.
Entre 1928 y 1929 los muros internos de la tapia fueron adornados por azulejos pintados que reproducen escenas de tareas agrícolas, realizados en la Escuela de Cerámica de la Moncloa.
La familia disfrutaba de un solárium, los Baños de Sol, una pequeña construcción ubicada en el extremo suroeste de la finca rodeada por una tapia que la separa del resto del jardín. Una habitación, una ducha y un olivo por toda compañía, allí siguen.
Otra de las joyas de este jardín serrano es un hermoso madroño, uno de los más antiguos de la ciudad. Es tan frondoso que la luz no llega fácilmente a sus ramas, lo cual unido a la falta de lluvia estival ha provocado que este otoño solo haya frutos en la parte más alta de su copa, según nos cuenta su jardinero, pero su estado de salud y su aspecto son magníficos.
A las puertas de los Baños un madroñito joven, más expuesto a la luz del sol, sí ofrece sus otoñales frutos rojos.
Los problemas y las dificultades para el mantenimiento de la finca y todo su contenido ocasionaron su venta. En 1984 fue adquirida por la Fundación Ramón Areces para acoger la Fundación Menéndez Pidal con el fin de “asegurar la continuidad así como conservar su recuerdo en la casa que fue su vivienda y su lugar de trabajo”. Rehabilitada, al año siguiente fue inaugurada con la presencia de la Reina doña Sofía y de Jimena Menéndez Pidal, que entonces tenía 85 años y pudo disfrutar de haber logrado algo por lo que había luchado: conservar el material reunido por la familia a lo largo de tanto tiempo. Junto a la entrada a la casa hay un espléndido albaricoquero que cuentan nació por un hueso tirado al suelo por Jimena, entonces una niña.
Felizmente, en 2009 la Comunidad de Madrid aprobó proteger el Olivar, con sus olivos centenarios y sus edificios singulares.
Hoy el delicioso paseo por el jardín transcurre por estrechos caminos de tierra y entre los arbustos, tal como era en tiempos de don Ramón. Huele a romero.
Después de muchos avatares, los libros y los archivos reunidos a lo largo de tantos años y tanto trabajo continúan en la casa, a disposición de los investigadores. Como nos comentan durante la visita, no estamos en un museo, es un lugar de trabajo, y así lo vamos comprobando. Cada estancia se ha convertido en una parte de la impresionante biblioteca.
La vivienda es un lugar lleno de historia y de recuerdos que se mezclan con los libros.
El Gabinete de María Goyri muestra su tesis sobre el romance La difunta pleiteada, y numerosos objetos y fotos de la familia. Especialmente entrañable y rico por todo lo que atesora es el despacho del historiador. Sus fichas, libros, fotografías… además de objetos de la época en que él lo ocupaba.
La que fuera habitación de su hija Jimena los últimos años, comunicada por una puerta con la habitación de su padre, al que cuidaba –su madre, María Goyri había muerto en 1954–, guarda una biblioteca de primeras ediciones, al parecer la única que posee dos ejemplares de los Campos de Castilla de Machado.
En el sótano se conservan fotografías, recortes de prensa… y los valiosos fondos del Romancero Antiguo y del Tradicional, archivos llenos de historias, que fueron recopilando y grabando por los pueblos de España. Es el Cuarto del Romancero. En él trabajó su nieto, Diego Catalán Menéndez-Pidal (1928-2008), que heredó sus archivos y continuó investigando. Este Archivo que antes de la guerra había sido declarado Tesoro Nacional viajó junto con las obras del Museo del Prado cuando partieron de Madrid en dirección a Ginebra.
Todo está a disposición de los estudiosos, también reciben con amabilidad a quienes deseemos conocer la finca y su historia. Todos los jueves a las 12.00 del mediodía abren la puerta a quien desee visitarla y ofrecen una visita guiada. Este artículo solo intenta reflejar algunas de las muchas cosas interesantes y bonitas que allí aguardan.
Por Mercedes Gómez
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Bibliografía:
David Castillejo y Diego Catalán. Historia del Olivar de Chamartín. Madrid 2005.
