En el siglo XIX, comienzos del XX, junto a lo que hoy es el paseo de la Castellana sobre antiguas huertas (la de Loinaz, la de España…) se construyeron numerosos palacetes, muchos de ellos desaparecidos.
Sobre parte de la Huerta de Loinaz se creó la Quinta de La Chilena.
En 1842 el solar (actual manzana entre las calles de Zurbarán, Fortuny, Marqués de Riscal y Paseo de la Castellana) fue adquirido por doña Dolores Quesada, esposa de don Andrés Arango. Él era cubano, coronel de artillería que ostentó varios cargos, entre ellos en 1859 fue senador del reino. Ella había nacido en Chile, seguramente de ahí provenga el nombre de la finca. La antigua huerta fue transformada en una quinta de recreo.
En 1893 sus herederos vendieron el solar que quedó dividido en dos propiedades. En la zona norte, esquina a Marqués de Riscal, se construiría el Palacio del marqués de la Eliseda, que se conserva, hoy sede del Injuve. En la parcela sur, esquina Zurbarán –actualmente ocupada por la Embajada de Alemania–, la casa pasó a llamarse Villa Olea, por su nuevo propietario Eduardo Olea.
Don Eduardo Olea fue uno de esos personajes pertenecientes a la alta sociedad financiera de principios del siglo XX, simpático, generoso y con numerosos amigos, bien relacionado con la realeza. Nacido en el seno de una familia de banqueros, fue empresario, ganadero… y dueño de una de las residencias más famosas entre la aristocracia madrileña de la época.
El día 28 de mayo de 1914 el diario ABC anunciaba la fiesta benéfica que iba a tener lugar allí, en el entonces nº 21 del Paseo, con asistencia de Personas Reales. Estas fiestas consistían en la representación de cuadros vivos por señoritas de la alta sociedad, y tenían como fin el mejoramiento moral y material de la clase obrera.
Dos días después se publicó en portada una foto de los participantes, en la escalera del pórtico de entrada al palacio, incluidas S.M la Reina doña María Cristina, madre de Alfonso XIII, y las Infantas doña Isabel (la Chata) y doña Beatriz, una de las hijas del rey.
En esta foto, aunque muy valiosa, de Villa Olea apenas podemos ver la escalera, un trocito del muro y dos columnas… por las crónicas sabemos que el palacio y su gran jardín debían ser muy bellos.
En febrero de 1915 Eduardo Olea se hizo con la gestión del Teatro Real. Pero el fracaso de esta empresa y otras inversiones le llevaron a la ruina. Tuvo que vender la casa. Murió poco después, el 17 de enero de 1916, con solo 45 años de edad.
A finales de 1915 Villa Olea había sido adquirida por dos millones de pesetas por la marquesa viuda de la Viesca, quien, según informaba la prensa, se proponía residir en ella después de realizar importantes reformas.
La marquesa doña Clotilde Gallo Ruiz y Díaz de Bustamante, que había estado casada con José María de la Viesca y Roiz de la Parra, marqués de Viesca, se casó en segundas nupcias con el marqués don Alberto de Borbón y Castellví, luego duque de Santa Elena, quien también se casaba por segunda vez. El matrimonio se instaló en su nuevo palacio.
Sobre el Palacio del duque de Santa Elena algunos datos son confusos. Los autores del libro Los palacetes de la Castellana, Encarnación Casas y Carlos Aguilar afirman que fue construido en 1916 por el arquitecto Enrique Yort. Probablemente el apellido “Yort” es un error tipográfico.
En el completísimo Los Palacios de la Castellana, de Ignacio González-Varas, leemos que “el proyecto se vincula al arquitecto Enrique Fort y Guyenet pero por las fechas de construcción (entre 1916 y 1918) es más probable que lo realizara Francisco de Asís Fort y Coghen… madrileño muy vinculado con la nobleza por su matrimonio con doña Mª Concepción Bernar, hija de los condes de Bernar”.
En cualquier caso parece que más que la construcción de un edificio de nueva planta se debieron acometer reformas de la antigua Villa Olea.
Ocupado durante la guerra como cuartel republicano, el palacio fue bombardeado y destruido en gran parte.
Gracias a las fotos del inestimable Archivo Rojo conocemos cómo era el edificio.
Balcones con balaustradas de piedra, frontones, jarrones, la escalera bajo el pórtico, sus columnas… las dramáticas fotos nos muestran detalles del palacio.
La duquesa de Santa Elena murió en diciembre de 1936, tres años antes que el duque.
El heredero fue don Alberto Mª de Borbón y d’Ast, hijo del duque y de su primera esposa, doña Marguerite d’Ast.
Tras la guerra el palacio estaba en muy mal estado y en algún momento fue derribado. Únicamente subsistió un pequeño pabellón situado en la esquina de la calle Zurbarán con el paseo de la Castellana.
Continuará…
Por : Mercedes Gómez
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Bibliografía:
ABC. 28 y 30 mayo 1914. El Imparcial. 23 dic 1915. El Siglo futuro. 6 oct 1925
Encarnación Casas y Carlos Aguilar. Los palacetes de la Castellana. COAM, Madrid 1999.
Ignacio González-Varas. Los Palacios de la Castellana. Historia, arquitectura y sociedad. Turner 2010.
José Luis Quintana. “Ganadería de toros bravos Eduardo Olea”, Revista de Hª de las Vegas Altas. jun 2012 nº 2, pp. 34-50.
Hospital Santa Clotilde
Archivo Rojo. Ministerio de Cultura.