52 comentarios
Comments feed for this article
13 de noviembre de 2013 a 00:33
Ángel Alda
Estupendo reportaje sobre una de las joyas secretas de Madrid. He tenido varias veces la ocasión de pasear por estos jardines y de visitar la casa de José Castillejo. Todo está impregnado de la sencillez casi espartana de los hijos de la Institución Libre de Enseñanza. Ese espíritu volcado hacia el ser y no al parecer. Al estudio y no a la holganza. Buen trabajo Mercedes. Como siempre.
13 de noviembre de 2013 a 20:38
Mercedes
Gracias Ángel. Me ha encantado tu definición, no puede ser más certera, «ese espíritu volcado hacia el ser y no al parecer». En algunos momentos es casi enternecedor el espíritu de estudio que se respira en esa casa, y la maravilla de ver que esas personas se dedicaban a lo que les gustaba.
13 de noviembre de 2013 a 00:43
Jaime
Gracias Mercedes. Paso con frecuencia por delante de su puerta y me he preguntado muchas veces quién mantendría ahora esta casa y su jardín tras la muerte de Dámaso Alonso y si no acabaría siendo absorbida por la especulación.
13 de noviembre de 2013 a 20:46
Mercedes
Hola Jaime, muchas gracias a ti. La verdad es que ha estado a punto, estuvo en peligro mucho tiempo. Se conserva casi todo, menos una parte de esta finca de Menéndez Pidal, que creo desapareció al abrir la calle de Henri Dunant. Y precisamente la parcela de Dámaso Alonso, la más próxima a Alberto Alcocer, que ahora está ocupada por un edificio que parece bastante lujoso. Hay otra placa del Ayuntamiento que recuerda que allí vivió y falleció el poeta.
13 de noviembre de 2013 a 09:07
J. Casado
Hola Mercedes. Que suerte que hayas podido visitar el Olivar. Yo tuve contactos con ellos, para obtener un permiso para hacer un reportaje para el blog, entonces no tenían la opción de visitarlo los jueves. Me dieron el permiso, pero no podía hacerlo por cuestiones de trabajo. Esperaré a jubilarme, para poder entrar.
Ademas es mi barrio, y junto a la tapia, habia un campo de fútbol, que se llamaba » de la sorda», junto a una fabrica de alfombras, y era en donde jugábamos de jóvenes.
Un saludo.
13 de noviembre de 2013 a 20:55
Mercedes
Hola José, sí que es una suerte, aunque hace años que quería visitarlo, la verdad es que me ha costado un poco… siento que tú no pudieras.
Gracias por los datos que aportas.
Un saludo
14 de noviembre de 2013 a 16:06
loretto
Yo aprendí a andar en el campo de la sorda. En aquella época había pocas casa pero nosotros éramos cuesta del zarzal, 35. Ahora corresponde a la calle Arenal de Maudes, 2-4. José, jugábamos juntos? Para redondear, una compañera de clase en el Liceo Francés de Madrid, era Laura Menendez-Pidal a la que aún me une el FB. Loretto Manrique
16 de noviembre de 2013 a 22:58
Mercedes
Gracias por contarnos tus recuerdos, Loretto.
Es lo más bonito de las historias, conocer a las personas que las han vivido.
13 de noviembre de 2013 a 09:50
Igor
Excelente reportaje,me deja con las ganas de una visita,una pena que solo sea posible hacerlo los jueves a las 12h (nos deja a los que trabajamos fuera )
13 de noviembre de 2013 a 21:02
Mercedes
Gracias Igor. Es cierto, los que tenemos la suerte de trabajar tenemos todo esto un poco más difícil, hay que buscarse la vida. Yo en este caso usé un día de vacaciones 😉
Esto te puede interesar, quizá a alguien más:
El Olivar de Castillejo yo no lo he visitado aún, espero hacerlo pronto, abre los sábados y domingos en Las Mañanas del Olivar. Dan conciertos, y creo que más cosas. La entrada cuesta 6 euros, pero debe merecer la pena. Aquí tenéis su web: http://www.fundacionolivardecastillejo.org/
13 de noviembre de 2013 a 09:57
mercedes zaldivar
Precioso artículo
El septiembre pasado estuve en un pequeño concierto de música clásica y más tarde cenando,pero no visite la casa
Iré cualquier jueves ,pues ahora entiendo con claridad como se ha podido conservar ese rincón tan bonito en Madrid
Gracias por tus estudios.No dejes de enviármelos
Enviado desde mi iPad
13 de noviembre de 2013 a 21:08
Mercedes
Muchas gracias a ti Mercedes, me alegra que te gusten mis trabajos.
Espero que disfrutes la visita a la Fundación.
13 de noviembre de 2013 a 11:10
Antonio Iraizoz
Hola Mercedes,
Un reportaje magnífico de una pequeña-gran joya madrileña. La vista aérea desde Bing Maps es alucinante con el olivar completo. Es como un milagro que haya llegado a nuestros días, sin duda gracias al empeño de personas volcadas, como bien dice Ángel Alda, en el ser y no en el parecer.
Gracias también por la información de las visitas, que habrá que hacer sin duda.
Un abrazo
13 de noviembre de 2013 a 22:11
Mercedes
Hola Antonio, cuando puedas, no dejes de ir, creo que te gustará mucho.
En cierto modo sí que es un milagro, debido a algunas personas, empezando por Jimena, que debió ser una mujer admirable, como su madre.
Muchas gracias y un abrazo
13 de noviembre de 2013 a 12:08
Maríarosa
Mercedes: Si todos tus trabajos nos enseñan cosas de este inacabable Madrid, éste en particular ha sido para mi una gran sorpresa pues ignoraba totalmente la existencia de la Fundación… Y eso pese a qué, en el ya lejano 1983, cuando visité una exposición en el Pabellón Villanueva del Jardín Botánico en homenaje a Alberto Jiménez Fraud (primer y único director de la Residencia de Estudiantes) y poco después en una visita (del Ayuntamiento) a todas las sedes de la Institución Libre de Enseñanza, quedé «enganchada» a esta magna obra y a todos sus «protagonistas». Así que muchas pero que muchísimas gracias por tan valiosa información
13 de noviembre de 2013 a 22:16
Mercedes
Cuánto me alegro María Rosa, descubrir algo nuevo para tí, que conoces tantas y tantas cosas. Seguro que te gusta la visita, es encantadora, y la explicación que dan de la historia de la familia, muy interesante.
En cuanto a los protagonistas de la ILE comparto lo que dices, es un mundo fascinante el que crearon y compartieron.
Muchas gracias por tu comentario!
13 de noviembre de 2013 a 12:39
Maria Glez- Ubeda
Me ha encantado tu post ya que mi casa, en la que he vivido desde niña, colinda con la de Menéndez Pidal. Mis padres siempre cuentan que compraron los terrenos a su hija Jimena y, además, mi tío colaboró con el gran historiador en su obra Historia de España.
No sabía que podía visitarse la casa los jueves y estoy deseando ir mañana ya que tengo mucha curiosidad.
13 de noviembre de 2013 a 22:25
Mercedes
Muchas gracias María, me alegra tu comentario, ojalá disfrutes mañana. Creo que antes no se podía visitar, debe ser algo nuevo, no se. La persona que atiende y explica la visita lo hace de una forma excelente.
13 de noviembre de 2013 a 15:59
Guerra Esetena
Precioso reportaje. Un lugar delicioso, que rebosa historia y cultura por todas partes y que afortunadamente hemos sabido conservar. Gracias por mostrarlo. Abrazos, Jesús
13 de noviembre de 2013 a 22:30
Mercedes
Gracias a ti Jesús!
Abrazos
13 de noviembre de 2013 a 16:52
Gonzalo
¡Fantástico trabajo Mercedes! Dos preguntas ¿Puedes presentarte a las 12 cualquier jueves sin previo aviso? ¿La visita dura más de dos horas? Gracias y un beso. Gonzalo
13 de noviembre de 2013 a 22:35
Mercedes
¡Muchas gracias Gonzalo!