14 comentarios
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27 de octubre de 2014 a 06:52
Pablo Jauralde Pou
Me alegro de que vaya a continuar…. pues en lo que allí luego hubo –espero aclararlo cuando prosiga– estaba el Instituto de Enseñanza Media Cervantes, que se trasladaría más tarde a la glorieta de Embajadores (donde está hoy) y ahí estudié yo un par de años, precisamente, con mucha gente –entre profesores y alumnos– conocidos: Ezquerra, Lasso de la Vega, Mingarro, Carranza, Millán Puelles, Alberto Sánchez… Creo que era allí, claro.
Me he perdido varias cosas de estas páginas madrileñas, que intentaré recuperar poco a poco, por haber estado fuera y lejos una temporada larga; me alegro de volver a encontrar estas viñetas tan ilustradoras.
27 de octubre de 2014 a 20:04
Mercedes
Hola, Pablo. Creo que el Instituto Cervantes estuvo en el edificio del Colegio Alemán, también propiedad de los alemanes, al otro lado de la calle Fortuny, frente a la Embajada. Hoy es el Instituto Goethe. Esa es otra buena historia…
He leido tus crónicas, me parece que has disfrutado mucho de tu viaje, y me alegro de tu vuelta, bienvenido de regreso a Madrid.
27 de octubre de 2014 a 09:29
Maríarosa
¡¡Vaya labor investigadora…es como devanar una madeja enredada de lana y dejar un ovillo precioso…!! No me extraña que lo hayas dividido en dos partes porque hay que respirar para seguir las aventuras de ese solar con calma. Me parece francamente interesante este trabajo.
27 de octubre de 2014 a 20:10
Mercedes
Gracias María Rosa, la verdad es que tienes razón en lo del «lío», lo que iba a ser solo una pequeña parte del artículo (la embajada alemana se construyó sobre un antiguo palacete) se complicó tanto que me ha costado «desenredarlo» (conseguido solo en parte) y se convirtió en una historia en si misma. ¡Me alegro mucho de que te haya gustado!
27 de octubre de 2014 a 11:06
Guerra Esetena
Hola Mercedes:
Esperamos ansiosos la segunda entrega. Nos has dejado justo admirando es pequeño pabellón que hace esquina con Zurbarán, que nos parece una obra preciosa. La pérdida de los palacios y palacetes que adornaban la Castellana creo que ha sido uno de los grandes desastres urbanísticos que hemos padecido en Madrid.
Abrazos, Jesús
27 de octubre de 2014 a 20:13
Mercedes
Gracias, Jesús. Totalmente de acuerdo, es una de las muchas grandes pérdidas que ha sufrido Madrid. Se perdieron edificios magníficos.
Ese templete o pabellón siempre me inspiró curiosidad, también creo que es precioso.
Un abrazo
27 de octubre de 2014 a 17:55
Elena
Mercedes: qué post tan precioso, desentrañando la historia de una cierta sociedad madrileña y de la arquitectura de la época. Estoy de acuerdo con Jesús en que uno de los grandes desastres urbanísticos de Madrid ha sido la destrucción de esos palacetes de la Castellana. Vi una vez un no-do en el que mostraban que España se «modernizaba» y se veía la demolición de uno de ellos para, en su lugar, construir esas moles tan horribles de la Plaza de Colón, esquina con Castellana.
Sigo atenta esta historia tan bien trabajada y estudiada. Mi más sincera enhorabuena y…………..¡hasta la segunda parte!. Un saludo
27 de octubre de 2014 a 20:16
Mercedes
Muchas gracias, Elena, me alegra que te haya gustado la historia, es cierto que hay muchos personajes interesantes en ella, ¡casi sería una película!
Se conservan algunos palacios, pero la Castellana sería otra si no hubieran desaparecido tantos edificios bellos…
La segunda parte será muy distinta, pero espero que te guste también.
Un abrazo
28 de octubre de 2014 a 08:10
Antonio Iraizoz
Hola Mercedes. Enhorabuena por el trabajo, difícil y espectacular, con esas fotos del Archivo rojo que no tienen precio. A propósito de los últimos comentarios, recuerdo cómo en los ochenta la enseñanza de la arquitectura «tardomoderna» aún defendía el derribo de los palacetes de la Castellana argumentando que su arquitectura ecléctica no aportaba nada ni contenía ningún valor espacial en sus interiores, resueltos a modo de sucesión de cubículos. Y como había que ser moderno, tuve una temporada que me lo creí…
Un abrazo
28 de octubre de 2014 a 18:26
Mercedes
Hola, Antonio, ¡muchas gracias!
Es muy interesante lo que nos cuentas sobre la enseñanza de la arquitectura, y te agradezco tu «confesión». La arquitectura, como todo, a lo largo de la historia ha estado sujeta a modas y/o estilos imperantes, a formas de pensar. Pero eso ¡no quiere decir que haya que derribar lo anterior!
Un abrazo
31 de octubre de 2014 a 13:41
JOSÉ CASADO
Hola Mercedes. Excelente post, con una historia realmente bien narrada. Curioso también el comentario de Antonio, sobre la idea de derribar los palacetes de la castellana….menos mal que han quedado algunos!
Espero la segunda parte.
Un saludo.
31 de octubre de 2014 a 20:00
Mercedes
Muchas gracias, José, me alegro de que te haya gustado todo.
Un saludo
3 de noviembre de 2014 a 00:16
Embajada de Alemania | Arte en Madrid
[…] el paseo de la Castellana, la calle de Zurbarán y Fortuny. Como vimos, el palacio de la antigua Quinta de la Chilena, luego Villa Olea y finalmente residencia de los duques de Santa Elena, que había albergado […]
7 de agosto de 2022 a 20:59
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