Eso nos comentaron… que a quien «llamara los jueves a las 12 se les abría la puerta», que no hacía falta concertar la cita.
La visita «completa», como la del otro día (fue en el marco de la Semana de la Ciencia), son unas dos horas, pero también dijeron que la duración otros días podía depender de las personas que llegaran y el tiempo del que dispusieran.
Espero que puedas ir y lo pases bien, ¡ya me contarás!.
Un beso
13 de noviembre de 2013 a 17:34
CHURRI
¡ MAGNIFICO ! Merche
bssss-churri
13 de noviembre de 2013 a 22:38
Mercedes
Gracias guapo!
Besos
13 de noviembre de 2013 a 19:29
Rosa
Precioso trabajo.Muchas gracias
13 de noviembre de 2013 a 22:39
Mercedes
¡Muchas gracias a ti Rosa por tu comentario!
17 de noviembre de 2013 a 11:31
Jorge Fernández-Alva
Hola Mercedes. Es un auténtico placer otorgarte este premio que tanto mereces.
Gracias por tu trabajo. Un saludo.
17 de noviembre de 2013 a 22:46
Mercedes
Hola Jorge, ¡muchas gracias!, el placer es mío, te agradezco mucho que te hayas acordado de mí y me hayas incluido en tu lista de blogs, un placer encontrarme en tan buena compañía, la tuya y la de todos ellos.
19 de noviembre de 2013 a 00:08
Escuela de Cerámica de La Moncloa y Escuela de Arte Francisco Alcántara. | Arte en Madrid
[…] Libre de Enseñanza, a la Junta de Ampliación Estudios, y a sus protagonistas, entre ellos Ramón Menéndez Pidal quien recordemos decoró los muros de su jardín, que hemos visitado hace pocos días, con azulejos […]
21 de noviembre de 2013 a 20:00
Maríarosa
Pues hoy jueves a las 12 estaba allí y ha sido fascinante la visita, he quedado maravillada, una casa encantadora llena de amor a la cultura y rodeada de naturaleza…¡todo un hallazgo! Así que te repito las gracias del otro día por descubrirmela. También estuve el domingo en el olivar de Castillejo y es otro placer total…la música y el olivar combinan de maravilla..¡Ah! y enhorabuena por ese premio que veo te acaban de dar ¡¡muy merecido, si señor!!
21 de noviembre de 2013 a 20:52
Mercedes
Me alegro muchísimo María Rosa, realmente es un lugar del que sales maravillada de todo lo que allí se esconde, encantada de que te haya gustado.
Y ¡muchas gracias! por venir a contárnoslo, y por todo.
9 de diciembre de 2013 a 15:53
Nacho
Hola!!
Qué gran descubrimiento, no tenia noticia que podía existir, conservarse, un lugar así en Madrid. Muy buen artículo, gracias.
Estoy deseando, que el próximo jueves vacacional, pueda acercarme a visitar esta joya. Un saludo.
9 de diciembre de 2013 a 20:03
Mercedes
¡Hola Nacho! es toda una sorpresa, espero que puedas disfrutarla pronto,
Un saludo
30 de diciembre de 2013 a 00:32
El belén del Olivar de Castillejo y otros belenes en Madrid | Arte en Madrid
[…] en el Olivar de Chamartín cuya historia conocimos hace pocas semanas, cuando visitamos la Casa de Ramón Menéndez Pidal. El resto del antiguo olivar conservado, la mayor parte (casi una hectárea), pertenece a la […]
8 de enero de 2014 a 10:55
picarax
Gracias Mercedes por este estupendo artículo.
Queremos dejaros el enlace a un geocache que tenemos colocado desde 2012 precisamente en la Casa de D. Ramón Menéndez Pidal.
Hemos incluído un enlace en la página del cache hacía este artículo.
Enlace: http://coord.info/GC3NADR
8 de enero de 2014 a 19:24
Mercedes
Muchas gracias a ti picarax, por el aviso y por el enlace!
27 de abril de 2014 a 11:17
Mercedes Inza
gracias por poder mantener la existencia de un lugar tan maravilloso en pleno Madrid. Me ha encantado el articulo
27 de abril de 2014 a 20:31
Mercedes
Muchas gracias por tu comentario, Mercedes, me alegra que te haya gustado el artículo.
Y desde luego es un lujo que se conserve un lugar como este, único en Madrid.
22 de agosto de 2015 a 23:54
Ignacio del Moral
Había oído hablar del Olivar muchas veces, pero no tuve ocasión de visitarlo hasta ayer, con motivo de una reoresentación. Teatral. La impresión que recibí al entrar fua absolutamente mágica: cruzando una pequeña puerta en una tapia de aspecto sencillo, se encuentra uno de pronto en otro mundo. El tiempo parece suspenderse. Gracias a la Fundación por este tesoro, y por mantener vivo el espíritu que lo anima.
23 de agosto de 2015 a 19:35
Mercedes
Así es, parece otro mundo… gracias por el comentario.
22 de diciembre de 2015 a 18:27
Fundación Giner de los Ríos | Arte en Madrid
[…] Ya hemos hablado en este blog de la figura de Francisco Giner de los Ríos este año 2015 en que se ha conmemorado el centenario de su muerte, a propósito de una pequeña exposición, una selección de importantes fondos bibliográficos del propio Giner o sobre su obra en la Biblioteca Nacional. Y hemos hablado de sus grandes logros. Giner de los Ríos fue el gran impulsor de la Institución Libre de Enseñanza y de otros proyectos memorables, como la Residencia de Estudiantes, el Museo Pedagógico Nacional o las Misiones Pedagógicas. También inspirador de experiencias como las vividas en el Olivar de Chamartín. […]
5 de julio de 2017 a 15:28
Marisol Martínez
Excelente post. Hablas en él de cosas que me interesan, de lo que hubo en el pasado en un lugar, de las huellas de ese pasado en el presente, de etnografía y de personas entregadas al conocimiento y a la belleza.
5 de julio de 2017 a 20:22
Mercedes
Muchas gracias Marisol, me alegro de que te haya gustado.
Un saludo
18 de febrero de 2019 a 20:28
“Ciencia e innovación en las aulas. Centenario del Instituto-Escuela”, exposición en la Casa de Fieras del Retiro. | Arte en Madrid
[…] de la mencionada Institución Libre de Enseñanza. Recordemos que también fue él quien compró el Olivar de Chamartín donde vivieron él mismo, Ramón Menéndez Pidal y otros protagonistas del mundo cultural y […]
2 de May de 2020 a 14:42
José Rodríguez Pérez
Buenas tardes, Mercedes, desde mi confinamiento en un piso de Vallecas, donde resido en la actualidad. He encontrado su bella publicación por casualidad y no sólo me ha encantado, sino que me ha emocionado profundamente. Yo soy uno de los niños, después joven, que jugaba al fútbol en el mencionado campo a donde nos desplazábamos desde los aledaños de la calle Bravo Murillo. Ni que decir tiene que si hubiera coincidido en domingo como hoy, hace exactamente medio siglo me encontraría allí practicando ese deporte en compañía de las viejas glorias del vecino distrito de Tetuán. Disponíamos de porterías portátiles que instalábamos gracias a un dispositivo creado por unos cerrajeros de la mencionada calle que habían jugado en el Córdoba cuando éste equipo militaba en primera división. También de una ducha metálica con un conector que se adaptaba a la boca de riego de la propia calle de la Cuesta del Zarzal y que nos permitía asearnos a la intemperie del sudor y el barro generados tras los partidos. Dicho artefacto también fue igualmente diseñado por estos hermanos y después de jugar lo trasladábamos junto con los postes a una casita baja que se localizaba un poco más abajo, en el medio de un descampado, junto al colegio de monjas de la calle de Padre Damián. En su pequeño patio nos guardaban este material hasta el siguiente día festivo y en contraprestación entregamos una pequeña cantidad que recolectábamos a escote. Cuando se nos “encolaba” el balón, los guardeses o el propio D. Ramón, antes de su fallecimiento, nos lo devolvían lanzándolo por arriba de la valla. Por otra parte, estoy seguro que a él le hubiera gustado leer los poemas y relatos cortos que escribo en asturiano en defensa de esa lengua milenaria de nuestra amada tierra. Lo cierto es que el tiempo y las excavadoras se encargaron de privarnos de todo aquello, excepto de los bonitos recuerdos.
Tras el anterior preámbulo le rogaría que me informase de si aún se puede visitar la casa del maestro con ese mismo horario y si es necesaria alguna cita previa. Reciba un cordial saludo.
José Rodríguez
2 de May de 2020 a 19:40
Mercedes
Muchas gracias, José, por contarme esta historia tan bonita, me alegra que mi trabajo le haya gustado y traído buenos recuerdos.
Ahora en esta época de confinamiento que estamos pasando todos seguramente no, pero cuando esto pase no creo que haya problema en visitar la Casa, es una preciosidad. En la web de la Fundación tiene los datos, teléfono, etc.:
http://www.fundacionramonmenendezpidal.org/visitas/
Espero que lo consiga y lo disfrute. ¡Saludos!
3 de May de 2020 a 02:25
José Rodríguez Pérez
Muchísimas gracias, Mercedes, por su amabilidad al contestarme tan rápido. Me alegro que le haya gustado ese pequeño resumen de nuestras vivencias a la sombra de la valla de la mansión de D. Ramón. Nuestro pasado se compone de múltiples historias que disfrutamos o padecemos en una vida aparentemente sin sentido. Le quedo igualmente agradecido por facilitarme el enlace de la fundación. Una verdadera pena que no pueda encontrarme con alguien mínimamente vinculado al protagonista; no obstante, en cuanto salgamos de ésta solicitaré la autorización para una ansiada visita.
Quedo a su disposición para lo que se le ofrezca. Un cordial saludo telemático.
3 de May de 2020 a 19:45
Mercedes
Gracias a usted, José. Espero que consiga esa visita y me lo cuente.
Un afectuoso saludo
4 de May de 2020 a 03:08
José Rodríguez Pérez
Así lo haré, si salimos de ésta, Mercedes. Gracias también por su sensibilidad. Como aún conservo −desde hace más de 50 años− un balón con el que jugábamos allí de jóvenes, me gustaría dejarlo situado al otro lado de la valla limítrofe <>, unido al poema que aquí reproduzco porque quizá agrade a alguna de las personas que han comentado que jugaron en ese campo anejo. No obstante, es posible que no me atreva a llevarlos…
Otra vez que se ha encolado,
que se ha encolado el balón,
al jardín o a su tejado,
¡eche el balón don Ramón!
Que se encoló por desliz,
¿acaso no le da pena?,
como poema del Cid,
vuélvalo doña Jimena.
Desde el campo de la Sorda,
llamado de las Alfombras,
junto al taller que las borda,
de los muros, en sus sombras.
Seducido por su casa
y por el bello olivar
de vez en cuando traspasa
y allí quisiera quedar.
Por tanto tiempo a su vera,
como tantos que jugamos
de verano a primavera,
cuando faltó le lloramos.
Al pasar por esa zona,
aún hoy huele a romero,
pero el tiempo no perdona,
bien lo sabe el romancero.
Este paisano más lerdo
le ruega de corazón,
anclado en aquel recuerdo:
¡Eche el balón, don Ramón!
(Pindesierra)
4 de May de 2020 a 18:45
Mercedes
Qué bonito, muchas gracias, José, por compartirlo con nosotros.
Seguro que salimos de esta, ¡ya me contará!
Hasta pronto
30 de noviembre de 2020 a 13:29
Vicente
Después de leer el artículo me dan ganas de visitar cuando sea posible el famoso olivar y la casa claro.
No nos quedan muchos espacios como este.
30 de noviembre de 2020 a 16:24
Mercedes
Es un lugar maravilloso, Vicente. Espero que lo puedas conocer. ¡Gracias por tu comentario!